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Area Militar General
Malvinas 1982
Mikado: La Operacion que no fue
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<blockquote data-quote="TORDO79" data-source="post: 1538449" data-attributes="member: 3802"><p>CONTINUA...</p><p></p><p>"....<strong><u>Santiago- “El mundo es un pañuelo”</u></strong></p><p></p><p></p><p>Luego de un poco más de cinco horas soportando las ruidosas e incómodas condiciones</p><p>de la parte trasera del C130, fue un alivio arribar finalmente al Aeropuerto de Santiago</p><p>en las primeras horas del miércoles 26 de mayo. Aunque estaba oscuro, era posible</p><p>observar que el aeropuerto era sorprendentemente pequeño para la capital de un país,</p><p>pero con el beneficio de una larga pista y de que estaba localizado en las afueras, al</p><p>suroeste de la ciudad. Habiendo carreteado hasta detenerse y una vez que los motores</p><p>se detuvieron, bajaron la rampa de la aeronave y los pilotos de F5 desembarcaron antes</p><p>dirigiéndose a un autobús de la fuerza para completar su viaje.</p><p>Mientras tanto, “Wiggy”, Pete y yo continuamos sentados esperando a que alguien nos</p><p>diera instrucciones de qué hacer luego. Luego de un par de minutos, dos autos</p><p>aparecieron cerca de la parte trasera de la aeronave, las puertas se abrieron y dos</p><p>oficiales de las autoridades chilenas salieron de ellos, abordaron la aeronave y nos</p><p>invitaron a que fuéramos con ellos en los autos. “Wiggy” y yo nos subimos al primer auto</p><p>y Pete al segundo. Sin retrasos ni ceremonias, los dos autos se dirigieron lejos de la</p><p>aeronave hacia la salida del aeropuerto. Luego de un par de minutos, habíamos dejado</p><p>los confines del aeropuerto y estábamos acelerando a través de las oscuras y muy</p><p>desiertas calles de Santiago.</p><p>Después de media hora, los autos finalmente se detuvieron en un área residencial fuera</p><p>de una casa grande, y luego de un momento, la puerta del frente de la casa se abrió y</p><p>reveló a un hombre y a una mujer de pie en la entrada. Mientras “Wiggy”, Pete y yo</p><p>fuimos invitados a salir de los autos por los oficiales chilenos, el hombre caminó hacia</p><p>nosotros y se presentó como John Cummins, el Cónsul británico. Se desarrolló una breve</p><p>conversación en español entre los oficiales chilenos y el Cónsul, durante la cual nosotros</p><p>tres fuimos formalmente entregados de la custodia de las autoridades chilenas a</p><p>jurisdicción británica. Los dos oficiales volvieron a subirse a los autos y partieron,</p><p>dejando a John y a nosotros tres parados en el pavimento viendo como ellos</p><p>desaparecían en la noche.</p><p>Sin más que hacer, John nos guió hacia su casa y nos presentó a su esposa, Gillian. Nos</p><p>explicó que seríamos trasladados a la Embajada Británica alrededor de las 09.00 hrs</p><p>desde donde seríamos repatriados al RU más tarde ese día. Luego nos dio la fascinante</p><p>noticia de que el Presidente Pinochet había extendido una invitación para que nosotros</p><p>lo conociéramos y pasar la noche en el Palacio Presidencial. La oferta había sido cortés y</p><p>diplomáticamente rechazada en nuestro nombre por el Embajador. Era indudablemente</p><p>una sabia decisión por dos motivos: primero, nos veíamos muy desaliñados en nuestra</p><p>mescolanza de ropas descuidadas y sucias que habíamos estado usando durante los</p><p>últimos ocho días, una imagen que no definía mucho la personificación de los hombres</p><p>profesionales del servicio británico; en segundo lugar, el plan era repatriarnos al RU lo</p><p>más rápido posible con la mínima exposición pública. Una noche en el Palacio Presidencial</p><p>habría sido sin dudas seguida como un evento de alto perfil por la prensa, algo que</p><p>nosotros y las autoridades británicas tratábamos de evitar.</p><p>Durante las próximas horas, podríamos relajarnos por primera vez desde que estábamos</p><p>en suelo chileno, seguros y con el conocimiento de que estábamos en manos británicas.