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Historia Militar
La guerra hispanoamericana 1898
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<blockquote data-quote="MAC1966" data-source="post: 62415" data-attributes="member: 49"><p><strong>2ª parte</strong></p><p></p><p>Aproximadamente a las 9,30 horas del día 3, la escuadra de Cervera inició la tan esperada salida de la bahía de Santiago con las banderas de combate izadas.</p><p></p><p>El plan era intentar que el mayor número posible de barcos pudiese burlar el bloqueo y buscar refugio en otro puerto navegando hacia el oeste. El buque insignia, el María Teresa, fue el primero que salió por la bocana, con la idea de atraer la atención de la flota enemiga sobre él, para lo cual nada más salir, abrió fuego sobre el acorazado más próximo pero lanzándose a toda máquina contra el Brooklyn, fue alcanzado y el fuego se apoderó rápidamente del barco por lo que Cervera dio la orden de embarrancar para salvar el mayor número posible de tripulantes.</p><p></p><p>Tras él salieron el Vizcaya, el Colón y el Oquendo, pero la escuadra estadounidense estuvo atenta a la maniobra de la española. El Vizcaya y el Oquendo fueron alcanzados por la artillería enemiga, pronto empezaron a arder sus cubiertas. El Colón era el único que parecía poder escapar del bloqueo, pero tras él se lanzó la escuadra enemiga, siendo el Oregón el primero en alcanzarlo. Ante la inutilidad del desigual combate, el capitán del Colón ordenó arriar la bandera, inundarlo y varar en la playa.</p><p></p><p>Toda la escuadra de Cervera fue destruida, pues nada más salir los dos cazatorpederos Furor y Plutón fueron batidos.</p><p></p><p>La victoria del almirante Sampson elevó la más bien baja moral del Quinto Cuerpo de Ejército, cuyo General en Jefe se planteaba una retirada a posiciones más seguras. Con todo a su favor, el general Shafter no se atrevía a ordenar el asalto a la ciudad, había tenido demasiadas bajas para tomar dos pequeñas posiciones defensivas escasamente guarnecidas. El Caney y San Juan pesaban en su ánimo.</p><p></p><p>Muchos de sus hombres se encontraban enfermos. Amenazó a Toral con bombardear la ciudad si no se rendía sin condiciones. La situación en Santiago se agravaba por momentos pero no aceptó la rendición. El 10 y el 11 de julio, la ciudad y sus defensas son bombardeadas, la situación es insostenible. Tras consultar con el Capitán General de Cuba, el 16 de julio, el general Toral rinde Santiago de Cuba y su provincia a los americanos.</p><p></p><p>A los cubanos, Shafter les impidió entrar en la ciudad en agradecimiento de la inestimable colaboración que prestaron al Quinto Cuerpo en Daiquiri, Las Guásimas y San Juan. Aquí comenzaron las fricciones entre cubanos y norteamericanos.</p><p></p><p>Tras la destrucción de la escuadra española de Filipinas en Cavite, la de Cuba en Santiago, la rendición de las fuerzas españolas de Oriente, la invasión de Puerto rico, Manila sitiada y la manifiesta imposibilidad de enfrentarse al poderío naval de los Estados Unidos, el gobierno de Sagasta inició conversaciones para negociar la paz. Aunque todavía tenía en Cuba más de 200.000 hombres que no habían entrado en combate y estaban dispuestos a luchar. El general Blanco mandaba el siguiente telegrama, el 14 de julio de 1898, al ministro de la Guerra: "La opinión dominante en este ejército, de la cual participamos sus generales, está por la continuación de la guerra, considerando que el honor de las armas exige aún más sacrificios; pero nunca será obstáculo para el cumplimiento de las órdenes del Gobierno que obedecerá como es su deber.</p><p></p><p>Profundamente agradecido por mi parte a las lisonjeras frases que me dirige en su telegrama del 12, es muy penoso para mí manifestarle que yo no puedo continuar al frente de este ejército en el caso de que el Gobierno decida hacer la paz."