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El Milagro De Empel
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<blockquote data-quote="JQ01" data-source="post: 166803" data-attributes="member: 40"><p><strong>continuación</strong></p><p></p><p>El hallazgo</p><p></p><p></p><p></p><p></p><p>El sábado 7 de diciembre, día denso de acontecimientos, la situación era desesperada para los sitiados: se habían terminado los víveres, soplaba un viento frío muy intenso, y no tenían donde cobijarse, puesto que no hallaban paja ni palos para construir abrigos ni leña para hacer fuego. Después de analizar la situación, Bobadilla descartó la salida por la cortadura principal de levante, y envió un capitán a decir a Mansfelt que atacara las dos cortaduras del dique de poniente que tenia más próximas mientras los sitiados con sus pleytas tratarían de conquistar las otras dos que estaban por su lado, " ya que no veia otro remedio, y aún éste incierto y casi imposible ".</p><p></p><p></p><p>Los habitantes católicos de Bolduque, que habían ayudado con sus embarcaciones y víveres a la ocupación de Bommel, y que aportaron tropas y artillería en cuanto llegó la petición de Bobadilla, asistían angustiados a la tragedia. Cuando supieron que los españoles se disponían a atacar, hombres, mujeres y niños fueron a trabajar a lo anegado, en un inútil empeño de abrir paso. De las iglesias y conventos salieron procesiones; las damas principales de la ciudad exhortaban a la población a rogar por la salvación de los sitiados; ayunaban, se disciplinaban; y sacaron en procesión el Santísimo Sacramento a la orilla con grandes luminarias para que pudieran distinguirlo desde el dique, a fin de consolar con su visión a los sitiados e impetrar ayuda del Cielo, único que podía salvarlos.</p><p></p><p></p><p>" Parece cosa extraordinaria, apunta Vázquez, que en tierra de tantos herejes y donde tan mal quieren a los españoles hubiese flamencos tan piadosos que se azotasen por ellos y tan de veras procurasen el remedio, los cuales no cesaban en sus plegarías y procesiones "</p><p></p><p></p><p>En el dique, cuando los soldados supieron el fracaso del esperado socorro de Mansfelt, se lamentaban de la ausencia de Farnesio, en quien tenían puesta su confianza, y rogaban a Bobadilla le escribiera. Replicaba éste que ya lo había hecho, y que el socorro sólo podía venir de Dios. Los soldados, aunque hambrientos y ateridos, decían que de haber estado Farnesio en Bolduque ya les habría liberado, y éso que como dice Vázquez " era costumbre entre soldados viejos españoles usar de libertades y hablar de sus Príncipes y Generales en tiempos de trabajos y necesidades ".</p><p></p><p></p><p>Vistas las circunstancias, Bobadilla llamó a capitanes y soldados y los exhortó " a rezar para que Dios los librase del espantoso peligro en que estaban ", y que puesto que habían fracasado los remedios que habian buscado diligentemente.</p><p></p><p></p><p>" por último remedio volviesen todos sus corazones a Dios y le llamasen ... para que mirase con ojos de misericordia aquellas pobres al mas y banderas católicas que habían peleado por defender su santa Iglesia romana ... y que desde luego quitasen la mala costumbre que algunos tenían de jurar y que haciendo esto tenía por cierto que Dios los socorrería, y encargó al padre Fray García de Santisteban que todos los soldados se confesasen y comulgasen y les predicase con gran fervor lo mismo que él les había dicho... y en breve tiempo les hizo a todos estar dispuestos al martirio ".