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Los actores extrarregionales en América Latina (I): China
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<blockquote data-quote="Shadow" data-source="post: 358362" data-attributes="member: 158"><p>El articulo es bastante largo pero completo, vale la pena darle una leida</p><p></p><p></p><p><strong>Los actores extrarregionales en América Latina (I): China</strong></p><p></p><p>Carlos Malamud</p><p>Investigador principal de América Latina, Real Instituto Elcano</p><p></p><p>DT Nº 51/2007 - 13/11/2007 </p><p></p><p>[1]En los últimos, años el tirón del prolongado y sostenido crecimiento económico de la República Popular China ha impulsado de una forma considerable las exportaciones latinoamericanas de productos primarios (hidrocarburos, minerales, alimentos, etc.) a sus mercados y, con ellas, el crecimiento de buena parte de las economías de la región. Este hecho se ha visto confirmado, más recientemente, por la visita del presidente chino, Hu Jintao, y la de otros altos cargos del gobierno de Pekín, a varios países de América Latina.[2] Al mismo tiempo, pero en la dirección contraria, hemos visto a numerosos mandatarios latinoamericanos, de todas las latitudes y de todas las tendencias políticas, peregrinando a la capital de China y a sus principales ciudades, en un intento de consolidar las oportunidades de negocio surgidas en los últimos años, buscando asegurar nuevas inversiones para sus respectivos países y con el ánimo manifiesto de potenciar las relaciones diplomáticas bilaterales. Estos numerosos viajes de ida y vuelta confirman un mutuo y, relativamente, flamante descubrimiento, que habla de un interés creciente de los unos por los otros, y viceversa, en un movimiento que indudablemente va en aumento y, a veces, a una velocidad insospechada.</p><p></p><p>Este interés mutuo ha generado elevadas expectativas por ambas partes, algunas viables y otras totalmente desproporcionadas o desmedidas, que en caso de no cumplirse en un porcentaje significativo podrían terminar provocando agudas frustraciones, especialmente del lado latinoamericano. De algún modo, toda esta situación ha generado una abundante bibliografía en torno a las relaciones sino-latinoamericanas, que son a la vez una muestra y una evidencia del gran interés de analistas y académicos internacionales por estas cuestiones.[3] Junto a ello no hay que olvidar que Argentina, Brasil, Chile, Perú y Venezuela han reconocido a China como un mercado atrayente, mientras China le otorgó a la mayoría de ellos la consideración de “destino turístico”, lo que ha servido para eliminar restricciones para las visitas que los cada vez más numerosos viajeros chinos puedan realizar a buena parte de los paraísos turísticos latinoamericanos. También, habría que agregar que la mirada latinoamericana no sólo se dirige hacia China, sino también a otros países de Asia, comenzando por la India, el otro gran coloso asiático, sin olvidar a Vietnam, Indonesia, Tailandia, Malasia y Singapur, por citar sólo unos pocos ejemplos. Por eso, uno de los objetivos de este trabajo es tratar de identificar cuáles son las principales características del masivo desembarco chino en América Latina y de las expectativas cruzadas de chinos y latinoamericanos ante este movimiento.</p><p></p><p>De una parte están las expectativas de China en América Latina. Al hablar de ellas no se debe olvidar que América Latina sólo es la cuarta prioridad en materia de política exterior china. En primer lugar tenemos a los países de la cuenca del Pacífico (especialmente EEUU y el sudeste asiático), seguidos de Europa y África.[4] De ahí que resulte muy conveniente preguntarse ¿qué espera China de América Latina? En torno a este interrogante hay numerosas cuestiones y problemas, que podrían sintetizarse en las siguientes: (1) garantizarse fuentes de aprovisionamiento continuo y regular de materias primas; (2) el reconocimiento de la República Popular China por aquellos países que todavía no lo han hecho y el aislamiento internacional de Taiwán; (3) la presencia de China en América Latina implica, de alguna manera, un desafío a los EEUU, cuestionados en su propio “patio trasero”; por eso es importante tener presente cómo influye esta cuestión sobre los tiempos y los modos del “desembarco” chino en la región latinoamericana; (4) la expansión china choca permanentemente con los cambios políticos que están ocurriendo en América Latina, y si bien el pragmatismo ha caracterizado las relaciones diplomáticas bilaterales de los chinos con los distintos países americanos en las décadas pasadas, el problema de fondo que se presenta actualmente es cómo ven el giro a la izquierda que teóricamente está teniendo lugar en América Latina y cómo actúan frente al mismo; y (5) la cooperación en materia de Defensa. Por último, tenemos la tan mentada cuestión de la triangulación entre España, China y América Latina, sobre la cual los chinos tienen una mirada más bien escéptica.</p><p></p><p>Simultánea e inversamente están aquellas cuestiones vinculadas a las expectativas que tienen los latinoamericanos respecto a China, lo que explica una larga serie de visitas de mandatarios latinoamericanos a Beijing.