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El levantamiento del Dos de Mayo
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<blockquote data-quote="JQ01" data-source="post: 245951" data-attributes="member: 40"><p>LA SOLUCIÓN MILITAR</p><p></p><p>En Madrid, lo mismo que en Bayona, la noticia de Bailén constituye la más completa sorpresa. Y lo peor de todo, la sorpresa intelectual. Hay entonces cerca de 130.000 franceses en España; aunque siempre favorece tratar de aumentar los supuestos efectivos de los españoles, en ningún caso debemos admitir que su número excediese entonces de 70.000; aun antes de Bailén se les había derrotado en todos los combates en proporción de uno contra tres. Ahora, sin embargo, habíamos sido derrotados y no sabíamos por qué.</p><p>¿Cómo defenderse cuando no se sabe contra qué? El resultado es que se adoptan decisiones completamente desconcertadas, y después de haberse llegado en Andalucía hasta Andujar, sin medios adecuados, y de haberse mantenido allí contra toda razón, se abandona primero Madrid precipitadamente y después España, sin motivo evidente.</p><p>La razón con que Savary justifica la medida lo demuestra claramente: “Podemos reunir aquí 18.000 hombres y cerca de 1.200 caballos. No cabe duda que hubiera sido una locura querer, con este Cuerpo, conservar la capital, el Rey y, al mismo tiempo, dar la batalla a un Ejército que acababa de hacer prisioneros a 19.000 hombres y de tomar 38 piezas de artillería...” ¿Cómo si los 18.000 hombres reunidos en Madrid, cubiertas las comunicaciones de la capital con Bayona por otras fuerzas, estuviesen en la misma situación que los 19.000 escalonados entre Madrilejos y Andujar!</p><p></p><p>Sólo Moncey parece haber entrevisto la verdad: “Mi opinión –escribe al regresar de su expedición a Valencia- es que es necesario cambiar de sistema. Para lograrlo hay que desplegar fuerzas imponentes, y al mismo tiempo emplear no solamente medios destructivos, sino los que puede proporcionar una política hábil también, fundada en un reflexivo conocimiento del estado de cosas y de la sitiación de los espíritus.”</p><p>Pero de este programa no se tendrá en consideración mas que su primera parte: “Son necesarios fuerzas y dinero, dinero y fuerzas, si se quiere acabar con esto”, escribe Belliard. Y esto es lo que se va a hacer. Llegaremos a tener en España 200.000 hombres al final de 1808, y 350.000 dos años después. Y ni aun así se resolverá la cuestión.</p><p></p><p>El Emperador recurre a medidas extremas para aumentar los efectivos disponibles. Tres Batallones y cinco escuadrones de Francia, dos Divisiones de Italia. Y lo que aún es más grave y a lo que hasta entonces no había recurrido: trae a España también una parte del Gran Ejército y la Guardia. Otra nueva medida aún, cuyas consecuencias no será preciso destacar: para llenar los vacíos de los Cuerpos de Alemania llama al contingente de 1809 a filas. Con estos conscriptos será con los que irá a Wagran un año más tarde.</p><p>Con las precedentes medidas se consigue la reunión de 200.000 hombres en el Ebro, al frente de los cuales se pone el propio Emperador. En cuatro combates, Espinosa; Tudela, Burgos y Somosierra, los Ejércitos españoles se dispersan, y el 5 de diciembre es nuevamente ocupado Madrid.</p><p>Un Ejército bajo el mando de Sir John Moore, marcha en dirección a “las Asturias”. El Emperador lo persigue y le corta la retirada hacia Portugal. Los ingleses huyen hacia Galicia, perseguidos por Soult, que, por La Coruña, los arroja al mar el 18 de enero de 1809.</p><p></p><p>No queda ningún “Cuerpo de Batalla” enemigo en España, y puesto que lo que queda es “accesorio”, Napoleón se marcha estimando finalizada su tarea.