</p><p></p><p>Que el ejército de Cuba no se sentía vencido y no era partidario de la rendición lo manifiesta también el general Pando, Jefe del Estado Mayor del mismo, en el escrito de renuncia al acta de senador que dirige al Presidente del Senado el 6 de marzo de 1899, en el cual podemos leer lo siguiente:</p><p></p><p>"Creencia era ésta que vi por mí mismo justificada, cuando desde puntos muy inmediatos al campo enemigo pedía al gobierno la continuación de la guerra, sintetizando mi petición en las siguientes frases "Continúa la guerra, y en breve les impondremos la paz que queramos". Creencia que aún sostengo, y de la cual di nuevamente fe en el mes de noviembre, en comunicación dirigida al ministro de la Guerra, cuya contestación todavía estoy esperando, y en la que manifestaba que, si por las dificultades que surgían para ultimar el Tratado de París hubiese que volver de nuevo a las hostilidades, dispuesto estaba a ir a donde se creyera que había más peligro, en la seguridad de defender con éxito nuestro territorio contra los americanos." </p><p></p><p>El escrito terminaba diciendo: " y si tuviese el convencimiento, que por fortuna no cabe en mi ánimo, de que entre los pánicos de aquel Ministerio había dejado de existir el pueblo y el ejército del 2 de Mayo y de siempre, rompería en el instante, no ya sólo mi acta de senador que ahora renuncio sino mi espada, mi uniforme y hasta mi carta de ciudadanía.</p><p></p><p>El 12 de agosto se firmó el Protocolo de Washington, documento base para las negociaciones que se realizarían en París, por él quedaban suspendidas las hostilidades. El 13, cuando ya se habían suspendido éstas, la artillería americana a primera hora de la mañana abrió fuego contra Manila, y ante el desconocimiento del protocolo y lo inútil de la resistencia, la ciudad se rinde.</p><p></p><p>La guerra de Filipinas fue otra historia</p><p></p><p>En el Tratado de parís, el 10 de diciembre de 1898, los comisionados españoles se limitaron a aceptar las condiciones de los vencedores. Por el mismo, España perdía Cuba, Puerto Rico, Guam y Filipinas. En él se olvidaron de las islas Carolinas, las Palaos y las Marianas, situadas en el Pacífico. Ya no tenía sentido conservarlas y el 12 de junio de 1899 se firmó un acuerdo de cesión a Alemania.</p><p></p><p>El 1 de enero de 1899 fue arriada la nuestra bandera en La Habana. En tierra cubana quedaron enterrados más de 50.000 españoles.</p><p></p><p>Todavía quedaba una firma. El teniente Don Saturnino Martín Cerezo, el 2 de junio de 1899, convencido de la pérdida de Filipinas, por las noticias que leía en los periódicos que los sitiadores le dejaban por la noche, decidió capitular. Tras la firma del Acta de Capitulación sale de la iglesia un grupo de hombres que se habían ganado el respeto y la admiración de sus enemigos, ellos eran los que quedaban del Destacamento de Baler, eran los "Ultimos de Filipinas". Desde el 28 de junio de 1898 habían estado sitiados por fuerzas insurrectas tagalas muy superiores en número, que intentaron por todos los medios tomar la pequeña iglesia donde se habían refugiado, por ser el edificio más sólido del pueblo. Allí permanecieron 337 días soportando todo tipo de privaciones y negándose a entregar su puesto a pesar de los continuos asaltos a los que su "pequeña fortaleza" se vio sometida.</p><p></p><p>Emilio Aguinaldo, Presidente de la República, les dedicó el siguiente decreto:</p><p>"Habiéndose hecho acreedoras a la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanzas de auxilio alguno, ha defendido su bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo culto a las virtudes militares e interpretando los sentimientos del ejército de esta República que bizarramente les ha combatido, a propuesta de mi Secretario de Guerra y de acuerdo con mi Consejo de Gobierno, vengo a disponer lo siguiente: </p><p></p><p>Artículo Unico. Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas no serán considerados como prisioneros, sino, por el contrario, como amigos, y en consecuencia se les proveerá por la Capitanía General de los pases necesarios para que puedan regresar a su país. Dado en Tarlak a 30 de junio de 1899."</p><p></p><p>Los héroes de Baler cerraron con honor el episodio final de nuestra presencia en Asia. A España sólo le quedaba mirar hacia el futuro.