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Area Militar General
Malvinas 1982
Mikado: La Operacion que no fue
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<blockquote data-quote="TORDO79" data-source="post: 1538439" data-attributes="member: 3802"><p>CONTINUA...</p><p></p><p>"....<strong><u>“¿Ustedes son los tres pilotos británicos?”</u></strong></p><p></p><p></p><p>Estábamos levantados al amanecer del 25 de mayo; era una mañana soleada y había</p><p>mucho que hacer. Luego del desayuno y de asearme y afeitarme, “Wiggy” y Pete</p><p>levantaron el campamento mientras yo cavaba dos grandes agujeros para enterrar en</p><p>ellos nuestras mochilas, la tienda y el resto de nuestro equipo, incluyendo las cincuenta</p><p>ampollas de diamorfina, cuyo valor en la calle era de diez mil libras. Estimamos que el</p><p>camino era de una milla y que la entrada al establecimiento militar estaba alrededor de</p><p>media milla más allá del punto en el cual la ruta obvia de la colina interceptaba el camino.</p><p>Nuestras observaciones del área en los tres días previos indicaban que el horario más</p><p>transitado en el camino era entre el mediodía y las 14.00 horas, por lo que asumimos</p><p>que ese era el horario de almuerzo para los locales. No obstante el hecho de que sólo</p><p>teníamos buzos rompevientos DPM y una mescolanza de pantalones para usar, razoné</p><p>que pareceríamos menos conspicuos para un observador casual si nos movíamos junto</p><p>con otros peatones y vehículos. Habiendo hecho una limpieza final del sitio de</p><p>campamento temprano en la mañana, dejamos el refugio de la colina boscosa y partimos</p><p>lentamente colina abajo hacia el camino.</p><p>Eran las 13.00 horas cuando interceptamos el camino de la costa y “Wiggy” y yo</p><p>tomamos el camino hacia el norte junto a al lado este del mismo, alejándonos del</p><p>establecimiento militar, seguidos unos pocos minutos después por Pete. Mientras</p><p>caminábamos al norte, pasamos un cartel indicador en el que se leía que estábamos por</p><p>entrar en Punta Arenas, República de Chile. Nos pasaban varios vehículos civiles</p><p>viajando en ambas direcciones y unos pocos peatones caminando en la dirección</p><p>opuesta. Nadie parecía prestarnos ni un ápice de atención. Luego de diez minutos nos</p><p>acercamos a la puerta principal del establecimiento militar para descubrir que era el</p><p>cuartel regional, las barracas y el centro de entrenamiento de Carabineros- un lugar</p><p>enorme. Parado en el camino estaba un soldado armado en servicio de centinela. No nos</p><p>prestó más atención que un vistazo casual mientras pasábamos a su lado. Hasta el</p><p>momento, estaba bien. “Wiggy” y yo disminuimos la marcha para no quedar demasiado</p><p>adelante de Pete. Unos minutos después Pete también pasó al llamativamente</p><p>desinteresado soldado y luego se unió a nosotros. Luego de cinco minutos de que los</p><p>tres pasáramos por el frente del establecimiento de carabineros y mientras nos</p><p>dirigíamos a una tranquila calle lateral, los tres respiramos aliviados. En ese preciso</p><p>momento, un auto que viajaba en la dirección opuesta se detuvo justo detrás de</p><p>nosotros. Del auto salió un Capitán de Carabineros que nos llamó en español y se nos</p><p>acercó. Se presentó como el Capitán Marcos Moya Torres de la Prefectura Carabineros</p><p>de Chile. Nos preguntó en español si éramos los tres pilotos británicos, a lo cual</p><p>respondimos que éramos marineros de un barco mercante británico que estaba en el</p><p>puerto, mientras tratábamos con dificultad de mantener caras serias en este momento</p><p>del “Hola, hola”.</p><p>“No hay barcos mercantes británicos en el puerto”, fue la respuesta del Capitán Torres.</p><p>“Ustedes son los pilotos británicos”.</p><p>El juego se había terminado. El Capitán Torres nos invitó a subir en su auto y nos</p><p>llevaron al cuartel de Carabineros, preguntándonos que habría por delante.