</p><p></p><p>" En ésto, estando un devoto soldado español haciendo un hoyo en el dique para guardarse debajo de la tierra del mucho aire que hacía junto a su tienda y cerca de la iglesia de Empel, a las primeras azadonadas que comenzó a dar para cavar la tierra saltó una imagen de la limpísima y pura Concepción de Nuestra Señora, pintada en una tabla, tan vivos y limpios los colores y matices como si se hubiera acabado de hacer. Como si hubiera descubierto un tesoro acuden de las tiendas cercanas. Vuela allá el mismo Maestre de Campo Bobadilla ... Llevanla pues como en procesión al templo entre las banderas la adoran pecho por tierra todos: y ruegan a la Madre de los Ejércitos que pues es la que solo podía hacerlo, quiera librar a sus soldados de aquella asechanzas de elementos y enemigos: que tenían por prenda de su libertad cercana su imagen entregada piadosamente cuando menos imaginaban y más necesidad tenían, que prosiguiese y llevase a cabo su beneficio ".</p><p></p><p>"Pusieron la tabla en una pared de la iglesia, frontero de las banderas, y el Padre Fray García de Santisteban hizo luego que todos los soldados le digesen una salve, y lo continuaban muy de ordinario. Este tesoro tan rico que descubrieron debajo de la tierra fue un divino nuncio del bien, que por intercesión de la Virgen Maria, esperaban en su bendito día".</p><p></p><p></p><p>Quedaron los sitiados muy consolados con el hallazgo, y Bobadilla consideró llegado el momento de tomar una resolución. Convocó junta de capitanes en su cueva y expuso su parecer, que era quemar las banderas y hundir la artillería para que no cayese en manos del enemigo. Al llegar la noche atacarían con las pleytas a las principales naves rebeldes. A esto repusieron algunos capitanes que era mejor acometerse unos a otros hasta morir todos para no dar ese triunfo al enemigo, pero el Maestre de Campo no quiso oírlo y los exhortó de nuevo a elevar plegarias a Dios.</p><p></p><p></p><p>En esto un tambor enemigo llamó a parlamentar y lo trajeron vendado a la cueva: Los rebeldes intimaban a la rendición e informaban de la muerte del capitán Melchor. Bobadilla rechazó la propuesta de rendición y despidió al tambor con recompensas para él y para quienes habían cuidado al español. Los rebeldes estaban tan ciertos de la rendición de los españoles que Holac " se preparó a trasladar sus futuros prisioneros de guerra " e hizo arreglos en Bommel y otras villas para alojar tan crecido número de prisioneros. Con muy buen criterio, en ningún momento había cedido a las provocaciones de los españoles que le desafiaban a que asaltara el dique.</p><p></p><p>Esa misma noche un mensaje de Mansfelt avisaba que al amanecer pondría cuatro piezas en el dique de Rosman, " frontero a las isletas que estaban a la izquierda de la ocupada junto al castillejo de los italianos ", a fin de alejar de allí la flota rebelde para que Bobadilla las ocupara. Mansfelt comunicaba asimismo que no se podía vadear lo anegado ( cosa que ya sabía Bobadilla ) pero que había mandado romper el dique de Hasdem para desaguar los campos. Sin embargo, esta nueva cortadura, hecha sin cesar de combatir, no sólo no daba salida a las aguas, sino que las había hecho subir dos codos ( un metro ), hasta tal punto que enrasaban con la parte más alta de las isletas ocupadas por los españoles. Como observa cortésmente Vázquez, el Conde Carlos de Mansfelt no era un jefe afortunado.</p><p></p><p></p><p>Desde que los vecinos de Bolduque habían sacado el Santísimo en la primera procesión de la mañana del sábado, el tiempo había cambiado. La temperatura había bajado bruscamente, soplaba " viento del nordeste y empezó a helar, algo que no había pasado en mucho tiempo y tampoco pasaría en los años siguientes ". Las aguas se helaban muy deprisa, algo que en la comarca no ocurre normalmente hasta mediados de enero.</p><p></p><p></p><p>Al día siguiente, domingo 8 de diciembre de 1585, festividad de la Purísima Concepción, la artillería de Mansfelt comenzó a batir a la flota enemiga desde poco antes de amanecer con las piezas de Bolduque que los hombres de Juan del Aguila, sin dormir ni descansar, habían llevado a brazo con enorme esfuerzo, ya que no se trataba de piezas de campaña, relativamente ligeras, sino de cañones de plaza de gran calibre y peso. Sus " muchas y apresuradas descargas " hacían tanto daño a las naves rebeldes situadas junto a las isletas que se vieron obligadas a resguardarse tras ellas.