Menú
Inicio
Visitar el Sitio Zona Militar
Foros
Nuevos mensajes
Buscar en los foros
Qué hay de nuevo
Nuevos mensajes
Última actividad
Miembros
Visitantes actuales
Entrar
Registrarse
Novedades
Buscar
Buscar
Buscar sólo en títulos
Por:
Nuevos mensajes
Buscar en los foros
Menú
Entrar
Registrarse
Inicio
Foros
Area Militar General
Temas de Defensa General
Los medios de prensa en situaciones de crisis
JavaScript is disabled. For a better experience, please enable JavaScript in your browser before proceeding.
Estás usando un navegador obsoleto. No se pueden mostrar estos u otros sitios web correctamente.
Se debe actualizar o usar un
navegador alternativo
.
Responder al tema
Mensaje
<blockquote data-quote="Willypicapiedra" data-source="post: 598790" data-attributes="member: 162"><p>La Segunda Guerra Mundial, un momento de transición</p><p></p><p>Hemos visto, hasta ahora, cómo la presencia del periodismo en los teatros de operaciones comenzó a tener influencia sobre el desarrollo de las operaciones, en la medida que sus despachos podían influenciar a los lectores -potenciales votantes- respecto de las decisiones que los gobiernos podían tomar en relación con la guerra. En la Segunda Guerra Mundial (IIGM), la relación entre la prensa y los militares comenzó a sufrir modificaciones, ya que los mandos militares tomaban conciencia de la importancia de mantener una política hacia ese factor, que posibilitara un menor entorpecimiento del accionar de la misma por sobre el desempeño militar. Cabe mencionar, que entre los años 1936 y 1939, Europa fue testigo de la denominada Guerra Civil Española, en la cual, si bien existió una importante presencia de corresponsales -especialmente extranjeros-, en España, el periodismo fue empleado por los bandos en oposición como un arma propagandística para la conducción de la guerra y el sostenimiento del público interno de retaguardia. Además, como lo mencionamos al principio, ninguno de los oponentes tenía una especial vocación en favor de la libertad de prensa, por lo que el ejemplo español no puede ser tomado en consideración para el presente estudio.</p><p>Para analizar la relación prensa - militares en la IIGM, creemos que resulta válido establecer, como línea divisoria de etapas, aquella que marca la aparición de los EE.UU., como el principal país responsable del liderazgo del esfuerzo de guerra contra la Alemania de Hitler. En efecto, fue con la masiva acción de las tropas norteamericanas en los diferentes teatros de operaciones, cuando la presencia de periodistas -especialmente de ese país- resultó fácilmente distinguible en todos los frentes, y en prácticamente todos los niveles de comando. Esta presencia logró que el público en sus hogares, lejos de los campos de batalla donde se desarrollaban las acciones militares, recibiera un gran flujo de información relacionada con las mismas. En esta guerra, la mejora de las comunicaciones había acortado aún más el tiempo en que los reportes arribaban a las redacciones de periódicos y radios, por lo que su difusión tan rápida contribuía aun más, a impactar la opinión pública. Sin embargo, el sentido de cruzada contra los enemigos de la libertad, que líderes como Churchill y De Gaulle habían logrado insertar en la opinión pública de su países, hizo que cuando se produjeran presiones de la prensa sobre el desarrollo de las operaciones, en general no tuvieran mayor eco entre la población civil. En efecto, cuando a comienzos de 1942, el gobierno inglés se enfrentó a una fortísima campaña de prensa en contra de los desastrosos resultados obtenidos en puntos tan distantes del planeta como Malasia, Birmania, Tobruck y Singapur, la misma tuvo gran influencia en algunos miembros de la Cámara de los Comunes, pero escasa repercusión en la población, la que mayoritariamente apoyaba al gobierno.</p><p>Este sentimiento de cruzada, que prácticamente acompañó a la opinión pública aliada en los seis años de guerra, probablemente haya sido el soporte mediante el cual, hechos negativos con gran repercusión en los medios de prensa, no tuvieron influencia en la guerra. Sin embargo, un ejemplo puede ser útil a la hora de demostrar cómo el poder de la prensa pudo manifestarse, incluso cuando la opinión pública apoyara masivamente el esfuerzo de guerra. </p><p>En 1943, en plena campaña de Sicilia, el comandante del 7mo Ejército de los EE.UU. era el Grl George Patton, quien se había destacado como conductor militar en el Norte de África. En el transcurso de una visita a soldados heridos en el 93er Hospital de Evacuación, el general, luego de condecorar a varios heridos y de rezar en el lecho de quienes estaban en trance de morir, se encontró con el soldado Paul Bennett de la 13ra Brigada de Artillería, quien se encontraba en el hospital, ya que no soportaba hallarse bajo el fuego de la artillería enemiga. Patton reaccionó entonces airadamente, y llegó a desenfundar una pistola, amenazando al soldado con matarlo si inmediatamente no regresaba al frente de guerra. Esta actitud, y la repetición de la misma en una circunstancia similar, tuvieron una amplísima cobertura en la prensa aliada, y el clamor hizo que fuera necesario que el Grl Eisenhower relevara a Patton luego de la campaña. Este hecho influenció en las futuras operaciones, ya que el Grl Patton fue relegado a un plano totalmente secundario para el planeamiento de la operación de invasión a Francia, permitiendo que el Grl Bradley ocupara una posición de mando que, hasta el momento de los incidentes, claramente le pertenecía a Patton, quien poseía una capacidad para el empleo del poder militar muy superior a la de la persona designada.