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<blockquote data-quote="CONDOR COMAHUE" data-source="post: 314817" data-attributes="member: 1764"><p><strong>Rosas Y Los Historiadores</strong></p><p>Concepciones historiográficas argentinas.</p><p>Hay que destacar tres tendencias diferentes en cuanto al tema del período rosista y de la historia argentina en general.</p><p>La primera, conocida como liberal, ha sido la más difundida incluso hasta hoy. Nace en el momento de la conformación del Estado oligárquico liberal-conservador a fines del siglo XIX y destaca la labor organizativa y modernizadora del nuevo estado, execrando a Rosas como tirano, dictador, ultracentralista y déspota, enemigo de la patria y derrocado con justicia para dar origen a una nueva nación federal y democrática, que contrastaría con el absolutismo rosista. Es por lo general una historia de las instituciones, que desembocan brillantemente en la organización constitucional de 1853. También se la suele conocer como defensora de la línea Mayo-Caseros, haciendo alusión a los dos grandes movimientos que esta línea pondera y defiende desde una perspectiva aristocratizante.</p><p>La segunda, llamada revisionista, que comienza ya antes de la muerte de Rosas y que va cobrando vigor recién promediando el siglo XX. (Hará eclosión con la llegada al poder por el peronismo, y cristalizará en la línea San Martín-Rosas-Perón). Esta corriente insiste en que la historiografía liberal ha falsificado la verdadera historia y presenta a Rosas como un adalid de la causa nacional y popular, destacando la acción contra las potencias colonialistas como antiimperialista, su apego a la tierra y su respeto por las costumbres autóctonas y por las instituciones hispánicas y católicas que han forjado durante el período español a la "nación" argentina.</p><p>Y finalmente, el materialismo histórico ha aportado una interpretación basada en los intereses de clase que se mueven detrás de las opiniones políticas en pugna, que identifican a Rosas como líder indiscutido de la clase terrateniente porteña, que se opondrá a las ambiciones de las oligarquías del interior, a los "doctores" unitarios, no menos aristocráticos, y a las potencias capitalistas europeas, en lo que constituye su mayor mérito histórico.</p><p>Cabe destacar las diferencias que presentan internamente estas corrientes, a veces muy dispares, pero en líneas generales este es el debate sobre la cuestión.</p><p>4. Las Bases Económicas Del Régimen Rosista</p><p>El circuito económico: latifundio-saladero-comercio de exportación</p><p>"¿Quién era Rosas? Un propietario de tierras.</p><p>¿Qué acumuló? Tierras.</p><p>¿Qué dio a sus sostenedores? Tierras.</p><p>¿Qué quitó a confiscó a sus adversarios? Tierras."</p><p>Con estas frases podemos comenzar con el análisis de la sustentación económica del gobierno de Rosas. Don Juan Manuel, como afirma Paso, está emparentado "con el más aristocrático abolengo español", beneficiario de los repartos de tierras en la conquista y base de la clase de ganaderos latifundistas que ya era fuerte en 1810. Además, habrá que tener en cuenta que le fue siempre fiel a su clase, y esta actitud marca todo su accionar en el campo de la política externa y externa mientras duró su dominio en Buenos Aires.</p><p>El circuito principal que se desarrolló en Buenos Aires, fomentado por terratenientes y comerciantes nativos e ingleses, fue el que tenía como unidad de producción a la estancia, gran propiedad territorial, en donde se criaba el ganado vacuno. Este circuito se completaba con los saladeros (grandes establecimientos en donde se mataba a las bestias, se extraía el sebo, se salaba y secaba la carne y se preparaban los cueros crudos para la exportación) y finalmente con la conexión de los grandes comerciantes, intermediarios de la demanda inglesa devoradora de materias primas y exportadora de productos manufacturados (principalmente telas). Además, el negocio se completaba con el dominio total de los ingresos de la Aduana de Buenos Aires, que monopolizaba el comercio exterior y cuyos dividendos formaron el grueso de las ganancias de la provincia porteña.</p><p>De esta manera estaba planteada la situación de los hacendados latifundistas de la campaña bonaerense, que crecieron no sólo en su poder sobre el resto de la población sino también hegemonizando la economía del país, que solo podía conectarse con el exterior por medio de Buenos Aires y dependía de sus decisiones en materia económica. Como afirma Gastiazoro:</p><p>"El accionar de los terratenientes y comerciantes bonaerenses, asegurándose por la fuerza la exclusividad de su puerto y el manejo de las rentas nacionales, fue modelando todo el desarrollo del país de acuerdo con sus intereses particulares"</p><p>Entre los nombres más salientes y poderosos de esta clase destacan los Anchorena, los Álzaga, García Zúñiga, Unzué, Martínez de Hoz, Vela, Arana, Díaz Vélez, Rojas Aguirre y Miller como terratenientes, y fuertes comerciantes extranjeros, como Dickson, Grogan y Morgan, Lumb , Growland, Thompson, etc.</p><p>Durante su acción pública, Rosas dio muestras evidentes de la importancia de las tierras:</p><p>En 1833, la expedición que dirigió contra los indígenas y que logró conseguir dos mil novecientas leguas cuadradas tenía por finalidad principal la consecución de tierras explotables por los ganaderos que necesitan expandirse y fomentar la base económica de su negocio.</p><p>En 1836, Rosas dicta una ley que permite vender las tierras hasta entonces arrendadas en enfiteusis, y que ya acaparaban grandes latifundistas. Así, la acumulación de tierras que acentuó la enfiteusis de Rivadavia se vio confirmada con las medidas del Restaurador, que colocó en el mercado vastas extensiones de tierras a precios bajos, fácilmente accesibles a la oligarquía ganadera, contra quien no se podía competir.