</p><p>Durante las primeras horas de la mañana nos ofrecieron refrescos y hablamos sobre</p><p>nuestras actividades desde que dejamos el HMS Invincible ocho días atrás. John ya</p><p>estaba enterado de la operación de las Fuerzas Especiales, pero no con todo detalle.</p><p>Estuvimos hablando durante un par de horas cuando, súbitamente, se levantó de su</p><p>asiento y caminó hacia su oficina mientras decía como sabiendo, “Ya me di cuenta</p><p>exactamente de quién eres”. Regresó con un álbum fotográfico familiar, John lo abrió en</p><p>la mitad y señaló una de las fotografías.</p><p>“¿Este no es tu hermano?”, preguntó expectante.</p><p>“¡ Joder!, sí. ¿Qué hace él en su álbum?”</p><p>“Estuvo con nosotros en marzo cuando el Endurance estuvo en Argentina recibiendo</p><p>mantenimiento asistido. Es un amigo de la familia”.</p><p>“Es sorprendente, ¡el mundo es un pañuelo!”</p><p>Alrededor de las 03.00 horas, John se despidió y se retiró por lo que restaba de la</p><p>noche, mientras “Wiggy”, Pete y yo dormimos lo poco que pudimos relajándonos en los</p><p>largos y cómodos sillones en la sala. Eran las 07.30 horas cuando nos despertaron con</p><p>los tentadores olores que venían de la cocina. El café fresco y el tocino habían estado</p><p>fuera del menú para nosotros durante tantos días que eran un banquete raro y los</p><p>consumimos con gusto. Luego del desayuno, cada uno tomó un baño y se afeitó, y nos</p><p>pusimos lo más presentables posible para nuestra llegada a la Embajada y nuestro</p><p>encuentro con el Embajador. A las 09.00 en punto, dos autos estacionaron en la puerta</p><p>de la casa del Cónsul. Le agradecimos a Gillian por su amable hospitalidad, nos</p><p>despedimos y nos subimos a los autos que serían conducidos a través de la corta</p><p>distancia hacia la Embajada Británica.</p><p>Mientras tanto en Crewkerne, Ken tuvo un despertar brusco a las 07.30 horas cuando</p><p>respondió el primero de muchos llamados telefónicos de la prensa, los llamados se</p><p>volvieron más numerosos y rápidos a lo largo de la mañana. Ken se los sacaba de encima</p><p>con la facilidad de un ejecutivo profesional. Tanto el MoD como yo, tenemos una gran</p><p>deuda de gratitud con él.</p><p>En Chile, “Wiggy”, Pete y yo tuvimos el apoyo completo de la máquina diplomática y</p><p>militar de PR apoyándonos y protegiendo los aspectos de seguridad de nuestra misión.</p><p>En el frente local en 1982, no había ese apoyo disponible para las familias, quienes se</p><p>encontraron de pronto en el ojo de la tormenta sin el beneficio del entrenamiento en</p><p>manejar las preguntas de la prensa o en comprender por completo las sutilezas en lo que</p><p>se refiere a las operaciones de las Fuerzas Especiales. Dejando de lado el trastorno</p><p>causado por el interés entrometido de la prensa, en esta ocasión el MoD falló al apreciar</p><p>el potencial de Lorraine –o de las familias de “Wiggy” y Pete- para responder preguntas,</p><p>lo que podría haber comprometido aspectos de la operación. Por ejemplo, la prensa</p><p>podría haber descubierto mi pasado involucrado con el SAS y habría sacado conclusiones</p><p>que podrían haber socavado la seguridad de la misión.</p><p>Mientras tanto en Chile, al llegar a la Embajada, nos acompañaron hacia el interior y nos</p><p>llevaron a una pequeña área de recepción donde nos ofrecieron refrigerios. Unos pocos</p><p>momentos después se nos acercó un miembro del personal que fue presentado por el</p><p>Cónsul como el Capitán de Grupo Sid Edwards, el Agregado de Aviación. Intercambiamos</p><p>las amabilidades habituales antes de que yo continuara para responder a sus preguntas</p><p>sobre los aspectos de nuestra operación. Luego de media hora se nos unió el Jefe de la</p><p>Chancillería, Robert Gordon, quien trajo la noticia de que las autoridades chilenas</p><p>demandaban que atendiéramos a una conferencia de prensa y que yo hiciera una</p><p>declaración sobre como aparecimos en territorio chileno. Yo lo consideré como un</p><p>desarrollo indeseable pero sin embargo, no inesperado, y acepté preparar una</p><p>declaración, empezando a trabajar en ella inmediatamente después con el</p><p>asesoramiento del Agregado de Aviación. Luego de veinte minutos se nos unió a Sid y a</p><p>mí, el oficial del MI6 residente de la Embajada, quien se presentó; lo llamaré “Geoff”.