</p><p></p><p></p><p>De Vietnam a la Guerra del Golfo, dos enfoques diferentes </p><p></p><p>Probablemente, la guerra de Vietnam, y particularmente el período delimitado por la participación activa de los EE.UU. en ella, sea el que más experiencias ha otorgado, acerca de las dificultades que para la conducción de la guerra puede traer una mala relación entre la prensa y la conducción militar o política de la guerra. En esta guerra, y prácticamente desde el comienzo de la intervención norteamericana, la prensa fue un factor cuasi omnipresente en todo el teatro de operaciones del Sudeste asiático. La posición desde la que el periodismo trató a esta guerra fue, quizás, desde sus comienzos, totalmente opuesta a la participación de las fuerzas estadounidenses. Basta recordar aquella famosa imagen tomada el 11 de junio de 1963, en la que un monje budista roció su cuerpo con combustible y se prendió fuego. Esta toma llegó a la totalidad de los hogares norteamericanos, y su significado era claro: los hombres de las FFAA de EE.UU. se encontraban combatiendo a favor de un régimen brutal, a miles de kilómetros de sus hogares. A pesar de esto, el esfuerzo norteamericano en Vietnam fue creciendo, y llegó a su punto clímax, con casi 500.000 hombres de todas las FFAA prestando servicio en ese país, sin contar las contribuciones militares mucho menores de países como Australia.</p><p>A pesar de un despliegue tan masivo de hombres y medios, en relación con tan pequeño teatro de operaciones, y la falta de un objetivo de guerra claro y definido desde las más altas esferas en el gobierno de los EE.UU., provocaron que se careciera de una estrategia que posibilitase alcanzar la victoria sobre el terreno. Esta situación, prontamente, trajo como consecuencia una prolongación indefinida en el tiempo de la guerra. Y si a esto le sumamos que diariamente las familias norteamericanas podían asistir, en sus hogares, a escenas provenientes de los campos de combate, que mostraban una crudeza sin parangón, podemos admitir como razonable, que la opinión pública se volcara masivamente en contra de la continuación del esfuerzo de guerra en Vietnam. Probablemente, lo paradójico resulta de la experiencia de guerra de los EE.UU. en el Sudeste asiático, y es que en casos muy aislados, sus fuerzas en el campo resultaron derrotadas. En efecto, tanto las fuerzas del Vietcong como las regulares del ejército de Vietnam del Norte, en casi todas las oportunidades en que debieron enfrentar a las tropas de los EE.UU. sobre el terreno, fueron derrotadas. Pero a pesar de ello, la prensa seguía proporcionando a la población, en los hogares, una imagen de derrota y de ineficiencia en la conducción de la guerra. </p><p>Sin lugar a dudas, la ofensiva Tet de 1968 puede constituirse en un ejemplo cabal de lo que expresáramos en el párrafo anterior. A principios de febrero de ese año, la ofensiva se inició con el asalto a la embajada de los EE.UU. en la ciudad de Saigón, y alcanzó su punto más alto cuando tropas de la Infantería de Marina recuperaron la ciudad de Hue, al Noreste de Vietnam del Sur. La ofensiva de las tropas comunistas fue masiva en su esfuerzo militar y sorpresiva en su ejecución, pero a pesar de ello, resultó completamente detenida, mientras que las bajas sufridas por esas tropas fueron incontables. Sin embargo, la visión que la prensa norteamericana llevó a los ciudadanos, en su país, resultó tan distorsionada y apartada de la realidad, que creó en la conciencia colectiva, la idea de que las fuerzas de los EE.UU. habían sufrido una humillante derrota durante la ofensiva Tet. De esa forma, el clamor popular por un pronto retiro de fuerzas del Sudeste asiático fue, a partir de ese momento, creciendo en forma tan sostenida, que obligó al entonces presidente Johnson a renunciar a una posible candidatura presidencial, y a que el candidato republicano Nixon basara gran parte de su campaña electoral, en la promesa de retirar las fuerzas de Vietnam.</p><p>Tan traumática había sido la relación prensa - militares en la guerra de Vietnam, que quien fuera comandante del teatro de operaciones en ese país -el Grl Westmoreland- manifestó que su peor enemigo era la prensa y no el Vietcong o el ejército de Vietnam del Norte. Tal expresión, proviniendo de un comandante militar con experiencia de guerra en la IIGM y en Corea, no hizo más que demostrar que la relación entre el periodismo y sus fuerzas no había estado basada en ninguna política sólida, que posibilitara crear un marco de entendimiento entre quienes tenían la responsabilidad de conducir las operaciones, y aquellos que hacían de la información al público, su meta.</p><p>La experiencia vietnamita determinó que los EE.UU. debieran iniciar una etapa de profunda introspección para poder delimitar cuáles habían sido las fallas que motivaran tan mal resultado durante la guerra. El dilema consistía en hallar una forma de compatibilizar la necesidad de preservar la información a difundir -producto de la propia actividad militar- con el anhelo de una sociedad libre, ansiosa por disponer, en todo momento, de un acceso casi irrestricto a la información.