</p><p>Y finalmente, como premio por servicios prestados frente a unitarios y otros opositores, Rosas emprendió un sistema de reparto de certificados de tierras por cuestiones militares, vieja costumbre feudal, que ponía de manifiesto el carácter de la tierra como prácticamente único bien económico de categoría. De cualquier manera, no serían los soldados los beneficiarios finales de estas concesiones, debido a la imposibilidad de acercarse a la capital para reclamar los títulos o al propio servicio militar que cumplían. Al final, los certificados terminaban o acumulados o vendidos a bajo precio. John Lynch afirma: </p><p>"La tierra se convirtió casi en moneda o en fondo de salarios y pensiones"</p><p>El segundo elemento a tener en cuenta es el saladero. Y bien vale la descripción de Alcides D’Orbigny:</p><p>"De una cuchillada le abren la piel a todo el largo del vientre, (...) desuellan al animal y, sobre la misma piel, comienzan a carnearlo. Los cuatro cuartos son sacados con una asombrosa destreza y transportados al tinglado, donde son colgados en ganchos destinados a recibirlos. (...) Una vez que todos los animales muertos son así carneados, los peones llevan los cueros al tinglado y sacan la carne de arriba de los cuartos, siempre con la misma destreza, arrojando, a medida que lo hacen, las carnes de un lado sobre los cueros y los huesos del otro (...) Una vez terminada dicha operación, se extienden los cueros en tierra y se los cubre con una gruesa capa de sal (...) se expone diariamente la carne al aire, sobre las cuerdas, hasta que quede seca del todo, lo que la hace menos pesada y fácil de transportar."</p><p>Podemos observar cuál es el grado de "industrialización" que tenían nuestras pampas en este momento. El predominio aplastante y absoluto de la actividad ganadera frenaría incluso a todas las producciones que pudiesen diversificar en algo el sistema económico: la agricultura era el hombre olvidado de la historia, ya que los labradores debieron sufrir la intromisión omnipotente de los grandes latifundistas.</p><p>Y el último eslabón, el comercio de exportación, fue favorecido en todo momento por Rosas apoyado por la oligarquía terrateniente, y se mantuvo incluso en grandes picos hasta en 1849, incluso durante los bloqueos. Veremos que las medidas "proteccionistas" de Juan Manuel no contradirían sus estrechas relaciones con el comercio inglés ni sus prerrogativas de gran señor feudal.</p><p>Finalmente, la política financiera de Rosas tuvo como principal aporte las divisas de la Aduana, pero en esos momentos de bloqueo llegó a recurrir a contribuciones directas a los propietarios (por cierto ínfimas); o simplemente a la emisión desenfrenada de bonos y de papel moneda (lo que provocó una desvalorización del papel y una redistribución de los ingresos desfavorable a los sectores pobres), o al recorte de gastos en materia de educación y obras públicas.</p><p>La ley de Aduana: más que proteccionismo, "librecambismo mitigado"</p><p>En 1835, el gobierno provincial de Rosas dicta una ley de Aduana que marcará un cambio en la ultraliberal política comercial exterior de esta región del globo.</p><p>Esta ley dispondrá de un considerable aumento en los derechos de importación o la prohibición de introducirlos para variados artículos que entraran por el puerto de Buenos Aires: manufacturas de hierro y hojalata, coches y ruedas para los mismos, zapatos, ponchos, ceñidores, fajas, ropas hechas, frazadas, velas, peines, sillas de montar, legumbres, maíz, papas, harina y trigo, azúcar, alcoholes, sidra, cerveza... (los aforos van del 25 al 50%). Evidentemente, estas medidas serían bien recibidas por algunas provincias del interior, que veían languidecer sus incipientes artesanías bajo la arremetida de la producción masiva de ingleses y franceses. José María Rosa interpretaría esto como una prueba más de la voluntad de Rosas de constituir la unidad nacional y de promover a la industria en su conjunto para construir una nación independiente, golpeando al "imperialismo" dominante. Sin embargo, la aplicación de esta ley no tendrá los efectos que algunos imaginaron por las siguientes causas:</p><p>• Permite a los extranjeros (fundamentalmente ingleses) mantener sus posiciones en el mercado interior y exterior del país, lo que no facilita la independencia. </p><p>• Mantiene el exclusivismo del puerto y de la Aduana en manos de Buenos Aires, generando un reparto desigual entre las provincias de la Confederación y cerrándole el paso a las provincias litoraleñas. </p><p>• No aplica ningún plan de fomento industrial interno, manteniendo a las artesanías en un nivel primitivo. </p><p>• Como ley provincial, también demuestra estrechez de miras cuando impone aforos a la producción de yerba mate de Corrientes. </p><p>• Su aplicación sería errática, y con el tiempo el mismo gobierno rosista iría mitigando sus estipulaciones, hasta que en 1847 el comercio exterior estaría funcionando casi como en 1835. </p><p>En definitiva, si bien esta ley pudo haber dado el puntapié inicial a la industrialización, el mantenimiento del aislacionismo provincial, el predominio de los terratenientes y la estrechez localista de sus miras impedirían un verdadero salto cualitativo que pudiera haber creado, en un proceso, una industria nacional fuerte, punto clave para la independencia económica de la nación.</p><p>Economías regionales</p><p>Como vimos, la economía bonaerense crece al ritmo de la expansión y explotación de tierras dedicadas a la cría y comercialización del ganado vacuno.</p><p>Las actividades económicas del Interior, ya sin conexión con el mercado de mulas altoperuano, pasan a estar conectadas con el renacer minero y agrícola chileno, motivado por el descubrimiento de un nuevo yacimiento de plata y por la creciente demanda del mercado surgido en derredor del ciclo californiano. Así crecen producciones ganaderas y agrícolas (alfalfares especialmente) que tienen como destino abastecer al mercado chileno y llegan incluso a despojar a pobladores rurales.</p><p>Hemos visto que las artesanías del interior solo recibieron un muy leve impulso, con las leyes aduaneras de Rosas, pero siguieron el rumbo que habían comenzado con la apertura comercial con la Europa industrial. La economía retrogradaría desde incipientes industrias domésticas a una producción agrícola y ganadera más primitiva como hinterland chileno.</p><p>La economía del Litoral crecería en la misma producción que Buenos Aires: la hacienda y el saladero comienzan a producir cuero, sebo y tasajo, que se trasladan, por ejemplo, desde los puertos entrerrianos hasta Montevideo por el río Uruguay (menos controlado por Rosas). Será Entre Ríos el más beneficiado por la falta de control previa a los acuerdos con Inglaterra y Francia, y la vuelta a "tomar las riendas" con el cierre de los ríos por parte del gobierno porteño motivaría la ruptura con el entrerriano Urquiza, que se pronunciaría contra Rosas en 1852.</p><p>En definitiva, las economías regionales se vinculan con economías limítrofes extranjeras, manteniendo en todo el país el atraso de la producción, basada tan solo en la tierra y el ganado.