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Area Militar General
Malvinas 1982
Como lidiar con la abulia y el cinismo en torno a Malvinas?
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<blockquote data-quote="Nicolas Kasanzew" data-source="post: 979033" data-attributes="member: 6939"><p>Excelente idea, estimado Bagre.</p><p>Eso, y tratar de acercar a la gente a los Combatientes. Sobre todo, a Determinados Combatientes. Lo cual suele tener un efecto demoledor.</p><p>Pruebas al canto. Se acuerdan de la joven ama de casa malvinera, a quien Gabino bautizó como Beatrice? Pues bien, ella me comentó que se iba de vacaciones con su familia a Córdoba y le sugerí que sin falta visitara al Capitán Cruz.</p><p>Lo hizo y me mandó este relato del encuentro, conmovedor por cierto:</p><p> "Amigo Nicolás:</p><p> Próxima a partir hacia Córdoba le mandé un mensaje a Carballo a sus dos direcciones de correo, para comentarle que ud. me había dado sus contactos y no quería desaprovechar la oportunidad de conocerlo. Sabiendo que está muy demorado en la lectura de sus correos, me tiré el lance de llamarlo a su celular. Pocas veces en mi vida me sentí tan i-dio-ta; mejor ni recuerdo lo que le dije, porque comenzaría a sentir las mismas palpitaciones que en ese momento. No es sencillo hablar con una celebridad, siendo nadie. Carballo, con voz circunspecta y aplomada, me respondió que lo llamara el día 2/2, para confirmar nuestro encuentro en la EAM para el jueves 3.</p><p></p><p> El 2/2, entonces, desde Nono, le mandé un mensaje de texto cortito, para no importunarlo. Al toque me respondió:"x la mañana jueves y viernes. Traiga su flia". Ahí advertí que en mis balbuceos telefónicos ni le había mencionado a mi familia, y deduje que habría leído mi mail, en donde sí la nombraba. De vuelta en Bs. As. ( antes no, porque no llevamos Notebook, venciendo el síndrome de abstinencia), leí su gentil respuesta.</p><p></p><p> La cuestión es que creí conveniente confirmarle que iríamos el viernes, cuando emprendiéramos el regreso a casa. Lo llamé, y ahí sí reconocí su cálida voz. Quedamos en que estaríamos allí a las 12.</p><p></p><p> El viaje desde Nono a Carlos Paz por el camino de las Altas Cumbres fue precioso, por el paisaje, pero caótico en el interior de nuestro auto. Juan Cruz, de 4, se la pasó vomitando y otras cosas, por lo que debimos detenernos en varias ocasiones, para cambiarlos a él y a su pobre hermana Victoria, que viajaba a su lado. Esto, sumado al incordio que significó atravesar Carlos Paz, retrasó nuestra llegada a la EAM. Ingresamos a las 12:30, bastante avergonzados por la demora.</p><p></p><p> Cruzar el predio fue impresionante. Con un cielo totalmente despejado, los edificios se veían impecables. Se respiraba paz, solemnidad. Toda persona que nos cruzábamos nos saludaba....igual que acá...</p><p></p><p> Nos dirigimos hasta la Escuela de Cadetes. Saludamos a un uniformado que salía de allí y le preguntamos por el Com. Carballo. Nos señaló el acceso y nos dijo: "Ahí nomás, pasando la puerta, el Comodoro los está esperando"....¡Cómo desearía haber filmado esa escena, o al menos tener la destreza verbal para describirla! Le aseguro que fue una imagen cinematográfica. Nos asomamos al gran hall con las pupilas chiquitas por el sol, y a nuestra izquierda apareció la figura de ese hombre, que giraba con su cuerpo hacia nosotros, con una sonrisa abierta y cordial, que quedará grabada por siempre en nuestras retinas. Mi marido, Pablo, describe ese momento del mismo modo, así que no fue una impresión sólo mía. Parecía una escena orquestada para perpetuarse en nuestra memoria. Igual me quedé corta con la descripción, pero bueh, lo demás sólo pudimos sentirlo nosotros. Aquí es donde Pablo me dice que yo estaba tan extasiada que no escuché cuando Carballo me decía con ternura: "Hola, Analía!", y a él :" Hola, tocayo".</p><p></p><p> Se acercó otro uniformado (y lo llamo así, porque se imagina que no conozco de grados, rangos o jerarquías; es preferible aceptar las propias limitaciones que meter la pata, ¿no?). Se dirigió a Carballo y le dijo: "Sr. Comodoro: está todo listo como me lo pidió. Las luces encendidas de los salones"...en síntesis, Carballo había organizado una especie de visita guiada sólo para nosotros, a fin de mostrarnos las instalaciones. Se cargó su mochila al hombro y con entusiasmo nos invitó a seguirlo. Intentamos varias veces aclararle que nos contentábamos con poder estrecharle la mano y transmitirle nuestro respeto y admiración, que no esperábamos tanto ( a decir verdad, yo sí!). Era Carballo quien nos halagaba con su generosidad. ¿Habrá creído que debía dar mayor sentido a nuestra visita? Todo fue demasiado.