</p><p>Este dilema comenzó a generar respuesta a muchos miles de kilómetros de Vietnam, en otra guerra, mucho más reciente en el tiempo. Nos referimos a la Guerra de Malvinas, y a la forma que el Reino Unido de Gran Bretaña encontró para tratar de armonizar la ecuación prensa - militares. En efecto, el comando militar a cargo de la operación Corporate, autorizó la presencia de los denominados teams (equipos) de periodistas, los que podían acompañar a las tropas en operaciones. Claro que, al mismo tiempo, se les fijaba a los periodistas, recorridos por los cuales podían transitar, y al mismo tiempo se establecían criterios para la difusión de la información. En efecto, 28 periodistas fueron autorizados a viajar con el contingente militar británico hacia el Atlántico Sur, pero los mismos eran acompañados por siete censores del Ministerio de Defensa británico, y por oficiales de prensa militar agregados a cada unidad. La misión de este personal era impedir que la información producida pudiera afectar a la propia conducción militar. Y aun cuando las noticias pasaban este proceso de control, en la sede del ministerio en Londres se producía otro nuevo chequeo, antes de que dicha información fuese remitida a los medios.</p><p>Puede concluirse, entonces, que es fácilmente observable la diferencia entre establecer una política para la relación prensa - militares en tiempo de guerra, y la de no formularla. Las ventajas aparecen claras a la hora de evitar situaciones conflictivas, que puedan afectar a la propia conducción en la consecución de su objetivo militar.</p><p>Los EE.UU., sobre el comienzo de la década de los noventa, se vieron envueltos, junto a otras naciones, en la denominada Guerra del Golfo, en la cual fijaron claramente una política para tratar con la prensa durante la ejecución de las operaciones militares. Según el Grl Schwarzkopf, la mentira y el falso optimismo fueron los ingredientes que hicieron que, gradualmente, el público norteamericano negara apoyo a la guerra en Vietnam. Por esta razón, se prometió, asimismo, no mentirle a la población, pero al mismo tiempo, no se deseaba convertir a la prensa en una fuente de valiosa información para el enemigo que debía enfrentar. Este criterio fue observado por las autoridades de los EE.UU., para todo lo relacionado con la difusión de información. Así, mediante la realización de conferencias de prensa efectuadas en el comando de las fuerzas multinacionales -la mayoría de las cuales eran encabezadas por el mismo comandante- se difundía aquella información que se consideraba de interés para el público, evitando que otros niveles de comando inferiores difundieran información sin la debida autorización. Cabe recordar, que el Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea de los EE.UU., Grl Michael Dugan, fue relevado, por efectuar comentarios acerca de la manera cómo se iba a emplear el poder aéreo en la campaña militar, próxima a realizarse. Asimismo, se aplicó el sistema anteriormente mencionado, respecto de conformar equipos de periodistas, acompañados por un oficial de prensa, que recorría diferentes elementos de las fuerzas en campaña -previamente determinados- para que, de esa manera, los miembros de la prensa pudieran tener ocasión de entablar contacto con las fuerzas empeñadas en el combate, pero sin la libertad de transmitir a sus respectivos medios absolutamente todo, como fue el caso de la experiencia en Vietnam.</p><p>Sin embargo, y pese a todos los recaudos tomados, se produjeron incidentes que afectaron a la conducción. Uno de ellos se concretó a partir de un reportaje hecho por una cadena de los EE.UU. a pilotos de la Fuerza Aérea, los que se encontraban afectados a atacar las columnas de fuerzas iraquíes que, en forma desordenada, abandonaban el territorio de Kuwait en dirección a Iraq. Los pilotos describían sus ataques como una especie de tiro al blanco, lo que tuvo una amplia repercusión en la prensa norteamericana, que comenzó a realizar cuestionamientos acerca del grado de violencia que empleaban las fuerzas de la coalición, para hacer cumplir su cometido de liberar a Kuwait. Esta situación causó alarma en el gobierno de aquel país, dado que no deseaba perder el apoyo que las encuestas le proporcionaban en relación con la consecución de la guerra. De inmediato, la presión política se hizo sentir sobre el Jefe del Estado Mayor Conjunto, Grl Powel, quien, a su vez, se comunicó con el Grl Schwarzkopf. El incidente en cuestión no tuvo mayor repercusión, probablemente porque la guerra estaba alcanzando su fin y de una manera más que exitosa. Pero muy probablemente, de no haber sido la situación tan favorable, podría haber incidido para detener los ataques, y quizás, una parte muy considerable de las fuerzas iraquíes habría abandonado Kuwait, sin merma de su poder de combate. </p><p></p><p></p><p>Conclusiones</p><p></p><p>A lo largo del presente trabajo, hemos podido observar una breve evolución de la situación entre la prensa y los militares, partiendo de la experiencia obtenida durante casi 150 años tiempo en que esa relación fue, la más de las veces, difícil. Y esta dificultad surgió, como antes hemos mencionado, de la lucha de dos criterios opuestos –según creemos, de manera irremediable-. En primer lugar, el pensamiento de los conductores de operaciones militares, que presionados por las instancias superiores, deben materializar, en términos militares, los objetivos que los políticos han determinado para la realización de la guerra, y que en su búsqueda necesitan, simultáneamente, emplear sus fuerzas para alcanzarlos y proporcionarles seguridad. Por otro lado, la necesidad planteada por los medios de información, de obtener material para satisfacer la necesidad de saber, que tanta relación posee con el sostenimiento de la prensa libre y las libertades de un país.