</p><p>Una vez estacionado el auto, el Capitán Torres nos invitó a los tres a pasar a su oficina</p><p>y realizó una llamada a su Comandante para reportar nuestra llegada.</p><p>Unos momentos después, el Teniente Coronel Haroldo Carrasco Galvez y su adjunto, el</p><p>Teniente César Pradenas Moran, se unieron al grupo y los dos grupos fueron</p><p>presentados el uno al otro. Luego de algunas galanterías, se nos ofreció un vaso de</p><p>vino tinto chileno, que fue bienvenido, a pesar de ser un poco fresco para mi gusto.</p><p>Unos minutos después fuimos todos afuera para unas fotos que fueron tomadas antes</p><p>de regresar a la oficina del Capitán Torres. Nuestro acto final fue regalar nuestras</p><p>brújulas militares a nuestros anfitriones como muestra de nuestro aprecio por su breve</p><p>hospitalidad, pero no obstante, agradable.</p><p>Pasó una hora o un poco más antes de que nos llevaran a otras instalaciones para ser</p><p>formalmente interrogados sobre nuestra presencia en Chile. Al entrar al edificio parecía</p><p>ser recordatorio de de Villa Grimaldi, uno de los centros de interrogación usado por la</p><p>policía secreta de Chile tal como lo describieron los sobrevivientes a interrogatorios.</p><p>Ver los artefactos que estaban en algunas de las habitaciones hizo que se me erizaran</p><p>los pelos de la espalda. ¿Qué tendrían guardado para nosotros? Me preguntaba. El</p><p>interrogatorio no fue llevado a cabo por la policía secreta, a quienes sin interés</p><p>conocería en una visita de regreso seis meses después, sino por un Comandante de la</p><p>Armada Chilena que era encantador y hablaba un inglés muy fluido. Cuando le pregunté</p><p>cómo había conseguido tan buen nivel de conocimiento del idioma inglés me explicó que</p><p>había pasado un tiempo en el RU asistiendo a cursos de entrenamiento con la Armada</p><p>Real. Estaba sorprendido de que los tres fuéramos interrogados colectivamente y no</p><p>individualmente. Estaba claro entonces que el interrogatorio era una formalidad. El</p><p>Comandante nos preguntó cómo llegamos a Chile. Le di la historia de coartada tal como</p><p>lo había arreglado con el Capitán Lynn Middleton, diciendo que estábamos llevando a</p><p>cabo un patrullaje de la costa argentina buscando embarcaciones argentinas, cuando el</p><p>helicóptero sufrió una falla en el motor. Estando a una gran distancia de la Fuerza de</p><p>Tareas y con la posibilidad de una segunda falla en el motor, decidí buscar refugio en el</p><p>país “amigable” más cercano. Como únicamente teníamos tablas marítimas del área, no</p><p>teníamos posibilidades de navegar acertadamente, así que nos dirigimos al oeste hasta</p><p>quedar con poco combustible, aterrizamos y destruimos la aeronave para evitar que</p><p>cayera en manos del enemigo en caso de que estuviéramos en Argentina. Decidí que</p><p>deberíamos quedarnos por varios días hasta que tuviéramos la certeza de que</p><p>estábamos en Chile y no en Argentina. Durante las horas de oscuridad en nuestra</p><p>primera noche en Chile, pudimos ver las luces de un gran pueblo al norte y decidimos</p><p>cruzar el campo hacia allí. Luego de cinco días llegamos a la colina y mantuvimos el</p><p>pueblo bajo observación durante otros tres días. Bajo la protección de la oscuridad de la</p><p>noche, durante la penúltima noche en la colina, yo descendí hacia el pueblo para</p><p>reconocer el área. Al llegar al camino, vi el letrero de Punta Arenas, confirmando por lo</p><p>tanto nuestra ubicación en Chile.</p><p>El Comandante parecía estar satisfecho con mi historia, pero durante el interrogatorio</p><p>me pidió en tres ocasiones que confirme que no habíamos dejado ningún personal militar</p><p>en territorio chileno. Respondí que no habíamos dejado ningún personal militar en</p><p>territorio chileno. Me dio la hipótesis de que habíamos dejado Fuerzas Especiales en</p><p>Argentina o en Chile y que luego habíamos destruido el helicóptero como parte del plan.