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En el Mando Supremo de Hitler
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<blockquote data-quote="Stormnacht" data-source="post: 775517" data-attributes="member: 341"><p><img src="http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/hitlerfondo.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p><img src="http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/hitleroleo.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p></p><p><strong> Las palabras que siguieron fueron algo semejante a un murmullo inarticulado. Dahlerus estaba convencido de que aquel hombre, que no sólo tenía en sus manos el destino de su pueblo, sino el bienestar de toda Europa, y tal vez, el de todo el mundo, no era normal. Y nuevamente operó en el Führer una de sus contínuas mutaciones de carácter. Parecía que en cada una de ellas emergiera de un profundo estado hipnótico y procurara olvidar con todas sus fuerzas la penosa escena anterior.</strong></p><p><strong> </strong></p><p><strong> - ¡Herr Dalherus! -exclamó el Führer, con el brazo derecho extendido en dirección a su interlocutor, a quien señalaba con el dedo índice de la misma mano -. Usted conoce muy bien Inglaterra. ¿Puede decirme el motivo de mis continuos fracasos por llegar a un acuerdo con los ingleses?</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> El sueco dudaba entre dar una respuesta cortés o decir lo que pensaba. Se decidió por lo último, y, haciendo acopio de valor, manifestó a Hitler:</strong></p><p><strong> - Excelencia, basándome en el profundo conocimiento que poseo acerca de Inglaterra y los ingleses, de su mentalidad y su postura con respecto a Alemania, opino que esas dificultades a que ha aludido obedecen a una falta de confianza en usted y en su Gobierno...</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> Hermann Goering se quedó mudo de asombro. Nadie hasta la fecha había osado hablar así al Führer: ni ministro, ni embajador, ni general. ¿Cuál sería la reacción de Adolf Hitler ante las atrevidas frases del sueco?</strong></p><p><strong> Sin embargo, el Führer estaba de muy buen genio. Con la mano derecha alzada, cual si quisiera pronunciar un juramento, y dándose golpes en el pecho con la izquierda, exclamó:</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> - ¡Idiotas! ¿Acaso alguna vez en mi vida he faltado a mi palabra? Usted, Herr Dahlerus, conoce ya mi modo de enfocar las cosas. Regrese inmediatamente a Inglaterra e informe al Gobierno británico de mis puntos de vista. Creo que Henderson no me ha comprendido muy bien, y es mi mayor deseo poder llegar a un entendimiento.</strong></p><p><strong> </strong></p><p><strong> Hitler hizo a continuación nuevas proposiciones, que Birger Dahlerus aprendió de memoria, palabra por palabra, cual si se tratara de un escolar que grabara en su mente la lección explicada por el maestro:</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong><em></em></strong></p><p><strong><em>1.- Alemania desea establecer un pacto o alianza con Inglaterra...</em></strong></p><p><strong><em>2.- Inglaterra contribuirá a que Alemania obtenga Danzig y el corredor polaco. Polonia tendrá derecho a disfrutar de un puerto libre en el Báltico y conservará, además, la ciudad de Gdynia.</em></strong></p><p><strong><em>3.- Alemania se compromete a garantizar las fronteras de Polonia.</em></strong></p><p><strong><em>4.- Alemania solicita la devolución de sus antiguas colonias o llegar a un compromiso con las colonias pertenecientes al Imperio británico...</em></strong></p><p><strong><em>5.- Se exigen garantías por lo que hace referencia al trato de las minorías alemanas en Polonia.</em></strong></p><p><strong><em>6.- Alemania se compromete a ayudar al Imperio británico con la intervención de sus fuerzas armadas, en el caso de que éste se viera amenazado, dondequiera que fuere. </em></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> Sobre este último punto intervino Goering.</strong></p><p><strong> - Eso significa - dijo éste - que Alemania apoyaría a Inglaterra incluso en un eventual conflicto armado con Italia...</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> Hacía pocos meses que entre Italia y Alemania había sido suscrito el llamado "Pacto de Acero", con gran pompa y estruendo, y apenas transcurridos tres meses de su ratificación, una de las potencias signatarias estaba ya dispuesta a entrar en guerra contra su copartícipe. El sueco se abstuvo de emitir la opinión que le merecía tan actitud, pues juzgó conveniente no pronunciar el verdadero juicio sobre el concepto que de la fidelidad de una palabra tenían los nacionalsocialistas y que, según rezaba el lema de las S.S., iba ligada con el honor del régimen. Consideró más prudente no hacerlo, pues cualquier censura podría enrarecer la atmósfera, que se hallaba por el momento bastante despejada.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> - Comunique todo cuanto le he dicho a Herr Chamberlain - manifestó Hitler, en tono jovial.</strong></p><p><strong> - No puedo emprender el viaje como delegado del Gobierno del Reich - intervino Dahlerus -. Sólo puedo ir a Londres a bordo de un avión británico y con el beneplácito del Gobierno de Su Majestad.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> Hermann Goering salió del amplio despacho y regresó a los pocos minutos.</strong></p><p><strong> - Mañana temprano, a las ocho, habrá un avión alemán a su disposición, que le conducirá a Amsterdam. De allí puede usted trasladarse a Londres en cualquier aparato inglés.