</p><p>En realidad lo que se ha hecho es volver al punto de partida, cuando se inició la insurrección, y nada se ha resuelto; la guerra va a continuar hasta 1814, siguiendo una u otra de las fórmulas estratégicas que hemos visto aplicar a Moncey y a Dupont. Una, la del “cuadro de Batallón”, que atraviesa el país insurrecto, aislado como un navío en medio del mar, capaz de ir a todas partes e incapaz de mantenerse en ninguna. La otra, los Batallones que en la marcha van desgranándose en su retaguardia, a medida que avanzan, hasta que llega un momento en que la cabeza de la columna, demasiado debilitada para actuar, queda paralizada.</p><p></p><p><img src="http://img511.imageshack.us/img511/7025/dibujogi2ah5.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p>Esta estrategia de “rosario” es la que practica Soult durante la campaña de Portugal de 1809.</p><p>En Lisboa, Wellesley –el futuro Duque de Wellington- reúne con el pequeño Cuerpo de Cradcok, de evadidos de La Coruña, 30.000 hombres en total. Frente a él está Soult en Galicia, con 47.000. El Mariscal entra en Portugal en marzo de 1809; pero una vez llegado a Oporto, deja de avanzar como aquejado de parálisis.</p><p>Sus detractores le han acusado de haberse detenido en Oporto, comprometiendo así el éxito de la campaña, para hacer proclamar Rey de Portugal. Cualquiera que sea la razón que se alegue, nada permite achacarle la causa del fracaso. Soult se ha detenido por las mismas razones que lo hijo Dupont en Andujar.</p><p>Efectivamente, descontando las guarniciones que ha tenido que dejar en Santander, en La Coruña, en El Ferrol y en Vigo, más 12.000 enfermos y 8.000 hombres dedicados a escoltar convoyes, no le quedan más que 25.000 hombres para entrar en Portugal. Tiene que dejar 5.000 en Tuy y otros tantos en Braga; los que entran en Oporto son, en realidad, 15.000. Después de dejar en esta plaza la guarnición correspondiente, ¿iba a avanzar con los restos contra los 30.000 ingleses?</p><p>En cuanto se informa de que el enemigo marcha hacia el Norte, emprende la retirada. Esta resolución es la única que puede devolverle la libertad de acción. Pero, lo mismo que Dupont, se deja sorprender y poco falta para que, lo mismo que aquel, se vea con la retirada cortada. Sin embargo, más resuelto o más astuto –también parece que sus fuerzas estaban constituidas por veteranos y no por conscriptos-, se escapa por la montaña y, a finales de mayo de 1809, logra reunir a duras penas los restos de su Cuerpo en Galicia, teniendo que lamentar la pérdidas de todos sus bagajes y cañones, ¡excepto uno!</p><p></p><p>Por el contrario, Massena aplica la estrategia “del Batallón cuadrado” en Portugal en 1810-1811.</p><p>Pero esta campaña forma parte de un plan de conjunto que será preciso resumir, aunque sea en pocas líneas.</p><p>El fin que persigue el Emperador es siempre destruir el “Cuerpo de Batalla” anglo-portugués. Pero ahora se da cuenta de la necesidad que para ir y venir existe de dejar cubiertas las retaguardias. El Emperador constituye, pues, dos Ejércitos: un Ejército de Ocupación, distribuido en “Gobiernos militares”, encargado de la pacificación, y un Ejército de Operaciones, libre de tal preocupación, constituido por las más sólidas tropas, cuya misión es la de ir contra el “Cuerpo de Batalla enemigo.</p><p>Ahora se ve, además, aparecer otro aspecto del problema.</p><p>Hay que alimentar ala guerra, de una manera o de otra. Hay que pedir al Gobierno del país ocupado una contribución de guerra con la que el Ejército adquiera lo que precise, o bien si el vencido rehúsa a colaborar, hay que dejar libre al soldado para saquear y procurarse sus subsistencia o imaginar otro cualquiera sistema comprendido entre los dos extremos anteriores, lo que equivale, en todos los casos, a vivir sobre el país. Si el ocupante cubre los gastos con su propio dinero, la ocupación de un territorio, lejos de representar un elemento de poder, no es más que una carga, tanto más pesada cuanto que, en definitiva, el que se beneficia es el país ocupado, obteniendo todo el rendimiento de la ocupación. A la larga, ninguna economía sería capaz de resistir esto. Además, en 1810, las finanzas del Imperio se tambaleaban, y Napoleón decidió que España, que hasta entonces había procurado la alimentación –con dificultades- del Ejército, abonase además los sueldos.