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Malvinas 1982
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<blockquote data-quote="MorPes" data-source="post: 896626" data-attributes="member: 9676"><p><strong><span style="font-size: 18px">La boda real y las Malvinas</span></strong></p><p><strong>Por Rolando Hanglin</strong></p><p></p><p></p><p></p><p></p><p>El viernes 29 de abril de 2011 , en la Abadía de Westminster, se casaron Guillermo Felipe Windsor y Catherine Middleton, quienes supuestamente serán, algún día, el rey y la reina de Inglaterra (del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, para decir mejor). Más detalles no sé, porque este tema no es mi fuerte.</p><p></p><p>De todos modos, como nieto de un súbdito británico y miembro de las colectividades irlandesas y escocesas en nuestro país, sé que ambas tienen una fuerte presencia en la economía, la historia, la vida social y las costumbres argentinas. Por más que en el imaginario popular sólo aparezcan los ingleses, que finalmente son apenas una parte de las Islas Británicas. No fueron ingleses ni Guillermo Brown, ni los Gahan, ni los Wilde, ni los Bell, ni los Ball, ni los Kerr, ni los Roberts, ni los Williams, ni los Edwards. Todos argentinos, y también irlandeses-escoceses-galeses. Pero no tiene sentido entrar en este detalle: a los árabes y a los armenios, los llamamos "turcos", y ellos no se quejan.</p><p></p><p>He leído mensajes de algunos lectores y oyentes, furiosos por el hecho de que las panaderías adelantaron su hora de apertura en la Argentina: mucha gente (sobre todo, señoras) anhelaba ver la boda real por TV, tomando mate con bizcochitos o vigilantes. Unos 2.400 millones de televidentes hicieron lo mismo en todo el planeta.</p><p></p><p>Algunas personas de sentimiento patriótico se referían, en aquellos mensajes, a la Guerra de las Malvinas, donde las armas británicas abatieron a muchos jóvenes soldados argentinos de 19 años, cuya sangre queda derramada en las islas irredentas, aún en manos de "la pérfida Albión", como decían los autores nacionalistas... ¿y pueden ser tan frívolas, las señoras televidentes, como para ver una asqueante ceremonia que vincula a la señorita Middleton con el príncipe Guillermo? Se recuerda que el príncipe Andrés, tío del recién casado, cumplía su servicio militar en tiempos de las Malvinas. De ahí el desafío de Galtieri a los ingleses: "¡Y traigan al «principito»!".</p><p></p><p>Lo primero que podemos decir, con un poco de sentido común, es que perdimos una guerra. No ganamos. Perdimos. Los territorios se conquistan ganando. Nosotros, perdimos. Hay que afrontar las consecuencias. Por otra parte, no tiene sentido hablar tanto de venganza, de revancha, de injusticia. Recuperaremos las islas, en su momento, cuando estemos en fuerza. Para eso necesitamos cierto potencial económico, un equipamiento superior de nuestras Fuerzas Armadas, sobre todo la aviación y la Marina, y un momento oportuno. Favorable. Con ventaja. Sin hablar. Sin jurar venganza. Sin llorar. Sin gritar. Estas últimas son actitudes típicas de los perdedores. Los ganadores esperan su momento y proceden. Es el don de las naciones inteligentes, que algún día llegan a ser potencias.</p><p></p><p>Si desterráramos de nuestra vida todo lo británico, tendríamos que renunciar al fútbol (que trajeron a estas costas unos "ingleses locos" que trabajaban en puertos y ferrocarriles), al boxeo, al sonido de los Beatles, al club de barrio (institución británica) y a un montón de otras cosas que van desde el bridge hasta el gin tonic. No olvidemos que, según una descripción universal, el argentino es "un italiano que habla en español y viste como un inglés". Allí hay tres diferentes tonos europeos.</p><p></p><p>Japón perdió la guerra con los Aliados y se rindió, después de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. En esos días, se suicidaron, mediante el harakiri, cientos de generales nipones. Se aplicaron a sí mismos la pena de muerte, en castigo por haber enviado a sus compatriotas a una contienda de terrible final. Esto se sintetiza en una sola palabra: "Responsabilidad". No juraron venganza ni se declararon víctimas. Al contrario. Hoy día, Japón es el gran socio de los Estados Unidos y sus potencias aliadas.