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Malvinas 1982
EXOCET-SUE/Malvinas: Un relato de intrigas...
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<blockquote data-quote="Stormnacht" data-source="post: 812387" data-attributes="member: 341"><p><strong> A la mañana siguiente, Gabrielle le abrió la puerta a Montero; acababa de salir del baño, llevaba puesta la misma bata. Él vestía blue jeans y una vieja chaqueta de aviador. </strong></p><p><strong> - Dijiste que me vistiera informalmente.</strong></p><p><strong> - Se te ve espléndido. Tengo ganas de pasear. podemos ir por Kensington Gardens hasta Harrods. Debo hacer algunas compras.</strong></p><p><strong> - De acuerdo.</strong></p><p><strong> Encendió un cigarrillo y se sentó a leer el periódico de la mañana mientras ella se vestía. Había una reseña de la sesión del día anterior en el Parlamento, con la interpelación a la primera ministra acerca de las Malvinas. Leyó el informe con interés, y levantó la vista cuando Gabrielle volvió a la sala. Estaba increíblemente bonita.</strong></p><p><strong> </strong></p><p><strong> La multitud en Kensington Gardens era extraordinariamente cosmopolita. Árabes y asiáticos de diversas nacionalidades se codeaban libremente con discretos ingleses. Había gente tumbada en el céspoed, muchachos jugando al fútbol bajo el sol, y miradas de admiración para Gabrielle que provenían de todas artes. Ella se tomó de su brazo.</strong></p><p><strong> _ Hay algo que quiero saber. ¿Por qué vuelas?</strong></p><p><strong> - No podría hacer otra cosa.</strong></p><p><strong> - Apuesto a que tienes tod el dinero del mundo. Podrías hacer lo que quisieras.</strong></p><p><strong> - Trataré de explicártelo - dijo -. Cuando era niño, tenía un pariente de mi madre, en México. Era un hombre fabulosamente rico, perteneciente a una de las familias más ilustres, pero desde la niñez lo dominaba una sola pasión.</strong></p><p><strong> - ¿Las mujeres?</strong></p><p><strong> - No, hablo en serio. Los toros. llegó a ser torero, matador profesional, lo cual era una vergüenza para su familia porque los toreros por lo general son considerados allí como gitanos o muchachos de los barrios más pobres.</strong></p><p><strong> -¿Y bien?</strong></p><p><strong> - Una vez le acompañé mientras lo vestían con el traje de luces para una corrida especial en la Gran Plaza de Ciudad de México. Estaba deslumbrado por ese espectáculo que en la Argentina se desconocía. Conté las cicatrices en su cuerpo. había sufrido nueve cornadas. Le dije: "Tú lo tienes todo y sin embargo eres torero. Todas las semanas luchas contra animales adiestrados especialmente para matarte. ¿Por qué lo haces?"</strong></p><p><strong> - ¿Y qué respondió?</strong></p><p><strong> - Me dijo: " No podría hacer otra cosa." Bueno, lo mismo me sucede a mí.</strong></p><p><strong> Ella le rozó la cicatriz.</strong></p><p><strong> - ¿A pesar de los riesgos?</strong></p><p><strong> - Era más joven en esa época. Un idiota. Creía en las grandes causas. La justicia, la libertad, todas esas hermosas tonterías. Ahora soy más viejo. Estoy gastado.</strong></p><p><strong> - Ya lo veremos...</strong></p><p><strong> - ¿Es una insinuación?</strong></p><p><strong> - ¿Qué le pasó a tu tío?</strong></p><p><strong> - Sufrió la cornada frinal...</strong></p><p><strong> Gabrielle se estremeció:</strong></p><p><strong> - Vaya.</strong></p><p><strong> Se Aferró con más fuerza a su brazo, como para tranquilizarse. Cruzaron los jardines y bajaron por Kensington Road.