Menú
Inicio
Visitar el Sitio Zona Militar
Foros
Nuevos mensajes
Buscar en los foros
Qué hay de nuevo
Nuevos mensajes
Última actividad
Miembros
Visitantes actuales
Entrar
Registrarse
Novedades
Buscar
Buscar
Buscar sólo en títulos
Por:
Nuevos mensajes
Buscar en los foros
Menú
Entrar
Registrarse
Inicio
Foros
Area Militar General
Malvinas 1982
La silenciada proeza del cabo Baruzzo
JavaScript is disabled. For a better experience, please enable JavaScript in your browser before proceeding.
Estás usando un navegador obsoleto. No se pueden mostrar estos u otros sitios web correctamente.
Se debe actualizar o usar un
navegador alternativo
.
Responder al tema
Mensaje
<blockquote data-quote="hbaume" data-source="post: 876544" data-attributes="member: 167"><p>SEGUNDA PARTE ASI LUCHARON </p><p></p><p></p><p>Al regimiento le tocó realmente una difícil misión; era muy duro estar en la violencia de la artillería día y noche... Le tiraban al camión de la comida, le tiraban a la cocina, le tiraron... en fin tiraron a todos lados. Pero también les contestábamos de vez en cuando con nuestras baterías, con nuestros morteros, siempre tratando de no delatar nuestras posiciones, pues ya sabíamos los radares que usaban: cuando tirábamos con morteros ahí nomás caían diez o veinte proyectiles en segundos. Ese fue un gran problema. Realmente era una lluvia de proyectiles ingleses.</p><p></p><p>Hasta ese momento teníamos cuarenta bajas. Nuestras patrullas, pequeños destacamentos dé diez o quince hombres, comenzaron a chocar con efectivos de cuarenta, cincuenta, sesenta hombres de ellos. Era evidente que estaban acercando gente, y así como nosotros chocábamos a retaguardia de ellos, los ingleses a su vez chocaban a retaguardia nuestra con efectivos nuestros. Era como los tanteos iniciales en el box, o sea el primer round. Les causamos muchas bajas a ellos; realmente era destacable la actuación de nuestros comandos. Nosotros recibíamos estas patrullas diezmadas, con sus heridos y sus muertos también. Pero los ingleses también salían con sus muertos y heridos y uno sentía la satisfacción de la revancha. Fue muy parejo.</p><p></p><p>Hasta ese momento la parte nuestra se mantenía bien y en las patrullas de nuestro regimiento actuaban soldados voluntarios, y en los comandos —por supuesto— eran todos oficiales y suboficiales.</p><p></p><p>Había muchos helicópteros de ellos; para nosotros mover la munición significaba tal vez tres noches sin parar—bajo el fuego y con la carga al hombro— subir al cerro mientras ellos cómodamente con los helicópteros llevaban el triple de munición en un ratito.</p><p></p><p>Un día de gran neblina hubo una serie de choques con el frente de las compañías nuestras; choques grandes en los cuales se empeñaban ya efectivos nuestros, importantes en hombres.</p><p></p><p>Esta neblina nos tuvo así unos seis días, que ellos aprovecharon y ya medio estaban tocando los flancos nuestros. lero el regimiento seguía resistiendo bien y empezamos a cambiar de posición ciertas fracciones. Cambiamos las armas pesadas de lugar para evitar que con el conocimiento que obtenían por la mañana, les sirviese para tener éxito por la noche. Varias veces pasó que sus ataques cayeron al vacío, precisamente por estos cambios, así que se quedaron en nada.</p><p></p><p>Hicieron dos ataques a fondo; digo a fondo cuando se llega a la profundidad nuestra evitando el combate y tratando de golpear en el lugar último y más importante de los nuestros. Los rechazamos a cincuenta metros, con todo nuestro fuego, tirando con nuestros morteros. Se nos metió este ataque como un puñetazo en el hígado porque evitaron la parte más fuerte. Entraron con una neblina terrible y ya no teníamos radar antipersonal porque el fuego enemigo lo había dejado fuera de combate, y atacaron pegando en el costado, en el lugar neurálgico de nuestro dispositivo.