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<blockquote data-quote="HernanF" data-source="post: 1412936" data-attributes="member: 7964"><p><strong><span style="font-size: 18px">El improbable vencedor de la primavera árabe.</span></strong></p><p></p><p></p><p><strong><em>Análisis por Dominique Moisi, 26 aôut 2013</em></strong></p><p></p><p></p><p>La guerra en Irak, que llevó a la caída del régimen de Saddam Hussein en 2003, tuvo un vencedor evidente: Irán. La intervención militar realizada por Estados Unidos fue el inicio del debilitamiento de los aliados tradicionales de Norteamérica, los regímenes sunitas en Medio Oriente, y el fortalecimiento de su principal enemigo en la región, la República islámica.</p><p>Diez años más tarde, pareciera que asistíamos nuevamente a desarrollos irónicos en la región: Israel parece por ahora ser el único verdadero vencedor de las revoluciones de la primavera árabe. La mayoría de los israelíes discutirían con fuerza esta interpretación. Su entorno regional es mucho más inestable y más imprevisible. El sistema israelí de defensa antimisiles "Iron Dome/Cúpula de hierro" interceptaba hace unos días un cohete lanzado desde el Sinaí que se dirigía al puerto de Eilat. Contrariamente al pasado, ninguna frontera israelí estará segura en lo sucesivo, sobre todo a lo largo de la frontera con Egipto. Ninguna alianza implícita puede ser garantizada. Todos los escenarios están abiertos. ¿Israel puede permanecer en un oasis de estabilidad, de seguridad, de modernidad y de crecimiento económico en un entorno tan explosivo?</p><p>La respuesta es no, por supuesto. Israel podría intentar ser considerado como un tipo de arca de Noé de hoy, pero no es el caso. Tel-Aviv se transformó en una mezcla de San Francisco, Singapur y São Paulo, pero la ciudad permanece siempre a menos de 300 kilómetros de Damasco. Para los pesimistas (o los realistas, según su punto de vista), Israel debe quedarse en alerta máxima para limitar los riesgos a los cuales tiene que hacer frente. Pero sobre todo, numerosos israelíes (si no es la mayoría) consideran que no es el momento de dar pruebas de imaginación o de audacia. La reanudación del proceso de paz con la Autoridad Palestina es sólo una fachada. Israel no puede ignorar simplemente a los norteamericanos como lo hace el ejército egipcio al mismo tiempo que masacra a sus opositores islamistas.</p><p>Pero una lectura muy diferente de la situación actual es factible. Lo que comenzó como una revolución, usando el término con el sentido del siglo XVIII, no es más que una reedición de las guerras religiosas entre católicos y protestantes que asolaron Europa desde el 1524 al 1648, del mismo modo que sunitas y chiitas se enfrentan hoy (en Egipto, sin embargo, asistimos claramente de regreso de un Estado militar policial). Podemos discutir esta interpretación eurocentrista, pero está claro que el Medio Oriente musulmán estará demasiado implicado en sus luchas intestinas para inquietarse por los palestinos o por la existencia de Israel. La guerra contra los judíos o los cristianos es necesariamente relegada a un segundo plano (excepto allí donde las minorías cristianas son percibidas como aliados del régimen, como en Egipto y en Siria).</p><p>En ciertos casos, la cooperación con Israel es explícita. Porque él pelea por su propia supervivencia en un entorno fuertemente confrontativo, el régimen sirio necesita la colaboración de Israel en materia de seguridad. Así es que las fuerzas israelíes y jordanas trabajan en lo sucesivo juntas para brindar seguridad a sus respectivas fronteras contra las infiltraciones jihadistas desde Irak o Siria, mientras que Egipto e Israel ahora comparten un objetivo común en el Sinaí. La paradoja de las revoluciones árabes es que ellas contribuyeron a la integración de Israel como socio estratégico (para ciertos países) en la región. Al día de hoy, sólo la guerra civil siria provocó más víctimas árabes que el conjunto de las guerras árabes-israelíes.