</p><p>Los “Gobiernos militares” deberán, pues, no solo conservar libres las retaguardias, sino más aún, reunir los víveres y el dinero. Pero en estas condiciones, si apenas llegan a subsistir por sus propios medios en sus respectivos territorios, mal van a conseguir alimentar la guerra.</p><p></p><p><img src="http://img147.imageshack.us/img147/9666/dibujogi3ez9.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p>El Ejército de Operaciones es, esencialmente, el de Massena, que invade nuevamente Portugal por Almeida, con 60.000 hombres en septiembre de 1810. Frente a él, 60.000 anglo-portugueses, bajo el mando de Wellington. El encuentro tiene lugar en Busaco, que se rodea después de haber intentado, en vano, atacarlo de frente. Pero en octubre se ve detenido ante Lisboa por las líneas de Torres-Vedras.</p><p>Wellington hace que todos los habitantes abandonen el territorio ante el avance de su enemigo. Los Cuerpos de Massena se encuentran, pues, totalmente reunidos, sin ninguna comunicación con España y en medio de un desierto. “El plan” de Massena –escribe Berthier, “es empeñarse tanto como sea posible con los ingleses y hacerles perder gente”. Pero los ingleses no se prestan a “este plan”. Permanecen atrincherados en sus líneas sin salir de ellas. Y, después de haber agotado todas las posibilidades del país frente a Lisboa, el Ejército tiene que emprender la retirada en febrero para tratar de encontrar los víveres. En marzo de 1811 no tiene otro remedio que regresar a España.</p><p></p><p>En principio Salamanca debía avituallar al Ejército de Portugal. Desde allí los víveres y el dinero se transportan a Ciudad Rodrigo; después a Almeida, como base avanzada. Pero ”Salamanca comienza por descontar lo que necesita; los puntos de etapa San Muñoz y San Martín, etc., hacen otro tanto; Ciudad Rodrigo sigue el mismo procedimiento, y Almeida, por último, recibe lo que no quieren los demás”. De este modo, las guarniciones se comen los almacenes y las escoltas se comen los convoyes; incluso si quedasen suficientes fuerzas para llevar los víveres desde Almeida hasta el fondo de Portugal, no quedaría nada para cargar en los tales convoyes.</p><p>Napier, al comprobar la pérdida de 30.000 hombres durante los tres primeros meses de 1811, obtiene la siguiente conclusión: “Si se agrega a las pérdidas ocasionadas durante las operaciones las de los fallecidos en hospital , se tendrá la prueba de que, en el mismo momento de mayor actividad, el sistema de guerrillas desgastaba a los franceses más que todas sus pérdidas en el resto del mundo. Esta afirmación es totalmente cierta. Las molestias producidas son de tal naturaleza, que de los 35.000 hombres que entonces hay en España, más de la mitad están dedicados a conservar y mantener la retaguardia, y a pesar de ello, los restantes han de batirse en retirada. El “Cuerpo de Batalla” en esta guerra tan singular se ve reducido por el hambre a esperar pacientemente el previsto desenlace.</p><p></p><p>Y es que el Ejército de Ocupación ha fracasado en su tarea. Sin lugar a dudas, es cierto que las guerrillas han aumentado desde 1808. Sin embargo, durante este periodo, que es “el de su mayor actividad”, sus efectivos –siempre difíciles de evaluar cuando se trata de partidarios- no sobrepasan apenas los 30.000 hombres.</p><p>Parece paradójico que sean necesarios aproximadamente 200.000 hombres para tenerlos a raya, cuando además, se ve en cada encuentro huir a varios millares de guerrilleros ante solo algunos centenares de soldados franceses. No obstante, resulta aleccionador lo que revela el siguiente cuadro, que indica cuales eran en 1811, las “fuerzas necesarias en las provincias del Ejército del Centro, para conservarlas eficazmente y obtener de ellas los recursos necesarios”:</p><p></p><p><img src="http://img147.imageshack.us/img147/3126/dibujogi4wc7.