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<blockquote data-quote="CONDOR COMAHUE" data-source="post: 314818" data-attributes="member: 1764"><p><strong>Las Ideas Políticas De Rosas</strong></p><p>El hombre del orden y el Restaurador de las Leyes.</p><p>"¡Odio eterno a los tumultos! ¡Amor al orden! ¡Obediencia a las autoridades constituidas!"</p><p>Sus últimas palabras en la proclama que hiciera en octubre de 1820 resumen claramente el pensamiento de Don Juan Manuel. Por esto Andrés Carretero lo categorizaría como "el hombre del orden". Había llegado al gobierno de Buenos Aires en 1829 y 1835 como el "defensor del orden", como el "restaurador de las leyes", como el garante de la paz y la tranquilidad que había que imponer fuera como fuere. Tanto si se trataba de una revolución nacional de independencia (como la de 1810) como de un golpe de estado como el de Lavalle en 1828, toda alteración del orden social y económico normal podían afectar la "estabilidad necesaria" para los negocios. En ambos casos, la movilización del campesinado (a través de la leva forzosa, o de la sublevación contra un gobierno como el de los unitarios) podía amenazar las "naturales" jerarquías sobre las que se asentaba la dominación terrateniente en el campo.</p><p>En este aspecto también fue fiel a su clase: había que ordenarlo todo, supervisarlo todo para que los intereses de los estancieros no se vieran perjudicados por la "anarquía", por el desorden. Carretero afirma:</p><p>"Rosas concebía un ordenamiento social dividido por estamentos, con mucho de raíz feudal, donde estaban los muy ricos, los menos ricos y los pobres; los poseedores y los desposeídos; los que mandaban y los que obedecían; los nacidos para progresar y los que estaban destinados a vegetar. No era un orden cerrado o arbitrario, pero sí muy difícil de violar."</p><p>En sus "Instrucciones a los mayordomos de estancia" se puede ver la organización minuciosa de todas las tareas del campo. No se admite allí la improvisación.</p><p>Y es acertado allí Rosa cuando habla de que si Rivadavia es sinónimo de reforma, Rosas es sinónimo de restauración. Restauración de las leyes, restauración y consolidación de las estructuras del viejo orden colonial del cual era heredero. Detrás de la demagógica consigna "dorreguista", que pretendía restaurar el gobierno legítimo de los federales porteños contra la usurpación unitaria, se esconde la gran verdad: para él la revolución de mayo no fue más que un "motín de porteños afrancesados", y extrañaba "aquellos tiempos en los cuales el orden reinaba en las campañas". Él sería el encargado de consolidar aquella tendencia inaugurada por el saavedrismo en 1810: romper los vínculos políticos con las metrópolis coloniales pero mantener intacto el orden socioeconómico feudal preexistente.</p><p>El federalismo y la Constitución</p><p>En 1829, Rosas le escribía a Guido, Díaz Vélez y Braulio Costa para informarles que "el General Rosas es unitario por principio, pero que la experiencia le ha hecho conocer que es imposible adoptar en el día tal sistema porque las provincias lo contradicen, y las masas en general lo detestan, pues al fin sólo es mudar de nombre." Y en 1832, en carta a Quiroga, dice que "siendo federal por íntimo convencimiento, me subordinaría a ser unitario si el voto de los pueblos fuese por la unidad." </p><p>Verdaderamente, los lineamientos teóricos del federalismo o del unitarismo le importaban a Juan Manuel, como afirma Barba, "un bledo". Así, adoptó la denominación federal para imponer, sin la reacción que motivaron los proyectos unitarios en 1819 y 1826, su modelo porteñista. Y además, favoreció el localismo provincialista, dividiéndolo y restándole así la potencialidad de un poder conjunto opositor.</p><p>Es básico distinguir entre localismo y federalismo, ya que mientras que el primero sólo mira por los intereses regionales sin tener en cuenta al conjunto del país, el federalismo propone una inserción igualitaria de cada región en una unidad mayor: la nación.</p><p>"Para mejor mantener su preeminencia, la oligarquía bonaerense estimuló el localismo y separatismo, una pieza de los cuales eran las aduanas interprovinciales. El rosismo tenía así al interior bajo su dependencia, mientras él comerciaba con los ingleses e introducía sus manufacturas."