Derruido
Colaborador
por Alfonso Figueroa
La Suerte: el factor elusivo.
La suerte. Dice un antiguo refrán aeronáutico que en un combate aire-aire más vale ser afortunado que hábil , y lo cierto es que este chascarrillo ha demostrado su validez a lo largo de todos los conflictos en los que el poder aéreo ha tenido un papel mínimamente relevante. Existen infinidad de ejemplos que ilustran la importancia de la "suerte" en un combate aéreo, y de como ésta puede minimizar la diferencias tecnológicas entre aparatos. Para ser breve, simplemente se relatará uno de los episodios menos conocidos, pero más significativos, que ilustran la relevancia del elusivo factor fortuna
Durante el primer día de la ofensiva aérea aliada en la "Guerra del Golfo" de 1991, la US Navy lanzó una serie de Alpha Strikes (incursiones masivas) desde sus portaaviones Kennedy, Theodore Roosvelt, America y Saratoga, compuestos principalmente por aviones de ataque A-6 Intruder, A-7 Corsair y F/A-18 Hornet escoltados por interceptadores F-14 Tomcat. Formando parte de estas incursiones se encontraba un vuelo de F/A-18 en misión SEAD (Supresión de Defensas enemigas mediante misiles anti-radiación AGM-88 HARM) del escuadrón VFA-81 Sunliners del Saratoga, liderados por el comandante Mike Spock Anderson, reputado piloto que ya participó en las operaciones Praire Faire y El Dorado Canyon contra Libia a mediados de la década de los ‘80. Una vez que este grupo llegó cerca de sus objetivos planificados, el radar del comandante Anderson detectó un blanco aéreo, clasificado como hostil por su equipamiento IFF/SIF (Identificador "Amigo/Enemigo") y por los sofisticados sistemas NCTR (Non Cooperative Target Recognition) presentes en el F/A-18. Incluso la altísima velocidad de trepada (1’4 Mach en el momento del contacto) y las características llamaradas de los posquemadores identificaban en plena noche al bandido como un MiG-25 Foxbat de la Fuerza Aérea Iraquí. Como el lector indudablemente sabrá, el MiG-25 Foxbat es un interceptador de alta cota de origen soviético, diseñado a mediado de la década de los ’60 para impedir los vuelos de reconocimiento llevado a cabo por los EE.UU. sobre territorio soviético (actividad que, por cierto, continuó hasta la aparición de los más avanzados MiG-31 Foxhounds). En la actualidad es un avión muy desfasado tecnológicamente (y en palabras de los pilotos estadounidense evoluciona como un ladrillo), y no es rival en combate cerrado para ningún caza de última generación, y menos contra los ágiles F/A-18 Hornet.
No obstante, lo que ocurrió aquella noche evidencia que el factor suerte tiene un papel definitivo en las contiendas humanas, y que puede dar al traste con las ventajas obtenidas a través de un mejor adiestramiento, una mejor ventaja táctica y un caza superior tecnológicamente hablando. Tan pronto como el comandante Anderson blocó el MiG-25 con su radar AN/APG-65, éste emprendió un viraje cerrado a la derecha para romper el blocaje del radar doppler norteamericano, lo cual evidenciaba la presencia de un alertador radar en el caza iraquí. El MiG-25 inició una maniobra de conversión alrededor del grupo de F/A-18s, mientras que Anderson maniobraba a su vez para conseguir colocar el avión enemigo en la envolvente de sus armas. A pesar de haber hecho contacto visual, los operadores de E-3 Sentry AWACS no autorizaron al comandante Anderson a abrir fuego por temor a que se tratara de un avión de la coalición, y tras unas cuantas maniobras el MiG-25 se desvaneció del radar del estadounidense. No obstante, el MiG-25 logró su maniobra de conversión, consiguiendo también la primera baja aire-aire de la guerra: el teniente comandante Scott Speicher, piloto de un F/A-18 perteneciente al mismo vuelo que el comandante Anderson lideraba. Las investigaciones llevadas a cabo tras la finalización del conflicto, consistentes en el minucioso análisis de la información recogida y registrada por los AWACS, apuntan a que el MiG-25 Foxbat empleó un misil R-60 Aphid ó un R-40T Acrid, ambos de guíado infrarrojo, para derribar el F/A-18 . Lo cierto es que Speicher, que no pudo eyectarse, fue derribado por un caza aparentemente inferior, gobernado por un piloto supuestamente mal entrenado que había sido detectado y a punto de ser interceptado. Una simple cuestión de suerte.
Como es fácil de imaginar, el episodio es muy doloroso para la US Navy, al transformarle en el único cuerpo presente en la "Guerra del Golfo" que sostuvo bajas en combate aire-aire. No obstante, evidencia claramente que el sofisticado entrenamiento del piloto de la US Navy, su sofisticado avión de combate y la monstruosa ventaja numérica y cualitativa no fueron suficientes para decidir este enfrentamiento aéreo particular. Es difícil evitar recordar el lema de la recién desaparecida Ala 11 de la Fuerza Aérea Española, en clara referencia al factor elusivo: ¡Vista, Suerte y al Toro!.
http://www.revistanaval.com/armada/avomun/index.htm
La Suerte: el factor elusivo.