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p>Porque no solo basta garantizar la seguridad de las retaguardias, es decir, conservarlas libres, sino que ello ha de lograrse tanto donde están los partidarios como donde no lo están, pues podrían presentarse. Además haya que perseguir a tales bandas. Pero todo es en vano; a pesar de la desproporción de fuerzas, todos los Generales se quejan de no disponer de las necesarias para tales fines.</p><p></p><p>El Emperador, impaciente ante tal situación, encargó que se escribiese: “S. M. No concibe que el General Reille (en Navarra), que manda cerca de 100.000 hombres, y el General Caffarelli (en Vizcaya), un número análogo, no puedan destruir totalmente las partidas de bandidos...” Y es Caffarelli el que contesta por los dos: “Llevo en España 18 meses... he recorrido dos o tres veces todas las provincias entre “Las Asturias” y Zaragoza... en todas partes el enemigo ha huido siempre y, si no se le ha castigado más, ha sido porque es imposible alcanzarlo cuando no quiere combatir, y dispone siempre del suelo y de los habitantes.” Y agregó: “que no acepta el combate más que cuando dispone de una superioridad numérica quíntuple o séxtuple que la de nosotros, lo que le da absoluta certeza de tener éxito...” A renglón seguido, poniéndose el parche antes que el coscorrón, solicita su regreso a Alemania....</p><p>... Y los guerrilleros continúan recorriendo el país entero, se dispersan al ser avistados por nuestras columnas y vuelven a a reunirse tan pronto como aquellas desaparecen</p><p></p><p></p><p>Pero Torres-Vedras ha señalado un cambio decisivo.</p><p>Mientras que Massena se retira, el Emperador ya empieza a reducir las tropas destacadas en España, con el fin de preparar la invasión de Rusia. Los 200.000 soldados veteranos que quedarán hasta el final, más los 300.000 hombres muertos en los campos de batalla o en los hospitales de la Península –mas de lo que podrá costarle cualquiera otra de sus diversas campañas- le harán falta en los momentos decisivos.</p><p>Porque España, a trancas y barrancas, ha podido suministrar víveres y dinero, pero ha sido Francia quien ha tenido que proporcionar los hombres.</p><p>Por primera vez el Ejército francés retrocede. Madrid es abandonado en 1812, después de los Arapiles. España, en 1813, después de Vitoria, y en los últimos días de este mismo año, Wellington invade Francia.</p><p></p><p>En los Archivos de la Guerra hay un documento curioso: Es una “carta anónima”, dirigida al Emperador –no se podría afirmar que fuera, efectivamente, remitida-, escrita probablemente en 1809 por el General Thiébault, de la que son las siguientes líneas:</p><p></p><p><em>“Nos hemos empeñado en buscar Ejércitos, que son los que hay de menos temible, y que el enemigo nos oculta constantemente, despreciando ocuparnos de los pueblos, que son los que nos minan y devoran...</em></p><p><em>... Queremos operaciones brillantes y nos olvidamos de las operaciones esenciales...</em></p><p><em>... Exasperamos a los pueblos y no sabemos ganarnos a sus individuos...</em></p><p><em>... Antes de someter España nos metemos profundamente en Portugal, dejándonos detrás pasos poco menos que impracticables, formidables ríos y nubes de enemigos.</em></p><p><em>... Este procedimiento de abarcar grandes espacios y no tener en cuenta lo que sucede en las retaguardias de los Ejércitos, no es acertado más que cuando se quiere sorprender, asombrar, intimidar. Pero en este caso estamos bien lejos de lograrlo.</em></p><p><em>... En efecto, dicha actitud es tan peligrosa en las guerras contra los pueblos como brillantes en las guerras contra los Ejércitos, cuyos países se limitan a permanecer como inactivos espectadores de los combates, poniéndose de parte del más fuerte, con lo que una victoria puede decidirlo todo, en tanto que en aquellos no decide nada.</em></p><p><em>... Cierto como es que en España hay suficientes tropas para someterla, es preciso ocuparse de su adecuado empleo y de su conservación.