</p><p>Era este el objetivo fundamental de la política rosista: tener la suficiente libertad de acción para manejar el negocio del saladero y la importación y exportación. Y con ese fin se opondría tanto a las potencias extranjeras que intentaron "copar" sus privilegios como a aquellos líderes provinciales que pugnaron por un federalismo más coherente, e incluso a la oposición porteña. De esta manera, "el federalismo fue convertido en un instrumento de preservación de las bases de la dispersión feudal del país, del latifundio y la opresión feudal de las masas."</p><p>Mientras que el federalismo fue un instrumento político adecuado para facilitar la unión nacional, de la mano con el ascenso del capitalismo (por ejemplo, en Estados Unidos), el localismo rosista (que tuvo su equivalente en otros caudillos latinoamericanos) sólo mantuvo la dispersión territorial, de la mano de las relaciones feudales de producción.</p><p>Otro punto que es considerado a veces como punta del pensamiento federal rosista es el Pacto del –Litoral de 1831, también conocido como "Pacto Federal". Como vimos, este pacto se había forjado como una alianza de las provincias del litoral contra la amenaza de la Liga del Interior. En síntesis, consistía en lo siguiente:</p><p>o Ligaba a las provincias firmantes a una alianza ofensivo-defensiva contra cualquier ataque, interno o externo (obviamente se tiene en mente a la Liga Unitaria). </p><p>o Se comprometían a no firmar tratados por separado ni dar asilo a un criminal huido. </p><p>o Los habitantes de las provincias firmantes gozaban de la franqueza y seguridad de entrar y transitar con sus buques y cargas en todos los puertos, ríos y territorios. </p><p>o Cualquier provincia podía entrar en la Liga. </p><p>o Se conformaría una Comisión Representativa compuesta por un diputado por provincia, y cuyas atribuciones serían declarar la guerra y firmar la paz e invitar a las demás provincias a unirse y organizar un Congreso "cuando estén en plena paz y tranquilidad". </p><p>Una vez obtenida la victoria sobre los unitarios, Rosas intenta mantener en statu quo la situación de la Confederación, debido a que la Comisión le representaba una posible merma en su libertad de acción. Es así que tiempo después retiró el diputado bonaerense de dicha Constitución y siguió manejando las relaciones exteriores de la flamante Confederación. A su vez, las otras provincias, una vez derrotada la intentona unitaria, accedieron a adherirse al Pacto, que todavía en la letra ponía preeminencia en la organización de un congreso, y en que las relaciones exteriores sólo serían detentadas por Rosas hasta la sanción definitiva de una constitución. Por supuesto, esta constitución no iba a dictarse nunca mientras durara el gobierno de Rosas.</p><p>En este punto, el gobernador porteño es claro: la Constitución no puede dictarse porque el país aún no está "preparado". Ibarguren afirma:</p><p>"... reunir un Congreso Constituyente significaba crear autoridades superiores a Buenos Aires (...) Manteniendo a los estados sólo en unión de hecho o vinculados por pactos o alianzas, la influencia del gobierno porteño gravitaría siempre sobre ellos en forma decisiva."</p><p>Y Rosas afirma en la famosa "Carta de la Hacienda de Figueroa" de 1834 (tantas veces presentada como fuente teórica del federalismo):</p><p>"Si en la actualidad apenas se encuentran hombres para el gobierno particular de cada provincia, ¿de dónde se sacarán los que hayan de dirigir toda la República? ¿Habremos de entregar la administración general a ignorantes, aspirantes, unitarios y a toda clase de bichos?"</p><p>Su objetivo era claro. Mientras las provincias siguieran siendo "inmaduras" y sin posibilidades de tener "dirigentes aptos", la constitución era imposible, y él y su grupo continuarían manejando las relaciones exteriores, la Aduana y el puerto, el comercio exterior y el poder de discreción en intervenir en cualquier provincia basado en su poder económico hegemónico sobre todo el país. Estas deficiencias en el pacto fueron las que motivaron la oposición de Corrientes, dirigida en ese momento por Pedro Ferré.