</p><p>Por supuesto, no habría que sacar de eso conclusiones erróneas. Puede ser que Israel, más que nunca, se haya transformado en un socio estratégico clave para ciertos regímenes árabes, o un aliado de facto contra Irán (como lo es para Arabia Saudita). Pero esto no implica que los vecinos de Israel hayan resuelto, sobre el plano emocional, a su existencia entre ellos. Y esto no quiere decir tampoco que Israel pueda actuar a su antojo, donde y cuando quiera. Al contrario, el gobierno israelí no debería utilizar las revueltas regionales para justificar no hacer nada con el fin de resolver el conflicto con los palestinos. Las condiciones actuales, aunque confusas según la opinión de la mayoría, puedan ser contempladas como una ventana de oportunidad, un momento para avizorar importantes sacrificios en interés de una supervivencia a largo plazo.</p><p>Israel debería dirigirse al mundo árabe en estos términos: “Puede ser que usted no me quiera, y que nunca me querrá, pero no soy, y nunca debería haberlo sido, su principal preocupación. Es claro que hoy en día usted tiene otras prioridades”.</p><p>El cenagal árabe no crea tal vez las condiciones de paz y de reconciliación entre los israelíes y los palestinos. Pero hizo de la “tregua estratégica” avalada por numerosos dirigentes árabes la única alternativa concebible. Los árabes no pueden estar a la vez en guerra con si mismos y con Israel. Los acontecimientos caóticos que se suceden en Medio Oriente pueden, y deben, modificar la aproximación y las percepciones de los protagonistas. No hay que contentarse más con consideraciones a corto plazo. Los dirigentes israelíes deben ajustar su razonamiento estratégico a largo plazo en este Medio Oriente que acabará por emerger del actual desorden.</p><p>Esto significa no explotar la oportunidad hoy ofrecida de construir más implantaciones sobre las tierras palestinas, o de desarrollar las implantaciones existentes, como el gobierno de Benjamín Netanyahu parece determinado a hacerlo. Israel verdaderamente podría ser el vencedor actual de las primaveras árabes; pero por sabiduría, debería dejar el botín de la victoria sobre el terreno.</p><p></p><p></p><p>[Traducción propia]</p><p></p><p></p><p><em>Dominique Moisi es profesor en el Instituto de estudios políticos de París (Sciences Po), es consejero especial en el Instituto francés de relaciones internacionales (IFRI) y actualmente es profesor invitado en el King’s College de Londres.</em></p><p></p><p></p><p><a href="http://s890.photobucket.com/user/hernupeto/media/Personal/SienciesPo2013_zpsc5cbf244.jpg.html"><img src="http://i890.photobucket.com/albums/ac103/hernupeto/Personal/SienciesPo2013_zpsc5cbf244.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="HernanF, post: 1412936, member: 7964"] [B][SIZE=5]El improbable vencedor de la primavera árabe.[/SIZE][/B] [B][I]Análisis por Dominique Moisi, 26 aôut 2013[/I][/B] La guerra en Irak, que llevó a la caída del régimen de Saddam Hussein en 2003, tuvo un vencedor evidente: Irán. La intervención militar realizada por Estados Unidos fue el inicio del debilitamiento de los aliados tradicionales de Norteamérica, los regímenes sunitas en Medio Oriente, y el fortalecimiento de su principal enemigo en la región, la República islámica. Diez años más tarde, pareciera que asistíamos nuevamente a desarrollos irónicos en la región: Israel parece por ahora ser el único verdadero vencedor de las revoluciones de la primavera árabe. La mayoría de los israelíes discutirían con fuerza esta interpretación. Su entorno regional es mucho más inestable y más imprevisible. El sistema israelí de defensa antimisiles "Iron Dome/Cúpula de hierro" interceptaba hace unos días un cohete lanzado desde el Sinaí que se dirigía al puerto de Eilat. Contrariamente al pasado, ninguna frontera israelí estará segura en lo sucesivo, sobre todo a lo largo de la frontera con Egipto. Ninguna alianza implícita puede ser garantizada. Todos los escenarios están abiertos. ¿Israel puede permanecer en un oasis de estabilidad, de seguridad, de modernidad y de crecimiento económico en un entorno tan explosivo? La respuesta es no, por supuesto. Israel podría intentar ser considerado como un tipo de arca de Noé de hoy, pero no es el caso. Tel-Aviv se transformó en una mezcla de San Francisco, Singapur y São Paulo, pero la ciudad permanece siempre a menos de 300 kilómetros de Damasco. Para los pesimistas (o los realistas, según su punto de vista), Israel debe quedarse en alerta máxima para limitar los riesgos a los cuales tiene que hacer frente. Pero sobre todo, numerosos israelíes (si no es la mayoría) consideran que no es el momento de dar pruebas de imaginación o de audacia. La reanudación del proceso de paz con la Autoridad Palestina es sólo una fachada. Israel no puede