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Area Militar General
Malvinas 1982
EXOCET-SUE/Malvinas: Un relato de intrigas...
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<blockquote data-quote="Stormnacht" data-source="post: 812395" data-attributes="member: 341"><p><img src="http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/sheff.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p></p><p><strong><strong> Belov vivía en un apartamento en el último piso de un lujoso edificio del Boulevard Saint Germain. Después de su cita con García se dirigió allí directamente. Tenía frío y estaba cansado, pero la perspectiva de encontrarse con Irana Vronsky le causaba placer. Era secretaria de Belov desde hacía diez años.</strong></strong></p><p><strong><strong> Al abrirle la puerta, Belov vio que vestía un u magnífico salto de cama de seda negra, que se abría al caminar y dejaba ver asimismo provocativas medias negras. Belov la abrazó.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Qué bien hueles.</strong></strong></p><p><strong><strong> Lo miró con preocupación.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Nikolai, estás helado. Te traeré café. ¿Qué ha pasado?</strong></strong></p><p><strong><strong> - Primero trae el café. Luego iremos a la cama. Y después te diré qué quería García y tú te encargarás de todo con ese gran sentido común que te caracteriza.</strong></strong></p><p><strong><strong></strong></strong></p><p><strong><strong></strong></strong></p><p><strong><strong> Irana yacía de costado en la cama, mirándolo mientras fumaba un cigarrillo. </strong></strong></p><p><strong><strong> - ¿Qué ganas con esto, Nikolai? Esos argentinos son unos fascistas. Gobierno militar y miles de desaparecidos. Prefiero a los británicos.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Hablas así porque quieres que pida el retiro y nos instalemos en Kensington para que puedas ir de compras todos los días a Harrods – sonrió e inmediatamente se puso serio -. Este asunto me interesa por varias razones: una pequeña guerra en la que no participamos es siempre útil, sobre todo cuando se enfrentan dos países anticomunistas. Podemos obtener gran cantidad de información sobre el armamento que utilizan, etc.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Es una buena razón.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Hay otra importante, Irana. Con Exocet o sin ellos, los ingleses van a ganar. Sí, ya sé que la Fuerza Aérea argentina está haciendo un trabajo extraordinario, pero la Marina permanece anclada en puerto y el Ejército de ocupación de las Malvinas consiste principalmente en reclutas bisoños. </strong></strong></p><p><strong><strong> - ¿Significa eso que no ayudarás a García?</strong></strong></p><p><strong><strong> - Quiero hacer exactamente lo que me pidió, pero la cuestión es cómo hacerlo de manera tal que desacredite a la Junta que gobierna Argentina. Se abrirían enormes posibilidades de instaurar un gobierno popular…</strong></strong></p><p><strong><strong> - ¿En qué estás pensando, en una flota rusa instalada en Río Gallegos para controlar el Atlántico Sur?</strong></strong></p><p><strong><strong> - Exactamente. Suena hermoso, ¿verdad?</strong></strong></p><p><strong><strong> Belov permaneció tendido un rato.</strong></strong></p><p><strong><strong> - ¡Ya lo tengo! Donner. Le encantará hacerlo. ¿Dónde está?</strong></strong></p><p><strong><strong> - Esta semana está en Londres, creo.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Llámalo, dile que tome el primer avión en Heathrow.</strong></strong></p><p><strong><strong></strong></strong></p><p><strong><strong></strong></strong></p><p><strong><strong></strong></strong></p><p><strong><strong> Felix Donner, presidente del consejo directivo de Donner Development Corporation lo convertía en un personaje conocido y muy respetado en los círculos financieros londinenses. Su trayectoria era ampliamente conocida. Se creía que era australiano, que había combatido co el ejército de su país en Corea. Después de pasar dos años en un campo de prisioneros en China, lo habían liberado y él se había instalado en Londres. Se había hecho millonario durante el boom inmobiliario de los sesenta. A partir de entonces había diversificado sus intereses, que abarcaban desde la electrónica a los astilleros. Solía aparecer en los diarios, jugando polo o saludando a la realeza en alguna cena de beneficencia.