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El Conflicto Interno en Colombia
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<blockquote data-quote="Caballero Negro" data-source="post: 1809042" data-attributes="member: 28917"><p>Bueno, hay que decir que la Fiscalía General de la Nación es muy diligente investigando y condenando a los integrantes de la Fuerza Pública sean estos oficiales o sub-oficiales, dehecho al sol de hoy hay más de 2.000 en prisión y muchos miles más investigados, incluso toda la actual cúpula militar está investigada. Ustedes saben que las Fuerzas Militares al ser Instituciones tan grandes y al tener todo tipo de extracción social pues son muy susceptibles a todos los vicios que nos aquejan, a saber, corrupción, clientelismo, delincuencia, tráfico de influencias y todo tipo ilegalidades.</p><p></p><p>Lo que preocupa, es que hoy tenemos en Colombia muchos Jueces, unas Altas Cortes, Altos Tribunales y la institución que se encarga de la persecución judicial politizadas, por Ejemplo el Consejo de Estado profirió hace poco una sentencia en la que dicen que las FARc no son terroristas, hágame el favor, cómo se entiende eso? si todos los días dinamitan torres de energía, ponen bombas, siembran minas donde caen niños y campesinos, atacan la infraestructura minero-energética y de comunicaciones sin pena, hace poco se ha descubierto un cartel de testigos falsos que a sueldo se han dedicado a declarar todo tipo de cosas para poner tras las rejas a los más brillantes militares, existen ONG´s como el colectivo de abogados José Alvear Restrepo que se dedican a visitar cárceles para fabricar testigos y llenarse los bolsillos demandando al Estado, además se fabrican testigos, se hacen pasar a los guerrilleros por ejecuciones extrajudiciales, y de contera el Estado frente a las acusaciones deja a los militares inermes sin que haya una correcta defensa técnica provista por el Gobierno, por eso el Coronel Plazas Vega, gestor de la recuperación del Palacio de Justicia, lo condenaron con el testimonio de un hombre que el día de los hechos estaba viendo la toma por televisión en los Villavicencio, envió una carta de su puño y letra para decir que la declaración que se hizo valer en Juicio no era suya y que no era su firma la que reposaba en el documento, pero con eso bastó para condenarlo, al día siguiente la señora Juez que emitió la sentencia escapó para Alemania.</p><p></p><p>TORDO79, lo que tu dices que pasa allá ya ocurre acá, el General Arias Cabrales y el propio Plazas Vega están en prisión mientras los ex-integrantes del M-19 que se tomaron la embajada de Rep. Dominicana en el 79 y el Palacio e Justicia en el 85 son congresistas, gobernadores y el actual alcalde de Bogotá es un ex M-19, el segundo cargo más importante de la Nación, con un presupuesto mayor al de Ecuador manejado por un hombre que odia a la Fuerza Pública.</p><p></p><p>Lo cierto es que hoy por hoy, a los oficiales les da miedo comandar operaciones so pretexto de que la persecución judicial que sufren es despiadada, por eso los militares muertos en Buenos Aires - Cauca, estaban comandados por un sargento y no por un teniente como reza el procedimiento. Esto hace parte de la combinación de todas las formas de lucha, es decir, que el ataque provenga por todas partes, mediática, jurídica, militar, política etc.</p><p></p><p>Para la muestra un botón que ya había dejado por acá creo, pero son casos que duelen mucho porque a pesar que las instituciones más queridad y respetadas son las Fuerzas Militres, pues miren lo que ocurre:</p><p></p><p><span style="font-size: 22px"><strong>Entrevista a Luis Alfonso Plazas Vega</strong></span></p><p><span style="font-size: 22px"></span></p><p><span style="font-size: 22px"><strong>[MEDIA=youtube]qjw5YpXvk30[/MEDIA]</strong></span></p><p><span style="font-size: 22px"></span></p><p><strong><strong><span style="font-size: 22px">¿De héroe a villano? Coronel Mejía relata sus años de gloria y dolor</span></strong></strong></p><p><strong><span style="font-size: 26px"></span></strong></p><p><strong><span style="font-size: 26px"><a href="http://1.bp.blogspot.com/-K28Ykpyhwpc/VAbZfh6MQCI/AAAAAAAAAiE/f9T5WmrwT6s/s1600/IMAGEN-14475916-2.jpg"><img src="https://images-blogger-opensocial.googleusercontent.com/gadgets/proxy?url=http%3A%2F%2F1.bp.blogspot.com%2F-K28Ykpyhwpc%2FVAbZfh6MQCI%2FAAAAAAAAAiE%2Ff9T5WmrwT6s%2Fs1600%2FIMAGEN-14475916-2.jpg&container=blogger&gadget=a&rewriteMime=image%2F*" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></a></span></strong></p><p><strong><span style="font-size: 26px"></span></strong></p><p><span style="font-size: 15px">La suya, la historia que el coronel Hernán Mejía Gutiérrez acaba de recoger en un libro aún no publicado, bien podría ser tema de una película o de una novela capaz de atrapar al lector desde el primer capítulo.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">De niño soñaba con ser arquitecto. Pero un día su anhelo fue otro. Era un 20 de julio y su padre lo había cargado en hombros para que pudiera presenciar un vistoso desfile militar. Hubo un instante, solo un instante, en que la mirada del oficial que marchaba al frente se cruzó con la suya. El pequeño lo vio como un héroe dispuesto a dar su vida por la patria y, a partir de ese momento, quiso ser un soldado como él.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Tiempo más tarde, cuando adelantaba diligencias para ingresar a la Escuela Militar de Cadetes, su padre descubrió sus intenciones y no estuvo de acuerdo. “Hijo –murmuró con ronca inquietud–, esa profesión que estás escogiendo para tu vida solo te brindará cicatrices y medallas”.