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Malvinas 1982
Con Chiche sobre Rattenbach y otras cuestiones
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<blockquote data-quote="JULIO LUNA" data-source="post: 1131163"><p>Yo no hablaba de los nacionalistas como Perón hablaba de los nazionalistas duros del proceso.El grupo de los “duros” o “halcones” del Ejército, mayoritariamente representado por los generales de división y comandantes de Cuerpo, como los generales Carlos Guillermo Suárez Mason (I Cuerpo) y Luciano Benjamín Menéndez (III Cuerpo), tuvo, en política interna, una marcada inclinación por las ideas más ortodoxas del nacionalismo y atacó el sesgo liberal de las “palomas”, prefiriendo un Estado más autoritario e intervencionista. Una manifestación de esta postura fue, por ejemplo, el rechazo de los “halcones” a la política económica de Martínez de Hoz. Asimismo, en el terreno de la política exterior, estos sectores crudamente nacionalistas fueron partidarios de la continuación de hipótesis de conflicto con los países vecinos, repudiando los esfuerzos negociadores. Una Clara evidencia fue la gestación del “Operativo Soberanía” a fines de 1978, que, impulsado por los “halcones”, estuvo a punto de involucrar a la Argentina en una guerra con Chile.</p><p>Dentro de la Armada la mayor parte de sus integrantes se encolumnó tras la figura de su comandante en jefe, almirante Emilio Eduardo Massera. Enfrentados con las duplas de poder conformadas por el presidente Videla y su ministro Martínez de Hoz, y por Videla y el jefe de Estado Mayor Viola, los masseristas procuraron ganar espacios de poder apelando a alianzas ideológicamente contradictorias. Por un lado, se acercaron a los “halcones” del Ejército. Para ello, Massera y sus seguidores no dudaron en explotar cada posible veta de oposición a Videla, Viola y Martínez de Hoz. De este modo, adoptaron un discurso duramente crítico de los intentos de apertura política de Videla y Viola y de la política económica de Martínez de Hoz, y fuertemente nacionalista en cuestiones territoriales de la agenda externa, como Beagle y Malvinas. La retórica masserista fue, por cierto, muy agradable a los oídos de los “halcones” del Ejército y de la Marina. . En el caso de la corriente nacionalista, la vertiente “ortodoxa” estuvo representada por figuras tales como el gobernador de Buenos Aires, Ibérico Saint Jean; el jefe de la policía provincial, coronel Ramón J. Camps; los comandantes de Cuerpo, generales Carlos Guillermo Suárez Mason (I Cuerpo, Buenos Aires), Luciano Benjamín Menéndez (III Cuerpo, Córdoba) y René Osvaldo Azpitarte (V Cuerpo, Bahía Blanca). Fueron éstos los sectores “duros” o “halcones” del ámbito militar, que se inclinaron por un esquema gubernamental dictatorial de corte rígidamente anticomunista y antisemita, donde fuera desterrada toda participación política o sindical como vestigio del pasado “populista” e “izquierdista” que había que arrancar de cuajo en la sociedad argentina. En este sentido, el general Saint Jean definió claramente el método y objetivos de la “guerra contra la subversión” desde la perspectiva de los “nacionalistas ortodoxos”: “primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después (...) a sus simpatizantes, en seguida (...) a aquellos que permanecen indiferentes, y finalmente mataremos a los tímidos (...)”. Acorde con la ortodoxia de su pensamiento, Saint Jean presentó en octubre de 1976 su plan político, que llevó el nombre de “Un nuevo ciclo histórico argentino: del Proceso de Reorganización Nacional a la Tercera República. Lineamientos para una estrategia nacional”. El plan del entonces gobernador de Buenos Aires planteaba la “limpieza” del cauce institucional y la emergencia de una “Tercera República” constituida por “una nueva clase dirigente” y donde “los partidos perderán el monopolio de la representación en la sociedad y de la conducción del Estado”. Los partidos políticos y el Parlamento eran reemplazados en este proyecto por el llamado Consejo de la República, un “verdadero espejo de pluralidad social”, que funcionaría “por vía de la multiplicación de comisiones”, y en donde las Fuerzas Armadas ejercerían el rol de “custodios” de la seguridad, disponiendo además de poder de veto. A su vez, el comandante del III Cuerpo de Ejército, general Luciano Benjamín Menéndez, expuso claramente el anticomunismo militante de los sectores “ortodoxos” del régimen. En su discurso del 1º de noviembre de 1977 en la Tercera Reunión Regional