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Area Militar General
Malvinas 1982
El Ataque al Portaaviones HMS Invencible
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<blockquote data-quote="Pedraso" data-source="post: 426314" data-attributes="member: 10150"><p><strong>Entrevista a Alejandro Francisco</strong></p><p></p><p>Señores les dejo una entrevista realizada a Alejandro Francisco este año y recien me la enviaron, un saludo y que les guste.</p><p>Pedro Silva</p><p></p><p>Fuente: Informe Aeronautico Nº3 (Publicada 22/07/2010)</p><p><a href="http://www.informeaeronautico.com/DETALLENOTAS/tabid/65/selectmoduleid/404/ItemID/7831/reftab/62/Default.aspx">http://www.informeaeronautico.com/DETALLENOTAS/tabid/65/selectmoduleid/404/ItemID/7831/reftab/62/Default.aspx</a></p><p></p><p></p><p><strong>Entrevista a Alejandro Francisco: El Último Exocet</strong></p><p>Exocet (Exoceto). Los libros de biología hablan de una familia de peces que tienen la habilidad de dar largos saltos fuera del agua. Sus aletas pectorales, similares a pequeñas alas, les permiten hacer vuelos de varias decenas de metros. El AM-39, lejos de ser una inocente criatura marina, es una letal arma antibuque, fabricada por los franceses de Aérospatiale desde mediados de la década del ‘70. ¿A qué se debe su nombre? Justamente, a que vuela muy cerca del agua. Escapando de sus predadores, los radares. Merced a los sucesos de 1982, su lugar está en los libros de historia.</p><p>La Argentina gestó la compra del sistema de armas Super Etendard – Exocet en 1980. El objetivo era reemplazar al A4-Q, que ya estaba dando sus últimas hurras en la Aviación Naval vernácula. Cerradas las puertas del mercado norteamericano, la alternativa de los galos apareció como muy conveniente, tanto por el avión como por el misil. Era, también, un avión apto para operar desde el portaaviones “25 de Mayo”.</p><p>Tuvo un debut apresurado. Cuando aún no habían pasado más que unas pocas horas de vuelo en nuestro país, debieron alistarse los cinco aviones (e igual cantidad de misiles) para participar en la guerra de Malvinas.</p><p>Toda la etapa aeronaval de esta guerra fue, básicamente, con tácticas de la Segunda Guerra Mundial: los aviones argentinos atacaron a los buques ingleses llevando bombas que debían arrojarse sí o sí en el buque. Así pelearon los pilotos, provocando innumerables daños a la flota británica. Así fue, también, que muchos de ellos no volvieron con vida.</p><p>La Argentina utilizó los misiles que tenía, con resultados contundentes. Un destructor y un buque portacontenedores hundidos, en las dos primeras misiones en las que se dispararon esos proyectiles. Había cinco, y el quinto fue destinado a la presa mayor: el portaaviones HMS Invincible. Es, tal vez, el episodio más polémico de la guerra. Los argentinos están convencidos de haber dado en el blanco. Los británicos aseguran que el misil nunca llegó al barco.</p><p>Alejandro “Pancho” Francisco fue quien hizo ese último disparo. El dedo pulgar de su mano derecha lanzó el misil, guió a los cuatro pilotos de la Fuerza Aérea que acompañaron a los dos Super Etendard de la Armada, y encendió la discusión.</p><p>¿Cómo llegó Francisco a ese capítulo de la historia? Hace 62 años nació en el Hospital Naval de la Ciudad de Buenos Aires. Su padre también era piloto de la Armada. ¿Fue por eso que Francisco eligió ese camino? “Evidentemente, hay cosas que uno no gobierna en su subconsciente, y que en algún momento hacen click”, responde Pancho. “Mi padre siempre se encargó de disuadirnos a mi hermano y a mí de que siguiéramos la carrera militar. Hasta el colegio secundario, yo no tenía interés en seguir ese rumbo, pero un día algo cambió y lo empecé a pensar. Tenía compañeros en el colegio que sí querían ir, y charlábamos bastante sobre el tema. Al principio yo seguía oponiéndome, pero evidentemente tenía una vocación mayor para esa carrera”, concluye.