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<blockquote data-quote="FloSof" data-source="post: 879628" data-attributes="member: 5836"><p>y usted caballero en que sueño vive? hegemonia norteamericana solo por cuestionar su afirmacion de que los abusos sovieticos no existieron? que no fueron mas que, segun usted indica, una invencion para desprestigiar a la U.R.S.S.? O acaso lo sucedido con los soldados polacos tambien es una invencion? Es mejor decir las cosas, siendo respetuoso de quien opina distinto y tratando de menoscabar al otro o tratarlo de ignorante por no compartir su pensamiento, sustentandolas con hechos y pruebas, en cuyo caso sere el primero en darle la razon<span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"><span style="font-size: 9px">---------- Post added at 07:45 ---------- Previous post was at 07:30 ----------</span></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span><span style="color: Blue"><strong><em><u>LA TERRIBLE HISTORIA DE ALEMANAS VIOLADAS POR LOS RUSOS</u></em></strong></span></p><p><span style="color: Blue"><em>REVELACIONES DE UN LIBRO QUE SACUDE A EUROPA</em></span></p><p><span style="color: Blue">Fue durante el avance hacia Berlín en 1945. Ahora se sabe que</span></p><p><span style="color: Blue">los rusos lo tomaban como una venganza.</span></p><p><span style="color: Blue">“¡Maten! ¡Maten!. En la raza alemana no hay mas que mal, ¡ni uno entre los</span></p><p><span style="color: Blue">vivos, ni uno entre los aun no nacidos, nada mas que mal! Sigan los preceptos</span></p><p><span style="color: Blue">del camarada Stalin. Aniquilen a la bestia fascista de una vez por todas en su</span></p><p><span style="color: Blue">guarida. ¡Usen la fuerza y rompan el orgullo racial de esas mujeres alemanas!</span></p><p><span style="color: Blue">¡Tomenlas como su botín de guerra! A medida que avancen, maten, nobles</span></p><p><span style="color: Blue">soldados del ejercito rojo.”</span></p><p><span style="color: Blue">Comisario judío soviético Llya Ehrenburg</span></p><p><span style="color: Blue">Es uno de los dramas más trágicos y ocultos del siglo XX, pero ahora —medio siglo</span></p><p><span style="color: Blue">después— el libro de un historiador militar británico logró que muchas mujeres</span></p><p><span style="color: Blue">alemanas hablaran de él: los horrores vividos a manos de soldados soviéticos, que</span></p><p><span style="color: Blue">perpetraron violaciones en Alemania desde 1945 hasta 1949. La odisea de estas</span></p><p><span style="color: Blue">mujeres salió a la luz gracias a Anthony Beevor, cuyo libro Berlín: The Downfall,</span></p><p><span style="color: Blue">1945 (Berlín: La caída, 1945) se publicó el mes pasado y se convirtió en suceso. En</span></p><p><span style="color: Blue">su best-séller, Beevor —un ex soldado británico— usa material inédito de los</span></p><p><span style="color: Blue">archivos rusos de Moscú y describe el terrible sufrimiento de unas dos millones</span></p><p><span style="color: Blue">de mujeres y niñas alemanas. Entre las víctimas hubo mujeres que llegaron a ser</span></p><p><span style="color: Blue">figuras destacadas. Por ejemplo, Hannelore Kohl, esposa del ex canciller Helmut</span></p><p><span style="color: Blue">Kohl. La señora Kohl (se suicidó el año pasado) fue violada a los doce años, cuando</span></p><p><span style="color: Blue">ella y su mamá no pudieron escapar en un tren que iba a Dresden. El libro de Beevor</span></p><p><span style="color: Blue">tuvo una conmovedora recepción de las víctimas, muchas de las cuales viven en</span></p><p><span style="color: Blue">Gran Bretaña.</span></p><p><span style="color: Blue">"Me habían ordenado enterrar a unos muchachos de la Juventud Hitleriana cuando</span></p><p><span style="color: Blue">ellos me encontraron", dice Martha Dowsey. "Seis soldados del Ejército Rojo con las</span></p><p><span style="color: Blue">caras tiznadas me tiraron al suelo junto a las tumbas y me violaron, uno tras otro".</span></p><p><span style="color: Blue">La mujer tiene ahora 81 años. Durante décadas, nunca había encontrado a nadie que</span></p><p><span style="color: Blue">creyera lo que le tocó vivir. Por años, se consideró que el Ejército Rojo era un grupo</span></p><p><span style="color: Blue">de héroes que había liberado a Alemania de los nazis. Para Martha no fue así. "Eran</span></p><p><span style="color: Blue">agresivos, brutales. Nunca les conté esto a mis hijos; y mi esposo sólo supo que</span></p><p><span style="color: Blue">me había pasado algo horrible. Tuvo la delicadeza de no preguntar", dice en</span></p><p><span style="color: Blue">su casa de un barrio del sur de Londres. Hace muy poco que Martha se armó de</span></p><p><span style="color: Blue">valor y habló. Y fue gracias al libro de Beevor. Las víctimas —a quienes Beevor</span></p><p><span style="color: Blue">señala que los rusos consideraban "botín de guerra" con el que compensar los</span></p><p><span style="color: Blue">crímenes de la Wehrmacht en Rusia— iban de los 12 a los 80 años de edad o</span></p><p><span style="color: Blue">más. Una mujer alemana —Jutte, de Preston— le escribió a Beevor: "Muchas veces</span></p><p><span style="color: Blue">quise hablar de eso, pero sabía que nadie me creería o que interpretarían mi historia</span></p><p><span style="color: Blue">como un rapto de autocompasión. Lo que usted escribió es una forma de mostrar</span></p><p><span style="color: Blue">cómo se puede soportar el sufrimiento."</span></p><p><span style="color: Blue">Una mujer a la que Beevor visitó en Berlín le contó que había matado a un soldado</span></p><p><span style="color: Blue">con su arma mientras él trataba de violar a su mamá. "Después —dice Beevor— me</span></p><p><span style="color: Blue">di cuenta de que el soldado la había violado a ella y que ella luego había armado la</span></p><p><span style="color: Blue">historia y trataba desesperadamente de creerla." En sus cartas, las mujeres</span></p><p><span style="color: Blue">confirmaron lo que describe Beevor en el libro en el sentido de que, para evitar</span></p><p><span style="color: Blue">correr la misma suerte que sus vecinas, muchas mataron a sus hijas y luego se</span></p><p><span style="color: Blue">suicidaron. Para fines de la década de 1940 —las violaciones se sucedieron durante</span></p><p><span style="color: Blue">tres años o más— las tropas soviéticas habían sembrado desesperación. Según</span></p><p><span style="color: Blue">algunos informes, el 90% de las mujeres berlinesas había contraído enfermedades</span></p><p><span style="color: Blue">venéreas. Beevor cita declaraciones de un médico que le dijo que, de las</span></p><p><span style="color: Blue">aproximadamente 100.000 mujeres violadas en Berlín, un 10% murió, la</span></p><p><span style="color: Blue">mayoría por suicidios. La tasa de mortalidad del casi millón y medio de mujeres</span></p><p><span style="color: Blue">violadas en el este de Prusia, Pomerania y Silesia, dice, es más elevada. En el caso</span></p><p><span style="color: Blue">de las embarazadas, se estima que el 90% abortó. Las que optaron por seguir con el</span></p><p><span style="color: Blue">embarazo, dieron al bebé en adopción porque no soportaban la vergüenza. En 1946,</span></p><p><span style="color: Blue">el 3,7% de los niños nacidos en Berlín eran hijos de rusos.