Por Alfredo A. Pizzorno
El historial de los esfuerzos que hizo Gas del Estado
para llevar combustible a las Islas Malvinas está
poblado de episodios notables. Pero, sin duda, uno
de los más extraordinarios –debido, sobre todo, a la pluralidad
de los organismos oficiales que intervinieron– fue
aquel en que se montó un operativo de película para
abastecer de gas a los malvinenses pese a la tirantez con
ciertas facciones locales. Fue indudablemente un testimonio
del empeño con que el personal de la empresa buscó
mantener el servicio de provisión de gas licuado de petróleo
(GLP) a los pobladores del territorio insular y logró
vencer impedimentos que parecían insalvables.
Sucedió a principios de la década de los ochenta. Hasta
aquel entonces, era usual el envío periódico de cilindros
cargados con 45 kg de GLP desde el continente hasta la
planta de almacenaje en Puerto Argentino, a través del
mar, usando los buques Bahía Buen Suceso e Isla de los
Estados. Estos pertenecían al Servicio de Transportes Navales
de la Armada de la República Argentina (ARA).
El transporte de gas estaba condicionado a las relaciones
amigables entre los grupos malvinenses más recelosos
con la Argentina y el representante de Gas del Estado en
las Islas Malvinas, quien también era agente de Líneas
Aéreas del Estado (LADE) y delegado del Ministerio de
Relaciones Exteriores argentino.
Cada vez que las relaciones se tensaban –normalmente,
por temas de soberanía–, se impedía, como consecuencia
invariable, el desembarco de los cilindros de GLP, ya que
la principal sociedad integrante de esos grupos, la Malvinas
Islands Company (FIC), era propietaria del único puerto
de aguas profundas apto para el atraque de buques de
ultramar en Puerto Argentino. Por consiguiente, en esos
períodos de relaciones tirantes, la FIC no otorgaba el permiso
de amarre y descarga a los buques de Transportes
Navales que llevaban los cilindros de GLP. Así, se producía
el consiguiente desabastecimiento de gas en los hogares
malvinenses adheridos al servicio. Este episodio, sin lugar
a dudas, neutralizaba cualquier lazo que pudiera
vincular a la población isleña con la Argentina continental.
Se planifica el “operativo comando”
A principios de los ochenta, entonces, las relaciones
con aquellos grupos antagónicos eran verdaderamente
rígidas y repercutían, de manera negativa, en la continuidad
del servicio. Los cilindros de gas de los malvinenses
se fueron vaciando, pero los pedidos de reposición no
podían ser atendidos. Ello motivó que el representante
argentino, a través del sistema de radio de LADE, comunicara
a Gas del Estado la necesidad urgente de reabastecer
a la planta de almacenamiento del German Camp
con 800 cilindros de 45 kg de GLP (propano). Asimismo,
explicó que, debido a las relaciones difíciles con las autoridades
locales, la FIC negaba el permiso de amarre y
descarga en el puerto marítimo de Puerto Argentino. En
consecuencia, según manifestó, la suspensión del servicio
de distribución de GLP era “inevitable” si no se revertía la
situación. Esto mismo se informó al Departamento Malvinas
de la Cancillería Argentina.
Y, aunque la responsabilidad de mantener el servicio
de distribución de GLP era de Gas del Estado, esta vez la
Dirección General de la Antártida y Malvinas (MRE), que
propiciaba todas aquellas acciones desarrolladas en el
archipiélago –sobre todo las que significaran reforzar los
vínculos entre los isleños y la Argentina continental– se
preocupó por la posibilidad de que se interrumpiera la
distribución de combustible.
Rápidamente, se convocó a todos los representantes
de los organismos oficiales que tenían intervención en
el transporte, el almacenamiento y la distribución de
cilindros de GLP en el archipiélago de las Malvinas. Así,
concurrieron a la reunión los representantes de LADE, de
las Fuerzas Armadas, del Servicio de Transportes Navales,
de la ARA, de la Dirección General de la Antártida y Malvinas
(MRE), entre otros. Por Gas del Estado, concurrió
quien esto escribe en su condición de representante ante
la Comisión Conjunta Argentino-Británica.