</p><p>Las relaciones sociales en la época de Rosas</p><p>Relaciones feudales de producción y paternalismo</p><p>En principio, quiero recordar lo que entiendo por relaciones de producción feudales, siguiendo la famosa definición de Maurice Dobb: "...una obligación impuesta al productor por la fuerza, e independientemente de su voluntad, de cumplir ciertas exigencias de un señor, ya cobren estas la forma de servicios a prestar o de obligaciones a pagar en dinero o en especie (...) Esta fuerza coercitiva puede ser el poder militar del superior feudal, la costumbre respaldada en algún tipo de procedimiento jurídico o la fuerza de la ley." De esta manera, el feudalismo es una formación económico-social dominada por el modo de producción feudal, de la misma manera que el esclavismo es una formación dominada por la esclavitud, tal como existió en Grecia y Roma.</p><p>Entendemos por feudales a aquellas sociedades en las que la clase dominante extrae el plustrabajo de los productores directos mediante una coacción extraeconómica, porque los trabajadores tienen algún grado de control (posesión) de los medios de producción necesarios para su tarea. De esta manera, la explotación se materializa fundamentalmente, en estas sociedades agrarias, en una renta (en especie, trabajo o dinero, según el caso). </p><p>En estas sociedades, los productores directos tienen, en general, el control sobre sus instrumentos de trabajo, algún derecho práctico sobre el pedazo de tierra que cultiva (como miembro de la aldea, de la antigua comunidad, como pequeño propietario o arrendatario), etc. Y, al mismo tiempo, deben pagar al jefe de estado o al propietario de la tierra un fuerte tributo (que podrá variar entre sacos de grano y trabajos "públicos" obligatorios) reconociéndole el carácter de "propietario eminente" de la tierra.</p><p>Para introducirnos en el mundo de las relaciones de producción y sociales en nuestras tierras en los tiempos del rosismo, es ilustrativo el relato que presenta Lucio Mansilla, que narra un suceso visto por el señor Mariano Miró. Un día, en la estancia "del Pino", Rosas conversaba con Miró cuando descubrió a un cuatrero, lo capturó, lo estaqueó y lo mandó azotar. En la cena lo invitó a la mesa y le ofreció ser padrino de su primer hijo, y darle unas vacas y unas ovejas y un pequeño lugar en su campo, para que su "nuevo socio" estableciera un rancho. El gaucho asiente y Juan Manuel agrega: "Pero aquí hay que andar derecho, ¿no?". Y Mansilla añade:</p><p>"Y don Mariano Miró, encontrando aquella escena del terruño propia de los fueros de un señor feudal de horca y cuchillo, muy natural, muy argentina, muy americana, nada vio..."</p><p>Aquí tenemos un claro ejemplo que nos demuestra que las relaciones entre los propietarios y los productores directos eran de carácter feudal, basadas en la coerción extraeconómica y en el paternalismo como suavizante para mantener al peón sujeto a la estancia. Allí es donde aparece el "populismo" de Rosas, similar al de otros caudillos federales del interior y del litoral: él tuvo que "hacerse gaucho como ellos" para conseguir "una influencia grande sobre esa gente para contenerla o para dirigirla" siempre en interés de los terratenientes latifundistas. Rosas utiliza una identificación cultural entre el peón campesino y el patrón "rural", que comparten ciertas tradiciones, formas de vestirse y de hablar, oponiéndolas a las costumbres y a la cultura del otro sector de la élite: los unitarios, los "doctores" de galera y de ciudad, que siempre habían despreciado al pueblo campesino.</p><p>El peonaje rural como relación de producción es muy controvertido, debido a su complejidad y contradicciones internas. Ha llegado a ser definido como "esclavitud por deudas de jornaleros rurales", expresando así toda la riqueza conceptual del término "peón". La gran discusión aparece centrada en su caracterización como relación feudal o capitalista. Así que decidimos pesar aquellas características propias de la producción feudal y aquellas propias del régimen burgués. Entre las primeras aparecen: a) la dependencia personal, es decir, la dependencia de un hombre atado a otro por vínculos sociales, afectivos, militares, etc. y b) la sujeción a la tierra, que ata al productor a un lugar, una estancia, una parcela de la que se alimenta, etc. Entre las segundas, sólo descubrimos la existencia de pagos o jornales.</p><p>Respecto de la dependencia personal y la sujeción a la tierra, las hallamos en forma muy clara:</p><p>• Aplicación sistemática de penas y torturas (cepo, estaqueamiento, castigos corporales, etc.) a los gauchos que hubiesen cometido "faltas" a juicio del patrón. </p><p>• Derechos medievales, como el de pernada: "Era la servidumbre, ¡y qué servidumbre! El patrón o sus representantes podían cohabitar con las hijas y hasta con la mujer del desdichado..." </p><p>• Compulsión legal, teniendo en cuenta que la ley que promulga Oliden, gobernador porteño, en 1815, es confirmada por el gobierno rosista. Esta establecía el control riguroso de la mano de obra rural, exigiendo la "papeleta de conchabo" (o contrato) a todo gaucho. Este sistema preveía penas severas (como el traslado a la frontera a servir en los fortines) a todo aquel que fuera de "la clase de sirviente" y que no estuviera bajo la dependencia "contractual" con ningún estanciero. El capítulo IV del reglamento de Rosas para el gremio de los abastecedores se refiere al peón de la siguiente manera: "el peón vendedor no tendrá derecho a dejar a su patrón sin un justo motivo, del cual entenderá exclusivamente el juez nombrado". De más está decir que los juzgados de paz, creados en 1821 en reemplazo del viejo aparato estatal colonial, eran cómplices o instrumentos de los estancieros. A esta particular relación de peonaje Eduardo Azcuy Ameghino la ha denominado peonaje obligatorio. </p><p>• Es muy frecuente el endeudamiento, típico en la hacienda latinoamericana, por el cual e peón compra en la pulpería o almacén de la estancia a cuenta, y luego las deudas se van sumando. Así, el patrón tiene un poderoso mecanismo usurario para mantener al peón por la fuerza en su estancia. Es lo que se llama peonaje por deudas. </p><p>• La presencia psicológica del paternalismo creaba entre el "padre-patrón" y la peonada un vínculo muy fuerte y duradero, que ataba a los dependientes, incluso bajo la relación de padrinazgo, común en la época entre patrones y primogénitos. El vínculo de fidelidad entre señor y vasallo se asienta tanto en la "dominación tradicional" (porque siempre había sido así) como en la "dominación carismática" (por admiración al "caudillo-héroe"). </p><p>• La inseguridad propia de la frontera y la precariedad de la vida movieron a muchos a subordinarse o "encomendarse" a un vecino poderoso. Como afirma John Lynch: </p><p>"Por lo tanto, el estanciero era un protector, dueño de suficiente poder como para defender a sus dependientes de las bandas merodeadoras, sargentos reclutadores y hordas rivales. Era también un proveedor, que desarrollaba y defendía los recursos locales, y podía dar empleo, comida y abrigo. De esta manera, el patrón reclutaba una peonada. Y estas alianzas individuales se extendían para formar una pirámide social ya que, a su vez, los patrones se convertían en clientes de hombres más poderosos, hasta que alcanzaba la cumbre del poder, y todos pasaban a ser clientes de un superpatrón, el caudillo."