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> Montero vio las lágrimas en los ojos de ella.</strong></p><p><strong> - Dios mío - dijo con furia -. Odio a los hombres, pero tú eres demasiado bueno. Jamás conocí a un hombre como tú.</strong></p><p><strong> Él detuvo un taxi que pasaba. Antes de subir ella preguntó:</strong></p><p><strong> - ¿Qué pasa? ¿Adónde vamos?</strong></p><p><strong> - Volvemos al apartamento. Kensington Palace Gardens, por favor. Excelente ubicación. Muy cerca de la Embajada Soviética.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> Montero y Gabrielle estaban en la cama; él la estrechaba con un brazo y miraba las cortinas blancas, agitadas por la suave brisa que entraba por la ventana entreabierta. Hacía años que no se sentía tan feliz.</strong></p><p><strong> Había un radiocassette en la mesa de noche junto a la cama. Ella lo conectó y la inimitable voz de Ella Fitzgerald llenó el cuarto con <em>Our Love is Here to Stay.</em></strong></p><p><strong> - Para ti - dijo ella.</strong></p><p><strong> - Muy amable de tu parte. </strong></p><p><strong> La besó en la frente, descuidadamente. Ella soltó un suave gruñido de infinita satisfacción y apoyó su vientre en el muslo de él.</strong></p><p><strong> - Fue hermoso. ¿Podremos repetirlo algún día?</strong></p><p><strong> - Si me das tiempo para recuperar el aliento...</strong></p><p><strong> Ella sonrió y le acarició el vientre. </strong></p><p><strong> - El pobre viejecito. Aléjate un poco, quiero mirarte.</strong></p><p><strong> Los ojos verdes, muy abiertos y brillnates de ella lo contemplaron como si quisieran memorizarlo.</strong></p><p><strong> - La cicatriz - dijo -. Cuéntame.</strong></p><p><strong> Montero se encogió de homrbos.</strong></p><p><strong> - Durante la guerra civil de Nigeria yo volaba de Fernando Po a Port Harcourt. Usábamos Dakotas para transportar medicamentos. - Sus ojos parecían recrear el pasado-. Caía una lluvia torrencial. Truenos y relámpagos. Un caza Mig ruso apareció a mi espalda. Después me enteré de que el piloto era egipcio. Simplemente quería derribarme. A los pocos segundos los otros tres tripulantes estaban muertos o moribundos. Yo guardo este recuerdo.</strong></p><p><strong> Se acarició la cicatriz.</strong></p><p><strong> - ¿Qué hiciste?</strong></p><p><strong> - Bajé a quinientos pies de altura. Cuando volví a verlo detrás, bajé los alerones del Dakota. Era como pararse en seco en el aire. Estuve a punto de caer.</strong></p><p><strong> - ¿Y el Mig?</strong></p><p><strong> - No le quedó espacio para maniobrar. pasó de largop y se estrelló en la jungla.</strong></p><p><strong> - Muy inteligente de tu parte.</strong></p><p><strong> Le rozó los labios con el dedo.</strong></p><p><strong> - Quiero ser totalmente honesto contigo, ¿comprendes? - dijo él, soñoliento -. Jamás he sentido lo mismo por otro ser humano.</strong></p><p><strong> Gabrielle sintió una puntada de dolor en su corazón. Forzó una sonrisa.</strong></p><p><strong> - No te preocupes. Duerme. Tenemos todo el día por delante.</strong></p><p><strong> - Te equivocas. Tenemos el resto de nuestras vidas. -sonrió -: Siempre me han gustado las ciudades de noche. Cuando era joven, al pasear de noche por Londres, París o Buenos Aires, sentía esa magia, algo estimulante en el aire. Una sensación de que algo maravilloso me aguardaba a la vuelta de la esquina.</strong></p><p><strong> - ¿Adónde quieres llegar?</strong></p><p><strong> - Tengo cuarenta y cinco años - dijo-. Cuarenta y seis en Julio. ¿De qué signos eres?</strong></p><p><strong> - Capricornio.