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Escocia, abocada a un referéndum de independencia
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<blockquote data-quote="Shandor" data-source="post: 1640534" data-attributes="member: 50"><p><span style="font-size: 22px"><strong>Ingleses y escoceses: flema y pasión de dos verdaderas naciones</strong></span></p><p></p><p><a href="http://www.zona-militar.com/foros/javascript:void(0);"><img src="http://bucket3.clanacion.com.ar/anexos/fotos/68/1941068w300.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /><u>Ver más fotos</u></a></p><p>Ingleses y escoceses: flema y pasión de dos verdaderas naciones. Foto: AFP</p><p>ROMA.-Impresiona pensar que dentro de diez días podría no existir más Gran Bretaña tal como la conocemos. Quedaría una gran Inglaterra, pero no sería lo mismo. La mitad del actual territorio británico <a href="http://www.lanacion.com.ar/1725592-la-amenaza-separatista-en-escocia-hizo-temblar-el-valor-de-la-libra"><u>podría separarse del gobierno de Londres</u></a>, una eventualidad que, a juicio de muchos, los ingleses no tomaron suficientemente en serio. Por cierto que han hecho poco por demostrar su amor por una Unión que resiste desde 1707. Flema británica y cálculos equivocados: falta poco para que veamos los resultados.</p><p>Hay que reconocerles a los británicos el haber afrontado el trance histórico con gran civilidad. Los unionistas apelaron al cerebro y al bolsillo de los británicos. Los independentistas se enfocaron en lo que hay entre el bolsillo y el cerebro: el hígado y el corazón. Como lo resumió el diario unionista The Economist: "La campaña por el no es una máquina; la campaña por el sí es un carnaval". Pero los escoceses no son ingleses y la fiesta podría imponerse a la razón.</p><p>Inglaterra y Escocia: quien las conoce sabe que ambas son verdaderas naciones. Dos historias, dos banderas, dos nacionalidades futbolísticas, dos temperamentos, dos modos de verse a sí mismos y de ver el mundo. Sólo en Bélgica y en España, tal vez, existen diferencias tan marcadas en el interior de un mismo Estado. En Italia, ciertamente no pasa. Si ni siquiera nos acercamos a la independencia de Padania es porque Padania nunca existió realmente, más allá de las fantasías de sobremesa del líder de la Liga Norte, Umberto Bossi.</p><p>Escocia existe y resiste. Las presiones para que permanezca en el interior del Reino Unido han sido poco visibles, para nada pasionales, pero sólidas. La propuesta de parte del gobierno central de mantener el control de los ingresos fiscales es una tentación de la que es difícil sustraerse. Pero podría no bastar, como sugieren las últimas encuestas. El corazón tiene razones que la tarjeta de crédito desconoce.</p><p>Serán las emociones las que decidan este histórico partido, y esta vez el adjetivo "histórico" no es exagerado. Ese Estado que hace de su propia y tranquila racionalidad una cuestión de honor podría sufrir de pronto la ley del Talión. Como sea, en Escocia, una minoría apasionada logró sacudir a una mayoría flemática. Es impresionante lo que pasó entre los electores laboristas. Según los sondeos, la cantidad de gente que apoya la independencia creció a gran ritmo en unas pocas semanas.</p><p>¿Sorprendente? Sólo quien nunca estuvo en Escocia y no conoce a ningún escocés pudo llegar a creer que esta decisión se reduciría a una fría reconfirmación del statu quo. Orgullo y reivindicaciones, entusiasmo y temor, superioridad e inferioridad: todo se mezcla cuando se convive en tal proximidad.</p><p>Viajando, me he topado con sentimientos similares en Portugal, condicionado por España, o en Nueva Zelanda, aplastada por Australia, o en Uruguay, la "provincia oriental" vinculada con la inmensa Argentina. Pero esos tres países son independientes. Ahora, Escocia puede decidir si quiere serlo.</p><p>Imaginen las discusiones en los hogares de Edimburgo, de Glasgow, de Aberdeen, en estas horas. Es como si la historia, después de más de tres siglos, llegase a golpear a la puerta. No hay más remedio que abrirle y darle alguna respuesta. Imposible ignorarla y dejarla ahí afuera.</p><p>Por el momento, nadie sabe cómo terminará todo esto. Sólo es posible arriesgarse a adivinar. Si tuviese que apostar una cerveza en el mostrador de un bar, diría que ganará, holgadamente, el sí a la independencia. El corazón contra el obstáculo. Luego, por cierto, nada será fácil. Pero estarán los pueblos de Europa para ayudar. Porque los escoceses, como los ingleses, son europeos. Pero, a diferencia de los ingleses, saben que lo son.