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<blockquote data-quote="Shandor" data-source="post: 1417111" data-attributes="member: 50"><p><span style="font-size: 22px"><strong>Países árabes: una primavera que nunca llegó a verano</strong></span></p><p><strong><span style="font-size: 12px">Dos años y sigue el odio. Los países que alojaron revueltas en 2011 no lograron estabilización ni democracia. Lea la historia de lo que pasó luego de las protestas</span></strong></p><p></p><p></p><p>Hace dos años y medio, los países del mundo árabe maravillaron con sus protestas. De a millones, los habitantes desafiaron décadas de autoritarismo y salieron a las calles para mostrar su inconformismo y su ilusión de abrazar la democracia. Los países de occidente, que siguieron los casos de más o menos cerca, miraron los procesos con una mezcla de temor ante lo desconocido y confianza en el porvenir.</p><p>Y hoy, dos años después, esa mirada atónita de occidente se mantiene. Porque los países supuestamente libertados no lograron lo que se proponían y porque enfrentan problemas que son similares a los anteriores o incluso peores.</p><p>Sirva de ejemplo el caso de Egipto, el país donde las protestas lograron en 17 días acabar con 30 años de gobierno militar de Hosni Mubarak. En enero de 2011 Tahrir era un semillero de esperanza y todos estaban ilusionados con las primeras elecciones democráticas en la historia del país más poblado del mundo árabe. Los candidatos compitieron, nadie denunció irregularidades y asumió la presidencia Hosni Mubarak.</p><p>Pero encumbrado en el poder, el líder no fue fiel a su estilo mediador demostrado en la campaña y, por el contrario, adoptó medidas que empezaron a recordar a los viejos tiempos: se colocó por encima de la ley al ordenar que sus decisiones sean “inapelables y definitivas” y aumentó la represión a los disidentes. En los meses subsiguientes la gente volvió a protestar de a millones y el ejército se dio la misión de derrocarlo para “contentar al pueblo”, según el nuevo relato oficial. Morsi fue preso, un régimen provisorio busca ahora que haya constitución y elecciones, los Hermanos Musulmanes tienen a varios líderes y simpatizantes muertos o tras las rejas y Mubarak está con libertad provisional. Todo parece un gran espiral que no se sabe dónde acaba pero que parece que terminará en un lugar similar a aquel de donde surgió.</p><p>Parte del problema de los países que se deshacen de años de autoritarismo es la falta de cultura democrática. ¿Cómo gobernarán los que nunca vivieron en un régimen de entendimiento entre posturas distintas? ¿Qué clase dirigente puede emanar de un país donde por años solo un grupúsculo se encargó de tomar las mayores decisiones? ¿Cómo se saciará la sed de libertad de un pueblo que por un momento la tuvo y en breve se la arrebataron?</p><p>Aunque a menor escala, algo similar a lo de Egipto ocurre también en Túnez.</p><p><strong>Un puesto que ocuparon otros</strong></p><p>Una de las últimas declaraciones del que dominó en Libia durante 42 años, Muamar Gadafi, fue una advertencia: “Llegarán los hombres de Bin Laden”, decía el que acabaría muerto en manos de los rebeldes.</p><p>Al lugarteniente no le faltaba razón y hoy uno de los principales dramas de Libia –y de Yemen– es justamente ese: el avance de los terroristas. De hecho, en el país el presidente Alí Zeidan es más bien poco cuestionado (era del opositor Consejo Nacional de Transición y fue elegido por voto popular), pero su gran carencia es el control de la seguridad. Los 4.000 kilómetros de fronteras son un pasaje seguro para los terroristas de la región y las milicias se extienden a sus anchas. Algunas se convirtieron en una amenaza tan grande que debieron ser reconocidas y oficializadas.</p><p>En el último tiempo, además, los ministros del Interior apenas resistieron meses en el cargo: el último renunció a mediados de agosto por sentirse “incapaz de llevar a cabo un cambio claro” en el país.</p><p><strong>Los que se quedaron</strong></p><p>Otros países donde comenzaron las protestas hace dos años siguen casi en la misma: aunque dramática, la situación está estancada. Se trata de Bahrein y de Siria.