</p><p>Pareció aceptar mi versión de los hechos. Luego de una hora o más de interrogatorio, el</p><p>Comandante nos explicó que seríamos trasladados a Santiago esa misma noche y luego</p><p>llevados de nuevo al RU. Luego de la formalidad del interrogatorio, le pedí noticias de la</p><p>Fuerza de Tareas y procedió a actualizarnos con los acontecimientos más relevantes de</p><p>los días recientes. Estas eran nuestras primeras noticias en ocho días. Nos enteramos de</p><p>los aterrizajes anfibios, la pérdida del Sea King con veintidós vidas, incluyendo al “Doc”</p><p>Love, el hundimiento del HMS Ardent, el derribamiento de dos helicópteros británicos, los</p><p>ataques al RFA Argonaut, HMS Antrim, RFA Sir Galahad y RFA Sir Lancelot, el</p><p>hundimiento del HMS Antelope y del HMS Coventry y, en ese mismo día, el ataque</p><p>Exocet en el SS Atlantic Conveyor. Eran muchas noticias para asimilar y fue nuestra</p><p>primera indicación de que con los ataques Exocet, la Operación Mikado había sido</p><p>finalmente abortada.</p><p></p><p><strong><u>El viaje a Santiago, cortesía de la RAF</u></strong></p><p></p><p>Ya estaba entrada la tarde y estaba oscureciendo al momento en que nuestro</p><p>interrogatorio fue completado. La llamada telefónica inicial del Teniente Coronel Galves a</p><p>su superior, reportando nuestra llegada a Punta Arenas, había generado una catarata</p><p>de llamadas posteriores de la cadena de comando de los Carabineros al Ministerio de</p><p>Defensa, al Presidente Pinochet y al Embajador Británico en Santiago. John Health, el</p><p>Embajador Británico, había sido alertado de la presencia en Chile de tripulación aérea</p><p>británica luego del siniestro del Sea King. Durante la semana previa, intercambios de</p><p>telegramas y señales entre Santiago y Londres habían comunicado al Gobierno del RU, la</p><p>decisión de que deberíamos ser repatriados al RU lo antes posible y con el mínimo</p><p>movimiento y exposición pública posible. Con este fin, se acordó entré las autoridades</p><p>británicas y chilenas que los tres seríamos trasladados a Santiago durante la noche como</p><p>pasajeros en un vuelo militar de rutina y seríamos entregados al cuerpo diplomático</p><p>británico.</p><p>Antes de que partiéramos, nos entregaron tres camperas de civil acolchadas que habían</p><p>sido compradas para nosotros por los Carabineros. Temprano esa noche, dimos</p><p>nuestros últimos saludos a nuestros muy hospitalarios anfitriones chilenos y fuimos</p><p>conducidos de encubierto en la oscuridad a través de Punta Arenas al aeropuerto, a</p><p>unas 5 millas al norte del pueblo. Al entrar al aeropuerto, el vehículo se dirigió a la</p><p>dispersión de aeronaves donde se detuvo y esperó varios minutos hasta que el C130</p><p>militar estuvo listo para embarcar a los pasajeros. Mientras estábamos sentados en el</p><p>auto matando el tiempo, hubo un golpe en la ventanilla del acompañante y la puerta se</p><p>abrió para revelar una cara familiar de mi tiempo en Hereford el año anterior. Conocía al</p><p>Capitán H profesionalmente hacía algunos años y estaba sorprendido de verlo en Punta</p><p>Arenas. El conductor salió del vehículo para que nosotros tres y el Capitán “H”</p><p>pudiéramos tener una conversación privada. Le expliqué la secuencia de eventos en</p><p>Argentina y el arribo a Chile, explicando en detalle la ubicación en la cual habíamos</p><p>dejado al Capitán “A” y a su equipo. El Capitán “H” nos confirmó que la Operación</p><p>Mikado había sido cancelada y que estaba haciendo todo el esfuerzo para encontrar el</p><p>equipo SAS perdido. Continuó explicando que, desde la cancelación de la misión, no</p><p>había ninguna necesidad de que nosotros nos siguiéramos escondiendo y que había</p><p>estado rastreando los campos al sur de Punta Arenas durante varios días, gritando</p><p>nuestros nombres y buscándonos. Dada la cantidad relativamente pequeña de terreno</p><p>que habíamos cubierto, estaba sorprendido que no lo hayamos visto ni oído, y concluyó</p><p>que nuestro intento de sobrevivir y evadirnos había sido claramente muy exitoso.