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Tenía 15 años de edad cuando ingresó en la academia José María Córdova. Soportó durante cuatro años una férrea disciplina lejos de su familia, con duchas heladas al amanecer, trotes e interminables guardias nocturnas. “El entrenamiento debe ser tan fuerte, que la guerra para usted le va a parecer un descanso”, le dijo alguna vez su instructor.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Ascendido a subteniente de Artillería en medio de banderas, estandartes y uniformes de gala, el protagonista de nuestra historia sintió que había cumplido su sueño. Lleno de orgullo regresó a casa de su padre que seguía viéndolo con una especie de triste resignación. No imaginaba que su primera experiencia como militar iba a convertirse en una terrible y trágica pesadilla.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Bautismo de fuego</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">El seis de noviembre de 1985 estaba dictando una clase de artillería cuando se oyeron por todas partes sirenas de alarma. Su curso fue interrumpido por el anuncio de que el M 19 se había tomado el Capitolio. De inmediato recibió la orden de desplazarse con dos camiones militares rumbo a la Plaza de Bolívar. Solo al llegar allí descubrió que la edificación asaltada era el Palacio de Justicia.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Fue una terrible experiencia que duró 27 horas. Después de acceder al Palacio de Justicia dos veces, con grandes riesgos y algunas bajas, para rescatar heridos o personas retenidas, recibió la orden de tomar el tercer piso ocupado por la guerrilla. Estaba logrando su cometido, cuando fue alcanzado por dos disparos que lo lanzaron contra una ventana. Sus soldados lo dieron por muerto.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Recogido al fin, era llevado por la carrera séptima en una camilla cuando una ráfaga de disparos obligó a los hombres a correr para ponerse a salvo. Quedó abandonado en el pavimento. Nunca supo en qué momento fue milagrosamente rescatado por una ambulancia que lo llevó al Hospital Militar. Dos días después recibió la visita en su habitación del propio presidente de la República, Belisario Betancur. “Teniente –le dijo–, la patria y la democracia han quedado en deuda con usted: bienvenido a la vida”.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">En los siguientes años, luego del holocausto del Palacio de Justicia, se impuso seguir todos los cursos enfocados a la lucha contra el terrorismo. En cada uno de ellos se trataba de llegar al nivel de resistencia más extremo. Los continuó luego en el Fuerte Bragg, en Carolina del Norte, donde eran formados militares de 108 países.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Fue tal su desempeño en los cursos de Operaciones Especiales que obtuvo una medalla de honor. La última operación, para la cual tuvo a su lado los mejores oficiales del curso, cubrió diez semanas de combate individual y peligrosas maniobras de paracaidismo.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Estas experiencias lo convirtieron en uno de los colombianos mejor preparados para enfrentar al terrorismo. Gracias a este reconocimiento, fue enviado a nuestra embajada en Washington como asesor diplomático en guerras de contrainsurgencia.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><a href="http://2.bp.blogspot.com/-dyIRvdDaT4A/VAbZuOvwnCI/AAAAAAAAAiM/_mlfdcmPkWo/s1600/IMAGEN-14475937-2.jpg"><span style="font-size: 15px"><img src="https://images-blogger-opensocial.googleusercontent.com/gadgets/proxy?url=http%3A%2F%2F2.bp.blogspot.com%2F-dyIRvdDaT4A%2FVAbZuOvwnCI%2FAAAAAAAAAiM%2F_mlfdcmPkWo%2Fs1600%2FIMAGEN-14475937-2.jpg&container=blogger&gadget=a&rewriteMime=image%2F*" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></span></a></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Un año y medio después, el panorama de su vida cambió radicalmente cuando de regreso a Colombia fue designado comandante de una unidad táctica y enviado a regiones del Putumayo dominadas por la guerrilla. Así, una semana después de haber abandonado su confortable oficina en Washington, se encontró en una pequeña carpa en medio de la selva y con la cercana y amenazante presencia de las Farc.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">El municipio más cercano a este lugar era La Hormiga, centro neurálgico del tráfico de droga. En tiempos de la cosecha cocalera recibía más de quince mil visitantes para los cuales se habían abierto 57 prostíbulos de todos los niveles, además de discotecas y bares. Todas las noches había muertos. Cuando Mejía llegó allí con sus hombres, fue recibido por la guerrilla con una ráfaga de ametralladoras. Un soldado cayó muerto a su lado.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Sobrevivir allí parecía un milagro. Pero nuestro personaje, apertrechado en su campamento, logró ubicar, gracias a un estudio de inteligencia técnica, los tres grandes grupos armados que tenía la guerrilla en el sur del Putumayo. De modo que no tardó en dividir a los 326 hombres de su batallón para adelantar acciones simultáneas en tres frentes, comandados por oficiales bajo su mando. Fue una confrontación cruda y sin límites que culminó con toma de poblaciones y desalojo de la guerrilla. Esta última, como recurso extremo, decidió tomarse La Hormiga.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Mejía Gutiérrez se preparó para el combate. Temiendo que lo esperaba una muerte segura llamó a su esposa para despedirse de ella. Sus superiores le habían negado todo refuerzo. Tendría que arreglárselas solo con los hombres que tenía. Pues bien, como lo cuenta en su libro, tras feroces combates en los alrededores del pueblo, a las cinco de la mañana la guerrilla emprendió la retirada. Las pérdidas en sus filas fueron diez veces mayores a las de su batallón. Tras haber logrado esta victoria, Mejía pudo regresar para reunirse con los suyos.