de Gobernadores llevada a cabo en San Juan, Menéndez sostuvo que</p><p>(...) El objetivo político de las Fuerzas Armadas en esta tercera guerra mundial, apartada de la tremendez material de los dos conflictos mundiales anteriores, pero en la que se utilizan procedimientos más sutiles y totales, es aniquilar el marxismo en nuestro país y cerrarle toda posibilidad de surgimiento futuro (...), condición básica sobre la que se edificará el futuro de paz y grandeza que merece nuestra Argentina. Por su parte, la vertiente “desarrollista” del nacionalismo estuvo representada en la política interna por la figura del ministro de Planeamiento, general Ramón Genaro Díaz Bessone y los hombres de su fundación Año 2000. El “Proyecto Nacional” de Díaz Bessone, quien asumió como ministro de Planeamiento a fines de octubre de 1976, estableció hacia 1990 el fin del Proceso militar y la emergencia de una “Nueva República”. El mencionado proyecto otorgaba un rol protagónico al Ministerio de Planeamiento, que controlaría el proceso político de transición del régimen militar a la “nueva” democracia cívico-militar. Pero ni el ministro de Economía Martínez de Hoz ni el propio presidente Videla estuvieron dispuestos a ver restringidos sus respectivos espacios de poder en aras de la manía “planificadora” de Díaz Bessone. Asimismo, la palabra “planificación” atentaba contra la convicción liberal de la dupla Videla-Martínez de Hoz. Finalmente, otro rasgo del proyecto de Díaz Bessone fue su exacerbado anticomunismo, que lo llevaba a proponer constantemente la guerra contra la Unión Soviética. En este punto, también el titular de Planeamiento chocó con el enfoque “pragmático-comercialista” del presidente y su ministro de Economía, que deseaban diversificar los contactos económicos externos de la Argentina sin atender ningún prejuicio ideológico. Esta serie de factores llevó a una serie de roces entre Martínez de Hoz y Díaz Bessone. Como el titular de Economía contaba con el respaldo del presidente Videla y del ministro del Interior Harguindeguy, Díaz Bessone presentó su renuncia en diciembre de 1977. Como verán ninguno de estos nazionalistas comulgaba con las ideas liberales de Martinez de Hoz y compañía por supuesto que tampoco con el peronismo que es escencialmente un movimiento nacionalista.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="JULIO LUNA, post: 1131163"] Yo no hablaba de los nacionalistas como Perón hablaba de los nazionalistas duros del proceso.El grupo de los “duros” o “halcones” del Ejército, mayoritariamente representado por los generales de división y comandantes de Cuerpo, como los generales Carlos Guillermo Suárez Mason (I Cuerpo) y Luciano Benjamín Menéndez (III Cuerpo), tuvo, en política interna, una marcada inclinación por las ideas más ortodoxas del nacionalismo y atacó el sesgo liberal de las “palomas”, prefiriendo un Estado más autoritario e intervencionista. Una manifestación de esta postura fue, por ejemplo, el rechazo de los “halcones” a la política económica de Martínez de Hoz. Asimismo, en el terreno de la política exterior, estos sectores crudamente nacionalistas fueron partidarios de la continuación de hipótesis de conflicto con los países vecinos, repudiando los esfuerzos negociadores. Una Clara evidencia fue la gestación del “Operativo Soberanía” a fines de 1978, que, impulsado por los “halcones”, estuvo a punto de involucrar a la Argentina en una guerra con Chile. Dentro de la Armada la mayor parte de sus integrantes se encolumnó tras la figura de su comandante en jefe, almirante Emilio Eduardo Massera. Enfrentados con las duplas de poder conformadas por el presidente Videla y su ministro Martínez de Hoz, y por Videla y el jefe de Estado Mayor Viola, los masseristas procuraron ganar espacios de poder apelando a alianzas ideológicamente contradictorias. Por un lado, se acercaron a los “halcones” del Ejército. Para ello, Massera y sus seguidores no dudaron en explotar cada posible veta de oposición a Videla, Viola y Martínez de Hoz. De este modo, adoptaron un discurso duramente crítico de los intentos de apertura política de Videla y Viola y de la política económica de Martínez de Hoz, y fuertemente nacionalista en cuestiones territoriales de la agenda externa, como Beagle y Malvinas. La retórica masserista fue, por cierto, muy agradable a los oídos de los “halcones” del Ejército y de la Marina. . En el caso de la corriente nacionalista, la vertiente “ortodoxa” estuvo representada por figuras tales como el gobernador