La presentación en la Feria de Maldita guerra, el libro del académico brasileño Francisco Doratioto, no cometió infracción alguna. Exquisitamente editado por Emecé, el libro exhibe una meticulosa documentación, abundantes fuentes y notas bibliográficas fruto de cinco años de investigación y aporta una nueva hipótesis: la no intervención de Inglaterra. Con mirada equidistante, describe con minuciosidad cada batalla con los criptomartirios de ambos bandos. Sus infracciones son más invisibles y políticas, infracciones al orden de la perspectiva de la industria criolla, de los ideales federales, de las culpas bíblicas. Inmune a la burocracia de la discordia, el acto se desarrolló con una gracia y erudición en la que parecía latir algún secreto: ¿es que los historiadores revisionistas, serial killers camuflados en una convención unitaria, estaban disfrazados de gentiles académicos?
El brillante historiador Tulio Halperín Donghi, comenzó con finísimo humor británico: "El revisionismo es impermeable a estos aportes. Si el autor hubiera intentado escribirlo aquí, este libro lo hubiera llevado a la locura". La sala Victoria Ocampo sonrió. "En Brasil este libro lleva la sexta edición: acá no se va a leer. Porque es serio". Más sonrisas.
Pero los serial killers debían estar bajo los influjos de algún sedante neuropático. La delegación de la Asociación de Residentes Paraguayos arribó tarde. El joven Alvaro Fontana, su presidente, llegó solo, con una pila de fotocopias ilegibles y un celular sin crédito. La sala estaba desierta. Un error de montaje, una economía sin capital y sin recursos, un banquete de pobres.
Las fotocopias denunciaban que el libro disculpa la matanza de los niños-soldados, que minimiza los primeros trenes, telégrafos y fundiciones de hierro de la región, la inexistencia de deuda externa.
Otra génesis de resistencia operó en la Feria el viernes, cuando los arpistas de Los luceros del Paraguay, varios bailarines folclóricos y dos miembros de la Mutual Femenina, envueltos en banderas, denunciaron a las mujeres violadas de Angostura —que el libro también documenta. Antes de juntar sus fotocopias —las mismas del día anterior— Ramona González citó a Sarmiento: "El conflicto terminó porque hemos muerto a todos los paraguayos de 10 años arriba".