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En el Mando Supremo de Hitler
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<blockquote data-quote="Stormnacht" data-source="post: 775522" data-attributes="member: 341"><p><strong> A pesar de todo, parecía que la paz no sería violada. En todo caso, así lo creía Hermann Goering, más para despejar posibles equívocos preguntó a Adolf Hitler si iban a jugarse el todo por el todo...</strong></p><p><strong> - Así lo he hecho durante toda mi vida! - replicó el Führer, irritado.</strong></p><p><strong> </strong></p><p><strong> El martes siguiente todavía se respiraba cierto optimismo en Berlín, Paris, Londres y Roma. En la Cancillería del Reich, el Führer y von Ribbentrop estudiaban la respuesta a la última nota del Gobierno británico. Dedicaban especial atención al redactado del párrafo referente a la cuestión de los negociadores polacos. En modo alguno debía sonar a ultimátum, pero tampoco querían que fuese demasiado "suave". Poco antes de las seis de la tarde la traducción estaba ya lista, y sin Neville Henderson fue llamado a la Cancillería. Adolf Hitler se mostró afable, pero el mebajador británico se percató, no obstante, de que su comportamiento era un tanto más adusto que en la anterior ocasión. Después de un prolongado cambio de impresiones, efectuado con deferencia, Hitler le hizo entrega de la nota. Sir Neville Henderson la leyó.</strong></p><p><strong> En el prólogo figuraba ya la consabida reclamación de que el Gobierno polaco había rechazado las propuestas de negociaciones alemanas y, por añadidura, adoptaba ciertas medidas militares contrarias al espíritu de buena voluntad. A continuación, una minuciosa descripción de los malos tratos dispensados a ciudadanos polacos de habla alemana y asimismo, a los miembros de las minorías alemanas en el país. <em>"Tales hechos son intolerables para una gran potencia como Alemania..."</em>, se decía en la nota. Sir Neville Henderson sabía que, desgraciadamente, se habían producido en Polonia actos vandálicos contra la población de habla alemana residente, aunque en realidad el número de los mismos era evidentemente muy inferior al manifestado por las autoridades alemanas. Se exigían también plenas garantías de que en lo sucesivo esas minorías alemanas en el país polaco serían respetadas. Adolf Hitler requería la anexión de Danzig y el corredor polaco a Alemania. En la nota había algo nuevo: en las negociaciones relativas al problema polaco era solicitada la presencia de la Unión Soviética:</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> <em> "El Gobierno del Reich debe advertir al Gobierno de Su Majestad británica que no está en situación de decidir respecto a la eventualidad de cualquier modificación en las condiciones territoriales de Polonia, sin que en las negociaciones intervenga la Unión Soviética, ni puede aceptar garantía alguna sin previo cambio de impresiones con la U.R.S.S."</em></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> Sir Neville Henderson leyó dos veces el mismo párrafo, para percatarse bien de su significado. De mayor gravedad todavía era el que figuraba a continuación:</strong></p><p><strong> </strong></p><p><strong> <em> "Teniendo en cuenta las actuales circunstancias, el Gobierno del Reich acepta la intervención del Gobierno de Su Majestad británica en el sentido de enviar a Berlín una prominente personalidad polaca al objeto de iniciar las negociaciones. Dicha personalidad deberá estar en Berlín el miércoles, día 30 de agosto de 1939".</em></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> - Estamos hoy a 2, son ya las siete de la tarde... - observó Henderson -. Apenas hay tiempo para que el personaje en cuestión se traslade a Berlín. Este párrafo parece un ultimátum...</strong></p><p><strong> </strong></p><p><strong> Hitler discutía, secundado por von Ribbentrop, y exclamó que en modo alguno se trataba de un ultimátum.</strong></p><p><strong> - Únicamente pedimos un poco de premura - casi gritó el Führer, exasperado por la intervención de Henderson -. Dos ejércitos se hallan frente a frente, y en Polonia los residentes alemanes son martirizados, asesinados, ultrajados. Naturalmente, a usted le tiene sin cuidado, señor Embajador, el número de alemanes asesinados en Polonia.</strong></p><p><strong> </strong></p><p><strong> Sir Neville Henderson protestó con toda energía contra semejante afirmación e intentó convencer al Führer de que era imposible cumplir dicho plazo. Todo fue inútil.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> - ¡Mis soldados preguntan cuál es mi decisión! - gritó el Führer -. Mi ejército y mi Luftwaffe estaban preparados desde el 25 de agosto. Mis generales protestan ante la perspectiva de nuevas demoras, pues se aproxima el período de las lluvias y con ello las operaciones militares quedan dificultadas. En fin de cuentas sólo se invierte hora y media para volar desde Varsovia a Berlín.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> Sir Neville Henderson se despidió resignado. En vista de la brevedad del plazo solicitó la respuesta a la nota británica lo antes posible, con el fin de transmitirla a Londres. Con paso rápido cruzó la galería de mármol, en la que halló docenas de rostros ávidos. El embajador sabía muy bien que los altos jerarcas del régimen deseaban la paz, así como los mandos de la Wehrmacht. Una vez alcanzadas ya las esferas superiores del poder, querían lógicamente disfrutar de su posición de privilegio sin necesidad de arriesgar la vida en el <em>"campo de honor..."</em></strong></p><p><strong> Mientras la Embajada británica remitía a Londres la respuesta alemana a su última nota, Henderson se entrevistaba con el embajador polaco, Lipski, dándole cuenta de la situación. Al propio tiempo, Adolf Hitler recibía al embajador italiano, Attolico. Hermann Goering se ponía al habla con su amigo e intermediario, el industrial sueco Dahlerus, que cenaba aquella noche en el Hotel Esplanade con unos compatriotas. Habían comenzado los últimos y desesperados esfuerzos en pro de la paz...