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Malvinas 1982
EXOCET-SUE/Malvinas: Un relato de intrigas...
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<blockquote data-quote="Stormnacht" data-source="post: 812400" data-attributes="member: 341"><p><img src="http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/miragemalv.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p></p><p> Cuatro horas más tarde, Lami Dozo y él fueron recibidos en el escritorio de Galtieri, en la residencia presidencial, Galtieri se adelantó a saludarlo, y le tendió la mano.</p><p> - Es un placer verlo, mi querido Montero. Sus esfuerzos en el frente han sido verdaderamente heroicos.</p><p> - No más que los de los pilotos bajo mi mando.</p><p> - Muy loable, aunque no es totalmente cierto. Bueno, Lami Dozo lo habrá puesto al tanto de esta importante misión. Contamos con usted.</p><p> - Haré todo lo que pueda, general. Solicito permiso para visitar a mi madre antes de partir.</p><p> - Por supuesto. Mis saludos a doña Elena. Vaya ahora mismo.</p><p> Nuevamente se estrecharon las manos, y Montero y Lami Dozo se retiraron. Cuando salieron, Galtieri llamó a Martínez por el intercomunicador.</p><p> El joven capitán se presentó y Galtieri le entregó el informe enviado por García desde París.</p><p> - Este es un documento sumamente delicado, Martinez. Traiga su cuaderno para que le dicte un breve informe sobre mi discusión con el brigadier general Lami Dozo y sobre lo que hemos resuelto.</p><p> - ¿Son copias para el brigadier general Lami Dozo y el almirante Anaya como siempre, mi general?</p><p> Galtieri meneó la cabeza.</p><p> - El brigadier general Lami Dozo ya lo conoce y el almirante Anaya no tiene por qué conocerlo. Una copia para mi archivo privado.</p><p> - Entendido, mi general.</p><p></p><p><img src="http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/sky.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p></p><p> Carmela Balbuena era una imponente señora de cincuenta y tantos años. Su esposo, capitán del Ejército, había muerto siete años atrás en la llamada guerra sucia entre el Gobierno y la guerrilla en el monte tucumano. Desde entonces trabajaba en la Casa de Gobierno y actualmente era secretaria ejecutiva.</p><p> Martinez le entregó personalmente el informe sobre el asunto de los Exocets.</p><p> - Hágalo usted misma y deposítelo en su archivo privado. Sin copias.</p><p> Era una persona que se enorgullecía de su trabajo. Lo mecanografió cuidadosamente en tres caras, pero a pesar de la instrucción de Martínez hizo una copia. Luego le mostró el trabajo.</p><p> - Excelente señora, la felicito. Archívelo después que él se haya ido.</p><p> -Lo dejo en la caja fuerte de la oficina hasta la mañana. ¿Puedo retirarme? Creo que no queda nada por hacer.</p><p> - Por supuesto. Hasta mañana.</p><p></p><p> Volvió a su oficina, puso en orden su escritorio, plegó cuidadosamente las tres hojas de copia y las guardó en su cartera. Cerró la puerta tras de sí y salió.</p><p></p><p> Carmela Balbuena no pudo tener hijos, de modo que había dedicado todo su afecto a su sobrino, hijo de su único hermano. Ella era socialista, aunque no comunista, y detestaba a Galtieri y al régimen represor que había provocado la desaparición de miles de personas inocentes. Una de ellas era su sobrino, desaparecido de la faz de la Tierra tres años antes, tras su arresto en una concentración estudiantil.</p><p> Poco después de la desaparición del muchacho, había asistido a una función cultural en la Embajada Francesa, donde conoció a Jack Daley, un americano joven y simpático que le recordaba mucho a su sobrino. Daley era un hombre atento que la invitaba a conciertos y al teatro. También le preguntaba acerca de su trabajo en la Casa de Gobierno…</p><p> Cuando descubrió que él era agregado comercial de la Embajada de Estados Unidos y probablemente algo más, no se preocupó mucho. Le daba todo lo que él le pedía, incluso información valiosa recogida en su oficina.</p><p> Al retirarse ese día lo llamó desde el primer teléfono público que encontró; una hora más tarde se reunieron en un rincón del Rosedal de los Jardines de Palermo. Se sentaron en uno de los bancos junto a un parterre y ella le entregó una copia del informe oculta dentro de un diario.</p><p> - No te retengo – dijo -. He leído ese documento y es explosivo.</p><p> Jack Daley era agente de la CIA. Esa tarde volvió a su Embajada para leer el informe con tranquilidad. Concluida la lectura, sin perder tiempo, lo cifró y envió a Washington. Dos horas más tarde, por orden del Director de la CIA, fue enviada una copia al brigadier Charles Ferguson en Londres…</p><p></p><p></p><p><img src="http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/galtimendehaig.