</p><p></p><p>FUENTE-Museo Historico Militar,José Ayllón Rivas</p><p></p><p> PERDIDAS EJERCITO ESPAÑOL EN CUBA 1895-1898</p><p></p><p><strong>CAUSA</strong> <strong>GENERALES</strong> <strong>OFICIALES</strong> <strong>TROPA</strong></p><p></p><p>EN GUERRA 1 60 1314</p><p></p><p>POR HERIDAS 1 81 704</p><p></p><p>FIEBRE AMARILLA - 313 13000</p><p></p><p>OTRAS ENFERMEDADES - 127 40000</p><p></p><p>EN TRAVESÍA - - 60</p><p></p><p>TOTAL 2 581 55078</p><p></p><p>UN SALUDO</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="MAC1966, post: 62415, member: 49"] [b]2ª parte[/b] Aproximadamente a las 9,30 horas del día 3, la escuadra de Cervera inició la tan esperada salida de la bahía de Santiago con las banderas de combate izadas. El plan era intentar que el mayor número posible de barcos pudiese burlar el bloqueo y buscar refugio en otro puerto navegando hacia el oeste. El buque insignia, el María Teresa, fue el primero que salió por la bocana, con la idea de atraer la atención de la flota enemiga sobre él, para lo cual nada más salir, abrió fuego sobre el acorazado más próximo pero lanzándose a toda máquina contra el Brooklyn, fue alcanzado y el fuego se apoderó rápidamente del barco por lo que Cervera dio la orden de embarrancar para salvar el mayor número posible de tripulantes. Tras él salieron el Vizcaya, el Colón y el Oquendo, pero la escuadra estadounidense estuvo atenta a la maniobra de la española. El Vizcaya y el Oquendo fueron alcanzados por la artillería enemiga, pronto empezaron a arder sus cubiertas. El Colón era el único que parecía poder escapar del bloqueo, pero tras él se lanzó la escuadra enemiga, siendo el Oregón el primero en alcanzarlo. Ante la inutilidad del desigual combate, el capitán del Colón ordenó arriar la bandera, inundarlo y varar en la playa. Toda la escuadra de Cervera fue destruida, pues nada más salir los dos cazatorpederos Furor y Plutón fueron batidos. La victoria del almirante Sampson elevó la más bien baja moral del Quinto Cuerpo de Ejército, cuyo General en Jefe se planteaba una retirada a posiciones más seguras. Con todo a su favor, el general Shafter no se atrevía a ordenar el asalto a la ciudad, había tenido demasiadas bajas para tomar dos pequeñas posiciones defensivas escasamente guarnecidas. El Caney y San Juan pesaban en su ánimo. Muchos de sus hombres se encontraban enfermos. Amenazó a Toral con bombardear la ciudad si no se rendía sin condiciones. La situación en Santiago se agravaba por momentos pero no aceptó la rendición. El 10 y el 11 de julio, la ciudad y sus defensas son bombardeadas, la situación es insostenible. Tras consultar con el Capitán General de Cuba, el 16 de julio, el general Toral rinde Santiago de Cuba y su provincia a los americanos. A los cubanos, Shafter les impidió entrar en la ciudad en agradecimiento de la inestimable colaboración que prestaron al Quinto Cuerpo en Daiquiri, Las Guásimas y San Juan. Aquí comenzaron las fricciones entre cubanos y norteamericanos. Tras la destrucción de la escuadra española de Filipinas en Cavite, la de Cuba en Santiago, la rendición de las fuerzas españolas de Oriente, la invasión de Puerto rico, Manila sitiada y la manifiesta imposibilidad de enfrentarse al poderío naval de los Estados Unidos, el gobierno de Sagasta inició conversaciones para negociar la paz. Aunque todavía tenía en Cuba más de 200.000 hombres que no habían entrado en combate y estaban dispuestos a luchar. El general Blanco mandaba el siguiente telegrama, el 14 de julio de 1898, al ministro de la Guerra: "La opinión dominante en este ejército, de la cual participamos sus generales, está por la continuación de la guerra, considerando que el honor de las armas exige aún más sacrificios; pero nunca será obstáculo para el cumplimiento de las órdenes del Gobierno que obedecerá como es su deber. Profundamente agradecido por mi parte a las lisonjeras frases que me dirige en su telegrama del 12, es muy penoso para mí manifestarle que yo no puedo continuar al frente de este ejército en el caso de que el Gobierno decida hacer la paz." Que el ejército de Cuba no se sentía vencido y no era partidario de la rendición lo manifiesta también el general Pando, Jefe del Estado Mayor del mismo, en el escrito de renuncia al acta de senador que dirige al Presidente del Senado el 6 de marzo de 1899, en el cual podemos leer lo siguiente: "Creencia era ésta que vi por mí mismo