</p><p>Durante los treinta minutos siguientes, trabajé en la declaración para la prensa, cuya</p><p>redacción fue acordada con Sid y “Geoff”. La declaración era corta, al grano y reiteraba</p><p>la historia de coartada tal como la había arreglado con el Capitán Lyn Middleton. La</p><p>declaración fue entregada al Jefe de la Cancillería. Después de leerla, dijo que era</p><p>inaceptable porque era demasiado corta y no contenía suficiente información para</p><p>satisfacer a los grandes cuerpos de prensa que estaban lentamente reuniéndose en la</p><p>Embajada. En ese momento se nos unió John Heath, el Embajador, y Robert le dio el</p><p>borrador de la declaración para su consideración. Después de leerla, concluyó que era</p><p>completamente apropiada y que no se iba a agregar más información. Con la directiva</p><p>dada, el Jefe de la Cancillería partió para hacer copias de la declaración preparada en</p><p>inglés y español, y para hacer los preparativos finales para la conferencia de prensa.</p><p>Mientras tanto, el Embajador se quedó y habló con nosotros tres sobre la operación</p><p>durante varios minutos más.</p><p>Mientras John Heath se disculpaba y se retiraba, el Cónsul volvió a unirse a nosotros.</p><p>John nos explicó que para nuestro viaje al RU nos entregarían pasaportes e identidades</p><p>nuevos. Para mantener las cosas simples, decidimos mantener nuestros nombres de pila,</p><p>pero antes de que pudieran tomar las fotografías, necesitábamos cambiarnos con</p><p>nuestras ropas de civil. Un grupo de hombres del personal de la Embajada, elegidos por</p><p>su rango de contextura y altura, desfilaron ante nosotros. Parecía una rueda de</p><p>reconocimiento mientras los tres caminábamos por una línea de aproximadamente una</p><p>docena de hombres y elegíamos prendas de vestir. Durante los siguientes quince</p><p>minutos, los hombres se quitaron las prendas elegidas mientras nosotros nos sacábamos</p><p>nuestros uniformes y nos vestíamos con nuestros nuevos atuendos. Aún tengo la</p><p>camisa y la corbata hasta el día de hoy. Mientras nos dirigíamos hacia el fotógrafo de la</p><p>Embajada para que nos tomara las fotos de nuestros pasaportes, Sid se ofreció para</p><p>desechar nuestros uniformes. Mi nuevo pasaporte fue emitido con el nombre de Richard</p><p>James, un inglés tutor en la Universidad de Cambridge. La esposa del Cónsul, Gillian, iba</p><p>a viajar también a Inglaterra conmigo como mi esposa “honoraria”. La nueva identidad</p><p>de “Wiggy” era Alan Shaw, un arquitecto, y Pete era Peter MacDonald, un ingeniero; el</p><p>también fue acompañado por un miembro femenino del personal de la Embajada.</p><p>Vestidos en una mezcla mal combinada de atuendos de civiles y armados con nuevos</p><p>pasaportes, el escenario estaba preparado para la conferencia de prensa.</p><p>A las 14.00 horas “Wiggy”, Pete, el Jefe de la Cancillería, el Oficial de Prensa de la</p><p>Embajada y yo, pasamos al pequeño ascensor para subir a la gran habitación elegida</p><p>para la conferencia de prensa. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, los tres</p><p>seguimos a Robert fuera del ascensor. Apenas tuvimos tiempo de salir del ascensor,</p><p>antes de que las puertas se cerraran casi atrapando a “Wiggy” adentro, pero</p><p>afortunadamente, volvieron a abrirse y estuvo libre para unirse a nosotros. Mientras</p><p>caminábamos hacia la mesa y las sillas preparadas para nosotros, estaba agudamente</p><p>atento al gran número de representantes de la prensa reunidos en la sala y de las</p><p>brillantes luces de las cámaras de televisión. A la vista y al sonido de los flashes de las</p><p>cámaras y los murmullos de los cuerpos de la prensa de “aquí están” y “ellos son”,</p><p>tomamos asiento en la mesa. Observando la sala y tratando de contar el número de</p><p>miembros de la prensa presentes, estimé que había entre ochenta y cien, todos ellos</p><p>mirándonos intensamente. Reconocí solamente una cara, la de Jon Snow.