</p><p>Empero, si bien se reconoce como irremediable la división de las voluntades enfrentadas, se considera que las siguientes conclusiones pueden aportar alguna posibilidad de minimizar los roces entre periodistas y militares, toda vez que estos últimos deban hacer uso del poder militar.</p><p>• No es posible una política de negación absoluta de información, como tampoco otra que permita libre acceso a la misma. </p><p>El negar a la prensa el acceso a la información no solamente atenta contra el derecho del público para conocer cómo sus conciudadanos combaten en la guerra, sino que puede generar consecuencias negativas a la propia conducción, al dar un marco adecuado para que surjan rumores, los cuales, al estar basados en una mezcla de datos ciertos y falsos, contribuirían a llevar angustia y desconcierto a la población. Por el contrario, si se permitiese a la prensa acceder a toda la información que se produzca en un teatro de operaciones, la seguridad de las propias tropas y aún la de las acciones a realizar podrían, seguramente, verse afectadas, y al mismo tiempo, minar el necesario apoyo del público para la consecución del esfuerzo de guerra. </p><p>• Debe establecerse una relación de confianza mutua entre el comando de la fuerza militar y la prensa.</p><p>Quien tenga la responsabilidad de conducir operaciones militares, deberá, desde un principio, establecer una relación de confianza mutua entre su comando y la prensa acreditada al mismo. Esta relación a obtener, deberá estar basada sobre realidades concretas, esto es, sobre la aceptación de ambas partes del rol que deben cumplir en la circunstancia en que se encuentran. La comprensión, por parte de la autoridad militar, del hecho que la prensa requiere información para los medios a los que representa, debe constituir el principio que guíe su relación con la misma. Deberá, para ello, disponer de un órgano que sea el responsable de todo lo atinente al trato con la prensa, desde la organización de conferencias, visitas a unidades y difusión de comunicados, hasta la recepción de las quejas y sugerencias que se le formulen.</p><p>Por su parte, la prensa debe también comprender -y en esto la figura del comandante de la operación y su EM tienen mucha responsabilidad- que la necesidad de las operaciones militares implicará, en algunos casos, no poder difundir la información en la oportunidad en que la prensa lo desea, así como que la visita a elementos de primera línea puede verse restringida, por necesidad de preservar la seguridad de las tropas y de la operación. Todo ello debe ser bien manejado por el comandante y su EM, de forma que la prensa advierta que cuando se le retacea información, es exclusivamente en orden a la protección de una operación o en favor de la seguridad de las tropas. Este último punto es clave para poder lograr un clima de confianza que evite la generación de rumores o la búsqueda de información por parte de la prensa, en fuentes que no son las adecuadas.</p><p>• El comandante deberá fijar quién será el encargado de informar a la prensa y la manera como la misma podrá tomar contacto con las unidades de combate. </p><p>Creemos que el criterio aplicado por los EE.UU. durante la Guerra del Golfo puede ser el más indicado, ya que la presencia del comandante en las reuniones de prensa contribuirá a acrecentar el grado de veracidad de la información que se difundirá. Al mismo tiempo, las giras de periodistas por las unidades del frente, acompañados por oficiales de la organización creada en el EM para tratar con ellos, contribuirá a la satisfacción de la necesidad periodística de información, al tiempo que favorecerá el hecho de que la misma sea veraz y no distorsionada.</p><p>• No se empleará la mentira como forma de negar errores.</p><p>En el desarrollo de operaciones militares, será inevitable que se produzcan errores que afecten a las tropas, a la operación en desarrollo, y por ende, al objetivo buscado por la guerra. Comprender esta cuestión, probablemente ayude a evitar la actitud de negar o tergiversar información relacionada con los mismos. Esa actitud afectará muy negativamente al clima de confianza que se deseaba mantener con la prensa en el comando, y por lo tanto, puede resultar que los periodistas no busquen más la información en los lugares que el comandante estableció para su difusión. Una declaración veraz, con la mayor cantidad de detalles compatibles con la seguridad de las tropas y de las operaciones, contribuirá, sin duda, a que la prensa no se haga eco de rumores escandalosos sobre lo sucedido, al tiempo que reforzará la convicción de que es el comando la fuente más segura para obtener información.</p><p>• El comando creará facilidades para que la prensa pueda difundir la información obtenida.</p><p>Si bien cada vez son más los medios que la tecnología pone a disposición de la prensa para la transmisión -en tiempo real y desde cualquier punto de la tierra- la existencia en el comando de instalaciones que faciliten el trabajo de la prensa en campaña -y aun el alojamiento de los periodistas- redundará en una positiva actitud de los mismos ante las necesidades militares. </p><p>Finalmente, insistimos en un hecho básico: la necesidad de que los periodistas comprendan que el mejor lugar para la obtención de información, es el propio comando.