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Area Militar General
Malvinas 1982
Historias francesas de la gesta de Malvinas
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<blockquote data-quote="HernanF" data-source="post: 1358949" data-attributes="member: 7964"><p><strong><em>Capítulo IV</em></strong></p><p></p><p>El 28 de febrero de 1767 zarpamos de Montevideo con las dos fragatas españolas y una tartana que transportaba animales. Convinimos Don Ruis y yo que en el estuario el tomaría la delantera pero que una vez en mar abierto yo conduciría la marcha. No obstante, para evitar una separación, le di a cada una de las fragatas un piloto de las Malvinas. Luego del mediodía, intentando levar anclas, la bruma no permitía ver ni la tierra firme ni la isla de Flores. El viento sopló de forma contraria el día anterior; yo contaba que zarparíamos de todos modos, las corrientes son fuertes en el estuario, principalmente en las orillas, pero viendo que el día se iba y que el comandante español no daba ninguna señal, envié un oficial para decirle que volvía de reconocer la isla de Flores durante un claro, yo me encontraba fondeado muy cerca del banco de arena de los Ingleses y que mi orden era zarpar al día siguiente, con viento en contra o no. Don Ruis me responde que el dejaba la decisión en manos de su piloto, un práctico de la ribera, que no quería levar anclas hasta que hubiera viento favorable.</p><p>El oficial le previno de mi parte que yo soltaría amarras en el momento del día más conveniente y que los esperaríamos bordeando las costas para zarpar desde más al norte, a menos que las mareas o la fuerza del viento me separasen de ellos a pesar mío.</p><p>La tartana no había podido zarpar la víspera y la perdimos de vista a la tarde y no la vimos nunca más. Ella retornó a Montevideo tres semanas después, sin haber podido completar la misión.</p><p>La noche fue tempestuosa, el pampero soplaba con furia y nos zarandeaba, una segunda ancla que soltamos pudimos clavar en el fondo. El nuevo día nos muestra a los buques españoles con las velas plegadas en los mástiles, haciendo frente a la tempestad como nosotros. El viento era aún en contra y violento, el mar estaba picado, fue recién a las nueve que pudimos zarpar con las cuatro velas mayores, a mediodía ya habíamos perdido de vista a los españoles, aún anclados y el 3 de marzo a la tarde, ya estábamos fuera del estuario.</p><p>Tuvimos durante toda la travesía a las Malvinas vientos variables del noroeste y del sudoeste, casi siempre con mal tiempo y mar violento; estuvimos tentados de desviarnos entre el 15 y el 16 luego de soportar varias averías. Por otra parte, nuestro casco exigía un buen manejo, la deriva de la fragata no era lineal, su marcha no era igual en cada una de sus bordas, y el mal tiempo no nos permitía intentar realizar algunos cambios para corregir esas diferencias y hacerla más estable. En general, los buques finos y largos son verdaderamente caprichosos, su marcha está sometida a un gran número de causas que son imperceptibles, que son difíciles de sobrellevar y que sólo dependen de ella. Sólo los avezados y los más hábiles pueden tomarle la mano.</p><p>Desde el 17 después del mediodía comenzamos a encontrar el lecho, el tiempo continuaba con una bruma espesa. El 19, sin ver la tierra, salvo el horizonte que empezó a clarear, y, según mis estimaciones, estábamos al este de las islas Sebaldes, creyendo que me había pasado de las islas Malvinas, decidí virar hacia el oeste; el viento, que es fuerte en estos parajes, favoreció esta decisión.</p><p>Yo hice un ida y vuelta en esta ruta durante veinticuatro horas, y mientras corroboraba las cartas de las costas patagónicas, aseguré mi posición y retomé con confianza la ruta hacia el este. En efecto, el 21, cuatro horas después del mediodía, estábamos en presencia de las islas Sebaldes que nos dejaban al nordeste, a ocho o diez leguas de distancia, y pronto pudimos ver la tierra de las Malvinas.</p><p>El 25 a la tarde nos adentramos y fondeamos en la gran bahía, donde fondearon también el 24 las dos fragatas españolas. Ellas habían padecido fuertemente la travesía, los vientos del 16 las obligaron a llegar bien atrás, recibiendo su capitán un zarandeo que le destrozó las botellas, le arruino las ventanas de su gran camarote y perdió toda el agua de abordo. Casi todos los animales embarcados en Montevideo, para la colonia, habían muerto por el mal tiempo. El 25, los tres buques entran en el puerto y amarran.</p><p>El 1 de abril, yo entrego nuestro establecimiento a los españoles que toman posesión y enarbolan el pabellón de España, mientras en tierra y desde los buques saludan con veintiún cañonazos al alba y a la caída del sol.</p><p>Yo le leí a los franceses habitantes de esta colonia naciente una carta del rey, por la cual su Majestad les permitía permanecer bajo el dominio del rey católico. Algunas familias se beneficiaron de este permiso, el resto, junto con el estado mayor, fue embarcado en las fragatas españolas, las cuales zarparon para Montevideo el 27 a la mañana.</p><p>En mi caso, me vi forzado a quedarme en las Malvinas a la espera de la Etoile, sin la cual no podía continuar mi viaje.