</p><p>Por primera vez desde que dejé el Hermes el 17 de mayo, me di cuenta de lo grande que</p><p>era la historia. Ni bien todo estuvimos preparados, el jefe de la Cancillería explicó que yo</p><p>iba a leer la declaración en inglés que sería seguida inmediatamente de su lectura de la</p><p>traducción en español; no se dio otra información, por buena razón. Mientras un</p><p>murmullo se escuchaba en la sala, recibí la orden de Robert y leí la siguiente declaración:</p><p>Me doy cuenta de lo interesados que están todos ustedes en nosotros. Estoy seguro de</p><p>que ustedes entenderán que estamos todos muy cansados luego de nuestra reciente</p><p>experiencia, y comprenderán que nuestro principal deseo es volver a ver a nuestras</p><p>familias y amigos lo más rápido posible. En este momento, me gustaría decir lo bien y</p><p>amablemente que nos recibieron y trataron las autoridades chilenas y nos gustaría</p><p>expresar nuestro agradecimiento públicamente. Hemos dado un relato completo a las</p><p>autoridades chilenas. Entiendo que los detalles de nuestro vuelo ya han sido dados a la</p><p>prensa y espero que por lo tanto, me perdonen si no repito todo esto de nuevo. Pero</p><p>para beneficio de aquellos de ustedes que aún no hayan recibido los detalles,</p><p>brevemente, la situación fue que, mientras patrullábamos el mar, experimentamos una</p><p>falla en el motor. Debido a las condiciones climáticas adversas, no fue posible regresar a</p><p>nuestra nave en esas condiciones. Por lo tanto, buscamos refugio en el país neutral más</p><p>cercano. Me temo que no puedo agregar nada más.</p><p>Sería varios días más adelante, luego de mi regreso al RU, que vería grabaciones de las</p><p>noticias televisivas de la conferencia de prensa y los informes de Jon Snow y Brian</p><p>Barron detallando los hechos en Chile durante los días siguientes al naufragio de la</p><p>aeronave. Estaba sorprendido de oír que “Wiggy”, Pete y yo habíamos aparentemente</p><p>hablado con un granjero local cerca de Punta Arenas y que también habíamos hecho</p><p>señales a un helicóptero que pasaba, con consumada facilidad, dentro del cual los tres</p><p>habíamos sido llevados “animadamente”.</p><p>Un vez que entregué mi declaración, los tres nos levantamos inmediatamente de</p><p>nuestros asientos como nos habían instruido antes y nos dirigimos hacia el ascensor</p><p>mientras el Jefe de de la Cancillería comenzaba a leer la traducción en español de mi</p><p>declaración al amontonamiento de la prensa que lo había rodeado. Los miembros de la</p><p>prensa estaban indecisos sobre qué hacer a continuación: quedarse y escuchar la</p><p>traducción en español o tratar de seguirnos fuera de la habitación. Hubo un alborotado</p><p>forcejeo cuando los miembros de la prensa que hablaban en español decidieron</p><p>quedarse allí y los miembros que hablaban en inglés empujaban a los otros en un intento</p><p>por descubrir a dónde íbamos. En sólo unos segundos, estábamos de regreso en el</p><p>ascensor y en camino a la planta baja. En el instante en que las puertas del ascensor se</p><p>abrieron, fuimos llevados fuera del edificio y a dos autos estacionados al costado de la</p><p>Embajada. Sin demoras, los vehículos, completos con escoltas de la policía, arrancaron a</p><p>alta velocidad, con miembros de la prensa forcejeando para subirse a sus vehículos y</p><p>seguirnos en una persecución. Era una tarde soleada brillante mientras el pequeño</p><p>convoy de vehículos aceleraba por las calles de Santiago hacia el aeropuerto en las</p><p>afueras de la ciudad. Media hora después, el vehículo frenó fuera de un edificio cerca</p><p>del aeropuerto. La estadía en la “casa segura” fue un breve hiato en el viaje mientras se</p><p>hacían los arreglos para recoger nuestros boletos de avión, los pases de a bordo y para</p><p>completar las formalidades de inmigración en ausencia. Cuando el vuelo de LanChile</p><p>estuvo listo para abordar, fuimos conducidos directamente a la aeronave, embarcados,</p><p>ocupamos nuestros asientos y nos acomodamos para nuestro largo viaje.