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<blockquote data-quote="grestucc" data-source="post: 1662060" data-attributes="member: 12218"><p>Entre tanta gilada que se escribe, sigamos aportanto material de calidad:</p><p>-----------------------------------------------------------------------------</p><p></p><p><strong><span style="font-size: 26px"><span style="color: #b30000">LOS TORNILLOS ALEMANES, EL ARSAT Y LA TECNOLOGÍA NACIONAL</span></span></strong></p><p><span style="color: #0000ff"></span></p><p><span style="color: #0000ff"><a href="http://argentinaenelespacio.blogspot.com.ar/">http://argentinaenelespacio.blogspot.com.ar/</a></span></p><p><em></em></p><p><em>Sigue a continuación una interesante nota de opinión publicada el día de hoy en el portal Propuestas Viables. La nota, autoría de Enrique Mario Martinez, analiza el logro del ARSAT-1 en el contexto y la coyuntura de la estructura económica y productiva de la Argentina.</em></p><p></p><p style="text-align: center"><strong><span style="color: #ff8000">LOS TORNILLOS ALEMANES, EL ARSAT Y LA TECNOLOGÍA NACIONAL</span></strong></p><p><em></em></p><p><em>Por Enrique Mario Martinez</em></p><p></p><p>Bienvenida la posibilidad de evaluar nuestras perspectivas tecnológicas a raíz del lanzamiento de un satélite de comunicaciones nacional.</p><p>El proyecto que hoy es INVAP, sociedad de estado propiedad 50% del Estado nacional y 50% de la provincia de Río Negro, nació hace más de 30 años. Fue producto de la visión de un pequeño grupo de investigadores de la Comisión Nacional de Energía Atómica, que a su vez tiene su origen en decisiones del gobierno peronista de hace más de 60 años. Ese grupo, liderado por Conrado Varotto, entendió algo muy simple de expresar: la formación de tantos científicos de primer nivel en ciencias duras, como física, metalurgia, matemáticas o química, en que la Argentina se había embarcado por décadas, no podía ser que terminara en una corriente de emigración sistemática, porque ni el sector público ni el privado demandaran sus saberes.</p><p></p><p>En la década del ´80, en consecuencia, comenzó una búsqueda que incluyó los usos de la energía nuclear en medicina o los reactores nucleares experimentales, pero no solo eso. El grupo diseñó y luego fue archivando por falta de eco de la sociedad en su conjunto, cosas tan diversas como un programador automático para lavarropas; equipos de conservación con frío para frutas y hortalizas de alto valor; hasta un tren mono riel elevado, como el que años más tarde se construyera en varios lugares del mundo. La condición que se auto impusieron fue que todo debía ser innovador por encima del nivel tecnológico medio nacional, de manera de construir equipos y diseminar luego los conocimientos en la estructura productiva, formando proveedores, técnicos de mantenimiento y todo el resto de complejas cadenas de valor. El proyecto era fascinante por donde se lo mirara.</p><p></p><p>El neoliberalismo primero y la constante inestabilidad macroeconómica después, pusieron en jaque el proyecto de modo permanente. Su mentor original, tenaz en su mirada, se apartó algo de INVAP y consiguió que se creara la CONAE ( Comisión Nacional de Actividades Espaciales) que después de una lucha sorda con la burocracia consiguió hacer depender de Cancillería, con la media razón que se necesita un fluido contacto con el mundo central para esas tareas.</p><p></p><p>En todos esos años, INVAP estuvo al borde la extinción, porque el vínculo con un sistema productivo hegemonizado por multinacionales no fue lo esperado y se dependía todo el tiempo de la ayuda estatal y de licitaciones en el exterior de muy larga gestión, peleando además contra empresas acostumbradas a que sus propios estados las representaran. La primera señal fuerte y diferente en toda su existencia fue la decisión de contratarles la fabricación de radares para control aéreo, a pesar de la presión de empresas extranjeras aún al interior de los organismos nacionales que debían tomar las decisiones. La siguiente fue la creación de ArSat, con la posterior decisión de diseñar, construir y poner en órbita varios satélites de comunicaciones, con el trabajo de INVAP.</p><p></p><p>El resultado, después de 30 años, aún no está logrado. El grupo aquel se expandió notablemente, concretó resultados tecnológicos similares a los que imaginaron sus creadores, pero en la estructura productiva argentina todavía son una mosca blanca y dependen de las decisiones gubernamentales, que por suerte se han dado en los últimos años.