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<blockquote data-quote="CONDOR COMAHUE" data-source="post: 314819" data-attributes="member: 1764"><p>La intervención anglo-francesa</p><p>Sometida ya la Liga del Norte y la oposición litoral en Arroyo Grande, Oribe, siguiendo órdenes de Rosas, inicia las acciones contra Montevideo, que tenía coligados a unitarios, riveristas y franceses. El 22 de enero de 1841, además, Rosas va a dictar un decreto declarando cerrados los ríos Uruguay y Paraná a la navegación de todo buque que no sea patentado por el gobierno de la Confederación Argentina bajo pabellón nacional. Montevideo quedaba aislado del Litoral. La actitud de Rosas y la nueva política de apertura fluvial que propugnaba Paraguay desde la muerte de Gaspar Francia en 1840, además de la creciente influencia que había alcanzado la comunidad británica en Montevideo en los últimos años, hicieron que Inglaterra se colocara momentáneamente del lado de los montevideanos, reclamando junto con Francia en una misión conjunta la necesidad de "arreglar el asunto" y solucionar el conflicto de la navegación de los ríos.</p><p>Pero sin embargo Rosas desoye a la embajada y el 16 de febrero de 1843 Oribe pone sitio a Montevideo. Este sitio se prolongaría hasta la claudicación de Oribe frente a la acción de Urquiza en 1851.</p><p>Entretanto, Montevideo decidió designar cónsul en Londres al general O’Brien, que comenzó a hacer en Inglaterra una campaña de adhesiones en repudio de la política de Rosas, incitando incluso a sectores religiosos por la intolerancia del gobierno de Buenos Aires. Estaban ya jugadas las cartas para que Inglaterra se decidiera a imponer por la fuerza la apertura de los ríos. Y finalmente se le uniría Francia, a quien también perjudicaba el sitio, aunque hubo un fuerte debate interno en el gobierno galo. No debemos dejar de lado la rivalidad vigente entre las dos grandes potencias, que sólo se unieron en pos de un objetivo puntual: liberar los ríos e intentar doblegar a Rosas y a sus restricciones comerciales. Incluso Brasil, decidido a incrementar su influencia en el Plata, vio con simpatías la intervención anglo-francesa y Paraguay, que también estaba interesado por la apertura fluvial, se sumó a la lista. Entonces, el cuadro de situación es un rompecabezas en el cual cada país buscaba asegurar su predominio sobre la cuenca del Plata: Inglaterra y Francia, efímeramente unidas, tenían cada una sus propios objetivos. Informa Cady: "Inglaterra preferiría llegar a un arreglo directo con el gobierno de Buenos Aires y estaba lista a oponerse tanto a los planes de Francia como de Brasil." </p><p>En 1845 el gobierno inglés y el francés enviaron una nueva misión (Ouseley-Deffaudis) que exigió el levantamiento del sitio, pero fue desoída por Rosas. Inmediatamente, las potencias europeas, interviniendo prepotentemente en conflictos internos de naciones soberanas, declararon el contrabloqueo a Buenos Aires. Cady nos cuenta:</p><p>"Los representantes europeos recurrieron por último con gran desgano a la medida extrema de bloquear Buenos Aires. Los numerosos súbditos británicos y franceses que vivían en la capital argentina se oponían a ello en forma unánime."</p><p>Frente a la agresión extranjera, Rosas defendió la soberanía argentina con uñas y dientes. Y el repudio contra la intervención europea aglutinó al pueblo argentino. Así, es necesario destacar la actitud de Rosas:</p><p>"Fue indudablemente una actitud de defensa de la soberanía nacional que concitó el apoyo popular, aunque estuviera mediatizada por la condición de clase de Rosas y la estrechez provincial de sus miras. Por ejemplo, por su defensa del cierre a la navegación de los ríos y el puerto único, no podía lograr la adhesión de las provincias del Litoral, lo que explica, no justifica, la intención de los gobiernos de estas de lograr un acuerdo por separado con las potencias agresoras."</p><p>El episodio más heroico de la defensa contra la intervención fue el combate de la Vuelta de Obligado, que finalizó en derrota y permitió a la escuadra conjunta comerciar con el Paraguay. Sin embargo, la feroz resistencia de los patriotas le hizo muy difícil el viaje, y disminuyó la fuerza y la confianza de las potencias invasoras. Finalmente, luego de cinco años, las presiones de las casas de comercio inglesas y francesas, más la intransigencia de Rosas, llevaron a las potencias a negociar. En 1849 la situación se normalizó con Inglaterra (tratado Arana-Southern) y algo más tarde, en 1850, con Francia (tratado Arana-Leprèdour). Afirma Paso:</p><p>"Las convenciones (...) muestran que nada de fondo se modificó en las relaciones entre la oligarquía latifundista y sus socios ingleses y franceses."