</p><p></p><p>En el primer ataque los "aferramos" al terreno y pienso que podríamos haberlos aniquilado, pero apareció la artillería de ellos y realmente fue imposible. No pudimos arrasarnos porque el fuego de artillería era tremendo. Eso pasaba siempre: a veces teníamos solamente cuatro ingleses rodeados, y aparecía toda la artillería inglesa tirándonos.</p><p></p><p>Otro ataque se hizo una posición de nuestro regimiento a la derecha, pero de frente a nosotros; o sea otra vez trataban de vencer la resistencia pero los rechazamos. Esta vez pegaron en una posición muy fuerte que teníamos, pero a Dios gracias fue rechazado nuevamente con éxito. También hicieron una maniobra de distracción contra nuestro puesto de comando, que rechazamos. Aparecieron también barcos tirando, pero les falló, porque el ataque que chocó de frente contra la posición que mencioné fue. rechazado, como dije.</p><p></p><p>El teniente primero C.A.A. estaba al mando de la compañía que rechazó el ataque principal. Este comando era muy fuerte, tenía coheteras hechas con restos de un Pucará, ametralladoras; estaba super reforzada, y tenía además una cosa muy homogénea.</p><p></p><p>Hay un detalle en este ataque que vale la pena mencionar. Después de rechazar el ataque al puesto de comando, como ya dije, nos dimos cuenta en ese momento de que los ingleses habían aproximado gente a "caballo" de la costa y que ya, por nuestros efectivos, no podíamos ocupar esas posiciones. Empezamos a recibir fuego de artillería también.</p><p></p><p>Un comando —el capitán J.E.J.— aislado, solo entre los ingleses, consiguió llegar a la parte superior del monte Kent, ubicar y contar todas las bocas de fuego. Nos tiraban treinta y dos cañones, Realmente meritorios eran los comandos. Eran sin duda tropas especiales, gente que vive más allá de la vida y de la muerte, encomiable.</p><p></p><p>Bueno, volvernos a la gente que se había aproximado a "caballo" de la costa y de donde recibíamos fuego. Empezamos ahora a recibir fuego de armas más livianas, es decir, empezaron a acercarse morteros. Nos estaban tirando desde tres kilómetros, y con ellos a unos pocos metros menos, nos podíamos batir con ametralladoras. Bajamos y hubo varios choques de grandes efectivos rechazados, sobre todo en el otro cerro, no en el que yo estaba. Esas noches fueron todas de pequeños o grandes combates pero, sobre todo, permanente fuego de artillería día y noche. Hasta las ocho de la noche la artillería de campaña, y aproximadamente desde las veintidós empezaban los barcos. Tres, cuatro, con una velocidad de disparo tremenda. Tiraban al cerro, como pegando a una pared. Corrían treinta metros, tiraban ahí y otros treinta metros y volvían a tirar, cuadrado por cuadrado.</p><p></p><p>Era como una máquina automática: tá,.. tá... ta... tá, pero contra el cerro, así que uno vibraba todo. Realmente vibraba y caían piedras. A eso hay que agregarle los Harrier, que también aparecían. A partir del dos de junio llegamos a estar por las noches sesenta por Ciento levanta. dos y cuarenta por’ ciento durmiendo.</p><p></p><p>Bueno, volviendo nuevamente al tema de los morteros que acercaron esa noche, ya nos complicaba más porque ésta es un arma que, si no se tiene un radar, es muy difícil de detectar, pues se escucha menos y a uno le sorprende el proyectil. El teniente primero C.A.A., que como relaté, resistía el ataque principal desde otra posición, empleando el fuego de todas sus armas, dio vuelta un mortero y empezó a disparar bengalas permanentemente a los ingleses que nos atacaban a nosotros en el puesto de comando del teniente coronel. Así que pudimos rechazar y definir mucho mejor, pero ahí nomás sobre las bengalas empezó a tirar artillería de ellos y, debo decirlo, con eficacia "execcional" como dice Nimo.