</p><p>Una vez dentro de la Armada, repitió de alguna forma un camino conocido desde su infancia. “Cuando yo era chico llevábamos una vida propia de familia castrense, con mudanzas y demás. Viví varios años en Espora, en el barrio de oficiales. Para nosotros, ir a la base y estar en los aviones era habitual. Disfruté mucho esa etapa, porque para un niño de 10 años de edad era una vida muy linda: campo, aviones, un barrio tranquilo”, rememora.</p><p>- ¿Por qué aviador naval, y no de la Fuerza Aérea?</p><p>- Ahí sí influyó mucho el ejemplo de mi padre. Una vez que elegí entrar a las Fuerzas Armadas, opté por el modelo que él me representaba. Yo no concebía otra cosa que la Armada, y en ella la Aviación Naval. Ingresé a la Escuela Naval específicamente para ser aviador.</p><p>En la Escuela de Aviación Naval, además, me incliné con fuerza para la parte de ataque. No quería ser ni helicopterista, ni antisubmarino, ni de transporte.</p><p>En 1969 hizo la Escuela de Aviación Naval. Un año más tarde, se incorporó a la 2º Escuadrilla de Ataque, que en aquel entonces utilizaba los T-28. “Era el mismo avión que usábamos en la Escuela, y era una escuadrilla de formación, donde normalmente estábamos un año. A las tres semanas ya hacíamos enganches en el portaaviones; practicábamos las maniobras típicas de ataque con vuelos rasantes, y demás. Después de ese año, pasé a Macchi por dos años. Ahí nos adaptamos a hacer las mismas operaciones de ataque, pero ya en un reactor. Y de ahí pasé a volar A-4, por tres años. Luego volví como instructor a la Escuela de Aviación Naval por otros tres años. Me designaron para hacer el viaje como oficial en la Fragata Libertad (en todos los viajes se lleva un aviador, que es el que da las materias afines a la aviación). Mientras estaba haciendo el viaje en la Fragata, se gesta la compra de los Super Etendard. Terminado el viaje, volé unos meses más en A-4 (como para reactivarme) y en 1980 diez pilotos nos fuimos a Francia. Entre fines de ese año y el ’81 hicimos el curso de Super en la base aeronaval de Landiviseau. Estuvimos allí cerca de ocho meses, en donde cursamos una escuela intensiva de lenguas para estudiar francés, hicimos simulador y volamos unas 50 horas por piloto”.</p><p>¿Qué impresión le dió el Super Etendard cuando lo vió por primera vez, y luego al comenzar a volarlo?</p><p>- Me gustó mucho. Es un avión que en sí mismo no era tan distinto –en cuanto a performance y técnicas de vuelo- al A-4. Para nosotros no fue difícil adaptarnos por esa similitud. Lo que tenía distinto en ese momento era la tecnología, que para la época era lo más avanzado. Fue el único avión que volé en mi vida 0 km.</p><p>Vientos de guerra</p><p>Sigue Francisco: “En julio del ’81 nos volvimos a la Argentina, y en septiembre llegaron los aviones por barco, directamente a Puerto Belgrano. Empezamos a volarlos acá en octubre, para hacer los vuelos de aceptación y verificación técnica, no como entrenamientos a fondo. En enero nos fuimos de licencia de verano, como era habitual. En febrero retomamos los vuelos, y a fines de marzo nos enteramos que estábamos recuperando las Malvinas. Al menos yo, personalmente, no me enteré de esa operación hasta el 30 de marzo o el 1° de abril”.</p><p>- Durante la crisis con Chile, ¿tuvo alguna participación, o la de Malvinas fue la primera experiencia de guerra?