[5] ¿Qué espera América Latina de China? Es evidente en este punto que hay que comenzar por lo más elemental, marcando la dificultad de generalizar sobre la región, ya que los puntos positivos y negativos de la relación con China varían de país a país. Es obvio que todos quieren aprovechar en su beneficio las enormes oportunidades económicas que se están produciendo en Asia, comenzando, aunque no terminando, en China, lo que de alguna manera implica no quedarse al margen de los grandes cambios que están ocurriendo en el mundo. De alguna manera, esto significa optar entre la adaptación más o menos forzada, más o menos voluntaria, a la globalización o sólo mantener una apuesta por aprovechar coyunturalmente el tirón de la presencia y de la demanda chinas en la región.</p><p></p><p>En líneas generales se puede decir que nos encontramos frente a los siguientes problemas y cuestiones: (1) la necesidad de poder disponer de mercados internacionales dinámicos y pujantes para las exportaciones de los productos propios; (2) la competencia china con las manufacturas locales, que en algunas circunstancias adquiere una gran dureza; (3) la inversión extranjera directa (IED) de capitales chinos en algunos países concretos y en determinados sectores estratégicos de la región –energía, agricultura extensiva de exportación, minería, etc.–; (4) contrarrestar la presencia e influencia política y económica de los EEUU, e inclusive de la UE en América Latina; y (5) finalmente, hay algunas relaciones bilaterales que, en función del desarrollo político reciente de la región, merecerían alguna reflexión. Se trata de las relaciones entre Cuba y China y Venezuela y China. En este último caso, las expectativas venezolanas pasan por el aporte que puede hacer la República Popular al proceso nacional de rearme y por la posibilidad de que sea China quien permita construir y poner en órbita el satélite Simón Bolívar, el primer satélite con que contaría la república bolivariana.</p><p></p><p><strong>China y América Latina</strong></p><p></p><p>El espectacular crecimiento chino de los últimos años, el aumento exponencial de la demanda (y consiguiente búsqueda) de materias primas y bienes intermedios y la búsqueda de fuentes diversificadas de abastecimiento, así como la constante prospección en pos de nuevos mercados donde colocar sus excedentes manufacturados, son uno de los motivos principales que explican el interés de China por América Latina. Sin embargo, no se trata de una tendencia surgida de forma espontánea, como consecuencia del aumento de sus necesidades más recientes, efectivamente existentes, de determinados productos (especialmente materias primas, minerales y alimentos latinoamericanos, aunque no sólo), sino que es el resultado de una acción planificada a cargo de un Estado fuertemente centralizado y férreamente dirigido por el Partido Comunista Chino, como ha quedado de manifiesto tras la celebración del último Congreso del Partido. Esto implica que no son básicamente los actores económicos los que toman las decisiones acerca de las formas, los modos, los lugares y los ritmos en que esta expansión y esta presencia tienen lugar, sino que es producto de una acción política y diplomática muy planificada y dirigida por los cuadros partidarios, que manejan simultáneamente variables muy diversas.</p><p></p><p>¿Desde cuándo China se interesa por América Latina? Algunos nacionalistas chinos, y otros que no son chinos, vienen sosteniendo que fueron navegantes de ese origen, y no Cristóbal Colón, los verdaderos descubridores de América. La historia de estas teorías se remonta a 1761, cuando un sinólogo francés, J. de Giognes, manifestó algo semejante. Posteriormente algunos académicos chinos apuntaron la posibilidad de que el monje Hui Sheng llegara a México, Fusang en mandarín, en el siglo V. Y más recientemente, en 2003, se publicó el libro de Gavin Menzies, 1421 – The Year China Discovered America. El protagonista de la hazaña habría sido Zhen He, aunque en el más que hipotético caso de haberse producido su impacto no fue, en absoluto, ni por su trascendencia ni por sus consecuencias, un fenómeno similar al de la hazaña colombina.[6]</p><p></p><p>Pero, especulaciones más que improbables al margen, lo cierto es que hoy estamos frente a un verdadero redescubrimiento de América, especialmente de América Latina, por parte de China. Pero no se trata de una cuestión dejada al azar, ya que la República Popular ha invertido recursos físicos y humanos en el desarrollo de think-tanks especializados en analizar la realidad política, económica y social latinoamericana. Estos son los casos del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Academia China de Ciencias Sociales y del Departamento de Estudios de América Latina del Partido Comunista Chino.