</p><p></p><p>Porque la artillería es raro que pegue sin dispersión y esto sucedió como si pusieran el dedo en un lugar y ahí caían cincuenta proyectiles. Eso se debe a equipo y también a entrenamiento. Con una tropa con mucho tiempo de instrucción, nosotros también lográbamos eso. No hablo de cadetes del Colegio Militar o suboficiales, que a ésos uno los tiene en un camión con todos los morteros desarmados y en un lapso de un minuto, a más tardar, están abriendo fuego.</p><p></p><p>A través de estos ataques sacamos mucha experiencia sobre los equipos que convenían; corrimos también nuevamente las armas y reforzamos con tropas.</p><p></p><p>El teniente primero C.A.A., a su vez, estaba bien en contacto con el enemigo, tan en combate casi cuerpo a cuerpo, que trataba de replegar heridos y romper el contacto para poder tirar con armas pesadas. Logró hacerlo, y así pudo rechazarlos. De esa forma, tirándoles con sus propios morteros y ametralladoras.</p><p></p><p>Previamente, había habido combate hasta a diez o quince metros, inclusive heridos nuestros quedaron entre los ingleses, se hicieron los muertos, y gracias a Dios los tenemos acá. Ese fue el segundo ataque.</p><p></p><p>No voy a hablar del estado espiritual que teníamos y de los capellanes que había. Ellos ven una dimensión humana tal vez mayor y superior que la mía, que soy combatiente. Yo miro mucho a la gente, me gusta ver las reacciones y ya a esa altura yo tenía idea de cómo actuaba el personal y evaluábamos con el jefe del regimiento dónde podríamos tener problemas y de qué modo los oficiales de la plana mayor nos haríamos cargo de distintas situaciones. Ya a esa altura tratábamos de modificar lo que la experiencia nos decía. Tácticamente no aprendíamos nada, pese a que, como dije, notamos que tenían una precisión en los fuegos muy superior a nosotros.</p><p></p><p>Ellos tenían mucho equipo para la noche y eso lo advertíamos. En los choques diurnos de patrullas salíamos bien. Tratábamos de ganar el día para, ahí, poner las cosas en claro con los ingleses. Siempre nos iba bien ahí.</p><p></p><p>En ese momento teníamos’ raciones encima para cinco días desde el jefe al soldado (me dicen que las raciones las habían hecho en la Rural), porque ya realmente la cocina no iba más, ya nos habían bombardeado el camión tres o cuatro veces.</p><p></p><p>Ya no los teníamos desde el monte Wall y el Kent solamente, sino también desde nuestra izquierda. Nos estaban amenazando, pero igual el regimiento tenía que quedarse. A retaguardia, a unos cinco o siete kilómetros, teníamos un batallón de Infantería de Marina —el 5— que sería nuestro apoyo, de existir un repliegue. Cambiamos nuevamente las armas de lugar sobre todo las más pesadas y empezamos a preparar ese flanco amenazado. Pero era difícil iniciar una obra, inclusive por el desgaste del personal. Muchas veces no iniciábamos una obra por el hecho de cuidarlos un poco más, para que estuvieran más enteros para la noche. Durante el día prácticamente no dormíamos por la artillería y durante la noche, menos</p><p></p><p>—dos o tres horas de sueño—, por el combate. Esto no se notaba evidentemente pero para esa época teníamos un desgaste no en lo espiritual, pero sí en la parte física. Lo notaba en cosas como que a un hombre se le mojaran los borceguíes y se los dejara, no tratara de secarlos; o cuando el hombre no se toma la molestia de tratar de calentar la comida aunque cueste, cuando al hombre tal vez se lo ve un poco callado.</p><p></p><p>Tengo que decir que la violencia de la guerra ya era total en nuestro caso. Ya a nosotros no nos faltaba nada a ese respecto, pues para esa fecha, alrededor del nueve de junio, estábamos viviendo la totalidad de la guerra.