</p><p></p><p>Salute</p><p></p><p>Willy</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Willypicapiedra, post: 598790, member: 162"] La Segunda Guerra Mundial, un momento de transición Hemos visto, hasta ahora, cómo la presencia del periodismo en los teatros de operaciones comenzó a tener influencia sobre el desarrollo de las operaciones, en la medida que sus despachos podían influenciar a los lectores -potenciales votantes- respecto de las decisiones que los gobiernos podían tomar en relación con la guerra. En la Segunda Guerra Mundial (IIGM), la relación entre la prensa y los militares comenzó a sufrir modificaciones, ya que los mandos militares tomaban conciencia de la importancia de mantener una política hacia ese factor, que posibilitara un menor entorpecimiento del accionar de la misma por sobre el desempeño militar. Cabe mencionar, que entre los años 1936 y 1939, Europa fue testigo de la denominada Guerra Civil Española, en la cual, si bien existió una importante presencia de corresponsales -especialmente extranjeros-, en España, el periodismo fue empleado por los bandos en oposición como un arma propagandística para la conducción de la guerra y el sostenimiento del público interno de retaguardia. Además, como lo mencionamos al principio, ninguno de los oponentes tenía una especial vocación en favor de la libertad de prensa, por lo que el ejemplo español no puede ser tomado en consideración para el presente estudio. Para analizar la relación prensa - militares en la IIGM, creemos que resulta válido establecer, como línea divisoria de etapas, aquella que marca la aparición de los EE.UU., como el principal país responsable del liderazgo del esfuerzo de guerra contra la Alemania de Hitler. En efecto, fue con la masiva acción de las tropas norteamericanas en los diferentes teatros de operaciones, cuando la presencia de periodistas -especialmente de ese país- resultó fácilmente distinguible en todos los frentes, y en prácticamente todos los niveles de comando. Esta presencia logró que el público en sus hogares, lejos de los campos de batalla donde se desarrollaban las acciones militares, recibiera un gran flujo de información relacionada con las mismas. En esta guerra, la mejora de las comunicaciones había acortado aún más el tiempo en que los reportes arribaban a las redacciones de periódicos y radios, por lo que su difusión tan rápida contribuía aun más, a impactar la opinión pública. Sin embargo, el sentido de cruzada contra los enemigos de la libertad, que líderes como Churchill y De Gaulle habían logrado insertar en la opinión pública de su países, hizo que cuando se produjeran presiones de la prensa sobre el desarrollo de las operaciones, en general no tuvieran mayor eco entre la población civil. En efecto, cuando a comienzos de 1942, el gobierno inglés se enfrentó a una fortísima campaña de prensa en contra de los desastrosos resultados obtenidos en puntos tan distantes del planeta como Malasia, Birmania, Tobruck y Singapur, la misma tuvo gran influencia en algunos miembros de la Cámara de los Comunes, pero escasa repercusión en la población, la que mayoritariamente apoyaba al gobierno. Este sentimiento de cruzada, que prácticamente acompañó a la opinión pública aliada en los seis años de guerra, probablemente haya sido el soporte mediante el cual, hechos negativos con gran repercusión en los medios de prensa, no tuvieron influencia en la guerra. Sin embargo, un ejemplo puede ser útil a la hora de demostrar cómo el poder de la prensa pudo manifestarse, incluso cuando la opinión pública apoyara masivamente el esfuerzo de guerra. En 1943, en plena campaña de Sicilia, el comandante del 7mo Ejército de los EE.UU. era el Grl George Patton, quien se había destacado como conductor militar en el Norte de África. En el transcurso de una visita a soldados heridos en el 93er Hospital de Evacuación, el general, luego de condecorar a varios heridos y de rezar en el lecho de quienes estaban en trance de morir, se encontró con el soldado Paul Bennett de la 13ra Brigada de Artillería, quien se encontraba en el hospital, ya que no soportaba hallarse bajo el fuego de la artillería enemiga. Patton reaccionó entonces airadamente, y llegó a desenfundar una pistola, amenazando al soldado con matarlo si inmediatamente no regresaba al frente de guerra. Esta actitud, y la repetición de la misma en una circunstancia similar, tuvieron una amplísima cobertura en la prensa aliada, y el clamor hizo que fuera necesario que el Grl Eisenhower relevara a Patton luego de la campaña. Este hecho influenció en las futuras operaciones, ya que el Grl Patton fue relegado a un plano totalmente secundario para el planeamiento de la operación de invasión a Francia, permitiendo que el Grl Bradley ocupara una posición de mando que, hasta el momento de los incidentes, claramente le pertenecía a Patton, quien poseía una capacidad para el empleo del poder militar muy superior a la de la persona designada. De Vietnam a la Guerra del Golfo, dos enfoques diferentes Probablemente, la guerra de Vietnam, y particularmente el período delimitado por la participación activa de los EE.UU. en ella, sea el que más