[7]</p><p></p><p>Este redescubrimiento implica que estamos frente a un verdadero y genuino interés de los chinos por América Latina, palpable en buena parte de los países de la región, como prueba el hecho de que en los últimos cinco años, China ha incrementado en más de un 600% sus importaciones de productos latinoamericanos, invierte unos 1.000 millones de dólares anuales en América Latina, envía docenas de misiones de entrenamiento militar, se ha convertido en observador en la Organización de Estados Americanos (OEA) y espera serlo en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entre 2008 y 2009. De este modo vemos como la presencia china se manifiesta en diferentes planos: bilateral, subregional e interregional. También inciden algunas cuestiones geoestratégicas vinculadas al tráfico marítimo internacional, como muestra su gran interés en todo lo referente al Canal de Panamá y otras rutas transpacíficas.[8]</p><p></p><p>A la hora de diseñar su política exterior hacia la región, y desde una perspectiva regional, se ha creado el Foro China-América Latina, mientras que desde la subregional, el gobierno de Beijing ha establecido mecanismos de diálogo con Mercosur y la CAN (Comunidad Andina de Naciones), los dos principales procesos de integración regional del continente. Con el tercero, el centroamericano, y por motivos que analizaremos más adelante, las relaciones son más complejas, al estar por medio el reconocimiento al gobierno de Taipei por parte de algunos países de la región.</p><p></p><p>El acercamiento chino a Mercosur tiene tres objetivos principales: (1) intentar neutralizar, o al menos minimizar, la relación de Paraguay con Taiwán (Paraguay es el único país del Mercosur que todavía reconoce a Taiwán); (2) aumentar la cooperación bilateral con los países más importantes del bloque (especialmente Brasil y Argentina) en todo lo relativo al aprovisionamiento de materias primas; y (3) potenciar el papel de los puertos chilenos (aunque Chile es sólo un observador del Mercosur) como plataforma para la importación y exportación de sus productos.</p><p></p><p>Por último, bilateralmente China ha desarrollado “alianzas estratégicas” con Argentina, Brasil y México, mientras con Venezuela mantiene una “alianza estratégica para el desarrollo común”. Sin embargo, el primer acuerdo de libre comercio (TLC) firmado por China con cualquier país de América Latina ha sido con Chile (el gran campeón latinoamericano en la materia), de quien le interesan no sólo sus minerales, especialmente el cobre, sino también, y en primer lugar, sus puertos de aguas profundas que permitirían potenciar el comercio entre China y los países de América del Sur. Las relaciones con otros países andinos, como Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, entran dentro de la categoría de las relacione de cooperación globales. Es el mismo tipo de relación que se mantiene con Cuba, pese al interés del régimen castrista de mejorar sustancialmente una relación definida como modélica por el gobierno de La Habana, y que gracias al apoyo financiero chino le ha permitido vencer algunas de las complicaciones económicas heredadas del llamado “período especial”. Si bien en todos los casos recién mencionados, especialmente en el último, existe el potencial para pasar a una alianza estratégica bilateral con China, estos pasos aún no se han terminado de dar.</p><p></p><p>Las materias primas, el comercio exterior y las inversiones chinas</p><p>El interés chino en América Latina comenzó por la energía, ciertos metales, como el cobre, y algunos recursos naturales sudamericanos, comenzando por la soja. De todas formas, es importante señalar que para China es mucho más importante, tanto cuantitativa como cualitativamente, su relación con los EEUU. Se trata de un tema que los responsables políticos chinos tienen muy claro y que fija ciertos límites autoimpuestos a las actividades chinas en la región. Esta cuestión incluye el acceso decisivo a los mercados de estadounidenses para las miles de toneladas de productos manufacturados chinos que allí se venden y el hecho de que China sea uno de los mayores tenedores de bonos norteamericanos. De momento, el interés chino por EEUU es muy superior a todo lo que le puede ofrecer América Latina, incluyendo el hoy por hoy relativamente caro petróleo venezolano. No en vano, China es el segundo socio comercial de EEUU, después de Canadá. Tampoco se puede olvidar el pragmatismo de Beijing frente a la gran superpotencia mundial, especialmente visible en todo lo que hace a su política exterior y a las materias de seguridad y defensa. Por eso, a China le resulta más importante asegurar la continuidad en el abastecimiento de los productos que demanda que lanzarse a nuevas aventuras políticas en América Latina. De ahí tanto su apuesta por la estabilidad, como por no dar un paso sin medir previamente todas las consecuencias del mismo.</p><p></p><p>El petróleo es uno de los productos más buscados por los chinos (América Latina tiene el 14% de todas las reservas mundiales) y esto explica, en buena medida, su interés en los países productores de hidrocarburos, como Venezuela, Brasil, Colombia, Ecuador e, inclusive, México y Argentina. Esto le ha llevado a desarrollar ciertas “alianzas estratégicas” bilaterales, como las mencionadas más arriba. De este modo, Sinopec, la empresa china líder en la materia, está desarrollado algunos proyectos importantes en diversos países de la región. Además del petróleo hay otras materias primas que interesan especialmente a los chinos, en especial los minerales y alimentos. Brasil, por ejemplo, posee uranio y soja, pero también determinados productos manufacturados, como los aviones de Embraer. El interés chino en los alimentos latinoamericanos se relaciona con la enorme población que tiene que alimentar y la baja productividad de su agricultura nacional. Esto hace que les sea mucho más rentable comprar a buen precio alimentos latinoamericanos que impulsar la transformación y modernización del conjunto de su producción agraria.