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iran detiene a 15 marines británicos
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<blockquote data-quote="Derruido" data-source="post: 222310" data-attributes="member: 30"><p>Marcelo Cantelmi </p><p><a href="mailto:mcantelmi@clarin.com">mcantelmi@clarin.com</a></p><p></p><p></p><p></p><p>Conviene no confundirse. Si el presidente George Bush se atreve a un duelo de poderes con el Congreso que le demanda desde ambas cámaras el trago amargo de un retiro con fecha fija el año próximo de sus tropas en Irak, no lo hace porque no comprenda que toda esta campaña militar es un estropicio. </p><p></p><p>De lo que el agónico presidente norteamericano intenta hoy escapar es de que apenas instantes antes de abandonar el Salón Oval (le quedan 21 meses de gobierno) se consume ese acto que lo fijaría históricamente en la derrota. Y que aplastaría en gran medida las posibilidades electorales de su partido Republicano enredado de modo inevitable en ese debate de fracasados.</p><p></p><p>Es que en un barco que se hunde solo se trata de sobrevivientes. Y desesperación. Pero es mucho más que espacios personales y prestigios lo que está en juego. Toda la campaña militar contra Irak escondida en esa vidriosa noción de la guerra antiterrorista ha tenido un trasfondo de negocios a la par de un intento de extender el brazo imperial y crear un portaaviones terrestre en pleno Oriente Medio para que EE.UU. se transfigure en un jugador presente en el conflicto, incidiendo y mutando a su favor el escenario. No es difícil advertir la profundidad de lo que se ha perdido y lo que esta derrota cada vez más blanqueada y pública expresa. La estrategia demócrata es la de colgar en una amplia vidriera a Bush y Dick Cheney y sus pocos seguidores como los responsables de semejante derrape. Y obtener la consecuente cosecha electoral. De ahí que es poco probable un impeachment contra la dupla ejecutiva. No es, por lo tanto, solo un dividendo histórico que lo aleje del fracaso lo que busca el presidente al amenazar con el veto a cualquier intento de obligarlo a traer sus tropas a casa y dejar el legado explosivo a su sucesor, sino de defender un proyecto que lo supera y que es el que se incendia irremediablemente en Irak.</p><p></p><p>Es por ello que deben observarse con infinita atención los juegos sobre el abismo que se libran actualmente con Irán frente a cuyas costas EE.UU. desplegó un formidable poderío naval. El arresto reciente de 15 marinos británicos sobre el río fronterizo Chatt el Arab, según los iraquíes o Arvandrud para los iraníes, se convirtió en la espoleta de una crisis que replanteó el peligro de una inminente guerra en la región. Así fue de modo especial percibido en el negocio petrolero cuyos precios se dispararon. Hay que tener en cuenta que por el Golfo de Ormuz salen a diario millones de barriles de crudo en cisternas iraníes, iraquíes y árabes, casi el 40% del fluido que se comercia cada jornada en el mundo. El impacto económico de una crisis allí seria imprevisible. </p><p></p><p>El origen de este nuevo conflicto es confuso. Lo cierto es que muy pocos creen hoy la versión británica de que sus tropas estaban en aguas territoriales iraquíes. Sea cierto o no, la estrategia iraní logró que esa noción se decantara y se impusiera su denuncia de que fueron invadidos lo que justificaría el arresto. Ese giro se explica por la debilidad creciente de la dupla Tony Blair-Bush, acompañada de la preocupación de que ambos —es evidente ese temor en Rusia y China— se lancen a una aventura bélica alimentada en la pelea contra Teherán por su programa de enriquecimiento nuclear. </p><p></p><p>El lastre de Irak es relevante en este análisis. El Senado estadounidense en manos de la oposición habla con un realismo sin ambigüedades de que lo que está en marcha en ese país no es la confusa insurgencia de improbables milicias de la difusa Al Qaeda sino una concreta guerra civil. Y hasta la revista liberal británica The Economist, que acompañó con entusiasmo la invasión de Bagdad, reconoce ahora también y con esas mismas palabras el alcance verdadero de este desastre pese a lo que diga el dúo de Londres y Washington. </p><p></p><p>Esa crisis de liderazgo justifica tanto el temor de un zarpazo desesperado para intentar variar el cuadrante como también explica porqué hoy es tan difícil que estalle una nueva guerra en el Golfo, comparado con el escenario de respaldo objetivo en EE.UU. que precedió a la de Irak cuatro años atrás.