</p><p></p><p><img src="http://i.imgur.com/g2579Z9.jpg?1" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p><strong>Voyage autour du monde par la frégate du roi La Boudeuse et la flûte L'Étoile, en 1766, 1767, 1768 & 1769</strong></p><p><em><strong>Louis-Antoine de Bougainville</strong></em></p><p>[Traducción propia]</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="HernanF, post: 1358949, member: 7964"] [B][I]Capítulo IV[/I][/B] El 28 de febrero de 1767 zarpamos de Montevideo con las dos fragatas españolas y una tartana que transportaba animales. Convinimos Don Ruis y yo que en el estuario el tomaría la delantera pero que una vez en mar abierto yo conduciría la marcha. No obstante, para evitar una separación, le di a cada una de las fragatas un piloto de las Malvinas. Luego del mediodía, intentando levar anclas, la bruma no permitía ver ni la tierra firme ni la isla de Flores. El viento sopló de forma contraria el día anterior; yo contaba que zarparíamos de todos modos, las corrientes son fuertes en el estuario, principalmente en las orillas, pero viendo que el día se iba y que el comandante español no daba ninguna señal, envié un oficial para decirle que volvía de reconocer la isla de Flores durante un claro, yo me encontraba fondeado muy cerca del banco de arena de los Ingleses y que mi orden era zarpar al día siguiente, con viento en contra o no. Don Ruis me responde que el dejaba la decisión en manos de su piloto, un práctico de la ribera, que no quería levar anclas hasta que hubiera viento favorable. El oficial le previno de mi parte que yo soltaría amarras en el momento del día más conveniente y que los esperaríamos bordeando las costas para zarpar desde más al norte, a menos que las mareas o la fuerza del viento me separasen de ellos a pesar mío. La tartana no había podido zarpar la víspera y la perdimos de vista a la tarde y no la vimos nunca más. Ella retornó a Montevideo tres semanas después, sin haber podido completar la misión. La noche fue tempestuosa, el pampero soplaba con furia y nos zarandeaba, una segunda ancla que soltamos pudimos clavar en el fondo. El nuevo día nos muestra a los buques españoles con las velas plegadas en los mástiles, haciendo frente a la tempestad como nosotros. El viento era aún en contra y violento, el mar estaba picado, fue recién a las nueve que pudimos zarpar con las cuatro velas mayores, a mediodía ya habíamos perdido de vista a los españoles, aún anclados y el 3 de marzo a la tarde, ya estábamos fuera del estuario. Tuvimos durante toda la travesía a las Malvinas vientos variables del noroeste y del sudoeste, casi siempre con mal tiempo y mar violento; estuvimos tentados de desviarnos entre el 15 y el 16 luego de soportar varias averías. Por otra parte, nuestro casco exigía un buen manejo, la deriva de la fragata no era lineal, su marcha no era igual en cada una de sus bordas, y el mal tiempo no nos permitía intentar realizar algunos cambios para corregir esas diferencias y hacerla más estable. En general, los buques finos y largos son verdaderamente caprichosos, su marcha está sometida a un gran número de causas que son imperceptibles, que son difíciles de sobrellevar y que sólo dependen de ella. Sólo los avezados y los más hábiles pueden tomarle la mano. Desde el 17 después del mediodía comenzamos a encontrar el lecho, el tiempo continuaba con una bruma espesa. El 19, sin ver la tierra, salvo el horizonte que empezó a clarear, y, según mis estimaciones, estábamos al este de las islas Sebaldes, creyendo que me había pasado de las islas Malvinas, decidí virar hacia el oeste; el viento, que es fuerte en estos parajes, favoreció esta decisión. Yo hice un ida y vuelta en esta ruta durante veinticuatro horas, y mientras corroboraba las cartas de las costas patagónicas, aseguré mi posición y retomé con confianza la ruta hacia el este. En efecto, el 21, cuatro horas después del mediodía, estábamos en presencia de las islas Sebaldes que nos dejaban al nordeste, a ocho o diez leguas de distancia, y pronto pudimos ver la tierra de las Malvinas. El 25 a la tarde nos adentramos y fondeamos en la gran bahía, donde fondearon también el 24 las dos fragatas españolas. Ellas habían padecido fuertemente la travesía, los vientos del 16 las obligaron a llegar bien atrás, recibiendo su capitán un zarandeo que le destrozó las botellas, le arruino las ventanas de su gran camarote y perdió toda el agua de abordo. Casi todos los animales embarcados en Montevideo, para la colonia, habían muerto por el mal tiempo. El 25, los tres buques entran en el puerto y amarran. El 1 de abril, yo entrego nuestro establecimiento a los españoles que toman posesión y enarbolan el pabellón de España, mientras en tierra y desde los buques saludan con veintiún cañonazos al alba y a la caída del sol. Yo le leí a los franceses habitantes de esta colonia naciente una carta del rey, por la cual su Majestad les permitía permanecer bajo el dominio del rey católico. Algunas familias se beneficiaron de este permiso, el resto, junto con el estado mayor, fue embarcado en las fragatas españolas, las cuales zarparon para Montevideo el 27 a la mañana. En mi caso, me vi forzado a quedarme en las Malvinas a la espera de la Etoile, sin la cual no podía continuar mi viaje. [img]http://i.imgur.com/g2579Z9.jpg?1[/img] [B]Voyage autour du monde par la frégate du roi La Boudeuse et la flûte L'Étoile, en 1766, 1767, 1768 & 1769[/B] [I][B]Louis-Antoine de Bougainville[/B][/I] [Traducción propia] [/QUOTE]
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