</p><p></p><p>Era una guerra abierta, con todo, vivíamos en combate. En todo movimiento de efectivos que hacíamos nosotros, que tenía que ser al descubierto en los valles, cruzar de un cerro a otro u ocupar posiciones en los lugares adelantados, nos tirábamos mutuamente. Es decir, un hostigamiento total. Había mucho combate, con entrecruzamiento de fuego de ametralladora. Eran combates de fracciones, secciones, que chocaban con los ingleses. Se aproximaban también helicópteros y les respondíamos con fuego de ametralladoras antiaéreas. Ya no solamente escuchábamos la artillería sino que veíamos los hombres, las armas automáticas. Ya sabíamos dónde vivían, quiénes eran y dónde hacían la letrina. Y ellos también de nosotros.</p><p></p><p>En esa situación yo creo, supongo, todos habíamos encomendado nuestras almas a buscar una dignidad por la cual vivir. Lo que significaba que teníamos que estar preparados para las más duras circunstancias. Eso se hablaba con los soldados y el teniente coronel ya había recibido una orden terminante de nuestra situación y de lo que de nosotros esperaban. Esto no quiere decir que se debiera pensar en morir sino en vivir en una patria digna, importante. Sí: teníamos que tener una clara conciencia de que había que batirse hasta el final. Se habló con el jefe del regimiento de esto y pensamos que no nos íbamos a replegar mientras pudiéramos pelear. Y lo íbamos a poder hacer, lo más importante, manteniendo las armas pesadas, de las que no queríamos desprendernos. Si nos replegábamos, temamos que ir por un caminito batidos totalmente por los ingleses y sin armas pesadas. En ese caso íbamos a tener que pelear con FAL contra cañones, morteros y todo lo que pudieran poner los ingleses. O sea, el general J. esperaba de nosotros, y el teniente coronel lo sabía, que no nos replegáramos mientras hubiera una posibilidad de no hacerlo. Yo estaba en un agujero de piedra, a cuatro metros de mí había dos soldados en otro agujero de piedra arriba un cabo y así seguía. Eramos los hombres de las cavernas y compartíamos, es decir, uno prendía un fueguito del lado donde no podían ver los ingleses —para evitar que nos tiraran— y en una lata de aceite de cinco litros poníamos una o dos raciones, no importa de quién. Era vida colectiva, otros tiraban un poco de polenta y comíamos a cuchara, todos reunidos, o nos pasábamos la lata si había mucha artillería. Tomábamos agua del lugar, había agua de charcos, agua elevada. Nuestra gente, nuestro regimiento, se hizo a la vida dura y no nos pasó nada. No tuvimos colitis, disentería, tiada, nada. No teníamos ni resfriados, eso es lo que más sorprendía: que en ese clima realmente duro, ‘no tuviéramos ni un resfriado. Nadie vino a decirme tengo gripe, me duele la cabeza. Sí tuvimos algunos que tuvieron enfriamiento de los pies e inmediatamente, bajo el fuego, se los evacuó.</p><p></p><p>Justamente hay un capitán por el que tengo un sentimiento muy especial realmente de admiración. Este hombre era logístico, un hombre que está a retaguardia llevándole a la primera línea todo lo que sea posible, todo lo que necesite; aunque uno pidiese lo más descabellado, este hombre aparecía con algo. Así apareció con las coheteras del Pucará que, como creo ya dije, usaba para disparar la compañía del teniente primero C.A.A. en una adaptación casera y de ingenio, pues son de avión. Hasta con cacerolas inflables hubiese aparecido.. - con cualquier cosa. No nos olvidemos de la situación crítica en la que llegamos, cuando el bombardeo del lo de mayo destruyó gran parte de nuestro equipo en el aeropuerto, y cómo terminó combatiendo el regimiento. Todo eso se debe a este hombre que nos trajo de todo, nos amontonaba cosas, no nos alcanzaban las manos con que tirarles a los ingleses. Ese era el capitán J.R.F. Este hombre, además, no obstante ser logístico, tomó un jeep de evacuación y llevaba heridos e iba rezando el Rosario de vuelta—bajo el fuego— con los heridos. Y créanme que para un herido que está asustado o lo que sea, en ese momento la palabra de Dios es importante.