</p><p>- En 1978 yo era instructor en la Escuela de Aviación. Me sacaron de allí en ese momento para volar A-4, embarcado en el portaaviones. Un día, creo que fue el 20 de diciembre, nos dicen: “Mañana se lanzan las operaciones”. Era inminente. A la noche nos avisaron la suspensión de todo. Esa fue toda mi participación en el caso con Chile.</p><p>- ¿Cómo fueron los días a partir del 2 de abril?</p><p>- Como al resto de las unidades de la Aviación Naval, nos llegó la orden de preparar nuestras capacidades para un enfrentamiento. La única capacidad que teníamos nosotros era el Exocet, de los que habían llegado solamente cinco unidades. No teníamos la tecnología ni el conocimiento para colocar el misil y dispararlo.</p><p>- ¿Seguían la evolución política del conflicto?</p><p>- Por los diarios. Nuestro día a día consistía en prepararnos operativamente. El 2 de abril llegaba la asistencia técnica francesa para pasarnos el know-how del misil, para lograr lo que se llamaba el top de lanzamiento. Por supuesto, no vinieron. Ahí hubo un excelente trabajo del personal técnico, que logró adaptar el misil al avión con éxito.</p><p>- ¿Cuándo se despliegan al sur?</p><p>- El 19 y 20 de abril fuimos a Río Grande. Los Super Etendard fueron en vuelo, y los misiles fueron en un Electra. Para ese momento, el 201 fue canibalizado y quedó en Espora como fuente de repuestos.</p><p>Francisco llegó a Río Grande con 33 años de edad, en su primer año como Capitán de Corbeta. La Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque estaba compuesta por diez pilotos, y él era el quinto más antiguo. El jefe era el entonces Capitán de Corbeta Jorge Colombo.</p><p>A diferencia de otras unidades, los SUE salían de su base solamente cuando se presentaba un blanco válido para su despliegue. Los Exocet eran muy escasos, y debían garantizarse tanto el éxito de la misión como también el impacto sobre la flota enemiga. Por ello, se concentraron especialmente en buques de gran porte. “Nuestras misiones –explica Francisco- necesariamente eran más planificadas que las de la Fuerza Aérea y las de nuestros A-4. A ellos les llegaba la alarma porque había buques en las proximidades de las islas, y entonces salían a atacarlos. Nosotros atacábamos buques en el medio del mar, preferentemente grandes barcos. Entonces primero había que detectarlos, y se requería mucha inteligencia previa para ubicarlos. Sabíamos que nuestros vuelos eran, de alguna manera, los más seguros, porque lanzábamos desde fuera del área de defensa de la flota. No hacía falta que nos acercáramos a los buques. El problema mayor que teníamos era la falta de información sobre el teatro de operaciones. Podía ocurrir que hiciéramos la navegación a un punto específico, y que a la ida o al regreso pasáramos por arriba de un buque inglés. Ahí hubiéramos quedado totalmente expuestos”.</p><p>En ese esquema, la unidad realizaba salidas de dos aviones por vez, conformadas por un líder y un numeral. Se armaban las parejas empezando por los extremos: el más experimentado con el más nuevo, y así progresivamente. Cada pareja tenía un turno asignado, y si despegaban se consideraba que su turno ya había sido cumplido, llegara o no al blanco. Pasada esa oportunidad, la siguiente misión era cumplida por la próxima dupla. La primera pareja programada era la conformada por Colombo y el Teniente de Fragata Carlos Machetanz, quienes salieron el 1° de mayo. Debido a inconvenientes técnicos en el avión de Colombo (experimentó pérdidas de combustible durante la maniobra de reabastecimiento en vuelo), debieron regresar. Pese a la intención del comandante de volver a salir en la siguiente misión, las reglas se cumplieron para todos. El 4 de mayo los Exocet fueron noticia: la dupla compuesta por Augusto Bedacarratz y Armando Mayora disparó sus dos misiles contra el destructor Sheffield, y uno de ellos hizo impacto. No solamente el buque fue afectado (fue el primer navío de guerra británico hundido en acciones de guerra desde la Segunda Guerra Mundial). A partir de ese acontecimiento, la planificación y estrategia de la Fuerza de Tareas del Reino Unido debió contemplar un factor nuevo, y muy peligroso.