</p><p>Finalmente, antes de abordar el avión, el Capitán”H” me dio el número de teléfono de su</p><p>mujer en Inglaterra y yo acepté llamarla al llegar al RU para decirle que yo lo había visto</p><p>y había hablado con él recientemente y que se encontraba bien y ocupado.</p><p>Con el avión listo para partir, era tiempo de abordar. Saludamos al Capitán “H” y a</p><p>nuestro conductor y caminamos hacia el avión. Estaba sorprendido de ver que el C130</p><p>estaba pintado con el camuflaje estándar del RU y tenía la inscripción “Fuerza Aérea de</p><p>Chile”. Incluso con mi conocimiento rudimentario de español me di cuenta de que Aérea</p><p>era un error ortográfico de “Aérea”; se despertó mi curiosidad. Entramos al Hércules</p><p>C130, tomamos nuestros asientos al fondo y mientras el avión despegaba, le eché un</p><p>vistazo a la cabina. Había una pequeña cantidad de equipamiento para trasladar, pero el</p><p>avión transportaba principalmente pasajeros y estaba provisto de equipamiento</p><p>electrónico con el cual yo no estaba familiarizado. Estudié a nuestros compañeros de</p><p>vuelo cuidadosamente, todos ellos vestían mamelucos de vuelo con alas de piloto e</p><p>insignias de vuelo, por lo que asumí que eran dela tripulación. Una mirada más certera a</p><p>las insignias reveló que la tripulación era de pilotos de F5. Ni bien la aeronave estuvo en</p><p>el aire y estableció vuelo a velocidad de crucero, hablé con algunos de los pasajeros que</p><p>estaban tan curiosos sobre nosotros como nosotros tres lo estábamos sobre ellos. Nos</p><p>explicaron que un escuadrón de F5 había sido desplegado a Punta Arenas durante la</p><p>Guerra de Malvinas y que cada semana había un movimiento de pilotos entre Santiago y</p><p>Punta Arenas para mantener a los F5 lo más preparados posible. Los pilotos continuaron</p><p>explicando que había gran confianza en el pueblo chileno de que los británicos</p><p>resultarían victoriosos. En el probable caso de que Argentina fuera derrotada, las</p><p>autoridades chilenas estaban preocupadas porque el General Galtieri tal vez ordenara la</p><p>invasión de las islas del Canal de Beagle. La soberanía de las islas había sido disputada</p><p>hacía tiempo entre Argentina y Chile y existía la preocupación en Chile de que el General</p><p>Galtieri intentara mitigar el fracaso en las Malvinas y calmara al pueblo argentino</p><p>consiguiendo una pequeña victoria a toda costa mediante la toma de esas islas.</p><p>La apariencia general de los pilotos de los F5 nos tomó de alguna forma por sorpresa. A</p><p>riesgo de sonar racista, nos resultó chocante identificar que la mayoría de los pilotos</p><p>eran de extracción aria y tenían apellidos tales como Müller, von Reinhart, Schmitt y</p><p>Brandt, por nombrar sólo cuatro. Había pocos pilotos de apariencia o nombre hispanos.</p><p>Las marcas del avión eran también motivo de sorpresa. La pintura externa de la</p><p>aeronave coincidía con las marcas internas, que eran de la RAF, incluyendo el número</p><p>de registro del avión, que era británico y de RAF Lyneham.</p><p>El tiempo de vuelo a Santiago fue de seis horas. Para aquellos que no están</p><p>familiarizados con el Hércules C130, debo explicar que el avión fue diseñado</p><p>primariamente para transportar fletes, con el papel secundario de trasladar tropas y</p><p>pasajeros. El nivel de ruido en la parte posterior de un C130 es por lo tanto muy alto,</p><p>haciendo imposible una conversación prolongada. No había nada que nosotros</p><p>pudiéramos hacer, por lo tanto, más que intentar dormir durante la mayor parte del</p><p>viaje.</p><p>Mientras tanto, en el RU, el MoD había dado nuestros tres nombres a la prensa. Viendo</p><p>un informe en el noticiero tarde por la noche, Lorraine anticipó que iba a ser objeto de</p><p>considerable interés por parte de la prensa. Con dos niños pequeños que cuidar, una</p><p>distracción que no necesitaba era la de ser bombardeada con preguntas de la prensa.