La suerte. Dice un antiguo refrán aeronáutico que en un combate aire-aire más vale ser afortunado que hábil , y lo cierto es que este chascarrillo ha demostrado su validez a lo largo de todos los conflictos en los que el poder aéreo ha tenido un papel mínimamente relevante. Existen infinidad de ejemplos que ilustran la importancia de la "suerte" en un combate aéreo, y de como ésta puede minimizar la diferencias tecnológicas entre aparatos. Para ser breve, simplemente se relatará uno de los episodios menos conocidos, pero más significativos, que ilustran la relevancia del elusivo factor fortuna
Durante el primer día de la ofensiva aérea aliada en la "Guerra del Golfo" de 1991, la US Navy lanzó una serie de Alpha Strikes (incursiones masivas) desde sus portaaviones Kennedy, Theodore Roosvelt, America y Saratoga, compuestos principalmente por aviones de ataque A-6 Intruder, A-7 Corsair y F/A-18 Hornet escoltados por interceptadores F-14 Tomcat. Formando parte de estas incursiones se encontraba un vuelo de F/A-18 en misión SEAD (Supresión de Defensas enemigas mediante misiles anti-radiación AGM-88 HARM) del escuadrón VFA-81 Sunliners del Saratoga, liderados por el comandante Mike Spock Anderson, reputado piloto que ya participó en las operaciones Praire Faire y El Dorado Canyon contra Libia a mediados de la década de los ‘80. Una vez que este grupo llegó cerca de sus objetivos planificados, el radar del comandante Anderson detectó un blanco aéreo, clasificado como hostil por su equipamiento IFF/SIF (Identificador "Amigo/Enemigo") y por los sofisticados sistemas NCTR (Non Cooperative Target Recognition) presentes en el F/A-18. Incluso la altísima velocidad de trepada (1’4 Mach en el momento del contacto) y las características llamaradas de los posquemadores identificaban en plena noche al bandido como un MiG-25 Foxbat de la Fuerza Aérea Iraquí. Como el lector indudablemente sabrá, el MiG-25 Foxbat es un interceptador de alta cota de origen soviético, diseñado a mediado de la década de los ’60 para impedir los vuelos de reconocimiento llevado a cabo por los EE.UU. sobre territorio soviético (actividad que, por cierto, continuó hasta la aparición de los más avanzados MiG-31 Foxhounds). En la actualidad es un avión muy desfasado tecnológicamente (y en palabras de los pilotos estadounidense evoluciona como un ladrillo), y no es rival en combate cerrado para ningún caza de última generación, y menos contra los ágiles F/A-18 Hornet.
No obstante, lo que ocurrió aquella noche evidencia que el factor suerte tiene un papel definitivo en las contiendas humanas, y que puede dar al traste con las ventajas obtenidas a través de un mejor adiestramiento, una mejor ventaja táctica y un caza superior tecnológicamente hablando. Tan pronto como el comandante Anderson blocó el MiG-25 con su radar AN/APG-65, éste emprendió un viraje cerrado a la derecha para romper el blocaje del radar doppler norteamericano, lo cual evidenciaba la presencia de un alertador radar en el caza iraquí. El MiG-25 inició una maniobra de conversión alrededor del grupo de F/A-18s, mientras que Anderson maniobraba a su vez para conseguir colocar el avión enemigo en la envolvente de sus armas. A pesar de haber hecho contacto visual, los operadores de E-3 Sentry AWACS no autorizaron al comandante Anderson a abrir fuego por temor a que se tratara de un avión de la coalición, y tras unas cuantas maniobras el MiG-25 se desvaneció del radar del estadounidense. No obstante, el MiG-25 logró su maniobra de conversión, consiguiendo también la primera baja aire-aire de la guerra: el teniente comandante Scott Speicher, piloto de un F/A-18 perteneciente al mismo vuelo que el comandante Anderson lideraba. Las investigaciones llevadas a cabo tras la finalización del conflicto, consistentes en el minucioso análisis de la información recogida y registrada por los AWACS, apuntan a que el MiG-25 Foxbat empleó un misil R-60 Aphid ó un R-40T Acrid, ambos de guíado infrarrojo, para derribar el F/A-18 . Lo cierto es que Speicher, que no pudo eyectarse, fue derribado por un caza aparentemente inferior, gobernado por un piloto supuestamente mal entrenado que había sido detectado y a punto de ser interceptado. Una simple cuestión de suerte.
Como es fácil de imaginar, el episodio es muy doloroso para la US Navy, al transformarle en el único cuerpo presente en la "Guerra del Golfo" que sostuvo bajas en combate aire-aire. No obstante, evidencia claramente que el sofisticado entrenamiento del piloto de la US Navy, su sofisticado avión de combate y la monstruosa ventaja numérica y cualitativa no fueron suficientes para decidir este enfrentamiento aéreo particular. Es difícil evitar recordar el lema de la recién desaparecida Ala 11 de la Fuerza Aérea Española, en clara referencia al factor elusivo: ¡Vista, Suerte y al Toro!.
http://www.revistanaval.com/armada/avomun/index.htm