</p><p></p><p></p><p>Entretanto, " la hermandad de María Inmaculada de Bolduque hizo una procesión solemne para suplicar ayuda de Dios para los católicos encerrados ", y los vecinos de Bolduque continuaban sus rogativas y agasajaban a los españoles de Juan del Aguila en muestra de buena voluntad. Cuanto más prodigaban sus rezos más engrosaba el hielo, " pareciendo que llevaba helando más de veinte días, y en algunos lugares, el hielo tomó el espesor de dos picas ". Algo en verdad extraordinario, tanto si la expresión " dos picas " se refiere a la unidad de medida de ese nombre (2 x 3,26 m.), como si Vázquez quiere indicar que el espesor equivalía a dos picas de piquero, una a continuación de otra (2 x 5,15 m.).</p><p></p><p></p><p>Por su parte, Bobadilla, que había reconocido el mejor modo de llegar a las isletas y cuáles convenía ocupar, ordenó en consecuencia al Sargento Mayor Cristóbal Lechuga que tuviera listos doscientos hombres y tres piezas para embarcar en las pleytas a primera hora de la noche, en previsión de que hubiera enemigo en las isletas. Las pleytas partieron en silencio , " aunque pocas veces lo suele tener la nación española en facciones de noche " en la clara y gélida noche invernal. Esa noche, bajo la luna, hizo " el frío más extraordinario que jamás se vió ".</p><p></p><p></p><p>Los españoles llevaban cubiertas las mechas de los arcabuces, pero llegando a las isletas, a un soldado español se le incendió en un descuido un frasco de pólvora, y al fragor de la detonación el enemigo, que efectivamente ocupaba las isletas, corrió a refugiarse a los barcos, perseguido por los españoles que desecmbarcaban.</p><p></p><p></p><p>" Los españoles sufrían muchísimo, pero también la situación se hacía peligrosa para Holac. Temía que sus barcos quedaran bloqueados por el hielo "</p><p></p><p></p><p>y que los españoles, como efectivamente tenían acordado, atacando sus barcos sobre el hielo los conquistaran o incendiasen. En consecuencia dio orden de abandonar la comarca anegada entre Empel y Bolduque para salir a las aguas libres del Mosa a través de la cortadura principal del dique a levante. Bobadilla, al darse cuenta de la retirada enemiga hizo ocupar las trincheras que había mandado hacer a lo largo del dique y sometió al fuego de todas sus armas el larguisimo convoy naval que desfilaba lentamente por la cortadura, necesariamente estrecha, y a lo largo del dique, Mosa abajo. Más adelante se supo que en esta ocasión los rebeldes habían tenido trescientos muertos</p><p></p><p></p><p>" Cuando los rebeldes iban pasando con sus navíos por el río abajo les decían a los españoles en lengua castellana que no era posible sino que Dios fuera español pues había usado con ellos tan gran milagro, y que nadie en el mundo sino él por su divina misericordia fuera bastante a librarles del peligro y de sus manos "</p><p></p><p></p><p></p><p></p><p>El desenlace</p><p></p><p></p><p></p><p></p><p>El lunes 9 de diciembre, el grueso de la flota había abandonado las inmediaciones del dique y los campos anegados, pero los rebeldes ocupaban todavía sus fuertes de las isletas apoyados por seis navíos a sus inmediaciones. Bobadilla había encargado al Sargento Mayor que desde dos horas antes de amanecer estuvieran preparadas dos pleytas con capitanes y soldados escogidos en la zona del castillejo de los italianos, en espera de que desde enfrente los españoles de Juan del Aguila hicieran una salida con una galeota que tenían y una pieza que Mansfelt había hecho montar en un tablado sobre dos barcazas. Una hora después de amanecer todavía no habían salido los de Juan del Aguila, y el capitán Juan de Valencia se ofreció a conducir el ataque.