</p><p>Necesitaba ayuda. Para esto, Lorraine telefoneó a nuestro cuñado, Ken Lewis, quien en</p><p>ese momento era un oficial subalterno que prestaba servicios en la Estación Aérea de la</p><p>Marina Real en Portland, y se ofreció a pasar un día o dos con ella para “cubrir” cualquier</p><p>pregunta de la prensa. Más tarde esa noche, mientras los vecinos cuidaban a los niños,</p><p>Lorraine viajó en auto hasta Portland y pasó a buscar a Ken, regresando a Crewkerne</p><p>durante las primeras horas del 26 de mayo...."</p><p></p><p>CONTINUA....</p><p></p><p></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="TORDO79, post: 1538439, member: 3802"] CONTINUA... "....[B][U]“¿Ustedes son los tres pilotos británicos?”[/U][/B] Estábamos levantados al amanecer del 25 de mayo; era una mañana soleada y había mucho que hacer. Luego del desayuno y de asearme y afeitarme, “Wiggy” y Pete levantaron el campamento mientras yo cavaba dos grandes agujeros para enterrar en ellos nuestras mochilas, la tienda y el resto de nuestro equipo, incluyendo las cincuenta ampollas de diamorfina, cuyo valor en la calle era de diez mil libras. Estimamos que el camino era de una milla y que la entrada al establecimiento militar estaba alrededor de media milla más allá del punto en el cual la ruta obvia de la colina interceptaba el camino. Nuestras observaciones del área en los tres días previos indicaban que el horario más transitado en el camino era entre el mediodía y las 14.00 horas, por lo que asumimos que ese era el horario de almuerzo para los locales. No obstante el hecho de que sólo teníamos buzos rompevientos DPM y una mescolanza de pantalones para usar, razoné que pareceríamos menos conspicuos para un observador casual si nos movíamos junto con otros peatones y vehículos. Habiendo hecho una limpieza final del sitio de campamento temprano en la mañana, dejamos el refugio de la colina boscosa y partimos lentamente colina abajo hacia el camino. Eran las 13.00 horas cuando interceptamos el camino de la costa y “Wiggy” y yo tomamos el camino hacia el norte junto a al lado este del mismo, alejándonos del establecimiento militar, seguidos unos pocos minutos después por Pete. Mientras caminábamos al norte, pasamos un cartel indicador en el que se leía que estábamos por entrar en Punta Arenas, República de Chile. Nos pasaban varios vehículos civiles viajando en ambas direcciones y unos pocos peatones caminando en la dirección opuesta. Nadie parecía prestarnos ni un ápice de atención. Luego de diez minutos nos acercamos a la puerta principal del establecimiento militar para descubrir que era el cuartel regional, las barracas y el centro de entrenamiento de Carabineros- un lugar enorme. Parado en el camino estaba un soldado armado en servicio de centinela. No nos prestó más atención que un vistazo casual mientras pasábamos a su lado. Hasta el momento, estaba bien. “Wiggy” y yo disminuimos la marcha para no quedar demasiado adelante de Pete. Unos minutos después Pete también pasó al llamativamente desinteresado soldado y luego se unió a nosotros. Luego de cinco minutos de que los tres pasáramos por el frente del establecimiento de carabineros y mientras nos dirigíamos a una tranquila calle lateral, los tres respiramos aliviados. En ese preciso momento, un auto que viajaba en la dirección opuesta se detuvo justo detrás de nosotros. Del auto salió un Capitán de Carabineros que nos llamó en español y se nos acercó. Se presentó como el Capitán Marcos Moya Torres de la Prefectura Carabineros de Chile. Nos preguntó en español si éramos los tres pilotos británicos, a lo cual respondimos que éramos marineros de un barco mercante británico que estaba en el puerto, mientras tratábamos con dificultad de mantener caras serias en este momento del “Hola, hola”. “No hay barcos mercantes británicos en el puerto”, fue la respuesta del Capitán Torres. “Ustedes son los pilotos británicos”. El juego