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="hbaume, post: 876544, member: 167"] SEGUNDA PARTE ASI LUCHARON Al regimiento le tocó realmente una difícil misión; era muy duro estar en la violencia de la artillería día y noche... Le tiraban al camión de la comida, le tiraban a la cocina, le tiraron... en fin tiraron a todos lados. Pero también les contestábamos de vez en cuando con nuestras baterías, con nuestros morteros, siempre tratando de no delatar nuestras posiciones, pues ya sabíamos los radares que usaban: cuando tirábamos con morteros ahí nomás caían diez o veinte proyectiles en segundos. Ese fue un gran problema. Realmente era una lluvia de proyectiles ingleses. Hasta ese momento teníamos cuarenta bajas. Nuestras patrullas, pequeños destacamentos dé diez o quince hombres, comenzaron a chocar con efectivos de cuarenta, cincuenta, sesenta hombres de ellos. Era evidente que estaban acercando gente, y así como nosotros chocábamos a retaguardia de ellos, los ingleses a su vez chocaban a retaguardia nuestra con efectivos nuestros. Era como los tanteos iniciales en el box, o sea el primer round. Les causamos muchas bajas a ellos; realmente era destacable la actuación de nuestros comandos. Nosotros recibíamos estas patrullas diezmadas, con sus heridos y sus muertos también. Pero los ingleses también salían con sus muertos y heridos y uno sentía la satisfacción de la revancha. Fue muy parejo. Hasta ese momento la parte nuestra se mantenía bien y en las patrullas de nuestro regimiento actuaban soldados voluntarios, y en los comandos —por supuesto— eran todos oficiales y suboficiales. Había muchos helicópteros de ellos; para nosotros mover la munición significaba tal vez tres noches sin parar—bajo el fuego y con la carga al hombro— subir al cerro mientras ellos cómodamente con los helicópteros llevaban el triple de munición en un ratito. Un día de gran neblina hubo una serie de choques con el frente de las compañías nuestras; choques grandes en los cuales se empeñaban ya efectivos nuestros, importantes en hombres. Esta neblina nos tuvo así unos seis días, que ellos aprovecharon y ya medio estaban tocando los flancos nuestros. lero el regimiento seguía resistiendo bien y empezamos a cambiar de posición ciertas fracciones. Cambiamos las armas pesadas de lugar para evitar que con el conocimiento que obtenían por la mañana, les sirviese para tener éxito por la noche. Varias veces pasó que sus ataques cayeron al vacío, precisamente por estos cambios, así que se quedaron en nada. Hicieron dos ataques a fondo; digo a fondo cuando se llega a la profundidad nuestra evitando el combate y tratando de golpear en el lugar último y más importante de los nuestros. Los rechazamos a cincuenta metros, con todo nuestro fuego, tirando con nuestros morteros. Se nos metió este ataque como un puñetazo en el hígado porque evitaron la parte más fuerte. Entraron con una neblina terrible y ya no teníamos radar antipersonal porque el fuego enemigo lo había dejado fuera de combate, y atacaron pegando en el costado, en el lugar neurálgico de nuestro dispositivo. En el primer ataque los "aferramos" al terreno y pienso que podríamos haberlos aniquilado, pero apareció la artillería de ellos y realmente fue imposible. No pudimos arrasarnos porque el fuego de artillería era tremendo. Eso pasaba siempre: a veces teníamos solamente cuatro ingleses rodeados, y aparecía toda la