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<blockquote data-quote="IA-37P" data-source="post: 144424" data-attributes="member: 19"><p>Viernes 24 de Noviembre.</p><p></p><p><strong><span style="font-size: 15px">El scorpène se muerde la cola</span></strong></p><p></p><p>El consorcio agoniza. Franceses y españoles no lograron superar sus diferencias, un eufemismo para aludir a la actitud de los ingenieros galos que tienen dificultades para considerar como iguales a sus colegas hispanos.</p><p></p><p></p><p></p><p>Raúl Sohr</p><p></p><p>Es una vieja tradición militar bautizar a los sistemas de armamentos con nombres de fieras. Una suerte de fetichismo que pretende transferir al arma los atributos del temible animal. Los franceses escogieron un pez venenoso, el scorpène, para llamar a una nueva serie de submarinos. El primer comprador de la nave, con un casco basado en el diseño de unidades a propulsión nuclear, fue la Armada de Chile, que encargó el “O’Higgins” y el “Carrera”.</p><p></p><p>En su tiempo no faltaron los críticos a la adquisición. Dijeron que era una compra a ciegas, porque se trataba de una máquina inexistente y su calidad sólo se conocería más tarde. Para bien o para mal. También señalaron que era un emprendimiento binacional entre los en aquel entonces astilleros Bazán, Izar más tarde y hoy Navantia -los cambios de nombre exhiben los problemas de la gradual privatización española- y el francés Dirección de Construcciones Navales (DCN), lo que podía complicar los contratos ya que siempre una parte puede culpar a la otra en caso de incumplimiento.</p><p></p><p>Para disipar las dudas, el consorcio Scorpène ofreció condiciones muy superiores al alemán Thyssen-HDW. Los nuevos sumergibles tenían una capacidad de inmersión superior en 50% a los U-209. Demás está decir que la profundidad es un atributo clave. Otro es el silencio del sistema de propulsión. Pero para los gobiernos, que desembolsan el dinero, el precio es un argumento contundente. La propuesta franco-española era más económica que la de los U-209, probados y queridos por los submarinistas chilenos y que llegaban al fin de su producción comercial.</p><p></p><p>Ahora el consorcio Scorpène agoniza. Franceses y españoles no lograron, entre otras cosas, superar sus diferencias, un eufemismo para aludir a la actitud de los ingenieros galos que tienen dificultades para considerar como iguales a sus colegas hispanos.</p><p></p><p>La gota que rebasó el vaso fue la idea de Madrid de construir una variante de los Scorpène, llamada S-80, equipada con electrónica de la empresa estadounidense Lockheed Martin. París daba por sentado que los pedidos de S-80 serían para sus industrias. Los franceses, por su parte, decidieron promover un nuevo modelo a ser desarrollado, que se llamará Merlin; al igual que norteamericanos y británicos han dejado el submarino a propulsión convencional en favor del nuclear.</p><p></p><p>Semejantes naves deberían estar vedadas a las aguas latinoamericanas, cubiertas por el Tratado de Tlatelolco. Es tan nuclear la plataforma, el submarino, como las ojivas que puede cargar.</p><p></p><p>¿Qué pasará con el “Carrera” y el “O’Higgins”? ¿Se quedarán sin repuestos en caso de que desaparezca el consorcio Scorpène? Christophe-Alexandre Paillard, del directorio de Asuntos Estratégicos del Ministerio de Defensa de Francia, afirma que no hay peligro alguno. En su opinión, más de dos tercios de los submarinos son fabricados en Francia y contarán con asistencia necesaria. Lo mismo debería ocurrir con Navantia, que producirá los S-80, de alto grado de comunalidad con los Scorpène.</p><p></p><p>Lo que le pase a la Armada chilena será observado con atención por sus semejantes del mundo. Una mala atención al cliente podría cerrar muchas puertas en la ultra competitiva área de los submarinos. En realidad, no hay siquiera espacio para dos fabricantes europeos. La lenta agonía del consorcio Scorpène responde a la falta de órdenes. Es la ley de hierro de la economía de mercado: sin demanda la oferta resulta ociosa.