</p><p></p><p>Los mercados latinoamericanos son cada vez más interesantes para las exportaciones de manufacturas chinas. Por eso, las autoridades y los exportadores chinos están cada vez más preocupados frente a algunas medidas proteccionistas, especialmente antidumping, que intentan imponer algunos sectores productores. También, aunque de momento el tono del mensaje es menos enfático, se ve con creciente preocupación la deriva nacionalista de ciertos gobiernos, como la nacionalización de los hidrocarburos decretada por el gobierno boliviano de Evo Morales. En esta línea, los intereses chinos en el sector petrolero de Ecuador ya han tenido algunos problemas con el gobierno de Rafael Correa, aunque de momento la preferencia de ciertos gobiernos por las empresas públicas o estatales favorece a los grandes conglomerados chinos. De algún modo, el entorno populista, cada vez más intervencionista, no es el más favorable para la inversión china, pese a que la retórica pueda marchar en otra dirección.</p><p></p><p>En ocasión de la gira de 2004 del presidente Hu a América Latina, comenzaron a circular abundantes rumores sobre un enorme paquete de inversiones chinas en la región, que algunas fuentes cifraron en torno a los 100.000 millones de dólares. Estas inversiones deberían producirse antes de 2015 y básicamente se concentrarían en Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Venezuela. Por lo general, las noticias partieron bien de los gobiernos teóricamente implicados, bien de sectores próximos a los mismos. Uno de los casos más notorios fue el de Argentina, ya que las fuentes gubernamentales, comenzando por el propio presidente Néstor Kirchner, dijeron que se esperaba una inversión en torno a los 15.000 y 20.000 millones de dólares. Sin embargo, fuentes chinas han negado categóricamente la existencia de tales cifras, que redujeron considerablemente a unos pocos miles de millones.[9] En realidad, la inversión china, la IED, se concentra básicamente en Asia, aunque en 2005 América Latina ha recibido 659 millones de dólares, un 16% del total. También es importante señalar que China y América Latina no compiten directamente en la búsqueda de fuentes de inversión extranjera. China se beneficia de inversiones básicamente asiáticas, mientras a América Latina llegan las provenientes de Europa y EEUU.</p><p></p><p>Según los datos proporcionados por la CEPAL (Comisión Económica de Naciones Unidas para América Latina y el Caribe) para 2005, América Latina y el Caribe recibieron 68.000 millones de dólares de IED. Si desagregamos esa cifra por país de origen, los principales inversores en la región son: EEUU (39%), Países Bajos (12%) y España (6%). Por su escaso volumen (menos del 1%), no aparecen datos de la inversión china, que figuran incluidos en el apartado de “Otros”. Esto ha llevado a algunos analistas a hablar de “cuentos chinos” en lo relativo a la IED china en América Latina, dada la escasa entidad alcanzada hasta la fecha y las enormes expectativas que habían surgido. Sin embargo, se trata de una cuestión que no hay que despreciar y que requerirá un mayor seguimiento en el futuro.</p><p></p><p><strong>Taiwán y el reconocimiento de la República Popular</strong></p><p></p><p>Desde la perspectiva política, uno de los objetivos principales de la República Popular en América Latina pasa más por aislar a Taiwán que en impulsar el pleno reconocimiento del gobierno de Beijing. No hay que olvidar que de los 27 países que en la actualidad reconocen diplomáticamente a Taipei, 12 son latinoamericanos y del Caribe, aunque algunos tienen relaciones con ambos.[10] Quizá sea éste el componente más tradicional de la política exterior china hacia América Latina, ya que se trata de una tendencia existente desde comienzos de la segunda mitad del siglo XX. En ese momento, todo el continente americano le daba la espalda a la República Popular y apostaba por mantener lazos diplomáticos con Taipei.</p><p></p><p>Cuba fue el primer país latinoamericano en reconocer a la República Popular China, en 1960, aunque durante mucho tiempo el alineamiento de Fidel Castro con la extinta Unión Soviética dificultó enormemente las relaciones bilaterales y enfrió algunos proyectos que habían comenzado a tejerse en función de la cercanía ideológica. La presencia china en la región aumentó a partir de 1970, cuando Chile reconoció al gobierno de Beijing. A partir de entonces, todos los países sudamericanos, menos Paraguay, siguieron la misma senda. Uruguay, en 1988, fue el último país de América del Sur en dar la espalda a Taiwán. El mismo camino fue recorrido por México, y más recientemente por Costa Rica, de modo que Paraguay y la mayor parte de los países de América Central (El Salvador, Guatemala y Honduras; Nicaragua, que durante el gobierno sandinista había reconocido a la República Popular, retornó posteriormente a sus antiguos vínculos) son los únicos que hoy siguen apoyando a Taiwán. Panamá reconoce tanto al gobierno de Beijing como al de Taiwán, aunque esto no excluye que Taipei lo siga considerando uno de sus mejores aliados en el mundo.