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Marseille: El as del AfrikaKorps
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<blockquote data-quote="daniel" data-source="post: 753189" data-attributes="member: 103"><p>Este texto es medio largo.Pero vale pena leerlo.</p><p></p><p><span style="font-size: 26px">Marseille, La Estrella de Africa</span></p><p>Extractado del libro: Los Ases de la Luftwaffe: Raymond F. Toliver, Trevor J. Costable</p><p></p><p></p><p><img src="http://i69.photobucket.com/albums/i64/g5cfaa/aviacion%20militar/1-3.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p>Si Hans Joachim Marseille hubiera vivido antes de la llegada de la pólvora, es seguro que habría encontrado en aquella era romántica de nobles, damas hermosas y combates caballerescos un ambiente confortable para su personalidad. En cambio fue arrojado a una guerra de veloces movimientos, altamente técnica, y convertido en parte de una fuerza combatiente sumamente disciplinada que oprimió a su espíritu romántico. Pese a esas constricciones, Marseille se ganó su lugar entre los inmortales caballeros del aire. </p><p></p><p>Como dice el general Adolf Galland en su libro Die Ersten und Die Letzen, su carrera fue meteórica. Marseille se enroló en la Luftwaffe a los dieciocho años y medio. A los veintidós estaba muerto, con una serie de hazañas espectaculares en su haber. En el año final de su vida no sólo ganó la más alta condecoración de guerra alemana - los diamantes para su Cruz de Caballero – sino que también se convirtió en uno de los héroes eternos de su país. El paso de más de cuarto de siglo desde su muerte no ha disminuido en nada la fama y la gloria que conquistó en Africa del Norte. Por el contrario, hoy es más famoso que nunca.</p><p></p><p>Su posición histórica se ha vuelto tal que ningún libro que se ocupe de los ases alemanes de la Segunda Guerra Mundial puede omitir su nombre y considerarse completo. Otros veintiocho (1) ases alemanes derribaron más aviones aliados que Marseille; empero, solamente Galland y Mölders tienen una fama mayor. En todas partes donde se juntan y hablan los fanáticos del combate aéreo, el apellido Marseille electrifica la conversación. ¿Cuáles son y dónde están las fuentes de la magia de Marseille?</p><p></p><p>Su ascenso a la gloria como soldado forma parte de un fascinante estudio de carácter, porque aunque nació en Berlín en 1919 en una familia militar, tenía una aversión innata hacia los ideales militares. Criado en las tradiciones del ejército, convirtióse en el más despreocupado e informal de los oficiales militares.</p><p></p><p>Su padre era oficial del ejército y sus progenitores estuvieron legalmente separados la mayor parte de la vida de él. Esto podría ayudar a explicar parte de la actitud de Marseille hacia la disciplina. Probablemente, fue el más antimilitar de los primeros ases alemanes. Pero sus actitudes informales quedan justificados por sus logros formales. </p><p></p><p>Una juvenil pasión por el vuelo lo llevó a enrolarse en la Luftwaffe a los dieciocho años y medio. Tuvo así el beneficio de un entrenamiento de tiempo de paz, completo y sin prisa. Parece que acepto la vida militar como condición inevitable para poder volar. Soportaba a una a fin de poder disfrutar del otro. Durante sus entrenamientos, sólo se distinguió por sus infracciones disciplinarias. Como piloto cadete, el sargento primero Marseille fue enviado a ayudar a conquistar a la RAF en la Batalla de Inglaterra.</p><p></p><p>Sus antecedentes de combate en 1940, cuando estuvo bajo el mando de Steinhoff, no presagiaron una carrera distinguida como piloto de caza. Aunque derribó por lo menos siete aviones ingleses, sólo tuvo testigos para tres de esas victorias. Esto ilustra su tendencia de "lobo solitario" en aquellos días. Tenía inclinación a cazar solo y era un violador perpetuo de la disciplina de vuelo. Fue obligado a lanzarse en paracaídas seis veces, produciendo una relación de victorias y pérdidas que difícilmente habría podido invertir la marea de la guerra aérea.