</p><p></p><p></p><p>El hielo era grueso y sin fisuras y las pleytas avanzaban penosamente. Los capitanes de la primera pleyta iba rompiendo el hielo por la proa con los remos, y los soldados pidieron regresar considerando el riesgo y extrema dificultad del avance, a lo que Valencia respondió enérgicamente que</p><p></p><p></p><p>" lo que se les ordenó y a lo que habían salido era a ganar los fuertes, y que por ningún caso podían dejar la empresa, aunque pereciesen todos en el camino. Valerosa respuesta y honrada determinación, pues deben Los que se precian de obedientes capitanes observar las órdenes sin mirar los inconveníentes, y rompiendo los que se ofrecen, aventurarse a cumplir lo que se les encomienda por muy dificultoso que sea ".</p><p></p><p></p><p>Empezaba a deshelar y por las cortaduras adonde se dirigían comenzaban a entrar embarcaciones rebeldes y barquillas con tropas para guarnecer los fuertes. Pero Bobadilla había dado orden de allegar todas las demás pleytas, y los rebeldes, al verlas pasar entre las isletas, creyeron que los sitiados tenían muchas más, y supusieron un ataque en fuerza, de modo que cuando la primera pleytia llegó a tiro de mosquete del fuerte tuvieron por más acertado retirarse a sus barcos. Los españoles ocuparon los fuertes sin combate, y con ello aseguraron su salida y la libertad,</p><p></p><p></p><p>" pues aunque volviera a deshelar y a hacer mucha blandura y el armada rebelde retornara, aunque fuera más poderosa, a ocupar los pasos y puestos que había tenido, no era bastante a defender la salida a tierra firme a los tres tercios españoles que había sitiado ".</p><p></p><p>" Del otro lado rápidamente acudió en su ayuda Mansfelt con seis pontones, asistido por Zambrana y Cavalla ".</p><p></p><p></p><p>pues quería dar personalmente el parabién a Bobadilla. Con su galeota y las pleytas recogió a los trescientos heridos y enfermos que Bobadilla había concentrado en el castillejo, y aunque los hombres de Holac quisieron embestir contra ellas, no pudieron a causa del fuego de las piezas de la iglesia de Horte y de una culebrina que había adelantado Mansfelt, así como de los muchos y gruesos hielos que estorbaban la navegación.</p><p></p><p></p><p>Mientras tanto Bobadilla había convenido con su caballeroso adversario la restitución del cadáver del capitán Melchor, al que mandó hacer solemne entierro. Tras ello, los sitiados rompieron el hielo con vigas y remos para facilitar el pasaje a las pleytas y pontones que enviaban los vecinos de Bolduque. " Mientras tanto se nubló y empezó a llover y a deshelar ". Bobadilla mandó que las banderas embarcasen primero, y designó un capitán de cada tercio para custodiarlas, y estando en ello llegó Mansfelt con</p><p></p><p></p><p>" mucha cantidad de pan, que no poca necesidad tenían dél por haber más de ocho días que no lo habían probado: y fue acompañando a las banderas hasta Bolduque ".</p><p></p><p></p><p>Al concluir este primer pasaje, los marineros de las pleytas huyeron espantados de las tribulaciones pasadas, lo que demoró el paso del resto hasta el dia siguiente, martes, 10 de diciembre de 1585 en que embarcaron todos, y el último, el Maestre de Campo. Farnesio, que tuvo noticia de la liberación durante su marcha apresurada hacia Bolduque, escribió inmediatamente una elogiosa carta a Bobadilla,</p><p></p><p></p><p>" que estimó esta carta como era de razón, no menos los capitanes y soldados por las mercedes que hacía en ella: que no poco alivio es para ellos en semejantes acontecimientos razones y cartas regaladas de sus Generales y superiores, pues siempre mueven y son agradecidas; y costando tan poco como un pliego de papel, las encarecen algunos de manera que les parecen pierden el (sic) autoridad de Generales y de quien son si satisfacen a sus capitanes con razones o papeles que a veces suelen hacer tanto efecto como las obras ".</p><p></p><p></p><p>" Los soldados de Bobadilla, ateridos y agotados, fueron acogidos y curados calurosamente por la población de Bolduque, lo que no impidió que muchos murieran por las penalidades sufridas. Otros perdieron pies y manos por congelación ".</p><p></p><p></p><p>La ciudad recibió más adelante el testimonio de agradecimiento de Farnesio, un cáliz de oro y ochenta vacas para limosna de pobres, y el del propio Felipe II. Los acontecimientos de esta angustiosa semana se divulgaron rápidamente.