experiencias ha otorgado, acerca de las dificultades que para la conducción de la guerra puede traer una mala relación entre la prensa y la conducción militar o política de la guerra. En esta guerra, y prácticamente desde el comienzo de la intervención norteamericana, la prensa fue un factor cuasi omnipresente en todo el teatro de operaciones del Sudeste asiático. La posición desde la que el periodismo trató a esta guerra fue, quizás, desde sus comienzos, totalmente opuesta a la participación de las fuerzas estadounidenses. Basta recordar aquella famosa imagen tomada el 11 de junio de 1963, en la que un monje budista roció su cuerpo con combustible y se prendió fuego. Esta toma llegó a la totalidad de los hogares norteamericanos, y su significado era claro: los hombres de las FFAA de EE.UU. se encontraban combatiendo a favor de un régimen brutal, a miles de kilómetros de sus hogares. A pesar de esto, el esfuerzo norteamericano en Vietnam fue creciendo, y llegó a su punto clímax, con casi 500.000 hombres de todas las FFAA prestando servicio en ese país, sin contar las contribuciones militares mucho menores de países como Australia. A pesar de un despliegue tan masivo de hombres y medios, en relación con tan pequeño teatro de operaciones, y la falta de un objetivo de guerra claro y definido desde las más altas esferas en el gobierno de los EE.UU., provocaron que se careciera de una estrategia que posibilitase alcanzar la victoria sobre el terreno. Esta situación, prontamente, trajo como consecuencia una prolongación indefinida en el tiempo de la guerra. Y si a esto le sumamos que diariamente las familias norteamericanas podían asistir, en sus hogares, a escenas provenientes de los campos de combate, que mostraban una crudeza sin parangón, podemos admitir como razonable, que la opinión pública se volcara masivamente en contra de la continuación del esfuerzo de guerra en Vietnam. Probablemente, lo paradójico resulta de la experiencia de guerra de los EE.UU. en el Sudeste asiático, y es que en casos muy aislados, sus fuerzas en el campo resultaron derrotadas. En efecto, tanto las fuerzas del Vietcong como las regulares del ejército de Vietnam del Norte, en casi todas las oportunidades en que debieron enfrentar a las tropas de los EE.UU. sobre el terreno, fueron derrotadas. Pero a pesar de ello, la prensa seguía proporcionando a la población, en los hogares, una imagen de derrota y de ineficiencia en la conducción de la guerra. Sin lugar a dudas, la ofensiva Tet de 1968 puede constituirse en un ejemplo cabal de lo que expresáramos en el párrafo anterior. A principios de febrero de ese año, la ofensiva se inició con el asalto a la embajada de los EE.UU. en la ciudad de Saigón, y alcanzó su punto más alto cuando tropas de la Infantería de Marina recuperaron la ciudad de Hue, al Noreste de Vietnam del Sur. La ofensiva de las tropas comunistas fue masiva en su esfuerzo militar y sorpresiva en su ejecución, pero a pesar de ello, resultó completamente detenida, mientras que las bajas sufridas por esas tropas fueron incontables. Sin embargo, la visión que la prensa norteamericana llevó a los ciudadanos, en su país, resultó tan distorsionada y apartada de la realidad, que creó en la conciencia colectiva, la idea de que las fuerzas de los EE.UU. habían sufrido una humillante derrota durante la ofensiva Tet. De esa forma, el clamor popular por un pronto retiro de fuerzas del Sudeste asiático fue, a partir de ese momento, creciendo en forma tan sostenida, que obligó al entonces presidente Johnson a renunciar a una posible candidatura presidencial, y a que el candidato republicano Nixon basara gran parte de su campaña electoral, en la promesa de retirar las fuerzas de Vietnam. Tan traumática había sido la relación prensa - militares en la guerra de Vietnam, que quien fuera comandante del teatro de operaciones en ese país -el Grl Westmoreland- manifestó que su peor enemigo era la prensa y no el Vietcong o el ejército de Vietnam del Norte. Tal expresión, proviniendo de un comandante militar con experiencia de guerra en la IIGM y en Corea, no hizo más que demostrar que la relación entre el periodismo y sus fuerzas no había estado basada en ninguna política sólida, que posibilitara crear un marco de entendimiento entre quienes tenían la responsabilidad de conducir las operaciones, y aquellos que hacían de la información al público, su meta. La experiencia vietnamita determinó que los EE.UU. debieran iniciar una etapa de profunda introspección para poder delimitar cuáles habían sido las fallas que motivaran tan mal resultado durante la guerra. El dilema consistía en hallar una forma de compatibilizar la necesidad de preservar la información a difundir -producto de la propia actividad militar- con el anhelo de una sociedad libre, ansiosa por disponer, en todo momento, de un acceso casi irrestricto a la información. Este dilema comenzó a generar respuesta a muchos miles de kilómetros de Vietnam, en otra guerra, mucho más reciente en el tiempo. Nos referimos a la Guerra de Malvinas, y a la forma que el Reino Unido de Gran Bretaña encontró para tratar de armonizar la ecuación prensa - militares. En efecto, el comando militar a cargo de la operación Corporate, autorizó la presencia de los denominados teams (equipos) de periodistas, los que podían acompañar a las tropas en operaciones. Claro que, al mismo tiempo, se les fijaba a los periodistas, recorridos