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> Desde su apartamento del Hotel Esplanade, Birger Dahlerus telefoneó a su intermediario Spencer. No pasó mucho tiempo sin que Spencer le llamara de nuevo para informarle de que era dudoso que en Londres le dieran la bienvenida por su nueva misión, pero, no obstante, le indicó que podía emprender el viaje. A causa del escaso tiempo disponible, le aconsejó que volara directamente a Londres en el avión alemán, pues en el aeródromo de Croydon estaría todo dispuesto para recibirle. Mientras tanto, se había hecho ya tarde: eran las cinco y media de la madrugada. El sueco comenzó a hacer su equipaje. A las siete cuarenta se trasladó desde el Hotel Esplanade al aeropuerto. Veinte horas después de haber abandonado el territorio metropolitano inglés volvía a pisarlo de nuevo.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Parte 5</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong></strong></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Stormnacht, post: 775517, member: 341"] [IMG]http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/hitlerfondo.jpg[/IMG] [IMG]http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/hitleroleo.jpg[/IMG] [B] Las palabras que siguieron fueron algo semejante a un murmullo inarticulado. Dahlerus estaba convencido de que aquel hombre, que no sólo tenía en sus manos el destino de su pueblo, sino el bienestar de toda Europa, y tal vez, el de todo el mundo, no era normal. Y nuevamente operó en el Führer una de sus contínuas mutaciones de carácter. Parecía que en cada una de ellas emergiera de un profundo estado hipnótico y procurara olvidar con todas sus fuerzas la penosa escena anterior. - ¡Herr Dalherus! -exclamó el Führer, con el brazo derecho extendido en dirección a su interlocutor, a quien señalaba con el dedo índice de la misma mano -. Usted conoce muy bien Inglaterra. ¿Puede decirme el motivo de mis continuos fracasos por llegar a un acuerdo con los ingleses? El sueco dudaba entre dar una respuesta cortés o decir lo que pensaba. Se decidió por lo último, y, haciendo acopio de valor, manifestó a Hitler: - Excelencia, basándome en el profundo conocimiento que poseo acerca de Inglaterra y los ingleses, de su mentalidad y su postura con respecto a Alemania, opino que esas dificultades a que ha aludido obedecen a una falta de confianza en usted y en su Gobierno... Hermann Goering se quedó mudo de asombro. Nadie hasta la fecha había osado hablar así al Führer: ni ministro, ni embajador, ni general. ¿Cuál sería la reacción de Adolf Hitler ante las atrevidas frases del sueco? Sin embargo, el Führer estaba de muy buen genio. Con la mano derecha alzada, cual si quisiera pronunciar un juramento, y dándose golpes en el pecho con la izquierda, exclamó: - ¡Idiotas! ¿Acaso alguna vez en mi vida he faltado a mi palabra? Usted, Herr Dahlerus, conoce ya mi modo de enfocar las cosas. Regrese inmediatamente a Inglaterra e informe al Gobierno británico de mis puntos de vista. Creo que Henderson no me ha comprendido muy bien, y es mi mayor deseo poder llegar a un entendimiento. Hitler hizo a continuación nuevas proposiciones, que Birger Dahlerus aprendió de memoria, palabra por palabra, cual si se tratara de un escolar que grabara en su mente la lección explicada por el maestro: [I] 1.- Alemania desea establecer un pacto o alianza con Inglaterra... 2.- Inglaterra contribuirá a que Alemania obtenga Danzig y el corredor polaco. Polonia tendrá derecho a disfrutar de un puerto libre en el Báltico y conservará, además, la ciudad de Gdynia. 3.- Alemania se compromete a garantizar las fronteras de Polonia. 4.- Alemania solicita la devolución de sus antiguas colonias o llegar a un compromiso con las colonias pertenecientes al Imperio británico... 5.- Se exigen garantías por lo que hace referencia al trato de las minorías alemanas en Polonia. 6.- Alemania se compromete a ayudar al Imperio británico con la intervención de sus fuerzas armadas, en el caso de que éste se viera amenazado, dondequiera que fuere. [/I] Sobre este último punto intervino Goering. - Eso significa - dijo éste - que Alemania apoyaría a Inglaterra incluso en un eventual conflicto armado con Italia... Hacía pocos meses que entre Italia y Alemania había sido suscrito el llamado "Pacto de Acero", con gran pompa y estruendo, y apenas transcurridos tres meses de su ratificación, una de las potencias signatarias estaba ya dispuesta a entrar en guerra contra su copartícipe. El sueco se abstuvo de emitir la opinión que le merecía tan actitud, pues juzgó conveniente no pronunciar el verdadero juicio sobre el concepto que de la fidelidad de una palabra tenían los nacionalsocialistas y que, según rezaba el lema de las S.S., iba ligada con el honor del régimen. Consideró más prudente no hacerlo, pues cualquier censura podría enrarecer la atmósfera, que se hallaba por el momento bastante despejada. - Comunique todo cuanto le he dicho a Herr Chamberlain - manifestó Hitler, en tono jovial. - No puedo emprender el viaje como delegado del Gobierno del Reich - intervino Dahlerus -. Sólo puedo ir a Londres a bordo de un avión británico y con el beneplácito del Gobierno de Su Majestad. Hermann Goering salió del amplio despacho y regresó a los pocos minutos. - Mañana temprano, a las ocho, habrá un avión alemán a su disposición, que le conducirá a Amsterdam. De allí puede usted trasladarse a Londres en cualquier aparato inglés. Desde su apartamento del Hotel Esplanade, Birger Dahlerus telefoneó a su intermediario Spencer. No pasó mucho tiempo sin que Spencer le llamara de nuevo para informarle de que era dudoso que en Londres le dieran la bienvenida por su nueva misión, pero, no obstante, le indicó que podía emprender el viaje. A causa del escaso tiempo disponible, le aconsejó que volara directamente a Londres en el avión alemán, pues en el aeródromo de Croydon estaría todo dispuesto para recibirle. Mientras tanto, se había hecho ya tarde: eran las cinco y media de la madrugada. El sueco comenzó a hacer su equipaje. A las siete cuarenta se trasladó desde el Hotel Esplanade al aeropuerto. Veinte horas después de haber abandonado el territorio metropolitano inglés volvía a pisarlo de nuevo. Parte 5 [/B] [/QUOTE]
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