</span></p><p><span style="color: Blue">Helke Sander, militante izquierdista alemana y autora de Liberador y liberado, una</span></p><p><span style="color: Blue">extensa investigación sobre las mujeres violadas que realizó en 1992, asegura que</span></p><p><span style="color: Blue">todavía se sienten las consecuencias. "Hay mujeres que nunca pudieron hablar</span></p><p><span style="color: Blue">de esto y cuyos maridos se los prohíben. También están sus hijos, que ahora</span></p><p><span style="color: Blue">descubren que son producto de una violación. Finalmente, están los que tratan de</span></p><p><span style="color: Blue">averiguar la identidad de sus padres". Berlín: La caída, 1945, despertó indignación</span></p><p><span style="color: Blue">en Rusia. El embajador ruso en Gran Bretaña lo calificó de "acto de blasfemia". El</span></p><p><span style="color: Blue">libro se publicará en Alemania en setiembre, y ya le dijeron a Beevor que lo más</span></p><p><span style="color: Blue">probable es que desate una tormenta. El diario Die Welt dijo que es "un golpe</span></p><p><span style="color: Blue">épico" que revela "una crónica desconocida de las atrocidades cometidas cuando el</span></p><p><span style="color: Blue">Ejército Rojo avanzó hacia Berlín". Luego del revuelo que el libro provocó en Rusia,</span></p><p><span style="color: Blue">Beevor está preparado para la posibilidad de que haya un incidente diplomático entre</span></p><p><span style="color: Blue">Berlín y Moscú. "Es un tema muy delicado, y el gobierno alemán se muestra</span></p><p><span style="color: Blue">renuente a desenterrarlo por temor a perjudicar la nueva relación que estableció con</span></p><p><span style="color: Blue">Putin y el Kremlin", dice.</span></p><p><span style="color: Blue">También llegará al mercado alemán en momentos en que ese país se encuentra</span></p><p><span style="color: Blue">inmerso en un debate sobre la "normalización", mediante el cual trata de abordar su</span></p><p><span style="color: Blue">historia de manera más amplia. Die Welt señala que después de "medio siglo de frío</span></p><p><span style="color: Blue">interior" durante el cual Alemania trató de reflexionar y expiar su pasado nazi pero</span></p><p><span style="color: Blue">prestó muy poca consideración a las penurias que vivieron sus ciudadanos, el libro de</span></p><p><span style="color: Blue">Beevor demuestra que, para seguir adelante, los alemanes tienen que evaluar no</span></p><p><span style="color: Blue">sólo su papel de verdugos, sino también el de víctimas.nterior" durante el cual</span></p><p><span style="color: Blue">Alemania trató de reflexionar y expiar su pasado nazi pero prestó muy poca</span></p><p><span style="color: Blue">consideración a las penurias que vivieron sus ciudadanos, el libro de Beevor</span></p><p><span style="color: Blue">demuestra que, para seguir adelante, los alemanes tienen que evaluar no sólo su</span></p><p><span style="color: Blue">papel de verdugos, sino también el de víctimas.ante, los alemanes tienen que</span></p><p><span style="color: Blue">evaluar no sólo su papel de verdugos, sino también el de víctimas.</span></p><p><span style="color: Blue">Diario CLARÍN (Argentina) 4-7-2002</span></p><p><span style="color: Blue">VIOLADAS POR EL EJERCITO RUSO</span></p><p><span style="color: Blue">3 de febrero de 2002</span></p><p><span style="color: Blue">Crónica EL MUNDO</span></p><p><span style="color: Blue">Antony Beevor, autor de «Stalingrado», una novela que causó gran impacto</span></p><p><span style="color: Blue">internacional, ha realizado una minuciosa investigación sobre otro episodio</span></p><p><span style="color: Blue">de la II Guerra Mundial: la caída de Berlín. Su nuevo libro sacude las</span></p><p><span style="color: Blue">conciencias con las revelaciones de barbaridades cometidas por soldados</span></p><p><span style="color: Blue">rusos</span></p><p><span style="color: Blue">El diario se descubrió entre las ruinas en llamas de Berlín, totalmente arrasada por el</span></p><p><span style="color: Blue">choque de dos ejércitos poderosos y desesperados.No había ningún nombre escrito</span></p><p><span style="color: Blue">en la portada, pero entre todas las historias de privaciones y luchas, una revelaba el</span></p><p><span style="color: Blue">infierno de una guerra que se acercaba a su apocalíptico final. La autora, una joven</span></p><p><span style="color: Blue">alemana, describía cómo había sido violada por los soldados del Ejército Rojo, que</span></p><p><span style="color: Blue">avanzaba ávido de tomar la ciudad y de vengarse de los alemanes. «Cierra los ojos,</span></p><p><span style="color: Blue">aprieta los dientes, no digas nada», garabateó la mujer, recordando cómo se había</span></p><p><span style="color: Blue">inducido al silencio para soportar la agresión. «Pero cuando la ropa interior cae</span></p><p><span style="color: Blue">rasgada y los dientes rechinan involuntariamente, la última prenda...Estoy</span></p><p><span style="color: Blue">paralizada. No siento asco, sino una completa frialdad.Es como si mi espalda</span></p><p><span style="color: Blue">estuviera helada. Estoy mareada, tengo frío en la nuca. Antes de marcharse extrae</span></p><p><span style="color: Blue">algo del bolsillo y lo lanza sobre la mesa sin decir palabra; aparta la silla y sale</span></p><p><span style="color: Blue">dando un portazo. Ha dejado un paquete de tabaco arrugado.Es la propina».