por los cuales podían transitar, y al mismo tiempo se establecían criterios para la difusión de la información. En efecto, 28 periodistas fueron autorizados a viajar con el contingente militar británico hacia el Atlántico Sur, pero los mismos eran acompañados por siete censores del Ministerio de Defensa británico, y por oficiales de prensa militar agregados a cada unidad. La misión de este personal era impedir que la información producida pudiera afectar a la propia conducción militar. Y aun cuando las noticias pasaban este proceso de control, en la sede del ministerio en Londres se producía otro nuevo chequeo, antes de que dicha información fuese remitida a los medios. Puede concluirse, entonces, que es fácilmente observable la diferencia entre establecer una política para la relación prensa - militares en tiempo de guerra, y la de no formularla. Las ventajas aparecen claras a la hora de evitar situaciones conflictivas, que puedan afectar a la propia conducción en la consecución de su objetivo militar. Los EE.UU., sobre el comienzo de la década de los noventa, se vieron envueltos, junto a otras naciones, en la denominada Guerra del Golfo, en la cual fijaron claramente una política para tratar con la prensa durante la ejecución de las operaciones militares. Según el Grl Schwarzkopf, la mentira y el falso optimismo fueron los ingredientes que hicieron que, gradualmente, el público norteamericano negara apoyo a la guerra en Vietnam. Por esta razón, se prometió, asimismo, no mentirle a la población, pero al mismo tiempo, no se deseaba convertir a la prensa en una fuente de valiosa información para el enemigo que debía enfrentar. Este criterio fue observado por las autoridades de los EE.UU., para todo lo relacionado con la difusión de información. Así, mediante la realización de conferencias de prensa efectuadas en el comando de las fuerzas multinacionales -la mayoría de las cuales eran encabezadas por el mismo comandante- se difundía aquella información que se consideraba de interés para el público, evitando que otros niveles de comando inferiores difundieran información sin la debida autorización. Cabe recordar, que el Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea de los EE.UU., Grl Michael Dugan, fue relevado, por efectuar comentarios acerca de la manera cómo se iba a emplear el poder aéreo en la campaña militar, próxima a realizarse. Asimismo, se aplicó el sistema anteriormente mencionado, respecto de conformar equipos de periodistas, acompañados por un oficial de prensa, que recorría diferentes elementos de las fuerzas en campaña -previamente determinados- para que, de esa manera, los miembros de la prensa pudieran tener ocasión de entablar contacto con las fuerzas empeñadas en el combate, pero sin la libertad de transmitir a sus respectivos medios absolutamente todo, como fue el caso de la experiencia en Vietnam. Sin embargo, y pese a todos los recaudos tomados, se produjeron incidentes que afectaron a la conducción. Uno de ellos se concretó a partir de un reportaje hecho por una cadena de los EE.UU. a pilotos de la Fuerza Aérea, los que se encontraban afectados a atacar las columnas de fuerzas iraquíes que, en forma desordenada, abandonaban el territorio de Kuwait en dirección a Iraq. Los pilotos describían sus ataques como una especie de tiro al blanco, lo que tuvo una amplia repercusión en la prensa norteamericana, que comenzó a realizar cuestionamientos acerca del grado de violencia que empleaban las fuerzas de la coalición, para hacer cumplir su cometido de liberar a Kuwait. Esta situación causó alarma en el gobierno de aquel país, dado que no deseaba perder el apoyo que las encuestas le proporcionaban en relación con la consecución de la guerra. De inmediato, la presión política se hizo sentir sobre el Jefe del Estado Mayor Conjunto, Grl Powel, quien, a su vez, se comunicó con el Grl Schwarzkopf. El incidente en cuestión no tuvo mayor repercusión, probablemente porque la guerra estaba alcanzando su fin y de una manera más que exitosa. Pero muy probablemente, de no haber sido la situación tan favorable, podría haber incidido para detener los ataques, y quizás, una parte muy considerable de las fuerzas iraquíes habría abandonado Kuwait, sin merma de su poder de combate. Conclusiones A lo largo del presente trabajo, hemos podido observar una breve evolución de la situación entre la prensa y los militares, partiendo de la experiencia obtenida durante casi 150 años tiempo en que esa relación fue, la más de las veces, difícil. Y esta dificultad surgió, como antes hemos mencionado, de la lucha de dos criterios opuestos –según creemos, de manera irremediable-. En primer lugar, el pensamiento de los conductores de operaciones militares, que presionados por las instancias superiores, deben materializar, en términos militares, los objetivos que los políticos han determinado para la realización de la guerra, y que en su búsqueda necesitan, simultáneamente, emplear sus fuerzas para alcanzarlos y proporcionarles seguridad. Por otro lado, la necesidad planteada por los medios de información, de obtener material para satisfacer la necesidad de saber, que tanta relación posee con el sostenimiento de la prensa libre y las libertades de un país. Empero, si bien se reconoce como irremediable la división de las voluntades enfrentadas, se considera que las siguientes conclusiones pueden aportar alguna posibilidad de minimizar