</p><p></p><p>Al final de su primer año en la Luftwaffe su legajo de conducta estaba lleno de anotaciones que describían sus actitudes antimilitares y su disciplina general. Si Marseille hubiera vivido en la década pasada, habría sido considerado un "beatnik" por sus contemporáneos. Sucedió que vivió antes de esa era, pero mostraba muchas de sus características. </p><p></p><p>Llevaba el cabello largo. Su actitud era la de un bohemio, sus facciones finas, bellamente cinceladas, lo convertían en un favorito de las mujeres. Como a Marseille le agradaba la compañía femenina, durante este período fue más amante que aviador. Ciertamente, como Steinhoff ya ha relatado, sus aventuras románticas eran tantas que en ocasiones hubo que retirarlo de operaciones hasta que se recobrara.</p><p></p><p>En enero de 1941 fue enviado a Döberitz, cerca de Berlín, para ingresar en la JG-27. Poco después el ala era destinada a Africa del Norte, con un grupo de la misma desviado a Yugoslavia para participar en el ataque alemán. Las quejas de los pilotos alemanes de que no veían suficiente acción pronto dejaron de escucharse.</p><p></p><p>A su arribo a Africa en la primavera de 1941, la misión de la JG-27 fue suministrar apoyo aéreo al Afrika Korps, que pronto escribiría páginas inmortales bajo el mando del mariscal del campo Erwin Rommel, el "zorro del desierto". Como ahora revele la historia, sólo el ilustre Rommel, el "héroe del sol" elegido por Hitler, supera en brillo a Marseille entre los soldados alemanes de las campañas africanas.</p><p></p><p>Mientras las campañas de Rommel se desarrollaban en el desierto occidental, el nombre de Marseille aparecía cada vez con más frecuencia en los noticieros alemanes. El ministerio de propaganda del doctor Goebbels, en Berlín, ocupábase de que las proezas de Marseille recibieran adecuada publicidad, y con buenos motivos. La suerte de Rommel subía y bajaba. El se encontraba a merced de su línea de abastecimiento. Con una fuerza interior, pero con estratagemas insuperables, burlaba y frecuentemente derrotaba a los más estólidos ingleses. Pero debido a que sus fuerzas eran más pequeñas que las del enemigo, Rommel tenía casi tantos reveses como triunfos.</p><p></p><p>Sin tomar en cuenta la suerte del Afrika Korps que peleaba debajo de él en el desierto, para Marseille siempre estaba reservada la victoria. Un triunfo sucedía a otro. Una victoria sucedía a otra. Marseille acentuaba lo positivo y la organización de Goebbels conocía bien el valor de una historia optimista.</p><p></p><p>Los periódicos alemanes lo llamaban el "águila africana" y "estrella del desierto". El correo llegábale en sacas repletas de cartas de fanáticas admiradoras alemanas que pedían de todo, desde un mechón de cabello de Marseille hasta gestos más tangibles de su interés. Estas cartas de admiradoras generaban mucho regocijo entre los pilotos de la escuadrilla de Marseille.</p><p></p><p>La Italia de Mussolini confirió al berlinés de rostro delgado su medalla de Oro a la Valentía. Esta condecoración fue otorgada a alemanes solo dos veces en la Segunda Guerra Mundial. El otro alemán que la recibió fue también un piloto de caza, el capitán (después mayor) Joachim Müncheberg, Kommodore de la JG-77 y protegido de Galland. Hasta Rommel debió conformarse con la versión inferior de plata de esta condecoración, como hizo su valiente su valiente subordinado en el Afrika Korps, el general Nehring. </p><p></p><p><img src="http://i69.photobucket.com/albums/i64/g5cfaa/aviacion%20militar/3-1.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p>Como otros numerosos y destacados ases de caza de todas las naciones, el verdadero ascenso de Marseille a la fama comenzó cuando adquirió su vista de tirador durante sus primeros días en Africa. Hoy, numerosos ases admiten francamente que, en cierto momento, al que la mayoría de ellos pueden ubicar con bastante exactitud, sus capacidades de tiradores aéreos experimentan una súbita y dramática mejoría. Con frecuencia, este momento llega solamente después de un largo período de desempeño mediocre y frustrante.</p><p></p><p>Cuando Marseille adquirió su ojo de tirador, se convirtió en uno de los más notables en la historia de los combates aéreos. Fantástico en su exactitud, mortal en su aplicación, elevó a Marseille al nivel de los inolvidables.</p><p></p><p>El era, en efecto, una computadora humana. En un abrir y cerrar de ojos, y mientras se movía en tres dimensiones, era capaz de determinar el momento exacto para disparar y el punto preciso de los cielos en el cual apuntar, para provocar un encuentro letal entre sus balas y el avión enemigo, que también se movía en tres dimensiones. Nadie que lo haya visto en el aire olvidará jamás su mortal precisión.