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Notas en los medios sobre Nazismo
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<blockquote data-quote="Shandor" data-source="post: 1001723" data-attributes="member: 50"><p>Este año se cumplen 75 años de los Juegos Olímpicos más controvertidos de la historia, los organizados por el régimen nazi en Berlín en el verano de 1936.</p><p></p><p>Varias voces se alzaron en el país para impedir la concurrencia de una delegación deportiva nacional, pero los grandes medios de entonces no se hicieron eco de la campaña y apoyaron sin críticas la participación argentina. El retrato de aquellos esfuerzos a favor de la dignidad.</p><p></p><p>Este año se conmemora el septuagésimo quinto aniversario de los Juegos de la XI Olimpíada realizados en Berlín bajo el auspicio de la Alemania nazi. Estos Juegos Olímpicos, que tuvieron lugar desde el 1º al 16 de agosto de 1936, son, según el historiador estadounidense Allen Guttmann, los más controvertidos de la era moderna. La política racial nazi y el uso político de los Juegos generaron enconados debates entre sus contemporáneos, así como también esfuerzos por boicotearlos, incluso en Argentina.</p><p></p><p>Los Juegos Olímpicos de 1936 fueron otorgados por el Comité Olímpico Internacional (COI) a Berlín en mayo de 1931, poco menos de dos años antes de que Adolf Hitler asumiera como canciller de Alemania. Si bien el nazismo no favorecía la práctica deportiva sino el Turner, un sistema gimnástico tradicional, el potencial propagandístico del espectáculo olímpico hizo que Hitler alentara su organización. Tan pronto como se conoció la voluntad del régimen nazi para organizar los Juegos, comenzaron a alzarse voces que cuestionaban si su racismo manifiesto era compatible con el ideario olímpico. La crítica se centró no tanto en la aceptación de deportistas judíos en las delegaciones olímpicas extranjeras, sino en el derecho de los deportistas judíos alemanes a competir por una plaza en su propia delegación. A pedido del COI, Berlín presentó a mediados de 1933 un escrito que afirmaba el mencionado derecho.</p><p></p><p>La declaración no sosegó a los críticos, quienes remarcaban las informaciones que denunciaban la discriminación sufrida por los deportistas judíos en Alemania. Ya en noviembre de 1933, el Comité Olímpico Estadounidense (COE) había aprobado una resolución que amenazaba con un boicot si dichos deportistas no tenían la oportunidad de entrenarse y participar en los Juegos Olímpicos de 1936. En junio de 1934, el COE pospuso la decisión de participar en los Juegos. A mediados de 1935 el movimiento pro boicot era también visible en Canadá, Gran Bretaña, Francia, Suecia y España, entre otros países. Estas campañas incluían a dirigentes políticos y deportivos así como de distintos sectores de la sociedad civil.</p><p></p><p>En Argentina también se alentó la causa del boicot a los Juegos Olímpicos de 1936. Por un lado, tuvo impulsores en grupos de izquierda abiertamente opuestos al régimen nazi. Su trabajo parece haber alcanzado fuerza a medida que el llamado al boicot se intensificaba en América del Norte y Europa. En octubre de 1935, Alerta! manifestaba que “nuestros deportistas no deben ir a la ‘Olimpiada’ de Berlín”. En abril de 1936, En Guardia! enfatizaba en un extenso artículo que “ir a Berlín (...) es romper abiertamente con los principios que rigen todas las competiciones deportivas internacionales”. El mismo estaba ilustrado con el símbolo olímpico cruzado por la leyenda “Contra la Olimpíada hitlerista”. Ese mismo mes, Contra-Fascismo publicaba un resumen de las campañas en contra de los Juegos alrededor del mundo. También en abril de 1936, el escritor Alfredo Varela afirmaba en Unidad que en el país se había constituido un “Comité contra la Olimpíada” para popularizar el boicot. Además de distribuir folletos, el Comité habría contado con el apoyo de destacados deportistas, como el futbolista Ludovico Bidoglio y los ciclistas Martín Remigio y Cosme Saavedra, entre otros. Según Varela, la campaña del Comité “puede conducir fácilmente al repudio de las Olimpíadas por parte de nuestras instituciones deportivas”.