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Area Militar General
Malvinas 1982
EXOCET-SUE/Malvinas: Un relato de intrigas...
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<blockquote data-quote="Stormnacht" data-source="post: 812389" data-attributes="member: 341"><p>HernanF, de acuerdo, por eso aclaré que es <strong>una novela...</strong> Pero, al menos vos no metiste palos n la rueda ni quemaste la historia o contaste el final. Lo que intento hacer es un condensado para que no sea pesado tampoco; sin embargo, cada tanto hace falta un poco de relato novelesco en Zona, con alguna frutilla de postre como decís, sobre una epopeya que tiene tanto para contar. Desde ya que no habrá datos precisos del autor, pero nos da una idea aproximada de cómo se dieron las cosas, desde el punto de vista de ellos, porque mucho material no hay al respecto. En cuanto pueda recurriré al material "serio" del que disponga, pero creo que amerita un poco algo de la novela pasatista o no, según la mirada, el interés o la necesidad de algunas/os de nuestros camaradas foristas. Creí conveniente transcribir algo al respecto, porque no todos disponen del libro. Para otros quizás haya sido mejor poner un link PDF del libro de Higgins, o les resulte engorroso parrtir de ahí. De todos modos, gracias. A Koinorr le diré que no tengo nada contra él, sólo que resultó ofensivo exponer así su idea, porque mi tiempo vale, y no es agradable que pongan en desmedro la labor de uno. Simplemente eso. En todo caso, intentaré hacerla corta, meter algo más, y chau con el tema.</p><p>Saludos!<span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"><span style="font-size: 9px">---------- Post added at 08:18 ---------- Previous post was at 08:02 ----------</span></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span>Ferguson se hallaba en su escritorio de Cavendish Square, trabajando con Fox, estudiando varios documentos. La puerta se abrió y Villiers irrumpió en el cuarto sin dar tiempo a que Kim lo anunciara.</p><p> - Mi querido Tony, se le ve muy alterado – dijo Ferguson.</p><p> - ¿Qué es esto de Gabrielle y el argentino Montero? – preguntó Villiers -. Los seguí hasta el apartamento anoche, así que no trate de negarlo. Usted le ha dado una misión, ¿verdad? No intente negarlo.</p><p> - No es asunto tuyo, Tony –dijo Ferguson -, ni ella tampoco desde hace algún tiempo.</p><p> Villiers encendió un cigarrillo y fue a la ventana.</p><p> - Está bien, de acuerdo. Pero igual puedo preocuparme, ¿no? En su última misión, en Berlín casi termina flotando en el canal.</p><p> - Pero nada de eso ocurrió – dijo Ferguson con paciencia -, porque usted, mi querido Tony, apareció en el momento justo, como siempre. Esto de Montero es un asunto de poco riesgo. Sólo tiene que arrancarle toda la información posible sobre la situación en las Malvinas.</p><p> - ¿Y para eso tiene que llevárselo a la cama?</p><p> - Eso no le concierne, Tony. Quieren que vuelvas a Hereford lo antes posible.</p><p>Bradbury Lines, Hereford, la sede del cuartel general del Regimiento 22 del Special Air Service.</p><p> - ¿Pero por qué, Dios mío? – preguntó Villiers.</p><p>Ferguson suspiró y se quitó las gafas de lectura.</p><p> - Es muy sencillo, Tony. Creo que usted irá a la guerra antes de lo que piensa...</p><p></p><p></p><p></p><p> En su apartamento de Belgrave Square, Raúl Montero escuchó horrorizado el informe del agregado militar de la Embajada.</p><p> - Dentro de dos horas parte un vuelo a París, Raúl. Es fundamental que usted lo tome. El vuelo de Air France a Buenos Aires parte a las 22:30. Lo necesitan allá, amigo. No me falle. Le enviaré un coche.