</em></p><p><em>Sería necesario haber ocupado a finales de este mes una línea que pudiera conservarse desde el punto de vista militar para pacificar, tranquilizar, organizar y finalmente, conquistar en vez de recorrer, devastar y exasperar.”</em>¿Qué más podría agregarse a los juicios precedentes para dar hoy por finalizado este estudio?</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="JQ01, post: 245951, member: 40"] LA SOLUCIÓN MILITAR En Madrid, lo mismo que en Bayona, la noticia de Bailén constituye la más completa sorpresa. Y lo peor de todo, la sorpresa intelectual. Hay entonces cerca de 130.000 franceses en España; aunque siempre favorece tratar de aumentar los supuestos efectivos de los españoles, en ningún caso debemos admitir que su número excediese entonces de 70.000; aun antes de Bailén se les había derrotado en todos los combates en proporción de uno contra tres. Ahora, sin embargo, habíamos sido derrotados y no sabíamos por qué. ¿Cómo defenderse cuando no se sabe contra qué? El resultado es que se adoptan decisiones completamente desconcertadas, y después de haberse llegado en Andalucía hasta Andujar, sin medios adecuados, y de haberse mantenido allí contra toda razón, se abandona primero Madrid precipitadamente y después España, sin motivo evidente. La razón con que Savary justifica la medida lo demuestra claramente: “Podemos reunir aquí 18.000 hombres y cerca de 1.200 caballos. No cabe duda que hubiera sido una locura querer, con este Cuerpo, conservar la capital, el Rey y, al mismo tiempo, dar la batalla a un Ejército que acababa de hacer prisioneros a 19.000 hombres y de tomar 38 piezas de artillería...” ¿Cómo si los 18.000 hombres reunidos en Madrid, cubiertas las comunicaciones de la capital con Bayona por otras fuerzas, estuviesen en la misma situación que los 19.000 escalonados entre Madrilejos y Andujar! Sólo Moncey parece haber entrevisto la verdad: “Mi opinión –escribe al regresar de su expedición a Valencia- es que es necesario cambiar de sistema. Para lograrlo hay que desplegar fuerzas imponentes, y al mismo tiempo emplear no solamente medios destructivos, sino los que puede proporcionar una política hábil también, fundada en un reflexivo conocimiento del estado de cosas y de la sitiación de los espíritus.” Pero de este programa no se tendrá en consideración mas que su primera parte: “Son necesarios fuerzas y dinero, dinero y fuerzas, si se quiere acabar con esto”, escribe Belliard. Y esto es lo que se va a hacer. Llegaremos a tener en España 200.000 hombres al final de 1808, y 350.000 dos años después. Y ni aun así se resolverá la cuestión. El Emperador recurre a medidas extremas para aumentar los efectivos disponibles. Tres Batallones y cinco escuadrones de Francia, dos Divisiones de Italia. Y lo que aún es más grave y a lo que hasta entonces no había recurrido: trae a España también una parte del Gran Ejército y la Guardia. Otra nueva medida aún, cuyas consecuencias no será preciso destacar: para llenar los vacíos de los Cuerpos de Alemania llama al contingente de 1809 a filas. Con estos conscriptos será con los que irá a Wagran un año más tarde. Con las precedentes medidas se consigue la reunión de 200.000 hombres en el Ebro, al frente de los cuales se pone el propio Emperador. En cuatro combates, Espinosa; Tudela, Burgos y Somosierra, los Ejércitos españoles se dispersan, y el 5 de diciembre es nuevamente ocupado Madrid. Un Ejército bajo el mando de Sir John Moore, marcha en dirección a “las Asturias”. El Emperador lo persigue y le corta la retirada hacia Portugal. Los ingleses huyen hacia Galicia, perseguidos por Soult, que, por La Coruña, los arroja al mar el 18 de enero de 1809. No queda ningún “Cuerpo de Batalla” enemigo en España, y puesto que lo que queda es “accesorio”, Napoleón se marcha estimando finalizada su tarea. En realidad lo que se ha hecho es volver al punto de partida, cuando se inició la insurrección, y nada se ha resuelto; la guerra va a continuar hasta 1814, siguiendo