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Noticias y Actualidad de las Fuerzas Navales
La construcción de barcazas no garantiza la menor soberanía
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<blockquote data-quote="sebastian_porras" data-source="post: 326495" data-attributes="member: 18"><p>Al respecto de lo que tendría que ser nuestra Armada, parte de una trabajo para el Boletín del Centro Naval, publicado hace algunos meses, señala la degradación que sufrió nuestra armada en los últimos años y de cuya recuperación deben participar nuestros astilleros:</p><p></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'"><span style="font-size: 12px"><strong>Armada Posible</strong></span></span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'"></span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'">Al despuntar el siglo XX sólo las marinas de algunos países europeos y las de los EE.UU. y el Japón superaban en poder combativo a la Armada Argentina, y tanto a mediados de la Primera Guerra Mundial como al iniciarse la Segunda –cuando el poder naval de las naciones aún se medía por el número y la calidad de sus acorazados– la República podía formar, respectivamente, la novena y octava líneas de batalla más poderosas del mundo y la primera de América latina.</span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'"></span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'">Treinta años después, en nuestra región, la Argentina continuaba manteniendo con sus cruceros la ventaja artillera y, aunque superada por Brasil en destructores y por Perú en submarinos, era la única que contaba con buques anfibios para desembarcar a un batallón de Infantería de Marina y con una fuerza de antiminado. Además, su aviación naval sólo cedía precedencia en el hemisferio occidental a la de los EE.UU. y, más importante aún –dado que le confería la superioridad naval en América Latina–, operaba con aviones de combate embarcados en su portaaviones, capacidad esta última que hasta mediados de los años ochenta fue privilegio de muy pocas naciones en el mundo y única en nuestra región hasta fines de los noventa.</span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'"></span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'">Así las cosas, en vísperas de la Guerra de las Malvinas el conjunto de los analistas navales podría haber apreciado que al iniciarse el siglo XXI la Armada Argentina sería una de la más capaces después de las de las grandes potencias mundiales, y que continuaría en posición de contribuir a mantener el equilibrio estratégico militar entre las naciones del</span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'">Atlántico Sur y sus vecinos sobre el Pacífico, como lo venía haciendo desde finales del siglo XIX. Ello en virtud de sus antecedentes, el juicioso equilibrio existente entre sus capacidades para el conjunto de las operaciones navales principales y su plan de incorporaciones –ya en marcha– de modernas unidades de superficie, submarinas, aéreas y de Infantería de Marina.</span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'"></span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'">Pero transcurrido casi el primer lustro de este nuevo siglo la realidad es que la situación de la Armada Argentina no concuerda con dicha expectativa. El año 2005 nos encuentra con un poder naval disminuido como nunca antes, situación que la ha llevado a ocupar posiciones por detrás de países que hasta no hace mucho sólo contaban con una incipiente marina de guerra.</span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'"></span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'">Además, y por cierto más importante aún, esa situación ha afectado significativamente la capacidad de la Armada para contribuir a mantener el equilibrio militar regional, más aún cuando algunas naciones de la región han incrementado las capacidades de sus fuerzas armadas, en particular las de sus marinas. Con relación a esto último, hay que recordar la opinión de L.W. Martin citada por Ken Booth en su ya clásica obra Las Armadas y la Política Exterior, cuando dice que la feliz y larga experiencia de relaciones pacíficas entre las principales naciones de Sudamérica lleva a suponer que el equilibrio naval entre ellas puede ser una cuestión de prestigio antes que de poder. La disminución de las capacidades de nuestra Armada a que hacemos referencia surge, entre otros, de los siguientes hechos:</span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'"></span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'">• Ha desguazado su portaaviones en 1997 y con él perdió sus capacidades de defensa contraaérea embarcada y de proyectarel poder desde su flota a grandes distancias sobre mar y tierra, mientras que la Marina de Brasil modernizó al Minas</span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'">Gerais a mediados de los años 90 para embarcar por primera vez aviones de caza y ataque, y luego lo reemplazó con el poderoso São Paulo de 35.000 toneladas.</span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'"></span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'">• Ha perdido su capacidad de defensa antiaérea de área –entonces única en la región– que le brindaban sus dos destructores de la clase Hércules, mientras que la Armada de Chile ha adquirido recientemente a Holanda dos fragatas de la clase “L”, que habían entrado en servicio en su marina en 1986, armadas cada una con 40 misiles de más de 25 MN de alcance y 24 misiles de defensa puntual más avanzados que nuestros Aspide.