</span></p><p><span style="color: Blue">Ha habido que esperar hasta ahora, 60 años después de que se produjera la</span></p><p><span style="color: Blue">violación de esta mujer anónima, para que se conozca la verdadera dimensión de la</span></p><p><span style="color: Blue">campaña de violaciones perpetrada por el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra</span></p><p><span style="color: Blue">Mundial. El escritor británico Antony Beevor, ex oficial del Ejército cuya</span></p><p><span style="color: Blue">reconstrucción de la batalla de Stalingrado se convirtió en un éxito de ventas, está a</span></p><p><span style="color: Blue">punto de publicar un libro sobre la caída de Berlín. Al buscar entre archivos</span></p><p><span style="color: Blue">soviéticos, cuyo acceso había estado vedado a los historiadores hasta hace poco,</span></p><p><span style="color: Blue">Beevor descubrió una tormenta de venganzas que le dejó «totalmente consternado».</span></p><p><span style="color: Blue">Se cree que unos dos millones de mujeres fueron violadas, agredidas o asesinadas</span></p><p><span style="color: Blue">por los soldados del Ejército Rojo en su avance sobre Alemania, pero el libro de</span></p><p><span style="color: Blue">Beevor revelará horrores aún mayores. «Cuando el Ejército Rojo llegó a Berlín, los</span></p><p><span style="color: Blue">soldados ya consideraban a las mujeres una especie de botín carnal», afirma.«Creían</span></p><p><span style="color: Blue">que podían hacer lo que quisieran, ya que estaban liberando Europa». En algunos</span></p><p><span style="color: Blue">casos las mujeres de una calle entera fueron violadas: abuelas, embarazadas, incluso</span></p><p><span style="color: Blue">mujeres que se encontraban en su lecho de muerte. Según el representante del</span></p><p><span style="color: Blue">Vaticano en Berlín, en octubre de 1945, seis meses después del final de la guerra,</span></p><p><span style="color: Blue">miles de mujeres permanecieron semanas escondidas en los tejados para eludir los</span></p><p><span style="color: Blue">saqueos y registros de los escuadrones del Ejército Rojo quienes, cuando se</span></p><p><span style="color: Blue">emborrachaban, avivaban su apetito sexual.</span></p><p><span style="color: Blue">«Han violado a mujeres de entre 10 y 70 años, e incluso a algunas de hasta 75</span></p><p><span style="color: Blue">años», aseguraba el representante del Vaticano. Beevor ha descubierto aspectos</span></p><p><span style="color: Blue">todavía más siniestros: los rusos violaron incluso a reclusas liberadas de los campos</span></p><p><span style="color: Blue">de concentración, mujeres esqueléticas, vestidas de harapos. «Esto echa por tierra la</span></p><p><span style="color: Blue">idea de que los soldados sólo utilizaron la violación como una forma de venganza</span></p><p><span style="color: Blue">contra los alemanes», afirma. Sus comentarios ya han provocado polémica. El</span></p><p><span style="color: Blue">embajador ruso en Londres ha acusado al escritor británico de «blasfemar» contra el</span></p><p><span style="color: Blue">pueblo ruso. «Es una injuria contra el pueblo que salvó al mundo del nazismo», ha</span></p><p><span style="color: Blue">declarado indignado esta semana Grigory Karasin.</span></p><p><span style="color: Blue">Pero para comprender los hechos de la caída de Berlín, es necesario conocer lo</span></p><p><span style="color: Blue">ocurrido antes. En su avance hacia Stalingrado, los alemanes abrieron una brecha de</span></p><p><span style="color: Blue">destrucción a lo largo de Rusia, una de las mayores infamias registradas en los</span></p><p><span style="color: Blue">anales de la guerra.El 30 de marzo de 1941, en un discurso pronunciado ante 200</span></p><p><span style="color: Blue">altos mandos del Ejército alemán, Hitler explicaba a grandes trazos que la Operación</span></p><p><span style="color: Blue">Barbarrosa, la ofensiva contra la Unión Soviética, sería totalmente distinta a las</span></p><p><span style="color: Blue">guerras anteriores. «Debemos olvidar la camaradería entre combatientes», decretó.</span></p><p><span style="color: Blue">«Los comunistas no son camaradas, ni antes ni después de la batalla. Esta es una</span></p><p><span style="color: Blue">guerra de aniquilación. Venceremos al enemigo, pero si no comprendemos esto</span></p><p><span style="color: Blue">tendremos que volver a luchar contra los comunistas dentro de 30 años».</span></p><p><span style="color: Blue">A las tres de la madrugada del 22 de junio de 1941 se desató la mayor ofensiva</span></p><p><span style="color: Blue">militar de la Historia. Tres millones de soldados cruzaron un frente de casi 1.600</span></p><p><span style="color: Blue">kilómetros. Había comenzado el conflicto que, según Hitler, sería «una guerra sin</span></p><p><span style="color: Blue">normas».A finales de ese año, cuatro millones de rusos habían muerto en combate y</span></p><p><span style="color: Blue">otros 3,5 millones habían sido hechos prisioneros.El 97% moriría. En su avance, los</span></p><p><span style="color: Blue">alemanes hicieron desaparecer del mapa 7.000 aldeas rusas. Los hombres fueron</span></p><p><span style="color: Blue">asesinados por los Escuadrones de Acción de las SS; las mujeres a menudo eran</span></p><p><span style="color: Blue">violadas y enviadas a las fábricas alemanas a trabajar como esclavas o a campos de</span></p><p><span style="color: Blue">concentración o de exterminio. La mayoría de los niños eran ejecutados en cuanto</span></p><p><span style="color: Blue">llegaban a los campos de Treblinka, Sobibor, Belzec y, más tarde, Auschwitz-</span></p><p><span style="color: Blue">Birkenau.</span></p><p><span style="color: Blue">En el campo de batalla, los soldados del Ejército Rojo no podían recurrir a la</span></p><p><span style="color: Blue">rendición. «No entendíamos cuando sacaban la bandera blanca en Francia, sabe, eso</span></p><p><span style="color: Blue">de rendirse», declaró un miembro de la SS de Das Reich durante los juicios</span></p><p><span style="color: Blue">celebrados tras la guerra. «En Rusia, cuando la gente se rendía simplemente les</span></p><p><span style="color: Blue">pasábamos por encima con los tanques». En la gran Leningrado, los nazis</span></p><p><span style="color: Blue">organizaron un asedio que se extendió durante 900 días, se cobró 1,5 millones de</span></p><p><span style="color: Blue">vidas y obligó a algunos ciudadanos a practicar el canibalismo. Con razón los rusos</span></p><p><span style="color: Blue">sentían un odio profundo hacia «el invasor fascista». Y cuando la suerte de la batalla</span></p><p><span style="color: Blue">de Stalingrado cambió a favor del Ejército Rojo, que comenzó a avanzar, los rusos</span></p><p><span style="color: Blue">vivieron una verdadera pesadilla al pasar junto a casas destruidas, ciudades</span></p><p><span style="color: Blue">arrasadas y agujeros llenos de cadáveres. Esto avivó el afán de venganza, algo que</span></p><p><span style="color: Blue">Stalin fomentó de todas las formas posibles.