</p><p>La política del terror</p><p>La imposición del régimen rosista se logra entre los sectores disidentes por medio del terror. Cualquier opositor al régimen pasaba a ser clasificado como "salvaje unitario" y era pasible de las medidas represivas de la "Santa Federación". El aparato represivo consistía en dos instituciones fundamentales (que conformaban una unidad de acción): una era la Sociedad Popular Restauradora, agrupación de casi dos centenares de hacendados, "gente decente", que digitaba y decidía acerca de las víctimas y de los castigos o torturas; y la otra era la Mazorca, brazo ejecutor de los hacendados, constituido más bien por matones de las clases más humildes (gauchos, etc.) relacionados con sus patrones por el vínculo feudal del peonaje. De esta manera, las decisiones eran de la Sociedad, y los asesinatos, de la Mazorca.</p><p>En general, el terror se utilizó contra aquel sector "ilustrado" de las clases dominantes, que se conocía como el de los "doctores", intelectuales urbanos de levita. Y en muchos casos, la política de intimidación o asesinato de opositores contó con la simpatía de los sectores humildes, ya que se destinaba contra un sector culturalmente muy alejado de su forma de vivir, de actuar y de pensar. Este hecho fue el utilizado por el rosismo para crear una identificación entre hacendados-"gauchos" federales y las masas rurales, en contra de los unitarios. Con el tiempo, serían calificados de unitarios todos aquellos que expresaran la crítica hacia el gobernador, incluso aquellos que se autodefinían como federales. Se nota también, como forma de imponer la "divisa federal", el uso obligatorio de la divisa punzó o roja y la fobia oficial hacia todo lo que tuviera color celeste. (También a través de la sensación visual el rosismo intentó disciplinar a terratenientes y peones "federales".)</p><p>¿Es, como afirma Vivian Trías, una dictadura de las masas a través del caudillo, o es una política de represión sistemática contra la mayoría del pueblo?</p><p>Cabe destacar que hubo en la práctica sólo dos momentos en los cuales la clase de los terratenientes porteños se "distancia" del gobernador: la crisis que finaliza con la "revolución de los restauradores", en donde Encarnación se queja del poco compromiso de la "gente decente" y alaba a la peonada; y en la resistencia a los bloqueos internacionales, ya que afectaban los negocios de muchos importadores y exportadores. Pero durante toda su gobernación, los terratenientes "federales" se mantuvieron leales y demostrando que el gobierno rosista servía a su causa. </p><p>Además, no debemos olvidar otros "detalles":</p><p>"Un detalle esmeradamente olvidado por la historia es que la dictadura de Rosas fue todavía menos cortés con los gauchos que con los unitarios. (...) En la página más dramática de Far away and long ago cuenta Hudson cómo ni los ruegos de la madre ni la intervención fervorosa de sus patrones pudieron salvar a un chico de catorce años de la leva ordenada por Rosas. Otro día, un payador (...) inicia su balada con una alusión al año cuarenta, cuando es interrumpido por un gaucho –al que se le suman los demás- que le prohíbe la evocación de aquel año que fue como una plaga para los gauchos bonaerenses."</p><p>También cabe mencionar, como un atenuante de la utilización del terror, tal como opina Juan Pablo Oliver, que las justas pretensiones de las provincias y los ideales de los opositores demócratas se mezclaron con las ambiciones de las potencias extranjeras, fundamentalmente de Francia, que estuvo detrás de más de una sublevación y que intentó transformar la resistencia y la caída de Rosas en una palanca para fortalecer su dominación en estas zonas de América del Sur. Es por eso que el terror se multiplicó en la época de las grandes confabulaciones de 1839. Aun así, el problema es que el terror no representó más que a las aspiraciones de una exigua minoría oligárquica, que no retrocedió en sus conexiones con las potencias extranjeras, de las que eran intermediarios comerciales o socios accionistas, y a las que permitieron penetrar profundamente en el mercado argentino (aun habiéndolas resistido en su intento de agresión militar).</p><p>6. Las Intervenciones Extranjeras</p><p>El conflicto con Francia</p><p>Observando las relaciones íntimas entre el comercio extranjero (fundamentalmente inglés, en menor medida francés) con el gobierno de los hacendados bonaerenses, puede parecer paradójico que durante el período tratado se hayan enzarzado tanto Inglaterra como Francia en luchas contra la "Confederación".