</p><p></p><p><a href="http://www.lanacion.cl/prontus_noticias/site/artic/20061123/pags/20061123185922.html">Fuente</a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="IA-37P, post: 144424, member: 19"] Viernes 24 de Noviembre. [B][SIZE="4"]El scorpène se muerde la cola[/SIZE][/B] El consorcio agoniza. Franceses y españoles no lograron superar sus diferencias, un eufemismo para aludir a la actitud de los ingenieros galos que tienen dificultades para considerar como iguales a sus colegas hispanos. Raúl Sohr Es una vieja tradición militar bautizar a los sistemas de armamentos con nombres de fieras. Una suerte de fetichismo que pretende transferir al arma los atributos del temible animal. Los franceses escogieron un pez venenoso, el scorpène, para llamar a una nueva serie de submarinos. El primer comprador de la nave, con un casco basado en el diseño de unidades a propulsión nuclear, fue la Armada de Chile, que encargó el “O’Higgins” y el “Carrera”. En su tiempo no faltaron los críticos a la adquisición. Dijeron que era una compra a ciegas, porque se trataba de una máquina inexistente y su calidad sólo se conocería más tarde. Para bien o para mal. También señalaron que era un emprendimiento binacional entre los en aquel entonces astilleros Bazán, Izar más tarde y hoy Navantia -los cambios de nombre exhiben los problemas de la gradual privatización española- y el francés Dirección de Construcciones Navales (DCN), lo que podía complicar los contratos ya que siempre una parte puede culpar a la otra en caso de incumplimiento. Para disipar las dudas, el consorcio Scorpène ofreció condiciones muy superiores al alemán Thyssen-HDW. Los nuevos sumergibles tenían una capacidad de inmersión superior en 50% a los U-209. Demás está decir que la profundidad es un atributo clave. Otro es el silencio del sistema de propulsión. Pero para los gobiernos, que desembolsan el dinero, el precio es un argumento contundente. La propuesta franco-española era más económica que la de los U-209, probados y queridos por los submarinistas chilenos y que llegaban al fin de su producción comercial. Ahora el consorcio Scorpène agoniza. Franceses y españoles no lograron, entre otras cosas, superar sus diferencias, un eufemismo para aludir a la actitud de los ingenieros galos que tienen dificultades para considerar como iguales a sus colegas hispanos. La gota que rebasó el vaso fue la idea de Madrid de construir una variante de los Scorpène, llamada S-80, equipada con electrónica de la empresa estadounidense Lockheed Martin. París daba por sentado que los pedidos de S-80 serían para sus industrias. Los franceses, por su parte, decidieron promover un nuevo modelo a ser desarrollado, que se llamará Merlin; al igual que norteamericanos y británicos han dejado el submarino a propulsión convencional en favor del nuclear. Semejantes naves deberían estar vedadas a las aguas latinoamericanas, cubiertas por el Tratado de Tlatelolco. Es tan nuclear la plataforma, el submarino, como las ojivas que puede cargar. ¿Qué pasará con el “Carrera” y el “O’Higgins”? ¿Se quedarán sin repuestos en caso de que desaparezca el consorcio Scorpène? Christophe-Alexandre Paillard, del directorio de Asuntos Estratégicos del Ministerio de Defensa de Francia, afirma que no hay peligro alguno. En su opinión, más de dos tercios de los submarinos son fabricados en Francia y contarán con asistencia necesaria. Lo mismo debería ocurrir con Navantia, que producirá los S-80, de alto grado de comunalidad con los Scorpène. Lo que le pase a la Armada chilena será observado con atención por sus semejantes del mundo. Una mala atención al cliente podría cerrar muchas puertas en la ultra competitiva área de los submarinos. En realidad, no hay siquiera espacio para dos fabricantes europeos. La lenta agonía del consorcio Scorpène responde a la falta de órdenes. Es la ley de hierro de la economía de mercado: sin demanda la oferta resulta ociosa. [URL="http://www.lanacion.cl/prontus_noticias/site/artic/20061123/pags/20061123185922.html"]Fuente[/URL] [/QUOTE]
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