</p><p>Además, si a esta relación patrón/cliente le sumamos la entrega de tierras por acciones militares, podemos ver claramente conformada una relación muy similar a la "feudo-vasallática" europea medieval.</p><p>Otra atadura básica es la fuerza de la costumbre, el "derecho consuetudinario", que crea en el peón un sentimiento de arraigo a esa tierra que lo vio nacer y crecer y que le ofrece "todo", ya que el abastecimiento lo consigue dentro de la hacienda que, aunque "abierta" al mercado mundial, está "cerrada" para la peonada.</p><p>Hay también, en muchos casos, un acceso estable a medios de producción (pequeñas parcelas, algún ganado) y a medios de subsistencia (carne, yerba) dentro de la estancia. Así, puede interpretarse a la jornada del gaucho como una renta en trabajo, que realiza además del trabajo en su pequeña actividad "propia".</p><p>Todas estas características hacen del pago del jornal o "salario" un dato totalmente subordinado a la coacción extraeconómica: el peón no va a trabajar por el salario, sino que es forzado a trabajar y a mantenerse bajo la égida de un patrón. Frente a esta situación, la influencia de la ley de la oferta y la demanda en la fijación del precio de la fuerza de trabajo es irrisoria, porque si el gaucho no quiere trabajar por un salario bajo, es forzado a hacerlo, haya mucha o poca gente dispuesta a trabajar. Recién los terratenientes podrán transformar al gaucho-peón en asalariado común cuando hubieren podido apropiarse de toda la tierra, someter a los aborígenes y terminar con la frontera que permitía al viejo gauchaje apropiarse de ganado libre o "cimarrón" o cazar por su cuenta.</p><p>Se observará que detrás del paternalismo no existió ningún sentido "democrático", ya que no hay ningún reparto de tierras entre los peones ni ningún intento de concederles mayores libertades cívicas: el dudoso derecho al voto oral controlado por los patrones es la máxima libertad otorgada. No debemos olvidar que la rebelión campesina e indígena de 1829 fue utilizada por Rosas para acceder al poder, transformarse en heredero político del dorreguismo y luego eliminarla para restaurar la "disciplina del trabajo".</p><p>También merece un párrafo la esclavitud, que siguió manteniéndose, aunque crecieron en cantidad los esclavos libertos, que permanecían en la mayoría de los casos también sometidos a la dependencia personal con aquellos que habían sido sus amos. Frente a ellos también Rosas desplegará la misma estrategia que con sus peones, al identificarse con sus bailes y sus fiestas, dándole a la ciudad porteña un tinte popular al que no se habrían atrevido los doctores unitarios. </p><p>La política indígena</p><p>"La campaña de 1833 constituye el primer eslabón del proceso de exterminio de las comunidades indígenas libres de la llanura, cuya culminación, la llamada "conquista del desierto", no fue más que el mazazo definitivo sobre culturas agotadas y diezmadas después de más de medio siglo de permanentes conflictos armados. Fue una campaña que hizo escuela: ‘A mi juicio, el mejor sistema para concluir con los indios, ya sea extinguiéndolos o arrojándolos al otro lado del Río Negro, es el de la guerra ofensiva que fue seguida por Rosas, que casi concluyó con ellos.’."</p><p>Este comentario sintetiza la acción de Rosas en la campaña de 1833, que tenía como fin la obtención de tierras para alimentar las necesidades de la oligarquía ganadera.</p><p>Aun así, autores como José María Rosa reivindican la política de "acuerdos" que realizó el Restaurador, con una gran visión política, entre los indígenas, para garantizar, aunque fuera en forma momentánea, a la "tranquilidad" en las fronteras. En este contexto se explica la oposición entre Rosas y Martín Rodríguez en la anterior campaña de la década del veinte. Mientras que Rodríguez propugnaba la conquista lisa y llana, Rosas alentaba los "tratados" para pacificar la frontera y tal vez poder incorporar a los indígenas como mano de obra en las crecientes estancias de la campaña. Sin embargo, la imposibilidad de la sumisión pronto alentó en Rosas el deseo de una campaña militar, y en 1833 la llevó a cabo. Los objetivos de Don Juan Manuel eran claros:</p><p>"Pasan de mil los [indios] que han fallecido en sólo el año de 1836, según consta de las partes y hechos públicos, un esfuerzo más y se acabarán de llenar los grandes objetos e inapreciables bienes de esa campaña feliz".</p><p>Es decir, lo principal era ampliar y "limpiar" su fuente de riqueza, la tierra, de cualquier "intruso", pero a la vez intentar mantener en las tierras todavía no conquistadas una tranquilidad que permita el afianzamiento de la riqueza pecuaria. Lynch aprecia esta situación:</p><p>"Era imposible expandir las tierras desplazando la frontera y mantenerse en paz con los indios. ¿Cómo se podía ocupar sus territorios y esperar que ellos quedaran satisfechos parlamentando?"</p><p>La famosa paz entre Rosas y Calfucurá de 1835 fue tensa y muchas veces rota. Incluso en 1836 Rosas cae con sus fuerzas sobre las comunidades ranqueles que no querían "negociar" con el gobernador, a cuyo frente estaba el cacique Yanquetruz.</p><p>Además, cabe tener en cuenta el rol disociador de Buenos Aires dentro de las comunidades aborígenes y la influencia de las luchas políticas nacionales en la política indígena interna; vemos que en 1835 Rosas apoya la creación de la Confederación de Salineros contra los ranqueles; que logra una alianza con los tehuelches contra los vorogas y araucanos; o que los propios ranqueles atacan las ciudades gobernadas por federales en alianza con los unitarios.</p><p>En definitiva, el indígena pasaba a ser un engranaje más en las luchas políticas y en las ambiciones económicas, tanto de unitarios como de "federales". Este comportamiento dejaría a las comunidades indígenas en una situación de subordinación, marginación e indefensión cuando fueran "incorporadas" al Estado centralizado en la última parte del siglo XIX.