</p><p></p><p> Saliendo de la Escuela de Cadetes, Juan Cruz volvió a lanzar, esta vez en la chomba de mi marido y en el solado de piedra del acceso, al rayo del sol. Saqué de mi cartera toallitas humedecidas y perfumadas, y Pablo intentó en vano limpiar el escalón. Carballo preocupado por mi hijo, y yo preocupada por no distraer la conversación, interrumpida también por un llamado a su celular: su esposa y una de sus hijas lo esperaban cerca del predio. Carballo, entonces, decidió cambiar el circuito planeado y nos acompañó hasta el buffet, donde compramos una Seven Up para Juani, que siguió vomitando dos veces más en el transcurso de la visita, pero siempre a upa de Pablo; yo estaba en otra...</p><p></p><p> Fuimos hacia la biblioteca, en donde dos alumnos suyos y la bibliotecaria lo saludaron afectuosamente y nos sacaron una foto con él. Y de allí, luego de señalar su nombre, el de su padre ( Pablo Raúl, como mi Pablo) y el de su hijo en los cuadros de promociones, nos condujo al museo de Malvinas. Mi marido todavía lamenta que no hayamos sacado más fotos, pese a la insistencia de Carballo. Lo cierto es que ingresar al salón de los oficiales caídos fue tan intenso, que sólo atiné a recorrer con la mirada las pinturas de Martínez con las figuras y los nombres de esos héroes, y la bandera argentina recuperada, resguardada celosamente detrás de una vitrina. Era un lugar sagrado. Demasiado emotivo para describirlo.</p><p></p><p> Luego pasamos a otro salón, en donde sacamos unas fotos más, con el casco del Capitán Cruz, cuadros de Martínez y García, fotos, cartas, poemas, réplicas de monumentos y una bandera británica como trofeo de guerra.</p><p></p><p> Ya había pasado casi una hora y Carballo era nuevamente solicitado por su esposa. Caminamos juntos hasta su auto y conocimos a la Amada del Halcón y a su preciosa hija Agustina. Nos presentó ante ellas como "amigos malvineros de Bs. As". Y en varias oportunidades me dijo que yo era su amiga. Todo lo que hablamos creo recordarlo, pero deberé escribirlo, porque no lo quiero olvidar. Fue muy enriquecedor para nosotros.</p><p></p><p> La estampa, la cordialidad, la humildad, la disposición , la sabiduría y la grandeza de Pablo Carballo me colmaron. Pero no me sorprendieron. En cambio, mi marido, que hasta ahora miraba de rabillo todo esto que tanto me moviliza, quedó knoqueado. Mi novio desde los 15, mi esposo desde hace 15 años y el mejor papá para mis hijos, ahora además es malvinero.</p><p></p><p> Gracias, amigo por este regalo. Gracias, gracias, gracias".</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Nicolas Kasanzew, post: 979033, member: 6939"] Excelente idea, estimado Bagre. Eso, y tratar de acercar a la gente a los Combatientes. Sobre todo, a Determinados Combatientes. Lo cual suele tener un efecto demoledor. Pruebas al canto. Se acuerdan de la joven ama de casa malvinera, a quien Gabino bautizó como Beatrice? Pues bien, ella me comentó que se iba de vacaciones con su familia a Córdoba y le sugerí que sin falta visitara al Capitán Cruz. Lo hizo y me mandó este relato del encuentro, conmovedor por cierto: "Amigo Nicolás: Próxima a partir hacia Córdoba le mandé un mensaje a Carballo a sus dos direcciones de correo, para comentarle que ud. me había dado sus contactos y no quería desaprovechar la oportunidad de conocerlo. Sabiendo que está muy demorado en la lectura de sus correos, me tiré el lance de llamarlo a su celular. Pocas veces en mi vida me sentí tan i-dio-ta; mejor ni recuerdo lo que le dije, porque comenzaría a sentir las mismas palpitaciones que en ese momento. No es sencillo hablar con una celebridad, siendo nadie. Carballo, con voz circunspecta y aplomada, me respondió que lo llamara el día 2/2, para confirmar nuestro encuentro en la EAM para el jueves 3. El 2/2, entonces, desde Nono, le mandé un mensaje de texto cortito, para no importunarlo. Al toque me respondió:"x la mañana jueves y viernes. Traiga su flia". Ahí advertí que en mis balbuceos telefónicos ni le había mencionado a mi familia, y deduje que habría leído mi mail, en donde sí la nombraba. De vuelta en Bs. As. ( antes no, porque no llevamos Notebook, venciendo el síndrome de abstinencia), leí su gentil respuesta. La cuestión es que creí conveniente confirmarle que iríamos el viernes, cuando emprendiéramos el regreso a casa. Lo llamé, y ahí sí reconocí su cálida voz. Quedamos en que estaríamos allí a las 12. El viaje desde Nono a Carlos Paz por el camino de las Altas Cumbres fue precioso, por el paisaje, pero caótico en el interior de nuestro auto. Juan Cruz, de 4, se la pasó vomitando y otras cosas, por lo que debimos detenernos en varias ocasiones, para cambiarlos a él y a su pobre hermana Victoria, que viajaba a su lado. Esto, sumado al incordio que significó atravesar Carlos Paz, retrasó nuestra llegada a la EAM. Ingresamos a las 12:30, bastante avergonzados por la demora. Cruzar el predio fue impresionante. Con un cielo totalmente despejado, los edificios se veían impecables. Se respiraba paz, solemnidad. Toda persona que nos cruzábamos nos saludaba....igual que acá... Nos dirigimos hasta la Escuela de Cadetes. Saludamos a un uniformado que salía de allí y le preguntamos por el Com. Carballo. Nos señaló el acceso y nos dijo: "Ahí nomás, pasando la puerta, el Comodoro los está esperando"....