</strong></p><p><strong> - Leo y Capricornio, qué horrible combinación - murmuró -. No hay esperanzas para nosotros.</strong></p><p><strong> Ella lo besó y momentos después él se durmió.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> Gabrielle contemplaba el jardín desde la ventana, y pensaba en él, cuando sonó el teléfono en la sala.</strong></p><p><strong> - Por fin te encuentro - dijo Ferguson -. ¿Alguna novedad?</strong></p><p><strong> - Ninguna.</strong></p><p><strong> - ¿Está contigo ahora?</strong></p><p><strong> Ella tomó aliento.</strong></p><p><strong> - Sí. Está durmiendo en el cuarto.</strong></p><p><strong> - La cosa se pone candente. Todos los indicios sugieresn una invasión. ¿Estás segura de que permanecerá en Londres?</strong></p><p><strong> - Sí. Absolutamente.</strong></p><p><strong> - Muy bien. Te llamaré luego.</strong></p><p><strong> Al cortar la comunicación, sintió por Ferguson un odio que jamás había sentido por nadie en su vida. Entonces oyó un grito de raúl Montero y corrió al cuarto.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> Jamás había tenido una pesadilla tan vívida. El avión estaba semidestruido, perforado por todas partes, y el fuselaje crujía en la turbulencia. Había olor a humo y aceite quemado. Sacó fuerzas del pánico para liberarse de la capota de plástico que lo envolvía.</strong></p><p><strong> - Dios mío, no permitas que muera así - pensaba, y entonces la capota desapareció.</strong></p><p><strong> Sus dedos, pegajosos de sangre, buscaban a tientas el botón que lo expulsaría de la carlinga y entonces por encima de su cabeza pasó una sombra. Oyó un batir de alas y, al alzar la vista, vio un águila inmensa que se arrojaba sobre él para clavarle sus garras. Soltó un alarido de pánico. Entonces despertó: los brazos de Gabrielle lo rodeaban. </strong></p><p><strong></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Parte 5</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong> </strong><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"><span style="font-size: 9px">---------- Post added at 05:08 ---------- Previous post was at 04:51 ----------</span></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span>Tal vez así sea Koinorr, es una visión inglesa del tema, una novela, pero refleja bastante bien lo vivido en aquella época, el entuerto de espionaje y contraespionaje fue real. Se intentó por todos los medios de obtener más Exocet, y los anglos hicieron lo imposible para que no lográramos nada. Digamos que se merecía una novela e incluso una película, porque el mundo hoy sabe que los ingleses pendieron de un hilo en la guerra de haber contado nosotros con más Exocet-SUE. De todos modos nos quedamos sin misil... en cuanto a la mina, no seas cortamambo y mala leche, me mato transcribiendo, y vos salís con esa?... Por más chotongo que sea, es una novela, lo aclaré, a qué juego podrido querés jugar chabón? Honestamente...</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Stormnacht, post: 812387, member: 341"] [B] A la mañana siguiente, Gabrielle le abrió la puerta a Montero; acababa de salir del baño, llevaba puesta la misma bata. Él vestía blue jeans y una vieja chaqueta de aviador. - Dijiste que me vistiera informalmente. - Se te ve espléndido. Tengo ganas de pasear. podemos ir por Kensington Gardens hasta Harrods. Debo hacer algunas compras. - De acuerdo. Encendió un cigarrillo y se sentó a leer el periódico de la mañana mientras ella se vestía. Había una reseña de la sesión del día anterior en el Parlamento, con la interpelación a la primera ministra acerca de las