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="CONDOR COMAHUE, post: 314817, member: 1764"] [B]Rosas Y Los Historiadores[/B] Concepciones historiográficas argentinas. Hay que destacar tres tendencias diferentes en cuanto al tema del período rosista y de la historia argentina en general. La primera, conocida como liberal, ha sido la más difundida incluso hasta hoy. Nace en el momento de la conformación del Estado oligárquico liberal-conservador a fines del siglo XIX y destaca la labor organizativa y modernizadora del nuevo estado, execrando a Rosas como tirano, dictador, ultracentralista y déspota, enemigo de la patria y derrocado con justicia para dar origen a una nueva nación federal y democrática, que contrastaría con el absolutismo rosista. Es por lo general una historia de las instituciones, que desembocan brillantemente en la organización constitucional de 1853. También se la suele conocer como defensora de la línea Mayo-Caseros, haciendo alusión a los dos grandes movimientos que esta línea pondera y defiende desde una perspectiva aristocratizante. La segunda, llamada revisionista, que comienza ya antes de la muerte de Rosas y que va cobrando vigor recién promediando el siglo XX. (Hará eclosión con la llegada al poder por el peronismo, y cristalizará en la línea San Martín-Rosas-Perón). Esta corriente insiste en que la historiografía liberal ha falsificado la verdadera historia y presenta a Rosas como un adalid de la causa nacional y popular, destacando la acción contra las potencias colonialistas como antiimperialista, su apego a la tierra y su respeto por las costumbres autóctonas y por las instituciones hispánicas y católicas que han forjado durante el período español a la "nación" argentina. Y finalmente, el materialismo histórico ha aportado una interpretación basada en los intereses de clase que se mueven detrás de las opiniones políticas en pugna, que identifican a Rosas como líder indiscutido de la clase terrateniente porteña, que se opondrá a las ambiciones de las oligarquías del interior, a los "doctores" unitarios, no menos aristocráticos, y a las potencias capitalistas europeas, en lo que constituye su mayor mérito histórico. Cabe destacar las diferencias que presentan internamente estas corrientes, a veces muy dispares, pero en líneas generales este es el debate sobre la cuestión. 4. Las Bases Económicas Del Régimen Rosista El circuito económico: latifundio-saladero-comercio de exportación "¿Quién era Rosas? Un propietario de tierras. ¿Qué acumuló? Tierras. ¿Qué dio a sus sostenedores? Tierras. ¿Qué quitó a confiscó a sus adversarios? Tierras." Con estas frases podemos comenzar con el análisis de la sustentación económica del gobierno de Rosas. Don Juan Manuel, como afirma Paso, está emparentado "con el más aristocrático abolengo español", beneficiario de los repartos de tierras en la conquista y base de la clase de ganaderos latifundistas que ya era fuerte en 1810. Además, habrá que tener en cuenta que le fue siempre fiel a su clase, y esta actitud marca todo su accionar en el campo de la política externa y externa mientras duró su dominio en Buenos Aires. El circuito principal que se desarrolló en Buenos Aires, fomentado por terratenientes y comerciantes nativos e ingleses, fue el que tenía como unidad de producción a la estancia, gran propiedad territorial, en donde se criaba el ganado vacuno. Este circuito se completaba con los saladeros (grandes establecimientos en donde se mataba a las bestias, se extraía el sebo, se salaba y secaba la carne y se preparaban los cueros crudos para la exportación) y finalmente con la conexión de los grandes comerciantes, intermediarios de la demanda inglesa devoradora de materias primas y exportadora de productos manufacturados (principalmente telas). Además, el negocio se completaba con el dominio total de los ingresos de la Aduana de Buenos Aires, que monopolizaba el comercio exterior y cuyos dividendos formaron el grueso de las ganancias de la provincia porteña. De esta manera estaba planteada la situación de los hacendados latifundistas de la campaña bonaerense, que crecieron no sólo en su poder sobre el resto de la población sino también hegemonizando la economía del país, que solo podía conectarse con el exterior por medio de Buenos Aires y dependía de sus decisiones en materia económica. Como afirma Gastiazoro: "El accionar de los terratenientes y comerciantes bonaerenses, asegurándose por la fuerza la exclusividad de su puerto y el manejo de las rentas nacionales, fue modelando todo el desarrollo del país de acuerdo con sus intereses particulares" Entre los nombres más salientes y poderosos de esta clase destacan los Anchorena, los Álzaga, García Zúñiga, Unzué, Martínez de Hoz, Vela, Arana, Díaz Vélez, Rojas Aguirre y Miller como terratenientes, y fuertes comerciantes extranjeros, como Dickson, Grogan y Morgan, Lumb , Growland, Thompson, etc. Durante su acción pública, Rosas dio muestras evidentes de la importancia de las tierras: En 1833, la expedición que dirigió contra los indígenas y que logró conseguir dos mil novecientas leguas cuadradas tenía por finalidad principal la consecución de tierras explotables por los ganaderos que necesitan expandirse y fomentar la base económica de su negocio. En 1836, Rosas dicta una ley que permite vender las tierras hasta entonces arrendadas en enfiteusis, y que ya acaparaban grandes latifundistas. Así, la acumulación de tierras que acentuó la enfiteusis de Rivadavia se vio confirmada con las medidas del Restaurador, que colocó en el mercado vastas extensiones de tierras a precios bajos, fácilmente accesibles a la oligarquía ganadera, contra quien no se podía competir. Y finalmente, como premio por servicios prestados frente a unitarios y otros opositores, Rosas emprendió un sistema de reparto de certificados de tierras por cuestiones militares, vieja costumbre feudal, que ponía de manifiesto el carácter de la tierra como prácticamente único bien económico de categoría. De cualquier manera, no serían los soldados los beneficiarios finales de estas concesiones, debido a la imposibilidad de acercarse a la capital para reclamar los títulos o al propio servicio militar que cumplían. Al final, los certificados terminaban o acumulados o vendidos a bajo precio. John Lynch afirma: "La tierra se convirtió casi en moneda o en fondo de salarios y pensiones" El