una u otra de las fórmulas estratégicas que hemos visto aplicar a Moncey y a Dupont. Una, la del “cuadro de Batallón”, que atraviesa el país insurrecto, aislado como un navío en medio del mar, capaz de ir a todas partes e incapaz de mantenerse en ninguna. La otra, los Batallones que en la marcha van desgranándose en su retaguardia, a medida que avanzan, hasta que llega un momento en que la cabeza de la columna, demasiado debilitada para actuar, queda paralizada. [IMG]http://img511.imageshack.us/img511/7025/dibujogi2ah5.jpg[/IMG] Esta estrategia de “rosario” es la que practica Soult durante la campaña de Portugal de 1809. En Lisboa, Wellesley –el futuro Duque de Wellington- reúne con el pequeño Cuerpo de Cradcok, de evadidos de La Coruña, 30.000 hombres en total. Frente a él está Soult en Galicia, con 47.000. El Mariscal entra en Portugal en marzo de 1809; pero una vez llegado a Oporto, deja de avanzar como aquejado de parálisis. Sus detractores le han acusado de haberse detenido en Oporto, comprometiendo así el éxito de la campaña, para hacer proclamar Rey de Portugal. Cualquiera que sea la razón que se alegue, nada permite achacarle la causa del fracaso. Soult se ha detenido por las mismas razones que lo hijo Dupont en Andujar. Efectivamente, descontando las guarniciones que ha tenido que dejar en Santander, en La Coruña, en El Ferrol y en Vigo, más 12.000 enfermos y 8.000 hombres dedicados a escoltar convoyes, no le quedan más que 25.000 hombres para entrar en Portugal. Tiene que dejar 5.000 en Tuy y otros tantos en Braga; los que entran en Oporto son, en realidad, 15.000. Después de dejar en esta plaza la guarnición correspondiente, ¿iba a avanzar con los restos contra los 30.000 ingleses? En cuanto se informa de que el enemigo marcha hacia el Norte, emprende la retirada. Esta resolución es la única que puede devolverle la libertad de acción. Pero, lo mismo que Dupont, se deja sorprender y poco falta para que, lo mismo que aquel, se vea con la retirada cortada. Sin embargo, más resuelto o más astuto –también parece que sus fuerzas estaban constituidas por veteranos y no por conscriptos-, se escapa por la montaña y, a finales de mayo de 1809, logra reunir a duras penas los restos de su Cuerpo en Galicia, teniendo que lamentar la pérdidas de todos sus bagajes y cañones, ¡excepto uno! Por el contrario, Massena aplica la estrategia “del Batallón cuadrado” en Portugal en 1810-1811. Pero esta campaña forma parte de un plan de conjunto que será preciso resumir, aunque sea en pocas líneas. El fin que persigue el Emperador es siempre destruir el “Cuerpo de Batalla” anglo-portugués. Pero ahora se da cuenta de la necesidad que para ir y venir existe de dejar cubiertas las retaguardias. El Emperador constituye, pues, dos Ejércitos: un Ejército de Ocupación, distribuido en “Gobiernos militares”, encargado de la pacificación, y un Ejército de Operaciones, libre de tal preocupación, constituido por las más sólidas tropas, cuya misión es la de ir contra el “Cuerpo de Batalla enemigo. Ahora se ve, además, aparecer otro aspecto del problema. Hay que alimentar ala guerra, de una manera o de otra. Hay que pedir al Gobierno del país ocupado una contribución de guerra con la que el Ejército adquiera lo que precise, o bien si el vencido rehúsa a colaborar, hay que dejar libre al soldado para saquear y procurarse sus subsistencia o imaginar otro cualquiera sistema comprendido entre los dos extremos anteriores, lo que equivale, en todos los casos, a vivir sobre el país. Si el ocupante cubre los gastos con su propio dinero, la ocupación de un territorio, lejos de representar un elemento de poder, no es más que una carga, tanto más pesada cuanto que, en definitiva, el que se beneficia es el país ocupado, obteniendo todo el rendimiento de la ocupación. A la larga, ninguna economía sería capaz de resistir esto. Además, en 1810, las finanzas del Imperio se tambaleaban, y Napoleón decidió que España, que hasta entonces había procurado la