</p><p> Las Malvinas. No puede haber otro motivo... De pronto comprendió muchas cosas. Pero además estaba Gabrielle. ¿Qué hacer con ella? Era la gran oportunidad de su vida de conocer la felicidad y de pronto todo se echaba a perder. </p><p> Se apresuró a guardar su ropa en una sola maleta. Cuando terminaba sonó el portero electrónico. Montero bajó, vistiendo todavía los jeans y la vieja chaqueta de aviador, y vio que el chofer lo aguardaba junto al coche. Se sentó a su lado, en el asiento delantero.</p><p> - ¿A Heathrow, comodoro?</p><p> - Pasemos primero por Kensington Palace Gardens. ¡Rápido! Tenemos poco tiempo.</p><p></p><p></p><p> Gabrielle aún no se había vestido. Estaba sentada en su tocador a punto de comenzar a maquillarse cuando sonó el tiembre del portero electrónico.</p><p> - Soy yo, Raúl. Abre rápido por favor.</p><p> Abrió la puerta y espero, con una sensación de premonición horrible. La puerta del ascensor se abrió con estrépito y apareció Raúl. Sus ojos reflejaban desesperación y dolor. </p><p> - Tengo dos minutos, nada más. Debo volar a París. Me han ordenado que vuelva a Buenos Aires.</p><p> - ¿Por qué? – exclamó.</p><p> - ¿Qué importa? – la abrazó y besó con furia, para descargar su ira y su frustración -. Qué vida tan miserable, ¿verdad?</p><p>Giró sobre sus talones y se fue. Las puertas del ascensor se cerraron con estrépito metálico. Gabrielle permaneció inmóvil un instante, luego se precipitó a su cuarto para vestirse.</p><p></p><p> Montero estaba en la puerta de salida de los vuelos internacionales, cuando oyó la voz clara y fuerte de Gabrielle que lo llamaba. Al volverse, la vio abrirse paso a la carrera entre la multitud. Vestía un pantalón de peto amarillo y tenía el cabello revuelto y el rostro pálido.</p><p> Se arrojó a sus brazos. Él la abrazó con fuerza y luego la apartó.</p><p> - Estás hermosa –dijo.</p><p> - Tonterías. Estoy sin maquillaje, con el pelo revuelto y me he puesto lo primero que he encontrado a mano.</p><p> - Hermosa –dijo él.</p><p> - Raúl, te amo. ¡Te amo tanto!</p><p> Él sonrió</p><p> - Hay un proverbio que dice que el amor es una ofrenda que debe devolverse con creces. Me has impuesto una gran obligación maravillosa.</p><p></p><p> Anunciaron su vuelo por los altavoces.</p><p> - ¿Escribirás? – preguntó ella.</p><p> - Tal vez. No te preocupes si no sabes nada de mí por un tiempo. Existen poderosas razones. Pero volveré, te lo juro. Eso es lo único que importa. ¿Verdad?</p><p> Gabrielle se tomó de su brazo y lo acompañó hasta la puerta de salida. Él se volvió por última vez.</p><p> - Hagamos un trato. Jamás volveremos a separarnos. No habrá más despedidas.</p><p> Y entonces partió. Ella apoyó el rostro en una columna y lloró. Luego fue al teléfono y se comunicó con Ferguson.</p><p> - Se ha ido – dijo – A París, y de allí a Buenos Aires.</p><p> - Qué repentino – dijo Ferguson -.¿te dijo por qué?</p><p> - No.</p><p> - Pareces angustiada, Gabrielle.</p><p> Ella apeló a esos términos claros, breves y expresivos del francés que no se enseñan en las escuelas de señoritas, para decirle lo que pensaba y colgó el auricular con violencia.</p><p></p><p></p><p> Al abrir la puerta y entrar en el apartamento, se encontró con Villiers, que salía del dormitorio.</p><p> - Lamento haber interrumpido así –dijo-. Cancelaron mi licencia, debo volver a Hereford. Vine a recoger algunas cosas.</p><p> Volvió al dormitorio a terminar de llenar la maleta que se hallaba abierta sobre la cama. Ella lo siguió, dispuesta a dirigir su ira y frustración hacia él.