segundo elemento a tener en cuenta es el saladero. Y bien vale la descripción de Alcides D’Orbigny: "De una cuchillada le abren la piel a todo el largo del vientre, (...) desuellan al animal y, sobre la misma piel, comienzan a carnearlo. Los cuatro cuartos son sacados con una asombrosa destreza y transportados al tinglado, donde son colgados en ganchos destinados a recibirlos. (...) Una vez que todos los animales muertos son así carneados, los peones llevan los cueros al tinglado y sacan la carne de arriba de los cuartos, siempre con la misma destreza, arrojando, a medida que lo hacen, las carnes de un lado sobre los cueros y los huesos del otro (...) Una vez terminada dicha operación, se extienden los cueros en tierra y se los cubre con una gruesa capa de sal (...) se expone diariamente la carne al aire, sobre las cuerdas, hasta que quede seca del todo, lo que la hace menos pesada y fácil de transportar." Podemos observar cuál es el grado de "industrialización" que tenían nuestras pampas en este momento. El predominio aplastante y absoluto de la actividad ganadera frenaría incluso a todas las producciones que pudiesen diversificar en algo el sistema económico: la agricultura era el hombre olvidado de la historia, ya que los labradores debieron sufrir la intromisión omnipotente de los grandes latifundistas. Y el último eslabón, el comercio de exportación, fue favorecido en todo momento por Rosas apoyado por la oligarquía terrateniente, y se mantuvo incluso en grandes picos hasta en 1849, incluso durante los bloqueos. Veremos que las medidas "proteccionistas" de Juan Manuel no contradirían sus estrechas relaciones con el comercio inglés ni sus prerrogativas de gran señor feudal. Finalmente, la política financiera de Rosas tuvo como principal aporte las divisas de la Aduana, pero en esos momentos de bloqueo llegó a recurrir a contribuciones directas a los propietarios (por cierto ínfimas); o simplemente a la emisión desenfrenada de bonos y de papel moneda (lo que provocó una desvalorización del papel y una redistribución de los ingresos desfavorable a los sectores pobres), o al recorte de gastos en materia de educación y obras públicas. La ley de Aduana: más que proteccionismo, "librecambismo mitigado" En 1835, el gobierno provincial de Rosas dicta una ley de Aduana que marcará un cambio en la ultraliberal política comercial exterior de esta región del globo. Esta ley dispondrá de un considerable aumento en los derechos de importación o la prohibición de introducirlos para variados artículos que entraran por el puerto de Buenos Aires: manufacturas de hierro y hojalata, coches y ruedas para los mismos, zapatos, ponchos, ceñidores, fajas, ropas hechas, frazadas, velas, peines, sillas de montar, legumbres, maíz, papas, harina y trigo, azúcar, alcoholes, sidra, cerveza... (los aforos van del 25 al 50%). Evidentemente, estas medidas serían bien recibidas por algunas provincias del interior, que veían languidecer sus incipientes artesanías bajo la arremetida de la producción masiva de ingleses y franceses. José María Rosa interpretaría esto como una prueba más de la voluntad de Rosas de constituir la unidad nacional y de promover a la industria en su conjunto para construir una nación independiente, golpeando al "imperialismo" dominante. Sin embargo, la aplicación de esta ley no tendrá los efectos que algunos imaginaron por las siguientes causas: • Permite a los extranjeros (fundamentalmente ingleses) mantener sus posiciones en el mercado interior y exterior del país, lo que no facilita la independencia. • Mantiene el exclusivismo del puerto y de la Aduana en manos de Buenos Aires, generando un reparto desigual entre las provincias de la Confederación y cerrándole el paso a las provincias litoraleñas. • No aplica ningún plan de fomento industrial interno, manteniendo a las artesanías en un nivel primitivo. • Como ley provincial, también demuestra estrechez de miras cuando impone aforos a la producción de yerba mate de Corrientes. • Su aplicación sería errática, y con el tiempo el mismo gobierno rosista iría mitigando sus estipulaciones, hasta que en 1847 el comercio exterior estaría funcionando casi como en 1835. En definitiva, si bien esta ley pudo haber dado el puntapié inicial a la industrialización, el mantenimiento del aislacionismo provincial, el predominio de los terratenientes y la estrechez localista de sus miras impedirían un verdadero salto cualitativo que pudiera haber creado, en un proceso, una industria nacional fuerte, punto clave para la independencia económica de la nación. Economías regionales Como vimos, la economía bonaerense crece al ritmo de la expansión y explotación de tierras dedicadas a la cría y comercialización del ganado vacuno. Las actividades económicas del Interior, ya sin conexión con el mercado de mulas altoperuano, pasan a estar conectadas con el renacer minero y agrícola chileno, motivado por el descubrimiento de un nuevo yacimiento de plata y por la creciente demanda del mercado surgido en derredor del ciclo californiano. Así crecen producciones ganaderas y agrícolas (alfalfares especialmente) que tienen como destino abastecer al mercado chileno y llegan incluso a despojar a pobladores rurales. Hemos visto que las artesanías del interior solo recibieron un muy leve impulso, con las leyes aduaneras de Rosas, pero siguieron el rumbo que habían comenzado con la apertura comercial con la Europa industrial. La economía retrogradaría desde incipientes industrias domésticas a una producción agrícola y ganadera más primitiva como hinterland chileno. La economía del Litoral crecería en la misma producción que Buenos Aires: la hacienda y el saladero comienzan a producir cuero, sebo y tasajo, que se trasladan, por ejemplo, desde los puertos entrerrianos hasta Montevideo por el río Uruguay (menos controlado por Rosas). Será Entre Ríos el más beneficiado por la falta de control previa a los acuerdos con Inglaterra y Francia, y la vuelta a "tomar las riendas" con el cierre de los ríos por parte del gobierno porteño motivaría la ruptura con el entrerriano Urquiza, que se pronunciaría contra Rosas en 1852. En definitiva, las economías regionales se vinculan con economías limítrofes extranjeras, manteniendo en todo el país el atraso de la producción, basada tan solo en la tierra y el ganado. Las relaciones sociales en la época de Rosas Relaciones feudales de producción y paternalismo En principio, quiero recordar lo que entiendo por relaciones de producción feudales, siguiendo la famosa definición de Maurice Dobb: "...una