artillería inglesa tirándonos. Otro ataque se hizo una posición de nuestro regimiento a la derecha, pero de frente a nosotros; o sea otra vez trataban de vencer la resistencia pero los rechazamos. Esta vez pegaron en una posición muy fuerte que teníamos, pero a Dios gracias fue rechazado nuevamente con éxito. También hicieron una maniobra de distracción contra nuestro puesto de comando, que rechazamos. Aparecieron también barcos tirando, pero les falló, porque el ataque que chocó de frente contra la posición que mencioné fue. rechazado, como dije. El teniente primero C.A.A. estaba al mando de la compañía que rechazó el ataque principal. Este comando era muy fuerte, tenía coheteras hechas con restos de un Pucará, ametralladoras; estaba super reforzada, y tenía además una cosa muy homogénea. Hay un detalle en este ataque que vale la pena mencionar. Después de rechazar el ataque al puesto de comando, como ya dije, nos dimos cuenta en ese momento de que los ingleses habían aproximado gente a "caballo" de la costa y que ya, por nuestros efectivos, no podíamos ocupar esas posiciones. Empezamos a recibir fuego de artillería también. Un comando —el capitán J.E.J.— aislado, solo entre los ingleses, consiguió llegar a la parte superior del monte Kent, ubicar y contar todas las bocas de fuego. Nos tiraban treinta y dos cañones, Realmente meritorios eran los comandos. Eran sin duda tropas especiales, gente que vive más allá de la vida y de la muerte, encomiable. Bueno, volvernos a la gente que se había aproximado a "caballo" de la costa y de donde recibíamos fuego. Empezamos ahora a recibir fuego de armas más livianas, es decir, empezaron a acercarse morteros. Nos estaban tirando desde tres kilómetros, y con ellos a unos pocos metros menos, nos podíamos batir con ametralladoras. Bajamos y hubo varios choques de grandes efectivos rechazados, sobre todo en el otro cerro, no en el que yo estaba. Esas noches fueron todas de pequeños o grandes combates pero, sobre todo, permanente fuego de artillería día y noche. Hasta las ocho de la noche la artillería de campaña, y aproximadamente desde las veintidós empezaban los barcos. Tres, cuatro, con una velocidad de disparo tremenda. Tiraban al cerro, como pegando a una pared. Corrían treinta metros, tiraban ahí y otros treinta metros y volvían a tirar, cuadrado por cuadrado. Era como una máquina automática: tá,.. tá... ta... tá, pero contra el cerro, así que uno vibraba todo. Realmente vibraba y caían piedras. A eso hay que agregarle los Harrier, que también aparecían. A partir del dos de junio llegamos a estar por las noches sesenta por Ciento levanta. dos y cuarenta por’ ciento durmiendo. Bueno, volviendo nuevamente al tema de los morteros que acercaron esa noche, ya nos complicaba más porque ésta es un arma que, si no se tiene un radar, es muy difícil de detectar, pues se escucha menos y a uno le sorprende el proyectil. El teniente primero C.A.A., que como relaté, resistía el ataque principal desde otra posición, empleando el fuego de todas sus armas, dio vuelta un mortero y empezó a disparar bengalas permanentemente a los ingleses que nos atacaban a nosotros en el puesto de comando del teniente coronel. Así que pudimos rechazar y definir mucho mejor, pero ahí nomás sobre las bengalas empezó a tirar artillería de ellos y, debo decirlo, con eficacia "execcional" como dice Nimo. Porque la artillería es raro que pegue sin dispersión y esto sucedió como si pusieran el dedo en un lugar y ahí caían cincuenta proyectiles. Eso se debe a equipo y también a entrenamiento. Con una tropa con mucho tiempo de instrucción, nosotros también lográbamos eso. No hablo de cadetes del Colegio Militar o suboficiales, que a ésos uno los tiene en un camión con todos los morteros desarmados y en un