</p><p></p><p>Sin embargo. Marseille fue mucho más que un tirador superlativo. Desde sus vacilantes comienzos como piloto cadete, fue desarrollando una habilidad acrobática tan pronunciada que podía dejar pasmado con su forma de volar hasta a los ases alemanes veteranos. En este aspecto se parecía a Nishizawa, "el diablo" podía fascinar con su acrobacia hasta a los endurecidos ases de la famosa Ala Lae, en Nueva Guinea.</p><p></p><p>La colección de talentos de Marseille también incluía una vista de águila, absoluta ausencia de miedo y un espíritu agresivo en el aire que frecuentemente paralizaba a sus enemigos. Hablar de un "espíritu agresivo" puede parecer una abstracción. Pero los pilotos de combate saben que no es así.</p><p></p><p>Para el profano que no vuela, un espíritu agresivo en el aire puede compararse adecuadamente con la determinación y temeridad a veces aterrorizadoras del "loco del camino", ese tipo de conductor que se abre paso a la fuerza den medio del tráfico y que impone su voluntad a los demás por la forma decidida y agresiva en que conduce su automóvil. Tanto la agresividad como la timidez resaltan más en el aire que en la ruta, pero la analogía es adecuada.</p><p></p><p>En combate, era como si la puntería y el fuego de los cañones de Marseille estuvieran bajo el control de una fuerza sobrenatural. La precisión con que enviaba proyectiles y balas a su blanco desde ángulos casi increíbles, sólo era superada por el daño que infligían sus certeros impactos. Los que volaban con él y los técnicos que atendían su avión en Africa del Norte afirman que a menudo aterrizaba habiendo gastado menos de la mitad de sus municiones. ¡Y esto después de misiones en las que había logrado hasta seis victorias!</p><p></p><p>Para los escépticos, aquí está la experiencia del mayor Günther Rall (ahora teniente general Rall). Con 275 victorias en la Segunda Guerra Mundial, Rall es el as número tres de Alemania y del mundo. Durante la guerra pasó un período en el estado mayor de Galland, cuando eran evaluados los exhaustivos informes del piloto de combate alemán: los informes de combate de tiempos de guerra del piloto de caza de la Luftwaffe eran sumamente detallados. Todos las noches había que encargarse de esa tarea. Testigos, testigos en el aire, testigos en tierra, la versión propia del combate, el tipo de avión del enemigo, la clase de munición que uno había disparado, el armamento del avión y la cantidad de proyectiles. Estos informes eran una molestia para nosotros, pero cuando estuve en el Estado Mayor de Galland comprendí lo valiosos que podían resultar algunas veces.</p><p></p><p>"Comprobamos que Marseille necesitaba un promedio de sólo quince balas por victoria, lo cual es tremendo. Ningún otro piloto de caza se le acercaba ni remotamente en este aspecto, Marseille era un verdadero tipo, un excelente piloto y un brillante tirador. Creo que fue el mejor tirador de la Luftwaffe".</p><p></p><p>Al enfrentar a formaciones británicas sobre el desierto, Marseille carecía completamente de miedo. Su técnica era lanzarse contra el enemigo a fin de que la furia de su arremetida produjera confusión e incertidumbre entre los pilotos ingleses. Después de separar de la formación enemiga a un piloto obviamente asustado, Marseille lo derribaba con una de sus cortas y mortales ráfagas y enseguida volvía a lanzarse contra el enemigo. Su compañero de ala de mucho tiempo, Reiner Poettgen, recuerda lo difícil que era seguir al escurridizo berlinés.</p><p></p><p>Confirmar y fijar adecuadamente la posición de las múltiples victorias del as era una tarea abrumadora para cualquier compañero de ala. A esta carga añadíase la espeluznante acrobacia de Marseille y la tremenda responsabilidad de cuidar la cola del as y mantenerla libre de cazas enemigos. Era difícil colar con él.</p><p></p><p>En su táctica de combate, Marseille violaba frecuentemente uno de los principios clásicos de la guerra aérea: que el combate debe ser librado a toda potencia. Poettgen, su compañero de ala y otros que volaron con el as, dicen que él frecuentemente desaceleraba su Me – 109 casi hasta nada y que hasta usaba sus flaps para cerrar sus giros y así ubicarse en posición de fuego debajo de su enemigo (*). Desde allí podía incrustar en la barriga del otro avión una ráfaga rápida y mortal. Después abría otra vez completamente el acelerador y se lanzaba en pos de otro enemigo.