</p><p>José María Rosa interpreta estos conflictos como una agresión imperialista de las potencias europeas, motivada por el carácter nacional del gobierno rosista, que había dictado la Ley de Aduanas para beneficio de la industria nacional y que no permitía a los capitalistas franceses e ingleses un libre accionar en todo el Plata. No le falta razón en parte, pero su interpretación no deja de ser simplista y unilateral, porque sólo ve algunos aspectos, y descuida las relaciones íntimas entre el rosismo y muchos comerciantes ingleses, por ejemplo.</p><p>Si bien la etapa del imperialismo moderno comienza recién en el último cuarto del siglo diecinueve, con una masiva exportación de capitales y la conquista del mundo por las grandes potencias, la política de Inglaterra y Francia en la década de 1840 no dejaba de ser colonialista e imperialista en un sentido más general, y no era desinteresada ya que su objetivo era conseguir mercados y fuentes de materias primas que fuesen útiles a sus economías capitalistas en ascenso. La competencia entre ambas será muy importante en la política del Plata.</p><p>En realidad, el comercio rioplatense estaba dividido entre la influencia inglesa (muy fuerte en Buenos Aires) y la francesa (creciente en especial en Montevideo). Alfredo de Brossard es claro:</p><p>"Así, mientras nosotros enviamos al Plata nuestros productos de lujo, nuestras telas de Lyon, nuestras joyas, nuestros relojes, nuestros artículos de París y mercadería sobrante, como los vinos de Burdeos y otros, productos todos extraños a la industria y producción inglesa, Inglaterra por su parte exporta productos manufacturados de buena clase, cuchillos, tejidos de Manchester y Birmingham y carbón." </p><p>Finalmente Francia se decide a acometer para conseguir desplazar a Inglaterra en el dominio comercial del Plata. Así, Leblanc, quien ordena el bloqueo de Buenos Aires y todo el litoral, dice:</p><p>"Es probable que con los aliados que los agentes franceses se han procurado y los recursos puestos a su disposición, triunfaremos sobre Rosas; pero sería más seguro, más digno de la Francia, enviar fuerzas de tierra que, unidas a las de don Frutos [Rivera] y de Lavalle concluirían pronto con el monstruo y establecerían de una manera permanente en el Río de la Plata la influencia de la Francia..."</p><p>Era imprescindible desplazar a Rosas y al comercio inglés del Plata para ocupar su lugar. Y esta declaración del francés pone claramente de manifiesto el error de los unitarios de Montevideo y de Lavalle, que para derrocar al gobernador porteño buscaron un apoyo exterior tan peligroso como el que tenía Rosas. Hubiese sido cambiar a los ingleses por los franceses.</p><p>Y el conflicto se desata por una cuestión nimia: el pedido de liberación del detenido francés Hipólito Bacle. El gobierno francés pide una equiparación con la situación de los ingleses, que habían firmado en la época de Rivadavia un tratado de comercio y navegación que otorgaba a la rubia Albión el trato de nación más favorecida. La negativa de Rosas tuvo como contrarrespuesta el bloqueo del puerto de Buenos Aires por la escuadra francesa. Bloqueo que se mantendría desde 1838 hasta 1840, o que motivó una preocupante disminución de las rentas aduaneras. La carestía movió a Rosas a decretar cesantías de empleados, rebajas de sueldos, reducción del presupuesto universitario, etc.</p><p>Y también rechazó al enviado santafesino Domingo Cullen, quien buscó la paz con los franceses en negociaciones con potencias extranjeras, ya que entendía que el conflicto con los franceses era meramente local con Buenos Aires, y que la resistencia de Rosas afectaba al Litoral.</p><p>Mientras tanto, la intervención francesa movió a los unitarios de la Banda Oriental y a las fuerzas del interior comandadas por Lavalle a buscar la alianza con los franceses. Pero todas las expectativas de la expedición de Lavalle finalizaron cuando, en 1840, a los franceses los complican otros problemas en la pugna en la zona del Cercano Oriente y deciden hacer la paz con Rosas. El gobierno francés envía al barón de Mackau a negociar. El tratado estipuló que el gobierno bonaerense reconocía y sometía a arbitraje los reclamos que habían desencadenado la guerra, que Francia levantaba el bloqueo, que se proyectaría un nuevo tratado entre Argentina y Francia y que se otorgaría a los súbditos franceses la cláusula de nación favorecida. La altiva Francia debía reconocer que estaba negociando en pie de igualdad con un país supuestamente débil y el prestigio de Rosas trepó hasta las alturas. Solucionado el conflicto externo, Rosas tendría tiempo de ocuparse de la disidencia del interior.