</p><p></p><p>Nosotros, los argentinos, también tuvimos una guerra contra Brasil. Que no nos impidió adorar a Pelé, a Xuxa, a Vinicius y a Lula. Tuvimos una guerra contra Paraguay, que ganamos de modo impiadoso. Libramos 80 años de guerras civiles (incluyendo unitarios-federales y cristianos-indios) en tiempos en que no existían cárceles ni campos de concentración, sino directamente el degüello y la apropiación de las hembras sobrantes.</p><p></p><p>Naturalmente, hemos tenido una guerra sin piedad contra España, nuestra Madre Patria: en ese tiempo no los llamábamos "gallegos" sino "godos", y fue muy cruel. Mencionemos al pasar que dos próceres argentinos, Santiago Liniers y Martín de Alzaga, fueron fusilados por contrarrevolucionarios.</p><p></p><p>El político universal tiene una tremenda sangre fría: puede ordenar que se lance la bomba de Hiroshima o la matanza de las Torres Gemelas o el asesinato de José Rucci o el Hundimiento del Belgrano, sin que se le mueva un pelo. Pero nosotros, los hombres comunes, no estamos hechos con esa madera. No somos capaces de matar un mosquito. No tenemos mentalidad estratégica y no conocemos -normalmente- el código de la guerra.</p><p></p><p>Los "kelpers" (nombre con que se conocía en otro tiempo a los habitantes de las Malvinas) casi podrían invocar su condición de pueblos originarios, o por lo menos ancestrales, ya que hace 170 años que están allí, más o menos como los mapuches en nuestro territorio. Pero aquí no se trata de derechos, se trata de poder.</p><p></p><p>Todas las naciones de la tierra han adquirido sus territorios porque han podido. La tierra se adquiere porque se puede. Y se pierde porque otro puede más. Por ejemplo: la República se quedó con la superficie del Virreinato del Río de la Plata (porque pudo), pero perdió el Alto Perú (Bolivia), el Paraguay y la Banda Oriental (hoy Uruguay) en guerras y negociaciones. En estos últimos casos, no pudo. En resumen, ganó y perdió. Venció en la Patagonia (Roca mediante) al emperador chileno Callvucurá, porque podía. Negoció con los galeses de Chubut, aproximadamente en estos términos: "Los ayudamos a instalarse, pero ustedes (aunque sea en inglés) garantizan la bandera argentina". Y así se logró. Si aquellos patriotas (Roca, Villegas, Vinter, Alsina, Sarmiento, Mitre) no lo hubieran hecho, hoy lugares como Bahía Blanca o Bariloche pertenecerían a Chile, o a la Gran Bretaña a través de su colonia, la Araucanía. Digamos, British Araucania. Como hoy se dice British Caledonia, o British Columbia (Columbia Británica) o British Guyana o British Virgin Islands.</p><p></p><p>Así como nosotros reclamamos las islas Malvinas, Bolivia reclama desde hace un siglo la salida al mar, que perdió en una guerra con Chile. ¿Alguien está dispuesto a romper una lanza por nuestros hermanos bolivianos?</p><p></p><p>Es momento ya de madurar: las islas Malvinas no son nuestras. Cuando podamos, las tomaremos. Y si no podemos, nada. Seguirán siendo ajenas.</p><p></p><p>Sólo los mediocres y los necios se encierran en el resentimiento. Nadie nos mandó invadir las Malvinas, en la década del 80, con soldados de 18 años. A nadie se le ocurrió que la operación debía intentarse sólo con militares profesionales. Como los pilotos de guerra, que murieron casi todos en el Atlántico Sur, sin que se escuchara un solo lamento. Nosotros solitos, guiados por un gobierno militar que en ese momento logró un consenso importante, llenamos las Malvinas con 5000 colimbas. Nosotros las creímos nuestras con pasión inolvidable (yo fui ferviente patriota en aquellos días, pero no estaba en un pozo de zorro, ni tenía un hijo bajo bandera) y no podemos jugar de humanitarios. No fuimos muy humanitarios, históricamente, con los mapuches y los tobas.</p><p></p><p>Como argentino, me gustaría salir del círculo de lamentaciones, sobre todo lo que "nos hicieron", "nos quitaron", "nos robaron". Esas frases me hacen pensar en el "Manual de Zonceras Argentinas", de Arturo Jauretche: "Cuando muere el zonzo viejo, queda la zonza preñada". Una eterna dinastía de zonzos y víctimas.</p><p></p><p>Este asunto, tenemos que resolverlo como los ingleses. Sin hablar. Cuando llegue el momento. Por supuesto, seguiremos perteneciendo al mundo occidental, cristiano y capitalista. Pero con la soberanía sobre unas islas que en cierto tiempo histórico nos fueron arrebatadas en una operación pirata, y que ahora (con todo amor) vuelven a nuestro territorio normal.</p><p></p><p>Las señoras que miran la boda real por TV (junto a millones en todo el mundo) también miran los goles de Maradona-Messi o el viaje a la Luna o el discurso del Papa. No tienen nada que ver en esta historia.