</p><p></p><p>La tarea de los pilotos de cazas alemanes en el norte de Africa no era fácil. Mes tras mes seguía la asesina guerra de desgaste, con la superioridad aérea aliada en continuo aumento. Pese a su pasión por el combate y a su extremada juventud, Marseille empezó a mostrar los efectos de la tensión de esas agotadoras semanas en el aire. Sus facciones delgadas se afinaron notablemente y adquirió una expresión cansada y demacrada a medida que el continuo combate se cobraba su precio.</p><p></p><p>En alto grado lo sostenía su actitud bohemia y heterodoxa, postura que su meteórica ascensión al status de héroe no modificó. Empero, su nueva y prestigiosa posición le permitía darse ciertos gustos.</p><p></p><p>Su alojamiento, salvo por las paredes de lona de tienda, parecía haber sido transportado tal como estaba desde París. Sofás hechos con bolsas de arena forradas con lona, cajas y cajones de abastecimientos a manera de mesa y sillas: no había formalidad. Oficiales alemanes e italianos de alto rango eran sus huéspedes frecuentes y se encontraban codo a codo con los compañeros de escuadrilla de Marseille. Haber "visitado a Marseille" se convirtió en una especie de símbolo de status entre los oficiales del eje.</p><p></p><p>La atmósfera de café en el alojamiento de Marseille se completaba con la instalación de un bar improvisado. Bien provisto, para envidia de las visitas, el bar era atendido por Matthias, un negro de Transvaal. Así, fervientes defensores de las teorías raciales Hitler, cuando visitaban a Marseille tenían que tolerar el color de Matthias a fin de tener derecho a la fabulosa hospitalidad del anfitrión.</p><p></p><p>En 1942 Marseille recibió a un distinguido visitante de Alemania, el general de los cazas, Adolf Galland, quien recuerda de esta manera el acontecimiento: "poco después que me nombraron general de los cazas hice una visita a la JG-27 en Africa del Norte, cuyo comandante era Eduard Neumann. Marseille era uno de los jefes de escuadrilla.</p><p></p><p>El aeródromo estaba ubicado sobre una colina y la escuadrilla alojábase en un pequeño valle, no lejos de allí. Cuando nos acercábamos en un jeep al lugar donde acampaba la escuadrilla de Marseille, empezamos a ver pequeños letreros clavados el los árboles o colgados de arbustos, que señalaban el camino hacia "la mejor escuadrilla de cazas del mundo". Eran todos humorísticos o semihumorísticos, pero revelaban la alta moral de la unidad de Marseille.</p><p></p><p></p><p><img src="http://i69.photobucket.com/albums/i64/g5cfaa/aviacion%20militar/5.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p></p><p>El me saludó con gracia y entusiasmo y poco después sentí todo el impacto de su simpatía y reconocí su natural inclinación al liderazgo. Hablamos hasta bien entrada la noche. Le dije que necesitaba cumplir con una vital función corporal antes de tomar una última copa e irme a dormir.</p><p></p><p>Marseille sacó inmediatamente una pequeña pala y dijo: - Camine sesenta pasos directamente desde la tienda, después gire y haga veinte pasos más, y use la pala, señor. Seguí obedeciendo sus instrucciones.</p><p></p><p>A la mañana siguiente, al despertarme, salí de mi tienda para usar nuevamente la pala. Quedé atónito al encontrarme con que ahora el camino estaba indicados por letreros. Un último letrero tenía una gran flecha apuntada hacia abajo y decía: "en este lugar, el 22 de Septiembre de 1942, el general del arma de caza satisfizo una necesidad natural"</p><p></p><p>Marseille era el completo reverso del héroe militar alemán clásico. En el aire era un buen camarada y en tierra un compañero alegre y romántico. Hasta cuando era inminente su propio fin, todavía se mostraba ansioso de vivir la vida plenamente, sin que disminuyera su alegría. En toda la campaña de Africa del norte no hubo otro como él en las fuerzas del eje.</p><p></p><p>Su carrera llegó a su cenit el 1 de septiembre de 1942, durante la intensa actividad aérea en la batalla de Alam El Halfa, llamada a veces la "Stalingrado del desierto". Fue un cruel golpe del destino para la familia Marseille que el padre de Hans Joachim, un general de infantería, muriese en Stalingrado mientras su heroico hijo añadía nuevos laureles a la tradición militar de la familia.