lapso de un minuto, a más tardar, están abriendo fuego. A través de estos ataques sacamos mucha experiencia sobre los equipos que convenían; corrimos también nuevamente las armas y reforzamos con tropas. El teniente primero C.A.A., a su vez, estaba bien en contacto con el enemigo, tan en combate casi cuerpo a cuerpo, que trataba de replegar heridos y romper el contacto para poder tirar con armas pesadas. Logró hacerlo, y así pudo rechazarlos. De esa forma, tirándoles con sus propios morteros y ametralladoras. Previamente, había habido combate hasta a diez o quince metros, inclusive heridos nuestros quedaron entre los ingleses, se hicieron los muertos, y gracias a Dios los tenemos acá. Ese fue el segundo ataque. No voy a hablar del estado espiritual que teníamos y de los capellanes que había. Ellos ven una dimensión humana tal vez mayor y superior que la mía, que soy combatiente. Yo miro mucho a la gente, me gusta ver las reacciones y ya a esa altura yo tenía idea de cómo actuaba el personal y evaluábamos con el jefe del regimiento dónde podríamos tener problemas y de qué modo los oficiales de la plana mayor nos haríamos cargo de distintas situaciones. Ya a esa altura tratábamos de modificar lo que la experiencia nos decía. Tácticamente no aprendíamos nada, pese a que, como dije, notamos que tenían una precisión en los fuegos muy superior a nosotros. Ellos tenían mucho equipo para la noche y eso lo advertíamos. En los choques diurnos de patrullas salíamos bien. Tratábamos de ganar el día para, ahí, poner las cosas en claro con los ingleses. Siempre nos iba bien ahí. En ese momento teníamos’ raciones encima para cinco días desde el jefe al soldado (me dicen que las raciones las habían hecho en la Rural), porque ya realmente la cocina no iba más, ya nos habían bombardeado el camión tres o cuatro veces. Ya no los teníamos desde el monte Wall y el Kent solamente, sino también desde nuestra izquierda. Nos estaban amenazando, pero igual el regimiento tenía que quedarse. A retaguardia, a unos cinco o siete kilómetros, teníamos un batallón de Infantería de Marina —el 5— que sería nuestro apoyo, de existir un repliegue. Cambiamos nuevamente las armas de lugar sobre todo las más pesadas y empezamos a preparar ese flanco amenazado. Pero era difícil iniciar una obra, inclusive por el desgaste del personal. Muchas veces no iniciábamos una obra por el hecho de cuidarlos un poco más, para que estuvieran más enteros para la noche. Durante el día prácticamente no dormíamos por la artillería y durante la noche, menos —dos o tres horas de sueño—, por el combate. Esto no se notaba evidentemente pero para esa época teníamos un desgaste no en lo espiritual, pero sí en la parte física. Lo notaba en cosas como que a un hombre se le mojaran los borceguíes y se los dejara, no tratara de secarlos; o cuando el hombre no se toma la molestia de tratar de calentar la comida aunque cueste, cuando al hombre tal vez se lo ve un poco callado. Tengo que decir que la violencia de la guerra ya era total en nuestro caso. Ya a nosotros no nos faltaba nada a ese respecto, pues para esa fecha, alrededor del nueve de junio, estábamos viviendo la totalidad de la guerra. Era una guerra abierta, con todo, vivíamos en combate. En todo movimiento de efectivos que hacíamos nosotros, que tenía que ser al descubierto en los valles, cruzar de un cerro a otro u ocupar posiciones en los lugares adelantados, nos tirábamos mutuamente. Es decir, un hostigamiento total. Había mucho combate, con entrecruzamiento de fuego de ametralladora. Eran combates de fracciones, secciones, que chocaban con los ingleses. Se aproximaban también helicópteros y les respondíamos con fuego de ametralladoras antiaéreas. Ya no solamente escuchábamos la artillería sino que veíamos