de Buenos Aires, Ibérico Saint Jean; el jefe de la policía provincial, coronel Ramón J. Camps; los comandantes de Cuerpo, generales Carlos Guillermo Suárez Mason (I Cuerpo, Buenos Aires), Luciano Benjamín Menéndez (III Cuerpo, Córdoba) y René Osvaldo Azpitarte (V Cuerpo, Bahía Blanca). Fueron éstos los sectores “duros” o “halcones” del ámbito militar, que se inclinaron por un esquema gubernamental dictatorial de corte rígidamente anticomunista y antisemita, donde fuera desterrada toda participación política o sindical como vestigio del pasado “populista” e “izquierdista” que había que arrancar de cuajo en la sociedad argentina. En este sentido, el general Saint Jean definió claramente el método y objetivos de la “guerra contra la subversión” desde la perspectiva de los “nacionalistas ortodoxos”: “primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después (...) a sus simpatizantes, en seguida (...) a aquellos que permanecen indiferentes, y finalmente mataremos a los tímidos (...)”. Acorde con la ortodoxia de su pensamiento, Saint Jean presentó en octubre de 1976 su plan político, que llevó el nombre de “Un nuevo ciclo histórico argentino: del Proceso de Reorganización Nacional a la Tercera República. Lineamientos para una estrategia nacional”. El plan del entonces gobernador de Buenos Aires planteaba la “limpieza” del cauce institucional y la emergencia de una “Tercera República” constituida por “una nueva clase dirigente” y donde “los partidos perderán el monopolio de la representación en la sociedad y de la conducción del Estado”. Los partidos políticos y el Parlamento eran reemplazados en este proyecto por el llamado Consejo de la República, un “verdadero espejo de pluralidad social”, que funcionaría “por vía de la multiplicación de comisiones”, y en donde las Fuerzas Armadas ejercerían el rol de “custodios” de la seguridad, disponiendo además de poder de veto. A su vez, el comandante del III Cuerpo de Ejército, general Luciano Benjamín Menéndez, expuso claramente el anticomunismo militante de los sectores “ortodoxos” del régimen. En su discurso del 1º de noviembre de 1977 en la Tercera Reunión Regional de Gobernadores llevada a cabo en San Juan, Menéndez sostuvo que (...) El objetivo político de las Fuerzas Armadas en esta tercera guerra mundial, apartada de la tremendez material de los dos conflictos mundiales anteriores, pero en la que se utilizan procedimientos más sutiles y totales, es aniquilar el marxismo en nuestro país y cerrarle toda posibilidad de surgimiento futuro (...), condición básica sobre la que se edificará el futuro de paz y grandeza que merece nuestra Argentina. Por su parte, la vertiente “desarrollista” del nacionalismo estuvo representada en la política interna por la figura del ministro de Planeamiento, general Ramón Genaro Díaz Bessone y los hombres de su fundación Año 2000. El “Proyecto Nacional” de Díaz Bessone, quien asumió como ministro de Planeamiento a fines de octubre de 1976, estableció hacia 1990 el fin del Proceso militar y la emergencia de una “Nueva República”. El mencionado proyecto otorgaba un rol protagónico al Ministerio de Planeamiento, que controlaría el proceso político de transición del régimen militar a la “nueva” democracia cívico-militar. Pero ni el ministro de Economía Martínez de Hoz ni el propio presidente Videla estuvieron dispuestos a ver restringidos sus respectivos espacios de poder en aras de la manía “planificadora” de Díaz Bessone. Asimismo, la palabra “planificación” atentaba contra la convicción liberal de la dupla Videla-Martínez de Hoz. Finalmente, otro rasgo del proyecto de Díaz Bessone fue su exacerbado anticomunismo, que lo llevaba a proponer constantemente la guerra contra la Unión Soviética. En este punto, también el titular de Planeamiento chocó con el enfoque “pragmático-comercialista” del presidente y su ministro de Economía, que deseaban diversificar los contactos económicos externos de la Argentina sin atender ningún prejuicio ideológico. Esta serie de factores llevó a una serie de roces entre Martínez de Hoz y Díaz Bessone. Como el titular de Economía contaba con el respaldo del presidente Videla y del ministro del Interior Harguindeguy, Díaz Bessone presentó su renuncia en diciembre de 1977. Como verán ninguno de estos nazionalistas comulgaba con las ideas liberales de Martinez de Hoz y compañía por supuesto que tampoco con el peronismo que es escencialmente un movimiento nacionalista. [/QUOTE]
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