</p><p></p><p>La crónica del día de combate más notable de Marseille puede relatarse mejor citando un documento alemán contemporáneo. El libro Die Wehrmacht (las fuerzas armadas) fue publicado por el alto mando alemán en 1942. Este relato tiene un sentido de proximidad y registra fielmente algunos de los sentimientos de aquella época en el lado alemán:</p><p></p><p>Un solo hombre libra una batalla</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="daniel, post: 753189, member: 103"] Este texto es medio largo.Pero vale pena leerlo. [size=20]Marseille, La Estrella de Africa[/size] Extractado del libro: Los Ases de la Luftwaffe: Raymond F. Toliver, Trevor J. Costable [img]http://i69.photobucket.com/albums/i64/g5cfaa/aviacion%20militar/1-3.jpg[/img] Si Hans Joachim Marseille hubiera vivido antes de la llegada de la pólvora, es seguro que habría encontrado en aquella era romántica de nobles, damas hermosas y combates caballerescos un ambiente confortable para su personalidad. En cambio fue arrojado a una guerra de veloces movimientos, altamente técnica, y convertido en parte de una fuerza combatiente sumamente disciplinada que oprimió a su espíritu romántico. Pese a esas constricciones, Marseille se ganó su lugar entre los inmortales caballeros del aire. Como dice el general Adolf Galland en su libro Die Ersten und Die Letzen, su carrera fue meteórica. Marseille se enroló en la Luftwaffe a los dieciocho años y medio. A los veintidós estaba muerto, con una serie de hazañas espectaculares en su haber. En el año final de su vida no sólo ganó la más alta condecoración de guerra alemana - los diamantes para su Cruz de Caballero – sino que también se convirtió en uno de los héroes eternos de su país. El paso de más de cuarto de siglo desde su muerte no ha disminuido en nada la fama y la gloria que conquistó en Africa del Norte. Por el contrario, hoy es más famoso que nunca. Su posición histórica se ha vuelto tal que ningún libro que se ocupe de los ases alemanes de la Segunda Guerra Mundial puede omitir su nombre y considerarse completo. Otros veintiocho (1) ases alemanes derribaron más aviones aliados que Marseille; empero, solamente Galland y Mölders tienen una fama mayor. En todas partes donde se juntan y hablan los fanáticos del combate aéreo, el apellido Marseille electrifica la conversación. ¿Cuáles son y dónde están las fuentes de la magia de Marseille? Su ascenso a la gloria como soldado forma parte de un fascinante estudio de carácter, porque aunque nació en Berlín en 1919 en una familia militar, tenía una aversión innata hacia los ideales militares. Criado en las tradiciones del ejército, convirtióse en el más despreocupado e informal de los oficiales militares. Su padre era oficial del ejército y sus progenitores estuvieron legalmente separados la mayor parte de la vida de él. Esto podría ayudar a explicar parte de la actitud de Marseille hacia la disciplina. Probablemente, fue el más antimilitar de los primeros ases alemanes. Pero sus actitudes informales quedan justificados por sus logros formales. Una juvenil pasión por el vuelo lo llevó a enrolarse en la Luftwaffe a los dieciocho años y medio. Tuvo así el beneficio de un entrenamiento de tiempo de paz, completo y sin prisa. Parece que acepto la vida militar como condición inevitable para poder volar. Soportaba a una a fin de poder disfrutar del otro. Durante sus entrenamientos, sólo se distinguió por sus infracciones disciplinarias. Como piloto cadete, el sargento primero Marseille fue enviado a ayudar a conquistar a la RAF en la Batalla de Inglaterra. Sus antecedentes de combate en 1940, cuando estuvo bajo el mando de Steinhoff, no presagiaron una carrera distinguida como piloto de caza. Aunque derribó por lo menos siete aviones ingleses, sólo tuvo testigos para tres de esas victorias. Esto ilustra su tendencia de "lobo solitario" en aquellos días. Tenía inclinación a cazar solo y era un violador perpetuo de la disciplina de vuelo. Fue obligado a lanzarse en paracaídas seis veces, produciendo una relación de victorias y pérdidas que difícilmente habría podido invertir la marea de la guerra aérea. Al final de su primer año en la Luftwaffe su legajo de conducta estaba lleno de anotaciones que describían sus actitudes antimilitares y su disciplina general. Si Marseille hubiera vivido en la década pasada, habría sido considerado un "beatnik" por sus contemporáneos. Sucedió que vivió