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<blockquote data-quote="Frouxeira" data-source="post: 3069325" data-attributes="member: 60232"><p><img src="https://images-wixmp-ed30a86b8c4ca887773594c2.wixmp.com/f/a4f8719f-b9df-450b-a031-f40c09f5af17/df2k78c-83db3dc4-6842-4610-96cb-37259690b112.jpg/v1/fill/w_843,h_537,q_75,strp/135209682_3606383616122480_3420853693025839883_n_by_frouxeira_df2k78c-fullview.jpg?token=eyJ0eXAiOiJKV1QiLCJhbGciOiJIUzI1NiJ9.eyJzdWIiOiJ1cm46YXBwOjdlMGQxODg5ODIyNjQzNzNhNWYwZDQxNWVhMGQyNmUwIiwiaXNzIjoidXJuOmFwcDo3ZTBkMTg4OTgyMjY0MzczYTVmMGQ0MTVlYTBkMjZlMCIsIm9iaiI6W1t7ImhlaWdodCI6Ijw9NTM3IiwicGF0aCI6IlwvZlwvYTRmODcxOWYtYjlkZi00NTBiLWEwMzEtZjQwYzA5ZjVhZjE3XC9kZjJrNzhjLTgzZGIzZGM0LTY4NDItNDYxMC05NmNiLTM3MjU5NjkwYjExMi5qcGciLCJ3aWR0aCI6Ijw9ODQzIn1dXSwiYXVkIjpbInVybjpzZXJ2aWNlOmltYWdlLm9wZXJhdGlvbnMiXX0.xGG09EvTXb0rtPpMcN7o_YGFYX2AQrE9Hcs1Fkq2jXM" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p>Oficiales de submarinos con un oso polar disparado cerca de la capa de hielo del Ártico, septiembre de 1943. Luego se lo comerían..</p><p>Imagenes como esta nos dan una sensación de gran aventura y relajo, pero la vida en los submarinos Nazis de la segunda guerra mundial distaba mucho de la imagen bucólica de bienestar.</p><p>Wolfgang Lüth. el segundo comandante de «U-Boote» más letal del Tercer Reich con casi medio centenar de navíos hundidos en su hoja de servicios, no tenía precio.</p><p>En una extensa conferencia ofrecida el 17 de diciembre de 1943 en Weimar, Lüth desveló a los almirantes del Estado Mayor cómo era la vida de la tripulación dentro de un submarino.</p><p>No pudo ser más gráfico. Habló del molesto hedor a diésel que copaba el interior de los sumergibles, así como de la falta de espacio.</p><p>Pero no explicó solo el lado más desagradable de la vida bajo las aguas. Lüth también desveló a los presentes los trucos psicológicos que utilizaba para evitar que sus muchachos se volvieran locos. Algunos de ellos, tan sencillos como poner música a última hora de la tarde con el objetivo de diferenciar entre el día y la noche; organizar campeonatos de ajedrez o prohibirles guardar en sus literas revistas y fotografías eróticas. Estas últimas, de hecho, eran arrojadas al mar, pues, en palabras del militar, nublaban la mente de los submarinistas.</p><p>Las cifras hablan por sí solas: a lo largo de toda la Segunda Guerra Mundial, y atendiendo a las fuentes, un total de 783 submarinos de la «Kriegsmarine» fueron destruidos y sirvieron como ataúdes de acero a 32.000 marineros. «Seguramente ningún otro Cuerpo ha tenido nunca tan elevadas pérdidas, sobreviviendo hasta el fin de la lucha sin que su moral se resintiese.</p><p>En alta mar, la peste que emanaba del interior de los sumergibles era característica. A diésel, a sudor y al aliento que despedían bocas habituadas a beber café para mantenerse alerta.</p><p>«No había ninguna ducha. Teniendo en cuenta que el calor era asfixiante, pudiéndose llegar a los cincuenta grados, el perenne olor a gasoil y la humedad, el hedor que debían expeler los cuerpos es imaginable, a pesar de que solían usar un agua de colonia al limón, conocida como “Kolibri”, para eliminar el salitre»</p><p></p><p><em>«Pálidos y barbudos maquinistas robaban unos pocos minutos para mirar el sol y el cielo y para llenar sus pulmones con aire limpio y fresco. En el interior del barco las condiciones eran muy diferentes. El hedor de 51 hombres sudorosos, del combustible diésel, de comida descompuesta y de pan enmohecido se mezclaba con los ofensivos olores que emanaban de la cocina y los dos diminutos lavabos. Los abrumadores olores y el interminable balanceo atontaban y mareaban a los hombres encerrados en el estrecho tambor. Solo la diaria inmersión de ajuste traía alivio parcial al perpetuo balanceo».