</p><p></p><p>El episodio con los soldados detenidos tiene también interesantes perfiles. Fueron atrapados no por la marina regular iraní, sino por una patrulla dependiente de los Guardianes de la Revolución, la fuerza de choque del presidente fundamentalista Mahmud Ahmadinejad. El jefe de Estado iraní, un halcón de factura semejante al norteamericano, está sufriendo su propio desgaste interno y con buena practica maquiavélica parece entender que cualquier conflicto externo es clave necesaria para fortalecerse internamente.</p><p></p><p>No es casual, en ese sentido, que la crisis haya mostrado algún detente las últimas horas después que se hizo cargo completo del conflicto la cancillería iraní manejada indirectamente por Ali Velayati, un asesor del líder supremo Ali Jamenei que ha venido reduciendo su aval a Ahmadinejad.</p><p></p><p>Este nuevo episodio, si no se desbarranca, puede terminar con una victoria iraní. Eso no debería sorprender. La misma revista británica advierte ahora finalmente que el país persa "ha sido el gran ganador de la guerra de Bush", algo que vale recordar Clarín ha venido sosteniendo en solitario los últimos cuatro años.</p><p></p><p>Esa influencia creciente iraní en la región, tanto en Líbano como en el propio Irak y sobre la organización palestina Hamas, explica también el revulsivo interno en la nación persa. Los enemigos de Ahmadinejad, buscan usar ese enorme poder con un criterio negociador y no de confrontación. El ex presidente y líder de los moderados Ali Akbar Hashemi Rafsanjani describió recientemente a EE.UU. y en un aparente llamado a la prudencia como "un tigre herido" debido al desastre guerrero que debilitó a la potencia. La frase escandalizó al establishment. Otra vez conviene ver cómo lo analizó The Economist: "Es realmente una debacle. Tales han sido los errores de Bush que los autócratas de Oriente Medio afirman ahora que ellos están tratando de rescatar Irak de EE.UU y a EE.UU. de sí mismo".</p><p></p><p>Copyright Clarín, 2007.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Derruido, post: 222310, member: 30"] Marcelo Cantelmi [email]mcantelmi@clarin.com[/email] Conviene no confundirse. Si el presidente George Bush se atreve a un duelo de poderes con el Congreso que le demanda desde ambas cámaras el trago amargo de un retiro con fecha fija el año próximo de sus tropas en Irak, no lo hace porque no comprenda que toda esta campaña militar es un estropicio. De lo que el agónico presidente norteamericano intenta hoy escapar es de que apenas instantes antes de abandonar el Salón Oval (le quedan 21 meses de gobierno) se consume ese acto que lo fijaría históricamente en la derrota. Y que aplastaría en gran medida las posibilidades electorales de su partido Republicano enredado de modo inevitable en ese debate de fracasados. Es que en un barco que se hunde solo se trata de sobrevivientes. Y desesperación. Pero es mucho más que espacios personales y prestigios lo que está en juego. Toda la campaña militar contra Irak escondida en esa vidriosa noción de la guerra antiterrorista ha tenido un trasfondo de negocios a la par de un intento de extender el brazo imperial y crear un portaaviones terrestre en pleno Oriente Medio para que EE.UU. se transfigure en un jugador presente en el conflicto, incidiendo y mutando a su favor el escenario. No es difícil advertir la profundidad de lo que se ha perdido y lo que esta derrota cada vez más blanqueada y pública expresa. La estrategia demócrata es la de colgar en una amplia vidriera a Bush y Dick Cheney y sus pocos seguidores como los responsables de semejante derrape. Y obtener la consecuente cosecha electoral. De ahí que es poco probable un impeachment contra la dupla ejecutiva. No es, por lo tanto, solo un dividendo histórico que lo aleje del fracaso lo que busca el presidente al amenazar con el veto a cualquier intento de obligarlo a traer sus tropas a casa y dejar el legado explosivo a su sucesor, sino de defender un proyecto que lo