</p><p>Mientras tanto, por la tarde, en mi hogar en Crewkerne, el interés de la prensa estaba</p><p>mermando, o así pensaba Lorraine. Las llamadas telefónicas había cesado a media tarde</p><p>y sólo un miembro de la prensa llegó a la casa. Era de un periódico local y estaba ansioso</p><p>por obtener una noticia nacional sensacional. Ken lidió con él amablemente, pero</p><p>firmemente, negando cualquier comentario. Con la normalidad aparente restablecida,</p><p>Lorraine llevó a Ken de regreso a Portland esa noche. Como lo demostrarían los</p><p>acontecimientos del día siguiente, su retorno a Portland fue prematuro....."</p><p></p><p>CONTINUA....</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="TORDO79, post: 1538449, member: 3802"] CONTINUA... "....[B][U]Santiago- “El mundo es un pañuelo”[/U][/B] Luego de un poco más de cinco horas soportando las ruidosas e incómodas condiciones de la parte trasera del C130, fue un alivio arribar finalmente al Aeropuerto de Santiago en las primeras horas del miércoles 26 de mayo. Aunque estaba oscuro, era posible observar que el aeropuerto era sorprendentemente pequeño para la capital de un país, pero con el beneficio de una larga pista y de que estaba localizado en las afueras, al suroeste de la ciudad. Habiendo carreteado hasta detenerse y una vez que los motores se detuvieron, bajaron la rampa de la aeronave y los pilotos de F5 desembarcaron antes dirigiéndose a un autobús de la fuerza para completar su viaje. Mientras tanto, “Wiggy”, Pete y yo continuamos sentados esperando a que alguien nos diera instrucciones de qué hacer luego. Luego de un par de minutos, dos autos aparecieron cerca de la parte trasera de la aeronave, las puertas se abrieron y dos oficiales de las autoridades chilenas salieron de ellos, abordaron la aeronave y nos invitaron a que fuéramos con ellos en los autos. “Wiggy” y yo nos subimos al primer auto y Pete al segundo. Sin retrasos ni ceremonias, los dos autos se dirigieron lejos de la aeronave hacia la salida del aeropuerto. Luego de un par de minutos, habíamos dejado los confines del aeropuerto y estábamos acelerando a través de las oscuras y muy desiertas calles de Santiago. Después de media hora, los autos finalmente se detuvieron en un área residencial fuera de una casa grande, y luego de un momento, la puerta del frente de la casa se abrió y reveló a un hombre y a una mujer de pie en la entrada. Mientras “Wiggy”, Pete y yo fuimos invitados a salir de los autos por los oficiales chilenos, el hombre caminó hacia nosotros y se presentó como John Cummins, el Cónsul británico. Se desarrolló una breve conversación en español entre los oficiales chilenos y el Cónsul, durante la cual nosotros tres fuimos formalmente entregados de la custodia de las autoridades chilenas a jurisdicción británica. Los dos oficiales volvieron a subirse a los autos y partieron, dejando a John y a nosotros tres parados en el pavimento viendo como ellos desaparecían en la noche. Sin más que hacer, John nos guió hacia su casa y nos presentó a su esposa, Gillian. Nos explicó que seríamos trasladados a la Embajada Británica alrededor de las 09.00 hrs desde donde seríamos repatriados al RU más tarde ese día. Luego nos dio la fascinante noticia de que el Presidente Pinochet había extendido una invitación para que nosotros lo conociéramos y pasar la noche en el Palacio Presidencial. La oferta había sido cortés y diplomáticamente rechazada en nuestro nombre por el Embajador. Era indudablemente una sabia decisión por dos motivos: primero, nos veíamos muy desaliñados en nuestra mescolanza de ropas descuidadas y sucias que habíamos estado usando durante los últimos ocho días, una imagen que no definía mucho la personificación de los hombres profesionales del servicio británico; en segundo lugar, el plan era repatriarnos al RU lo más rápido posible con la mínima exposición pública. Una noche en el Palacio Presidencial habría sido sin dudas seguida como un evento de alto perfil por la prensa, algo que nosotros y las autoridades británicas tratábamos de evitar. Durante las próximas horas, podríamos relajarnos por primera vez desde que estábamos en suelo chileno, seguros y con el conocimiento de que estábamos en manos británicas. Durante las