pulqui
Colaborador
RELATO DE UN ARTILLERO
El suboficial principal Edgardo Remorino participó en el Conflicto del Atlántico Sur integrando el Grupo de Artillería Antiaérea de la Base Aérea Militar Río Gallegos
En el año 1982, el cabo Edgardo Remorino estaba destinado en la Base Aérea Militar (BAM) Río Gallegos con la especialidad Seguridad y Defensa y pertenecía al Grupo de Artillería Antiaérea de esa Unidad.
El 1° de abril, Remorino recibió la orden de que tenía que partir a Puerto Argentino para participar en el Conflicto de Malvinas. “Al día siguiente cargamos los tres cañones, combustible, munición y equipamiento personal. A las cinco de la mañana el Hércules partió hacia Puerto Argentino. En ese momento ya había empezado la recuperación de las Islas. Pero ese día, nos informaron que no podíamos aterrizar, porque la pista estaba obstruida, regresamos a Gallegos y, recién al otro día, pudimos desplegar”.
Desde que el Grupo de Artillería Antiaérea de la BAM Río Gallegos llegó a Malvinas, sus tareas fueron reforzar las posiciones, las guardias y preparar nueve cañones antiaéreos livianos RH, calibre 20 mm, distribuidos a 600 metros uno del otro para cubrir los 360º de la pista de Puerto Argentino.
“En la madrugada del 1º de mayo tuvimos la alerta de que se acercaba el primer ataque, estábamos preparados y no venía. La espera nos parecía interminable. A las 6 de la mañana nos bombardea un Vulcan. El ataque duró unos segundos, pero a mí me parecieron horas”, recuerda Remorino, hoy suboficial principal de la Fuerza Aérea Argentina.
Luego, buques británicos se acercaron a la costa para continuar la ofensiva sobre las posiciones argentinas: “Pero gracias a Dios, no cayó nada cerca del búnker”.
Remorino y sus soldados, Vásquez, Rosetti y García, estaban ubicados al sur de Puerto Argentino, orientados hacia el mar, en la primera línea de ataque.
“Desde mi posición, que se llamaba “Fierro 7”, se me cruzaban muchas cosas, yo no le tiraba a la persona que venía en ese avión, sino a la máquina. Los aviones ingleses pasaban rasantes bombardeando la zona, pero las bombas explotaban con 12 ó 24 horas de retardo. Una detonó horas después cerca de nuestro búnker y por suerte no estábamos”.
La poca consistencia del terreno malvinense, los obligó a realizar costosos trabajos para la preparación del búnker…cavaban y salía agua: “Estuvimos 72 días en ese refugio, sólo una pared era seca, el resto estaba todo húmedo, tenía 2 metros y ½ de ancho y 4 y ½ de largo. Las noches eran largas y siempre estaba atento a un ataque sorpresivo de los ingleses, tenía un sueño muy suave y podía escuchar caminar a una persona que estaba a 200 metros”, comenta el suboficial.
A pesar de los reiterados ataques de los aviones ingleses, los artilleros argentinos lograron mantener la pista de aterrizaje de Puerto Argentino operable hasta el último día de combate.
Emocionado Remorino cuenta: “El 12 de junio fue nuestro último día en Puerto Argentino. Por la noche volamos en un C-130 Hércules hacia la Base Militar Río Gallegos. Al llegar, nos enteramos que una fragata inglesa había disparado contra la aeronave, fue un milagro volver al continente”.
Han pasado 26 años de aquel Bautismo de Fuego, donde quedaron demostrados el coraje y la decisión de estos artilleros, que supieron dar todo lo que alguna vez juraron a su Patria y que, al igual que el S.P. Edgardo Remorino, dan testimonio de haber soportado largas jornadas de vigilia y de esfuerzo sostenido, luchando hasta la finalización del Conflicto del Atlántico Sur.
“Me siento orgulloso de haber representado a mi país en Malvinas y haber defendido los valores que representa la Bandera Argentina. Si tuviera que volver a las Islas, lo haría nuevamente”, finalizó Remorino.
Fuente: Fuerza Aérea Argentina.
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