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Un milagro en el Cesar</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Disfrutaba, al fin, de un periodo de vacaciones junto a su familia y se alistaba a recibir el mando de un batallón de artillería en la capital, cuando un nuevo aviso le dio un viraje inesperado a su vida. Era un martes, salía con su esposa y sus niños en auto hacia el norte de la ciudad cuando una llamada del general Jorge Mora Rangel, comandante del Ejército, le informó que estaba destinado ahora al Cesar, departamento donde la guerrilla, reina en la región, días atrás había asesinado a la exministra de Cultura Consuelo Araújo.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Minutos después, el propio presidente de la República, Andrés Pastrana Arango, le confirmaba que esta decisión había sido tomada por él días después de haberle entregado a Mejía Gutiérrez el premio como el mejor soldado de América. “Esta designación en el Cesar –le dijo Pastrana– le dará la oportunidad de mostrar nuevamente sus calidades de líder y soldado. Estoy seguro de que no defraudará a sus compatriotas”.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">En su libro Mejía Gutiérrez cuenta cómo se reunieron con él los personajes más sobresalientes del departamento para comunicarle su alarma por el auge alcanzado allí por la guerrilla con ataques, secuestros, hurtos y desalojos. Muchos pobladores habían huido abandonando sus casas y sus fincas.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Al mismo tiempo, ninguna confianza inspiraba el estamento militar, pues la guerrilla había logrado infiltrarlo a fin de conocer con anticipación las operaciones en su contra, y algo más grave: recibir armas, municiones y uniformes a cambio de dinero. Para cortar de raíz con estas anomalías, Mejía Gutiérrez tomó la decisión de relevar a los encargados de los depósitos, hacer el inventario de material y adelantar fulminantes investigaciones.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">“Haber descubierto y desenmascarado a los cabecillas de esta rampante corrupción acabó arruinando mi vida”, escribe hoy Mejía Gutiérrez. Su tragedia, según él, fue haber llevado ante la justicia al sargento Edwin Manuel Guzmán, jefe de la banda criminal.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Los resultados operacionales que obtuvo Mejía durante los dos años que permaneció como comandante del Batallón La Popa fueron deslumbrantes. Desde su primera acción en el corregimiento de Aguas Blancas logró el rescate de muchos secuestrados.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Con la creación de dos pelotones especiales, gran parte del piedemonte de la Sierra Nevada pudo ser recuperado. Su operación Tormenta fue citada como ejemplo por los altos mandos militares. También los episodios vividos por su tropa en las estribaciones de la serranía del Perijá, donde tuvo lugar una dura batalla con un grupo de las Farc en la que estuvo a punto de morir.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">El vehículo en que se desplazaba recibió una bomba. “Yo, volaba por los aires, no sentía nada, la muerte me envolvía” –narra Mejía–. A su lado había soldados heridos. Despertó en una clínica de Valledupar donde lograron salvarle la vida.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Tras los éxitos obtenidos por Mejía, no es extraño que el 8 de agosto del 2002, un día después de haber asumido el poder, Uribe Vélez llegara al Cesar para servirse del milagro ocurrido allí como ejemplo de lo que iba ser su política de Seguridad Democrática.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Mejía fue visto como el mejor militar del país. Al final de su misión en el Cesar, 24 meses después de haber llegado, ganaderos que habían sido rescatados por él, autoridades y todos los personajes que dos años atrás lo habían recibido para comunicarle su alarma, lo despidieron con inmensa gratitud.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Mejía Gutiérrez había realizado 600 misiones en las cuales murieron 23 soldados y 62 quedaron heridos o mutilados. En el aeropuerto de Valledupar fue despedido por el gobernador y el alcalde y un gran número de habitantes de la región que batían pañuelos blancos.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Sus proezas no terminaron ahí. Como jefe de operaciones en la Brigada Trece de Bogotá, fue encargado de la operación Kenia, encaminada a combatir al jefe guerrillero ‘Marcos’ –lugarteniente del temible ‘Romaña’–, que operaba en las montañas y senderos que rodean el norte y oriente de la capital.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Con episodios dignos de una novela o una película, el peligroso jefe guerrillero cayó en manos de la tropa. Fue otro de los grandes logros de Mejía.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 22px"><strong>La inesperada pesadilla del coronel Mejía Gutiérrez</strong></span></p><p><span style="font-size: 18px"></span></p><p><span style="font-size: 18px"><strong>"El ministro Santos, en rueda de prensa, le hará acusaciones", le dijo el comandante del Ejército.