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="CONDOR COMAHUE, post: 314818, member: 1764"] [B]Las Ideas Políticas De Rosas[/B] El hombre del orden y el Restaurador de las Leyes. "¡Odio eterno a los tumultos! ¡Amor al orden! ¡Obediencia a las autoridades constituidas!" Sus últimas palabras en la proclama que hiciera en octubre de 1820 resumen claramente el pensamiento de Don Juan Manuel. Por esto Andrés Carretero lo categorizaría como "el hombre del orden". Había llegado al gobierno de Buenos Aires en 1829 y 1835 como el "defensor del orden", como el "restaurador de las leyes", como el garante de la paz y la tranquilidad que había que imponer fuera como fuere. Tanto si se trataba de una revolución nacional de independencia (como la de 1810) como de un golpe de estado como el de Lavalle en 1828, toda alteración del orden social y económico normal podían afectar la "estabilidad necesaria" para los negocios. En ambos casos, la movilización del campesinado (a través de la leva forzosa, o de la sublevación contra un gobierno como el de los unitarios) podía amenazar las "naturales" jerarquías sobre las que se asentaba la dominación terrateniente en el campo. En este aspecto también fue fiel a su clase: había que ordenarlo todo, supervisarlo todo para que los intereses de los estancieros no se vieran perjudicados por la "anarquía", por el desorden. Carretero afirma: "Rosas concebía un ordenamiento social dividido por estamentos, con mucho de raíz feudal, donde estaban los muy ricos, los menos ricos y los pobres; los poseedores y los desposeídos; los que mandaban y los que obedecían; los nacidos para progresar y los que estaban destinados a vegetar. No era un orden cerrado o arbitrario, pero sí muy difícil de violar." En sus "Instrucciones a los mayordomos de estancia" se puede ver la organización minuciosa de todas las tareas del campo. No se admite allí la improvisación. Y es acertado allí Rosa cuando habla de que si Rivadavia es sinónimo de reforma, Rosas es sinónimo de restauración. Restauración de las leyes, restauración y consolidación de las estructuras del viejo orden colonial del cual era heredero. Detrás de la demagógica consigna "dorreguista", que pretendía restaurar el gobierno legítimo de los federales porteños contra la usurpación unitaria, se esconde la gran verdad: para él la revolución de mayo no fue más que un "motín de porteños afrancesados", y extrañaba "aquellos tiempos en los cuales el orden reinaba en las campañas". Él sería el encargado de consolidar aquella tendencia inaugurada por el saavedrismo en 1810: romper los vínculos políticos con las metrópolis coloniales pero mantener intacto el orden socioeconómico feudal preexistente. El federalismo y la Constitución En 1829, Rosas le escribía a Guido, Díaz Vélez y Braulio Costa para informarles que "el General Rosas es unitario por principio, pero que la experiencia le ha hecho conocer que es imposible adoptar en el día tal sistema porque las provincias lo contradicen, y las masas en general lo detestan, pues al fin sólo es mudar de nombre." Y en 1832, en carta a Quiroga, dice que "siendo federal por íntimo convencimiento, me subordinaría a ser unitario si el voto de los pueblos fuese por la unidad." Verdaderamente, los lineamientos teóricos del federalismo o del unitarismo le importaban a Juan Manuel, como afirma Barba, "un bledo". Así, adoptó la denominación federal para imponer, sin la reacción que motivaron los proyectos unitarios en 1819 y 1826, su modelo porteñista. Y además, favoreció el localismo provincialista, dividiéndolo y restándole así la potencialidad de un poder conjunto opositor. Es básico distinguir entre localismo y federalismo, ya que mientras que el primero sólo mira por los intereses regionales sin tener en cuenta al conjunto del país, el federalismo propone una inserción igualitaria de cada región en una unidad mayor: la nación. "Para mejor mantener su preeminencia, la oligarquía bonaerense estimuló el localismo y separatismo, una pieza de los cuales eran las aduanas interprovinciales. El rosismo tenía así al interior bajo su dependencia, mientras él comerciaba con los ingleses e introducía sus manufacturas." Era este el objetivo fundamental de la política rosista: tener