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<blockquote data-quote="Derruido" data-source="post: 1008202" data-attributes="member: 30"><p>La muerte de un terrorista de extrema derecha</p><p><img src="http://www.ellitoral.com/diarios/2011/05/02/opinion/OPIN-02-web-images/X_fmt.jpeg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p>Rogelio Alaniz</p><p></p><p>Se podrá decir que murió en su ley; se podrá decir que hay que respetar su pasión y su martirio; se podrá decir también que quien a hierro mata a hierro muere. En lo personal, su muerte no me alegra porque por principio ninguna muerte me alegra, pero está claro que no voy a derramar ninguna lágrima porque, en Paquistán, un fanático religioso cuyas posiciones políticas en Occidente hubieran sido calificadas, sin vacilaciones, de extrema derecha haya muerto en su ley y en su palacio.</p><p></p><p>La noticia, de todos modos, fue celebrada en Occidente, o en lo que convencionalmente aceptamos como Occidente. Pero seguramente para amplios sectores del mundo árabe, el hombre que murió en su guarida de Pakistán es un héroe, un guerrero de la causa del Corán, y su muerte se transforma en un excelente pretexto para convertirlo en un mito.</p><p></p><p>Si mal no conozco el mundo en que vivimos, Bin Laden reúne todas las condiciones para adquirir estatura de leyenda: muerte trágica a mano de los poderosos, enemigo jurado de los poderes establecidos y oráculo de una causa que reclama todo o nada. El bandido, el terrorista o el asesino será el héroe, el mártir y el predicador a imitar y seguir. Como se dice en estos casos: ojalá me equivoque.</p><p></p><p>No todos los musulmanes se entusiasmarán con él, muchos incluso respirarán aliviados porque Estados Unidos hizo lo que ellos no se animaban a hacer, pero sería un error desconocer el efecto que estos acontecimientos producen en la imaginación de las masas. Por lo pronto, los dirigentes de Hamas ya han expresado su solidaridad con la supuesta víctima. No han faltado los que protestaron por la intromisión armada yanqui en Pakistán.¿Cuántos más lo harán en público y cuántos más lo harán en voz baja?</p><p></p><p>En Occidente es muy probable que la izquierda y los grupos nacionalistas reivindiquen las proezas del nuevo Espartaco con más o menos entusiasmo. Creo, conociendo el paño, que los principales dirigentes de la izquierda europea, la misma que odia a Israel y a Estados Unidos, para ser leal con sus convicciones, protestará por la muerte del líder tercermundista. Los más escrupulosos preferirán hacer silencio, no decir una palabra sobre Bin Laden, pero descargarán todas sus baterías retóricas contra quienes lo mataron, “el imperialismo y sus secuaces locales”.</p><p></p><p>Por supuesto, los muchachos omitirán decir que se trataba de un multimillonario saudita que se inició en política como agente de la CIA y que defendía un proyecto de dominación política y religiosa cuyas primeras víctimas -de haberse concretado- habrían sido los izquierdistas occidentales. Vivimos en tiempos de alienación ideológica: las víctimas aman a sus verdugos, las víctimas lloran por el destino del jeque de Hamas o de Bin Laden, antioccidentales por definición y anticomunistas por opción religiosa y política.</p><p></p><p>En un mundo donde la mitología ha degradado en mercancía consumista, gravitará más la imagen del guerrillero de largas barbas meditando en la montaña con el Corán en una mano y el fusil en la otra. Muchos no tendrán en cuenta o preferirán olvidar que se trata de la misma persona que asesinó -u ordenó asesinar- a tres mil inocentes en Nueva York.</p><p></p><p>Hebe de Bonafini festejó en su momento el acontecimiento, se alegró por la muerte espantosa de una pobre gente, en su gran mayoría trabajadores y trabajadores de las más diversas etnias. La señora Bonafini, en nombre de los derechos humanos, perpetró un acto de crueldad verbal que ni los profesionales del terrorismo de Estado se animaron a hacer público. Esta señora jamás corrigió sus opiniones, jamás elaboró algo así como una tímida autocrítica. Hoy, esta admiradora de Felisa Miceli y Amado Boudou ¿estará de luto, por la muerte del líder justiciero?