</p><p></p><p>Los católicos neerlandeses calificaron los sucesos de que habían dado lugar a la salvación de los españoles del ejército del Rey como " Het Wonder van Empel ", " el milagro de Empel ". </p><p></p><p></p><p></p><p>Texto original de: Andrés Mas Chao y Jose Mª Sánchez de Toca</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="JQ01, post: 166803, member: 40"] [b]continuación[/b] El hallazgo El sábado 7 de diciembre, día denso de acontecimientos, la situación era desesperada para los sitiados: se habían terminado los víveres, soplaba un viento frío muy intenso, y no tenían donde cobijarse, puesto que no hallaban paja ni palos para construir abrigos ni leña para hacer fuego. Después de analizar la situación, Bobadilla descartó la salida por la cortadura principal de levante, y envió un capitán a decir a Mansfelt que atacara las dos cortaduras del dique de poniente que tenia más próximas mientras los sitiados con sus pleytas tratarían de conquistar las otras dos que estaban por su lado, " ya que no veia otro remedio, y aún éste incierto y casi imposible ". Los habitantes católicos de Bolduque, que habían ayudado con sus embarcaciones y víveres a la ocupación de Bommel, y que aportaron tropas y artillería en cuanto llegó la petición de Bobadilla, asistían angustiados a la tragedia. Cuando supieron que los españoles se disponían a atacar, hombres, mujeres y niños fueron a trabajar a lo anegado, en un inútil empeño de abrir paso. De las iglesias y conventos salieron procesiones; las damas principales de la ciudad exhortaban a la población a rogar por la salvación de los sitiados; ayunaban, se disciplinaban; y sacaron en procesión el Santísimo Sacramento a la orilla con grandes luminarias para que pudieran distinguirlo desde el dique, a fin de consolar con su visión a los sitiados e impetrar ayuda del Cielo, único que podía salvarlos. " Parece cosa extraordinaria, apunta Vázquez, que en tierra de tantos herejes y donde tan mal quieren a los españoles hubiese flamencos tan piadosos que se azotasen por ellos y tan de veras procurasen el remedio, los cuales no cesaban en sus plegarías y procesiones " En el dique, cuando los soldados supieron el fracaso del esperado socorro de Mansfelt, se lamentaban de la ausencia de Farnesio, en quien tenían puesta su confianza, y rogaban a Bobadilla le escribiera. Replicaba éste que ya lo había hecho, y que el socorro sólo podía venir de Dios. Los soldados, aunque hambrientos y ateridos, decían que de haber estado Farnesio en Bolduque ya les habría liberado, y éso que como dice Vázquez " era costumbre entre soldados viejos españoles usar de libertades y hablar de sus Príncipes y Generales en tiempos de trabajos y necesidades ". Vistas las circunstancias, Bobadilla llamó a capitanes y soldados y los exhortó " a rezar para que Dios los librase del espantoso peligro en que estaban ", y que puesto que habían fracasado los remedios que habian buscado diligentemente. " por último remedio volviesen todos sus corazones a Dios y le llamasen ... para que mirase con ojos de misericordia aquellas pobres al mas y banderas católicas que habían peleado por defender su santa Iglesia romana ... y que desde luego quitasen la mala costumbre que algunos tenían de jurar y que haciendo esto tenía por cierto que Dios los socorrería, y encargó al padre Fray García de Santisteban que todos los soldados se confesasen y comulgasen y les predicase con gran fervor lo mismo que él les había dicho... y en breve tiempo les hizo a todos estar dispuestos al martirio ". " En ésto, estando un devoto soldado español haciendo un hoyo en el dique para guardarse debajo de la tierra del mucho aire que hacía junto a su tienda y cerca de la iglesia de Empel, a las primeras azadonadas que comenzó a dar para cavar la tierra saltó una imagen de la limpísima y pura Concepción de Nuestra Señora, pintada en una