</span></p><p><span style="color: Blue">Los soldados del Ejército Rojo eran hombres duros mongoles, cosacos, tártaros y</span></p><p><span style="color: Blue">siberianos , no eran rusos occidentalizados de Leningrado o Moscú, hombres más</span></p><p><span style="color: Blue">moderados por influencia de la educación, o por su participación en el socialismo</span></p><p><span style="color: Blue">utópico del partido. De todos modos, las violaciones no fueron hechos generalizados</span></p><p><span style="color: Blue">desde el principio. Cuando entraron en territorio alemán, lo primero que los soldados</span></p><p><span style="color: Blue">decían era «Ur», es decir, reloj de pulsera. El saqueo o la destrucción de las</span></p><p><span style="color: Blue">posesiones de una burguesía que despreciaban eran para ellos prácticas</span></p><p><span style="color: Blue">legítimas.Pero pronto comenzaron a decir «Frau, Komma». Y durante el final</span></p><p><span style="color: Blue">apocalíptico del Tercer Reich, las mujeres y los niños tuvieron que pagar por los</span></p><p><span style="color: Blue">pecados de las SS, la Gestapo y los «einsaizgruppen», o escuadrones de la muerte.</span></p><p><span style="color: Blue">TAMBIÉN MORIBUNDAS</span></p><p><span style="color: Blue">En la aldea de Dahlem, recuerda una mujer, «los rusos se colocaron en fila delante</span></p><p><span style="color: Blue">de un grupo de mujeres. Ni siquiera se daban cuenta de que algunas estaban</span></p><p><span style="color: Blue">agonizando, porque habían ingerido veneno o sufrían hemorragias internas. Los</span></p><p><span style="color: Blue">soldados les abrían la boca a la fuerza y las obligaban a tomar bebidas alcohólicas».</span></p><p><span style="color: Blue">Anna Seddig, una joven de Prusia oriental que intentaba escapar de la guerra encinta</span></p><p><span style="color: Blue">y con su hijo de un año, Siegfried, fue otra víctima de los rusos. «Una noche, cuando</span></p><p><span style="color: Blue">buscábamos un lugar para refugiarnos, nos topamos con un grupo de soldados. Nos</span></p><p><span style="color: Blue">iluminaron con una linterna. Uno me dijo: "Te vamos a llevar a un lugar donde</span></p><p><span style="color: Blue">podrás pasar la noche". Era un refugio antiaéreo. Ahí me violaron, uno tras otro. Era</span></p><p><span style="color: Blue">como si estuviera muerta, tenía calambres por todo el cuerpo. Sientes repugnancia,</span></p><p><span style="color: Blue">sólo sientes repugnancia. Éramos blancos legítimos para los rusos. No sé cuántos</span></p><p><span style="color: Blue">hombres había, 10, 15...».</span></p><p><span style="color: Blue">Muchos han intentado ocultar lo ocurrido. Cornelius Ryan, autor de The Last Battle,</span></p><p><span style="color: Blue">donde narra la caída de Berlín, descubrió que tras publicarse el libro en 1966 algunos</span></p><p><span style="color: Blue">editores lo presionaron para que eliminara pasajes como el siguiente: «Mientras</span></p><p><span style="color: Blue">continuaba la batalla, se producía otra ofensiva salvaje. Era encarnizada, personal.</span></p><p><span style="color: Blue">Las hordas rusas que llegaban tras los disciplinados veteranos del frente exigían el</span></p><p><span style="color: Blue">derecho de los conquistadores: las mujeres de los conquistados». «Úrsula Roester</span></p><p><span style="color: Blue">dormía en el sótano de una casa de Zehlendorf junto con sus padres, sus hijas</span></p><p><span style="color: Blue">gemelas de seis años, y Bernard, su hijo de siete meses, cuando cuatro soldados</span></p><p><span style="color: Blue">rusos golpearon la puerta con la culata de sus fusiles». «Registraron el refugio. Un</span></p><p><span style="color: Blue">soldado ruso encontró un frasco de perfume francés. Lo destapó, lo olió y lo derramó</span></p><p><span style="color: Blue">sobre su uniforme. Otro encañonó a los padres e hijos de Úrsula y los encerró en el</span></p><p><span style="color: Blue">sótano. A continuación, los cuatro se turnaron para violarla».</span></p><p><span style="color: Blue">«Al día siguiente, a eso de las seis de la mañana, Úrsula estaba amamantando a su</span></p><p><span style="color: Blue">bebé cuando otros dos soldados rusos entraron en el sótano». «Intentó escapar por</span></p><p><span style="color: Blue">la puerta con su bebé en brazos. Pero estaba muy débil. Uno de los rusos le quitó el</span></p><p><span style="color: Blue">bebé y lo colocó en su cochecito. El otro la miró y sonrió. Ambos la violaron...». El</span></p><p><span style="color: Blue">legado de la campaña de violaciones del Ejército Rojo es imperecedero.Para los</span></p><p><span style="color: Blue">soldados vencidos de las divisiones nazis, así como para los industriales, los</span></p><p><span style="color: Blue">banqueros y los altos cargos del partido que se habían pavoneado durante el apogeo</span></p><p><span style="color: Blue">del régimen, la violación de sus mujeres era la máxima humillación. Hanna Gerlitz,</span></p><p><span style="color: Blue">esposa de un banquero de Berlín, fue violada por seis soldados rusos delante de su</span></p><p><span style="color: Blue">marido. «Cuando terminaron», recuerda, «dispararon sus fusiles al aire. Las otras</span></p><p><span style="color: Blue">personas que estaban en casa creían que me habían asesinado, hasta que les grité:</span></p><p><span style="color: Blue">"Estoy bien. Ya todo ha acabado"». Después tuve que consolar a mi esposo y</span></p><p><span style="color: Blue">ayudarlo a recobrar el valor. Lloraba como un niño».</span></p><p><span style="color: Blue">El viaje hasta este infernal crisol de crueldad ha resultado traumático para Beevor, y</span></p><p><span style="color: Blue">le ha hecho pensar: «He llegado a la conclusión de que ante la falta de disciplina</span></p><p><span style="color: Blue">militar un hombre armado, deshumanizado tras dos o tres años de guerra, se</span></p><p><span style="color: Blue">convierte en la mayoría de los casos en un violador en potencia». Mientras, Berlín</span></p><p><span style="color: Blue">sigue reconstruyéndose con su nueva imagen de ciudad europea y quienes sufrieron</span></p><p><span style="color: Blue">llegan al final de sus vidas.Las cicatrices de Alemania van desapareciendo. A los</span></p><p><span style="color: Blue">rusos les es más difícil olvidar. En cada punto de las estepas donde los alemanes</span></p><p><span style="color: Blue">borraron del mapa una aldea, ahora hay una campana.Aún tocan a la crueldad del</span></p><p><span style="color: Blue">hombre cuando el viento bate las tierras sobre las que los alemanes marcharon</span></p><p><span style="color: Blue">triunfalmente, las mismas por las que más tarde se replegaron en la ignominia.