Se barajaron ideas –todas se discutieron–, hasta que
finalmente se resolvió implementar un operativo que transportara
y descargara los cilindros en Puerto Argentino, pero
prescindiendo del muelle de la FIC. La respuesta vino del
representante del Servicio de Transportes Navales, quien
propuso utilizar un buque de la ARA que ya tenía programado
un viaje de abastecimiento a las bases argentinas
en el Continente Antártico y evitar el uso del muelle de
la compañía británica. El plan fue aprobado por unanimidad.
Era complejo y precisaba de mucha coordinación, ya
que debía compaginar a todos los sectores responsables
del transporte, desembarco y traslado de los cilindros
hasta la planta de almacenamiento en la Isla Soledad. A
instancias de quien esto escribe, se lo llamó “operativo
comando”.
Silencio y oscuridad
La planificación y puesta en marcha del operativo requirió,
además, una minuciosa coordinación con la Administración
Sur de Gas del Estado, que debía encargarse de llenar
cada uno de los 800 cilindros con 45 kg de GLP y de depositarlos
en el muelle del Puerto de Comodoro Rivadavia.
Al mismo tiempo, también había que fijar con el representante
argentino en el archipiélago el sitio y la hora del
desembarco en algún punto de la costa. Este debía estar
lo suficientemente alejado de la tierra como para no ser
detectado por miembros de la FIC ni por las autoridades
malvinenses.
Una vez que la intervención de todas las partes estuvo
consensuada y sincronizada, el buque partió de su base naval
en el continente y puso proa hacia el Atlántico Sur. En el
muelle inflamable del Puerto de Comodoro Rivadavia, esperaban
los 800 cilindros con gas, ordenados uno al lado del
otro para ser transportados hasta las Islas Malvinas. El buque
llegó y cargó todo con total hermetismo acerca del destino
final de los cilindros. Luego, siguió su camino al Sur, como
si se dirigiera a las bases argentinas en el Antártico.
El sigilo sobre el destino de la carga era una precaución
necesaria, ya que había que evitar que se enterara la
operadora radial de la estación privada presente en cierta
vivienda de Puerto Argentino, habitada por una familia
chilena. Esta radioaficionada trabajaba para la FIC y era
el enlace y guía de los barcos mercantes que partían del
Puerto de Montevideo, Uruguay, con cargas para la FIC.
Como estaba planeado, al llegar a la latitud de Puerto
Gallegos, la nave viró hacia el Este y puso rumbo hacia
la Isla Soledad. Atravesó el Atlántico Sur hasta casi tocar
la costa de la isla y la bordeó hasta alcanzar el Cabo San
Felipe. Una vez allí, ingresó en la bahía de Puerto Argentino.
Era de noche cuando ancló, en plena oscuridad y
lejos de toda zona poblada. Las luces estaban apagadas; y
el pabellón, arriado. El buque, silencioso, aguardó hasta
que la marea llegó al nivel esperado y vio la señal luminosa
que el representante de Gas del Estado había acordado
enviar desde tierra firme.
Entonces, con el mismo sigilo, comenzó la acción. En
el punto pactado, los hombres comenzaron a acomodar
los cilindros de GLP en lanchones de desembarco, similares
a los que la Marina Argentina utilizaba para sus
operativos comando. Uno a uno, los lanchones fueron
llevando su carga hasta la costa malvinense. En tierra, los
cilindros eran recibidos por el personal que colaboraba
con la oficina de LADE y cargados en unos carretones
para trasladarlos a la planta de almacenaje.
Todo el operativo se realizó sin el más mínimo ruido,
entre hombres que trabajaban en la oscuridad. Con el
mismo silencio, apenas subió la marea, el buque abandonó
la bahía y se alejó por el Atlántico. En la isla, quedaban
almacenados los cilindros del combustible que
habrían de abrigar a la población de Puerto Argentino y
de las estancias y localidades más alejadas.
Desconcierto
Al día siguiente, el representante argentino se encargó
de comunicar al Gobierno local que se hallaba en condiciones
de atender los pedidos de reposición de GLP de los
clientes de Gas del Estado.