la suficiente libertad de acción para manejar el negocio del saladero y la importación y exportación. Y con ese fin se opondría tanto a las potencias extranjeras que intentaron "copar" sus privilegios como a aquellos líderes provinciales que pugnaron por un federalismo más coherente, e incluso a la oposición porteña. De esta manera, "el federalismo fue convertido en un instrumento de preservación de las bases de la dispersión feudal del país, del latifundio y la opresión feudal de las masas." Mientras que el federalismo fue un instrumento político adecuado para facilitar la unión nacional, de la mano con el ascenso del capitalismo (por ejemplo, en Estados Unidos), el localismo rosista (que tuvo su equivalente en otros caudillos latinoamericanos) sólo mantuvo la dispersión territorial, de la mano de las relaciones feudales de producción. Otro punto que es considerado a veces como punta del pensamiento federal rosista es el Pacto del –Litoral de 1831, también conocido como "Pacto Federal". Como vimos, este pacto se había forjado como una alianza de las provincias del litoral contra la amenaza de la Liga del Interior. En síntesis, consistía en lo siguiente: o Ligaba a las provincias firmantes a una alianza ofensivo-defensiva contra cualquier ataque, interno o externo (obviamente se tiene en mente a la Liga Unitaria). o Se comprometían a no firmar tratados por separado ni dar asilo a un criminal huido. o Los habitantes de las provincias firmantes gozaban de la franqueza y seguridad de entrar y transitar con sus buques y cargas en todos los puertos, ríos y territorios. o Cualquier provincia podía entrar en la Liga. o Se conformaría una Comisión Representativa compuesta por un diputado por provincia, y cuyas atribuciones serían declarar la guerra y firmar la paz e invitar a las demás provincias a unirse y organizar un Congreso "cuando estén en plena paz y tranquilidad". Una vez obtenida la victoria sobre los unitarios, Rosas intenta mantener en statu quo la situación de la Confederación, debido a que la Comisión le representaba una posible merma en su libertad de acción. Es así que tiempo después retiró el diputado bonaerense de dicha Constitución y siguió manejando las relaciones exteriores de la flamante Confederación. A su vez, las otras provincias, una vez derrotada la intentona unitaria, accedieron a adherirse al Pacto, que todavía en la letra ponía preeminencia en la organización de un congreso, y en que las relaciones exteriores sólo serían detentadas por Rosas hasta la sanción definitiva de una constitución. Por supuesto, esta constitución no iba a dictarse nunca mientras durara el gobierno de Rosas. En este punto, el gobernador porteño es claro: la Constitución no puede dictarse porque el país aún no está "preparado". Ibarguren afirma: "... reunir un Congreso Constituyente significaba crear autoridades superiores a Buenos Aires (...) Manteniendo a los estados sólo en unión de hecho o vinculados por pactos o alianzas, la influencia del gobierno porteño gravitaría siempre sobre ellos en forma decisiva." Y Rosas afirma en la famosa "Carta de la Hacienda de Figueroa" de 1834 (tantas veces presentada como fuente teórica del federalismo): "Si en la actualidad apenas se encuentran hombres para el gobierno particular de cada provincia, ¿de dónde se sacarán los que hayan de dirigir toda la República? ¿Habremos de entregar la administración general a ignorantes, aspirantes, unitarios y a toda clase de bichos?" Su objetivo era claro. Mientras las provincias siguieran siendo "inmaduras" y sin posibilidades de tener "dirigentes aptos", la constitución era imposible, y él y su grupo continuarían manejando las relaciones exteriores, la Aduana y el puerto, el comercio exterior y el poder de discreción en intervenir en cualquier provincia basado en su poder económico hegemónico sobre todo el país. Estas deficiencias en el pacto fueron las que motivaron la oposición de Corrientes, dirigida en ese momento por Pedro Ferré. La política del terror La imposición del régimen rosista se logra entre los sectores disidentes por medio del terror. Cualquier opositor al régimen pasaba a ser clasificado como "salvaje unitario" y era pasible de las medidas represivas de la "Santa Federación". El aparato represivo consistía en dos instituciones fundamentales (que conformaban una unidad de acción): una era la Sociedad Popular