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<blockquote data-quote="mdqbuceo" data-source="post: 735736" data-attributes="member: 5761"><p>Amigo Pu Lao</p><p>Es verdad lo que decis con respecto a que las patrullas de desembarco y toma de Malvinas las formaban combinadamente BBTT y comandos Anfibios, algunos desembarcaron de la ARA "Santísima Trinidad" integrantes como el Capitán Giachino (IM, Infante de Marina), Teniente García Quiroga (BBTT) y el Cabo Urbina (Enfermero), quien al escuchar los disparos y posteriormente los gritos de los heridos fue a socorrerlos sin pensar en las consecuencias y también resultó herido por la misma ametralladora, en ese momento Giachino tenía una granada sin seguro colocado y el que se dió cuenta fue García Quiroga que mal herido le contó a los ingleses de esa situación y dejaron de disparar, G. Quiroga le decía a Giachino quevuelva a colocarle el seguro de la granada y lo que éste hizo fue envolver con la cinta de cuero de los binoculares para que no se arme la espoleta y detone.</p><p>Urbina tuvo el coraje de intentar ayudar a los dos oficiales heridos sinotb se aplicó dos inyeccionesél solo para calmar el dolor.</p><p>Reproduzco fielmente la conversación de un texto de una revista contado por García Quiroga:</p><p>García Quiroga tomó una granada, sacó el seguro y la arrojó hacia el jardín.</p><p></p><p>A la explosión siguió una voz en inglés, desde la casa:</p><p>- ¡Mister Hunt está por salir!</p><p></p><p>Molesto Giachino le dijo a García Quiroga:</p><p>- ¡ Apurelos, carajo !</p><p></p><p>El mensaje fue repetido. Como respuesta, una ráfaga de ametralladora y voces en ingles que gritaban "Mister Hunt, no salga".</p><p></p><p>El tiroteo se generalizó. Los cabos Alegre, Flores y Ledesma fueron cubiertos, de pronto, por algo así como una sábana naranja, efecto provocado por los proyectiles trazantes que les disparaban desde el pueblo, através de la cancha de fútbol.</p><p></p><p>- Jefe, si no entramos nos cocinan dijo García Quiroga mientras se tiraba cuerpo a tierra.</p><p></p><p>- Si ahí que entrar - dijo Giachino y salto una verja para llegar hasta la casa, seguido por Cardillo, Flores, Ledesma y García Quiroga.</p><p></p><p>La puerta conducía a un pasillo largo, con otra puerta lateral próxima a la entrada. Cardillo intentó abrirla con una patada, pero sólo logró lastimarce un pie. Sin pérdida de tiempo Giachino tomó una granada y golpeó el vidrio rompiéndolo. Se trataba de una sala sin salida aparente.</p><p></p><p>- Por aquí no, hay que dar la vuelta - gritó Giachino, saliendo con la granada en la mano que uso para romper el vidrio, seguido de cerca por García Quiroga. Casi inmediatamente giró y fue en ese preciso momento en que dos impactos de bala - uno en la región inguinal derecha y en el glúteo del mismo lado-, le hicieron perder el equilibrio y caer al suelo.</p><p></p><p>- ¡ Me dieron, Cristina, me dieron! Gritó refiriéndose a su esposa.</p><p></p><p>Simultáneamente, García Quiroga que le arrancaban el brazo. Tuvo la sensación de recibir un hachazo, luego un empujón leve, indoloro y fuego en el abdomen. Balbuceó algo, llamo a Alejandra, su mujer y cayo contra un cobertizo. El tiroteo continuaba. Con esfuerzo se desabrocho la parka. No sentía el brazo herido. Intento moverse pero el dolor lo hizo gritar. No obstante, se soltó el cinto, aflojó el pañuelo del cuello y trató de respirar normalmente. A su lado, Giachino gemía y llamaba al enfermero.</p><p></p><p>El cabo Urbina se preparó para acudir en atención de los heridos. El patio estaba dividido en tres por ligustrina de regular tamaño y pegado a esto un paredón de fibrocemento. Cuando iba a saltar un compañero le advirtió:</p><p></p><p>- No, no lo hagas. Del otro lado no vas ha tener donde refugiarte.