</p><p></p><p>Por otro lado, grupos judíos argentinos también alentaron el boicot a los Juegos Olímpicos de 1936. En febrero de ese año, Acción Sionista sintetizaba detalladamente el movimiento pro boicot en los Estados Unidos. Dos meses más tarde, considerando si Argentina debía enviar una delegación a los Juegos, la misma publicación cuestionaba “si un país democrático como el nuestro puede enviar a la flor de la juventud a ver ese panorama de oprobio”.</p><p></p><p>A comienzos de 1936, S.H.A., una publicación de la Sociedad Hebraica Argentina, informaba que se había constituido un “Comité Juvenil contra la Participación Argentina en las Olimpíadas de Berlín”. Estos jóvenes argumentaban que la práctica deportiva “ha sido desvirtuada bajo la presión nazi” y que el deporte mundial “ha de resentirse profundamente en aquel ambiente de hostilidad para todo lo que no sea ‘ario’”.</p><p></p><p>Es indudable que en Argentina existió un movimiento para boicotear los Juegos Olímpicos de 1936. Sin embargo, los medios periodísticos dominantes no se hicieron eco del mismo, aunque informaban, esporádica y escuetamente, sobre las campañas estadounidense y europeas para boicotearlos. En general, estos medios apoyaron acríticamente tanto los Juegos como la participación nacional.</p><p></p><p>En febrero de 1936, un editorial en El Gráfico proclamaba: “Entendemos que la concurrencia de nuestros representantes ha de ser un hecho”. El único reproche a la dirigencia deportiva nacional era su lentitud en la conformación de la delegación olímpica. Al momento de la partida de los deportistas argentinos hacia Berlín, otro editorial en la misma revista decía que éstos “van hacia una calificada, excepcional asamblea del deporte”.</p><p></p><p>Siguiendo a su par internacional, la dirigencia olímpica argentina ignoró los argumentos de quienes se oponían a la participación en los Juegos Olímpicos de 1936. Es más, Próspero G. Alemandri, entonces presidente de la Confederación Argentina de Deportes-Comité Olímpico Argentino (Cadcoa), declaró antes de los Juegos que los mismos serían “la más grande manifestación del deporte que el mundo haya podido celebrar” y que “desde la primera autoridad hasta el más modesto ciudadano han sabido darle el interés para exteriorizar las relevantes manifestaciones de su ‘singular cultura’”.</p><p></p><p>La aprobación a Hitler tanto como a la “singular cultura” que promovía es innegable. Una cosa es sostener la defensa de la participación en los Juegos bajo el (cuestionable) argumento de que el deporte no debe mezclarse con la política y otra defender, aunque fuera oblicuamente, el proyecto nazi. Quizá por ello, Alerta! denunciaba en 1935 que “a instancias del representante nazi en la Argentina, Edmund von Therman, ciertos sectores deportivos se aprestan a ir a Berlín”.</p><p></p><p>Como se sabe, la mayoría de los intentos de boicot de los Juegos Olímpicos de 1936 fracasaron. No obstante, España los boicoteó. Además, algunos deportistas rehusaron formar parte de sus equipos olímpicos en desacuerdo con la política racial nazi. A diferencia de los Estados Unidos y varios países europeos, en Argentina ni la Cadcoa ni los medios periodísticos dominantes dieron cuenta del movimiento nacional pro boicot.</p><p></p><p>Si ha de guiarse por la “imparcialidad” de unos y otros, es posible creer que la aprobación para participar en los Juegos era monolítica. El silencio quizá haya sido otra “victoria” de la orquestada campaña propagandística nazi. A pesar del silencio, el movimiento pro boicot demuestra, irónicamente, que Argentina estaba en amplia sintonía con todos los sucesos de los países considerados más avanzados en materia deportiva. Argentina envió una delegación que, según Alberto León, un dirigente olímpico nacional, demostró “el adelanto del deporte (en el país) y el grado de cultura con que el mismo se practica”. Obviamente esta visión de la cultura deportiva argentina excluía las voces a favor del boicot a los Juegos.