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Malvinas 1982
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<blockquote data-quote="MPersano" data-source="post: 3524279" data-attributes="member: 25187"><p>A las sentidas palabras de [USER=14958]@BIGUA82[/USER] , sólo quiero agregar lo que un testigo ocular de ese momento histórico tan bien lo relata:</p><p>"...—De pie, señores —ordenó el comodoro Correa Cuenca que</p><p>se había adelantado a los jefes que lo seguían—. Al Comandante</p><p>de la Fuerza Aérea Sur: ¡Atención!</p><p>Parados, pegamos las manos al costado de los muslos y, expectantes,</p><p>miramos la aparición del brigadier Crespo. Mientras</p><p>lo veía subir al estrado, mi intelecto no terminaba de abarcar el</p><p>poder inmenso que las circunstancias le otorgaban a ese hombre.</p><p>Increíble, pero sus decisiones, sus palabras, hasta el menor de sus</p><p>gestos pasaban a ser vitales. Pulgar abajo, pulgar arriba; la mano</p><p>señalando adelante, la mano indicando atrás. Todos sentíamos</p><p>que, en ese supremo instante, él era el único que podía decidir si</p><p>esos hombres que me acompañaban volaban o se quedaban en</p><p>tierra.</p><p>—Señores, la Fuerza Aérea va a pelear —dijo a modo de introducción,</p><p>descargando un puñetazo sobre la mesa.</p><p>Apoyado sobre un antebrazo, se quedó mirándonos con los</p><p>labios apretados, desafiante, barriendo el auditorio con sus ojos</p><p>oscuros. Era tanta la energía y convicción que nos había comunicado</p><p>que no se oía un suspiro. De repente tuve la impresión de</p><p>que ese brigadier petisito se agigantaba, que al golpear la madera</p><p>había querido transmitirnos el coraje de sus antepasados gallegos,</p><p>mostrarnos un camino, despejar las dudas.</p><p>"...</p><p>—Señores, si alguno de ustedes alguna vez tuvo la peregrina</p><p>idea de creer que el juramento de defender la bandera hasta perder</p><p>la vida era un lugar común, un juramento sin sentido, sepa</p><p>que se ha equivocado y tiene ahora la oportunidad de pedir la baja</p><p>e irse ya de esta sala. Los que permanezcan deben tener la plena</p><p>convicción de que, a partir de ahora, con el máximo rigor de las</p><p>leyes y reglamentos militares, les será exigido el fiel cumplimiento</p><p>de su promesa. ¿Alguien se quiere ir? —consultó, haciendo gala</p><p>de unas insospechadas dotes histriónicas. Pasados unos segundos</p><p>de silencio sepulcral, agregó—: Bien, señores, no esperaba otra</p><p>cosa de ustedes..."</p><p></p><p>ECOS EN LA NIEBLA Oscar L. Aranda Durañona</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="MPersano, post: 3524279, member: 25187"] A las sentidas palabras de [USER=14958]@BIGUA82[/USER] , sólo quiero agregar lo que un testigo ocular de ese momento histórico tan bien lo relata: "...—De pie, señores —ordenó el comodoro Correa Cuenca que se había adelantado a los jefes que lo seguían—. Al Comandante de la Fuerza Aérea Sur: ¡Atención! Parados, pegamos las manos al costado de los muslos y, expectantes, miramos la aparición del brigadier Crespo. Mientras lo veía subir al estrado, mi intelecto no terminaba de abarcar el poder inmenso que las circunstancias le otorgaban a ese hombre. Increíble, pero sus decisiones, sus palabras, hasta el menor de sus gestos pasaban a ser vitales. Pulgar abajo, pulgar arriba; la mano señalando adelante, la mano indicando atrás. Todos sentíamos que, en ese supremo instante, él era el único que podía decidir si esos hombres que me acompañaban volaban o se quedaban en tierra. —Señores, la Fuerza Aérea va a pelear —dijo a modo de introducción, descargando un puñetazo sobre la mesa. Apoyado sobre un antebrazo, se quedó mirándonos con los labios apretados, desafiante, barriendo el auditorio con sus ojos oscuros. Era tanta la energía y convicción que nos había comunicado que no se oía un suspiro. De repente tuve la impresión de que ese brigadier petisito se agigantaba, que al golpear la madera había querido transmitirnos el coraje de sus antepasados gallegos, mostrarnos un camino, despejar las dudas. "... —Señores, si alguno de ustedes alguna vez tuvo la peregrina idea de creer que el juramento de defender la bandera hasta perder la vida era un lugar común, un juramento sin sentido, sepa que se ha equivocado y tiene ahora la oportunidad de pedir la baja e irse ya de esta sala. Los que permanezcan deben tener la plena convicción de que, a partir de ahora, con el máximo rigor de las leyes y reglamentos militares, les será exigido el fiel cumplimiento de su promesa. ¿Alguien se quiere ir? —consultó, haciendo gala de unas insospechadas dotes histriónicas. Pasados unos segundos de silencio sepulcral, agregó—: Bien, señores, no esperaba otra cosa de ustedes..." ECOS EN LA NIEBLA Oscar L. Aranda Durañona [/QUOTE]
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