</p><p></p><p>Una píldora para los nacionalistas: el truco ya lo aconseja, "jugá callado".</p><p></p><p></p><p></p><p><a href="http://www.lanacion.com.ar/1370058-rolando-hanglin">La boda real y las Malvinas - lanacion.com </a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="MorPes, post: 896626, member: 9676"] [B][SIZE="5"]La boda real y las Malvinas[/SIZE][/B] [B]Por Rolando Hanglin[/B] El viernes 29 de abril de 2011 , en la Abadía de Westminster, se casaron Guillermo Felipe Windsor y Catherine Middleton, quienes supuestamente serán, algún día, el rey y la reina de Inglaterra (del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, para decir mejor). Más detalles no sé, porque este tema no es mi fuerte. De todos modos, como nieto de un súbdito británico y miembro de las colectividades irlandesas y escocesas en nuestro país, sé que ambas tienen una fuerte presencia en la economía, la historia, la vida social y las costumbres argentinas. Por más que en el imaginario popular sólo aparezcan los ingleses, que finalmente son apenas una parte de las Islas Británicas. No fueron ingleses ni Guillermo Brown, ni los Gahan, ni los Wilde, ni los Bell, ni los Ball, ni los Kerr, ni los Roberts, ni los Williams, ni los Edwards. Todos argentinos, y también irlandeses-escoceses-galeses. Pero no tiene sentido entrar en este detalle: a los árabes y a los armenios, los llamamos "turcos", y ellos no se quejan. He leído mensajes de algunos lectores y oyentes, furiosos por el hecho de que las panaderías adelantaron su hora de apertura en la Argentina: mucha gente (sobre todo, señoras) anhelaba ver la boda real por TV, tomando mate con bizcochitos o vigilantes. Unos 2.400 millones de televidentes hicieron lo mismo en todo el planeta. Algunas personas de sentimiento patriótico se referían, en aquellos mensajes, a la Guerra de las Malvinas, donde las armas británicas abatieron a muchos jóvenes soldados argentinos de 19 años, cuya sangre queda derramada en las islas irredentas, aún en manos de "la pérfida Albión", como decían los autores nacionalistas... ¿y pueden ser tan frívolas, las señoras televidentes, como para ver una asqueante ceremonia que vincula a la señorita Middleton con el príncipe Guillermo? Se recuerda que el príncipe Andrés, tío del recién casado, cumplía su servicio militar en tiempos de las Malvinas. De ahí el desafío de Galtieri a los ingleses: "¡Y traigan al «principito»!". Lo primero que podemos decir, con un poco de sentido común, es que perdimos una guerra. No ganamos. Perdimos. Los territorios se conquistan ganando. Nosotros, perdimos. Hay que afrontar las consecuencias. Por otra parte, no tiene sentido hablar tanto de venganza, de revancha, de injusticia. Recuperaremos las islas, en su momento, cuando estemos en fuerza. Para eso necesitamos cierto potencial económico, un equipamiento superior de nuestras Fuerzas Armadas, sobre todo la aviación y la Marina, y un momento oportuno. Favorable. Con ventaja. Sin hablar. Sin jurar venganza. Sin llorar. Sin gritar. Estas últimas son actitudes típicas de los perdedores. Los ganadores esperan su momento y proceden. Es el don de las naciones inteligentes, que algún día llegan a ser potencias. Si desterráramos de nuestra vida todo lo británico, tendríamos que renunciar al fútbol (que trajeron a estas costas unos "ingleses locos" que trabajaban en puertos y ferrocarriles), al boxeo, al sonido de los Beatles, al club de barrio (institución británica) y a un montón de otras cosas que van desde el bridge hasta el gin tonic. No olvidemos que, según una descripción universal, el argentino es "un italiano que habla en español y viste como un inglés". Allí hay tres diferentes tonos europeos. Japón perdió la guerra con los Aliados y se rindió, después de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. En esos días, se suicidaron, mediante el harakiri, cientos de generales nipones. Se aplicaron a sí mismos la pena de muerte, en castigo por haber enviado a sus compatriotas a una contienda de terrible final. Esto se sintetiza en una sola palabra: "Responsabilidad". No juraron venganza ni se declararon víctimas. Al contrario. Hoy día, Japón es el gran socio de los Estados Unidos y sus potencias aliadas. Nosotros, los argentinos, también tuvimos una guerra contra Brasil. Que no nos impidió adorar a Pelé, a Xuxa, a Vinicius y a Lula. Tuvimos una guerra contra Paraguay, que ganamos de modo impiadoso. Libramos 80 años de guerras civiles (incluyendo unitarios-federales y cristianos-indios) en