</p><p></p><p>- Esta bien, correré por detrás de los ligustros.</p><p></p><p>Así lo hizo, agazapado, hasta que encontró un hueco para pasar. Allí, dos miembros de la patrulla le informaron que a unos 30 metros, a la izquierda, estaba el capitán Giachino. Giró y se sobresaltó al toparse con unos gansos. De pronto un impacto en el piso levanto tierra, ensuciándole la cara. Parpadeó. Se pasó la mano por los ojos y corrió para buscar protección detrás de una casilla de chapa, pero un golpe en la cintura lo levantó en el aire, cayendo de espaldas.</p><p></p><p>- ¡ Me dieron! ¡ Me dieron ! - gritó el cabo enfermero al darse cuenta que lo habían herido.</p><p></p><p>Con dificultad se arrastró e intentó ponerse a cubierto. El fuego cruzado era intenso " Tengo que tranquilizarme", pensó. De la mochila extrajo jeringas y se aplico dos inyecciones.</p><p></p><p>- ¡ Urbina ! ¡ Urbina ! - gritó con insistencia García Quiroga, sumándose a los llamados de Giachino.</p><p></p><p>- ¡ No puedo ! ¡ Me dieron ! - respondió el enfermero apenas a unos metros más lejos.</p><p></p><p>Los minutos fueron pasando para los heridos, con una lentitud insoportable.</p><p>Por momento el tiroteo arreciaban y las balas, de un lado y del otro, se cruzaban, rebotando en las paredes de la casa y en el cobertizo del patio.</p><p></p><p>- Ordene a su gente un alto al fuego y les enviaremos un médico - grito en ingles uno de los marines</p><p></p><p>- No tengo fuerza para gritar - respondió García Quiroga </p><p></p><p>Giachino con una granada en la mano, sin seguro, le dijo a García Quiroga que lo vigilara, por si se desmayaba.</p><p></p><p>- ¡ Tírela, por Dios! - imploró García Quiroga.</p><p></p><p>- No puedo, no puedo - fue la respuesta del jefe de patrulla </p><p></p><p>El inglés, al escuchar el diálogo entre los oficiales argentinos, gritó:</p><p></p><p>- ¡ El que tiene una granada que la suelte ! </p><p></p><p>- No puede, no tiene seguro- dijo García Quiroga.</p><p></p><p>- Entonces que la ate y la deje al costado, por que sino, disparo, voy a contar hasta cinco.</p><p></p><p>García Quiroga tradujo a su jefe el pedido del marine. Giachino utilizó la correa de sus binoculares para dar varias vueltas a la granada, la colocó en el suelo giró para alejarse. No dejaba de gemir. Al darse vuelta, quedó al descubierto una enorme mancha de sangre en su espalda.</p><p></p><p>Tirados en el suelo y bajo una pertinaz llovizna, esperaron durante tres horas, en vano, la llegada de un helicóptero. Tanto Giachino como García Quiroga habían perdido mucha sangre. De pronto, se escuchó un grito dirigido a Giachino:</p><p></p><p>- Perdro, soy yo Tito. - Era el capitán Monerau, que rápidamente se aproximaba a los infantes heridos.</p><p></p><p>- Tito apúrate que no llego - respondió Giachino, quien estaba muy mal y que, con desesperación intentaba sentarse para poder respirar. El teniente Lugo se acercó, le abrió el overol y le rompió el pulóver de cuello alto y el chaleco antibala para que se liberara un poco.</p><p></p><p>El suboficial Cardillo y el cabo Ledesma ayudaron a subirlos a los vehículos disponibles para trasladarlos al pueblo, pero Giachino murió en el camino.</p><p></p><p>Alas 9,15 el Gobernador se rindió sin que se registraran bajas entre los militares y la población de las islas.</p><p>Tambien embarcaron mas patrullas conjuntas en Submarino, ARA San Antonio, etc., para tomar distintos lugares de interes.