los roces entre periodistas y militares, toda vez que estos últimos deban hacer uso del poder militar. • No es posible una política de negación absoluta de información, como tampoco otra que permita libre acceso a la misma. El negar a la prensa el acceso a la información no solamente atenta contra el derecho del público para conocer cómo sus conciudadanos combaten en la guerra, sino que puede generar consecuencias negativas a la propia conducción, al dar un marco adecuado para que surjan rumores, los cuales, al estar basados en una mezcla de datos ciertos y falsos, contribuirían a llevar angustia y desconcierto a la población. Por el contrario, si se permitiese a la prensa acceder a toda la información que se produzca en un teatro de operaciones, la seguridad de las propias tropas y aún la de las acciones a realizar podrían, seguramente, verse afectadas, y al mismo tiempo, minar el necesario apoyo del público para la consecución del esfuerzo de guerra. • Debe establecerse una relación de confianza mutua entre el comando de la fuerza militar y la prensa. Quien tenga la responsabilidad de conducir operaciones militares, deberá, desde un principio, establecer una relación de confianza mutua entre su comando y la prensa acreditada al mismo. Esta relación a obtener, deberá estar basada sobre realidades concretas, esto es, sobre la aceptación de ambas partes del rol que deben cumplir en la circunstancia en que se encuentran. La comprensión, por parte de la autoridad militar, del hecho que la prensa requiere información para los medios a los que representa, debe constituir el principio que guíe su relación con la misma. Deberá, para ello, disponer de un órgano que sea el responsable de todo lo atinente al trato con la prensa, desde la organización de conferencias, visitas a unidades y difusión de comunicados, hasta la recepción de las quejas y sugerencias que se le formulen. Por su parte, la prensa debe también comprender -y en esto la figura del comandante de la operación y su EM tienen mucha responsabilidad- que la necesidad de las operaciones militares implicará, en algunos casos, no poder difundir la información en la oportunidad en que la prensa lo desea, así como que la visita a elementos de primera línea puede verse restringida, por necesidad de preservar la seguridad de las tropas y de la operación. Todo ello debe ser bien manejado por el comandante y su EM, de forma que la prensa advierta que cuando se le retacea información, es exclusivamente en orden a la protección de una operación o en favor de la seguridad de las tropas. Este último punto es clave para poder lograr un clima de confianza que evite la generación de rumores o la búsqueda de información por parte de la prensa, en fuentes que no son las adecuadas. • El comandante deberá fijar quién será el encargado de informar a la prensa y la manera como la misma podrá tomar contacto con las unidades de combate. Creemos que el criterio aplicado por los EE.UU. durante la Guerra del Golfo puede ser el más indicado, ya que la presencia del comandante en las reuniones de prensa contribuirá a acrecentar el grado de veracidad de la información que se difundirá. Al mismo tiempo, las giras de periodistas por las unidades del frente, acompañados por oficiales de la organización creada en el EM para tratar con ellos, contribuirá a la satisfacción de la necesidad periodística de información, al tiempo que favorecerá el hecho de que la misma sea veraz y no distorsionada. • No se empleará la mentira como forma de negar errores. En el desarrollo de operaciones militares, será inevitable que se produzcan errores que afecten a las tropas, a la operación en desarrollo, y por ende, al objetivo buscado por la guerra. Comprender esta cuestión, probablemente ayude a evitar la actitud de negar o tergiversar información relacionada con los mismos. Esa actitud afectará muy negativamente al clima de confianza que se deseaba mantener con la prensa en el comando, y por lo tanto, puede resultar que los periodistas no busquen más la información en los lugares que el comandante estableció para su difusión. Una declaración veraz, con la mayor cantidad de detalles compatibles con la seguridad de las tropas y de las operaciones, contribuirá, sin duda, a que la prensa no se haga eco de rumores escandalosos sobre lo sucedido, al tiempo que reforzará la convicción de que es el comando la fuente más segura para obtener información. • El comando creará facilidades para que la prensa pueda difundir la información obtenida. Si bien cada vez son más los medios que la tecnología pone a disposición de la prensa para la transmisión -en tiempo real y desde cualquier punto de la tierra- la existencia en el comando de instalaciones que faciliten el trabajo de la prensa en campaña -y aun el alojamiento de los periodistas- redundará en una positiva actitud de los mismos ante las necesidades militares. Finalmente, insistimos en un hecho básico: la necesidad de que los periodistas comprendan que el mejor lugar para la obtención de información, es el propio comando. Salute Willy [/QUOTE]
Insertar citas…
Verificación
Guerra desarrollada entre Argentina y el Reino Unido en 1982
Responder
Inicio
Foros
Area Militar General
Temas de Defensa General
Los medios de prensa en situaciones de crisis
Este sitio usa cookies. Para continuar usando este sitio, se debe aceptar nuestro uso de cookies.
Aceptar
Más información.…
Arriba