</p><p> - ¿Qué pasa? ¿Hay gente que degollar?</p><p> - Así parece.</p><p> - ¿Cómo te fue en Belfast?</p><p> - Horrible.</p><p> - Muy bien. Estáis hechos el uno para el otro</p><p> El cerró la maleta y dijo en tono sereno:</p><p> - En una época creí que esa frase significaba algo para nosotros dos.</p><p> - No, Tony. Tal vez merecía que la vida me castigara, pero casarme contigo fue un castigo excesivo.</p><p> - ¿Qué te he hecho yo? ¿Qué cosa tan horrible hice para que me odies tanto?</p><p> - Me casé con un extraño – dijo ella -. Sí, ya sé, estabas muy bien de uniforme, Tony, pero luego vino todo lo demás. En cada guerra que empezaba por ahí, te alistabas como voluntario. Borneo, Omán, Irlanda. Incluso Vietnam, por Dios. Me gustaría gritar unas cuantas cosas sobre ti y tu querido SAS, si no fuera por la ley de secretos de Estado...</p><p> Él la miró, hosco.</p><p> - No sabes lo que dices.</p><p> - Pues hay una sola cosa que tú sabes hacer, Tony, y la haces muy bien. Matar.</p><p> Él señaló la cama, las almohadas arrugadas donde ella se había acostado con Raúl Montero, y levantó la falda blanca y la camiseta amarilla que seguían en el suelo.</p><p> - Sé que a veces hay que sacrificarse en aras del deber, Gabrielle, pero me parece que esto es demasiado.</p><p> Su rostro se entristeció como el de una niña y se dejó caer en la cama.</p><p> - Le amo tanto, Tony –sollozó -. Nadie me trató así nunca. Y se ha ido. Se ha ido...</p><p> Él tomó su maleta y permaneció mirándola, impotente ante su angustia. Quiso decirle algo, pero no encontró palabras adecuadas. Entonces se volvió y salió, dejándola a solas con su pena.</p><p></p><p> Sentado ante su escritorio, Ferguson se desperezó. Estaba fatigado. Papeles y más papeles. Fue a la ventana y contempló el parque. A sus espaldas, la puerta se abrió e irrumpió Fox.</p><p> - Acaba de llegar un mensaje, señor. Algunas unidades de la flota argentina se han alejado de su zona de maniobras y se dirigen hacia las islas Malvinas. – Entregó el cable cifrado a Ferguson -. ¿Qué le parece, señor?</p><p> - Harry, jamás pensé que volvería a decir esto en mi vida pero, créame o no, me parece que estamos en guerra...</p><p></p><p></p><p></p><p>Parte 6</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Stormnacht, post: 812389, member: 341"] HernanF, de acuerdo, por eso aclaré que es [B]una novela...[/B] Pero, al menos vos no metiste palos n la rueda ni quemaste la historia o contaste el final. Lo que intento hacer es un condensado para que no sea pesado tampoco; sin embargo, cada tanto hace falta un poco de relato novelesco en Zona, con alguna frutilla de postre como decís, sobre una epopeya que tiene tanto para contar. Desde ya que no habrá datos precisos del autor, pero nos da una idea aproximada de cómo se dieron las cosas, desde el punto de vista de ellos, porque mucho material no hay al respecto. En cuanto pueda recurriré al material "serio" del que disponga, pero creo que amerita un poco algo de la novela pasatista o no, según la mirada, el interés o la necesidad de algunas/os de nuestros camaradas foristas. Creí conveniente transcribir algo al respecto, porque no todos disponen del libro. Para otros quizás haya sido mejor poner un link PDF del libro de Higgins, o les resulte engorroso parrtir de ahí. De todos modos, gracias. A Koinorr le diré que no tengo nada contra él, sólo que resultó ofensivo exponer así su idea, porque mi tiempo vale, y no es agradable que pongan en desmedro la labor de uno. Simplemente eso. En todo caso, intentaré hacerla corta, meter algo más, y chau con el