antes de esa era, pero mostraba muchas de sus características. Llevaba el cabello largo. Su actitud era la de un bohemio, sus facciones finas, bellamente cinceladas, lo convertían en un favorito de las mujeres. Como a Marseille le agradaba la compañía femenina, durante este período fue más amante que aviador. Ciertamente, como Steinhoff ya ha relatado, sus aventuras románticas eran tantas que en ocasiones hubo que retirarlo de operaciones hasta que se recobrara. En enero de 1941 fue enviado a Döberitz, cerca de Berlín, para ingresar en la JG-27. Poco después el ala era destinada a Africa del Norte, con un grupo de la misma desviado a Yugoslavia para participar en el ataque alemán. Las quejas de los pilotos alemanes de que no veían suficiente acción pronto dejaron de escucharse. A su arribo a Africa en la primavera de 1941, la misión de la JG-27 fue suministrar apoyo aéreo al Afrika Korps, que pronto escribiría páginas inmortales bajo el mando del mariscal del campo Erwin Rommel, el "zorro del desierto". Como ahora revele la historia, sólo el ilustre Rommel, el "héroe del sol" elegido por Hitler, supera en brillo a Marseille entre los soldados alemanes de las campañas africanas. Mientras las campañas de Rommel se desarrollaban en el desierto occidental, el nombre de Marseille aparecía cada vez con más frecuencia en los noticieros alemanes. El ministerio de propaganda del doctor Goebbels, en Berlín, ocupábase de que las proezas de Marseille recibieran adecuada publicidad, y con buenos motivos. La suerte de Rommel subía y bajaba. El se encontraba a merced de su línea de abastecimiento. Con una fuerza interior, pero con estratagemas insuperables, burlaba y frecuentemente derrotaba a los más estólidos ingleses. Pero debido a que sus fuerzas eran más pequeñas que las del enemigo, Rommel tenía casi tantos reveses como triunfos. Sin tomar en cuenta la suerte del Afrika Korps que peleaba debajo de él en el desierto, para Marseille siempre estaba reservada la victoria. Un triunfo sucedía a otro. Una victoria sucedía a otra. Marseille acentuaba lo positivo y la organización de Goebbels conocía bien el valor de una historia optimista. Los periódicos alemanes lo llamaban el "águila africana" y "estrella del desierto". El correo llegábale en sacas repletas de cartas de fanáticas admiradoras alemanas que pedían de todo, desde un mechón de cabello de Marseille hasta gestos más tangibles de su interés. Estas cartas de admiradoras generaban mucho regocijo entre los pilotos de la escuadrilla de Marseille. La Italia de Mussolini confirió al berlinés de rostro delgado su medalla de Oro a la Valentía. Esta condecoración fue otorgada a alemanes solo dos veces en la Segunda Guerra Mundial. El otro alemán que la recibió fue también un piloto de caza, el capitán (después mayor) Joachim Müncheberg, Kommodore de la JG-77 y protegido de Galland. Hasta Rommel debió conformarse con la versión inferior de plata de esta condecoración, como hizo su valiente su valiente subordinado en el Afrika Korps, el general Nehring. [img]http://i69.photobucket.com/albums/i64/g5cfaa/aviacion%20militar/3-1.jpg[/img] Como otros numerosos y destacados ases de caza de todas las naciones, el verdadero ascenso de Marseille a la fama comenzó cuando adquirió su vista de tirador durante sus primeros días en Africa. Hoy, numerosos ases admiten francamente que, en cierto momento, al que la mayoría de ellos pueden ubicar con bastante exactitud, sus capacidades de tiradores aéreos experimentan una súbita y dramática mejoría. Con frecuencia, este momento llega solamente después de un largo período de desempeño mediocre y frustrante. Cuando Marseille adquirió su ojo de tirador, se convirtió en uno de los más notables en la historia de los combates aéreos. Fantástico en su exactitud, mortal en su aplicación, elevó a Marseille al nivel de los inolvidables. El era, en efecto, una computadora humana. En un abrir y cerrar de ojos, y mientras se movía en tres dimensiones, era capaz de determinar el momento exacto para disparar y el punto preciso de los cielos en el cual apuntar, para provocar un encuentro letal entre sus balas y el avión enemigo, que también se movía en tres dimensiones. Nadie que lo haya visto en el aire olvidará jamás su mortal precisión. Sin embargo. Marseille fue mucho más que un tirador superlativo. Desde sus vacilantes comienzos como piloto