</p><p>En el primer caso, las protestas fueron sofocadas con efectividad. El rey Hamad ben isa Al Jalifa –sunita– no iba a permitir que los revolucionarios chiitas lo derrocaran con sus marchas y ordenó una represión que hasta el día de hoy funciona cuando es necesario, apagando todos los intentos de revueltas.</p><p>Distinta es la situación de Siria, que comenzó con un conflicto que se podría comparar al que hubo en Libia –rebeldes que no se cansan de pedir nuevos aires y un líder casi omnipotente que se obstina en permanecer a cualquier precio–, pero con la gran diferencia de que el terreno que dominaba Gadafi es zona petrolera y allí las fuerzas internacionales ingresaron a los pocos meses de comenzados los enfrentamientos. Siria concitó siempre menos atención de los poderosos del mundo, pero ahora estos consideran que se cruzó “la línea roja” y que es hora de actuar para poner freno. ¿Como lo pusieron en Libia, donde ahora vuelve a reinar el caos? No se sabe.</p><p></p><p><strong>Diferencias sectarias se suman a las políticas</strong></p><p>En Siria, por ejemplo, el presidente Bachar al Asad es de la minoría alauita. Este grupo tiene puntos en contacto con la doctrina chiita, pero los chiitas no terminan de aceptarlos. La población es mayoritariamente sunita y no acepta ni a chiitas ni a alauitas.</p><p></p><p><strong>Cueva de terroristas</strong></p><p>Todos los indicios van hacia que Al Qaeda está trasladando su centro de poder desde Paquistán hacia Yemen, donde el gobierno es más bien débil. La actividad del grupo motivó a EEUU a pedir que cerraran todas sus embajadas en países árabes a principios de agosto, cuando se temía un atentado.</p><p><span style="font-size: 12px"><strong>CIFRAS</strong></span></p><p><strong>17 días.</strong> Las revueltas que consiguieron derrocar al líder más rápido fueron las de Egipto: comenzaron el 25 de enero de 2011 y Mubarak se fue el 11 de febrero.</p><p><strong>100.000 de muertos</strong>. En los dos años y medio que lleva la revuelta en Siria la ONU estima que murieron 100.000 personas. Los rebeldes creen que son unos 300.000.</p><p>Resultados relacionados con la búsqueda</p><p>el observador</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Shandor, post: 1417111, member: 50"] [SIZE=6][B]Países árabes: una primavera que nunca llegó a verano[/B][/SIZE] [B][SIZE=3]Dos años y sigue el odio. Los países que alojaron revueltas en 2011 no lograron estabilización ni democracia. Lea la historia de lo que pasó luego de las protestas[/SIZE][/B] Hace dos años y medio, los países del mundo árabe maravillaron con sus protestas. De a millones, los habitantes desafiaron décadas de autoritarismo y salieron a las calles para mostrar su inconformismo y su ilusión de abrazar la democracia. Los países de occidente, que siguieron los casos de más o menos cerca, miraron los procesos con una mezcla de temor ante lo desconocido y confianza en el porvenir. Y hoy, dos años después, esa mirada atónita de occidente se mantiene. Porque los países supuestamente libertados no lograron lo que se proponían y porque enfrentan problemas que son similares a los anteriores o incluso peores. Sirva de ejemplo el caso de Egipto, el país donde las protestas lograron en 17 días acabar con 30 años de gobierno militar de Hosni Mubarak. En enero de 2011 Tahrir era un semillero de esperanza y todos estaban ilusionados con las primeras elecciones democráticas en la historia del país más poblado del mundo árabe. Los candidatos compitieron, nadie denunció irregularidades y asumió la presidencia Hosni Mubarak. Pero encumbrado en el poder, el líder no fue fiel a su estilo mediador demostrado en la campaña y, por el contrario, adoptó medidas que empezaron a recordar a los viejos tiempos: se colocó por encima de la ley al ordenar que sus decisiones sean “inapelables y definitivas” y aumentó la represión a los disidentes. En los meses subsiguientes la gente volvió a protestar de a millones y el ejército se dio la misión de derrocarlo para “contentar al pueblo”, según el nuevo relato oficial. Morsi fue preso, un régimen provisorio busca ahora que haya constitución y elecciones, los