</p><p></p><p>* Doctor en filosofía e historia del deporte. Docente en la Universidad del estado de Nueva York (Brockport).</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Shandor, post: 1001723, member: 50"] Este año se cumplen 75 años de los Juegos Olímpicos más controvertidos de la historia, los organizados por el régimen nazi en Berlín en el verano de 1936. Varias voces se alzaron en el país para impedir la concurrencia de una delegación deportiva nacional, pero los grandes medios de entonces no se hicieron eco de la campaña y apoyaron sin críticas la participación argentina. El retrato de aquellos esfuerzos a favor de la dignidad. Este año se conmemora el septuagésimo quinto aniversario de los Juegos de la XI Olimpíada realizados en Berlín bajo el auspicio de la Alemania nazi. Estos Juegos Olímpicos, que tuvieron lugar desde el 1º al 16 de agosto de 1936, son, según el historiador estadounidense Allen Guttmann, los más controvertidos de la era moderna. La política racial nazi y el uso político de los Juegos generaron enconados debates entre sus contemporáneos, así como también esfuerzos por boicotearlos, incluso en Argentina. Los Juegos Olímpicos de 1936 fueron otorgados por el Comité Olímpico Internacional (COI) a Berlín en mayo de 1931, poco menos de dos años antes de que Adolf Hitler asumiera como canciller de Alemania. Si bien el nazismo no favorecía la práctica deportiva sino el Turner, un sistema gimnástico tradicional, el potencial propagandístico del espectáculo olímpico hizo que Hitler alentara su organización. Tan pronto como se conoció la voluntad del régimen nazi para organizar los Juegos, comenzaron a alzarse voces que cuestionaban si su racismo manifiesto era compatible con el ideario olímpico. La crítica se centró no tanto en la aceptación de deportistas judíos en las delegaciones olímpicas extranjeras, sino en el derecho de los deportistas judíos alemanes a competir por una plaza en su propia delegación. A pedido del COI, Berlín presentó a mediados de 1933 un escrito que afirmaba el mencionado derecho. La declaración no sosegó a los críticos, quienes remarcaban las informaciones que denunciaban la discriminación sufrida por los deportistas judíos en Alemania. Ya en noviembre de 1933, el Comité Olímpico Estadounidense (COE) había aprobado una resolución que amenazaba con un boicot si dichos deportistas no tenían la oportunidad de entrenarse y participar en los Juegos Olímpicos de 1936. En junio de 1934, el COE pospuso la decisión de participar en los Juegos. A mediados de 1935 el movimiento pro boicot era también visible en Canadá, Gran Bretaña, Francia, Suecia y España, entre otros países. Estas campañas incluían a dirigentes políticos y deportivos así como de distintos sectores de la sociedad civil. En Argentina también se alentó la causa del boicot a los Juegos Olímpicos de 1936. Por un lado, tuvo impulsores en grupos de izquierda abiertamente opuestos al régimen nazi. Su trabajo parece haber alcanzado fuerza a medida que el llamado al boicot se intensificaba en América del Norte y Europa. En octubre de 1935, Alerta! manifestaba que “nuestros deportistas no deben ir a la ‘Olimpiada’ de Berlín”. En abril de 1936, En Guardia! enfatizaba en un extenso artículo que “ir a Berlín (...) es romper abiertamente con los principios que rigen todas las competiciones deportivas internacionales”. El mismo estaba ilustrado con el símbolo olímpico cruzado por la leyenda “Contra la Olimpíada hitlerista”. Ese mismo mes, Contra-Fascismo publicaba un resumen de las campañas en contra de los Juegos alrededor del mundo. También en abril de 1936, el escritor Alfredo Varela afirmaba en Unidad que en el país se había constituido un “Comité contra la Olimpíada” para popularizar el boicot. Además de distribuir folletos, el Comité habría contado con el apoyo de destacados deportistas, como el futbolista Ludovico Bidoglio y los ciclistas Martín Remigio y Cosme Saavedra, entre otros. Según Varela, la campaña del Comité “puede conducir fácilmente al repudio de las Olimpíadas por parte de nuestras