¡Cómo desearía haber filmado esa escena, o al menos tener la destreza verbal para describirla! Le aseguro que fue una imagen cinematográfica. Nos asomamos al gran hall con las pupilas chiquitas por el sol, y a nuestra izquierda apareció la figura de ese hombre, que giraba con su cuerpo hacia nosotros, con una sonrisa abierta y cordial, que quedará grabada por siempre en nuestras retinas. Mi marido, Pablo, describe ese momento del mismo modo, así que no fue una impresión sólo mía. Parecía una escena orquestada para perpetuarse en nuestra memoria. Igual me quedé corta con la descripción, pero bueh, lo demás sólo pudimos sentirlo nosotros. Aquí es donde Pablo me dice que yo estaba tan extasiada que no escuché cuando Carballo me decía con ternura: "Hola, Analía!", y a él :" Hola, tocayo". Se acercó otro uniformado (y lo llamo así, porque se imagina que no conozco de grados, rangos o jerarquías; es preferible aceptar las propias limitaciones que meter la pata, ¿no?). Se dirigió a Carballo y le dijo: "Sr. Comodoro: está todo listo como me lo pidió. Las luces encendidas de los salones"...en síntesis, Carballo había organizado una especie de visita guiada sólo para nosotros, a fin de mostrarnos las instalaciones. Se cargó su mochila al hombro y con entusiasmo nos invitó a seguirlo. Intentamos varias veces aclararle que nos contentábamos con poder estrecharle la mano y transmitirle nuestro respeto y admiración, que no esperábamos tanto ( a decir verdad, yo sí!). Era Carballo quien nos halagaba con su generosidad. ¿Habrá creído que debía dar mayor sentido a nuestra visita? Todo fue demasiado. Saliendo de la Escuela de Cadetes, Juan Cruz volvió a lanzar, esta vez en la chomba de mi marido y en el solado de piedra del acceso, al rayo del sol. Saqué de mi cartera toallitas humedecidas y perfumadas, y Pablo intentó en vano limpiar el escalón. Carballo preocupado por mi hijo, y yo preocupada por no distraer la conversación, interrumpida también por un llamado a su celular: su esposa y una de sus hijas lo esperaban cerca del predio. Carballo, entonces, decidió cambiar el circuito planeado y nos acompañó hasta el buffet, donde compramos una Seven Up para Juani, que siguió vomitando dos veces más en el transcurso de la visita, pero siempre a upa de Pablo; yo estaba en otra... Fuimos hacia la biblioteca, en donde dos alumnos suyos y la bibliotecaria lo saludaron afectuosamente y nos sacaron una foto con él. Y de allí, luego de señalar su nombre, el de su padre ( Pablo Raúl, como mi Pablo) y el de su hijo en los cuadros de promociones, nos condujo al museo de Malvinas. Mi marido todavía lamenta que no hayamos sacado más fotos, pese a la insistencia de Carballo. Lo cierto es que ingresar al salón de los oficiales caídos fue tan intenso, que sólo atiné a recorrer con la mirada las pinturas de Martínez con las figuras y los nombres de esos héroes, y la bandera argentina recuperada, resguardada celosamente detrás de una vitrina. Era un lugar sagrado. Demasiado emotivo para describirlo. Luego pasamos a otro salón, en donde sacamos unas fotos más, con el casco del Capitán Cruz, cuadros de Martínez y García, fotos, cartas, poemas, réplicas de monumentos y una bandera británica como trofeo de guerra. Ya había pasado casi una hora y Carballo era nuevamente solicitado por su esposa. Caminamos juntos hasta su auto y conocimos a la Amada del Halcón y a su preciosa hija Agustina. Nos presentó ante ellas como "amigos malvineros de Bs. As". Y en varias oportunidades me dijo que yo era su amiga. Todo lo que hablamos creo recordarlo, pero deberé escribirlo, porque no lo quiero olvidar. Fue muy enriquecedor para nosotros. La estampa, la cordialidad, la humildad, la disposición , la sabiduría y la grandeza de Pablo Carballo me colmaron. Pero no me sorprendieron. En cambio, mi marido, que hasta ahora miraba de rabillo todo esto que tanto me moviliza, quedó knoqueado. Mi novio desde los 15, mi esposo desde hace 15 años y el mejor papá para mis hijos, ahora además es malvinero. Gracias, amigo por este regalo. Gracias, gracias, gracias". [/QUOTE]
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