Malvinas. Leyó el informe con interés, y levantó la vista cuando Gabrielle volvió a la sala. Estaba increíblemente bonita. La multitud en Kensington Gardens era extraordinariamente cosmopolita. Árabes y asiáticos de diversas nacionalidades se codeaban libremente con discretos ingleses. Había gente tumbada en el céspoed, muchachos jugando al fútbol bajo el sol, y miradas de admiración para Gabrielle que provenían de todas artes. Ella se tomó de su brazo. _ Hay algo que quiero saber. ¿Por qué vuelas? - No podría hacer otra cosa. - Apuesto a que tienes tod el dinero del mundo. Podrías hacer lo que quisieras. - Trataré de explicártelo - dijo -. Cuando era niño, tenía un pariente de mi madre, en México. Era un hombre fabulosamente rico, perteneciente a una de las familias más ilustres, pero desde la niñez lo dominaba una sola pasión. - ¿Las mujeres? - No, hablo en serio. Los toros. llegó a ser torero, matador profesional, lo cual era una vergüenza para su familia porque los toreros por lo general son considerados allí como gitanos o muchachos de los barrios más pobres. -¿Y bien? - Una vez le acompañé mientras lo vestían con el traje de luces para una corrida especial en la Gran Plaza de Ciudad de México. Estaba deslumbrado por ese espectáculo que en la Argentina se desconocía. Conté las cicatrices en su cuerpo. había sufrido nueve cornadas. Le dije: "Tú lo tienes todo y sin embargo eres torero. Todas las semanas luchas contra animales adiestrados especialmente para matarte. ¿Por qué lo haces?" - ¿Y qué respondió? - Me dijo: " No podría hacer otra cosa." Bueno, lo mismo me sucede a mí. Ella le rozó la cicatriz. - ¿A pesar de los riesgos? - Era más joven en esa época. Un idiota. Creía en las grandes causas. La justicia, la libertad, todas esas hermosas tonterías. Ahora soy más viejo. Estoy gastado. - Ya lo veremos... - ¿Es una insinuación? - ¿Qué le pasó a tu tío? - Sufrió la cornada frinal... Gabrielle se estremeció: - Vaya. Se Aferró con más fuerza a su brazo, como para tranquilizarse. Cruzaron los jardines y bajaron por Kensington Road. Montero vio las lágrimas en los ojos de ella. - Dios mío - dijo con furia -. Odio a los hombres, pero tú eres demasiado bueno. Jamás conocí a un hombre como tú. Él detuvo un taxi que pasaba. Antes de subir ella preguntó: - ¿Qué pasa? ¿Adónde vamos? - Volvemos al apartamento. Kensington Palace Gardens, por favor. Excelente ubicación. Muy cerca de la Embajada Soviética. Montero y Gabrielle estaban en la cama; él la estrechaba con un brazo y miraba las cortinas blancas, agitadas por la suave brisa que entraba por la ventana entreabierta. Hacía años que no se sentía tan feliz. Había un radiocassette en la mesa de noche junto a la cama. Ella lo conectó y la inimitable voz de Ella Fitzgerald llenó el cuarto con [I]Our Love is Here to Stay.[/I] - Para ti - dijo ella. - Muy amable de tu parte. La besó en la frente, descuidadamente. Ella soltó un suave gruñido de infinita satisfacción y apoyó su vientre en el muslo de él. - Fue hermoso. ¿Podremos repetirlo algún día? - Si me das tiempo para recuperar el aliento... Ella sonrió y le acarició el vientre. - El pobre viejecito. Aléjate un poco, quiero mirarte. Los ojos verdes, muy abiertos y brillnates de ella lo contemplaron como si quisieran memorizarlo. - La cicatriz - dijo -. Cuéntame. Montero se encogió de homrbos. - Durante la guerra civil de Nigeria yo volaba de Fernando Po a Port Harcourt. Usábamos Dakotas para transportar medicamentos. - Sus ojos parecían recrear el pasado-. Caía una lluvia torrencial. Truenos y relámpagos. Un caza Mig ruso