se había terminado. El Capitán Torres nos invitó a subir en su auto y nos llevaron al cuartel de Carabineros, preguntándonos que habría por delante. Una vez estacionado el auto, el Capitán Torres nos invitó a los tres a pasar a su oficina y realizó una llamada a su Comandante para reportar nuestra llegada. Unos momentos después, el Teniente Coronel Haroldo Carrasco Galvez y su adjunto, el Teniente César Pradenas Moran, se unieron al grupo y los dos grupos fueron presentados el uno al otro. Luego de algunas galanterías, se nos ofreció un vaso de vino tinto chileno, que fue bienvenido, a pesar de ser un poco fresco para mi gusto. Unos minutos después fuimos todos afuera para unas fotos que fueron tomadas antes de regresar a la oficina del Capitán Torres. Nuestro acto final fue regalar nuestras brújulas militares a nuestros anfitriones como muestra de nuestro aprecio por su breve hospitalidad, pero no obstante, agradable. Pasó una hora o un poco más antes de que nos llevaran a otras instalaciones para ser formalmente interrogados sobre nuestra presencia en Chile. Al entrar al edificio parecía ser recordatorio de de Villa Grimaldi, uno de los centros de interrogación usado por la policía secreta de Chile tal como lo describieron los sobrevivientes a interrogatorios. Ver los artefactos que estaban en algunas de las habitaciones hizo que se me erizaran los pelos de la espalda. ¿Qué tendrían guardado para nosotros? Me preguntaba. El interrogatorio no fue llevado a cabo por la policía secreta, a quienes sin interés conocería en una visita de regreso seis meses después, sino por un Comandante de la Armada Chilena que era encantador y hablaba un inglés muy fluido. Cuando le pregunté cómo había conseguido tan buen nivel de conocimiento del idioma inglés me explicó que había pasado un tiempo en el RU asistiendo a cursos de entrenamiento con la Armada Real. Estaba sorprendido de que los tres fuéramos interrogados colectivamente y no individualmente. Estaba claro entonces que el interrogatorio era una formalidad. El Comandante nos preguntó cómo llegamos a Chile. Le di la historia de coartada tal como lo había arreglado con el Capitán Lynn Middleton, diciendo que estábamos llevando a cabo un patrullaje de la costa argentina buscando embarcaciones argentinas, cuando el helicóptero sufrió una falla en el motor. Estando a una gran distancia de la Fuerza de Tareas y con la posibilidad de una segunda falla en el motor, decidí buscar refugio en el país “amigable” más cercano. Como únicamente teníamos tablas marítimas del área, no teníamos posibilidades de navegar acertadamente, así que nos dirigimos al oeste hasta quedar con poco combustible, aterrizamos y destruimos la aeronave para evitar que cayera en manos del enemigo en caso de que estuviéramos en Argentina. Decidí que deberíamos quedarnos por varios días hasta que tuviéramos la certeza de que estábamos en Chile y no en Argentina. Durante las horas de oscuridad en nuestra primera noche en Chile, pudimos ver las luces de un gran pueblo al norte y decidimos cruzar el campo hacia allí. Luego de cinco días llegamos a la colina y mantuvimos el pueblo bajo observación durante otros tres días. Bajo la protección de la oscuridad de la noche, durante la penúltima noche en la colina, yo descendí hacia el pueblo para reconocer el área. Al llegar al camino, vi el letrero de Punta Arenas, confirmando por lo tanto nuestra ubicación en Chile. El Comandante parecía estar satisfecho con mi historia, pero durante el interrogatorio me pidió en tres ocasiones que confirme que no habíamos dejado ningún personal militar en territorio chileno. Respondí que no habíamos dejado ningún personal militar en territorio chileno. Me dio la hipótesis de que habíamos dejado Fuerzas Especiales en Argentina o en Chile y que luego habíamos destruido el helicóptero como parte del plan. Pareció aceptar mi versión de los hechos. Luego de una hora o más de interrogatorio, el Comandante nos explicó que seríamos trasladados