</strong></strong></p><p><strong><strong> Todo lo cual resultaba irónico, ya que ese personaje benéfico y popular era en realidad un tal Victor Marchuk, un ucraniano que no pisaba su patria desde hacía treinta años.</strong></strong></p><p><strong><strong> Los rusos tenían escuelas de espionaje diseminadas por toda la Unión Soviética. En la de Glacyna, los agentes adiestrados para operar en los países de habla inglesa vivían en una réplica de pueblo británico y aprendían todas las costumbres occidentales.</strong></strong></p><p><strong><strong> El auténtico Felix Donner, un huérfano sin parientes, había sido llevado de un campo de prisioneros en China a Glacyna para que Marchuk lo estudiara como una muestra de laboratorio.</strong></strong></p><p><strong><strong> Tiempo después, el falso Donner, que no era otro que Marchuk, fue devuelto a los chinos. Puesto que había sido el único sobreviviente de seis prisioneros de su unidad, nadie sospecharía de él, cuando fue dejado en libertad, año después.</strong></strong></p><p><strong><strong> Esa mañana, un saludable Felix Donner se paró, se acercó a la ventana del apartamento de Belov.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Parece interesante…</strong></strong></p><p><strong><strong> - ¿Podrás hacer algo al respecto? – preguntó Belov.</strong></strong></p><p><strong><strong> - No lo sé. – Se encogió de hombros -. Quiero hablar con el argentino, García. Dile que venga y traiga todo el material en su poder sobre el asunto. Luego veremos.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Muy bien. Sabía que podía contar contigo.</strong></strong></p><p><strong><strong></strong></strong></p><p><strong><strong></strong></strong></p><p><strong><strong> Juan García y Nikolai Belov bebían café en silencio junto a la ventana, mientras en el otro extremo, Felix Donner leía los documentos de la gruesa carpeta que había traído el argentino.</strong></strong></p><p><strong><strong> Después de un rato el australiano cerró la carpeta y encendió un cigarrillo.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Es un asunto extraño. El Etendard es producido por Dassault, cuyo paquete de acciones pertenece en un cincuenta y uno por ciento al gobierno francés.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Exacto –dijo García.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Y el fabricante del Exocet es Aerospatiale Industries, empresa estatal, empresa estatal cuyo presidente es el general Jacques Mitterrand, hermano del presidente de Francia. Extraña situación, considerando que el gobierno francés ha suspendido toda ayuda militar a la Argentina.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Sin embargo –dijo García -, afortunadamente, había un equipo de técnicos franceses en mi país antes del comienzo de las hostilidades. El equipo estaba en la base de Bahía Blanca y nos brindó una ayuda inestimable en la instalación y puesta a punto de los lanzamisiles y sistemas de control.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Según he leído en la carpeta no es ésa la única ayuda con que cuentan ustedes. Este Bernard, el doctor Paul Bernard, les ha suministrado informes clave para el éxito de la operación.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Es un ingeniero electrónico brillante – dijo García -. Anteriormente fue jefe de uno de los departamentos de investigación de la Aerospatiale. Ahora es profesor en la Sorbona.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Me interesaría conocer sus motivos – dijo Donner -. ¿Por qué lo hace? ¿Por dinero?</strong></strong></p><p><strong><strong> - No, me parece que detesta a los ingleses. Cuando estallaron las hostilidades y el presidente Mitterrand impuso el embargo, llamó a la Embajada para ofrecernos su ayuda.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Muy interesante – dijo Donner.