</p><p>El texto es extenso pero cuenta realmente lo que sucedió esa mañana del 2 de abril de 1982. Como se imaginarán existen miles de anécdotas con respecto a este tema, , creíbles o no, pero no dejan de tener ese valor agregado por ser contadas por los propios protagonistas.</p><p>Un abrazo, mdqbuceo.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="mdqbuceo, post: 735736, member: 5761"] Amigo Pu Lao Es verdad lo que decis con respecto a que las patrullas de desembarco y toma de Malvinas las formaban combinadamente BBTT y comandos Anfibios, algunos desembarcaron de la ARA "Santísima Trinidad" integrantes como el Capitán Giachino (IM, Infante de Marina), Teniente García Quiroga (BBTT) y el Cabo Urbina (Enfermero), quien al escuchar los disparos y posteriormente los gritos de los heridos fue a socorrerlos sin pensar en las consecuencias y también resultó herido por la misma ametralladora, en ese momento Giachino tenía una granada sin seguro colocado y el que se dió cuenta fue García Quiroga que mal herido le contó a los ingleses de esa situación y dejaron de disparar, G. Quiroga le decía a Giachino quevuelva a colocarle el seguro de la granada y lo que éste hizo fue envolver con la cinta de cuero de los binoculares para que no se arme la espoleta y detone. Urbina tuvo el coraje de intentar ayudar a los dos oficiales heridos sinotb se aplicó dos inyeccionesél solo para calmar el dolor. Reproduzco fielmente la conversación de un texto de una revista contado por García Quiroga: García Quiroga tomó una granada, sacó el seguro y la arrojó hacia el jardín. A la explosión siguió una voz en inglés, desde la casa: - ¡Mister Hunt está por salir! Molesto Giachino le dijo a García Quiroga: - ¡ Apurelos, carajo ! El mensaje fue repetido. Como respuesta, una ráfaga de ametralladora y voces en ingles que gritaban "Mister Hunt, no salga". El tiroteo se generalizó. Los cabos Alegre, Flores y Ledesma fueron cubiertos, de pronto, por algo así como una sábana naranja, efecto provocado por los proyectiles trazantes que les disparaban desde el pueblo, através de la cancha de fútbol. - Jefe, si no entramos nos cocinan dijo García Quiroga mientras se tiraba cuerpo a tierra. - Si ahí que entrar - dijo Giachino y salto una verja para llegar hasta la casa, seguido por Cardillo, Flores, Ledesma y García Quiroga. La puerta conducía a un pasillo largo, con otra puerta lateral próxima a la entrada. Cardillo intentó abrirla con una patada, pero sólo logró lastimarce un pie. Sin pérdida de tiempo Giachino tomó una granada y golpeó el vidrio rompiéndolo. Se trataba de una sala sin salida aparente. - Por aquí no, hay que dar la vuelta - gritó Giachino, saliendo con la granada en la mano que uso para romper el vidrio, seguido de cerca por García Quiroga. Casi inmediatamente giró y fue en ese preciso momento en que dos impactos de bala - uno en la región inguinal derecha y en el glúteo del mismo lado-, le hicieron perder el equilibrio y caer al suelo. - ¡ Me dieron, Cristina, me dieron! Gritó refiriéndose a su esposa. Simultáneamente, García Quiroga que le arrancaban el brazo. Tuvo la sensación de recibir un hachazo, luego un empujón leve, indoloro y fuego en el abdomen. Balbuceó algo, llamo a Alejandra, su mujer y cayo contra un cobertizo. El tiroteo continuaba. Con esfuerzo se desabrocho la parka. No sentía el brazo herido. Intento moverse pero el dolor lo hizo gritar. No obstante, se soltó el cinto, aflojó el pañuelo del cuello y trató de respirar normalmente. A su lado, Giachino gemía y llamaba al enfermero. El cabo Urbina se preparó para acudir en atención de los heridos. El patio estaba dividido en tres por ligustrina de regular tamaño y pegado