</p><p></p><p>Seguramente no faltarán los que intenten comparar su pasión con la del Che Guevara. La estética parece ser la misma: fusil en la mano, largas barbas, condición de combatiente, enemigo número uno del imperio. Con todo respeto, y sin ánimo de divinizar al guerrillero argentino, debo decir que en el Che existía -equivocado o no- una pasión humanista, una vocación de justicia ausente en este jeque millonario. El Che era en su desmesura, en su pasión, y en sus ideales un hijo de Occidente, un hijo privilegiado del humanismo occidental. Ninguna de esas virtudes se le pueden atribuir a este caballero del Corán.</p><p></p><p>El orden social que decía defender Guevara suponía principios de justicia y redención ausentes en este teórico de la dominación medieval y defensor a ultranza de las jerarquías de la religión y el dinero. Podemos discutir -y merece ser discutida- la épica de Guevara, sus aciertos y sus errores, que los tuvo y fueron grandes, pero lo que no podemos perder de vista es que en un momento especial de la humanidad este hombre joven y bello, este lector de Baudelaire y Rimbaud, este hijo de las clases altas argentinas venidas a menos, encarnó los idealas más altos de Occidente, incluso sus ideales más trágicos.</p><p></p><p>De todos modos, admitamos una cosa: Bin Laden se pensaba como un revolucionario, como un revolucionario del Corán, claro está. Como todo revolucionario llegó a contar con su propia ínsula, el territorio donde pudo apreciar las virtudes prácticas del sistema de vida que predicaba para sus seguidores. Esa ínsula coránica fue el Afgansitán de los talibanes, un modelo de despotismo religioso que se distinguió por su fanatismo, su violencia y su barbarie, al punto que muy bien podría decirse que después de los talibanes, Torquemada es un liberal volteriano</p><p><a href="http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2011/05/02/opinion/OPIN-02.html">La muerte de un terrorista de extrema derecha : : Diario El Litoral - Santa Fe - Argentina : :</a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Derruido, post: 1008202, member: 30"] La muerte de un terrorista de extrema derecha [IMG]http://www.ellitoral.com/diarios/2011/05/02/opinion/OPIN-02-web-images/X_fmt.jpeg[/IMG] Rogelio Alaniz Se podrá decir que murió en su ley; se podrá decir que hay que respetar su pasión y su martirio; se podrá decir también que quien a hierro mata a hierro muere. En lo personal, su muerte no me alegra porque por principio ninguna muerte me alegra, pero está claro que no voy a derramar ninguna lágrima porque, en Paquistán, un fanático religioso cuyas posiciones políticas en Occidente hubieran sido calificadas, sin vacilaciones, de extrema derecha haya muerto en su ley y en su palacio. La noticia, de todos modos, fue celebrada en Occidente, o en lo que convencionalmente aceptamos como Occidente. Pero seguramente para amplios sectores del mundo árabe, el hombre que murió en su guarida de Pakistán es un héroe, un guerrero de la causa del Corán, y su muerte se transforma en un excelente pretexto para convertirlo en un mito. Si mal no conozco el mundo en que vivimos, Bin Laden reúne todas las condiciones para adquirir estatura de leyenda: muerte trágica a mano de los poderosos, enemigo jurado de los poderes establecidos y oráculo de una causa que reclama todo o nada. El bandido, el terrorista o el asesino será el héroe, el mártir y el predicador a imitar y seguir. Como se dice en estos casos: ojalá me equivoque. No todos los musulmanes se entusiasmarán con él, muchos incluso respirarán aliviados porque Estados Unidos hizo lo que ellos no se animaban a hacer, pero sería un error desconocer el efecto que estos acontecimientos producen en la imaginación de las masas. Por lo pronto, los dirigentes de Hamas ya han expresado su solidaridad con la supuesta víctima. No han faltado los que protestaron por la intromisión armada yanqui en Pakistán.