</span></p><p><span style="color: Blue">Antony Beevor publica, "Berlín" sobre el final de la II Guerra Mundial</span></p><p><span style="color: Blue">El británico Antony Beevor explica en su último libro, "Berlín. La caída: 1945", los</span></p><p><span style="color: Blue">pormenores de los últimos días de la II Guerra Mundial, las complejas tácticas militares, y</span></p><p><span style="color: Blue">descubre que en su avance las tropas rusas violaron a mujeres rusas, polacas y yugoslavas,</span></p><p><span style="color: Blue">y no sólo a alemanas. El dato de que dos millones de mujeres fueron violadas en 1945,</span></p><p><span style="color: Blue">cuando las tropas soviéticas avanzaban hacia Berlín, no es novedoso, pero Beevor, después</span></p><p><span style="color: Blue">de varios años de investigación, concluye que entre las víctimas hubo mujeres polacas,</span></p><p><span style="color: Blue">yugoslavas, e incluso rusas y alemanas comunistas, de niñas a ancianas. En una entrevista</span></p><p><span style="color: Blue">con EFE, Beevor admitió que contó con una ventaja sobre los historiadores alemanes, y es</span></p><p><span style="color: Blue">que a él se le permitió el acceso a los archivos rusos de la época, "donde pude encontrar</span></p><p><span style="color: Blue">detalles y una figura general de todo lo que ocurrió, información nueva y totalmente</span></p><p><span style="color: Blue">chocante" en algunos casos. Gracias a esta información, el autor de "Stalingrado" pudo dar</span></p><p><span style="color: Blue">una visión diferente de una batalla "deshumanizada y monstruosa" al explicar los</span></p><p><span style="color: Blue">sentimientos y pensamientos "individuales de los soldados que lucharon".</span></p><p><span style="color: Blue">Por ejemplo, explicó Beevor, "las violaciones de las mujeres rusas en Alemania cuestiona la</span></p><p><span style="color: Blue">justificación de la venganza de Rusia, y muestra que de hecho el ejército rojo estaba fuera</span></p><p><span style="color: Blue">de control". Sin embargo, prosiguió el autor, "los oficiales rusos no pararon a sus soldados, y</span></p><p><span style="color: Blue">cuando quisieron hacerlo no podían luchar contra hombres borrachos y armados con</span></p><p><span style="color: Blue">metralletas, porque así arriesgaban sus vidas". El libro, según Beevor, "confirma que las</span></p><p><span style="color: Blue">violaciones no eran una estrategia de la guerra, Stalin simplemente creía que eran graciosas.</span></p><p><span style="color: Blue">No es que las animaran, pero tampoco hicieron nada para frenarlas". El autor resaltó que</span></p><p><span style="color: Blue">"también hubo muchos soldados que estaban horrorizados, e incluso había oficiales rusos</span></p><p><span style="color: Blue">judíos que tenían más razones para vengarse pero hicieron todo lo que pudieron para</span></p><p><span style="color: Blue">proteger a las alemanas". "Berlín" describe los miles de suicidios de mujeres después de</span></p><p><span style="color: Blue">sufrir múltiples violaciones, el modo en que muchas de ellas intentaron matar a sus hijas</span></p><p><span style="color: Blue">para librarlas, así como el fracaso de la mayoría de ellas, que "intentaron cortarse las venas</span></p><p><span style="color: Blue">pero no lo consiguieron, porque no sabían hacerlo".</span></p><p><span style="color: Blue">En su libro, Beevor se adentra con gran precisión en los pormenores de las batallas</span></p><p><span style="color: Blue">que pusieron fin a la II Guerra Mundial, los complejos avances de las tropas</span></p><p><span style="color: Blue">soviéticas y los retrocesos de las alemanas, así como las conspiraciones de los altos</span></p><p><span style="color: Blue">mandos alemanes, con una narrativa de alta densidad política. Beevor, antiguo oficial</span></p><p><span style="color: Blue">del ejército británico, dedica especial atención a las diferentes actitudes entre las</span></p><p><span style="color: Blue">tropas rusas, norteamericanas, francesas y británicas, estas los más disciplinadas,</span></p><p><span style="color: Blue">porque "por su estructura existía mayor control sobre los soldados". "Berlín. La</span></p><p><span style="color: Blue">caída: 1945", editado por Memoria Crítica, está siendo traducido a 21 idiomas, y</span></p><p><span style="color: Blue">contará con una versión cinematográfica con guión de John Goldsmith, aunque</span></p><p><span style="color: Blue">todavía no se ha decidido la figura del director. Esta película, según Beevor, "contará</span></p><p><span style="color: Blue">la historia verdadera, y recopilará las vivencias de las mujeres, para construir no una</span></p><p><span style="color: Blue">película bélica sobre hombres, sino sobre las auténticas víctimas de la guerra, los</span></p><p><span style="color: Blue">civiles".</span></p><p><span style="color: Blue">1-10-2002 Marca.es</span></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="FloSof, post: 879628, member: 5836"] y usted caballero en que sueño vive? hegemonia norteamericana solo por cuestionar su afirmacion de que los abusos sovieticos no existieron? que no fueron mas que, segun usted indica, una invencion para desprestigiar a la U.R.S.S.? O acaso lo sucedido con los soldados polacos tambien es una invencion? Es mejor decir las cosas, siendo respetuoso de quien opina distinto y tratando de menoscabar al otro o tratarlo de ignorante por no compartir su pensamiento, sustentandolas con hechos y pruebas, en cuyo caso sere el primero en darle la razon[COLOR="Silver"] [SIZE=1]---------- Post added at 07:45 ---------- Previous post was at 07:30 ----------[/SIZE] [/COLOR][COLOR="Blue"][B][I][U]LA TERRIBLE HISTORIA DE ALEMANAS VIOLADAS POR LOS RUSOS[/U][/I][/B] [I]REVELACIONES DE UN LIBRO QUE SACUDE A EUROPA[/I] Fue durante el avance hacia Berlín en 1945. Ahora se sabe que los rusos lo tomaban como una venganza. “¡Maten! ¡Maten!. En la raza alemana no hay mas que mal, ¡ni uno entre los vivos, ni uno entre los aun no nacidos, nada mas que mal! Sigan los preceptos del camarada Stalin. Aniquilen a la bestia fascista de una vez por todas en su guarida. ¡Usen la fuerza y rompan el orgullo racial de esas mujeres alemanas! ¡Tomenlas como su botín de guerra! A medida que avancen, maten, nobles soldados del ejercito