</strong></span></p><p><span style="font-size: 18px"></span></p><p><span style="font-size: 18px"><a href="http://2.bp.blogspot.com/-AYXrFdQFVzQ/VAh1tT8qsoI/AAAAAAAAAjc/BlynT2j6dHU/s1600/IMAGEN-14481256-2.jpg"><img src="https://images-blogger-opensocial.googleusercontent.com/gadgets/proxy?url=http%3A%2F%2F2.bp.blogspot.com%2F-AYXrFdQFVzQ%2FVAh1tT8qsoI%2FAAAAAAAAAjc%2FBlynT2j6dHU%2Fs1600%2FIMAGEN-14481256-2.jpg&container=blogger&gadget=a&rewriteMime=image%2F*" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></a></span></p><p><span style="font-size: 18px"></span></p><p><strong><span style="font-size: 15px">¿En qué momento este militar, visto como un héroe en todas las regiones donde combatió por igual a los grupos armados ilegales, se convirtió en villano?</span></strong></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Fue algo inesperado. Era el mes de enero de 2007. El coronel Hernán Mejía Gutiérrez disfrutaba junto a su esposa, su madre y sus hijos de unas tranquilas vacaciones en el club militar Las Mercedes, en Melgar, cuando recibió una apremiante llamada del comandante del Ejército, el general Mario Montoya Uribe. Le dijo que debía regresar de inmediato a Bogotá, y para ello le envió un helicóptero. Montoya lo recibió en su despacho.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Con una sombría expresión le dijo en voz baja: “Hernán, en pocos minutos el ministro Santos convocará una rueda de prensa en la que hará terribles acusaciones contra usted”.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Oyendo aquello, a Mejía se le heló la sangre. No entendía qué cargos podía hacerle el ministro cuando en su entorno todos lo consideraban un héroe militar, citado siempre como ejemplo.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><strong><span style="font-size: 15px">Las acusaciones</span></strong></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Su desconcierto fue mayor al escuchar al ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, denunciándolo por vínculos con ‘Jorge 40’, además de violaciones a los derechos humanos y actos de corrupción.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Estas aseveraciones fueron difundidas con gran estrépito en radio y televisión. “Era como estar en un campo de batalla recibiendo ráfagas imprevistas de ametralladora”, escribe Mejía en su libro (que será publicado próximamente).</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Al día siguiente, el diario EL TIEMPO titulaba en la primera página: “Cae el coronel estrella del Ejército”. Y la revista Semana traía como portada un retrato suyo con un terrible título: ‘De héroe a villano’.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">En sus páginas, un supuesto testigo, cuyo nombre no era revelado, afirmaba haberlo acompañado a una entrevista con los jefes paramilitares ‘Jorge 40’, ‘Omega’ y ‘39’.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><strong><strong><span style="font-size: 15px">Testigos falsos</span></strong></strong></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Según este testigo, Mejía Gutiérrez había convenido con ‘Jorge 40’ recibir un sueldo mensual de 30 millones de pesos.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Además habría aceptado realizar una purga para eliminar a 19 hombres del grupo ilegal, los cuales serían presentados luego como guerrilleros del ELN muertos en combate.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Solo tiempo después, el coronel Mejía Gutiérrez sabría que el famoso testigo clave era Edwin Manuel Guzmán, el sargento que había hecho detener en Valledupar al descubrir que vendía armas y municiones a la guerrilla y a los ‘paras’. Se trataba sin duda de una venganza suya. Tras las acusaciones contra Mejía, que le permitieron al sargento Guzmán eliminar sus años de cárcel para ser puesto en libertad y ser considerado como testigo protegido, otros dos reclusos, en busca de iguales beneficios, decidieron tres años después seguir sus pasos confirmando lo dicho por él.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Estos falsos testigos fueron John Jairo Hernández, alias Daniel Centella y Guillermo Hoyos Gutiérrez.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><a href="http://3.bp.blogspot.com/-9l6v-go_19s/VAh1_r_puYI/AAAAAAAAAjk/WR1NNnEhlbo/s1600/IMAGEN-14481197-2.jpg"><span style="font-size: 15px"><img src="https://images-blogger-opensocial.googleusercontent.com/gadgets/proxy?url=http%3A%2F%2F3.bp.blogspot.com%2F-9l6v-go_19s%2FVAh1_r_puYI%2FAAAAAAAAAjk%2FWR1NNnEhlbo%2Fs1600%2FIMAGEN-14481197-2.jpg&container=blogger&gadget=a&rewriteMime=image%2F*" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></span></a></p><p></p><p><strong><strong><span style="font-size: 15px">Nadie le responde</span></strong></strong></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Nunca entendió Mejía cómo se le daba crédito a Guzmán cuando este jamás estuvo presente ni antes, ni durante, ni después de los supuestos hechos denunciados por él.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Desde el primer día de este escándalo, Mejía buscó hablar con el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos. Tardó diez meses en ser recibido por él. Santos aceptó que podía haber ocurrido un error con la información que se le había suministrado y le ofreció, una vez regresara de un viaje a los Estados Unidos, aclarar la situación.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Mejía intentó también entrevistarse con el viceministro Sergio Jaramillo, pero este jamás lo recibió. Quien le dio pistas para saber por qué había sido acusado fue el otro viceministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">“Mi coronel –no tuvo reparo en decírselo–, su cabeza fue negociada. Se requería aliviar la presión internacional por el tema de los derechos humanos”.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">“A partir de aquel día –escribe Mejía en su libro–, comprendí que era víctima de una absurda pero poderosa componenda”.