los hombres, las armas automáticas. Ya sabíamos dónde vivían, quiénes eran y dónde hacían la letrina. Y ellos también de nosotros. En esa situación yo creo, supongo, todos habíamos encomendado nuestras almas a buscar una dignidad por la cual vivir. Lo que significaba que teníamos que estar preparados para las más duras circunstancias. Eso se hablaba con los soldados y el teniente coronel ya había recibido una orden terminante de nuestra situación y de lo que de nosotros esperaban. Esto no quiere decir que se debiera pensar en morir sino en vivir en una patria digna, importante. Sí: teníamos que tener una clara conciencia de que había que batirse hasta el final. Se habló con el jefe del regimiento de esto y pensamos que no nos íbamos a replegar mientras pudiéramos pelear. Y lo íbamos a poder hacer, lo más importante, manteniendo las armas pesadas, de las que no queríamos desprendernos. Si nos replegábamos, temamos que ir por un caminito batidos totalmente por los ingleses y sin armas pesadas. En ese caso íbamos a tener que pelear con FAL contra cañones, morteros y todo lo que pudieran poner los ingleses. O sea, el general J. esperaba de nosotros, y el teniente coronel lo sabía, que no nos replegáramos mientras hubiera una posibilidad de no hacerlo. Yo estaba en un agujero de piedra, a cuatro metros de mí había dos soldados en otro agujero de piedra arriba un cabo y así seguía. Eramos los hombres de las cavernas y compartíamos, es decir, uno prendía un fueguito del lado donde no podían ver los ingleses —para evitar que nos tiraran— y en una lata de aceite de cinco litros poníamos una o dos raciones, no importa de quién. Era vida colectiva, otros tiraban un poco de polenta y comíamos a cuchara, todos reunidos, o nos pasábamos la lata si había mucha artillería. Tomábamos agua del lugar, había agua de charcos, agua elevada. Nuestra gente, nuestro regimiento, se hizo a la vida dura y no nos pasó nada. No tuvimos colitis, disentería, tiada, nada. No teníamos ni resfriados, eso es lo que más sorprendía: que en ese clima realmente duro, ‘no tuviéramos ni un resfriado. Nadie vino a decirme tengo gripe, me duele la cabeza. Sí tuvimos algunos que tuvieron enfriamiento de los pies e inmediatamente, bajo el fuego, se los evacuó. Justamente hay un capitán por el que tengo un sentimiento muy especial realmente de admiración. Este hombre era logístico, un hombre que está a retaguardia llevándole a la primera línea todo lo que sea posible, todo lo que necesite; aunque uno pidiese lo más descabellado, este hombre aparecía con algo. Así apareció con las coheteras del Pucará que, como creo ya dije, usaba para disparar la compañía del teniente primero C.A.A. en una adaptación casera y de ingenio, pues son de avión. Hasta con cacerolas inflables hubiese aparecido.. - con cualquier cosa. No nos olvidemos de la situación crítica en la que llegamos, cuando el bombardeo del lo de mayo destruyó gran parte de nuestro equipo en el aeropuerto, y cómo terminó combatiendo el regimiento. Todo eso se debe a este hombre que nos trajo de todo, nos amontonaba cosas, no nos alcanzaban las manos con que tirarles a los ingleses. Ese era el capitán J.R.F. Este hombre, además, no obstante ser logístico, tomó un jeep de evacuación y llevaba heridos e iba rezando el Rosario de vuelta—bajo el fuego— con los heridos. Y créanme que para un herido que está asustado o lo que sea, en ese momento la palabra de Dios es importante. [/QUOTE]
Insertar citas…
Verificación
Guerra desarrollada entre Argentina y el Reino Unido en 1982
Responder
Inicio
Foros
Area Militar General
Malvinas 1982
La silenciada proeza del cabo Baruzzo
Este sitio usa cookies. Para continuar usando este sitio, se debe aceptar nuestro uso de cookies.
Aceptar
Más información.…
Arriba