</p><p>Esto no puede menoscabar el valor de la resistencia y el éxito final en evitar la imposición extranjera por la fuerza. La defensa de la soberanía debió haberse colocado por encima de las disputas internas para evitar que las potencias agresoras usaran esas contradicciones para avanzar. Por lo tanto, no se puede justificar la alianza de los propios argentinos con ingleses y franceses. San Martín escribía en 1839:</p><p>"Pero lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española. Una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer."</p><p>En reconocimiento por la defensa contra la agresión extranjera, San Martín legaría a Rosas su sable con el que había luchado, años antes, en la guerra de la independencia.</p><p>7. La Oposición</p><p>Unitarios y federales; rosistas y doctrinarios</p><p>Las fuerzas políticas existentes en la época en la que Rosas llega al poder son, básicamente, dos: la de los unitarios y la de los federales. Gastiazoro nos informa de sus características generales:</p><p>"El primero [los unitarios] (...) expresaba fundamentalmente a los grandes comerciantes porteños y a sus socios del interior. Sostenía al librecambio y mantenía la política del puerto único, debido a que la fuente principal de sus ingresos como clase estaba en la intermediación de importaciones y exportaciones.</p><p>Por su parte, el partido federal presentaba una extraordinaria heterogeneidad de ideas, llegando a predominar en él las tendencias a la disgregación provincial (...) en función de los enfrentamientos entre caudillos locales (...). Si bien muchos de sus líderes pugnaban por formar una confederación, al estilo de (...) Norteamérica, siendo el caso más notorio el de Artigas (y con mayores limitaciones Manuel Dorrego y Pedro Ferré), esta idea siempre chocó con la oposición de la mayoría de los terratenientes bonaerenses, cuyo ‘federalismo’ se caracterizaba por tratar de mantener para sí la exclusividad del puerto y la aduana."</p><p>En definitiva, ambos partidos diferían en la forma, no en el contenido. Lucharían por imponer su método particular para conseguir la inserción de la Argentina en el comercio mundial. Afirma Floria:</p><p>"El federalismo porteño (...) coincidiría con el unitarismo en imponer la hegemonía porteña a las demás provincias. La diferencia consistió básicamente en el medio elegido para lograr ese resultado. Para los unitarios (...) era una estructura legal, una constitución. Para los federales era una cuestión de política práctica, un asunto de alianzas que se ejecutaría según las necesidades concretas del momento."</p><p>Además de las diferencias políticas, cabe anotar las profundas diferencias culturales existentes entre ambos bandos. El sector unitario estaba mayoritariamente compuesto por los llamados "doctores", un sector de la oligarquía que se identificaba mucho más con la ciudad, con los modales cuidados de las "tertulias" y reuniones privadas. Un sector que estaba en contacto con las últimas ideas europeas y admiraba a su intelectualidad. Muchos intelectuales de las ciudades adscribieron al unitarismo. Su cultura aristocrática y urbana se reflejó en un profundo desprecio por las clases populares y el campo. Según las propias confesiones de algunos de sus representantes, como el José María Paz, el conjunto del pueblo no estaba junto a ellos. Si bien algunos sectores pudieron expresar corrientes más democráticas y progresistas, nunca compartieron las pautas culturales de gauchos y campesinos. Su proyecto de unificar al país sin respetar las autonomías provinciales y su marcado espíritu antipopular los condenaron al fracaso, y volcaron al conjunto de las masas populares al bando federalista. Sus intentos de dotar al país de una legalidad constitucional terminarían en rotundas derrotas, porque nunca tuvieron en cuenta la opinión de los pueblos.</p><p>Sin embargo, sus inmediatos rivales, del lado "federal", no serían tampoco la gran solución para los pobres del campo y la ciudad. Entre sus filas contaron auténticos federalistas, como Artigas, hasta acérrimos localistas, como Rosas. Bajo su ropaje rojo y populista existieron varias líneas políticas:</p><p>• aquellos que verdaderamente pretendían una unificación nacional que tuviera como premisa el respeto por las autonomías de las provincias (incluso con posiciones proteccionistas de las industrias locales como la del correntino Ferré); </p><p>• aquellos que sólo querían defender el aislamiento de sus provincias, confundiendo el federalismo (que implica una unión nacional) con el localismo, que solo piensa en la estrechez de su provincia; </p><p>• aquellos que, gobernando en la provincia de Buenos Aires, tan solo pretendían mantener su predominio económico y dieron la espalda al país interior. En esta última categoría encontramos a la política de Rosas.