a esto un paredón de fibrocemento. Cuando iba a saltar un compañero le advirtió: - No, no lo hagas. Del otro lado no vas ha tener donde refugiarte. - Esta bien, correré por detrás de los ligustros. Así lo hizo, agazapado, hasta que encontró un hueco para pasar. Allí, dos miembros de la patrulla le informaron que a unos 30 metros, a la izquierda, estaba el capitán Giachino. Giró y se sobresaltó al toparse con unos gansos. De pronto un impacto en el piso levanto tierra, ensuciándole la cara. Parpadeó. Se pasó la mano por los ojos y corrió para buscar protección detrás de una casilla de chapa, pero un golpe en la cintura lo levantó en el aire, cayendo de espaldas. - ¡ Me dieron! ¡ Me dieron ! - gritó el cabo enfermero al darse cuenta que lo habían herido. Con dificultad se arrastró e intentó ponerse a cubierto. El fuego cruzado era intenso " Tengo que tranquilizarme", pensó. De la mochila extrajo jeringas y se aplico dos inyecciones. - ¡ Urbina ! ¡ Urbina ! - gritó con insistencia García Quiroga, sumándose a los llamados de Giachino. - ¡ No puedo ! ¡ Me dieron ! - respondió el enfermero apenas a unos metros más lejos. Los minutos fueron pasando para los heridos, con una lentitud insoportable. Por momento el tiroteo arreciaban y las balas, de un lado y del otro, se cruzaban, rebotando en las paredes de la casa y en el cobertizo del patio. - Ordene a su gente un alto al fuego y les enviaremos un médico - grito en ingles uno de los marines - No tengo fuerza para gritar - respondió García Quiroga Giachino con una granada en la mano, sin seguro, le dijo a García Quiroga que lo vigilara, por si se desmayaba. - ¡ Tírela, por Dios! - imploró García Quiroga. - No puedo, no puedo - fue la respuesta del jefe de patrulla El inglés, al escuchar el diálogo entre los oficiales argentinos, gritó: - ¡ El que tiene una granada que la suelte ! - No puede, no tiene seguro- dijo García Quiroga. - Entonces que la ate y la deje al costado, por que sino, disparo, voy a contar hasta cinco. García Quiroga tradujo a su jefe el pedido del marine. Giachino utilizó la correa de sus binoculares para dar varias vueltas a la granada, la colocó en el suelo giró para alejarse. No dejaba de gemir. Al darse vuelta, quedó al descubierto una enorme mancha de sangre en su espalda. Tirados en el suelo y bajo una pertinaz llovizna, esperaron durante tres horas, en vano, la llegada de un helicóptero. Tanto Giachino como García Quiroga habían perdido mucha sangre. De pronto, se escuchó un grito dirigido a Giachino: - Perdro, soy yo Tito. - Era el capitán Monerau, que rápidamente se aproximaba a los infantes heridos. - Tito apúrate que no llego - respondió Giachino, quien estaba muy mal y que, con desesperación intentaba sentarse para poder respirar. El teniente Lugo se acercó, le abrió el overol y le rompió el pulóver de cuello alto y el chaleco antibala para que se liberara un poco. El suboficial Cardillo y el cabo Ledesma ayudaron a subirlos a los vehículos disponibles para trasladarlos al pueblo, pero Giachino murió en el camino. Alas 9,15 el Gobernador se rindió sin que se registraran bajas entre los militares y la población de las islas. Tambien embarcaron mas patrullas conjuntas en Submarino, ARA San Antonio, etc., para tomar distintos lugares de interes. El texto es extenso pero cuenta realmente lo que sucedió esa mañana del 2 de abril de 1982. Como se imaginarán existen miles de anécdotas con respecto a este tema, , creíbles o no, pero no dejan de tener ese valor agregado por ser contadas por los propios protagonistas. Un abrazo, mdqbuceo. [/QUOTE]
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