obligación impuesta al productor por la fuerza, e independientemente de su voluntad, de cumplir ciertas exigencias de un señor, ya cobren estas la forma de servicios a prestar o de obligaciones a pagar en dinero o en especie (...) Esta fuerza coercitiva puede ser el poder militar del superior feudal, la costumbre respaldada en algún tipo de procedimiento jurídico o la fuerza de la ley." De esta manera, el feudalismo es una formación económico-social dominada por el modo de producción feudal, de la misma manera que el esclavismo es una formación dominada por la esclavitud, tal como existió en Grecia y Roma. Entendemos por feudales a aquellas sociedades en las que la clase dominante extrae el plustrabajo de los productores directos mediante una coacción extraeconómica, porque los trabajadores tienen algún grado de control (posesión) de los medios de producción necesarios para su tarea. De esta manera, la explotación se materializa fundamentalmente, en estas sociedades agrarias, en una renta (en especie, trabajo o dinero, según el caso). En estas sociedades, los productores directos tienen, en general, el control sobre sus instrumentos de trabajo, algún derecho práctico sobre el pedazo de tierra que cultiva (como miembro de la aldea, de la antigua comunidad, como pequeño propietario o arrendatario), etc. Y, al mismo tiempo, deben pagar al jefe de estado o al propietario de la tierra un fuerte tributo (que podrá variar entre sacos de grano y trabajos "públicos" obligatorios) reconociéndole el carácter de "propietario eminente" de la tierra. Para introducirnos en el mundo de las relaciones de producción y sociales en nuestras tierras en los tiempos del rosismo, es ilustrativo el relato que presenta Lucio Mansilla, que narra un suceso visto por el señor Mariano Miró. Un día, en la estancia "del Pino", Rosas conversaba con Miró cuando descubrió a un cuatrero, lo capturó, lo estaqueó y lo mandó azotar. En la cena lo invitó a la mesa y le ofreció ser padrino de su primer hijo, y darle unas vacas y unas ovejas y un pequeño lugar en su campo, para que su "nuevo socio" estableciera un rancho. El gaucho asiente y Juan Manuel agrega: "Pero aquí hay que andar derecho, ¿no?". Y Mansilla añade: "Y don Mariano Miró, encontrando aquella escena del terruño propia de los fueros de un señor feudal de horca y cuchillo, muy natural, muy argentina, muy americana, nada vio..." Aquí tenemos un claro ejemplo que nos demuestra que las relaciones entre los propietarios y los productores directos eran de carácter feudal, basadas en la coerción extraeconómica y en el paternalismo como suavizante para mantener al peón sujeto a la estancia. Allí es donde aparece el "populismo" de Rosas, similar al de otros caudillos federales del interior y del litoral: él tuvo que "hacerse gaucho como ellos" para conseguir "una influencia grande sobre esa gente para contenerla o para dirigirla" siempre en interés de los terratenientes latifundistas. Rosas utiliza una identificación cultural entre el peón campesino y el patrón "rural", que comparten ciertas tradiciones, formas de vestirse y de hablar, oponiéndolas a las costumbres y a la cultura del otro sector de la élite: los unitarios, los "doctores" de galera y de ciudad, que siempre habían despreciado al pueblo campesino. El peonaje rural como relación de producción es muy controvertido, debido a su complejidad y contradicciones internas. Ha llegado a ser definido como "esclavitud por deudas de jornaleros rurales", expresando así toda la riqueza conceptual del término "peón". La gran discusión aparece centrada en su caracterización como relación feudal o capitalista. Así que decidimos pesar aquellas características propias de la producción feudal y aquellas propias del régimen burgués. Entre las primeras aparecen: a) la dependencia personal, es decir, la dependencia de un hombre atado a otro por vínculos sociales, afectivos, militares, etc. y b) la sujeción a la tierra, que ata al productor a un lugar, una estancia, una parcela de la que se alimenta, etc. Entre las segundas, sólo descubrimos la existencia de pagos o jornales. Respecto de la dependencia personal y la sujeción a la tierra, las hallamos en forma muy clara: • Aplicación sistemática de penas y torturas (cepo, estaqueamiento, castigos corporales, etc.) a los gauchos que hubiesen cometido "faltas" a juicio del patrón. • Derechos medievales, como el de pernada: "Era la servidumbre, ¡y qué servidumbre! El patrón o sus representantes podían cohabitar con las hijas y hasta con la mujer del desdichado..." • Compulsión legal, teniendo en cuenta que la ley que promulga Oliden, gobernador porteño, en 1815, es confirmada por el gobierno rosista. Esta establecía el control riguroso de la mano de obra rural, exigiendo la "papeleta de conchabo" (o contrato) a todo gaucho. Este sistema preveía penas severas (como el traslado a la frontera a servir en los fortines) a todo aquel que fuera de "la clase de sirviente" y que no estuviera bajo la dependencia "contractual" con ningún estanciero. El capítulo IV del reglamento de Rosas para el gremio de los abastecedores se refiere al peón de la siguiente manera: "el peón vendedor no tendrá derecho a dejar a su patrón sin un justo motivo, del cual entenderá exclusivamente el juez nombrado". De más está decir que los juzgados de paz, creados en 1821 en reemplazo del viejo aparato estatal colonial, eran cómplices o instrumentos de los estancieros. A esta particular relación de peonaje Eduardo Azcuy Ameghino la ha denominado peonaje obligatorio. • Es muy frecuente el endeudamiento, típico en la hacienda latinoamericana, por el cual e peón compra en la pulpería o almacén de la estancia a cuenta, y luego las deudas se van sumando. Así, el patrón tiene un poderoso mecanismo usurario para mantener al peón por la fuerza en su estancia. Es lo que se llama peonaje por deudas. • La presencia psicológica del paternalismo creaba entre el "padre-patrón" y la peonada un vínculo muy fuerte y duradero, que ataba a los dependientes, incluso bajo la relación de padrinazgo, común en la época entre patrones y primogénitos. El vínculo de fidelidad entre señor y vasallo se asienta tanto en la "dominación tradicional" (porque siempre había sido así) como en la "dominación carismática" (por admiración al "caudillo-héroe"). • La inseguridad propia de la frontera y la precariedad de la vida movieron a muchos a subordinarse o "encomendarse" a un vecino poderoso. Como afirma John Lynch: "Por lo tanto, el estanciero era un protector, dueño de suficiente poder como para defender