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<blockquote data-quote="Stormnacht" data-source="post: 775523" data-attributes="member: 341"><p><strong> Conjuntamente con el sueco Birger Dahlerus, Hermann Goering estudió la nota, de cuyo original alemán se había procurado una copia. Con un grueso lápiz rojo subrayó determinados párrafos.</strong></p><p><strong> - Debe usted convenir, Herr Dahlerus - dijo Goering empleando su mejor tono persuasivo -, en que el Führer ha llegado hasta el extremo de la transigencia. Ya conocemos a los polacos. Con bastante frecuencia he salido de caza con ellos y sé que no son gente de fiar. Son una nación inferior, y su comportamiento para con los alemanes es francamente intolerable. Sesenta divisiones alemanas se hallan estacionadas ante la frontera polaca,y, no obstante, concedemos aún la oportunidad de que un personaje polaco se traslade a Berlín para negociar. Y eso mientras cada día se producen golpes de mano organizados contra nuestro territorio a lo largo de toda la frontera. Eso no puede continuar.</strong></p><p><strong> - ¿Y qué significa esto en realidad? - preguntó Dahlerus -. Esas incursiones no constituyen por sí mismas motivo suficiente para desencadenar una guerra, que puede costar la vida a cientos de miles o tal vez millones de hombres. ¿Qué territorios exige Alemania?</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> Goering se levantó para hojear en un enorme atlas, hasta que por fin se detuvo en un mapa que comprendía toda la frontera oriental alemana. Con un lápiz verde señaló las provincias pertenecientes a Polonia que, en su opinión exigía Alemania, y, con el lápiz rojo señaló el territorio restante, genuinamente polaco. A continuación dirigió a Birger Dahlerus su última proposición.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> - Debe usted volver a Londres otra vez, mi apreciado Dahlerus. ¡En seguida! Esta misma noche. Y debe informar minusiosamente al Gobierno británico de todos los acontecimientos de esta tarde. Ante todo, debe destacar la decisión de Alemania de llegar a un acuerdo con la Gran Bretaña. Pondré a su disposición un aparato alemán, ya que no hay tiempo que perder. Comunique a los miembros del Gobierno británico, de modo estrictamente confidencial, que el Führer entregará mañana a los polacos una nota cuyo contenido es tal que no podrá por menos que ser aceptado.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> Birger Dahlerus levantó la cabeza. La situación era realmente grave, y las palabras de Hermann Goering significaban una última oportunidad que en modo alguno podía dejar de aprovecharse. El sueco apartó sus propios pensamientos y manifestó que estaba dispuesto a emprender el vuelo.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> - Lo intentaré otra vez! - exclamó.</strong></p><p><strong> - Se lo agradezco mucho, mi estimado Dahlerus - respondió Goering -. Por si acaso no llegamos a vernos más, tenga la seguridad de mi mayor agradecimiento por todo lo que ha hecho hasta el presente.</strong></p><p><strong> - ¿Y por qué no nos veremos más? - preguntó el sueco, con asombro -. Pronto estaré de regreso.</strong></p><p><strong> - Naturalmente, tiene usted razón -respondió Goering -. Pero no olvide usted... que hay algunas personas que tratarán de que usted no salga con vida de todo esto...</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> Birger Dahlerus recibió la advertencia con frialdad. Algunas semanas más tarde - la guerra había comenzado ya - le fue confirmada la noticia de que Ribbentrop planeaba la destrucción del aparato que iba a conducir al sueco a Inglaterra. Para el Ministros de Asuntos Exteriores alemán, Dahlerus era el <em>"hijo de perra"</em> que con su intervención iba a estropear su guerra al Führer.</strong></p><p><strong> De regreso al hotel, Dahlerus estableció contacto con Londres a las dos de la madrugada. De allí recibió la conformidad de que se trasladara en un avión alemán. Tres horas después tomaba un avión en un aeropuerto militar que le era desconocido, situado en las cercanías de Berlín, y a las nueve y veinte aterrizaba en el aeródromo Heston de Londres. Mientras se dirigía a la ciudad, el sueco observó los grandes titulares de última hora insertados en la Prensa inglesa, publicando la última información: <em>"El avión secreto ha salido de Berlín a las cinco de esta madrugada".</em> Dicha indiscreción solamente pudo venir de Alemania.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong><img src="http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/ju-52lufthansa.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></strong></p><p><strong><strong>Los Ju-52 dispuestos previo al desenlace...</strong></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong><img src="http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/heston1938.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></strong></p><p><strong><strong>Aeródromo Heston en los alrededores de Londres.