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="CONDOR COMAHUE, post: 314819, member: 1764"] La intervención anglo-francesa Sometida ya la Liga del Norte y la oposición litoral en Arroyo Grande, Oribe, siguiendo órdenes de Rosas, inicia las acciones contra Montevideo, que tenía coligados a unitarios, riveristas y franceses. El 22 de enero de 1841, además, Rosas va a dictar un decreto declarando cerrados los ríos Uruguay y Paraná a la navegación de todo buque que no sea patentado por el gobierno de la Confederación Argentina bajo pabellón nacional. Montevideo quedaba aislado del Litoral. La actitud de Rosas y la nueva política de apertura fluvial que propugnaba Paraguay desde la muerte de Gaspar Francia en 1840, además de la creciente influencia que había alcanzado la comunidad británica en Montevideo en los últimos años, hicieron que Inglaterra se colocara momentáneamente del lado de los montevideanos, reclamando junto con Francia en una misión conjunta la necesidad de "arreglar el asunto" y solucionar el conflicto de la navegación de los ríos. Pero sin embargo Rosas desoye a la embajada y el 16 de febrero de 1843 Oribe pone sitio a Montevideo. Este sitio se prolongaría hasta la claudicación de Oribe frente a la acción de Urquiza en 1851. Entretanto, Montevideo decidió designar cónsul en Londres al general O’Brien, que comenzó a hacer en Inglaterra una campaña de adhesiones en repudio de la política de Rosas, incitando incluso a sectores religiosos por la intolerancia del gobierno de Buenos Aires. Estaban ya jugadas las cartas para que Inglaterra se decidiera a imponer por la fuerza la apertura de los ríos. Y finalmente se le uniría Francia, a quien también perjudicaba el sitio, aunque hubo un fuerte debate interno en el gobierno galo. No debemos dejar de lado la rivalidad vigente entre las dos grandes potencias, que sólo se unieron en pos de un objetivo puntual: liberar los ríos e intentar doblegar a Rosas y a sus restricciones comerciales. Incluso Brasil, decidido a incrementar su influencia en el Plata, vio con simpatías la intervención anglo-francesa y Paraguay, que también estaba interesado por la apertura fluvial, se sumó a la lista. Entonces, el cuadro de situación es un rompecabezas en el cual cada país buscaba asegurar su predominio sobre la cuenca del Plata: Inglaterra y Francia, efímeramente unidas, tenían cada una sus propios objetivos. Informa Cady: "Inglaterra preferiría llegar a un arreglo directo con el gobierno de Buenos Aires y estaba lista a oponerse tanto a los planes de Francia como de Brasil." En 1845 el gobierno inglés y el francés enviaron una nueva misión (Ouseley-Deffaudis) que exigió el levantamiento del sitio, pero fue desoída por Rosas. Inmediatamente, las potencias europeas, interviniendo prepotentemente en conflictos internos de naciones soberanas, declararon el contrabloqueo a Buenos Aires. Cady nos cuenta: "Los representantes europeos recurrieron por último con gran desgano a la medida extrema de bloquear Buenos Aires. Los numerosos súbditos británicos y franceses que vivían en la capital argentina se oponían a ello en forma unánime." Frente a la agresión extranjera, Rosas defendió la soberanía argentina con uñas y dientes. Y el repudio contra la intervención europea aglutinó al pueblo argentino. Así, es necesario destacar la actitud de Rosas: "Fue indudablemente una actitud de defensa de la soberanía nacional que concitó el apoyo popular, aunque estuviera mediatizada por la condición de clase de Rosas y la estrechez provincial de sus miras. Por ejemplo, por su defensa del cierre a la navegación de los ríos y el puerto único, no podía lograr la adhesión de las provincias del Litoral, lo que explica, no justifica, la intención de los gobiernos de estas de lograr un acuerdo por separado con las potencias agresoras." El episodio más heroico de la defensa contra la intervención fue el combate de la Vuelta de Obligado, que finalizó en derrota y permitió a la escuadra conjunta comerciar con el Paraguay. Sin embargo, la feroz resistencia de los patriotas le hizo muy difícil el viaje, y disminuyó la fuerza y la confianza de las potencias invasoras. Finalmente, luego de cinco años, las presiones de las casas de comercio inglesas y francesas, más la intransigencia de Rosas, llevaron a las potencias a negociar. En 1849 la situación se normalizó con Inglaterra (tratado Arana-Southern) y algo más tarde, en 1850, con Francia (tratado Arana-Leprèdour). Afirma Paso: "Las convenciones (...) muestran que nada de fondo se modificó en las relaciones entre la oligarquía latifundista y sus socios ingleses y franceses." Esto no puede menoscabar el valor de la resistencia y el éxito final en evitar la imposición extranjera por la fuerza. La defensa de la soberanía debió haberse colocado por encima de las disputas internas para evitar que las potencias agresoras usaran esas contradicciones para avanzar. Por lo tanto, no se puede justificar la alianza de los propios argentinos con ingleses y franceses. San Martín escribía en 1839: "Pero lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española. Una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer." En reconocimiento por la defensa contra la agresión extranjera, San Martín legaría a Rosas su sable con el que había luchado, años antes, en la guerra de la independencia. 