apareció a mi espalda. Después me enteré de que el piloto era egipcio. Simplemente quería derribarme. A los pocos segundos los otros tres tripulantes estaban muertos o moribundos. Yo guardo este recuerdo. Se acarició la cicatriz. - ¿Qué hiciste? - Bajé a quinientos pies de altura. Cuando volví a verlo detrás, bajé los alerones del Dakota. Era como pararse en seco en el aire. Estuve a punto de caer. - ¿Y el Mig? - No le quedó espacio para maniobrar. pasó de largop y se estrelló en la jungla. - Muy inteligente de tu parte. Le rozó los labios con el dedo. - Quiero ser totalmente honesto contigo, ¿comprendes? - dijo él, soñoliento -. Jamás he sentido lo mismo por otro ser humano. Gabrielle sintió una puntada de dolor en su corazón. Forzó una sonrisa. - No te preocupes. Duerme. Tenemos todo el día por delante. - Te equivocas. Tenemos el resto de nuestras vidas. -sonrió -: Siempre me han gustado las ciudades de noche. Cuando era joven, al pasear de noche por Londres, París o Buenos Aires, sentía esa magia, algo estimulante en el aire. Una sensación de que algo maravilloso me aguardaba a la vuelta de la esquina. - ¿Adónde quieres llegar? - Tengo cuarenta y cinco años - dijo-. Cuarenta y seis en Julio. ¿De qué signos eres? - Capricornio. - Leo y Capricornio, qué horrible combinación - murmuró -. No hay esperanzas para nosotros. Ella lo besó y momentos después él se durmió. Gabrielle contemplaba el jardín desde la ventana, y pensaba en él, cuando sonó el teléfono en la sala. - Por fin te encuentro - dijo Ferguson -. ¿Alguna novedad? - Ninguna. - ¿Está contigo ahora? Ella tomó aliento. - Sí. Está durmiendo en el cuarto. - La cosa se pone candente. Todos los indicios sugieresn una invasión. ¿Estás segura de que permanecerá en Londres? - Sí. Absolutamente. - Muy bien. Te llamaré luego. Al cortar la comunicación, sintió por Ferguson un odio que jamás había sentido por nadie en su vida. Entonces oyó un grito de raúl Montero y corrió al cuarto. Jamás había tenido una pesadilla tan vívida. El avión estaba semidestruido, perforado por todas partes, y el fuselaje crujía en la turbulencia. Había olor a humo y aceite quemado. Sacó fuerzas del pánico para liberarse de la capota de plástico que lo envolvía. - Dios mío, no permitas que muera así - pensaba, y entonces la capota desapareció. Sus dedos, pegajosos de sangre, buscaban a tientas el botón que lo expulsaría de la carlinga y entonces por encima de su cabeza pasó una sombra. Oyó un batir de alas y, al alzar la vista, vio un águila inmensa que se arrojaba sobre él para clavarle sus garras. Soltó un alarido de pánico. Entonces despertó: los brazos de Gabrielle lo rodeaban. Parte 5 [/B][COLOR="Silver"] [SIZE=1]---------- Post added at 05:08 ---------- Previous post was at 04:51 ----------[/SIZE] [/COLOR]Tal vez así sea Koinorr, es una visión inglesa del tema, una novela, pero refleja bastante bien lo vivido en aquella época, el entuerto de espionaje y contraespionaje fue real. Se intentó por todos los medios de obtener más Exocet, y los anglos hicieron lo imposible para que no lográramos nada. Digamos que se merecía una novela e incluso una película, porque el mundo hoy sabe que los ingleses pendieron de un hilo en la guerra de haber contado nosotros con más Exocet-SUE. De todos modos nos quedamos sin misil... en cuanto a la mina, no seas cortamambo y mala leche, me mato transcribiendo, y vos salís con esa?... Por más chotongo que sea, es una novela, lo aclaré, a qué juego podrido querés jugar chabón? Honestamente... [/QUOTE]
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