cadete, fue desarrollando una habilidad acrobática tan pronunciada que podía dejar pasmado con su forma de volar hasta a los ases alemanes veteranos. En este aspecto se parecía a Nishizawa, "el diablo" podía fascinar con su acrobacia hasta a los endurecidos ases de la famosa Ala Lae, en Nueva Guinea. La colección de talentos de Marseille también incluía una vista de águila, absoluta ausencia de miedo y un espíritu agresivo en el aire que frecuentemente paralizaba a sus enemigos. Hablar de un "espíritu agresivo" puede parecer una abstracción. Pero los pilotos de combate saben que no es así. Para el profano que no vuela, un espíritu agresivo en el aire puede compararse adecuadamente con la determinación y temeridad a veces aterrorizadoras del "loco del camino", ese tipo de conductor que se abre paso a la fuerza den medio del tráfico y que impone su voluntad a los demás por la forma decidida y agresiva en que conduce su automóvil. Tanto la agresividad como la timidez resaltan más en el aire que en la ruta, pero la analogía es adecuada. En combate, era como si la puntería y el fuego de los cañones de Marseille estuvieran bajo el control de una fuerza sobrenatural. La precisión con que enviaba proyectiles y balas a su blanco desde ángulos casi increíbles, sólo era superada por el daño que infligían sus certeros impactos. Los que volaban con él y los técnicos que atendían su avión en Africa del Norte afirman que a menudo aterrizaba habiendo gastado menos de la mitad de sus municiones. ¡Y esto después de misiones en las que había logrado hasta seis victorias! Para los escépticos, aquí está la experiencia del mayor Günther Rall (ahora teniente general Rall). Con 275 victorias en la Segunda Guerra Mundial, Rall es el as número tres de Alemania y del mundo. Durante la guerra pasó un período en el estado mayor de Galland, cuando eran evaluados los exhaustivos informes del piloto de combate alemán: los informes de combate de tiempos de guerra del piloto de caza de la Luftwaffe eran sumamente detallados. Todos las noches había que encargarse de esa tarea. Testigos, testigos en el aire, testigos en tierra, la versión propia del combate, el tipo de avión del enemigo, la clase de munición que uno había disparado, el armamento del avión y la cantidad de proyectiles. Estos informes eran una molestia para nosotros, pero cuando estuve en el Estado Mayor de Galland comprendí lo valiosos que podían resultar algunas veces. "Comprobamos que Marseille necesitaba un promedio de sólo quince balas por victoria, lo cual es tremendo. Ningún otro piloto de caza se le acercaba ni remotamente en este aspecto, Marseille era un verdadero tipo, un excelente piloto y un brillante tirador. Creo que fue el mejor tirador de la Luftwaffe". Al enfrentar a formaciones británicas sobre el desierto, Marseille carecía completamente de miedo. Su técnica era lanzarse contra el enemigo a fin de que la furia de su arremetida produjera confusión e incertidumbre entre los pilotos ingleses. Después de separar de la formación enemiga a un piloto obviamente asustado, Marseille lo derribaba con una de sus cortas y mortales ráfagas y enseguida volvía a lanzarse contra el enemigo. Su compañero de ala de mucho tiempo, Reiner Poettgen, recuerda lo difícil que era seguir al escurridizo berlinés. Confirmar y fijar adecuadamente la posición de las múltiples victorias del as era una tarea abrumadora para cualquier compañero de ala. A esta carga añadíase la espeluznante acrobacia de Marseille y la tremenda responsabilidad de cuidar la cola del as y mantenerla libre de cazas enemigos. Era difícil colar con él. En su táctica de combate, Marseille violaba frecuentemente uno de los principios clásicos de la guerra aérea: que el combate debe ser librado a toda potencia. Poettgen, su compañero de ala y otros que volaron con el as, dicen que él frecuentemente desaceleraba su Me – 109 casi hasta nada y que hasta usaba sus flaps para cerrar sus giros y así ubicarse en posición de fuego debajo de su enemigo (*). Desde allí podía incrustar en la barriga del otro avión una ráfaga rápida y mortal. Después abría otra vez completamente el acelerador y se lanzaba en pos de otro enemigo. La tarea de los pilotos de cazas alemanes en el norte de Africa no era fácil. Mes tras mes seguía la asesina guerra de desgaste, con la superioridad aérea aliada en continuo aumento. Pese a su pasión