primeras horas de la mañana nos ofrecieron refrescos y hablamos sobre nuestras actividades desde que dejamos el HMS Invincible ocho días atrás. John ya estaba enterado de la operación de las Fuerzas Especiales, pero no con todo detalle. Estuvimos hablando durante un par de horas cuando, súbitamente, se levantó de su asiento y caminó hacia su oficina mientras decía como sabiendo, “Ya me di cuenta exactamente de quién eres”. Regresó con un álbum fotográfico familiar, John lo abrió en la mitad y señaló una de las fotografías. “¿Este no es tu hermano?”, preguntó expectante. “¡ Joder!, sí. ¿Qué hace él en su álbum?” “Estuvo con nosotros en marzo cuando el Endurance estuvo en Argentina recibiendo mantenimiento asistido. Es un amigo de la familia”. “Es sorprendente, ¡el mundo es un pañuelo!” Alrededor de las 03.00 horas, John se despidió y se retiró por lo que restaba de la noche, mientras “Wiggy”, Pete y yo dormimos lo poco que pudimos relajándonos en los largos y cómodos sillones en la sala. Eran las 07.30 horas cuando nos despertaron con los tentadores olores que venían de la cocina. El café fresco y el tocino habían estado fuera del menú para nosotros durante tantos días que eran un banquete raro y los consumimos con gusto. Luego del desayuno, cada uno tomó un baño y se afeitó, y nos pusimos lo más presentables posible para nuestra llegada a la Embajada y nuestro encuentro con el Embajador. A las 09.00 en punto, dos autos estacionaron en la puerta de la casa del Cónsul. Le agradecimos a Gillian por su amable hospitalidad, nos despedimos y nos subimos a los autos que serían conducidos a través de la corta distancia hacia la Embajada Británica. Mientras tanto en Crewkerne, Ken tuvo un despertar brusco a las 07.30 horas cuando respondió el primero de muchos llamados telefónicos de la prensa, los llamados se volvieron más numerosos y rápidos a lo largo de la mañana. Ken se los sacaba de encima con la facilidad de un ejecutivo profesional. Tanto el MoD como yo, tenemos una gran deuda de gratitud con él. En Chile, “Wiggy”, Pete y yo tuvimos el apoyo completo de la máquina diplomática y militar de PR apoyándonos y protegiendo los aspectos de seguridad de nuestra misión. En el frente local en 1982, no había ese apoyo disponible para las familias, quienes se encontraron de pronto en el ojo de la tormenta sin el beneficio del entrenamiento en manejar las preguntas de la prensa o en comprender por completo las sutilezas en lo que se refiere a las operaciones de las Fuerzas Especiales. Dejando de lado el trastorno causado por el interés entrometido de la prensa, en esta ocasión el MoD falló al apreciar el potencial de Lorraine –o de las familias de “Wiggy” y Pete- para responder preguntas, lo que podría haber comprometido aspectos de la operación. Por ejemplo, la prensa podría haber descubierto mi pasado involucrado con el SAS y habría sacado conclusiones que podrían haber socavado la seguridad de la misión. Mientras tanto en Chile, al llegar a la Embajada, nos acompañaron hacia el interior y nos llevaron a una pequeña área de recepción donde nos ofrecieron refrigerios. Unos pocos momentos después se nos acercó un miembro del personal que fue presentado por el Cónsul como el Capitán de Grupo Sid Edwards, el Agregado de Aviación. Intercambiamos las amabilidades habituales antes de que yo continuara para responder a sus preguntas sobre los aspectos de nuestra operación. Luego de media hora se nos unió el Jefe de la Chancillería, Robert Gordon, quien trajo la noticia de que las autoridades chilenas demandaban que atendiéramos a una conferencia de prensa y que yo hiciera una declaración sobre como aparecimos en territorio chileno. Yo lo consideré como un desarrollo indeseable pero sin embargo, no inesperado, y acepté preparar una declaración, empezando a trabajar en ella inmediatamente después con el asesoramiento del Agregado de Aviación. Luego de veinte minutos se nos unió a Sid y a mí, el oficial del MI6 residente de la Embajada, quien se presentó; lo llamaré “Geoff”. Durante los treinta minutos siguientes, trabajé en la declaración para la prensa, cuya redacción fue acordada con