tema. Saludos![COLOR="Silver"] [SIZE=1]---------- Post added at 08:18 ---------- Previous post was at 08:02 ----------[/SIZE] [/COLOR]Ferguson se hallaba en su escritorio de Cavendish Square, trabajando con Fox, estudiando varios documentos. La puerta se abrió y Villiers irrumpió en el cuarto sin dar tiempo a que Kim lo anunciara. - Mi querido Tony, se le ve muy alterado – dijo Ferguson. - ¿Qué es esto de Gabrielle y el argentino Montero? – preguntó Villiers -. Los seguí hasta el apartamento anoche, así que no trate de negarlo. Usted le ha dado una misión, ¿verdad? No intente negarlo. - No es asunto tuyo, Tony –dijo Ferguson -, ni ella tampoco desde hace algún tiempo. Villiers encendió un cigarrillo y fue a la ventana. - Está bien, de acuerdo. Pero igual puedo preocuparme, ¿no? En su última misión, en Berlín casi termina flotando en el canal. - Pero nada de eso ocurrió – dijo Ferguson con paciencia -, porque usted, mi querido Tony, apareció en el momento justo, como siempre. Esto de Montero es un asunto de poco riesgo. Sólo tiene que arrancarle toda la información posible sobre la situación en las Malvinas. - ¿Y para eso tiene que llevárselo a la cama? - Eso no le concierne, Tony. Quieren que vuelvas a Hereford lo antes posible. Bradbury Lines, Hereford, la sede del cuartel general del Regimiento 22 del Special Air Service. - ¿Pero por qué, Dios mío? – preguntó Villiers. Ferguson suspiró y se quitó las gafas de lectura. - Es muy sencillo, Tony. Creo que usted irá a la guerra antes de lo que piensa... En su apartamento de Belgrave Square, Raúl Montero escuchó horrorizado el informe del agregado militar de la Embajada. - Dentro de dos horas parte un vuelo a París, Raúl. Es fundamental que usted lo tome. El vuelo de Air France a Buenos Aires parte a las 22:30. Lo necesitan allá, amigo. No me falle. Le enviaré un coche. Las Malvinas. No puede haber otro motivo... De pronto comprendió muchas cosas. Pero además estaba Gabrielle. ¿Qué hacer con ella? Era la gran oportunidad de su vida de conocer la felicidad y de pronto todo se echaba a perder. Se apresuró a guardar su ropa en una sola maleta. Cuando terminaba sonó el portero electrónico. Montero bajó, vistiendo todavía los jeans y la vieja chaqueta de aviador, y vio que el chofer lo aguardaba junto al coche. Se sentó a su lado, en el asiento delantero. - ¿A Heathrow, comodoro? - Pasemos primero por Kensington Palace Gardens. ¡Rápido! Tenemos poco tiempo. Gabrielle aún no se había vestido. Estaba sentada en su tocador a punto de comenzar a maquillarse cuando sonó el tiembre del portero electrónico. - Soy yo, Raúl. Abre rápido por favor. Abrió la puerta y espero, con una sensación de premonición horrible. La puerta del ascensor se abrió con estrépito y apareció Raúl. Sus ojos reflejaban desesperación y dolor. - Tengo dos minutos, nada más. Debo volar a París. Me han ordenado que vuelva a Buenos Aires. - ¿Por qué? – exclamó. - ¿Qué importa? – la abrazó y besó con furia, para descargar su ira y su frustración -. Qué vida tan miserable, ¿verdad? Giró sobre sus talones y se fue. Las puertas del ascensor se cerraron con estrépito metálico. Gabrielle permaneció inmóvil un instante, luego se precipitó a su cuarto para vestirse. Montero estaba en la puerta de salida de los vuelos internacionales, cuando oyó la voz clara y fuerte de Gabrielle que lo llamaba. Al volverse, la vio abrirse paso a la carrera entre la multitud. Vestía un pantalón de peto amarillo y tenía el cabello revuelto y el rostro pálido. Se arrojó a sus brazos. Él la abrazó con fuerza y luego la apartó. - Estás hermosa –dijo. - Tonterías. Estoy