instituciones deportivas”. Por otro lado, grupos judíos argentinos también alentaron el boicot a los Juegos Olímpicos de 1936. En febrero de ese año, Acción Sionista sintetizaba detalladamente el movimiento pro boicot en los Estados Unidos. Dos meses más tarde, considerando si Argentina debía enviar una delegación a los Juegos, la misma publicación cuestionaba “si un país democrático como el nuestro puede enviar a la flor de la juventud a ver ese panorama de oprobio”. A comienzos de 1936, S.H.A., una publicación de la Sociedad Hebraica Argentina, informaba que se había constituido un “Comité Juvenil contra la Participación Argentina en las Olimpíadas de Berlín”. Estos jóvenes argumentaban que la práctica deportiva “ha sido desvirtuada bajo la presión nazi” y que el deporte mundial “ha de resentirse profundamente en aquel ambiente de hostilidad para todo lo que no sea ‘ario’”. Es indudable que en Argentina existió un movimiento para boicotear los Juegos Olímpicos de 1936. Sin embargo, los medios periodísticos dominantes no se hicieron eco del mismo, aunque informaban, esporádica y escuetamente, sobre las campañas estadounidense y europeas para boicotearlos. En general, estos medios apoyaron acríticamente tanto los Juegos como la participación nacional. En febrero de 1936, un editorial en El Gráfico proclamaba: “Entendemos que la concurrencia de nuestros representantes ha de ser un hecho”. El único reproche a la dirigencia deportiva nacional era su lentitud en la conformación de la delegación olímpica. Al momento de la partida de los deportistas argentinos hacia Berlín, otro editorial en la misma revista decía que éstos “van hacia una calificada, excepcional asamblea del deporte”. Siguiendo a su par internacional, la dirigencia olímpica argentina ignoró los argumentos de quienes se oponían a la participación en los Juegos Olímpicos de 1936. Es más, Próspero G. Alemandri, entonces presidente de la Confederación Argentina de Deportes-Comité Olímpico Argentino (Cadcoa), declaró antes de los Juegos que los mismos serían “la más grande manifestación del deporte que el mundo haya podido celebrar” y que “desde la primera autoridad hasta el más modesto ciudadano han sabido darle el interés para exteriorizar las relevantes manifestaciones de su ‘singular cultura’”. La aprobación a Hitler tanto como a la “singular cultura” que promovía es innegable. Una cosa es sostener la defensa de la participación en los Juegos bajo el (cuestionable) argumento de que el deporte no debe mezclarse con la política y otra defender, aunque fuera oblicuamente, el proyecto nazi. Quizá por ello, Alerta! denunciaba en 1935 que “a instancias del representante nazi en la Argentina, Edmund von Therman, ciertos sectores deportivos se aprestan a ir a Berlín”. Como se sabe, la mayoría de los intentos de boicot de los Juegos Olímpicos de 1936 fracasaron. No obstante, España los boicoteó. Además, algunos deportistas rehusaron formar parte de sus equipos olímpicos en desacuerdo con la política racial nazi. A diferencia de los Estados Unidos y varios países europeos, en Argentina ni la Cadcoa ni los medios periodísticos dominantes dieron cuenta del movimiento nacional pro boicot. Si ha de guiarse por la “imparcialidad” de unos y otros, es posible creer que la aprobación para participar en los Juegos era monolítica. El silencio quizá haya sido otra “victoria” de la orquestada campaña propagandística nazi. A pesar del silencio, el movimiento pro boicot demuestra, irónicamente, que Argentina estaba en amplia sintonía con todos los sucesos de los países considerados más avanzados en materia deportiva. Argentina envió una delegación que, según Alberto León, un dirigente olímpico nacional, demostró “el adelanto del deporte (en el país) y el grado de cultura con que el mismo se practica”. Obviamente esta visión de la cultura deportiva argentina excluía las voces a favor del boicot a los Juegos. * Doctor en filosofía e historia del deporte. Docente en la Universidad del estado de Nueva York (Brockport). [/QUOTE]
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