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Lo peor para él no tardó en llegar. Quedó detenido mientras se adelantaba un juicio en su contra.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><strong><strong><span style="font-size: 15px">La condena</span></strong></strong></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Finalmente, seis años después, el juez Alejandro Díez Pedraza lo condenó a veinte años de prisión y a pagar una multa de siete millones de dólares.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">“Este hombre –escribe Mejía Gutiérrez–, sin conocer una hoja del voluminoso expediente construido con más de cien mil folios, descargó contra mí y mis subalternos esta atroz sentencia”.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">De nada sirvió que lugartenientes de ‘Jorge 40’, en vez de presentar a Mejía como amigo de su jefe, declararan bajo juramento que éste había dado la orden de asesinarlo.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Y lo que es aún más desconcertante: dos hechos que dejan sin piso los cargos contra Mejía Gutiérrez no han sido tomados en cuenta por la justicia.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">El primero, cuando el fiscal Iguarán, en su momento, calificó al sargento Guzmán de falso testigo.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">El segundo y más reciente corre por cuenta del fiscal Eduardo Montealegre, quien hizo el mismo señalamiento a John Jairo Hernández, alias Centella, y a Hoyos Gutiérrez, los otros dos testigos que sirvieron de base para condenar a Mejía.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">De esta manera, el héroe convertido en villano ha sufrido una pesadilla que lleva más de 2.600 días. Hoy, con la cabeza blanca de canas por todo lo que ha padecido, Mejía recuerda la frase de su padre cuando supo su decisión de ser militar:</span></p><p><span style="font-size: 15px">“Hijo, esa profesión que estás escogiendo para tu vida solo te brindará cicatrices y medallas”.</span></p><p><span style="font-size: 15px"></span></p><p><span style="font-size: 15px">Y así fue.</span></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Caballero Negro, post: 1809042, member: 28917"] Bueno, hay que decir que la Fiscalía General de la Nación es muy diligente investigando y condenando a los integrantes de la Fuerza Pública sean estos oficiales o sub-oficiales, dehecho al sol de hoy hay más de 2.000 en prisión y muchos miles más investigados, incluso toda la actual cúpula militar está investigada. Ustedes saben que las Fuerzas Militares al ser Instituciones tan grandes y al tener todo tipo de extracción social pues son muy susceptibles a todos los vicios que nos aquejan, a saber, corrupción, clientelismo, delincuencia, tráfico de influencias y todo tipo ilegalidades. Lo que preocupa, es que hoy tenemos en Colombia muchos Jueces, unas Altas Cortes, Altos Tribunales y la institución que se encarga de la persecución judicial politizadas, por Ejemplo el Consejo de Estado profirió hace poco una sentencia en la que dicen que las FARc no son terroristas, hágame el favor, cómo se entiende eso? si todos los días dinamitan torres de energía, ponen bombas, siembran minas donde caen niños y campesinos, atacan la infraestructura minero-energética y de comunicaciones sin pena, hace poco se ha descubierto un cartel de testigos falsos que a sueldo se han dedicado a declarar todo tipo de cosas para poner tras las rejas a los más brillantes militares, existen ONG´s como el colectivo de abogados José Alvear Restrepo que se dedican a visitar cárceles para fabricar testigos y llenarse los bolsillos demandando al Estado, además se fabrican testigos, se hacen pasar a los guerrilleros por ejecuciones extrajudiciales, y de contera el Estado frente a las acusaciones deja a los militares inermes sin que haya una correcta defensa técnica provista por el Gobierno, por eso el Coronel Plazas Vega, gestor de la recuperación del Palacio de Justicia, lo condenaron con el testimonio de un hombre que el día de los hechos estaba viendo la toma por televisión en los Villavicencio, envió una carta de su puño y letra para decir que la declaración que se hizo valer en Juicio no era suya y que no era su firma la que reposaba en el documento, pero con eso bastó para condenarlo, al día siguiente la señora Juez que emitió la sentencia escapó para Alemania. TORDO79, lo que tu dices que pasa allá ya ocurre acá, el General Arias Cabrales y el propio Plazas Vega están en prisión mientras los ex-integrantes del M-19 que se tomaron la embajada de Rep. Dominicana en el 79 y el Palacio e Justicia en el 85 son congresistas, gobernadores y el actual alcalde de Bogotá es un ex M-19, el segundo cargo más importante de la Nación, con un presupuesto mayor al de Ecuador manejado por un hombre que odia a la Fuerza Pública. Lo cierto es que hoy por hoy, a los oficiales les da miedo comandar operaciones so pretexto de que la persecución judicial que sufren es despiadada, por eso los militares muertos en Buenos Aires - Cauca, estaban comandados por un sargento y no por un teniente como reza el procedimiento. Esto hace parte de la combinación de todas las formas de lucha, es decir, que el ataque provenga por todas partes, mediática, jurídica, militar, política etc. Para la muestra un botón que ya había dejado por acá creo, pero son casos que duelen mucho porque a pesar que las instituciones más queridad y respetadas son las Fuerzas Militres, pues miren lo que ocurre: [SIZE=6][B]Entrevista a Luis Alfonso Plazas Vega[/B] [B][/B] [B][MEDIA=youtube]qjw5YpXvk30[/MEDIA][/B] [B][/B][/SIZE] [B][B][SIZE=6]¿De héroe a villano? Coronel Mejía