justificada, cuando desde puntos muy inmediatos al campo enemigo pedía al gobierno la continuación de la guerra, sintetizando mi petición en las siguientes frases "Continúa la guerra, y en breve les impondremos la paz que queramos". Creencia que aún sostengo, y de la cual di nuevamente fe en el mes de noviembre, en comunicación dirigida al ministro de la Guerra, cuya contestación todavía estoy esperando, y en la que manifestaba que, si por las dificultades que surgían para ultimar el Tratado de París hubiese que volver de nuevo a las hostilidades, dispuesto estaba a ir a donde se creyera que había más peligro, en la seguridad de defender con éxito nuestro territorio contra los americanos." El escrito terminaba diciendo: " y si tuviese el convencimiento, que por fortuna no cabe en mi ánimo, de que entre los pánicos de aquel Ministerio había dejado de existir el pueblo y el ejército del 2 de Mayo y de siempre, rompería en el instante, no ya sólo mi acta de senador que ahora renuncio sino mi espada, mi uniforme y hasta mi carta de ciudadanía. El 12 de agosto se firmó el Protocolo de Washington, documento base para las negociaciones que se realizarían en París, por él quedaban suspendidas las hostilidades. El 13, cuando ya se habían suspendido éstas, la artillería americana a primera hora de la mañana abrió fuego contra Manila, y ante el desconocimiento del protocolo y lo inútil de la resistencia, la ciudad se rinde. La guerra de Filipinas fue otra historia En el Tratado de parís, el 10 de diciembre de 1898, los comisionados españoles se limitaron a aceptar las condiciones de los vencedores. Por el mismo, España perdía Cuba, Puerto Rico, Guam y Filipinas. En él se olvidaron de las islas Carolinas, las Palaos y las Marianas, situadas en el Pacífico. Ya no tenía sentido conservarlas y el 12 de junio de 1899 se firmó un acuerdo de cesión a Alemania. El 1 de enero de 1899 fue arriada la nuestra bandera en La Habana. En tierra cubana quedaron enterrados más de 50.000 españoles. Todavía quedaba una firma. El teniente Don Saturnino Martín Cerezo, el 2 de junio de 1899, convencido de la pérdida de Filipinas, por las noticias que leía en los periódicos que los sitiadores le dejaban por la noche, decidió capitular. Tras la firma del Acta de Capitulación sale de la iglesia un grupo de hombres que se habían ganado el respeto y la admiración de sus enemigos, ellos eran los que quedaban del Destacamento de Baler, eran los "Ultimos de Filipinas". Desde el 28 de junio de 1898 habían estado sitiados por fuerzas insurrectas tagalas muy superiores en número, que intentaron por todos los medios tomar la pequeña iglesia donde se habían refugiado, por ser el edificio más sólido del pueblo. Allí permanecieron 337 días soportando todo tipo de privaciones y negándose a entregar su puesto a pesar de los continuos asaltos a los que su "pequeña fortaleza" se vio sometida. Emilio Aguinaldo, Presidente de la República, les dedicó el siguiente decreto: "Habiéndose hecho acreedoras a la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanzas de auxilio alguno, ha defendido su bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo culto a las virtudes militares e interpretando los sentimientos del ejército de esta República que bizarramente les ha combatido, a propuesta de mi Secretario de Guerra y de acuerdo con mi Consejo de Gobierno, vengo a disponer lo siguiente: Artículo Unico. Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas no serán considerados como prisioneros, sino, por el contrario, como amigos, y en consecuencia se les proveerá por la Capitanía General de los pases necesarios para que puedan regresar a su país. Dado en Tarlak a 30 de junio de 1899." Los héroes de Baler cerraron con honor el episodio final de nuestra presencia en Asia. A España sólo le quedaba mirar hacia el futuro. FUENTE-Museo Historico Militar,José Ayllón Rivas PERDIDAS EJERCITO ESPAÑOL EN CUBA 1895-1898 [B]CAUSA[/B] [B]GENERALES[/B] [B]OFICIALES[/B] [B]TROPA[/B] EN GUERRA 1 60 1314 POR HERIDAS 1 81 704 FIEBRE AMARILLA - 313 13000 OTRAS ENFERMEDADES - 127 40000 EN TRAVESÍA - - 60 TOTAL 2 581 55078 UN SALUDO [/QUOTE]
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