</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong><img src="http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/mapeuropantes.gif" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /> </strong></p><p><strong></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Parte 10</strong></p><p><strong> </strong></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Stormnacht, post: 775522, member: 341"] [B] A pesar de todo, parecía que la paz no sería violada. En todo caso, así lo creía Hermann Goering, más para despejar posibles equívocos preguntó a Adolf Hitler si iban a jugarse el todo por el todo... - Así lo he hecho durante toda mi vida! - replicó el Führer, irritado. El martes siguiente todavía se respiraba cierto optimismo en Berlín, Paris, Londres y Roma. En la Cancillería del Reich, el Führer y von Ribbentrop estudiaban la respuesta a la última nota del Gobierno británico. Dedicaban especial atención al redactado del párrafo referente a la cuestión de los negociadores polacos. En modo alguno debía sonar a ultimátum, pero tampoco querían que fuese demasiado "suave". Poco antes de las seis de la tarde la traducción estaba ya lista, y sin Neville Henderson fue llamado a la Cancillería. Adolf Hitler se mostró afable, pero el mebajador británico se percató, no obstante, de que su comportamiento era un tanto más adusto que en la anterior ocasión. Después de un prolongado cambio de impresiones, efectuado con deferencia, Hitler le hizo entrega de la nota. Sir Neville Henderson la leyó. En el prólogo figuraba ya la consabida reclamación de que el Gobierno polaco había rechazado las propuestas de negociaciones alemanas y, por añadidura, adoptaba ciertas medidas militares contrarias al espíritu de buena voluntad. A continuación, una minuciosa descripción de los malos tratos dispensados a ciudadanos polacos de habla alemana y asimismo, a los miembros de las minorías alemanas en el país. [I]"Tales hechos son intolerables para una gran potencia como Alemania..."[/I], se decía en la nota. Sir Neville Henderson sabía que, desgraciadamente, se habían producido en Polonia actos vandálicos contra la población de habla alemana residente, aunque en realidad el número de los mismos era evidentemente muy inferior al manifestado por las autoridades alemanas. Se exigían también plenas garantías de que en lo sucesivo esas minorías alemanas en el país polaco serían respetadas. Adolf Hitler requería la anexión de Danzig y el corredor polaco a Alemania. En la nota había algo nuevo: en las negociaciones relativas al problema polaco era solicitada la presencia de la Unión Soviética: [I] "El Gobierno del Reich debe advertir al Gobierno de Su Majestad británica que no está en situación de decidir respecto a la eventualidad de cualquier modificación en las condiciones territoriales de Polonia, sin que en las negociaciones intervenga la Unión Soviética, ni puede aceptar garantía alguna sin previo cambio de impresiones con la U.R.S.S."[/I] Sir Neville Henderson leyó dos veces el mismo párrafo, para percatarse bien de su significado. De mayor gravedad todavía era el que figuraba a continuación: [I] "Teniendo en cuenta las actuales circunstancias, el Gobierno del Reich acepta la intervención del Gobierno de Su Majestad británica en el sentido de enviar a Berlín una prominente personalidad polaca al objeto de iniciar las negociaciones. Dicha personalidad deberá estar en Berlín el miércoles, día 30 de agosto de 1939".[/I] - Estamos hoy a 2, son ya las siete de la tarde... - observó Henderson -. Apenas hay tiempo para que el personaje en cuestión se traslade a Berlín. Este párrafo parece un ultimátum... Hitler discutía, secundado por von Ribbentrop, y exclamó que en modo alguno se trataba de un ultimátum. - Únicamente pedimos un poco de premura - casi gritó el Führer, exasperado por la intervención de Henderson -. Dos ejércitos se hallan frente a frente, y en Polonia los residentes alemanes son martirizados, asesinados, ultrajados. Naturalmente, a usted le tiene sin cuidado, señor Embajador, el número de alemanes asesinados en Polonia. Sir Neville Henderson protestó con toda energía contra semejante afirmación e intentó convencer al Führer de que era imposible cumplir dicho plazo. Todo fue inútil. - ¡Mis soldados preguntan cuál es mi decisión! - gritó el Führer -. Mi ejército y mi Luftwaffe estaban preparados desde el 25 de agosto. Mis generales protestan ante la perspectiva de nuevas demoras, pues se aproxima el período de las lluvias y con ello las operaciones militares quedan dificultadas. En fin de cuentas sólo se invierte hora y media para volar desde Varsovia a Berlín. Sir Neville Henderson se despidió resignado. En vista de la brevedad del plazo solicitó la respuesta a la nota británica lo antes posible, con el fin de transmitirla a Londres. Con paso rápido cruzó la galería de mármol, en la que halló docenas de rostros ávidos. El embajador sabía muy bien que los altos jerarcas del régimen deseaban la paz, así como los mandos de la Wehrmacht. Una vez alcanzadas ya las esferas superiores del poder, querían lógicamente disfrutar de su posición de privilegio sin necesidad de arriesgar la vida en el [I]"campo de honor..."[/I] Mientras la Embajada británica remitía a Londres la respuesta alemana a su última nota, Henderson se entrevistaba con el embajador polaco, Lipski, dándole cuenta de la situación. Al propio tiempo, Adolf Hitler recibía al embajador italiano, Attolico. Hermann Goering se ponía al habla con su amigo e intermediario, el industrial sueco Dahlerus, que cenaba aquella noche en el Hotel Esplanade con unos compatriotas. Habían comenzado los últimos y desesperados esfuerzos en pro de la paz... [IMG]http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/mapeuropantes.gif[/IMG] Parte 10 [/B] [/QUOTE]
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Guerra desarrollada entre Argentina y el Reino Unido en 1982
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