relata sus años de gloria y dolor[/SIZE][/B] [SIZE=7] [URL='http://1.bp.blogspot.com/-K28Ykpyhwpc/VAbZfh6MQCI/AAAAAAAAAiE/f9T5WmrwT6s/s1600/IMAGEN-14475916-2.jpg'][IMG]https://images-blogger-opensocial.googleusercontent.com/gadgets/proxy?url=http%3A%2F%2F1.bp.blogspot.com%2F-K28Ykpyhwpc%2FVAbZfh6MQCI%2FAAAAAAAAAiE%2Ff9T5WmrwT6s%2Fs1600%2FIMAGEN-14475916-2.jpg&container=blogger&gadget=a&rewriteMime=image%2F*[/IMG][/URL] [/SIZE][/B] [SIZE=4]La suya, la historia que el coronel Hernán Mejía Gutiérrez acaba de recoger en un libro aún no publicado, bien podría ser tema de una película o de una novela capaz de atrapar al lector desde el primer capítulo. De niño soñaba con ser arquitecto. Pero un día su anhelo fue otro. Era un 20 de julio y su padre lo había cargado en hombros para que pudiera presenciar un vistoso desfile militar. Hubo un instante, solo un instante, en que la mirada del oficial que marchaba al frente se cruzó con la suya. El pequeño lo vio como un héroe dispuesto a dar su vida por la patria y, a partir de ese momento, quiso ser un soldado como él. Tiempo más tarde, cuando adelantaba diligencias para ingresar a la Escuela Militar de Cadetes, su padre descubrió sus intenciones y no estuvo de acuerdo. “Hijo –murmuró con ronca inquietud–, esa profesión que estás escogiendo para tu vida solo te brindará cicatrices y medallas”. Tenía 15 años de edad cuando ingresó en la academia José María Córdova. Soportó durante cuatro años una férrea disciplina lejos de su familia, con duchas heladas al amanecer, trotes e interminables guardias nocturnas. “El entrenamiento debe ser tan fuerte, que la guerra para usted le va a parecer un descanso”, le dijo alguna vez su instructor. Ascendido a subteniente de Artillería en medio de banderas, estandartes y uniformes de gala, el protagonista de nuestra historia sintió que había cumplido su sueño. Lleno de orgullo regresó a casa de su padre que seguía viéndolo con una especie de triste resignación. No imaginaba que su primera experiencia como militar iba a convertirse en una terrible y trágica pesadilla. Bautismo de fuego El seis de noviembre de 1985 estaba dictando una clase de artillería cuando se oyeron por todas partes sirenas de alarma. Su curso fue interrumpido por el anuncio de que el M 19 se había tomado el Capitolio. De inmediato recibió la orden de desplazarse con dos camiones militares rumbo a la Plaza de Bolívar. Solo al llegar allí descubrió que la edificación asaltada era el Palacio de Justicia. Fue una terrible experiencia que duró 27 horas. Después de acceder al Palacio de Justicia dos veces, con grandes riesgos y algunas bajas, para rescatar heridos o personas retenidas, recibió la orden de tomar el tercer piso ocupado por la guerrilla. Estaba logrando su cometido, cuando fue alcanzado por dos disparos que lo lanzaron contra una ventana. Sus soldados lo dieron por muerto. Recogido al fin, era llevado por la carrera séptima en una camilla cuando una ráfaga de disparos obligó a los hombres a correr para ponerse a salvo. Quedó abandonado en el pavimento. Nunca supo en qué momento fue milagrosamente rescatado por una ambulancia que lo llevó al Hospital Militar. Dos días después recibió la visita en su habitación del propio presidente de la República, Belisario Betancur. “Teniente –le dijo–, la patria y la democracia han quedado en deuda con usted: bienvenido a la vida”. En los siguientes años, luego del holocausto del Palacio de Justicia, se impuso seguir todos los cursos enfocados a la lucha contra el terrorismo. En cada uno de ellos se trataba de llegar al nivel de resistencia más extremo. Los continuó luego en el Fuerte Bragg, en Carolina del Norte, donde eran formados militares de 108 países. Fue tal su desempeño en los cursos de Operaciones Especiales que obtuvo una medalla de honor. La última operación, para la cual tuvo a su lado los mejores oficiales del curso, cubrió diez semanas de combate individual y peligrosas maniobras de paracaidismo. Estas experiencias lo convirtieron en uno de los colombianos mejor preparados para enfrentar al terrorismo. Gracias a este reconocimiento, fue enviado a nuestra embajada en Washington como asesor diplomático en guerras de contrainsurgencia. [/SIZE] [URL='http://2.bp.blogspot.com/-dyIRvdDaT4A/VAbZuOvwnCI/AAAAAAAAAiM/_mlfdcmPkWo/s1600/IMAGEN-14475937-2.jpg'][SIZE=4][IMG]https://images-blogger-opensocial.googleusercontent.com/gadgets/proxy?url=http%3A%2F%2F2.bp.blogspot.com%2F-dyIRvdDaT4A%2FVAbZuOvwnCI%2FAAAAAAAAAiM%2F_mlfdcmPkWo%2Fs1600%2FIMAGEN-14475937-2.jpg&container=blogger&gadget=a&rewriteMime=image%2F*[/IMG][/SIZE][/URL] [SIZE=4] Un año y medio después, el panorama de su vida cambió radicalmente cuando de regreso a Colombia fue designado comandante de una unidad táctica y enviado a regiones del Putumayo dominadas por la guerrilla. Así, una semana después de haber abandonado su confortable oficina en Washington, se encontró en una pequeña carpa en medio de la selva y con la cercana y amenazante presencia de las Farc. El municipio más cercano a este lugar era La Hormiga, centro neurálgico del tráfico de droga. En tiempos de la cosecha cocalera recibía más de quince mil visitantes para los cuales se habían abierto 57 prostíbulos de todos los niveles, además de discotecas y bares. Todas las noches había muertos. Cuando Mejía llegó allí con sus hombres, fue recibido por la guerrilla con una ráfaga de ametralladoras. Un soldado cayó muerto a su lado. Sobrevivir allí parecía un milagro. Pero nuestro personaje, apertrechado en su campamento, logró ubicar, gracias a un estudio de inteligencia técnica, los tres grandes grupos armados que tenía la guerrilla en el sur del Putumayo. De modo que no tardó en dividir a