</p><p></p><p>Continua...</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Shadow, post: 358362, member: 158"] El articulo es bastante largo pero completo, vale la pena darle una leida [B]Los actores extrarregionales en América Latina (I): China[/B] Carlos Malamud Investigador principal de América Latina, Real Instituto Elcano DT Nº 51/2007 - 13/11/2007 [1]En los últimos, años el tirón del prolongado y sostenido crecimiento económico de la República Popular China ha impulsado de una forma considerable las exportaciones latinoamericanas de productos primarios (hidrocarburos, minerales, alimentos, etc.) a sus mercados y, con ellas, el crecimiento de buena parte de las economías de la región. Este hecho se ha visto confirmado, más recientemente, por la visita del presidente chino, Hu Jintao, y la de otros altos cargos del gobierno de Pekín, a varios países de América Latina.[2] Al mismo tiempo, pero en la dirección contraria, hemos visto a numerosos mandatarios latinoamericanos, de todas las latitudes y de todas las tendencias políticas, peregrinando a la capital de China y a sus principales ciudades, en un intento de consolidar las oportunidades de negocio surgidas en los últimos años, buscando asegurar nuevas inversiones para sus respectivos países y con el ánimo manifiesto de potenciar las relaciones diplomáticas bilaterales. Estos numerosos viajes de ida y vuelta confirman un mutuo y, relativamente, flamante descubrimiento, que habla de un interés creciente de los unos por los otros, y viceversa, en un movimiento que indudablemente va en aumento y, a veces, a una velocidad insospechada. Este interés mutuo ha generado elevadas expectativas por ambas partes, algunas viables y otras totalmente desproporcionadas o desmedidas, que en caso de no cumplirse en un porcentaje significativo podrían terminar provocando agudas frustraciones, especialmente del lado latinoamericano. De algún modo, toda esta situación ha generado una abundante bibliografía en torno a las relaciones sino-latinoamericanas, que son a la vez una muestra y una evidencia del gran interés de analistas y académicos internacionales por estas cuestiones.[3] Junto a ello no hay que olvidar que Argentina, Brasil, Chile, Perú y Venezuela han reconocido a China como un mercado atrayente, mientras China le otorgó a la mayoría de ellos la consideración de “destino turístico”, lo que ha servido para eliminar restricciones para las visitas que los cada vez más numerosos viajeros chinos puedan realizar a buena parte de los paraísos turísticos latinoamericanos. También, habría que agregar que la mirada latinoamericana no sólo se dirige hacia China, sino también a otros países de Asia, comenzando por la India, el otro gran coloso asiático, sin olvidar a Vietnam, Indonesia, Tailandia, Malasia y Singapur, por citar sólo unos pocos ejemplos. Por eso, uno de los objetivos de este trabajo es tratar de identificar cuáles son las principales características del masivo desembarco chino en América Latina y de las expectativas cruzadas de chinos y latinoamericanos ante este movimiento. De una parte están las expectativas de China en América Latina. Al hablar de ellas no se debe olvidar que América Latina sólo es la cuarta prioridad en materia de política exterior china. En primer lugar tenemos a los países de la cuenca del Pacífico (especialmente EEUU y el sudeste asiático), seguidos de Europa y África.[4] De ahí que resulte muy conveniente preguntarse ¿qué espera China de América Latina? En torno a este interrogante hay numerosas cuestiones y problemas, que podrían sintetizarse en las siguientes: (1) garantizarse fuentes de aprovisionamiento continuo y regular de materias primas; (2) el reconocimiento de la República Popular China por aquellos países que todavía no lo han hecho y el aislamiento internacional de Taiwán; (3) la presencia de China en América Latina implica, de alguna manera, un desafío a los EEUU, cuestionados en su propio “patio trasero”; por eso es importante tener presente cómo influye esta cuestión sobre los tiempos y los modos del “desembarco” chino en la región latinoamericana; (4) la expansión china choca permanentemente con los cambios políticos que están ocurriendo en América Latina, y si bien el pragmatismo ha caracterizado las relaciones diplomáticas bilaterales de los chinos con los distintos países americanos en las décadas pasadas, el problema de fondo que se presenta actualmente es cómo ven el giro a la izquierda que teóricamente está teniendo lugar en América Latina y cómo actúan frente al mismo; y (5) la cooperación en materia de Defensa. Por último, tenemos la tan mentada cuestión de la triangulación entre España, China y América Latina, sobre la cual los chinos tienen una mirada más bien escéptica. Simultánea e inversamente están aquellas cuestiones vinculadas a las expectativas que tienen los latinoamericanos respecto a China, lo que explica una larga serie de visitas de mandatarios latinoamericanos a Beijing.