Hermanos Musulmanes tienen a varios líderes y simpatizantes muertos o tras las rejas y Mubarak está con libertad provisional. Todo parece un gran espiral que no se sabe dónde acaba pero que parece que terminará en un lugar similar a aquel de donde surgió. Parte del problema de los países que se deshacen de años de autoritarismo es la falta de cultura democrática. ¿Cómo gobernarán los que nunca vivieron en un régimen de entendimiento entre posturas distintas? ¿Qué clase dirigente puede emanar de un país donde por años solo un grupúsculo se encargó de tomar las mayores decisiones? ¿Cómo se saciará la sed de libertad de un pueblo que por un momento la tuvo y en breve se la arrebataron? Aunque a menor escala, algo similar a lo de Egipto ocurre también en Túnez. [B]Un puesto que ocuparon otros[/B] Una de las últimas declaraciones del que dominó en Libia durante 42 años, Muamar Gadafi, fue una advertencia: “Llegarán los hombres de Bin Laden”, decía el que acabaría muerto en manos de los rebeldes. Al lugarteniente no le faltaba razón y hoy uno de los principales dramas de Libia –y de Yemen– es justamente ese: el avance de los terroristas. De hecho, en el país el presidente Alí Zeidan es más bien poco cuestionado (era del opositor Consejo Nacional de Transición y fue elegido por voto popular), pero su gran carencia es el control de la seguridad. Los 4.000 kilómetros de fronteras son un pasaje seguro para los terroristas de la región y las milicias se extienden a sus anchas. Algunas se convirtieron en una amenaza tan grande que debieron ser reconocidas y oficializadas. En el último tiempo, además, los ministros del Interior apenas resistieron meses en el cargo: el último renunció a mediados de agosto por sentirse “incapaz de llevar a cabo un cambio claro” en el país. [B]Los que se quedaron[/B] Otros países donde comenzaron las protestas hace dos años siguen casi en la misma: aunque dramática, la situación está estancada. Se trata de Bahrein y de Siria. En el primer caso, las protestas fueron sofocadas con efectividad. El rey Hamad ben isa Al Jalifa –sunita– no iba a permitir que los revolucionarios chiitas lo derrocaran con sus marchas y ordenó una represión que hasta el día de hoy funciona cuando es necesario, apagando todos los intentos de revueltas. Distinta es la situación de Siria, que comenzó con un conflicto que se podría comparar al que hubo en Libia –rebeldes que no se cansan de pedir nuevos aires y un líder casi omnipotente que se obstina en permanecer a cualquier precio–, pero con la gran diferencia de que el terreno que dominaba Gadafi es zona petrolera y allí las fuerzas internacionales ingresaron a los pocos meses de comenzados los enfrentamientos. Siria concitó siempre menos atención de los poderosos del mundo, pero ahora estos consideran que se cruzó “la línea roja” y que es hora de actuar para poner freno. ¿Como lo pusieron en Libia, donde ahora vuelve a reinar el caos? No se sabe. [B]Diferencias sectarias se suman a las políticas[/B] En Siria, por ejemplo, el presidente Bachar al Asad es de la minoría alauita. Este grupo tiene puntos en contacto con la doctrina chiita, pero los chiitas no terminan de aceptarlos. La población es mayoritariamente sunita y no acepta ni a chiitas ni a alauitas. [B]Cueva de terroristas[/B] Todos los indicios van hacia que Al Qaeda está trasladando su centro de poder desde Paquistán hacia Yemen, donde el gobierno es más bien débil. La actividad del grupo motivó a EEUU a pedir que cerraran todas sus embajadas en países árabes a principios de agosto, cuando se temía un atentado. [SIZE=3][B]CIFRAS[/B][/SIZE] [B]17 días.[/B] Las revueltas que consiguieron derrocar al líder más rápido fueron las de Egipto: comenzaron el 25 de enero de 2011 y Mubarak se fue el 11 de febrero. [B]100.000 de muertos[/B]. En los dos años y medio que lleva la revuelta en Siria la ONU estima que murieron 100.000 personas. Los rebeldes creen que son unos 300.000. Resultados relacionados con la búsqueda el observador [/QUOTE]
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Guerra desarrollada entre Argentina y el Reino Unido en 1982
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