</p><p>Los SUE volvieron a salir el 23 de mayo, pero el Capitán de Corbeta Roberto Agotegaray y el Teniente de Fragata Juan José Rodríguez Mariani tuvieron que regresar, tras casi tres horas de vuelo, porque no encontraron el barco que debían atacar.</p><p>- ¿Cómo fue la vida en la base?</p><p>- Vivíamos allí con los pilotos de A-4 de la Armada, y también con los pilotos de Dagger de la Fuerza Aérea. A partir del momento en que comenzaron las operaciones de guerra, todas las noches faltaban uno o dos, a medida que iban cayendo. Eso hacía que uno lo fuera internalizando de alguna manera, asumiendo que el conflicto tenía costos altos en vidas humanas. A los pilotos de A-4 los conocía, por lo que las pérdidas eran un poco más cercanas. A Carlos Zubizarreta, por ejemplo, lo asistí para encarar su última misión. Eramos compañeros de promoción (N. del A.: el 23 de mayo, luego de regresar de un ataque en San Carlos, el A-4 de Zubizarreta se salió de pista cuando aterrizaba. El piloto se eyectó, pero impactó contra el suelo. Mal herido, falleció poco después en el hospital de Río Grande).</p><p>Los Super y los A-4 compartíamos un hangar, y los Dagger estaban en otro. La cena era el momento de compartir vivencias y relatos entre todos los grupos. </p><p></p><p>La del Exocet y los Super Etendard (SUE) fue una guerra distinta, más afín a la modernidad de los años ’80. Los aviones tenían la última tecnología disponible en cuanto a sistemas de navegación y radares. Y su capacidad de daño estaba dada por el hecho de ser un arma del tipo “dispara y olvida”: el misil “engancha” al blanco en sus sistemas, y lo sigue hasta hacer impacto. El piloto no debe acercarse hasta el buque en cuestión, poniéndose a salvo de los riesgos que representa el fuego antiaéreo de cañones y misiles enemigos.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Pedraso, post: 426314, member: 10150"] [b]Entrevista a Alejandro Francisco[/b] Señores les dejo una entrevista realizada a Alejandro Francisco este año y recien me la enviaron, un saludo y que les guste. Pedro Silva Fuente: Informe Aeronautico Nº3 (Publicada 22/07/2010) [url]http://www.informeaeronautico.com/DETALLENOTAS/tabid/65/selectmoduleid/404/ItemID/7831/reftab/62/Default.aspx[/url] [B]Entrevista a Alejandro Francisco: El Último Exocet[/B] Exocet (Exoceto). Los libros de biología hablan de una familia de peces que tienen la habilidad de dar largos saltos fuera del agua. Sus aletas pectorales, similares a pequeñas alas, les permiten hacer vuelos de varias decenas de metros. El AM-39, lejos de ser una inocente criatura marina, es una letal arma antibuque, fabricada por los franceses de Aérospatiale desde mediados de la década del ‘70. ¿A qué se debe su nombre? Justamente, a que vuela muy cerca del agua. Escapando de sus predadores, los radares. Merced a los sucesos de 1982, su lugar está en los libros de historia. La Argentina gestó la compra del sistema de armas Super Etendard – Exocet en 1980. El objetivo era reemplazar al A4-Q, que ya estaba dando sus últimas hurras en la Aviación Naval vernácula. Cerradas las puertas del mercado norteamericano, la alternativa de los galos apareció como muy conveniente, tanto por el avión como por el misil. Era, también, un avión apto para operar desde el portaaviones “25 de Mayo”. Tuvo un debut apresurado. Cuando aún no habían pasado más que unas pocas horas de vuelo en nuestro