rojo.” Comisario judío soviético Llya Ehrenburg Es uno de los dramas más trágicos y ocultos del siglo XX, pero ahora —medio siglo después— el libro de un historiador militar británico logró que muchas mujeres alemanas hablaran de él: los horrores vividos a manos de soldados soviéticos, que perpetraron violaciones en Alemania desde 1945 hasta 1949. La odisea de estas mujeres salió a la luz gracias a Anthony Beevor, cuyo libro Berlín: The Downfall, 1945 (Berlín: La caída, 1945) se publicó el mes pasado y se convirtió en suceso. En su best-séller, Beevor —un ex soldado británico— usa material inédito de los archivos rusos de Moscú y describe el terrible sufrimiento de unas dos millones de mujeres y niñas alemanas. Entre las víctimas hubo mujeres que llegaron a ser figuras destacadas. Por ejemplo, Hannelore Kohl, esposa del ex canciller Helmut Kohl. La señora Kohl (se suicidó el año pasado) fue violada a los doce años, cuando ella y su mamá no pudieron escapar en un tren que iba a Dresden. El libro de Beevor tuvo una conmovedora recepción de las víctimas, muchas de las cuales viven en Gran Bretaña. "Me habían ordenado enterrar a unos muchachos de la Juventud Hitleriana cuando ellos me encontraron", dice Martha Dowsey. "Seis soldados del Ejército Rojo con las caras tiznadas me tiraron al suelo junto a las tumbas y me violaron, uno tras otro". La mujer tiene ahora 81 años. Durante décadas, nunca había encontrado a nadie que creyera lo que le tocó vivir. Por años, se consideró que el Ejército Rojo era un grupo de héroes que había liberado a Alemania de los nazis. Para Martha no fue así. "Eran agresivos, brutales. Nunca les conté esto a mis hijos; y mi esposo sólo supo que me había pasado algo horrible. Tuvo la delicadeza de no preguntar", dice en su casa de un barrio del sur de Londres. Hace muy poco que Martha se armó de valor y habló. Y fue gracias al libro de Beevor. Las víctimas —a quienes Beevor señala que los rusos consideraban "botín de guerra" con el que compensar los crímenes de la Wehrmacht en Rusia— iban de los 12 a los 80 años de edad o más. Una mujer alemana —Jutte, de Preston— le escribió a Beevor: "Muchas veces quise hablar de eso, pero sabía que nadie me creería o que interpretarían mi historia como un rapto de autocompasión. Lo que usted escribió es una forma de mostrar cómo se puede soportar el sufrimiento." Una mujer a la que Beevor visitó en Berlín le contó que había matado a un soldado con su arma mientras él trataba de violar a su mamá. "Después —dice Beevor— me di cuenta de que el soldado la había violado a ella y que ella luego había armado la historia y trataba desesperadamente de creerla." En sus cartas, las mujeres confirmaron lo que describe Beevor en el libro en el sentido de que, para evitar correr la misma suerte que sus vecinas, muchas mataron a sus hijas y luego se suicidaron. Para fines de la década de 1940 —las violaciones se sucedieron durante tres años o más— las tropas soviéticas habían sembrado desesperación. Según algunos informes, el 90% de las mujeres berlinesas había contraído enfermedades venéreas. Beevor cita declaraciones de un médico que le dijo que, de las aproximadamente 100.000 mujeres violadas en Berlín, un 10% murió, la mayoría por suicidios. La tasa de mortalidad del casi millón y medio de mujeres violadas en el este de Prusia, Pomerania y Silesia, dice, es más elevada. En el caso de las embarazadas, se estima que el 90% abortó. Las que optaron por seguir con el embarazo, dieron al bebé en adopción porque no soportaban la vergüenza. En 1946, el 3,7% de los niños nacidos en Berlín eran hijos de rusos. Helke Sander, militante izquierdista alemana y autora de Liberador y liberado, una extensa investigación sobre las mujeres violadas que realizó en 1992, asegura que todavía se sienten las consecuencias. "Hay mujeres que nunca pudieron hablar de esto y cuyos maridos se los prohíben. También están sus hijos, que ahora descubren que son producto de una violación. Finalmente, están los que tratan de averiguar la identidad de sus padres". Berlín: La caída, 1945, despertó indignación en Rusia. El embajador ruso en Gran Bretaña lo calificó de "acto de blasfemia". El libro se publicará en Alemania en setiembre, y ya le dijeron a Beevor que lo más probable es que desate una tormenta. El diario Die Welt dijo que es "un golpe épico" que revela "una crónica desconocida de las atrocidades cometidas cuando el Ejército Rojo avanzó hacia Berlín". Luego del revuelo que el libro provocó en Rusia, Beevor está preparado para la posibilidad de que haya un incidente diplomático entre Berlín y Moscú. "Es un tema muy delicado, y el gobierno alemán se muestra renuente a desenterrarlo por temor a perjudicar la nueva relación que estableció con Putin y el Kremlin", dice. También llegará al mercado alemán en momentos en que ese país se encuentra inmerso en un debate sobre la "normalización", mediante el cual trata de abordar su historia de manera más amplia. Die Welt señala que después de "medio siglo de frío interior" durante el cual Alemania trató de reflexionar y expiar su pasado nazi pero prestó muy poca consideración a las penurias que vivieron sus ciudadanos, el libro de Beevor demuestra que, para seguir adelante, los alemanes tienen que evaluar no sólo su papel de verdugos, sino también el de víctimas.nterior" durante el cual Alemania trató de reflexionar y expiar su pasado nazi pero prestó muy poca consideración a las penurias que vivieron sus ciudadanos, el libro de Beevor demuestra que, para seguir adelante, los alemanes tienen que evaluar no sólo su papel de verdugos, sino también el de víctimas.ante, los alemanes tienen que evaluar no sólo su papel de verdugos, sino también el de víctimas. Diario CLARÍN (Argentina) 4-7-2002 VIOLADAS POR EL EJERCITO RUSO 3 de febrero de 2002 Crónica EL MUNDO Antony Beevor, autor de «Stalingrado», una novela que causó gran impacto internacional, ha realizado una minuciosa investigación sobre otro episodio de la II Guerra Mundial: la caída de Berlín. Su nuevo libro sacude las conciencias con las revelaciones de barbaridades cometidas por soldados rusos El diario se descubrió entre las ruinas en llamas de Berlín, totalmente arrasada por el choque de dos ejércitos poderosos y desesperados.No había ningún nombre escrito en la portada, pero entre todas las historias de privaciones y luchas, una revelaba el infierno de una guerra que se acercaba a su apocalíptico final. La autora, una joven alemana, describía cómo había sido violada por los soldados del Ejército Rojo, que avanzaba ávido de tomar la ciudad y de vengarse de los alemanes. «Cierra los ojos, aprieta los