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Hay mucha gente que simpatiza con nosotros aquí – añadió García -. Tradicionalmente, Francia y Gran Bretaña no han sido muy buenos amigos que digamos.</strong></strong></p><p><strong><strong> Donner abrió nuevamente la carpeta y frunció el ceño. Belov estaba maravillado por su actuación.</strong></strong></p><p><strong><strong> - ¿Podrás ayudarnos? – preguntó García.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Creo que sí. Por ahora no puedo decirle más. Desde luego, será sobre bases estrictamente comerciales. Francamente, no me interesa saber quién tiene la razón en este asunto. Puedo llegar a conseguirles algunos Exocets, por los que tendrán que desembolsar de dos a tres millones.</strong></strong></p><p><strong><strong> - ¿Dólares? – preguntó García.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Yo opero en la City londinense, señor García. Mi única divisa es la libra esterlina. Y el oro. ¿Dispone de los fondos necesarios?</strong></strong></p><p><strong><strong> García sintió un nudo en la garganta.</strong></strong></p><p><strong><strong> - No hay problema. Esos fondos están depositados en Ginebra.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Bien. – Donner se puso de pie -. Quiero hablar con el profesor Bernard. </strong></strong></p><p><strong><strong> - ¿Cuándo?</strong></strong></p><p><strong><strong> - Lo antes posible. – Donner miró su reloj -. Digamos a las dos de la tarde. En algún lugar público.</strong></strong></p><p><strong><strong> - ¿Las dos? – preguntó García con angustia -. Es un plazo muy breve. Quizá resulte imposible.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Pues le sugiero que lo haga posible – dijo Donner -. El factor tiempo es esencial en este asunto. Si actuamos, debemos hacerlo en una semana o diez días, como máximo. Después será demasiado tarde, ¿no le parece?</strong></strong></p><p><strong><strong> - Por supuesto – dijo García con precipitación. Se volvió a Belov -: ¿Me permites tu teléfono?</strong></strong></p><p><strong><strong> - Usa el del escritorio</strong></strong></p><p><strong><strong> García salió.</strong></strong></p><p><strong><strong> - ¿Ya tienes un plan? – preguntó Belov.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Es posible – dijo Donner -. He leído algo en esa carpeta que nos cae como anillo al dedo.</strong></strong></p><p><strong><strong> - ¿Estarás en tu apartamento de la Rue de Rivoli?</strong></strong></p><p><strong><strong> - Sí, Wanda ya está allí, para poner todo en orden.</strong></strong></p><p><strong><strong> - ¿Como está? ¿Siempre tan hermosa?</strong></strong></p><p><strong><strong> - ¿Alguna vez fui fácil de satisfacer?</strong></strong></p><p><strong><strong> Belov rió.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Me pregunto qué harías si moscú te ordenara volver a la patria después de tantos años.</strong></strong></p><p><strong><strong> - ¿La patria? – dijo Donner -. ¿Qué patria? Además, no lo harán. Mis servicios son demasiado valiosos aquí. Soy el mejor. Tú lo sabes.</strong></strong></p><p><strong><strong> Belov meneó la cabeza.</strong></strong></p><p><strong><strong> - No te comprendo, Feliz. ¿Por qué lo haces? No eres ningún patriota, y siempre dices que para ti la política es un juego de niños.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Es el único juego que vale la pena – dijo Donner -. Disfruto con él. Me gusta derrotar al enemigo, Nikolai, quienquiera que sea. Eso es todo.</strong></strong></p><p><strong><strong> - Te comprendo – asintió Belov -, de verdad. ¿Stavrou está contigo?</strong></strong></p><p><strong><strong> - Me espera en el auto.</strong></strong></p><p><strong><strong> García abrió la puerta y entró. </strong></strong></p><p><strong><strong> - Bien – dijo-. Todo está dispuesto...