país, debieron alistarse los cinco aviones (e igual cantidad de misiles) para participar en la guerra de Malvinas. Toda la etapa aeronaval de esta guerra fue, básicamente, con tácticas de la Segunda Guerra Mundial: los aviones argentinos atacaron a los buques ingleses llevando bombas que debían arrojarse sí o sí en el buque. Así pelearon los pilotos, provocando innumerables daños a la flota británica. Así fue, también, que muchos de ellos no volvieron con vida. La Argentina utilizó los misiles que tenía, con resultados contundentes. Un destructor y un buque portacontenedores hundidos, en las dos primeras misiones en las que se dispararon esos proyectiles. Había cinco, y el quinto fue destinado a la presa mayor: el portaaviones HMS Invincible. Es, tal vez, el episodio más polémico de la guerra. Los argentinos están convencidos de haber dado en el blanco. Los británicos aseguran que el misil nunca llegó al barco. Alejandro “Pancho” Francisco fue quien hizo ese último disparo. El dedo pulgar de su mano derecha lanzó el misil, guió a los cuatro pilotos de la Fuerza Aérea que acompañaron a los dos Super Etendard de la Armada, y encendió la discusión. ¿Cómo llegó Francisco a ese capítulo de la historia? Hace 62 años nació en el Hospital Naval de la Ciudad de Buenos Aires. Su padre también era piloto de la Armada. ¿Fue por eso que Francisco eligió ese camino? “Evidentemente, hay cosas que uno no gobierna en su subconsciente, y que en algún momento hacen click”, responde Pancho. “Mi padre siempre se encargó de disuadirnos a mi hermano y a mí de que siguiéramos la carrera militar. Hasta el colegio secundario, yo no tenía interés en seguir ese rumbo, pero un día algo cambió y lo empecé a pensar. Tenía compañeros en el colegio que sí querían ir, y charlábamos bastante sobre el tema. Al principio yo seguía oponiéndome, pero evidentemente tenía una vocación mayor para esa carrera”, concluye. Una vez dentro de la Armada, repitió de alguna forma un camino conocido desde su infancia. “Cuando yo era chico llevábamos una vida propia de familia castrense, con mudanzas y demás. Viví varios años en Espora, en el barrio de oficiales. Para nosotros, ir a la base y estar en los aviones era habitual. Disfruté mucho esa etapa, porque para un niño de 10 años de edad era una vida muy linda: campo, aviones, un barrio tranquilo”, rememora. - ¿Por qué aviador naval, y no de la Fuerza Aérea? - Ahí sí influyó mucho el ejemplo de mi padre. Una vez que elegí entrar a las Fuerzas Armadas, opté por el modelo que él me representaba. Yo no concebía otra cosa que la Armada, y en ella la Aviación Naval. Ingresé a la Escuela Naval específicamente para ser aviador. En la Escuela de Aviación Naval, además, me incliné con fuerza para la parte de ataque. No quería ser ni helicopterista, ni antisubmarino, ni de transporte. En 1969 hizo la Escuela de Aviación Naval. Un año más tarde, se incorporó a la 2º Escuadrilla de Ataque, que en aquel entonces utilizaba los T-28. “Era el mismo avión que usábamos en la Escuela, y era una escuadrilla de formación, donde normalmente estábamos un año. A las tres semanas ya hacíamos enganches en el portaaviones; practicábamos las maniobras típicas de ataque con vuelos rasantes, y demás. Después de ese año, pasé a Macchi por dos años. Ahí nos adaptamos a hacer las mismas operaciones de ataque, pero ya en un reactor. Y de ahí pasé a volar A-4, por tres años. Luego volví como instructor a la Escuela de Aviación Naval por otros tres años. Me designaron para hacer el viaje como oficial en la Fragata Libertad (en todos los viajes se lleva un aviador, que es el que da las materias afines a la aviación). Mientras estaba haciendo el viaje en la Fragata, se gesta la compra