ignorar simplemente a los norteamericanos como lo hace el ejército egipcio al mismo tiempo que masacra a sus opositores islamistas. Pero una lectura muy diferente de la situación actual es factible. Lo que comenzó como una revolución, usando el término con el sentido del siglo XVIII, no es más que una reedición de las guerras religiosas entre católicos y protestantes que asolaron Europa desde el 1524 al 1648, del mismo modo que sunitas y chiitas se enfrentan hoy (en Egipto, sin embargo, asistimos claramente de regreso de un Estado militar policial). Podemos discutir esta interpretación eurocentrista, pero está claro que el Medio Oriente musulmán estará demasiado implicado en sus luchas intestinas para inquietarse por los palestinos o por la existencia de Israel. La guerra contra los judíos o los cristianos es necesariamente relegada a un segundo plano (excepto allí donde las minorías cristianas son percibidas como aliados del régimen, como en Egipto y en Siria). En ciertos casos, la cooperación con Israel es explícita. Porque él pelea por su propia supervivencia en un entorno fuertemente confrontativo, el régimen sirio necesita la colaboración de Israel en materia de seguridad. Así es que las fuerzas israelíes y jordanas trabajan en lo sucesivo juntas para brindar seguridad a sus respectivas fronteras contra las infiltraciones jihadistas desde Irak o Siria, mientras que Egipto e Israel ahora comparten un objetivo común en el Sinaí. La paradoja de las revoluciones árabes es que ellas contribuyeron a la integración de Israel como socio estratégico (para ciertos países) en la región. Al día de hoy, sólo la guerra civil siria provocó más víctimas árabes que el conjunto de las guerras árabes-israelíes. Por supuesto, no habría que sacar de eso conclusiones erróneas. Puede ser que Israel, más que nunca, se haya transformado en un socio estratégico clave para ciertos regímenes árabes, o un aliado de facto contra Irán (como lo es para Arabia Saudita). Pero esto no implica que los vecinos de Israel hayan resuelto, sobre el plano emocional, a su existencia entre ellos. Y esto no quiere decir tampoco que Israel pueda actuar a su antojo, donde y cuando quiera. Al contrario, el gobierno israelí no debería utilizar las revueltas regionales para justificar no hacer nada con el fin de resolver el conflicto con los palestinos. Las condiciones actuales, aunque confusas según la opinión de la mayoría, puedan ser contempladas como una ventana de oportunidad, un momento para avizorar importantes sacrificios en interés de una supervivencia a largo plazo. Israel debería dirigirse al mundo árabe en estos términos: “Puede ser que usted no me quiera, y que nunca me querrá, pero no soy, y nunca debería haberlo sido, su principal preocupación. Es claro que hoy en día usted tiene otras prioridades”. El cenagal árabe no crea tal vez las condiciones de paz y de reconciliación entre los israelíes y los palestinos. Pero hizo de la “tregua estratégica” avalada por numerosos dirigentes árabes la única alternativa concebible. Los árabes no pueden estar a la vez en guerra con si mismos y con Israel. Los acontecimientos caóticos que se suceden en Medio Oriente pueden, y deben, modificar la aproximación y las percepciones de los protagonistas. No hay que contentarse más con consideraciones a corto plazo. Los dirigentes israelíes deben ajustar su razonamiento estratégico a largo plazo en este Medio Oriente que acabará por emerger del actual desorden. Esto significa no explotar la oportunidad hoy ofrecida de construir más implantaciones sobre las tierras palestinas, o de desarrollar las implantaciones existentes, como el gobierno de Benjamín Netanyahu parece determinado a hacerlo. Israel verdaderamente podría ser el vencedor actual de las primaveras árabes; pero por sabiduría, debería dejar el botín de la victoria sobre el terreno. [Traducción propia] [I]Dominique Moisi es profesor en el Instituto de estudios políticos de París (Sciences Po), es consejero especial en el Instituto francés de relaciones internacionales (IFRI) y actualmente es profesor invitado en el King’s College de Londres.[/I] [URL=http://s890.photobucket.com/user/hernupeto/media/Personal/SienciesPo2013_zpsc5cbf244.jpg.html][IMG]http://i890.photobucket.com/albums/ac103/hernupeto/Personal/SienciesPo2013_zpsc5cbf244.jpg[/IMG][/URL] [/QUOTE]
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