</em></p><p></p><p>El espacio era tan escaso que solo había camas para la mitad de la tripulación. Por ello, se utilizaba el ya popular sistema de «camas calientes». Eso suponía que, en la práctica, una parte de la tripulación se hallaba de guardia mientras el resto descansaba.</p><p>Según Lüth, las condiciones del día a día eran letales para la marinería. Los submarinos alemanes más típicos (los del Tipo VII) tan solo disponían de un retrete para el medio centenar de hombres de la tripulación. Por si fuera poco, lo habitual era que se embozasen debido al uso extremo y a la falta de cuidado por parte de la tripulación.</p><p>Otra de las peores situaciones que podían vivirse en aquellos cascarones metálicos era la de soportar la claustrofobia cuando llovían cargas de profundidad desde los navíos aliados.</p><p>La comida era, en principio, buena. Sin embargo, se deterioraba a lo largo del viaje, pues se iba enmoheciendo con un olor y sabor imposible de evitar.</p><p>La vida en un submarino solo era de hedor y muerte, era difícil mantener la cordura, el sonido constante la humedad, todo hacia que se te nublara la mente. «Toda esa tensión nerviosa acumulada por la claustrofobia podía estallar de golpe en lo que se llamó “Blechkoller”, algo así como “pánico a estar encerrado en una lata”, una reacción de histeria violenta»</p><p><a href="https://l.facebook.com/l.php?u=http%3A%2F%2Fwww.u-historia.com%2Fuhistoria%2Fhistoria%2F%3Ffbclid%3DIwAR05v-t2D_tZYuYIWPEU6xHvE86jMZ5-7khLc1JYkt3YxvRg-12CP1-02EY&h=AT19MeqURFZb-aHfirsHkFdd0Wbgw37QQGlG_wIgbTk1Ilyl3ASsFCKyaS9u39NjrNbwrkP5x_MTuuWzEJtAqdcW5NCUQ57pus_LkmIND2KycmbO9iUGZYoG2tOGnk7n8gs&__tn__=-UK-R&c[0]=AT2q4JBEFl1cb9Z4mgaKagEUw89oe7H0JvOfEkpDlvUvizMH84hLYDcbbdU_DDkj33pMDMMYQ75B2kvVy_YwZhlgBPSYiu19w82A362Gev8J4mH0BCpc2-zWFHJGeXuW9lpgmMz0V349GD3GQ0eSCcAF0uxMHKKIp3g">http://www.u-historia.com/uhistoria/historia/</a></p><p><a href="https://l.facebook.com/l.php?u=https%3A%2F%2Fwww.abc.es%2Fhistoria%2F%3Ffbclid%3DIwAR1geD9hephanajPIz5aiMfQTbCn6ib7D2fFOtM1V3rSmiXDHcaMZowXf5w&h=AT21IzlC2EBow5STMaOViJsQNvI4ms2GDcoKpi6s-ZVj7sji8AvPme1Xm08z-gKYxUOsyOdOsqbIKSupuVH-q17vR0sj5ld1gCX0-KxyOl-j0pp2Rz1vLYR_xTnfZFB7l0k&__tn__=-UK-R&c[0]=AT2q4JBEFl1cb9Z4mgaKagEUw89oe7H0JvOfEkpDlvUvizMH84hLYDcbbdU_DDkj33pMDMMYQ75B2kvVy_YwZhlgBPSYiu19w82A362Gev8J4mH0BCpc2-zWFHJGeXuW9lpgmMz0V349GD3GQ0eSCcAF0uxMHKKIp3g">https://www.abc.es/historia/</a></p><p><a href="https://yablor.ru/blogs/?fbclid=IwAR3ziFjMiwPXFXxVIJ9awuZXnDcN9H1IGPsiRo0yUaVixRJLRup5u580IO8">https://yablor.ru/blogs/</a></p></blockquote><p></p>
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Imagenes como esta nos dan una sensación de gran aventura y relajo, pero la vida en los submarinos Nazis de la segunda guerra mundial distaba mucho de la imagen bucólica de bienestar. Wolfgang Lüth. el segundo comandante de «U-Boote» más letal del Tercer Reich con casi medio centenar de navíos hundidos en su hoja de servicios, no tenía precio. En una extensa conferencia ofrecida el 17 de diciembre de 1943 en Weimar, Lüth desveló a los almirantes del Estado Mayor cómo era la vida de la tripulación dentro de un submarino. No pudo ser más gráfico. Habló del molesto hedor a diésel que copaba el interior de los sumergibles, así como de la falta de espacio. Pero no explicó solo el lado más desagradable de la vida bajo las aguas. Lüth también desveló a los presentes los trucos psicológicos que utilizaba para evitar que sus muchachos se volvieran locos. Algunos de ellos, tan sencillos como poner música a última hora de la tarde con el objetivo de diferenciar entre el día y la noche; organizar campeonatos de ajedrez o prohibirles guardar en sus literas revistas y fotografías eróticas. Estas últimas, de hecho, eran arrojadas al mar, pues, en palabras del militar, nublaban la mente de los submarinistas. Las cifras hablan por sí solas: a lo largo de toda la Segunda Guerra Mundial, y atendiendo a las fuentes, un total de 783 