a sus dependientes de las bandas merodeadoras, sargentos reclutadores y hordas rivales. Era también un proveedor, que desarrollaba y defendía los recursos locales, y podía dar empleo, comida y abrigo. De esta manera, el patrón reclutaba una peonada. Y estas alianzas individuales se extendían para formar una pirámide social ya que, a su vez, los patrones se convertían en clientes de hombres más poderosos, hasta que alcanzaba la cumbre del poder, y todos pasaban a ser clientes de un superpatrón, el caudillo." Además, si a esta relación patrón/cliente le sumamos la entrega de tierras por acciones militares, podemos ver claramente conformada una relación muy similar a la "feudo-vasallática" europea medieval. Otra atadura básica es la fuerza de la costumbre, el "derecho consuetudinario", que crea en el peón un sentimiento de arraigo a esa tierra que lo vio nacer y crecer y que le ofrece "todo", ya que el abastecimiento lo consigue dentro de la hacienda que, aunque "abierta" al mercado mundial, está "cerrada" para la peonada. Hay también, en muchos casos, un acceso estable a medios de producción (pequeñas parcelas, algún ganado) y a medios de subsistencia (carne, yerba) dentro de la estancia. Así, puede interpretarse a la jornada del gaucho como una renta en trabajo, que realiza además del trabajo en su pequeña actividad "propia". Todas estas características hacen del pago del jornal o "salario" un dato totalmente subordinado a la coacción extraeconómica: el peón no va a trabajar por el salario, sino que es forzado a trabajar y a mantenerse bajo la égida de un patrón. Frente a esta situación, la influencia de la ley de la oferta y la demanda en la fijación del precio de la fuerza de trabajo es irrisoria, porque si el gaucho no quiere trabajar por un salario bajo, es forzado a hacerlo, haya mucha o poca gente dispuesta a trabajar. Recién los terratenientes podrán transformar al gaucho-peón en asalariado común cuando hubieren podido apropiarse de toda la tierra, someter a los aborígenes y terminar con la frontera que permitía al viejo gauchaje apropiarse de ganado libre o "cimarrón" o cazar por su cuenta. Se observará que detrás del paternalismo no existió ningún sentido "democrático", ya que no hay ningún reparto de tierras entre los peones ni ningún intento de concederles mayores libertades cívicas: el dudoso derecho al voto oral controlado por los patrones es la máxima libertad otorgada. No debemos olvidar que la rebelión campesina e indígena de 1829 fue utilizada por Rosas para acceder al poder, transformarse en heredero político del dorreguismo y luego eliminarla para restaurar la "disciplina del trabajo". También merece un párrafo la esclavitud, que siguió manteniéndose, aunque crecieron en cantidad los esclavos libertos, que permanecían en la mayoría de los casos también sometidos a la dependencia personal con aquellos que habían sido sus amos. Frente a ellos también Rosas desplegará la misma estrategia que con sus peones, al identificarse con sus bailes y sus fiestas, dándole a la ciudad porteña un tinte popular al que no se habrían atrevido los doctores unitarios. La política indígena "La campaña de 1833 constituye el primer eslabón del proceso de exterminio de las comunidades indígenas libres de la llanura, cuya culminación, la llamada "conquista del desierto", no fue más que el mazazo definitivo sobre culturas agotadas y diezmadas después de más de medio siglo de permanentes conflictos armados. Fue una campaña que hizo escuela: ‘A mi juicio, el mejor sistema para concluir con los indios, ya sea extinguiéndolos o arrojándolos al otro lado del Río Negro, es el de la guerra ofensiva que fue seguida por Rosas, que casi concluyó con ellos.’." Este comentario sintetiza la acción de Rosas en la campaña de 1833, que tenía como fin la obtención de tierras para alimentar las necesidades de la oligarquía ganadera. Aun así, autores como José María Rosa reivindican la política de "acuerdos" que realizó el Restaurador, con una gran visión política, entre los indígenas, para garantizar, aunque fuera en forma momentánea, a la "tranquilidad" en las fronteras. En este contexto se explica la oposición entre Rosas y Martín Rodríguez en la anterior campaña de la década del veinte. Mientras que Rodríguez propugnaba la conquista lisa y llana, Rosas alentaba los "tratados" para pacificar la frontera y tal vez poder incorporar a los indígenas como mano de obra en las crecientes estancias de la campaña. Sin embargo, la imposibilidad de la sumisión pronto alentó en Rosas el deseo de una campaña militar, y en 1833 la llevó a cabo. Los objetivos de Don Juan Manuel eran claros: "Pasan de mil los [indios] que han fallecido en sólo el año de 1836, según consta de las partes y hechos públicos, un esfuerzo más y se acabarán de llenar los grandes objetos e inapreciables bienes de esa campaña feliz". Es decir, lo principal era ampliar y "limpiar" su fuente de riqueza, la tierra, de cualquier "intruso", pero a la vez intentar mantener en las tierras todavía no conquistadas una tranquilidad que permita el afianzamiento de la riqueza pecuaria. Lynch aprecia esta situación: "Era imposible expandir las tierras desplazando la frontera y mantenerse en paz con los indios. ¿Cómo se podía ocupar sus territorios y esperar que ellos quedaran satisfechos parlamentando?" La famosa paz entre Rosas y Calfucurá de 1835 fue tensa y muchas veces rota. Incluso en 1836 Rosas cae con sus fuerzas sobre las comunidades ranqueles que no querían "negociar" con el gobernador, a cuyo frente estaba el cacique Yanquetruz. Además, cabe tener en cuenta el rol disociador de Buenos Aires dentro de las comunidades aborígenes y la influencia de las luchas políticas nacionales en la política indígena interna; vemos que en 1835 Rosas apoya la creación de la Confederación de Salineros contra los ranqueles; que logra una alianza con los tehuelches contra los vorogas y araucanos; o que los propios ranqueles atacan las ciudades gobernadas por federales en alianza con los unitarios. En definitiva, el indígena pasaba a ser un engranaje más en las luchas políticas y en las ambiciones económicas, tanto de unitarios como de "federales". Este comportamiento dejaría a las comunidades indígenas en una situación de subordinación, marginación e indefensión cuando fueran "incorporadas" al Estado centralizado en la última parte del siglo XIX. [/QUOTE]
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Guerra desarrollada entre Argentina y el Reino Unido en 1982
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