dientes, no digas nada», garabateó la mujer, recordando cómo se había inducido al silencio para soportar la agresión. «Pero cuando la ropa interior cae rasgada y los dientes rechinan involuntariamente, la última prenda...Estoy paralizada. No siento asco, sino una completa frialdad.Es como si mi espalda estuviera helada. Estoy mareada, tengo frío en la nuca. Antes de marcharse extrae algo del bolsillo y lo lanza sobre la mesa sin decir palabra; aparta la silla y sale dando un portazo. Ha dejado un paquete de tabaco arrugado.Es la propina». Ha habido que esperar hasta ahora, 60 años después de que se produjera la violación de esta mujer anónima, para que se conozca la verdadera dimensión de la campaña de violaciones perpetrada por el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial. El escritor británico Antony Beevor, ex oficial del Ejército cuya reconstrucción de la batalla de Stalingrado se convirtió en un éxito de ventas, está a punto de publicar un libro sobre la caída de Berlín. Al buscar entre archivos soviéticos, cuyo acceso había estado vedado a los historiadores hasta hace poco, Beevor descubrió una tormenta de venganzas que le dejó «totalmente consternado». Se cree que unos dos millones de mujeres fueron violadas, agredidas o asesinadas por los soldados del Ejército Rojo en su avance sobre Alemania, pero el libro de Beevor revelará horrores aún mayores. «Cuando el Ejército Rojo llegó a Berlín, los soldados ya consideraban a las mujeres una especie de botín carnal», afirma.«Creían que podían hacer lo que quisieran, ya que estaban liberando Europa». En algunos casos las mujeres de una calle entera fueron violadas: abuelas, embarazadas, incluso mujeres que se encontraban en su lecho de muerte. Según el representante del Vaticano en Berlín, en octubre de 1945, seis meses después del final de la guerra, miles de mujeres permanecieron semanas escondidas en los tejados para eludir los saqueos y registros de los escuadrones del Ejército Rojo quienes, cuando se emborrachaban, avivaban su apetito sexual. «Han violado a mujeres de entre 10 y 70 años, e incluso a algunas de hasta 75 años», aseguraba el representante del Vaticano. Beevor ha descubierto aspectos todavía más siniestros: los rusos violaron incluso a reclusas liberadas de los campos de concentración, mujeres esqueléticas, vestidas de harapos. «Esto echa por tierra la idea de que los soldados sólo utilizaron la violación como una forma de venganza contra los alemanes», afirma. Sus comentarios ya han provocado polémica. El embajador ruso en Londres ha acusado al escritor británico de «blasfemar» contra el pueblo ruso. «Es una injuria contra el pueblo que salvó al mundo del nazismo», ha declarado indignado esta semana Grigory Karasin. Pero para comprender los hechos de la caída de Berlín, es necesario conocer lo ocurrido antes. En su avance hacia Stalingrado, los alemanes abrieron una brecha de destrucción a lo largo de Rusia, una de las mayores infamias registradas en los anales de la guerra.El 30 de marzo de 1941, en un discurso pronunciado ante 200 altos mandos del Ejército alemán, Hitler explicaba a grandes trazos que la Operación Barbarrosa, la ofensiva contra la Unión Soviética, sería totalmente distinta a las guerras anteriores. «Debemos olvidar la camaradería entre combatientes», decretó. «Los comunistas no son camaradas, ni antes ni después de la batalla. Esta es una guerra de aniquilación. Venceremos al enemigo, pero si no comprendemos esto tendremos que volver a luchar contra los comunistas dentro de 30 años». A las tres de la madrugada del 22 de junio de 1941 se desató la mayor ofensiva militar de la Historia. Tres millones de soldados cruzaron un frente de casi 1.600 kilómetros. Había comenzado el conflicto que, según Hitler, sería «una guerra sin normas».A finales de ese año, cuatro millones de rusos habían muerto en combate y otros 3,5 millones habían sido hechos prisioneros.El 97% moriría. En su avance, los alemanes hicieron desaparecer del mapa 7.000 aldeas rusas. Los hombres fueron asesinados por los Escuadrones de Acción de las SS; las mujeres a menudo eran violadas y enviadas a las fábricas alemanas a trabajar como esclavas o a campos de concentración o de exterminio. La mayoría de los niños eran ejecutados en cuanto llegaban a los campos de Treblinka, Sobibor, Belzec y, más tarde, Auschwitz- Birkenau. En el campo de batalla, los soldados del Ejército Rojo no podían recurrir a la rendición. «No entendíamos cuando sacaban la bandera blanca en Francia, sabe, eso de rendirse», declaró un miembro de la SS de Das Reich durante los juicios celebrados tras la guerra. «En Rusia, cuando la gente se rendía simplemente les pasábamos por encima con los tanques». En la gran Leningrado, los nazis organizaron un asedio que se extendió durante 900 días, se cobró 1,5 millones de vidas y obligó a algunos ciudadanos a practicar el canibalismo. Con razón los rusos sentían un odio profundo hacia «el invasor fascista». Y cuando la suerte de la batalla de Stalingrado cambió a favor del Ejército Rojo, que comenzó a avanzar, los rusos vivieron una verdadera pesadilla al pasar junto a casas destruidas, ciudades arrasadas y agujeros llenos de cadáveres. Esto avivó el afán de venganza, algo que Stalin fomentó de todas las formas posibles. Los soldados del Ejército Rojo eran hombres duros mongoles, cosacos, tártaros y siberianos , no eran rusos occidentalizados de Leningrado o Moscú, hombres más moderados por influencia de la educación, o por su participación en el socialismo utópico del partido. De todos modos, las violaciones no fueron hechos generalizados desde el principio. Cuando entraron en territorio alemán, lo primero que los soldados decían era «Ur», es decir, reloj de pulsera. El saqueo o la destrucción de las posesiones de una burguesía que despreciaban eran para ellos prácticas legítimas.Pero pronto comenzaron a decir «Frau, Komma». Y durante el final apocalíptico del Tercer Reich, las mujeres y los niños tuvieron que pagar por los pecados de las SS, la Gestapo y los «einsaizgruppen», o escuadrones de la muerte. TAMBIÉN MORIBUNDAS En la aldea de Dahlem, recuerda una mujer, «los rusos se colocaron en fila delante de un grupo de mujeres. Ni siquiera se daban cuenta de que algunas estaban agonizando, porque habían ingerido veneno o sufrían hemorragias internas. Los soldados les abrían la boca a la fuerza y las obligaban a tomar bebidas alcohólicas». Anna Seddig, una joven de Prusia oriental que intentaba escapar de la guerra encinta y con su hijo de un año, Siegfried, fue otra víctima de los rusos. «Una noche, cuando buscábamos un lugar para refugiarnos, nos