</p><p></p><p>La principal diferencia entre aquella idea fundante y la realidad presente parece ser que se han bajado las expectativas de difundir rápidamente los conocimientos en la estructura productiva argentina. Es que se necesitan más actores, que no aparecen. Un país que diseña un satélite como el ArSat I tiene capacidad de diseñar sus computadoras, sus televisores o sus aire acondicionados, con toda seguridad. Luego, sin embargo, debe diseñar sistemas de producción masivos, en los que entran saberes adicionales a los requeridos para hacer reactores nucleares o satélites, que se producen por unidad. Allí se requiere un planeamiento que integre a otras áreas de investigación del Estado y a centenares de actores privados. Falta. Se puede. Hay que plantearlo, analizarlo, mejor cuanto antes, sobre las mieles del éxito del satélite.</p><p></p><p>Debe quedar claro a todo argentino de buena fe que en este mundo global quien tiene el diseño de un producto complejo tiene la llave de toda la cadena de valor. INVAP y ArSat han conseguido eso. Ese diseño puede generar mayor o menor riqueza en el conjunto de la comunidad, dependiendo de cuantos actores periféricos puedan acompañar las etapas de implementación de un proyecto. Las multinacionales se han encargado de evitar la existencia de esas redes durante casi medio siglo en la Argentina. Ninguna de ellas tiene oficinas de investigación y desarrollo en el país. Ninguna de ellas desarrolla proveedores nacionales transfiriéndoles tecnología de base, sino que se limita a aceptar ofertas y controlar la calidad de lo que se ofrece, lo cual es enteramente insuficiente. Han hecho retroceder la integración de la industria automotriz a niveles lamentables. Tienen un enclave electrónico en Tierra del Fuego sin ninguna mirada integradora a futuro. No es de extrañar en ese marco que cuando se busca un tornillo de extraordinaria precisión para armar un satélite haya que importarlo, porque nadie antes generó la demanda ni se preocupó por organizar la oferta.</p><p></p><p>Esa estela de fuego, humo y potencia que llevó el satélite al infinito visual es una señal para todos, si es que no caemos en las discusiones perversas e ignorantes, que ya han aparecido, pero pueden ser sepultadas por los miles de buena voluntad que siguen el tema en el país.</p><p>Vamos, vamos por la verdadera y central soberanía: la tecnológica en la producción de bienes y servicios útiles a cada ciudadano.</p><p></p><p>Fuente: Propuestas Viables</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="grestucc, post: 1662060, member: 12218"] Entre tanta gilada que se escribe, sigamos aportanto material de calidad: ----------------------------------------------------------------------------- [B][SIZE=7][COLOR=#b30000]LOS TORNILLOS ALEMANES, EL ARSAT Y LA TECNOLOGÍA NACIONAL[/COLOR][/SIZE][/B] [COLOR=#0000ff] [url]http://argentinaenelespacio.blogspot.com.ar/[/url][/COLOR] [I] Sigue a continuación una interesante nota de opinión publicada el día de hoy en el portal Propuestas Viables. La nota, autoría de Enrique Mario Martinez, analiza el logro del ARSAT-1 en el contexto y la coyuntura de la estructura económica y productiva de la Argentina.[/I] [B][/B] [CENTER][B][COLOR=#ff8000]LOS TORNILLOS ALEMANES, EL ARSAT Y LA TECNOLOGÍA NACIONAL[/COLOR][/B][/CENTER] [I] Por Enrique Mario Martinez[/I] Bienvenida la posibilidad de evaluar nuestras perspectivas tecnológicas a raíz del lanzamiento de un satélite de comunicaciones nacional. El proyecto que hoy es INVAP, sociedad de estado propiedad 50% del Estado nacional y 50% de la provincia de Río Negro, nació hace más de 30 años. Fue producto de la visión de un pequeño grupo de investigadores de la Comisión Nacional de Energía Atómica, que a su vez tiene su origen en decisiones del gobierno peronista de hace más de 60 años. Ese grupo, liderado por Conrado Varotto, entendió algo muy simple de expresar: la formación de tantos científicos de primer nivel en ciencias duras, como física, metalurgia, matemáticas o química, en que la Argentina se había embarcado por décadas, no podía ser que terminara en una corriente de emigración sistemática, porque ni el sector público ni el privado demandaran sus saberes. En la década del ´80, en consecuencia, comenzó una búsqueda que incluyó los usos de la energía nuclear en medicina o los reactores nucleares experimentales, pero no solo eso. El grupo diseñó y luego fue archivando por falta de eco de la sociedad en su conjunto, cosas tan diversas como un programador automático para lavarropas; equipos de conservación con frío para