a Santiago esa misma noche y luego llevados de nuevo al RU. Luego de la formalidad del interrogatorio, le pedí noticias de la Fuerza de Tareas y procedió a actualizarnos con los acontecimientos más relevantes de los días recientes. Estas eran nuestras primeras noticias en ocho días. Nos enteramos de los aterrizajes anfibios, la pérdida del Sea King con veintidós vidas, incluyendo al “Doc” Love, el hundimiento del HMS Ardent, el derribamiento de dos helicópteros británicos, los ataques al RFA Argonaut, HMS Antrim, RFA Sir Galahad y RFA Sir Lancelot, el hundimiento del HMS Antelope y del HMS Coventry y, en ese mismo día, el ataque Exocet en el SS Atlantic Conveyor. Eran muchas noticias para asimilar y fue nuestra primera indicación de que con los ataques Exocet, la Operación Mikado había sido finalmente abortada. [B][U]El viaje a Santiago, cortesía de la RAF[/U][/B] [B][U][/U][/B] Ya estaba entrada la tarde y estaba oscureciendo al momento en que nuestro interrogatorio fue completado. La llamada telefónica inicial del Teniente Coronel Galves a su superior, reportando nuestra llegada a Punta Arenas, había generado una catarata de llamadas posteriores de la cadena de comando de los Carabineros al Ministerio de Defensa, al Presidente Pinochet y al Embajador Británico en Santiago. John Health, el Embajador Británico, había sido alertado de la presencia en Chile de tripulación aérea británica luego del siniestro del Sea King. Durante la semana previa, intercambios de telegramas y señales entre Santiago y Londres habían comunicado al Gobierno del RU, la decisión de que deberíamos ser repatriados al RU lo antes posible y con el mínimo movimiento y exposición pública posible. Con este fin, se acordó entré las autoridades británicas y chilenas que los tres seríamos trasladados a Santiago durante la noche como pasajeros en un vuelo militar de rutina y seríamos entregados al cuerpo diplomático británico. Antes de que partiéramos, nos entregaron tres camperas de civil acolchadas que habían sido compradas para nosotros por los Carabineros. Temprano esa noche, dimos nuestros últimos saludos a nuestros muy hospitalarios anfitriones chilenos y fuimos conducidos de encubierto en la oscuridad a través de Punta Arenas al aeropuerto, a unas 5 millas al norte del pueblo. Al entrar al aeropuerto, el vehículo se dirigió a la dispersión de aeronaves donde se detuvo y esperó varios minutos hasta que el C130 militar estuvo listo para embarcar a los pasajeros. Mientras estábamos sentados en el auto matando el tiempo, hubo un golpe en la ventanilla del acompañante y la puerta se abrió para revelar una cara familiar de mi tiempo en Hereford el año anterior. Conocía al Capitán H profesionalmente hacía algunos años y estaba sorprendido de verlo en Punta Arenas. El conductor salió del vehículo para que nosotros tres y el Capitán “H” pudiéramos tener una conversación privada. Le expliqué la secuencia de eventos en Argentina y el arribo a Chile, explicando en detalle la ubicación en la cual habíamos dejado al Capitán “A” y a su equipo. El Capitán “H” nos confirmó que la Operación Mikado había sido cancelada y que estaba haciendo todo el esfuerzo para encontrar el equipo SAS perdido. Continuó explicando que, desde la cancelación de la misión, no había ninguna necesidad de que nosotros nos siguiéramos escondiendo y que había estado rastreando los campos al sur de Punta Arenas durante varios días, gritando nuestros nombres y buscándonos. Dada la cantidad relativamente pequeña de terreno que habíamos cubierto, estaba sorprendido que no lo hayamos visto ni oído, y concluyó que nuestro intento de sobrevivir y evadirnos había sido claramente muy exitoso. Finalmente, antes de abordar el avión, el Capitán”H” me dio el número de teléfono de su mujer en Inglaterra y yo acepté llamarla al llegar al RU para decirle que yo lo había visto y había hablado con él recientemente y que se encontraba bien y ocupado. Con el avión listo para partir, era tiempo de