tabla, tan vivos y limpios los colores y matices como si se hubiera acabado de hacer. Como si hubiera descubierto un tesoro acuden de las tiendas cercanas. Vuela allá el mismo Maestre de Campo Bobadilla ... Llevanla pues como en procesión al templo entre las banderas la adoran pecho por tierra todos: y ruegan a la Madre de los Ejércitos que pues es la que solo podía hacerlo, quiera librar a sus soldados de aquella asechanzas de elementos y enemigos: que tenían por prenda de su libertad cercana su imagen entregada piadosamente cuando menos imaginaban y más necesidad tenían, que prosiguiese y llevase a cabo su beneficio ". "Pusieron la tabla en una pared de la iglesia, frontero de las banderas, y el Padre Fray García de Santisteban hizo luego que todos los soldados le digesen una salve, y lo continuaban muy de ordinario. Este tesoro tan rico que descubrieron debajo de la tierra fue un divino nuncio del bien, que por intercesión de la Virgen Maria, esperaban en su bendito día". Quedaron los sitiados muy consolados con el hallazgo, y Bobadilla consideró llegado el momento de tomar una resolución. Convocó junta de capitanes en su cueva y expuso su parecer, que era quemar las banderas y hundir la artillería para que no cayese en manos del enemigo. Al llegar la noche atacarían con las pleytas a las principales naves rebeldes. A esto repusieron algunos capitanes que era mejor acometerse unos a otros hasta morir todos para no dar ese triunfo al enemigo, pero el Maestre de Campo no quiso oírlo y los exhortó de nuevo a elevar plegarias a Dios. En esto un tambor enemigo llamó a parlamentar y lo trajeron vendado a la cueva: Los rebeldes intimaban a la rendición e informaban de la muerte del capitán Melchor. Bobadilla rechazó la propuesta de rendición y despidió al tambor con recompensas para él y para quienes habían cuidado al español. Los rebeldes estaban tan ciertos de la rendición de los españoles que Holac " se preparó a trasladar sus futuros prisioneros de guerra " e hizo arreglos en Bommel y otras villas para alojar tan crecido número de prisioneros. Con muy buen criterio, en ningún momento había cedido a las provocaciones de los españoles que le desafiaban a que asaltara el dique. Esa misma noche un mensaje de Mansfelt avisaba que al amanecer pondría cuatro piezas en el dique de Rosman, " frontero a las isletas que estaban a la izquierda de la ocupada junto al castillejo de los italianos ", a fin de alejar de allí la flota rebelde para que Bobadilla las ocupara. Mansfelt comunicaba asimismo que no se podía vadear lo anegado ( cosa que ya sabía Bobadilla ) pero que había mandado romper el dique de Hasdem para desaguar los campos. Sin embargo, esta nueva cortadura, hecha sin cesar de combatir, no sólo no daba salida a las aguas, sino que las había hecho subir dos codos ( un metro ), hasta tal punto que enrasaban con la parte más alta de las isletas ocupadas por los españoles. Como observa cortésmente Vázquez, el Conde Carlos de Mansfelt no era un jefe afortunado. Desde que los vecinos de Bolduque habían sacado el Santísimo en la primera procesión de la mañana del sábado, el tiempo había cambiado. La temperatura había bajado bruscamente, soplaba " viento del nordeste y empezó a helar, algo que no había pasado en mucho tiempo y tampoco pasaría en los años siguientes ". Las aguas se helaban muy deprisa, algo que en la comarca no ocurre normalmente hasta mediados de enero. Al día siguiente, domingo 8 de diciembre de 1585, festividad de la Purísima Concepción, la artillería de Mansfelt comenzó a batir a la flota enemiga desde poco antes de amanecer con las piezas de Bolduque que los hombres de Juan del Aguila, sin dormir ni descansar, habían llevado a brazo con enorme esfuerzo, ya que no se trataba de piezas de campaña, relativamente ligeras, sino de cañones de plaza de gran calibre y peso. Sus " muchas y apresuradas descargas " hacían tanto daño a las naves rebeldes situadas junto a las isletas que se vieron obligadas a resguardarse