frutas y hortalizas de alto valor; hasta un tren mono riel elevado, como el que años más tarde se construyera en varios lugares del mundo. La condición que se auto impusieron fue que todo debía ser innovador por encima del nivel tecnológico medio nacional, de manera de construir equipos y diseminar luego los conocimientos en la estructura productiva, formando proveedores, técnicos de mantenimiento y todo el resto de complejas cadenas de valor. El proyecto era fascinante por donde se lo mirara. El neoliberalismo primero y la constante inestabilidad macroeconómica después, pusieron en jaque el proyecto de modo permanente. Su mentor original, tenaz en su mirada, se apartó algo de INVAP y consiguió que se creara la CONAE ( Comisión Nacional de Actividades Espaciales) que después de una lucha sorda con la burocracia consiguió hacer depender de Cancillería, con la media razón que se necesita un fluido contacto con el mundo central para esas tareas. En todos esos años, INVAP estuvo al borde la extinción, porque el vínculo con un sistema productivo hegemonizado por multinacionales no fue lo esperado y se dependía todo el tiempo de la ayuda estatal y de licitaciones en el exterior de muy larga gestión, peleando además contra empresas acostumbradas a que sus propios estados las representaran. La primera señal fuerte y diferente en toda su existencia fue la decisión de contratarles la fabricación de radares para control aéreo, a pesar de la presión de empresas extranjeras aún al interior de los organismos nacionales que debían tomar las decisiones. La siguiente fue la creación de ArSat, con la posterior decisión de diseñar, construir y poner en órbita varios satélites de comunicaciones, con el trabajo de INVAP. El resultado, después de 30 años, aún no está logrado. El grupo aquel se expandió notablemente, concretó resultados tecnológicos similares a los que imaginaron sus creadores, pero en la estructura productiva argentina todavía son una mosca blanca y dependen de las decisiones gubernamentales, que por suerte se han dado en los últimos años. La principal diferencia entre aquella idea fundante y la realidad presente parece ser que se han bajado las expectativas de difundir rápidamente los conocimientos en la estructura productiva argentina. Es que se necesitan más actores, que no aparecen. Un país que diseña un satélite como el ArSat I tiene capacidad de diseñar sus computadoras, sus televisores o sus aire acondicionados, con toda seguridad. Luego, sin embargo, debe diseñar sistemas de producción masivos, en los que entran saberes adicionales a los requeridos para hacer reactores nucleares o satélites, que se producen por unidad. Allí se requiere un planeamiento que integre a otras áreas de investigación del Estado y a centenares de actores privados. Falta. Se puede. Hay que plantearlo, analizarlo, mejor cuanto antes, sobre las mieles del éxito del satélite. Debe quedar claro a todo argentino de buena fe que en este mundo global quien tiene el diseño de un producto complejo tiene la llave de toda la cadena de valor. INVAP y ArSat han conseguido eso. Ese diseño puede generar mayor o menor riqueza en el conjunto de la comunidad, dependiendo de cuantos actores periféricos puedan acompañar las etapas de implementación de un proyecto. Las multinacionales se han encargado de evitar la existencia de esas redes durante casi medio siglo en la Argentina. Ninguna de ellas tiene oficinas de investigación y desarrollo en el país. Ninguna de ellas desarrolla proveedores nacionales transfiriéndoles tecnología de base, sino que se limita a aceptar ofertas y controlar la calidad de lo que se ofrece, lo cual es enteramente insuficiente. Han hecho retroceder la integración de la industria automotriz a niveles lamentables. Tienen un enclave electrónico en Tierra del Fuego sin ninguna mirada integradora a futuro. No es de extrañar en ese marco que cuando se busca un tornillo de extraordinaria precisión para armar un satélite haya que importarlo, porque nadie antes generó la demanda ni se preocupó por organizar la oferta. Esa estela de fuego, humo y potencia que llevó el satélite al infinito visual es una señal para todos, si es que no caemos en las discusiones perversas e ignorantes, que ya han aparecido, pero pueden ser sepultadas por los miles de buena voluntad que siguen el tema en el país. Vamos, vamos por la verdadera y central soberanía: la tecnológica en la producción de bienes y servicios útiles a cada ciudadano. Fuente: Propuestas Viables [/QUOTE]
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