supera y que es el que se incendia irremediablemente en Irak. Es por ello que deben observarse con infinita atención los juegos sobre el abismo que se libran actualmente con Irán frente a cuyas costas EE.UU. desplegó un formidable poderío naval. El arresto reciente de 15 marinos británicos sobre el río fronterizo Chatt el Arab, según los iraquíes o Arvandrud para los iraníes, se convirtió en la espoleta de una crisis que replanteó el peligro de una inminente guerra en la región. Así fue de modo especial percibido en el negocio petrolero cuyos precios se dispararon. Hay que tener en cuenta que por el Golfo de Ormuz salen a diario millones de barriles de crudo en cisternas iraníes, iraquíes y árabes, casi el 40% del fluido que se comercia cada jornada en el mundo. El impacto económico de una crisis allí seria imprevisible. El origen de este nuevo conflicto es confuso. Lo cierto es que muy pocos creen hoy la versión británica de que sus tropas estaban en aguas territoriales iraquíes. Sea cierto o no, la estrategia iraní logró que esa noción se decantara y se impusiera su denuncia de que fueron invadidos lo que justificaría el arresto. Ese giro se explica por la debilidad creciente de la dupla Tony Blair-Bush, acompañada de la preocupación de que ambos —es evidente ese temor en Rusia y China— se lancen a una aventura bélica alimentada en la pelea contra Teherán por su programa de enriquecimiento nuclear. El lastre de Irak es relevante en este análisis. El Senado estadounidense en manos de la oposición habla con un realismo sin ambigüedades de que lo que está en marcha en ese país no es la confusa insurgencia de improbables milicias de la difusa Al Qaeda sino una concreta guerra civil. Y hasta la revista liberal británica The Economist, que acompañó con entusiasmo la invasión de Bagdad, reconoce ahora también y con esas mismas palabras el alcance verdadero de este desastre pese a lo que diga el dúo de Londres y Washington. Esa crisis de liderazgo justifica tanto el temor de un zarpazo desesperado para intentar variar el cuadrante como también explica porqué hoy es tan difícil que estalle una nueva guerra en el Golfo, comparado con el escenario de respaldo objetivo en EE.UU. que precedió a la de Irak cuatro años atrás. El episodio con los soldados detenidos tiene también interesantes perfiles. Fueron atrapados no por la marina regular iraní, sino por una patrulla dependiente de los Guardianes de la Revolución, la fuerza de choque del presidente fundamentalista Mahmud Ahmadinejad. El jefe de Estado iraní, un halcón de factura semejante al norteamericano, está sufriendo su propio desgaste interno y con buena practica maquiavélica parece entender que cualquier conflicto externo es clave necesaria para fortalecerse internamente. No es casual, en ese sentido, que la crisis haya mostrado algún detente las últimas horas después que se hizo cargo completo del conflicto la cancillería iraní manejada indirectamente por Ali Velayati, un asesor del líder supremo Ali Jamenei que ha venido reduciendo su aval a Ahmadinejad. Este nuevo episodio, si no se desbarranca, puede terminar con una victoria iraní. Eso no debería sorprender. La misma revista británica advierte ahora finalmente que el país persa "ha sido el gran ganador de la guerra de Bush", algo que vale recordar Clarín ha venido sosteniendo en solitario los últimos cuatro años. Esa influencia creciente iraní en la región, tanto en Líbano como en el propio Irak y sobre la organización palestina Hamas, explica también el revulsivo interno en la nación persa. Los enemigos de Ahmadinejad, buscan usar ese enorme poder con un criterio negociador y no de confrontación. El ex presidente y líder de los moderados Ali Akbar Hashemi Rafsanjani describió recientemente a EE.UU. y en un aparente llamado a la prudencia como "un tigre herido" debido al desastre guerrero que debilitó a la potencia. La frase escandalizó al establishment. Otra vez conviene ver cómo lo analizó The Economist: "Es realmente una debacle. Tales han sido los errores de Bush que los autócratas de Oriente Medio afirman ahora que ellos están tratando de rescatar Irak de EE.UU y a EE.UU. de sí mismo". Copyright Clarín, 2007. [/QUOTE]
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