</strong></strong></p><p><strong><strong></strong></strong></p><p><strong><strong></strong></strong></p><p><strong><strong></strong></strong></p><p></p><p>Parte 8</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Stormnacht, post: 812395, member: 341"] [IMG]http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/sheff.jpg[/IMG] [B][B] Belov vivía en un apartamento en el último piso de un lujoso edificio del Boulevard Saint Germain. Después de su cita con García se dirigió allí directamente. Tenía frío y estaba cansado, pero la perspectiva de encontrarse con Irana Vronsky le causaba placer. Era secretaria de Belov desde hacía diez años. Al abrirle la puerta, Belov vio que vestía un u magnífico salto de cama de seda negra, que se abría al caminar y dejaba ver asimismo provocativas medias negras. Belov la abrazó. - Qué bien hueles. Lo miró con preocupación. - Nikolai, estás helado. Te traeré café. ¿Qué ha pasado? - Primero trae el café. Luego iremos a la cama. Y después te diré qué quería García y tú te encargarás de todo con ese gran sentido común que te caracteriza. Irana yacía de costado en la cama, mirándolo mientras fumaba un cigarrillo. - ¿Qué ganas con esto, Nikolai? Esos argentinos son unos fascistas. Gobierno militar y miles de desaparecidos. Prefiero a los británicos. - Hablas así porque quieres que pida el retiro y nos instalemos en Kensington para que puedas ir de compras todos los días a Harrods – sonrió e inmediatamente se puso serio -. Este asunto me interesa por varias razones: una pequeña guerra en la que no participamos es siempre útil, sobre todo cuando se enfrentan dos países anticomunistas. Podemos obtener gran cantidad de información sobre el armamento que utilizan, etc. - Es una buena razón. - Hay otra importante, Irana. Con Exocet o sin ellos, los ingleses van a ganar. Sí, ya sé que la Fuerza Aérea argentina está haciendo un trabajo extraordinario, pero la Marina permanece anclada en puerto y el Ejército de ocupación de las Malvinas consiste principalmente en reclutas bisoños. - ¿Significa eso que no ayudarás a García? - Quiero hacer exactamente lo que me pidió, pero la cuestión es cómo hacerlo de manera tal que desacredite a la Junta que gobierna Argentina. Se abrirían enormes posibilidades de instaurar un gobierno popular… - ¿En qué estás pensando, en una flota rusa instalada en Río Gallegos para controlar el Atlántico Sur? - Exactamente. Suena hermoso, ¿verdad? Belov permaneció tendido un rato. - ¡Ya lo tengo! Donner. Le encantará hacerlo. ¿Dónde está? - Esta semana está en Londres, creo. - Llámalo, dile que tome el primer avión en Heathrow. Felix Donner, presidente del consejo directivo de Donner Development Corporation lo convertía en un personaje conocido y muy respetado en los círculos financieros londinenses. Su trayectoria era ampliamente conocida. Se creía que era australiano, que había combatido co el ejército de su país en Corea. Después de pasar dos años en un campo de prisioneros en China, lo habían liberado y él se había instalado en Londres. Se había hecho millonario durante el boom inmobiliario de los sesenta. A partir de entonces había diversificado sus intereses, que abarcaban desde la electrónica a los astilleros. Solía aparecer en los diarios, jugando polo o saludando a la realeza en alguna cena de beneficencia. Todo lo cual resultaba irónico, ya que ese personaje benéfico y popular era en realidad un tal Victor Marchuk, un ucraniano que no pisaba su patria desde hacía treinta años. Los rusos tenían escuelas de espionaje diseminadas por toda la Unión Soviética. En la de Glacyna, los agentes adiestrados para operar en los países de habla inglesa vivían en una réplica de pueblo británico y aprendían todas las costumbres occidentales. El auténtico Felix Donner, un huérfano sin parientes, había sido llevado de un campo de prisioneros en China a Glacyna para que Marchuk lo estudiara como una muestra de laboratorio. Tiempo después, el falso Donner, que no era otro que Marchuk, fue devuelto a los chinos. Puesto que había sido el único sobreviviente de seis prisioneros de su unidad, nadie sospecharía de él, cuando fue dejado en libertad, año después. Esa mañana, un saludable Felix Donner se paró, se acercó a la ventana del apartamento de Belov. - Parece interesante… - ¿Podrás hacer algo al respecto? – preguntó Belov. - No lo sé. – Se encogió de hombros -. Quiero hablar con el argentino, García. Dile que venga y traiga todo el material en su poder sobre el asunto. Luego veremos. - Muy bien. Sabía que podía contar contigo. Juan García y Nikolai