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p><strong>Fortunato Galtieri, Costa Mendez y Douglas Haig </strong></p><p></p><p>Parte 11</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Stormnacht, post: 812400, member: 341"] [IMG]http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/miragemalv.jpg[/IMG] Cuatro horas más tarde, Lami Dozo y él fueron recibidos en el escritorio de Galtieri, en la residencia presidencial, Galtieri se adelantó a saludarlo, y le tendió la mano. - Es un placer verlo, mi querido Montero. Sus esfuerzos en el frente han sido verdaderamente heroicos. - No más que los de los pilotos bajo mi mando. - Muy loable, aunque no es totalmente cierto. Bueno, Lami Dozo lo habrá puesto al tanto de esta importante misión. Contamos con usted. - Haré todo lo que pueda, general. Solicito permiso para visitar a mi madre antes de partir. - Por supuesto. Mis saludos a doña Elena. Vaya ahora mismo. Nuevamente se estrecharon las manos, y Montero y Lami Dozo se retiraron. Cuando salieron, Galtieri llamó a Martínez por el intercomunicador. El joven capitán se presentó y Galtieri le entregó el informe enviado por García desde París. - Este es un documento sumamente delicado, Martinez. Traiga su cuaderno para que le dicte un breve informe sobre mi discusión con el brigadier general Lami Dozo y sobre lo que hemos resuelto. - ¿Son copias para el brigadier general Lami Dozo y el almirante Anaya como siempre, mi general? Galtieri meneó la cabeza. - El brigadier general Lami Dozo ya lo conoce y el almirante Anaya no tiene por qué conocerlo. Una copia para mi archivo privado. - Entendido, mi general. [IMG]http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/sky.jpg[/IMG] Carmela Balbuena era una imponente señora de cincuenta y tantos años. Su esposo, capitán del Ejército, había muerto siete años atrás en la llamada guerra sucia entre el Gobierno y la guerrilla en el monte tucumano. Desde entonces trabajaba en la Casa de Gobierno y actualmente era secretaria ejecutiva. Martinez le entregó personalmente el informe sobre el asunto de los Exocets. - Hágalo usted misma y deposítelo en su archivo privado. Sin copias. Era una persona que se enorgullecía de su trabajo. Lo mecanografió cuidadosamente en tres caras, pero a pesar de la instrucción de Martínez hizo una copia. Luego le mostró el trabajo. - Excelente señora, la felicito. Archívelo después que él se haya ido. -Lo dejo en la caja fuerte de la oficina hasta la mañana. ¿Puedo retirarme? Creo que no queda nada por hacer. - Por supuesto. Hasta mañana. Volvió a su oficina, puso en orden su escritorio, plegó cuidadosamente las tres hojas de copia y las guardó en su cartera. Cerró la puerta tras de sí y salió. Carmela Balbuena no pudo tener hijos, de modo que había dedicado todo su afecto a su sobrino, hijo de su único hermano. Ella era socialista, aunque no comunista, y detestaba a Galtieri y al régimen represor que había provocado la desaparición de miles de personas inocentes. Una de ellas era su sobrino, desaparecido de la faz de la Tierra tres años antes, tras su arresto en una concentración estudiantil. Poco después de la desaparición del muchacho, había asistido a una función cultural en la Embajada Francesa, donde conoció a Jack Daley, un americano joven y simpático que le recordaba mucho a su sobrino. Daley era un hombre atento que la invitaba a conciertos y al teatro. También le preguntaba acerca de su trabajo en la Casa de Gobierno… Cuando descubrió que él era agregado comercial de la Embajada de Estados Unidos y probablemente algo más, no se preocupó mucho. Le daba todo lo que él le pedía, incluso información valiosa recogida en su oficina. Al retirarse ese día lo llamó desde el primer teléfono público que encontró; una hora más tarde se reunieron en un rincón del Rosedal de los Jardines de Palermo. Se sentaron en uno de los bancos junto a un parterre y ella le entregó una copia del informe oculta dentro de un diario. - No te retengo – dijo -. He leído ese documento y es explosivo. Jack Daley era agente de la CIA. Esa tarde volvió a su Embajada para leer el informe con tranquilidad. Concluida la lectura, sin perder tiempo, lo cifró y envió a Washington. Dos horas más tarde, por orden del Director de la CIA, fue enviada una copia al brigadier Charles Ferguson en Londres… [IMG]http://i63.photobucket.com/albums/h154/cactus-1/galtimendehaig.jpg[/IMG] [B]Fortunato Galtieri, Costa Mendez y Douglas Haig [/B] Parte 11 [/QUOTE]
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