topamos con un grupo de soldados. Nos iluminaron con una linterna. Uno me dijo: "Te vamos a llevar a un lugar donde podrás pasar la noche". Era un refugio antiaéreo. Ahí me violaron, uno tras otro. Era como si estuviera muerta, tenía calambres por todo el cuerpo. Sientes repugnancia, sólo sientes repugnancia. Éramos blancos legítimos para los rusos. No sé cuántos hombres había, 10, 15...». Muchos han intentado ocultar lo ocurrido. Cornelius Ryan, autor de The Last Battle, donde narra la caída de Berlín, descubrió que tras publicarse el libro en 1966 algunos editores lo presionaron para que eliminara pasajes como el siguiente: «Mientras continuaba la batalla, se producía otra ofensiva salvaje. Era encarnizada, personal. Las hordas rusas que llegaban tras los disciplinados veteranos del frente exigían el derecho de los conquistadores: las mujeres de los conquistados». «Úrsula Roester dormía en el sótano de una casa de Zehlendorf junto con sus padres, sus hijas gemelas de seis años, y Bernard, su hijo de siete meses, cuando cuatro soldados rusos golpearon la puerta con la culata de sus fusiles». «Registraron el refugio. Un soldado ruso encontró un frasco de perfume francés. Lo destapó, lo olió y lo derramó sobre su uniforme. Otro encañonó a los padres e hijos de Úrsula y los encerró en el sótano. A continuación, los cuatro se turnaron para violarla». «Al día siguiente, a eso de las seis de la mañana, Úrsula estaba amamantando a su bebé cuando otros dos soldados rusos entraron en el sótano». «Intentó escapar por la puerta con su bebé en brazos. Pero estaba muy débil. Uno de los rusos le quitó el bebé y lo colocó en su cochecito. El otro la miró y sonrió. Ambos la violaron...». El legado de la campaña de violaciones del Ejército Rojo es imperecedero.Para los soldados vencidos de las divisiones nazis, así como para los industriales, los banqueros y los altos cargos del partido que se habían pavoneado durante el apogeo del régimen, la violación de sus mujeres era la máxima humillación. Hanna Gerlitz, esposa de un banquero de Berlín, fue violada por seis soldados rusos delante de su marido. «Cuando terminaron», recuerda, «dispararon sus fusiles al aire. Las otras personas que estaban en casa creían que me habían asesinado, hasta que les grité: "Estoy bien. Ya todo ha acabado"». Después tuve que consolar a mi esposo y ayudarlo a recobrar el valor. Lloraba como un niño». El viaje hasta este infernal crisol de crueldad ha resultado traumático para Beevor, y le ha hecho pensar: «He llegado a la conclusión de que ante la falta de disciplina militar un hombre armado, deshumanizado tras dos o tres años de guerra, se convierte en la mayoría de los casos en un violador en potencia». Mientras, Berlín sigue reconstruyéndose con su nueva imagen de ciudad europea y quienes sufrieron llegan al final de sus vidas.Las cicatrices de Alemania van desapareciendo. A los rusos les es más difícil olvidar. En cada punto de las estepas donde los alemanes borraron del mapa una aldea, ahora hay una campana.Aún tocan a la crueldad del hombre cuando el viento bate las tierras sobre las que los alemanes marcharon triunfalmente, las mismas por las que más tarde se replegaron en la ignominia. Antony Beevor publica, "Berlín" sobre el final de la II Guerra Mundial El británico Antony Beevor explica en su último libro, "Berlín. La caída: 1945", los pormenores de los últimos días de la II Guerra Mundial, las complejas tácticas militares, y descubre que en su avance las tropas rusas violaron a mujeres rusas, polacas y yugoslavas, y no sólo a alemanas. El dato de que dos millones de mujeres fueron violadas en 1945, cuando las tropas soviéticas avanzaban hacia Berlín, no es novedoso, pero Beevor, después de varios años de investigación, concluye que entre las víctimas hubo mujeres polacas, yugoslavas, e incluso rusas y alemanas comunistas, de niñas a ancianas. En una entrevista con EFE, Beevor admitió que contó con una ventaja sobre los historiadores alemanes, y es que a él se le permitió el acceso a los archivos rusos de la época, "donde pude encontrar detalles y una figura general de todo lo que ocurrió, información nueva y totalmente chocante" en algunos casos. Gracias a esta información, el autor de "Stalingrado" pudo dar una visión diferente de una batalla "deshumanizada y monstruosa" al explicar los sentimientos y pensamientos "individuales de los soldados que lucharon". Por ejemplo, explicó Beevor, "las violaciones de las mujeres rusas en Alemania cuestiona la justificación de la venganza de Rusia, y muestra que de hecho el ejército rojo estaba fuera de control". Sin embargo, prosiguió el autor, "los oficiales rusos no pararon a sus soldados, y cuando quisieron hacerlo no podían luchar contra hombres borrachos y armados con metralletas, porque así arriesgaban sus vidas". El libro, según Beevor, "confirma que las violaciones no eran una estrategia de la guerra, Stalin simplemente creía que eran graciosas. No es que las animaran, pero tampoco hicieron nada para frenarlas". El autor resaltó que "también hubo muchos soldados que estaban horrorizados, e incluso había oficiales rusos judíos que tenían más razones para vengarse pero hicieron todo lo que pudieron para proteger a las alemanas". "Berlín" describe los miles de suicidios de mujeres después de sufrir múltiples violaciones, el modo en que muchas de ellas intentaron matar a sus hijas para librarlas, así como el fracaso de la mayoría de ellas, que "intentaron cortarse las venas pero no lo consiguieron, porque no sabían hacerlo". En su libro, Beevor se adentra con gran precisión en los pormenores de las batallas que pusieron fin a la II Guerra Mundial, los complejos avances de las tropas soviéticas y los retrocesos de las alemanas, así como las conspiraciones de los altos mandos alemanes, con una narrativa de alta densidad política. Beevor, antiguo oficial del ejército británico, dedica especial atención a las diferentes actitudes entre las tropas rusas, norteamericanas, francesas y británicas, estas los más disciplinadas, porque "por su estructura existía mayor control sobre los soldados". "Berlín. La caída: 1945", editado por Memoria Crítica, está siendo traducido a 21 idiomas, y contará con una versión cinematográfica con guión de John Goldsmith, aunque todavía no se ha decidido la figura del director. Esta película, según Beevor, "contará la historia verdadera, y recopilará las vivencias de las mujeres, para construir no una película bélica sobre hombres, sino sobre las auténticas víctimas de la guerra, los civiles". 1-10-2002 Marca.es[/COLOR] [/QUOTE]
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