[5] ¿Qué espera América Latina de China? Es evidente en este punto que hay que comenzar por lo más elemental, marcando la dificultad de generalizar sobre la región, ya que los puntos positivos y negativos de la relación con China varían de país a país. Es obvio que todos quieren aprovechar en su beneficio las enormes oportunidades económicas que se están produciendo en Asia, comenzando, aunque no terminando, en China, lo que de alguna manera implica no quedarse al margen de los grandes cambios que están ocurriendo en el mundo. De alguna manera, esto significa optar entre la adaptación más o menos forzada, más o menos voluntaria, a la globalización o sólo mantener una apuesta por aprovechar coyunturalmente el tirón de la presencia y de la demanda chinas en la región. En líneas generales se puede decir que nos encontramos frente a los siguientes problemas y cuestiones: (1) la necesidad de poder disponer de mercados internacionales dinámicos y pujantes para las exportaciones de los productos propios; (2) la competencia china con las manufacturas locales, que en algunas circunstancias adquiere una gran dureza; (3) la inversión extranjera directa (IED) de capitales chinos en algunos países concretos y en determinados sectores estratégicos de la región –energía, agricultura extensiva de exportación, minería, etc.–; (4) contrarrestar la presencia e influencia política y económica de los EEUU, e inclusive de la UE en América Latina; y (5) finalmente, hay algunas relaciones bilaterales que, en función del desarrollo político reciente de la región, merecerían alguna reflexión. Se trata de las relaciones entre Cuba y China y Venezuela y China. En este último caso, las expectativas venezolanas pasan por el aporte que puede hacer la República Popular al proceso nacional de rearme y por la posibilidad de que sea China quien permita construir y poner en órbita el satélite Simón Bolívar, el primer satélite con que contaría la república bolivariana. [B]China y América Latina[/B] El espectacular crecimiento chino de los últimos años, el aumento exponencial de la demanda (y consiguiente búsqueda) de materias primas y bienes intermedios y la búsqueda de fuentes diversificadas de abastecimiento, así como la constante prospección en pos de nuevos mercados donde colocar sus excedentes manufacturados, son uno de los motivos principales que explican el interés de China por América Latina. Sin embargo, no se trata de una tendencia surgida de forma espontánea, como consecuencia del aumento de sus necesidades más recientes, efectivamente existentes, de determinados productos (especialmente materias primas, minerales y alimentos latinoamericanos, aunque no sólo), sino que es el resultado de una acción planificada a cargo de un Estado fuertemente centralizado y férreamente dirigido por el Partido Comunista Chino, como ha quedado de manifiesto tras la celebración del último Congreso del Partido. Esto implica que no son básicamente los actores económicos los que toman las decisiones acerca de las formas, los modos, los lugares y los ritmos en que esta expansión y esta presencia tienen lugar, sino que es producto de una acción política y diplomática muy planificada y dirigida por los cuadros partidarios, que manejan simultáneamente variables muy diversas. ¿Desde cuándo China se interesa por América Latina? Algunos nacionalistas chinos, y otros que no son chinos, vienen sosteniendo que fueron navegantes de ese origen, y no Cristóbal Colón, los verdaderos descubridores de América. La historia de estas teorías se remonta a 1761, cuando un sinólogo francés, J. de Giognes, manifestó algo semejante. Posteriormente algunos académicos chinos apuntaron la posibilidad de que el monje Hui Sheng llegara a México, Fusang en mandarín, en el siglo V. Y más recientemente, en 2003, se publicó el libro de Gavin Menzies, 1421 – The Year China Discovered America. El protagonista de la hazaña habría sido Zhen He, aunque en el más que hipotético caso de haberse producido su impacto no fue, en absoluto, ni por su trascendencia ni por sus consecuencias, un fenómeno similar al de la hazaña colombina.[6] Pero, especulaciones más que improbables al margen, lo cierto es que hoy estamos frente a un verdadero redescubrimiento de América, especialmente de América Latina, por parte de China. Pero no se trata de una cuestión dejada al azar, ya que la República Popular ha invertido recursos físicos y humanos en el desarrollo de think-tanks especializados en analizar la realidad política, económica y social latinoamericana. Estos son los casos del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Academia China de Ciencias Sociales y del Departamento de Estudios de América Latina del Partido Comunista Chino.[7] Este redescubrimiento implica que estamos frente a un verdadero y genuino interés de los chinos por América Latina, palpable en buena parte de los países de la región, como prueba el hecho de que en los últimos cinco años, China ha incrementado en más de un 600% sus importaciones de productos latinoamericanos, invierte unos 1.000 millones de dólares anuales en América Latina, envía docenas de misiones de entrenamiento militar, se ha convertido en observador en la Organización de Estados Americanos (OEA) y espera serlo en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entre 2008 y 2009. De este modo vemos como la presencia china se manifiesta en diferentes planos: bilateral, subregional e interregional. También inciden algunas cuestiones geoestratégicas vinculadas al tráfico marítimo internacional, como muestra su gran interés en todo lo referente al Canal de Panamá y otras rutas transpacíficas.