Sid y “Geoff”. La declaración era corta, al grano y reiteraba la historia de coartada tal como la había arreglado con el Capitán Lyn Middleton. La declaración fue entregada al Jefe de la Cancillería. Después de leerla, dijo que era inaceptable porque era demasiado corta y no contenía suficiente información para satisfacer a los grandes cuerpos de prensa que estaban lentamente reuniéndose en la Embajada. En ese momento se nos unió John Heath, el Embajador, y Robert le dio el borrador de la declaración para su consideración. Después de leerla, concluyó que era completamente apropiada y que no se iba a agregar más información. Con la directiva dada, el Jefe de la Cancillería partió para hacer copias de la declaración preparada en inglés y español, y para hacer los preparativos finales para la conferencia de prensa. Mientras tanto, el Embajador se quedó y habló con nosotros tres sobre la operación durante varios minutos más. Mientras John Heath se disculpaba y se retiraba, el Cónsul volvió a unirse a nosotros. John nos explicó que para nuestro viaje al RU nos entregarían pasaportes e identidades nuevos. Para mantener las cosas simples, decidimos mantener nuestros nombres de pila, pero antes de que pudieran tomar las fotografías, necesitábamos cambiarnos con nuestras ropas de civil. Un grupo de hombres del personal de la Embajada, elegidos por su rango de contextura y altura, desfilaron ante nosotros. Parecía una rueda de reconocimiento mientras los tres caminábamos por una línea de aproximadamente una docena de hombres y elegíamos prendas de vestir. Durante los siguientes quince minutos, los hombres se quitaron las prendas elegidas mientras nosotros nos sacábamos nuestros uniformes y nos vestíamos con nuestros nuevos atuendos. Aún tengo la camisa y la corbata hasta el día de hoy. Mientras nos dirigíamos hacia el fotógrafo de la Embajada para que nos tomara las fotos de nuestros pasaportes, Sid se ofreció para desechar nuestros uniformes. Mi nuevo pasaporte fue emitido con el nombre de Richard James, un inglés tutor en la Universidad de Cambridge. La esposa del Cónsul, Gillian, iba a viajar también a Inglaterra conmigo como mi esposa “honoraria”. La nueva identidad de “Wiggy” era Alan Shaw, un arquitecto, y Pete era Peter MacDonald, un ingeniero; el también fue acompañado por un miembro femenino del personal de la Embajada. Vestidos en una mezcla mal combinada de atuendos de civiles y armados con nuevos pasaportes, el escenario estaba preparado para la conferencia de prensa. A las 14.00 horas “Wiggy”, Pete, el Jefe de la Cancillería, el Oficial de Prensa de la Embajada y yo, pasamos al pequeño ascensor para subir a la gran habitación elegida para la conferencia de prensa. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, los tres seguimos a Robert fuera del ascensor. Apenas tuvimos tiempo de salir del ascensor, antes de que las puertas se cerraran casi atrapando a “Wiggy” adentro, pero afortunadamente, volvieron a abrirse y estuvo libre para unirse a nosotros. Mientras caminábamos hacia la mesa y las sillas preparadas para nosotros, estaba agudamente atento al gran número de representantes de la prensa reunidos en la sala y de las brillantes luces de las cámaras de televisión. A la vista y al sonido de los flashes de las cámaras y los murmullos de los cuerpos de la prensa de “aquí están” y “ellos son”, tomamos asiento en la mesa. Observando la sala y tratando de contar el número de miembros de la prensa presentes, estimé que había entre ochenta y cien, todos ellos mirándonos intensamente. Reconocí solamente una cara, la de Jon Snow. Por primera vez desde que dejé el Hermes el 17 de mayo, me di cuenta de lo grande que era la historia. Ni bien todo estuvimos preparados, el jefe de la Cancillería explicó que yo iba a leer la declaración en inglés que sería seguida inmediatamente de su lectura de la traducción en español; no se dio otra información, por buena razón. Mientras un murmullo se escuchaba en la sala, recibí la orden de Robert y leí la siguiente declaración: Me doy cuenta de lo interesados que están todos ustedes en nosotros. Estoy seguro de que ustedes