los 326 hombres de su batallón para adelantar acciones simultáneas en tres frentes, comandados por oficiales bajo su mando. Fue una confrontación cruda y sin límites que culminó con toma de poblaciones y desalojo de la guerrilla. Esta última, como recurso extremo, decidió tomarse La Hormiga. Mejía Gutiérrez se preparó para el combate. Temiendo que lo esperaba una muerte segura llamó a su esposa para despedirse de ella. Sus superiores le habían negado todo refuerzo. Tendría que arreglárselas solo con los hombres que tenía. Pues bien, como lo cuenta en su libro, tras feroces combates en los alrededores del pueblo, a las cinco de la mañana la guerrilla emprendió la retirada. Las pérdidas en sus filas fueron diez veces mayores a las de su batallón. Tras haber logrado esta victoria, Mejía pudo regresar para reunirse con los suyos. Un milagro en el Cesar Disfrutaba, al fin, de un periodo de vacaciones junto a su familia y se alistaba a recibir el mando de un batallón de artillería en la capital, cuando un nuevo aviso le dio un viraje inesperado a su vida. Era un martes, salía con su esposa y sus niños en auto hacia el norte de la ciudad cuando una llamada del general Jorge Mora Rangel, comandante del Ejército, le informó que estaba destinado ahora al Cesar, departamento donde la guerrilla, reina en la región, días atrás había asesinado a la exministra de Cultura Consuelo Araújo. Minutos después, el propio presidente de la República, Andrés Pastrana Arango, le confirmaba que esta decisión había sido tomada por él días después de haberle entregado a Mejía Gutiérrez el premio como el mejor soldado de América. “Esta designación en el Cesar –le dijo Pastrana– le dará la oportunidad de mostrar nuevamente sus calidades de líder y soldado. Estoy seguro de que no defraudará a sus compatriotas”. En su libro Mejía Gutiérrez cuenta cómo se reunieron con él los personajes más sobresalientes del departamento para comunicarle su alarma por el auge alcanzado allí por la guerrilla con ataques, secuestros, hurtos y desalojos. Muchos pobladores habían huido abandonando sus casas y sus fincas. Al mismo tiempo, ninguna confianza inspiraba el estamento militar, pues la guerrilla había logrado infiltrarlo a fin de conocer con anticipación las operaciones en su contra, y algo más grave: recibir armas, municiones y uniformes a cambio de dinero. Para cortar de raíz con estas anomalías, Mejía Gutiérrez tomó la decisión de relevar a los encargados de los depósitos, hacer el inventario de material y adelantar fulminantes investigaciones. “Haber descubierto y desenmascarado a los cabecillas de esta rampante corrupción acabó arruinando mi vida”, escribe hoy Mejía Gutiérrez. Su tragedia, según él, fue haber llevado ante la justicia al sargento Edwin Manuel Guzmán, jefe de la banda criminal. Los resultados operacionales que obtuvo Mejía durante los dos años que permaneció como comandante del Batallón La Popa fueron deslumbrantes. Desde su primera acción en el corregimiento de Aguas Blancas logró el rescate de muchos secuestrados. Con la creación de dos pelotones especiales, gran parte del piedemonte de la Sierra Nevada pudo ser recuperado. Su operación Tormenta fue citada como ejemplo por los altos mandos militares. También los episodios vividos por su tropa en las estribaciones de la serranía del Perijá, donde tuvo lugar una dura batalla con un grupo de las Farc en la que estuvo a punto de morir. El vehículo en que se desplazaba recibió una bomba. “Yo, volaba por los aires, no sentía nada, la muerte me envolvía” –narra Mejía–. A su lado había soldados heridos. Despertó en una clínica de Valledupar donde lograron salvarle la vida. Tras los éxitos obtenidos por Mejía, no es extraño que el 8 de agosto del 2002, un día después de haber asumido el poder, Uribe Vélez llegara al Cesar para servirse del milagro ocurrido allí como ejemplo de lo que iba ser su política de Seguridad Democrática. Mejía fue visto como el mejor militar del país. Al final de su misión en el Cesar, 24 meses después de haber llegado, ganaderos que habían sido rescatados por él, autoridades y todos los personajes que dos años atrás lo habían recibido para comunicarle su alarma, lo despidieron con inmensa gratitud. Mejía Gutiérrez había realizado 600 misiones en las cuales murieron 23 soldados y 62 quedaron heridos o mutilados. En el aeropuerto de Valledupar fue despedido por el gobernador y el alcalde y un gran número de habitantes de la región que batían pañuelos blancos. Sus proezas no terminaron ahí. Como jefe de operaciones en la Brigada Trece de Bogotá, fue encargado de la operación Kenia, encaminada a combatir al jefe guerrillero ‘Marcos’ –lugarteniente del temible ‘Romaña’–, que operaba en las montañas y senderos que rodean el norte y oriente de la capital. Con episodios dignos de una novela o una película, el peligroso jefe guerrillero cayó en manos de la tropa. Fue otro de los grandes logros de Mejía. [/SIZE] [SIZE=6][B]La inesperada pesadilla del coronel Mejía Gutiérrez[/B][/SIZE] [SIZE=5] [B]"El ministro Santos, en rueda de prensa, le hará acusaciones", le dijo el comandante del Ejército.[/B] [URL='http://2.bp.blogspot.com/-AYXrFdQFVzQ/VAh1tT8qsoI/AAAAAAAAAjc/BlynT2j6dHU/s1600/IMAGEN-14481256-2.jpg'][IMG]https://images-blogger-opensocial.googleusercontent.com/gadgets/proxy?url=http%3A%2F%2F2.bp.blogspot.com%2F-AYXrFdQFVzQ%2FVAh1tT8qsoI%2FAAAAAAAAAjc%2FBlynT2j6dHU%2Fs1600%2FIMAGEN-14481256-2.jpg&container=blogger&gadget=a&rewriteMime=image%2F*[/IMG][/URL] [/SIZE] [B][SIZE=4]¿En qué momento este militar, visto como un héroe en todas las regiones donde combatió por igual a los grupos armados ilegales, se convirtió en villano?