[8] A la hora de diseñar su política exterior hacia la región, y desde una perspectiva regional, se ha creado el Foro China-América Latina, mientras que desde la subregional, el gobierno de Beijing ha establecido mecanismos de diálogo con Mercosur y la CAN (Comunidad Andina de Naciones), los dos principales procesos de integración regional del continente. Con el tercero, el centroamericano, y por motivos que analizaremos más adelante, las relaciones son más complejas, al estar por medio el reconocimiento al gobierno de Taipei por parte de algunos países de la región. El acercamiento chino a Mercosur tiene tres objetivos principales: (1) intentar neutralizar, o al menos minimizar, la relación de Paraguay con Taiwán (Paraguay es el único país del Mercosur que todavía reconoce a Taiwán); (2) aumentar la cooperación bilateral con los países más importantes del bloque (especialmente Brasil y Argentina) en todo lo relativo al aprovisionamiento de materias primas; y (3) potenciar el papel de los puertos chilenos (aunque Chile es sólo un observador del Mercosur) como plataforma para la importación y exportación de sus productos. Por último, bilateralmente China ha desarrollado “alianzas estratégicas” con Argentina, Brasil y México, mientras con Venezuela mantiene una “alianza estratégica para el desarrollo común”. Sin embargo, el primer acuerdo de libre comercio (TLC) firmado por China con cualquier país de América Latina ha sido con Chile (el gran campeón latinoamericano en la materia), de quien le interesan no sólo sus minerales, especialmente el cobre, sino también, y en primer lugar, sus puertos de aguas profundas que permitirían potenciar el comercio entre China y los países de América del Sur. Las relaciones con otros países andinos, como Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, entran dentro de la categoría de las relacione de cooperación globales. Es el mismo tipo de relación que se mantiene con Cuba, pese al interés del régimen castrista de mejorar sustancialmente una relación definida como modélica por el gobierno de La Habana, y que gracias al apoyo financiero chino le ha permitido vencer algunas de las complicaciones económicas heredadas del llamado “período especial”. Si bien en todos los casos recién mencionados, especialmente en el último, existe el potencial para pasar a una alianza estratégica bilateral con China, estos pasos aún no se han terminado de dar. Las materias primas, el comercio exterior y las inversiones chinas El interés chino en América Latina comenzó por la energía, ciertos metales, como el cobre, y algunos recursos naturales sudamericanos, comenzando por la soja. De todas formas, es importante señalar que para China es mucho más importante, tanto cuantitativa como cualitativamente, su relación con los EEUU. Se trata de un tema que los responsables políticos chinos tienen muy claro y que fija ciertos límites autoimpuestos a las actividades chinas en la región. Esta cuestión incluye el acceso decisivo a los mercados de estadounidenses para las miles de toneladas de productos manufacturados chinos que allí se venden y el hecho de que China sea uno de los mayores tenedores de bonos norteamericanos. De momento, el interés chino por EEUU es muy superior a todo lo que le puede ofrecer América Latina, incluyendo el hoy por hoy relativamente caro petróleo venezolano. No en vano, China es el segundo socio comercial de EEUU, después de Canadá. Tampoco se puede olvidar el pragmatismo de Beijing frente a la gran superpotencia mundial, especialmente visible en todo lo que hace a su política exterior y a las materias de seguridad y defensa. Por eso, a China le resulta más importante asegurar la continuidad en el abastecimiento de los productos que demanda que lanzarse a nuevas aventuras políticas en América Latina. De ahí tanto su apuesta por la estabilidad, como por no dar un paso sin medir previamente todas las consecuencias del mismo. El petróleo es uno de los productos más buscados por los chinos (América Latina tiene el 14% de todas las reservas mundiales) y esto explica, en buena medida, su interés en los países productores de hidrocarburos, como Venezuela, Brasil, Colombia, Ecuador e, inclusive, México y Argentina. Esto le ha llevado a desarrollar ciertas “alianzas estratégicas” bilaterales, como las mencionadas más arriba. De este modo, Sinopec, la empresa china líder en la materia, está desarrollado algunos proyectos importantes en diversos países de la región. Además del petróleo hay otras materias primas que interesan especialmente a los chinos, en especial los minerales y alimentos. Brasil, por ejemplo, posee uranio y soja, pero también determinados productos manufacturados, como los aviones de Embraer. El interés chino en los alimentos latinoamericanos se relaciona con la enorme población que tiene que alimentar y la baja productividad de su agricultura nacional. Esto hace que les