entenderán que estamos todos muy cansados luego de nuestra reciente experiencia, y comprenderán que nuestro principal deseo es volver a ver a nuestras familias y amigos lo más rápido posible. En este momento, me gustaría decir lo bien y amablemente que nos recibieron y trataron las autoridades chilenas y nos gustaría expresar nuestro agradecimiento públicamente. Hemos dado un relato completo a las autoridades chilenas. Entiendo que los detalles de nuestro vuelo ya han sido dados a la prensa y espero que por lo tanto, me perdonen si no repito todo esto de nuevo. Pero para beneficio de aquellos de ustedes que aún no hayan recibido los detalles, brevemente, la situación fue que, mientras patrullábamos el mar, experimentamos una falla en el motor. Debido a las condiciones climáticas adversas, no fue posible regresar a nuestra nave en esas condiciones. Por lo tanto, buscamos refugio en el país neutral más cercano. Me temo que no puedo agregar nada más. Sería varios días más adelante, luego de mi regreso al RU, que vería grabaciones de las noticias televisivas de la conferencia de prensa y los informes de Jon Snow y Brian Barron detallando los hechos en Chile durante los días siguientes al naufragio de la aeronave. Estaba sorprendido de oír que “Wiggy”, Pete y yo habíamos aparentemente hablado con un granjero local cerca de Punta Arenas y que también habíamos hecho señales a un helicóptero que pasaba, con consumada facilidad, dentro del cual los tres habíamos sido llevados “animadamente”. Un vez que entregué mi declaración, los tres nos levantamos inmediatamente de nuestros asientos como nos habían instruido antes y nos dirigimos hacia el ascensor mientras el Jefe de de la Cancillería comenzaba a leer la traducción en español de mi declaración al amontonamiento de la prensa que lo había rodeado. Los miembros de la prensa estaban indecisos sobre qué hacer a continuación: quedarse y escuchar la traducción en español o tratar de seguirnos fuera de la habitación. Hubo un alborotado forcejeo cuando los miembros de la prensa que hablaban en español decidieron quedarse allí y los miembros que hablaban en inglés empujaban a los otros en un intento por descubrir a dónde íbamos. En sólo unos segundos, estábamos de regreso en el ascensor y en camino a la planta baja. En el instante en que las puertas del ascensor se abrieron, fuimos llevados fuera del edificio y a dos autos estacionados al costado de la Embajada. Sin demoras, los vehículos, completos con escoltas de la policía, arrancaron a alta velocidad, con miembros de la prensa forcejeando para subirse a sus vehículos y seguirnos en una persecución. Era una tarde soleada brillante mientras el pequeño convoy de vehículos aceleraba por las calles de Santiago hacia el aeropuerto en las afueras de la ciudad. Media hora después, el vehículo frenó fuera de un edificio cerca del aeropuerto. La estadía en la “casa segura” fue un breve hiato en el viaje mientras se hacían los arreglos para recoger nuestros boletos de avión, los pases de a bordo y para completar las formalidades de inmigración en ausencia. Cuando el vuelo de LanChile estuvo listo para abordar, fuimos conducidos directamente a la aeronave, embarcados, ocupamos nuestros asientos y nos acomodamos para nuestro largo viaje. Mientras tanto, por la tarde, en mi hogar en Crewkerne, el interés de la prensa estaba mermando, o así pensaba Lorraine. Las llamadas telefónicas había cesado a media tarde y sólo un miembro de la prensa llegó a la casa. Era de un periódico local y estaba ansioso por obtener una noticia nacional sensacional. Ken lidió con él amablemente, pero firmemente, negando cualquier comentario. Con la normalidad aparente restablecida, Lorraine llevó a Ken de regreso a Portland esa noche. Como lo demostrarían los acontecimientos del día siguiente, su retorno a Portland fue prematuro....." CONTINUA.... [/QUOTE]
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Guerra desarrollada entre Argentina y el Reino Unido en 1982
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Malvinas 1982
Mikado: La Operacion que no fue
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