</span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'"></span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'">• Ha llegado a la mitad de la vida útil de sus destructores de la clase Almirante Brown –en su momento (1983/84) los más modernos de la región– sin actualizarlos y no ha incorporado en cantidad y calidad los 12 helicópteros que debían operar desde ellos, mientras que Brasil modernizó sus fragatas de la clase Niteroi a partir de 1996, y ha incorporado otras que aunque usadas son muy apropiadas; además, cuenta con un número adecuado de helicópteros para todas ellas. De manera similar, Chile ha adquirido este año a Gran Bretaña una fragata de la clase “22” y tres fragatas de la clase ”23”, y a Holanda dos de la clase “M”; todos estos buques habían entrado en servicio en sus respectivas armadas en la década de 1990. Con estos buques y los de la clase “L” ya mencionados, Chile adquiere la capacidad de proyectar hasta 268 misiles antiaéreos (nuestra Armada, 96 misiles) y misiles antibuque Harpoon, de mayor alcance y carga explosiva que nuestros Exocet.</span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'"></span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'">• Sólo ha incorporado dos de los seis submarinos TR que tenía proyectados y modernizado al único remanente del tipo 209 (modelo 1200), mientras que la Armada de Chile ha incorporado dos novísimos submarinos y modernizado los dos de la clase 209 (modelo 1400) que ya tenía, y la de Brasil está poniendo en servicio el cuarto del tipo 209 (modelo 1400) construido en sus astilleros, con lo que totaliza cinco de este tipo, y continúa sus investigaciones con vistas a construir un submarino de propulsión nuclear.</span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'"></span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'">• Ha dado de baja a sus seis barreminas y cazaminas, sin reemplazar con otros medios y/o sistemas su capacidad para enfrentar una amenaza tan peligrosa para nuestra Flota y el comercio marítimo.</span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'"></span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'">• Ha perdido sus buques anfibios, mientras son varios los países de la región que los han incorporado.</span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'"></span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'">• Ha visto disminuida su aviación de caza y ataque, de tres escuadrillas con más de 40 aviones a principios de 1982, a dos con unos 9 aviones remanentes de los anteriores en línea de vuelo, mientras que la Marina de Brasil ha formado una escuadrilla con más de veinte reactores para operar en su portaaviones; los primeros aviones de combate con que cuenta desde enero de 1941.</span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'"></span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'"></span></p><p><span style="font-family: 'Franklin Gothic Medium'">A las que se acaban de detallar podrían agregarse otras capacidades perdidas o disminuidas, pero se entiende que las mencionadas son suficientes para verificar lo que se ha afirmado más arriba. Por otra parte, cierto es que en los últimos veinte años se han incorporado algunos medios, casi en su totalidad usados y de escaso valor combativo, y que se estaría por incorporar un buque de desembarco dique ahora en servicio en la marina francesa y construir patrulleros oceánicos, pero estas incorporaciones no compensan la degradación sufrida.</span></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="sebastian_porras, post: 326495, member: 18"] Al respecto de lo que tendría que ser nuestra Armada, parte de una trabajo para el Boletín del Centro Naval, publicado hace algunos meses, señala la degradación que sufrió nuestra armada en los últimos años y de cuya recuperación deben participar nuestros astilleros: [FONT="Franklin Gothic Medium"][SIZE="3"][B]Armada Posible[/B][/SIZE] Al despuntar el siglo XX sólo las marinas de algunos países europeos y las de los EE.UU. y el Japón superaban en poder combativo a la Armada Argentina, y tanto a mediados de la Primera Guerra Mundial como al iniciarse la Segunda –cuando el poder naval de las naciones aún se medía por el número y la calidad de sus acorazados– la República podía formar, respectivamente, la novena y octava líneas de batalla más poderosas del mundo y la primera de América latina. Treinta años después, en nuestra región, la Argentina continuaba manteniendo con sus cruceros la ventaja artillera y, aunque superada por Brasil en destructores y por Perú en submarinos, era la única que contaba con buques anfibios para desembarcar a un batallón de Infantería de Marina y con una fuerza de antiminado. Además, su aviación naval sólo cedía precedencia en el hemisferio occidental a la de los EE.UU. y, más importante aún –dado que le confería la superioridad naval en América Latina–, operaba con aviones de combate embarcados en su portaaviones, capacidad esta última que hasta mediados de los años ochenta fue privilegio de muy pocas naciones en el mundo y única en nuestra región hasta fines de los noventa. Así las cosas, en vísperas de la Guerra de las Malvinas el conjunto de