tras ellas. Entretanto, " la hermandad de María Inmaculada de Bolduque hizo una procesión solemne para suplicar ayuda de Dios para los católicos encerrados ", y los vecinos de Bolduque continuaban sus rogativas y agasajaban a los españoles de Juan del Aguila en muestra de buena voluntad. Cuanto más prodigaban sus rezos más engrosaba el hielo, " pareciendo que llevaba helando más de veinte días, y en algunos lugares, el hielo tomó el espesor de dos picas ". Algo en verdad extraordinario, tanto si la expresión " dos picas " se refiere a la unidad de medida de ese nombre (2 x 3,26 m.), como si Vázquez quiere indicar que el espesor equivalía a dos picas de piquero, una a continuación de otra (2 x 5,15 m.). Por su parte, Bobadilla, que había reconocido el mejor modo de llegar a las isletas y cuáles convenía ocupar, ordenó en consecuencia al Sargento Mayor Cristóbal Lechuga que tuviera listos doscientos hombres y tres piezas para embarcar en las pleytas a primera hora de la noche, en previsión de que hubiera enemigo en las isletas. Las pleytas partieron en silencio , " aunque pocas veces lo suele tener la nación española en facciones de noche " en la clara y gélida noche invernal. Esa noche, bajo la luna, hizo " el frío más extraordinario que jamás se vió ". Los españoles llevaban cubiertas las mechas de los arcabuces, pero llegando a las isletas, a un soldado español se le incendió en un descuido un frasco de pólvora, y al fragor de la detonación el enemigo, que efectivamente ocupaba las isletas, corrió a refugiarse a los barcos, perseguido por los españoles que desecmbarcaban. " Los españoles sufrían muchísimo, pero también la situación se hacía peligrosa para Holac. Temía que sus barcos quedaran bloqueados por el hielo " y que los españoles, como efectivamente tenían acordado, atacando sus barcos sobre el hielo los conquistaran o incendiasen. En consecuencia dio orden de abandonar la comarca anegada entre Empel y Bolduque para salir a las aguas libres del Mosa a través de la cortadura principal del dique a levante. Bobadilla, al darse cuenta de la retirada enemiga hizo ocupar las trincheras que había mandado hacer a lo largo del dique y sometió al fuego de todas sus armas el larguisimo convoy naval que desfilaba lentamente por la cortadura, necesariamente estrecha, y a lo largo del dique, Mosa abajo. Más adelante se supo que en esta ocasión los rebeldes habían tenido trescientos muertos " Cuando los rebeldes iban pasando con sus navíos por el río abajo les decían a los españoles en lengua castellana que no era posible sino que Dios fuera español pues había usado con ellos tan gran milagro, y que nadie en el mundo sino él por su divina misericordia fuera bastante a librarles del peligro y de sus manos " El desenlace El lunes 9 de diciembre, el grueso de la flota había abandonado las inmediaciones del dique y los campos anegados, pero los rebeldes ocupaban todavía sus fuertes de las isletas apoyados por seis navíos a sus inmediaciones. Bobadilla había encargado al Sargento Mayor que desde dos horas antes de amanecer estuvieran preparadas dos pleytas con capitanes y soldados escogidos en la zona del castillejo de los italianos, en espera de que desde enfrente los españoles de Juan del Aguila hicieran una salida con una galeota que tenían y una pieza que Mansfelt había hecho montar en un tablado sobre dos barcazas. Una hora después de amanecer todavía no habían salido los de Juan del Aguila, y el capitán Juan de Valencia se ofreció a conducir el ataque. El hielo era grueso y sin fisuras y las pleytas avanzaban penosamente. Los capitanes de la primera pleyta iba rompiendo el hielo por la proa con los remos, y los soldados pidieron regresar considerando el riesgo y extrema dificultad del avance, a lo que Valencia respondió enérgicamente que " lo que se les ordenó y a lo que habían salido era a ganar los fuertes, y que por ningún caso podían dejar la empresa, aunque pereciesen todos en el camino. Valerosa respuesta y honrada