[/SIZE][/B] [SIZE=4] Fue algo inesperado. Era el mes de enero de 2007. El coronel Hernán Mejía Gutiérrez disfrutaba junto a su esposa, su madre y sus hijos de unas tranquilas vacaciones en el club militar Las Mercedes, en Melgar, cuando recibió una apremiante llamada del comandante del Ejército, el general Mario Montoya Uribe. Le dijo que debía regresar de inmediato a Bogotá, y para ello le envió un helicóptero. Montoya lo recibió en su despacho. Con una sombría expresión le dijo en voz baja: “Hernán, en pocos minutos el ministro Santos convocará una rueda de prensa en la que hará terribles acusaciones contra usted”. Oyendo aquello, a Mejía se le heló la sangre. No entendía qué cargos podía hacerle el ministro cuando en su entorno todos lo consideraban un héroe militar, citado siempre como ejemplo. [/SIZE] [B][SIZE=4]Las acusaciones[/SIZE][/B] [SIZE=4] Su desconcierto fue mayor al escuchar al ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, denunciándolo por vínculos con ‘Jorge 40’, además de violaciones a los derechos humanos y actos de corrupción. Estas aseveraciones fueron difundidas con gran estrépito en radio y televisión. “Era como estar en un campo de batalla recibiendo ráfagas imprevistas de ametralladora”, escribe Mejía en su libro (que será publicado próximamente). Al día siguiente, el diario EL TIEMPO titulaba en la primera página: “Cae el coronel estrella del Ejército”. Y la revista Semana traía como portada un retrato suyo con un terrible título: ‘De héroe a villano’. En sus páginas, un supuesto testigo, cuyo nombre no era revelado, afirmaba haberlo acompañado a una entrevista con los jefes paramilitares ‘Jorge 40’, ‘Omega’ y ‘39’. [/SIZE] [B][B][SIZE=4]Testigos falsos[/SIZE][/B][/B] [SIZE=4] Según este testigo, Mejía Gutiérrez había convenido con ‘Jorge 40’ recibir un sueldo mensual de 30 millones de pesos. Además habría aceptado realizar una purga para eliminar a 19 hombres del grupo ilegal, los cuales serían presentados luego como guerrilleros del ELN muertos en combate. Solo tiempo después, el coronel Mejía Gutiérrez sabría que el famoso testigo clave era Edwin Manuel Guzmán, el sargento que había hecho detener en Valledupar al descubrir que vendía armas y municiones a la guerrilla y a los ‘paras’. Se trataba sin duda de una venganza suya. Tras las acusaciones contra Mejía, que le permitieron al sargento Guzmán eliminar sus años de cárcel para ser puesto en libertad y ser considerado como testigo protegido, otros dos reclusos, en busca de iguales beneficios, decidieron tres años después seguir sus pasos confirmando lo dicho por él. Estos falsos testigos fueron John Jairo Hernández, alias Daniel Centella y Guillermo Hoyos Gutiérrez. [/SIZE] [URL='http://3.bp.blogspot.com/-9l6v-go_19s/VAh1_r_puYI/AAAAAAAAAjk/WR1NNnEhlbo/s1600/IMAGEN-14481197-2.jpg'][SIZE=4][IMG]https://images-blogger-opensocial.googleusercontent.com/gadgets/proxy?url=http%3A%2F%2F3.bp.blogspot.com%2F-9l6v-go_19s%2FVAh1_r_puYI%2FAAAAAAAAAjk%2FWR1NNnEhlbo%2Fs1600%2FIMAGEN-14481197-2.jpg&container=blogger&gadget=a&rewriteMime=image%2F*[/IMG][/SIZE][/URL] [SIZE=4][/SIZE] [B][B][SIZE=4]Nadie le responde[/SIZE][/B][/B] [SIZE=4] Nunca entendió Mejía cómo se le daba crédito a Guzmán cuando este jamás estuvo presente ni antes, ni durante, ni después de los supuestos hechos denunciados por él. Desde el primer día de este escándalo, Mejía buscó hablar con el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos. Tardó diez meses en ser recibido por él. Santos aceptó que podía haber ocurrido un error con la información que se le había suministrado y le ofreció, una vez regresara de un viaje a los Estados Unidos, aclarar la situación. Mejía intentó también entrevistarse con el viceministro Sergio Jaramillo, pero este jamás lo recibió. Quien le dio pistas para saber por qué había sido acusado fue el otro viceministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón. “Mi coronel –no tuvo reparo en decírselo–, su cabeza fue negociada. Se requería aliviar la presión internacional por el tema de los derechos humanos”. “A partir de aquel día –escribe Mejía en su libro–, comprendí que era víctima de una absurda pero poderosa componenda”. Lo peor para él no tardó en llegar. Quedó detenido mientras se adelantaba un juicio en su contra. [/SIZE] [B][B][SIZE=4]La condena[/SIZE][/B][/B] [SIZE=4] Finalmente, seis años después, el juez Alejandro Díez Pedraza lo condenó a veinte años de prisión y a pagar una multa de siete millones de dólares. “Este hombre –escribe Mejía Gutiérrez–, sin conocer una hoja del voluminoso expediente construido con más de cien mil folios, descargó contra mí y mis subalternos esta atroz sentencia”. De nada sirvió que lugartenientes de ‘Jorge 40’, en vez de presentar a Mejía como amigo de su jefe, declararan bajo juramento que éste había dado la orden de asesinarlo. Y lo que es aún más desconcertante: dos hechos que dejan sin piso los cargos contra Mejía Gutiérrez no han sido tomados en cuenta por la justicia. El primero, cuando el fiscal Iguarán, en su momento, calificó al sargento Guzmán de falso testigo. El segundo y más reciente corre por cuenta del fiscal Eduardo Montealegre, quien hizo el mismo señalamiento a John Jairo Hernández, alias Centella, y a Hoyos Gutiérrez, los otros dos testigos que sirvieron de base para condenar a Mejía. De esta manera, el héroe convertido en villano ha sufrido una pesadilla que lleva más de 2.600 días. Hoy, con la cabeza blanca de canas por todo lo que ha padecido, Mejía recuerda la frase de su padre cuando supo su decisión de ser militar: “Hijo, esa profesión que estás escogiendo para tu vida solo te brindará cicatrices y medallas”. Y así fue.[/SIZE] [/QUOTE]
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