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Area Militar General
Malvinas 1982
Las verdaderas bajas inglesas
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<blockquote data-quote="Aulo Plaucio" data-source="post: 66226" data-attributes="member: 11550"><p>En cuanto a las bajas en la guerra del Atlántico Sur, si fueron 255 o más (yo creo que fueron más y esos “más” estuvieron en el “Sheffield”, el “Coventry” y el “Sir Galahad”), me bastan las palabras que el almirante Woodward apuntó en el epílogo de su libro “Los Cien Días”, harto de que los ignorantes minimicen semejante guerra. Las miamas, hablan por sí solas. Dice el marino en la página 357 (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1992):</p><p>“En los años trascurridos desde el cese de las hostilidades en el Atlántico Sur con frecuencia hemos sido obsequiados con la expresión ‘Fue una horrible y pequeña guerra, ¿no?’. Con mucha frecuencia uno oye hablar acerca de cuanto peor han sido las cosas en Ulster, en Malaya, en Corea, en Kenya y otros lugares, donde las cifras de bajas llegan a niveles superiores a los ochocientos en lugar de los doscientos cincuenta y cinco británicos que murieron en las Malvinas y sus alrededores en 1982. La diferencia está en que perdimos esos doscientos cincuenta y cinco hombres en seis semanas precisamente, y no a lo largo de un período de años. Durante ese tiempo yo perdí casi la mitad de los destructores y fragatas con que había comenzado. Las muertes ocurrieron a una velocidad particularmente elevada, más de diez veces peor que lo sufrido por cualquiera de nuestras fuerzas después de la Segunda Guerra Mundial. Las comparaciones con otros conflictos británicos de los cuarenta años anteriores rara vez hacen justicia al valor de las personas que sirvieron en una de las más sangrientas luchas en mucho tiempo, siendo la Marina la que llevó la peor parte, Más de la mitad del total de los muertos provenían de la Royal Navy (ochenta y siete), de los infantes de Marina (veintiséis), de la Marina Mercante (seis) y de la Flota Auxiliar (siete). Por cierto que fue horrible, pero, ¿pequeña? No les pareció así a aquellos que se enfrentaron las oleadas de bombarderos argentinos que volaban a gran velocidad sobre el Estrecho de San Carlos. Como tampoco a aquellos que tuvieron que combatir los incendios, reparar las naves, rescatar a los heridos, sepultar a los muertos, para luego esperar en tenso silencio el siguiente ataque enemigo”.</p><p></p><p>¿Hace falta más respecto de la magnitud de esa guerra en la que Gran Bretaña movilizó alrededor de 125 naves (creo que ni en la Segunda Guerra Mundial lo hizo en tal número)? ¿No son significativas sus palabras, más por provenir del enemigo inglés; de su máxima autoridad?</p><p></p><p>En el prólogo de la misma obra Margaret Thatcher apuntó (pág. 11): “Es históricamente importante porque el almirante nos permite seguir sus pensamientos, sus planes, sus temores, y como oficial de carrera de toda la vida, sus expectativas acerca de aquellos que habrían de luchar con él y bajo sus órdenes, con tanto coraje… CONTRA UN ENEMIGO CASI SUICIDA”.</p><p></p><p>Yo más no puedo pedir, sobre todo cuando me la pasé admirando las proezas de los japoneses en el Pacífico, envidiando su arrojo y coraje, su espíritu de sacrificio y su valor ver que tantos años después, en las heladas aguas del sur nuestras fuerzas asombraron al mundo y llevaron al enemigo a expresarse en tales palabras.</p><p></p><p>Saludos cordiales</p><p></p><p>PD: A vos Thunder, aunque no nos llevemos bien, me pongo de pie al saber que sos ex combatiente</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Aulo Plaucio, post: 66226, member: 11550"] En cuanto a las bajas en la guerra del Atlántico Sur, si fueron 255 o más (yo creo que fueron más y esos “más” estuvieron en el “Sheffield”, el “Coventry” y el “Sir Galahad”), me bastan las palabras que el almirante Woodward apuntó en el epílogo de su libro “Los Cien Días”, harto de que los ignorantes minimicen semejante guerra. Las miamas, hablan por sí solas. Dice el marino en la página 357 (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1992): “En los años trascurridos desde el cese de las hostilidades en el Atlántico Sur con frecuencia hemos sido obsequiados con la expresión ‘Fue una horrible y pequeña guerra, ¿no?’. Con mucha frecuencia uno oye hablar acerca de cuanto peor han sido las cosas en Ulster, en Malaya, en Corea, en Kenya y otros lugares, donde las cifras de bajas llegan a niveles superiores a los ochocientos en lugar de los doscientos cincuenta y cinco británicos que murieron en las Malvinas y sus alrededores en 1982. La diferencia está en que perdimos esos doscientos cincuenta y cinco hombres en seis semanas precisamente, y no a lo largo de un período de años. Durante ese tiempo yo perdí casi la mitad de los destructores y fragatas con que había comenzado. Las muertes ocurrieron a una velocidad particularmente elevada, más de diez veces peor que lo sufrido por cualquiera de nuestras fuerzas después de la Segunda Guerra Mundial. Las comparaciones con otros conflictos británicos de los cuarenta años anteriores rara vez hacen justicia al valor de las personas que sirvieron en una de las más sangrientas luchas en mucho tiempo, siendo la Marina la que llevó la peor parte, Más de la mitad del total de los muertos provenían de la Royal Navy (ochenta y siete), de los infantes de Marina (veintiséis), de la Marina Mercante (seis) y de la Flota Auxiliar (siete). Por cierto que fue horrible, pero, ¿pequeña? No les pareció así a aquellos que se enfrentaron las oleadas de bombarderos argentinos que volaban a gran velocidad sobre el Estrecho de San Carlos. Como tampoco a aquellos que tuvieron que combatir los incendios, reparar las naves, rescatar a los heridos, sepultar a los muertos, para luego esperar en tenso silencio el siguiente ataque enemigo”. ¿Hace falta más respecto de la magnitud de esa guerra en la que Gran Bretaña movilizó alrededor de 125 naves (creo que ni en la Segunda Guerra Mundial lo hizo en tal número)? ¿No son significativas sus palabras, más por provenir del enemigo inglés; de su máxima autoridad? En el prólogo de la misma obra Margaret Thatcher apuntó (pág. 11): “Es históricamente importante porque el almirante nos permite seguir sus pensamientos, sus planes, sus temores, y como oficial de carrera de toda la vida, sus expectativas acerca de aquellos que habrían de luchar con él y bajo sus órdenes, con tanto coraje… CONTRA UN ENEMIGO CASI SUICIDA”. Yo más no puedo pedir, sobre todo cuando me la pasé admirando las proezas de los japoneses en el Pacífico, envidiando su arrojo y coraje, su espíritu de sacrificio y su valor ver que tantos años después, en las heladas aguas del sur nuestras fuerzas asombraron al mundo y llevaron al enemigo a expresarse en tales palabras. Saludos cordiales PD: A vos Thunder, aunque no nos llevemos bien, me pongo de pie al saber que sos ex combatiente [/QUOTE]
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