determinación, pues deben Los que se precian de obedientes capitanes observar las órdenes sin mirar los inconveníentes, y rompiendo los que se ofrecen, aventurarse a cumplir lo que se les encomienda por muy dificultoso que sea ". Empezaba a deshelar y por las cortaduras adonde se dirigían comenzaban a entrar embarcaciones rebeldes y barquillas con tropas para guarnecer los fuertes. Pero Bobadilla había dado orden de allegar todas las demás pleytas, y los rebeldes, al verlas pasar entre las isletas, creyeron que los sitiados tenían muchas más, y supusieron un ataque en fuerza, de modo que cuando la primera pleytia llegó a tiro de mosquete del fuerte tuvieron por más acertado retirarse a sus barcos. Los españoles ocuparon los fuertes sin combate, y con ello aseguraron su salida y la libertad, " pues aunque volviera a deshelar y a hacer mucha blandura y el armada rebelde retornara, aunque fuera más poderosa, a ocupar los pasos y puestos que había tenido, no era bastante a defender la salida a tierra firme a los tres tercios españoles que había sitiado ". " Del otro lado rápidamente acudió en su ayuda Mansfelt con seis pontones, asistido por Zambrana y Cavalla ". pues quería dar personalmente el parabién a Bobadilla. Con su galeota y las pleytas recogió a los trescientos heridos y enfermos que Bobadilla había concentrado en el castillejo, y aunque los hombres de Holac quisieron embestir contra ellas, no pudieron a causa del fuego de las piezas de la iglesia de Horte y de una culebrina que había adelantado Mansfelt, así como de los muchos y gruesos hielos que estorbaban la navegación. Mientras tanto Bobadilla había convenido con su caballeroso adversario la restitución del cadáver del capitán Melchor, al que mandó hacer solemne entierro. Tras ello, los sitiados rompieron el hielo con vigas y remos para facilitar el pasaje a las pleytas y pontones que enviaban los vecinos de Bolduque. " Mientras tanto se nubló y empezó a llover y a deshelar ". Bobadilla mandó que las banderas embarcasen primero, y designó un capitán de cada tercio para custodiarlas, y estando en ello llegó Mansfelt con " mucha cantidad de pan, que no poca necesidad tenían dél por haber más de ocho días que no lo habían probado: y fue acompañando a las banderas hasta Bolduque ". Al concluir este primer pasaje, los marineros de las pleytas huyeron espantados de las tribulaciones pasadas, lo que demoró el paso del resto hasta el dia siguiente, martes, 10 de diciembre de 1585 en que embarcaron todos, y el último, el Maestre de Campo. Farnesio, que tuvo noticia de la liberación durante su marcha apresurada hacia Bolduque, escribió inmediatamente una elogiosa carta a Bobadilla, " que estimó esta carta como era de razón, no menos los capitanes y soldados por las mercedes que hacía en ella: que no poco alivio es para ellos en semejantes acontecimientos razones y cartas regaladas de sus Generales y superiores, pues siempre mueven y son agradecidas; y costando tan poco como un pliego de papel, las encarecen algunos de manera que les parecen pierden el (sic) autoridad de Generales y de quien son si satisfacen a sus capitanes con razones o papeles que a veces suelen hacer tanto efecto como las obras ". " Los soldados de Bobadilla, ateridos y agotados, fueron acogidos y curados calurosamente por la población de Bolduque, lo que no impidió que muchos murieran por las penalidades sufridas. Otros perdieron pies y manos por congelación ". La ciudad recibió más adelante el testimonio de agradecimiento de Farnesio, un cáliz de oro y ochenta vacas para limosna de pobres, y el del propio Felipe II. Los acontecimientos de esta angustiosa semana se divulgaron rápidamente. Los católicos neerlandeses calificaron los sucesos de que habían dado lugar a la salvación de los españoles del ejército del Rey como " Het Wonder van Empel ", " el milagro de Empel ". Texto original de: Andrés Mas Chao y Jose Mª Sánchez de Toca [/QUOTE]
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