los analistas navales podría haber apreciado que al iniciarse el siglo XXI la Armada Argentina sería una de la más capaces después de las de las grandes potencias mundiales, y que continuaría en posición de contribuir a mantener el equilibrio estratégico militar entre las naciones del Atlántico Sur y sus vecinos sobre el Pacífico, como lo venía haciendo desde finales del siglo XIX. Ello en virtud de sus antecedentes, el juicioso equilibrio existente entre sus capacidades para el conjunto de las operaciones navales principales y su plan de incorporaciones –ya en marcha– de modernas unidades de superficie, submarinas, aéreas y de Infantería de Marina. Pero transcurrido casi el primer lustro de este nuevo siglo la realidad es que la situación de la Armada Argentina no concuerda con dicha expectativa. El año 2005 nos encuentra con un poder naval disminuido como nunca antes, situación que la ha llevado a ocupar posiciones por detrás de países que hasta no hace mucho sólo contaban con una incipiente marina de guerra. Además, y por cierto más importante aún, esa situación ha afectado significativamente la capacidad de la Armada para contribuir a mantener el equilibrio militar regional, más aún cuando algunas naciones de la región han incrementado las capacidades de sus fuerzas armadas, en particular las de sus marinas. Con relación a esto último, hay que recordar la opinión de L.W. Martin citada por Ken Booth en su ya clásica obra Las Armadas y la Política Exterior, cuando dice que la feliz y larga experiencia de relaciones pacíficas entre las principales naciones de Sudamérica lleva a suponer que el equilibrio naval entre ellas puede ser una cuestión de prestigio antes que de poder. La disminución de las capacidades de nuestra Armada a que hacemos referencia surge, entre otros, de los siguientes hechos: • Ha desguazado su portaaviones en 1997 y con él perdió sus capacidades de defensa contraaérea embarcada y de proyectarel poder desde su flota a grandes distancias sobre mar y tierra, mientras que la Marina de Brasil modernizó al Minas Gerais a mediados de los años 90 para embarcar por primera vez aviones de caza y ataque, y luego lo reemplazó con el poderoso São Paulo de 35.000 toneladas. • Ha perdido su capacidad de defensa antiaérea de área –entonces única en la región– que le brindaban sus dos destructores de la clase Hércules, mientras que la Armada de Chile ha adquirido recientemente a Holanda dos fragatas de la clase “L”, que habían entrado en servicio en su marina en 1986, armadas cada una con 40 misiles de más de 25 MN de alcance y 24 misiles de defensa puntual más avanzados que nuestros Aspide. • Ha llegado a la mitad de la vida útil de sus destructores de la clase Almirante Brown –en su momento (1983/84) los más modernos de la región– sin actualizarlos y no ha incorporado en cantidad y calidad los 12 helicópteros que debían operar desde ellos, mientras que Brasil modernizó sus fragatas de la clase Niteroi a partir de 1996, y ha incorporado otras que aunque usadas son muy apropiadas; además, cuenta con un número adecuado de helicópteros para todas ellas. De manera similar, Chile ha adquirido este año a Gran Bretaña una fragata de la clase “22” y tres fragatas de la clase ”23”, y a Holanda dos de la clase “M”; todos estos buques habían entrado en servicio en sus respectivas armadas en la década de 1990. Con estos buques y los de la clase “L” ya mencionados, Chile adquiere la capacidad de proyectar hasta 268 misiles antiaéreos (nuestra Armada, 96 misiles) y misiles antibuque Harpoon, de mayor alcance y carga explosiva que nuestros Exocet. • Sólo ha incorporado dos de los seis submarinos TR que tenía proyectados y modernizado al único remanente del tipo 209 (modelo 1200), mientras que la Armada de Chile ha incorporado dos novísimos submarinos y modernizado los dos de la clase 209 (modelo 1400) que ya tenía, y la de Brasil está poniendo en servicio el cuarto del tipo 209 (modelo 1400) construido en sus astilleros, con lo que totaliza cinco de este tipo, y continúa sus investigaciones con vistas a construir un submarino de propulsión nuclear. • Ha dado de baja a sus seis barreminas y cazaminas, sin reemplazar con otros medios y/o sistemas su capacidad para enfrentar una amenaza tan peligrosa para nuestra Flota y el comercio marítimo. • Ha perdido sus buques anfibios, mientras son varios los países de la región que los han incorporado. • Ha visto disminuida su aviación de caza y ataque, de tres escuadrillas con más de 40 aviones a principios de 1982, a dos con unos 9 aviones remanentes de los anteriores en línea de vuelo, mientras que la Marina de Brasil ha formado una escuadrilla con más de veinte reactores para operar en su portaaviones; los primeros aviones de combate con que cuenta desde enero de 1941. A las que se acaban de detallar podrían agregarse otras capacidades perdidas o disminuidas, pero se entiende que las mencionadas son suficientes para verificar lo que se ha afirmado más arriba. Por otra parte, cierto es que en los últimos veinte años se han incorporado algunos medios, casi en su totalidad usados y de escaso valor combativo, y que se estaría por incorporar un buque de desembarco dique ahora en servicio en la marina francesa y construir patrulleros oceánicos, pero estas incorporaciones no compensan la degradación sufrida.[/FONT] [/QUOTE]
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