sin maquillaje, con el pelo revuelto y me he puesto lo primero que he encontrado a mano. - Hermosa –dijo él. - Raúl, te amo. ¡Te amo tanto! Él sonrió - Hay un proverbio que dice que el amor es una ofrenda que debe devolverse con creces. Me has impuesto una gran obligación maravillosa. Anunciaron su vuelo por los altavoces. - ¿Escribirás? – preguntó ella. - Tal vez. No te preocupes si no sabes nada de mí por un tiempo. Existen poderosas razones. Pero volveré, te lo juro. Eso es lo único que importa. ¿Verdad? Gabrielle se tomó de su brazo y lo acompañó hasta la puerta de salida. Él se volvió por última vez. - Hagamos un trato. Jamás volveremos a separarnos. No habrá más despedidas. Y entonces partió. Ella apoyó el rostro en una columna y lloró. Luego fue al teléfono y se comunicó con Ferguson. - Se ha ido – dijo – A París, y de allí a Buenos Aires. - Qué repentino – dijo Ferguson -.¿te dijo por qué? - No. - Pareces angustiada, Gabrielle. Ella apeló a esos términos claros, breves y expresivos del francés que no se enseñan en las escuelas de señoritas, para decirle lo que pensaba y colgó el auricular con violencia. Al abrir la puerta y entrar en el apartamento, se encontró con Villiers, que salía del dormitorio. - Lamento haber interrumpido así –dijo-. Cancelaron mi licencia, debo volver a Hereford. Vine a recoger algunas cosas. Volvió al dormitorio a terminar de llenar la maleta que se hallaba abierta sobre la cama. Ella lo siguió, dispuesta a dirigir su ira y frustración hacia él. - ¿Qué pasa? ¿Hay gente que degollar? - Así parece. - ¿Cómo te fue en Belfast? - Horrible. - Muy bien. Estáis hechos el uno para el otro El cerró la maleta y dijo en tono sereno: - En una época creí que esa frase significaba algo para nosotros dos. - No, Tony. Tal vez merecía que la vida me castigara, pero casarme contigo fue un castigo excesivo. - ¿Qué te he hecho yo? ¿Qué cosa tan horrible hice para que me odies tanto? - Me casé con un extraño – dijo ella -. Sí, ya sé, estabas muy bien de uniforme, Tony, pero luego vino todo lo demás. En cada guerra que empezaba por ahí, te alistabas como voluntario. Borneo, Omán, Irlanda. Incluso Vietnam, por Dios. Me gustaría gritar unas cuantas cosas sobre ti y tu querido SAS, si no fuera por la ley de secretos de Estado... Él la miró, hosco. - No sabes lo que dices. - Pues hay una sola cosa que tú sabes hacer, Tony, y la haces muy bien. Matar. Él señaló la cama, las almohadas arrugadas donde ella se había acostado con Raúl Montero, y levantó la falda blanca y la camiseta amarilla que seguían en el suelo. - Sé que a veces hay que sacrificarse en aras del deber, Gabrielle, pero me parece que esto es demasiado. Su rostro se entristeció como el de una niña y se dejó caer en la cama. - Le amo tanto, Tony –sollozó -. Nadie me trató así nunca. Y se ha ido. Se ha ido... Él tomó su maleta y permaneció mirándola, impotente ante su angustia. Quiso decirle algo, pero no encontró palabras adecuadas. Entonces se volvió y salió, dejándola a solas con su pena. Sentado ante su escritorio, Ferguson se desperezó. Estaba fatigado. Papeles y más papeles. Fue a la ventana y contempló el parque. A sus espaldas, la puerta se abrió e irrumpió Fox. - Acaba de llegar un mensaje, señor. Algunas unidades de la flota argentina se han alejado de su zona de maniobras y se dirigen hacia las islas Malvinas. – Entregó el cable cifrado a Ferguson -. ¿Qué le parece, señor? - Harry, jamás pensé que volvería a decir esto en mi vida pero, créame o no, me parece que estamos en guerra... Parte 6 [/QUOTE]
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