de los Super Etendard. Terminado el viaje, volé unos meses más en A-4 (como para reactivarme) y en 1980 diez pilotos nos fuimos a Francia. Entre fines de ese año y el ’81 hicimos el curso de Super en la base aeronaval de Landiviseau. Estuvimos allí cerca de ocho meses, en donde cursamos una escuela intensiva de lenguas para estudiar francés, hicimos simulador y volamos unas 50 horas por piloto”. ¿Qué impresión le dió el Super Etendard cuando lo vió por primera vez, y luego al comenzar a volarlo? - Me gustó mucho. Es un avión que en sí mismo no era tan distinto –en cuanto a performance y técnicas de vuelo- al A-4. Para nosotros no fue difícil adaptarnos por esa similitud. Lo que tenía distinto en ese momento era la tecnología, que para la época era lo más avanzado. Fue el único avión que volé en mi vida 0 km. Vientos de guerra Sigue Francisco: “En julio del ’81 nos volvimos a la Argentina, y en septiembre llegaron los aviones por barco, directamente a Puerto Belgrano. Empezamos a volarlos acá en octubre, para hacer los vuelos de aceptación y verificación técnica, no como entrenamientos a fondo. En enero nos fuimos de licencia de verano, como era habitual. En febrero retomamos los vuelos, y a fines de marzo nos enteramos que estábamos recuperando las Malvinas. Al menos yo, personalmente, no me enteré de esa operación hasta el 30 de marzo o el 1° de abril”. - Durante la crisis con Chile, ¿tuvo alguna participación, o la de Malvinas fue la primera experiencia de guerra? - En 1978 yo era instructor en la Escuela de Aviación. Me sacaron de allí en ese momento para volar A-4, embarcado en el portaaviones. Un día, creo que fue el 20 de diciembre, nos dicen: “Mañana se lanzan las operaciones”. Era inminente. A la noche nos avisaron la suspensión de todo. Esa fue toda mi participación en el caso con Chile. - ¿Cómo fueron los días a partir del 2 de abril? - Como al resto de las unidades de la Aviación Naval, nos llegó la orden de preparar nuestras capacidades para un enfrentamiento. La única capacidad que teníamos nosotros era el Exocet, de los que habían llegado solamente cinco unidades. No teníamos la tecnología ni el conocimiento para colocar el misil y dispararlo. - ¿Seguían la evolución política del conflicto? - Por los diarios. Nuestro día a día consistía en prepararnos operativamente. El 2 de abril llegaba la asistencia técnica francesa para pasarnos el know-how del misil, para lograr lo que se llamaba el top de lanzamiento. Por supuesto, no vinieron. Ahí hubo un excelente trabajo del personal técnico, que logró adaptar el misil al avión con éxito. - ¿Cuándo se despliegan al sur? - El 19 y 20 de abril fuimos a Río Grande. Los Super Etendard fueron en vuelo, y los misiles fueron en un Electra. Para ese momento, el 201 fue canibalizado y quedó en Espora como fuente de repuestos. Francisco llegó a Río Grande con 33 años de edad, en su primer año como Capitán de Corbeta. La Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque estaba compuesta por diez pilotos, y él era el quinto más antiguo. El jefe era el entonces Capitán de Corbeta Jorge Colombo. A diferencia de otras unidades, los SUE salían de su base solamente cuando se presentaba un blanco válido para su despliegue. Los Exocet eran muy escasos, y debían garantizarse tanto el éxito de la misión como también el impacto sobre la flota enemiga. Por ello, se concentraron especialmente en buques de gran porte. “Nuestras misiones –explica Francisco- necesariamente eran más planificadas que las de la Fuerza Aérea y las de nuestros A-4. A ellos les llegaba la alarma porque había buques en las proximidades de las islas, y entonces salían a atacarlos. Nosotros atacábamos buques en el medio del mar, preferentemente