El estupor y desconcierto que causó la noticia en los
mandos de la FIC y de sus simpatizantes no tuvo límites.
¿Cómo había llegado el gas allí? ¿Cómo habían logrado
enviarlo desde el continente y trasladarlo a la planta sin
que nadie lo advirtiera?
Nunca obtuvieron respuesta. Y, al menos en esa oportunidad,
debieron reconocer que la voluntad de Gas del
Estado por mantener el servicio a sus clientes isleños era
muy superior a cualquier esfuerzo que interpusieran la
FIC y sus aliados para obstaculizarlo.
Los buques que unieron las islas con el continente
El ARA Bahía Buen Suceso y el ARA Isla de los Estados fueron
indudables protagonistas en el transporte de gas por los mares del
Sur.
El Bahía Buen Suceso (1950-1982) había sido construido en
Canadá, en 1950, por el astillero Halifax Shipbuilding Co. y arribó
a Buenos Aires en julio de ese año para incorporarse a la flota
del Servicio de Transportes Navales. Apenas un mes más tarde,
ya realizaba su primer viaje al Sur, donde ya no se detuvo, hasta
1982, cuando tuvo un trágico fin.
Debía su nombre a la bahía así bautizada por los navegantes
españoles que, en busca de una ruta comercial, surcaron la zona
en 1619 y que, a su vez, bautizaron la bahía con el nombre de la
nave capitana de su propia expedición: la carabela Nuestra Señora
del Buen Suceso.
Su derrotero incluyó numerosas campañas a la Antártida y a
Europa; pero, sin duda, su destino más singular fue la ruta regular
a las Islas Malvinas. Iba y venía periódicamente, junto con dos
buques de desembarco de tanques (BDT), llevando carga, como
los cilindros de gas y también turistas.
Distinguir su perfil en el horizonte marítimo se hizo costumbre,
hasta que los sucesos bélicos en las Islas Malvinas dictaron su
sentencia de muerte. En efecto, tras una activa participación en
estos acontecimientos, en mayo de 1982, el Bahía Buen Suceso fue
averiado por aviones británicos Sea Harrier y, finalmente, hundido
por un torpedo, disparado desde el submarino inglés HMS Onyx.
El Buque Isla de los Estados
La vida útil del ARA Isla de los Estados (1975-1982) fue incluso
más corta. Botado en 1975 por la Sociedad Metalúrgica Duro
Felguera de Gijón,Asturias, fue adquirido
en 1980 por TransportesNavales. Debía llevarcargas regularesde ovejas y otras mercaderías entre lasislas Malvinas y Puerto Deseado.
No obstante, su devenir por esas aguas no duró demasiado. El ARA Isla de los Estados
no había sido botado con ese nombre sino con el más andaluz
de “Trans-bética” (“Betis” era el nombre romano para el río
Guadalquivir que surca Sevilla). Y quienes en su momento hayan
desaprobado que se infringiera la regla náutica de no cambiar el
nombre a un barco habrán recibido con aprensión la noticia de su
pronto final.
En efecto, los episodios bélicos sucedieron no mucho después
de su llegada a la zona, y el buque prestó servicios durante esa
etapa llevando equipos y víveres. Incluso realizó operaciones
de minado en las aguas, hasta que en el mismo mayo de 1982,
mientras navegaba hacia Puerto Mitre (Puerto Mitre (Port Howard)) con
municiones y combustible de aviación, fue interceptado por la
fragata británica HMS Alacrity y hundido con disparos de artillería,
que también provocaron la muerte de más de veinte tripulantes.
La misión de estos buques fue breve, pero determinante: en
su discreto ir y venir, con su carga imprescindible para la vida
en aquellas frías latitudes, lograron atar fuertemente –mientras
pudieron– los lazos de las Islas Malvinas con la Argentina
continental.
Ara Isla de los Estados
Ara Bahia Buen Suceso
El "Buen Suceso" amarrado al muelle de Puerto Argentino
Fuentes: Histarmar, Armada Argentina, Petrotecnia