Restauradora, agrupación de casi dos centenares de hacendados, "gente decente", que digitaba y decidía acerca de las víctimas y de los castigos o torturas; y la otra era la Mazorca, brazo ejecutor de los hacendados, constituido más bien por matones de las clases más humildes (gauchos, etc.) relacionados con sus patrones por el vínculo feudal del peonaje. De esta manera, las decisiones eran de la Sociedad, y los asesinatos, de la Mazorca. En general, el terror se utilizó contra aquel sector "ilustrado" de las clases dominantes, que se conocía como el de los "doctores", intelectuales urbanos de levita. Y en muchos casos, la política de intimidación o asesinato de opositores contó con la simpatía de los sectores humildes, ya que se destinaba contra un sector culturalmente muy alejado de su forma de vivir, de actuar y de pensar. Este hecho fue el utilizado por el rosismo para crear una identificación entre hacendados-"gauchos" federales y las masas rurales, en contra de los unitarios. Con el tiempo, serían calificados de unitarios todos aquellos que expresaran la crítica hacia el gobernador, incluso aquellos que se autodefinían como federales. Se nota también, como forma de imponer la "divisa federal", el uso obligatorio de la divisa punzó o roja y la fobia oficial hacia todo lo que tuviera color celeste. (También a través de la sensación visual el rosismo intentó disciplinar a terratenientes y peones "federales".) ¿Es, como afirma Vivian Trías, una dictadura de las masas a través del caudillo, o es una política de represión sistemática contra la mayoría del pueblo? Cabe destacar que hubo en la práctica sólo dos momentos en los cuales la clase de los terratenientes porteños se "distancia" del gobernador: la crisis que finaliza con la "revolución de los restauradores", en donde Encarnación se queja del poco compromiso de la "gente decente" y alaba a la peonada; y en la resistencia a los bloqueos internacionales, ya que afectaban los negocios de muchos importadores y exportadores. Pero durante toda su gobernación, los terratenientes "federales" se mantuvieron leales y demostrando que el gobierno rosista servía a su causa. Además, no debemos olvidar otros "detalles": "Un detalle esmeradamente olvidado por la historia es que la dictadura de Rosas fue todavía menos cortés con los gauchos que con los unitarios. (...) En la página más dramática de Far away and long ago cuenta Hudson cómo ni los ruegos de la madre ni la intervención fervorosa de sus patrones pudieron salvar a un chico de catorce años de la leva ordenada por Rosas. Otro día, un payador (...) inicia su balada con una alusión al año cuarenta, cuando es interrumpido por un gaucho –al que se le suman los demás- que le prohíbe la evocación de aquel año que fue como una plaga para los gauchos bonaerenses." También cabe mencionar, como un atenuante de la utilización del terror, tal como opina Juan Pablo Oliver, que las justas pretensiones de las provincias y los ideales de los opositores demócratas se mezclaron con las ambiciones de las potencias extranjeras, fundamentalmente de Francia, que estuvo detrás de más de una sublevación y que intentó transformar la resistencia y la caída de Rosas en una palanca para fortalecer su dominación en estas zonas de América del Sur. Es por eso que el terror se multiplicó en la época de las grandes confabulaciones de 1839. Aun así, el problema es que el terror no representó más que a las aspiraciones de una exigua minoría oligárquica, que no retrocedió en sus conexiones con las potencias extranjeras, de las que eran intermediarios comerciales o socios accionistas, y a las que permitieron penetrar profundamente en el mercado argentino (aun habiéndolas resistido en su intento de agresión militar). 