abordar. Saludamos al Capitán “H” y a nuestro conductor y caminamos hacia el avión. Estaba sorprendido de ver que el C130 estaba pintado con el camuflaje estándar del RU y tenía la inscripción “Fuerza Aérea de Chile”. Incluso con mi conocimiento rudimentario de español me di cuenta de que Aérea era un error ortográfico de “Aérea”; se despertó mi curiosidad. Entramos al Hércules C130, tomamos nuestros asientos al fondo y mientras el avión despegaba, le eché un vistazo a la cabina. Había una pequeña cantidad de equipamiento para trasladar, pero el avión transportaba principalmente pasajeros y estaba provisto de equipamiento electrónico con el cual yo no estaba familiarizado. Estudié a nuestros compañeros de vuelo cuidadosamente, todos ellos vestían mamelucos de vuelo con alas de piloto e insignias de vuelo, por lo que asumí que eran dela tripulación. Una mirada más certera a las insignias reveló que la tripulación era de pilotos de F5. Ni bien la aeronave estuvo en el aire y estableció vuelo a velocidad de crucero, hablé con algunos de los pasajeros que estaban tan curiosos sobre nosotros como nosotros tres lo estábamos sobre ellos. Nos explicaron que un escuadrón de F5 había sido desplegado a Punta Arenas durante la Guerra de Malvinas y que cada semana había un movimiento de pilotos entre Santiago y Punta Arenas para mantener a los F5 lo más preparados posible. Los pilotos continuaron explicando que había gran confianza en el pueblo chileno de que los británicos resultarían victoriosos. En el probable caso de que Argentina fuera derrotada, las autoridades chilenas estaban preocupadas porque el General Galtieri tal vez ordenara la invasión de las islas del Canal de Beagle. La soberanía de las islas había sido disputada hacía tiempo entre Argentina y Chile y existía la preocupación en Chile de que el General Galtieri intentara mitigar el fracaso en las Malvinas y calmara al pueblo argentino consiguiendo una pequeña victoria a toda costa mediante la toma de esas islas. La apariencia general de los pilotos de los F5 nos tomó de alguna forma por sorpresa. A riesgo de sonar racista, nos resultó chocante identificar que la mayoría de los pilotos eran de extracción aria y tenían apellidos tales como Müller, von Reinhart, Schmitt y Brandt, por nombrar sólo cuatro. Había pocos pilotos de apariencia o nombre hispanos. Las marcas del avión eran también motivo de sorpresa. La pintura externa de la aeronave coincidía con las marcas internas, que eran de la RAF, incluyendo el número de registro del avión, que era británico y de RAF Lyneham. El tiempo de vuelo a Santiago fue de seis horas. Para aquellos que no están familiarizados con el Hércules C130, debo explicar que el avión fue diseñado primariamente para transportar fletes, con el papel secundario de trasladar tropas y pasajeros. El nivel de ruido en la parte posterior de un C130 es por lo tanto muy alto, haciendo imposible una conversación prolongada. No había nada que nosotros pudiéramos hacer, por lo tanto, más que intentar dormir durante la mayor parte del viaje. Mientras tanto, en el RU, el MoD había dado nuestros tres nombres a la prensa. Viendo un informe en el noticiero tarde por la noche, Lorraine anticipó que iba a ser objeto de considerable interés por parte de la prensa. Con dos niños pequeños que cuidar, una distracción que no necesitaba era la de ser bombardeada con preguntas de la prensa. Necesitaba ayuda. Para esto, Lorraine telefoneó a nuestro cuñado, Ken Lewis, quien en ese momento era un oficial subalterno que prestaba servicios en la Estación Aérea de la Marina Real en Portland, y se ofreció a pasar un día o dos con ella para “cubrir” cualquier pregunta de la prensa. Más tarde esa noche, mientras los vecinos cuidaban a los niños, Lorraine viajó en auto hasta Portland y pasó a buscar a Ken, regresando a Crewkerne durante las primeras horas del 26 de mayo...." CONTINUA.... [B][U][/U][/B] [B][U][/U][/B] [/QUOTE]
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