alimentación –con dificultades- del Ejército, abonase además los sueldos. Los “Gobiernos militares” deberán, pues, no solo conservar libres las retaguardias, sino más aún, reunir los víveres y el dinero. Pero en estas condiciones, si apenas llegan a subsistir por sus propios medios en sus respectivos territorios, mal van a conseguir alimentar la guerra. [IMG]http://img147.imageshack.us/img147/9666/dibujogi3ez9.jpg[/IMG] El Ejército de Operaciones es, esencialmente, el de Massena, que invade nuevamente Portugal por Almeida, con 60.000 hombres en septiembre de 1810. Frente a él, 60.000 anglo-portugueses, bajo el mando de Wellington. El encuentro tiene lugar en Busaco, que se rodea después de haber intentado, en vano, atacarlo de frente. Pero en octubre se ve detenido ante Lisboa por las líneas de Torres-Vedras. Wellington hace que todos los habitantes abandonen el territorio ante el avance de su enemigo. Los Cuerpos de Massena se encuentran, pues, totalmente reunidos, sin ninguna comunicación con España y en medio de un desierto. “El plan” de Massena –escribe Berthier, “es empeñarse tanto como sea posible con los ingleses y hacerles perder gente”. Pero los ingleses no se prestan a “este plan”. Permanecen atrincherados en sus líneas sin salir de ellas. Y, después de haber agotado todas las posibilidades del país frente a Lisboa, el Ejército tiene que emprender la retirada en febrero para tratar de encontrar los víveres. En marzo de 1811 no tiene otro remedio que regresar a España. En principio Salamanca debía avituallar al Ejército de Portugal. Desde allí los víveres y el dinero se transportan a Ciudad Rodrigo; después a Almeida, como base avanzada. Pero ”Salamanca comienza por descontar lo que necesita; los puntos de etapa San Muñoz y San Martín, etc., hacen otro tanto; Ciudad Rodrigo sigue el mismo procedimiento, y Almeida, por último, recibe lo que no quieren los demás”. De este modo, las guarniciones se comen los almacenes y las escoltas se comen los convoyes; incluso si quedasen suficientes fuerzas para llevar los víveres desde Almeida hasta el fondo de Portugal, no quedaría nada para cargar en los tales convoyes. Napier, al comprobar la pérdida de 30.000 hombres durante los tres primeros meses de 1811, obtiene la siguiente conclusión: “Si se agrega a las pérdidas ocasionadas durante las operaciones las de los fallecidos en hospital , se tendrá la prueba de que, en el mismo momento de mayor actividad, el sistema de guerrillas desgastaba a los franceses más que todas sus pérdidas en el resto del mundo. Esta afirmación es totalmente cierta. Las molestias producidas son de tal naturaleza, que de los 35.000 hombres que entonces hay en España, más de la mitad están dedicados a conservar y mantener la retaguardia, y a pesar de ello, los restantes han de batirse en retirada. El “Cuerpo de Batalla” en esta guerra tan singular se ve reducido por el hambre a esperar pacientemente el previsto desenlace. Y es que el Ejército de Ocupación ha fracasado en su tarea. Sin lugar a dudas, es cierto que las guerrillas han aumentado desde 1808. Sin embargo, durante este periodo, que es “el de su mayor actividad”, sus efectivos –siempre difíciles de evaluar cuando se trata de partidarios- no sobrepasan apenas los 30.000 hombres. Parece paradójico que sean necesarios aproximadamente 200.000 hombres para tenerlos a raya, cuando además, se ve en cada encuentro huir a varios millares de guerrilleros ante solo algunos centenares de soldados franceses. No obstante, resulta aleccionador lo que revela el siguiente cuadro, que indica cuales eran en 1811, las “fuerzas necesarias en las provincias del Ejército del Centro, para conservarlas eficazmente y obtener de ellas los recursos necesarios”: [IMG]http://img147.imageshack.us/img147/3126/dibujogi4wc7.jpg[/IMG] Porque no solo basta garantizar la seguridad de las retaguardias, es decir, conservarlas libres, sino que ello ha de lograrse tanto donde están los partidarios como donde no lo están, pues