¿Cuántos más lo harán en público y cuántos más lo harán en voz baja? En Occidente es muy probable que la izquierda y los grupos nacionalistas reivindiquen las proezas del nuevo Espartaco con más o menos entusiasmo. Creo, conociendo el paño, que los principales dirigentes de la izquierda europea, la misma que odia a Israel y a Estados Unidos, para ser leal con sus convicciones, protestará por la muerte del líder tercermundista. Los más escrupulosos preferirán hacer silencio, no decir una palabra sobre Bin Laden, pero descargarán todas sus baterías retóricas contra quienes lo mataron, “el imperialismo y sus secuaces locales”. Por supuesto, los muchachos omitirán decir que se trataba de un multimillonario saudita que se inició en política como agente de la CIA y que defendía un proyecto de dominación política y religiosa cuyas primeras víctimas -de haberse concretado- habrían sido los izquierdistas occidentales. Vivimos en tiempos de alienación ideológica: las víctimas aman a sus verdugos, las víctimas lloran por el destino del jeque de Hamas o de Bin Laden, antioccidentales por definición y anticomunistas por opción religiosa y política. En un mundo donde la mitología ha degradado en mercancía consumista, gravitará más la imagen del guerrillero de largas barbas meditando en la montaña con el Corán en una mano y el fusil en la otra. Muchos no tendrán en cuenta o preferirán olvidar que se trata de la misma persona que asesinó -u ordenó asesinar- a tres mil inocentes en Nueva York. Hebe de Bonafini festejó en su momento el acontecimiento, se alegró por la muerte espantosa de una pobre gente, en su gran mayoría trabajadores y trabajadores de las más diversas etnias. La señora Bonafini, en nombre de los derechos humanos, perpetró un acto de crueldad verbal que ni los profesionales del terrorismo de Estado se animaron a hacer público. Esta señora jamás corrigió sus opiniones, jamás elaboró algo así como una tímida autocrítica. Hoy, esta admiradora de Felisa Miceli y Amado Boudou ¿estará de luto, por la muerte del líder justiciero? Seguramente no faltarán los que intenten comparar su pasión con la del Che Guevara. La estética parece ser la misma: fusil en la mano, largas barbas, condición de combatiente, enemigo número uno del imperio. Con todo respeto, y sin ánimo de divinizar al guerrillero argentino, debo decir que en el Che existía -equivocado o no- una pasión humanista, una vocación de justicia ausente en este jeque millonario. El Che era en su desmesura, en su pasión, y en sus ideales un hijo de Occidente, un hijo privilegiado del humanismo occidental. Ninguna de esas virtudes se le pueden atribuir a este caballero del Corán. El orden social que decía defender Guevara suponía principios de justicia y redención ausentes en este teórico de la dominación medieval y defensor a ultranza de las jerarquías de la religión y el dinero. Podemos discutir -y merece ser discutida- la épica de Guevara, sus aciertos y sus errores, que los tuvo y fueron grandes, pero lo que no podemos perder de vista es que en un momento especial de la humanidad este hombre joven y bello, este lector de Baudelaire y Rimbaud, este hijo de las clases altas argentinas venidas a menos, encarnó los idealas más altos de Occidente, incluso sus ideales más trágicos. De todos modos, admitamos una cosa: Bin Laden se pensaba como un revolucionario, como un revolucionario del Corán, claro está. Como todo revolucionario llegó a contar con su propia ínsula, el territorio donde pudo apreciar las virtudes prácticas del sistema de vida que predicaba para sus seguidores. Esa ínsula coránica fue el Afgansitán de los talibanes, un modelo de despotismo religioso que se distinguió por su fanatismo, su violencia y su barbarie, al punto que muy bien podría decirse que después de los talibanes, Torquemada es un liberal volteriano [url=http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2011/05/02/opinion/OPIN-02.html]La muerte de un terrorista de extrema derecha : : Diario El Litoral - Santa Fe - Argentina : :[/url] [/QUOTE]
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