7. La Oposición Unitarios y federales; rosistas y doctrinarios Las fuerzas políticas existentes en la época en la que Rosas llega al poder son, básicamente, dos: la de los unitarios y la de los federales. Gastiazoro nos informa de sus características generales: "El primero [los unitarios] (...) expresaba fundamentalmente a los grandes comerciantes porteños y a sus socios del interior. Sostenía al librecambio y mantenía la política del puerto único, debido a que la fuente principal de sus ingresos como clase estaba en la intermediación de importaciones y exportaciones. Por su parte, el partido federal presentaba una extraordinaria heterogeneidad de ideas, llegando a predominar en él las tendencias a la disgregación provincial (...) en función de los enfrentamientos entre caudillos locales (...). Si bien muchos de sus líderes pugnaban por formar una confederación, al estilo de (...) Norteamérica, siendo el caso más notorio el de Artigas (y con mayores limitaciones Manuel Dorrego y Pedro Ferré), esta idea siempre chocó con la oposición de la mayoría de los terratenientes bonaerenses, cuyo ‘federalismo’ se caracterizaba por tratar de mantener para sí la exclusividad del puerto y la aduana." En definitiva, ambos partidos diferían en la forma, no en el contenido. Lucharían por imponer su método particular para conseguir la inserción de la Argentina en el comercio mundial. Afirma Floria: "El federalismo porteño (...) coincidiría con el unitarismo en imponer la hegemonía porteña a las demás provincias. La diferencia consistió básicamente en el medio elegido para lograr ese resultado. Para los unitarios (...) era una estructura legal, una constitución. Para los federales era una cuestión de política práctica, un asunto de alianzas que se ejecutaría según las necesidades concretas del momento." Además de las diferencias políticas, cabe anotar las profundas diferencias culturales existentes entre ambos bandos. El sector unitario estaba mayoritariamente compuesto por los llamados "doctores", un sector de la oligarquía que se identificaba mucho más con la ciudad, con los modales cuidados de las "tertulias" y reuniones privadas. Un sector que estaba en contacto con las últimas ideas europeas y admiraba a su intelectualidad. Muchos intelectuales de las ciudades adscribieron al unitarismo. Su cultura aristocrática y urbana se reflejó en un profundo desprecio por las clases populares y el campo. Según las propias confesiones de algunos de sus representantes, como el José María Paz, el conjunto del pueblo no estaba junto a ellos. Si bien algunos sectores pudieron expresar corrientes más democráticas y progresistas, nunca compartieron las pautas culturales de gauchos y campesinos. Su proyecto de unificar al país sin respetar las autonomías provinciales y su marcado espíritu antipopular los condenaron al fracaso, y volcaron al conjunto de las masas populares al bando federalista. Sus intentos de dotar al país de una legalidad constitucional terminarían en rotundas derrotas, porque nunca tuvieron en cuenta la opinión de los pueblos. Sin embargo, sus inmediatos rivales, del lado "federal", no serían tampoco la gran solución para los pobres del campo y la ciudad. Entre sus filas contaron auténticos federalistas, como Artigas, hasta acérrimos localistas, como Rosas. Bajo su ropaje rojo y populista existieron varias líneas políticas: • aquellos que verdaderamente pretendían una unificación nacional que tuviera como premisa el respeto por las autonomías de las provincias (incluso con posiciones proteccionistas de las industrias locales como la del correntino Ferré); • aquellos que sólo querían defender el aislamiento de sus provincias, confundiendo el federalismo (que implica una unión nacional) con el localismo, que solo piensa en la estrechez de su provincia; • aquellos que, gobernando en la provincia de Buenos Aires, tan solo pretendían mantener su predominio económico y dieron la espalda al país interior. En esta última categoría encontramos a la política de Rosas. [/QUOTE]
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