Belov bebían café en silencio junto a la ventana, mientras en el otro extremo, Felix Donner leía los documentos de la gruesa carpeta que había traído el argentino. Después de un rato el australiano cerró la carpeta y encendió un cigarrillo. - Es un asunto extraño. El Etendard es producido por Dassault, cuyo paquete de acciones pertenece en un cincuenta y uno por ciento al gobierno francés. - Exacto –dijo García. - Y el fabricante del Exocet es Aerospatiale Industries, empresa estatal, empresa estatal cuyo presidente es el general Jacques Mitterrand, hermano del presidente de Francia. Extraña situación, considerando que el gobierno francés ha suspendido toda ayuda militar a la Argentina. - Sin embargo –dijo García -, afortunadamente, había un equipo de técnicos franceses en mi país antes del comienzo de las hostilidades. El equipo estaba en la base de Bahía Blanca y nos brindó una ayuda inestimable en la instalación y puesta a punto de los lanzamisiles y sistemas de control. - Según he leído en la carpeta no es ésa la única ayuda con que cuentan ustedes. Este Bernard, el doctor Paul Bernard, les ha suministrado informes clave para el éxito de la operación. - Es un ingeniero electrónico brillante – dijo García -. Anteriormente fue jefe de uno de los departamentos de investigación de la Aerospatiale. Ahora es profesor en la Sorbona. - Me interesaría conocer sus motivos – dijo Donner -. ¿Por qué lo hace? ¿Por dinero? - No, me parece que detesta a los ingleses. Cuando estallaron las hostilidades y el presidente Mitterrand impuso el embargo, llamó a la Embajada para ofrecernos su ayuda. - Muy interesante – dijo Donner. - Hay mucha gente que simpatiza con nosotros aquí – añadió García -. Tradicionalmente, Francia y Gran Bretaña no han sido muy buenos amigos que digamos. Donner abrió nuevamente la carpeta y frunció el ceño. Belov estaba maravillado por su actuación. - ¿Podrás ayudarnos? – preguntó García. - Creo que sí. Por ahora no puedo decirle más. Desde luego, será sobre bases estrictamente comerciales. Francamente, no me interesa saber quién tiene la razón en este asunto. Puedo llegar a conseguirles algunos Exocets, por los que tendrán que desembolsar de dos a tres millones. - ¿Dólares? – preguntó García. - Yo opero en la City londinense, señor García. Mi única divisa es la libra esterlina. Y el oro. ¿Dispone de los fondos necesarios? García sintió un nudo en la garganta. - No hay problema. Esos fondos están depositados en Ginebra. - Bien. – Donner se puso de pie -. Quiero hablar con el profesor Bernard. - ¿Cuándo? - Lo antes posible. – Donner miró su reloj -. Digamos a las dos de la tarde. En algún lugar público. - ¿Las dos? – preguntó García con angustia -. Es un plazo muy breve. Quizá resulte imposible. - Pues le sugiero que lo haga posible – dijo Donner -. El factor tiempo es esencial en este asunto. Si actuamos, debemos hacerlo en una semana o diez días, como máximo. Después será demasiado tarde, ¿no le parece? - Por supuesto – dijo García con precipitación. Se volvió a Belov -: ¿Me permites tu teléfono? - Usa el del escritorio García salió. - ¿Ya tienes un plan? – preguntó Belov. - Es posible – dijo Donner -. He leído algo en esa carpeta que nos cae como anillo al dedo. - ¿Estarás en tu apartamento de la Rue de Rivoli? - Sí, Wanda ya está allí, para poner todo en orden. - ¿Como está? ¿Siempre tan hermosa? - ¿Alguna vez fui fácil de satisfacer? Belov rió. - Me pregunto qué harías si moscú te ordenara volver a la patria después de tantos años. - ¿La patria? – dijo Donner -. ¿Qué patria? Además, no lo harán. Mis servicios son demasiado valiosos aquí. Soy el mejor. Tú lo sabes. Belov meneó la cabeza. - No te comprendo, Feliz. ¿Por qué lo haces? No eres ningún patriota, y siempre dices que para ti la política es un juego de niños. - Es el único juego que vale la pena – dijo Donner -. Disfruto con él. Me gusta derrotar al enemigo, Nikolai, quienquiera que sea. Eso es todo. - Te comprendo – asintió Belov -, de verdad. ¿Stavrou está contigo? - Me espera en el auto. García abrió la puerta y entró. - Bien – dijo-. Todo está dispuesto... [/B][/B] Parte 8 [/QUOTE]
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