podrían presentarse. Además haya que perseguir a tales bandas. Pero todo es en vano; a pesar de la desproporción de fuerzas, todos los Generales se quejan de no disponer de las necesarias para tales fines. El Emperador, impaciente ante tal situación, encargó que se escribiese: “S. M. No concibe que el General Reille (en Navarra), que manda cerca de 100.000 hombres, y el General Caffarelli (en Vizcaya), un número análogo, no puedan destruir totalmente las partidas de bandidos...” Y es Caffarelli el que contesta por los dos: “Llevo en España 18 meses... he recorrido dos o tres veces todas las provincias entre “Las Asturias” y Zaragoza... en todas partes el enemigo ha huido siempre y, si no se le ha castigado más, ha sido porque es imposible alcanzarlo cuando no quiere combatir, y dispone siempre del suelo y de los habitantes.” Y agregó: “que no acepta el combate más que cuando dispone de una superioridad numérica quíntuple o séxtuple que la de nosotros, lo que le da absoluta certeza de tener éxito...” A renglón seguido, poniéndose el parche antes que el coscorrón, solicita su regreso a Alemania.... ... Y los guerrilleros continúan recorriendo el país entero, se dispersan al ser avistados por nuestras columnas y vuelven a a reunirse tan pronto como aquellas desaparecen Pero Torres-Vedras ha señalado un cambio decisivo. Mientras que Massena se retira, el Emperador ya empieza a reducir las tropas destacadas en España, con el fin de preparar la invasión de Rusia. Los 200.000 soldados veteranos que quedarán hasta el final, más los 300.000 hombres muertos en los campos de batalla o en los hospitales de la Península –mas de lo que podrá costarle cualquiera otra de sus diversas campañas- le harán falta en los momentos decisivos. Porque España, a trancas y barrancas, ha podido suministrar víveres y dinero, pero ha sido Francia quien ha tenido que proporcionar los hombres. Por primera vez el Ejército francés retrocede. Madrid es abandonado en 1812, después de los Arapiles. España, en 1813, después de Vitoria, y en los últimos días de este mismo año, Wellington invade Francia. En los Archivos de la Guerra hay un documento curioso: Es una “carta anónima”, dirigida al Emperador –no se podría afirmar que fuera, efectivamente, remitida-, escrita probablemente en 1809 por el General Thiébault, de la que son las siguientes líneas: [I]“Nos hemos empeñado en buscar Ejércitos, que son los que hay de menos temible, y que el enemigo nos oculta constantemente, despreciando ocuparnos de los pueblos, que son los que nos minan y devoran... ... Queremos operaciones brillantes y nos olvidamos de las operaciones esenciales... ... Exasperamos a los pueblos y no sabemos ganarnos a sus individuos... ... Antes de someter España nos metemos profundamente en Portugal, dejándonos detrás pasos poco menos que impracticables, formidables ríos y nubes de enemigos. ... Este procedimiento de abarcar grandes espacios y no tener en cuenta lo que sucede en las retaguardias de los Ejércitos, no es acertado más que cuando se quiere sorprender, asombrar, intimidar. Pero en este caso estamos bien lejos de lograrlo. ... En efecto, dicha actitud es tan peligrosa en las guerras contra los pueblos como brillantes en las guerras contra los Ejércitos, cuyos países se limitan a permanecer como inactivos espectadores de los combates, poniéndose de parte del más fuerte, con lo que una victoria puede decidirlo todo, en tanto que en aquellos no decide nada. ... Cierto como es que en España hay suficientes tropas para someterla, es preciso ocuparse de su adecuado empleo y de su conservación. Sería necesario haber ocupado a finales de este mes una línea que pudiera conservarse desde el punto de vista militar para pacificar, tranquilizar, organizar y finalmente, conquistar en vez de recorrer, devastar y exasperar.”[/I]¿Qué más podría agregarse a los juicios precedentes para dar hoy por finalizado este estudio? [/QUOTE]
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