6. Las Intervenciones Extranjeras El conflicto con Francia Observando las relaciones íntimas entre el comercio extranjero (fundamentalmente inglés, en menor medida francés) con el gobierno de los hacendados bonaerenses, puede parecer paradójico que durante el período tratado se hayan enzarzado tanto Inglaterra como Francia en luchas contra la "Confederación". José María Rosa interpreta estos conflictos como una agresión imperialista de las potencias europeas, motivada por el carácter nacional del gobierno rosista, que había dictado la Ley de Aduanas para beneficio de la industria nacional y que no permitía a los capitalistas franceses e ingleses un libre accionar en todo el Plata. No le falta razón en parte, pero su interpretación no deja de ser simplista y unilateral, porque sólo ve algunos aspectos, y descuida las relaciones íntimas entre el rosismo y muchos comerciantes ingleses, por ejemplo. Si bien la etapa del imperialismo moderno comienza recién en el último cuarto del siglo diecinueve, con una masiva exportación de capitales y la conquista del mundo por las grandes potencias, la política de Inglaterra y Francia en la década de 1840 no dejaba de ser colonialista e imperialista en un sentido más general, y no era desinteresada ya que su objetivo era conseguir mercados y fuentes de materias primas que fuesen útiles a sus economías capitalistas en ascenso. La competencia entre ambas será muy importante en la política del Plata. En realidad, el comercio rioplatense estaba dividido entre la influencia inglesa (muy fuerte en Buenos Aires) y la francesa (creciente en especial en Montevideo). Alfredo de Brossard es claro: "Así, mientras nosotros enviamos al Plata nuestros productos de lujo, nuestras telas de Lyon, nuestras joyas, nuestros relojes, nuestros artículos de París y mercadería sobrante, como los vinos de Burdeos y otros, productos todos extraños a la industria y producción inglesa, Inglaterra por su parte exporta productos manufacturados de buena clase, cuchillos, tejidos de Manchester y Birmingham y carbón." Finalmente Francia se decide a acometer para conseguir desplazar a Inglaterra en el dominio comercial del Plata. Así, Leblanc, quien ordena el bloqueo de Buenos Aires y todo el litoral, dice: "Es probable que con los aliados que los agentes franceses se han procurado y los recursos puestos a su disposición, triunfaremos sobre Rosas; pero sería más seguro, más digno de la Francia, enviar fuerzas de tierra que, unidas a las de don Frutos [Rivera] y de Lavalle concluirían pronto con el monstruo y establecerían de una manera permanente en el Río de la Plata la influencia de la Francia..." Era imprescindible desplazar a Rosas y al comercio inglés del Plata para ocupar su lugar. Y esta declaración del francés pone claramente de manifiesto el error de los unitarios de Montevideo y de Lavalle, que para derrocar al gobernador porteño buscaron un apoyo exterior tan peligroso como el que tenía Rosas. Hubiese sido cambiar a los ingleses por los franceses. Y el conflicto se desata por una cuestión nimia: el pedido de liberación del detenido francés Hipólito Bacle. El gobierno francés pide una equiparación con la situación de los ingleses, que habían firmado en la época de Rivadavia un tratado de comercio y navegación que otorgaba a la rubia Albión el trato de nación más favorecida. La negativa de Rosas tuvo como contrarrespuesta el bloqueo del puerto de Buenos Aires por la escuadra francesa. Bloqueo que se mantendría desde 1838 hasta 1840, o que motivó una preocupante disminución de las rentas aduaneras. La carestía movió a Rosas a decretar cesantías de empleados, rebajas de sueldos, reducción del presupuesto universitario, etc. Y también rechazó al enviado santafesino Domingo Cullen, quien buscó la paz con los franceses en negociaciones con potencias extranjeras, ya que entendía que el conflicto con los franceses era meramente local con Buenos Aires, y que la resistencia de Rosas afectaba al Litoral. Mientras tanto, la intervención francesa movió a los unitarios de la Banda Oriental y a las fuerzas del interior comandadas por Lavalle a buscar la alianza con los franceses. Pero todas las expectativas de la expedición de Lavalle finalizaron cuando, en 1840, a los franceses los complican otros problemas en la pugna en la zona del Cercano Oriente y deciden hacer la paz con Rosas. El gobierno francés envía al barón de Mackau a negociar. El tratado estipuló que el gobierno bonaerense reconocía y sometía a arbitraje los reclamos que habían desencadenado la guerra, que Francia levantaba el bloqueo, que se proyectaría un nuevo tratado entre Argentina y Francia y que se otorgaría a los súbditos franceses la cláusula de nación favorecida. La altiva Francia debía reconocer que estaba negociando en pie de igualdad con un país supuestamente débil y el prestigio de Rosas trepó hasta las alturas. Solucionado el conflicto externo, Rosas tendría tiempo de ocuparse de la disidencia del interior. [/QUOTE]
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