</p><p>la nacion</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Shandor, post: 1640534, member: 50"] [SIZE=6][B]Ingleses y escoceses: flema y pasión de dos verdaderas naciones[/B][/SIZE] [URL='http://www.zona-militar.com/foros/javascript:void(0);'][IMG]http://bucket3.clanacion.com.ar/anexos/fotos/68/1941068w300.jpg[/IMG][U]Ver más fotos[/U][/URL] Ingleses y escoceses: flema y pasión de dos verdaderas naciones. Foto: AFP ROMA.-Impresiona pensar que dentro de diez días podría no existir más Gran Bretaña tal como la conocemos. Quedaría una gran Inglaterra, pero no sería lo mismo. La mitad del actual territorio británico [URL='http://www.lanacion.com.ar/1725592-la-amenaza-separatista-en-escocia-hizo-temblar-el-valor-de-la-libra'][U]podría separarse del gobierno de Londres[/U][/URL], una eventualidad que, a juicio de muchos, los ingleses no tomaron suficientemente en serio. Por cierto que han hecho poco por demostrar su amor por una Unión que resiste desde 1707. Flema británica y cálculos equivocados: falta poco para que veamos los resultados. Hay que reconocerles a los británicos el haber afrontado el trance histórico con gran civilidad. Los unionistas apelaron al cerebro y al bolsillo de los británicos. Los independentistas se enfocaron en lo que hay entre el bolsillo y el cerebro: el hígado y el corazón. Como lo resumió el diario unionista The Economist: "La campaña por el no es una máquina; la campaña por el sí es un carnaval". Pero los escoceses no son ingleses y la fiesta podría imponerse a la razón. Inglaterra y Escocia: quien las conoce sabe que ambas son verdaderas naciones. Dos historias, dos banderas, dos nacionalidades futbolísticas, dos temperamentos, dos modos de verse a sí mismos y de ver el mundo. Sólo en Bélgica y en España, tal vez, existen diferencias tan marcadas en el interior de un mismo Estado. En Italia, ciertamente no pasa. Si ni siquiera nos acercamos a la independencia de Padania es porque Padania nunca existió realmente, más allá de las fantasías de sobremesa del líder de la Liga Norte, Umberto Bossi. Escocia existe y resiste. Las presiones para que permanezca en el interior del Reino Unido han sido poco visibles, para nada pasionales, pero sólidas. La propuesta de parte del gobierno central de mantener el control de los ingresos fiscales es una tentación de la que es difícil sustraerse. Pero podría no bastar, como sugieren las últimas encuestas. El corazón tiene razones que la tarjeta de crédito desconoce. Serán las emociones las que decidan este histórico partido, y esta vez el adjetivo "histórico" no es exagerado. Ese Estado que hace de su propia y tranquila racionalidad una cuestión de honor podría sufrir de pronto la ley del Talión. Como sea, en Escocia, una minoría apasionada logró sacudir a una mayoría flemática. Es impresionante lo que pasó entre los electores laboristas. Según los sondeos, la cantidad de gente que apoya la independencia creció a gran ritmo en unas pocas semanas. ¿Sorprendente? Sólo quien nunca estuvo en Escocia y no conoce a ningún escocés pudo llegar a creer que esta decisión se reduciría a una fría reconfirmación del statu quo. Orgullo y reivindicaciones, entusiasmo y temor, superioridad e inferioridad: todo se mezcla cuando se convive en tal proximidad. Viajando, me he topado con sentimientos similares en Portugal, condicionado por España, o en Nueva Zelanda, aplastada por Australia, o en Uruguay, la "provincia oriental" vinculada con la inmensa Argentina. Pero esos tres países son independientes. Ahora, Escocia puede decidir si quiere serlo. Imaginen las discusiones en los hogares de Edimburgo, de Glasgow, de Aberdeen, en estas horas. Es como si la historia, después de más de tres siglos, llegase a golpear a la puerta. No hay más remedio que abrirle y darle alguna respuesta. Imposible ignorarla y dejarla ahí afuera. Por el momento, nadie sabe cómo terminará todo esto. Sólo es posible arriesgarse a adivinar. Si tuviese que apostar una cerveza en el mostrador de un bar, diría que ganará, holgadamente, el sí a la independencia. El corazón contra el obstáculo. Luego, por cierto, nada será fácil. Pero estarán los pueblos de Europa para ayudar. Porque los escoceses, como los ingleses, son europeos. Pero, a diferencia de los ingleses, saben que lo son. la nacion [/QUOTE]
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