grandes barcos. Entonces primero había que detectarlos, y se requería mucha inteligencia previa para ubicarlos. Sabíamos que nuestros vuelos eran, de alguna manera, los más seguros, porque lanzábamos desde fuera del área de defensa de la flota. No hacía falta que nos acercáramos a los buques. El problema mayor que teníamos era la falta de información sobre el teatro de operaciones. Podía ocurrir que hiciéramos la navegación a un punto específico, y que a la ida o al regreso pasáramos por arriba de un buque inglés. Ahí hubiéramos quedado totalmente expuestos”. En ese esquema, la unidad realizaba salidas de dos aviones por vez, conformadas por un líder y un numeral. Se armaban las parejas empezando por los extremos: el más experimentado con el más nuevo, y así progresivamente. Cada pareja tenía un turno asignado, y si despegaban se consideraba que su turno ya había sido cumplido, llegara o no al blanco. Pasada esa oportunidad, la siguiente misión era cumplida por la próxima dupla. La primera pareja programada era la conformada por Colombo y el Teniente de Fragata Carlos Machetanz, quienes salieron el 1° de mayo. Debido a inconvenientes técnicos en el avión de Colombo (experimentó pérdidas de combustible durante la maniobra de reabastecimiento en vuelo), debieron regresar. Pese a la intención del comandante de volver a salir en la siguiente misión, las reglas se cumplieron para todos. El 4 de mayo los Exocet fueron noticia: la dupla compuesta por Augusto Bedacarratz y Armando Mayora disparó sus dos misiles contra el destructor Sheffield, y uno de ellos hizo impacto. No solamente el buque fue afectado (fue el primer navío de guerra británico hundido en acciones de guerra desde la Segunda Guerra Mundial). A partir de ese acontecimiento, la planificación y estrategia de la Fuerza de Tareas del Reino Unido debió contemplar un factor nuevo, y muy peligroso. Los SUE volvieron a salir el 23 de mayo, pero el Capitán de Corbeta Roberto Agotegaray y el Teniente de Fragata Juan José Rodríguez Mariani tuvieron que regresar, tras casi tres horas de vuelo, porque no encontraron el barco que debían atacar. - ¿Cómo fue la vida en la base? - Vivíamos allí con los pilotos de A-4 de la Armada, y también con los pilotos de Dagger de la Fuerza Aérea. A partir del momento en que comenzaron las operaciones de guerra, todas las noches faltaban uno o dos, a medida que iban cayendo. Eso hacía que uno lo fuera internalizando de alguna manera, asumiendo que el conflicto tenía costos altos en vidas humanas. A los pilotos de A-4 los conocía, por lo que las pérdidas eran un poco más cercanas. A Carlos Zubizarreta, por ejemplo, lo asistí para encarar su última misión. Eramos compañeros de promoción (N. del A.: el 23 de mayo, luego de regresar de un ataque en San Carlos, el A-4 de Zubizarreta se salió de pista cuando aterrizaba. El piloto se eyectó, pero impactó contra el suelo. Mal herido, falleció poco después en el hospital de Río Grande). Los Super y los A-4 compartíamos un hangar, y los Dagger estaban en otro. La cena era el momento de compartir vivencias y relatos entre todos los grupos. La del Exocet y los Super Etendard (SUE) fue una guerra distinta, más afín a la modernidad de los años ’80. Los aviones tenían la última tecnología disponible en cuanto a sistemas de navegación y radares. Y su capacidad de daño estaba dada por el hecho de ser un arma del tipo “dispara y olvida”: el misil “engancha” al blanco en sus sistemas, y lo sigue hasta hacer impacto. El piloto no debe acercarse hasta el buque en cuestión, poniéndose a salvo de los riesgos que representa el fuego antiaéreo de cañones y misiles enemigos. [/QUOTE]
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