submarinos de la «Kriegsmarine» fueron destruidos y sirvieron como ataúdes de acero a 32.000 marineros. «Seguramente ningún otro Cuerpo ha tenido nunca tan elevadas pérdidas, sobreviviendo hasta el fin de la lucha sin que su moral se resintiese. En alta mar, la peste que emanaba del interior de los sumergibles era característica. A diésel, a sudor y al aliento que despedían bocas habituadas a beber café para mantenerse alerta. «No había ninguna ducha. Teniendo en cuenta que el calor era asfixiante, pudiéndose llegar a los cincuenta grados, el perenne olor a gasoil y la humedad, el hedor que debían expeler los cuerpos es imaginable, a pesar de que solían usar un agua de colonia al limón, conocida como “Kolibri”, para eliminar el salitre» [I]«Pálidos y barbudos maquinistas robaban unos pocos minutos para mirar el sol y el cielo y para llenar sus pulmones con aire limpio y fresco. En el interior del barco las condiciones eran muy diferentes. El hedor de 51 hombres sudorosos, del combustible diésel, de comida descompuesta y de pan enmohecido se mezclaba con los ofensivos olores que emanaban de la cocina y los dos diminutos lavabos. Los abrumadores olores y el interminable balanceo atontaban y mareaban a los hombres encerrados en el estrecho tambor. Solo la diaria inmersión de ajuste traía alivio parcial al perpetuo balanceo».[/I] El espacio era tan escaso que solo había camas para la mitad de la tripulación. Por ello, se utilizaba el ya popular sistema de «camas calientes». Eso suponía que, en la práctica, una parte de la tripulación se hallaba de guardia mientras el resto descansaba. Según Lüth, las condiciones del día a día eran letales para la marinería. Los submarinos alemanes más típicos (los del Tipo VII) tan solo disponían de un retrete para el medio centenar de hombres de la tripulación. Por si fuera poco, lo habitual era que se embozasen debido al uso extremo y a la falta de cuidado por parte de la tripulación. Otra de las peores situaciones que podían vivirse en aquellos cascarones metálicos era la de soportar la claustrofobia cuando llovían cargas de profundidad[B] [/B]desde los navíos aliados. La comida era, en principio, buena. Sin embargo, se deterioraba a lo largo del viaje, pues se iba enmoheciendo con un olor y sabor imposible de evitar. La vida en un submarino solo era de hedor y muerte, era difícil mantener la cordura, el sonido constante la humedad, todo hacia que se te nublara la mente. «Toda esa tensión nerviosa acumulada por la claustrofobia podía estallar de golpe en lo que se llamó “Blechkoller”, algo así como “pánico a estar encerrado en una lata”, una reacción de histeria violenta» [URL='https://l.facebook.com/l.php?u=http%3A%2F%2Fwww.u-historia.com%2Fuhistoria%2Fhistoria%2F%3Ffbclid%3DIwAR05v-t2D_tZYuYIWPEU6xHvE86jMZ5-7khLc1JYkt3YxvRg-12CP1-02EY&h=AT19MeqURFZb-aHfirsHkFdd0Wbgw37QQGlG_wIgbTk1Ilyl3ASsFCKyaS9u39NjrNbwrkP5x_MTuuWzEJtAqdcW5NCUQ57pus_LkmIND2KycmbO9iUGZYoG2tOGnk7n8gs&__tn__=-UK-R&c[0]=AT2q4JBEFl1cb9Z4mgaKagEUw89oe7H0JvOfEkpDlvUvizMH84hLYDcbbdU_DDkj33pMDMMYQ75B2kvVy_YwZhlgBPSYiu19w82A362Gev8J4mH0BCpc2-zWFHJGeXuW9lpgmMz0V349GD3GQ0eSCcAF0uxMHKKIp3g']http://www.u-historia.com/uhistoria/historia/[/URL] [URL='https://l.facebook.com/l.php?u=https%3A%2F%2Fwww.abc.es%2Fhistoria%2F%3Ffbclid%3DIwAR1geD9hephanajPIz5aiMfQTbCn6ib7D2fFOtM1V3rSmiXDHcaMZowXf5w&h=AT21IzlC2EBow5STMaOViJsQNvI4ms2GDcoKpi6s-ZVj7sji8AvPme1Xm08z-gKYxUOsyOdOsqbIKSupuVH-q17vR0sj5ld1gCX0-KxyOl-j0pp2Rz1vLYR_xTnfZFB7l0k&__tn__=-UK-R&c[0]=AT2q4JBEFl1cb9Z4mgaKagEUw89oe7H0JvOfEkpDlvUvizMH84hLYDcbbdU_DDkj33pMDMMYQ75B2kvVy_YwZhlgBPSYiu19w82A362Gev8J4mH0BCpc2-zWFHJGeXuW9lpgmMz0V349GD3GQ0eSCcAF0uxMHKKIp3g']https://www.abc.es/historia/[/URL] [URL='https://yablor.ru/blogs/?fbclid=IwAR3ziFjMiwPXFXxVIJ9awuZXnDcN9H1IGPsiRo0yUaVixRJLRup5u580IO8']https://yablor.ru/blogs/[/URL] [/QUOTE]
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