sea mucho más rentable comprar a buen precio alimentos latinoamericanos que impulsar la transformación y modernización del conjunto de su producción agraria. Los mercados latinoamericanos son cada vez más interesantes para las exportaciones de manufacturas chinas. Por eso, las autoridades y los exportadores chinos están cada vez más preocupados frente a algunas medidas proteccionistas, especialmente antidumping, que intentan imponer algunos sectores productores. También, aunque de momento el tono del mensaje es menos enfático, se ve con creciente preocupación la deriva nacionalista de ciertos gobiernos, como la nacionalización de los hidrocarburos decretada por el gobierno boliviano de Evo Morales. En esta línea, los intereses chinos en el sector petrolero de Ecuador ya han tenido algunos problemas con el gobierno de Rafael Correa, aunque de momento la preferencia de ciertos gobiernos por las empresas públicas o estatales favorece a los grandes conglomerados chinos. De algún modo, el entorno populista, cada vez más intervencionista, no es el más favorable para la inversión china, pese a que la retórica pueda marchar en otra dirección. En ocasión de la gira de 2004 del presidente Hu a América Latina, comenzaron a circular abundantes rumores sobre un enorme paquete de inversiones chinas en la región, que algunas fuentes cifraron en torno a los 100.000 millones de dólares. Estas inversiones deberían producirse antes de 2015 y básicamente se concentrarían en Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Venezuela. Por lo general, las noticias partieron bien de los gobiernos teóricamente implicados, bien de sectores próximos a los mismos. Uno de los casos más notorios fue el de Argentina, ya que las fuentes gubernamentales, comenzando por el propio presidente Néstor Kirchner, dijeron que se esperaba una inversión en torno a los 15.000 y 20.000 millones de dólares. Sin embargo, fuentes chinas han negado categóricamente la existencia de tales cifras, que redujeron considerablemente a unos pocos miles de millones.[9] En realidad, la inversión china, la IED, se concentra básicamente en Asia, aunque en 2005 América Latina ha recibido 659 millones de dólares, un 16% del total. También es importante señalar que China y América Latina no compiten directamente en la búsqueda de fuentes de inversión extranjera. China se beneficia de inversiones básicamente asiáticas, mientras a América Latina llegan las provenientes de Europa y EEUU. Según los datos proporcionados por la CEPAL (Comisión Económica de Naciones Unidas para América Latina y el Caribe) para 2005, América Latina y el Caribe recibieron 68.000 millones de dólares de IED. Si desagregamos esa cifra por país de origen, los principales inversores en la región son: EEUU (39%), Países Bajos (12%) y España (6%). Por su escaso volumen (menos del 1%), no aparecen datos de la inversión china, que figuran incluidos en el apartado de “Otros”. Esto ha llevado a algunos analistas a hablar de “cuentos chinos” en lo relativo a la IED china en América Latina, dada la escasa entidad alcanzada hasta la fecha y las enormes expectativas que habían surgido. Sin embargo, se trata de una cuestión que no hay que despreciar y que requerirá un mayor seguimiento en el futuro. [B]Taiwán y el reconocimiento de la República Popular[/B] Desde la perspectiva política, uno de los objetivos principales de la República Popular en América Latina pasa más por aislar a Taiwán que en impulsar el pleno reconocimiento del gobierno de Beijing. No hay que olvidar que de los 27 países que en la actualidad reconocen diplomáticamente a Taipei, 12 son latinoamericanos y del Caribe, aunque algunos tienen relaciones con ambos.[10] Quizá sea éste el componente más tradicional de la política exterior china hacia América Latina, ya que se trata de una tendencia existente desde comienzos de la segunda mitad del siglo XX. En ese momento, todo el continente americano le daba la espalda a la República Popular y apostaba por mantener lazos diplomáticos con Taipei. Cuba fue el primer país latinoamericano en reconocer a la República Popular China, en 1960, aunque durante mucho tiempo el alineamiento de Fidel Castro con la extinta Unión Soviética dificultó enormemente las relaciones bilaterales y enfrió algunos proyectos que habían comenzado a tejerse en función de la cercanía ideológica. La presencia china en la región aumentó a partir de 1970, cuando Chile reconoció al gobierno de Beijing. A partir de entonces, todos los países sudamericanos, menos Paraguay, siguieron la misma senda. Uruguay, en 1988, fue el último país de América del Sur en dar la espalda a Taiwán. El mismo camino fue recorrido por México, y más recientemente por Costa Rica, de modo que Paraguay y la mayor parte de los países de América Central (El Salvador, Guatemala y Honduras; Nicaragua, que durante el gobierno sandinista había reconocido a la República Popular, retornó posteriormente a sus antiguos vínculos) son los únicos que hoy siguen apoyando a Taiwán. Panamá reconoce tanto al gobierno de Beijing como al de Taiwán, aunque esto no excluye que Taipei lo siga considerando uno de sus mejores aliados en el mundo. Continua... [/QUOTE]
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