por el combate y a su extremada juventud, Marseille empezó a mostrar los efectos de la tensión de esas agotadoras semanas en el aire. Sus facciones delgadas se afinaron notablemente y adquirió una expresión cansada y demacrada a medida que el continuo combate se cobraba su precio. En alto grado lo sostenía su actitud bohemia y heterodoxa, postura que su meteórica ascensión al status de héroe no modificó. Empero, su nueva y prestigiosa posición le permitía darse ciertos gustos. Su alojamiento, salvo por las paredes de lona de tienda, parecía haber sido transportado tal como estaba desde París. Sofás hechos con bolsas de arena forradas con lona, cajas y cajones de abastecimientos a manera de mesa y sillas: no había formalidad. Oficiales alemanes e italianos de alto rango eran sus huéspedes frecuentes y se encontraban codo a codo con los compañeros de escuadrilla de Marseille. Haber "visitado a Marseille" se convirtió en una especie de símbolo de status entre los oficiales del eje. La atmósfera de café en el alojamiento de Marseille se completaba con la instalación de un bar improvisado. Bien provisto, para envidia de las visitas, el bar era atendido por Matthias, un negro de Transvaal. Así, fervientes defensores de las teorías raciales Hitler, cuando visitaban a Marseille tenían que tolerar el color de Matthias a fin de tener derecho a la fabulosa hospitalidad del anfitrión. En 1942 Marseille recibió a un distinguido visitante de Alemania, el general de los cazas, Adolf Galland, quien recuerda de esta manera el acontecimiento: "poco después que me nombraron general de los cazas hice una visita a la JG-27 en Africa del Norte, cuyo comandante era Eduard Neumann. Marseille era uno de los jefes de escuadrilla. El aeródromo estaba ubicado sobre una colina y la escuadrilla alojábase en un pequeño valle, no lejos de allí. Cuando nos acercábamos en un jeep al lugar donde acampaba la escuadrilla de Marseille, empezamos a ver pequeños letreros clavados el los árboles o colgados de arbustos, que señalaban el camino hacia "la mejor escuadrilla de cazas del mundo". Eran todos humorísticos o semihumorísticos, pero revelaban la alta moral de la unidad de Marseille. [img]http://i69.photobucket.com/albums/i64/g5cfaa/aviacion%20militar/5.jpg[/img] El me saludó con gracia y entusiasmo y poco después sentí todo el impacto de su simpatía y reconocí su natural inclinación al liderazgo. Hablamos hasta bien entrada la noche. Le dije que necesitaba cumplir con una vital función corporal antes de tomar una última copa e irme a dormir. Marseille sacó inmediatamente una pequeña pala y dijo: - Camine sesenta pasos directamente desde la tienda, después gire y haga veinte pasos más, y use la pala, señor. Seguí obedeciendo sus instrucciones. A la mañana siguiente, al despertarme, salí de mi tienda para usar nuevamente la pala. Quedé atónito al encontrarme con que ahora el camino estaba indicados por letreros. Un último letrero tenía una gran flecha apuntada hacia abajo y decía: "en este lugar, el 22 de Septiembre de 1942, el general del arma de caza satisfizo una necesidad natural" Marseille era el completo reverso del héroe militar alemán clásico. En el aire era un buen camarada y en tierra un compañero alegre y romántico. Hasta cuando era inminente su propio fin, todavía se mostraba ansioso de vivir la vida plenamente, sin que disminuyera su alegría. En toda la campaña de Africa del norte no hubo otro como él en las fuerzas del eje. Su carrera llegó a su cenit el 1 de septiembre de 1942, durante la intensa actividad aérea en la batalla de Alam El Halfa, llamada a veces la "Stalingrado del desierto". Fue un cruel golpe del destino para la familia Marseille que el padre de Hans Joachim, un general de infantería, muriese en Stalingrado mientras su heroico hijo añadía nuevos laureles a la tradición militar de la familia. La crónica del día de combate más notable de Marseille puede relatarse mejor citando un documento alemán contemporáneo. El libro Die Wehrmacht (las fuerzas armadas) fue publicado por el alto mando alemán en 1942. Este relato tiene un sentido de proximidad y registra fielmente algunos de los sentimientos de aquella época en el lado alemán: Un solo hombre libra una batalla [/QUOTE]
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Marseille: El as del AfrikaKorps
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