tiempos en que no existían cárceles ni campos de concentración, sino directamente el degüello y la apropiación de las hembras sobrantes. Naturalmente, hemos tenido una guerra sin piedad contra España, nuestra Madre Patria: en ese tiempo no los llamábamos "gallegos" sino "godos", y fue muy cruel. Mencionemos al pasar que dos próceres argentinos, Santiago Liniers y Martín de Alzaga, fueron fusilados por contrarrevolucionarios. El político universal tiene una tremenda sangre fría: puede ordenar que se lance la bomba de Hiroshima o la matanza de las Torres Gemelas o el asesinato de José Rucci o el Hundimiento del Belgrano, sin que se le mueva un pelo. Pero nosotros, los hombres comunes, no estamos hechos con esa madera. No somos capaces de matar un mosquito. No tenemos mentalidad estratégica y no conocemos -normalmente- el código de la guerra. Los "kelpers" (nombre con que se conocía en otro tiempo a los habitantes de las Malvinas) casi podrían invocar su condición de pueblos originarios, o por lo menos ancestrales, ya que hace 170 años que están allí, más o menos como los mapuches en nuestro territorio. Pero aquí no se trata de derechos, se trata de poder. Todas las naciones de la tierra han adquirido sus territorios porque han podido. La tierra se adquiere porque se puede. Y se pierde porque otro puede más. Por ejemplo: la República se quedó con la superficie del Virreinato del Río de la Plata (porque pudo), pero perdió el Alto Perú (Bolivia), el Paraguay y la Banda Oriental (hoy Uruguay) en guerras y negociaciones. En estos últimos casos, no pudo. En resumen, ganó y perdió. Venció en la Patagonia (Roca mediante) al emperador chileno Callvucurá, porque podía. Negoció con los galeses de Chubut, aproximadamente en estos términos: "Los ayudamos a instalarse, pero ustedes (aunque sea en inglés) garantizan la bandera argentina". Y así se logró. Si aquellos patriotas (Roca, Villegas, Vinter, Alsina, Sarmiento, Mitre) no lo hubieran hecho, hoy lugares como Bahía Blanca o Bariloche pertenecerían a Chile, o a la Gran Bretaña a través de su colonia, la Araucanía. Digamos, British Araucania. Como hoy se dice British Caledonia, o British Columbia (Columbia Británica) o British Guyana o British Virgin Islands. Así como nosotros reclamamos las islas Malvinas, Bolivia reclama desde hace un siglo la salida al mar, que perdió en una guerra con Chile. ¿Alguien está dispuesto a romper una lanza por nuestros hermanos bolivianos? Es momento ya de madurar: las islas Malvinas no son nuestras. Cuando podamos, las tomaremos. Y si no podemos, nada. Seguirán siendo ajenas. Sólo los mediocres y los necios se encierran en el resentimiento. Nadie nos mandó invadir las Malvinas, en la década del 80, con soldados de 18 años. A nadie se le ocurrió que la operación debía intentarse sólo con militares profesionales. Como los pilotos de guerra, que murieron casi todos en el Atlántico Sur, sin que se escuchara un solo lamento. Nosotros solitos, guiados por un gobierno militar que en ese momento logró un consenso importante, llenamos las Malvinas con 5000 colimbas. Nosotros las creímos nuestras con pasión inolvidable (yo fui ferviente patriota en aquellos días, pero no estaba en un pozo de zorro, ni tenía un hijo bajo bandera) y no podemos jugar de humanitarios. No fuimos muy humanitarios, históricamente, con los mapuches y los tobas. Como argentino, me gustaría salir del círculo de lamentaciones, sobre todo lo que "nos hicieron", "nos quitaron", "nos robaron". Esas frases me hacen pensar en el "Manual de Zonceras Argentinas", de Arturo Jauretche: "Cuando muere el zonzo viejo, queda la zonza preñada". Una eterna dinastía de zonzos y víctimas. Este asunto, tenemos que resolverlo como los ingleses. Sin hablar. Cuando llegue el momento. Por supuesto, seguiremos perteneciendo al mundo occidental, cristiano y capitalista. Pero con la soberanía sobre unas islas que en cierto tiempo histórico nos fueron arrebatadas en una operación pirata, y que ahora (con todo amor) vuelven a nuestro territorio normal. Las señoras que miran la boda real por TV (junto a millones en todo el mundo) también miran los goles de Maradona-Messi o el viaje a la Luna o el discurso del Papa. No tienen nada que ver en esta historia. Una píldora para los nacionalistas: el truco ya lo aconseja, "jugá callado". [url=http://www.lanacion.com.ar/1370058-rolando-hanglin]La boda real y las Malvinas - lanacion.com [/url] [/QUOTE]
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