</strong></strong></p><p><strong><strong></strong></strong></p><p><strong><img src="http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/electrabritish.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></strong></p><p><strong><strong>Los Lockheed Electra utilizados por los británicos.</strong></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Parte 11</strong></p><p><strong></strong></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Stormnacht, post: 775523, member: 341"] [B] Conjuntamente con el sueco Birger Dahlerus, Hermann Goering estudió la nota, de cuyo original alemán se había procurado una copia. Con un grueso lápiz rojo subrayó determinados párrafos. - Debe usted convenir, Herr Dahlerus - dijo Goering empleando su mejor tono persuasivo -, en que el Führer ha llegado hasta el extremo de la transigencia. Ya conocemos a los polacos. Con bastante frecuencia he salido de caza con ellos y sé que no son gente de fiar. Son una nación inferior, y su comportamiento para con los alemanes es francamente intolerable. Sesenta divisiones alemanas se hallan estacionadas ante la frontera polaca,y, no obstante, concedemos aún la oportunidad de que un personaje polaco se traslade a Berlín para negociar. Y eso mientras cada día se producen golpes de mano organizados contra nuestro territorio a lo largo de toda la frontera. Eso no puede continuar. - ¿Y qué significa esto en realidad? - preguntó Dahlerus -. Esas incursiones no constituyen por sí mismas motivo suficiente para desencadenar una guerra, que puede costar la vida a cientos de miles o tal vez millones de hombres. ¿Qué territorios exige Alemania? Goering se levantó para hojear en un enorme atlas, hasta que por fin se detuvo en un mapa que comprendía toda la frontera oriental alemana. Con un lápiz verde señaló las provincias pertenecientes a Polonia que, en su opinión exigía Alemania, y, con el lápiz rojo señaló el territorio restante, genuinamente polaco. A continuación dirigió a Birger Dahlerus su última proposición. - Debe usted volver a Londres otra vez, mi apreciado Dahlerus. ¡En seguida! Esta misma noche. Y debe informar minusiosamente al Gobierno británico de todos los acontecimientos de esta tarde. Ante todo, debe destacar la decisión de Alemania de llegar a un acuerdo con la Gran Bretaña. Pondré a su disposición un aparato alemán, ya que no hay tiempo que perder. Comunique a los miembros del Gobierno británico, de modo estrictamente confidencial, que el Führer entregará mañana a los polacos una nota cuyo contenido es tal que no podrá por menos que ser aceptado. Birger Dahlerus levantó la cabeza. La situación era realmente grave, y las palabras de Hermann Goering significaban una última oportunidad que en modo alguno podía dejar de aprovecharse. El sueco apartó sus propios pensamientos y manifestó que estaba dispuesto a emprender el vuelo. - Lo intentaré otra vez! - exclamó. - Se lo agradezco mucho, mi estimado Dahlerus - respondió Goering -. Por si acaso no llegamos a vernos más, tenga la seguridad de mi mayor agradecimiento por todo lo que ha hecho hasta el presente. - ¿Y por qué no nos veremos más? - preguntó el sueco, con asombro -. Pronto estaré de regreso. - Naturalmente, tiene usted razón -respondió Goering -. Pero no olvide usted... que hay algunas personas que tratarán de que usted no salga con vida de todo esto... Birger Dahlerus recibió la advertencia con frialdad. Algunas semanas más tarde - la guerra había comenzado ya - le fue confirmada la noticia de que Ribbentrop planeaba la destrucción del aparato que iba a conducir al sueco a Inglaterra. Para el Ministros de Asuntos Exteriores alemán, Dahlerus era el [I]"hijo de perra"[/I] que con su intervención iba a estropear su guerra al Führer. De regreso al hotel, Dahlerus estableció contacto con Londres a las dos de la madrugada. De allí recibió la conformidad de que se trasladara en un avión alemán. Tres horas después tomaba un avión en un aeropuerto militar que le era desconocido, situado en las cercanías de Berlín, y a las nueve y veinte aterrizaba en el aeródromo Heston de Londres. Mientras se dirigía a la ciudad, el sueco observó los grandes titulares de última hora insertados en la Prensa inglesa, publicando la última información: [I]"El avión secreto ha salido de Berlín a las cinco de esta madrugada".[/I] Dicha indiscreción solamente pudo venir de Alemania. [IMG]http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/ju-52lufthansa.jpg[/IMG] [B]Los Ju-52 dispuestos previo al desenlace...[/B] [IMG]http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/heston1938.jpg[/IMG] [B]Aeródromo Heston en los alrededores de Londres. [/B] [IMG]http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/electrabritish.jpg[/IMG] [B]Los Lockheed Electra utilizados por los británicos.[/B] Parte 11 [/B] [/QUOTE]
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