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<blockquote data-quote="Sebastian" data-source="post: 1406368" data-attributes="member: 8629"><p style="text-align: center"><span style="font-size: 22px"><strong><span style="font-size: 26px">Los nazis se van impunes directo al infierno </span></strong></span></p><p></p><p><img src="http://m.ruvr.ru/2013/08/14/1147225593/70Budapesht_rian-nacist.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p>Collage: La Voz de Rusia</p><p></p><p><span style="font-size: 12px"><strong>A principios de esta semana, a los noventa y nueve años falleció tranquilamente en su casa en Budapest, Hungría, el criminal nazi Laszlo Chizhik-Chatari.</strong></span></p><p></p><p>Prácticamente, la misma fecha, el Centro Simon Wiesenthal, que busca a los exverdugos nazis por todo el mundo, incluyó en su lista negra a un tal Mijaíl Gorshkov, un viejo decrépito, pero perfectamente vivo, residente en Estonia. Ninguno de los dos fue sometido a un merecido castigo por sus crímenes de lesa humanidad, debido a las prácticas selectivas de la justicia occidental en relación a los criminales de guerra.</p><p></p><p>Laszlo Chizhik-Chatari y Mijaíl Gorshkov forman parte de un grupo bastante numeroso de criminales nazis y sus colaboracionistas, vivos y muertos, que hasta hoy día no han pagado sus atrocidades. La mayoría de ellos gozaban de un acogedor refugio en Europa que, como es sabido, quedó en ruinas a raíz de la Segunda Guerra Mundial desatada por la Alemania nazi en 1939.</p><p></p><p>Durante la guerra, entre los colaboracionistas nazis de diversas nacionalidades hubo no menos verdugos que en las mismas SS. El mencionado difunto Chizhik-Chatari fue juzgado en rebeldía por un tribunal de Checoslovaquia y condenado a pena de muerte por implicación en el extermino de casi dieciséis mil judíos. Sirvió de jefe del cuerpo de guardias en el gueto de Kosice, en Eslovaquia. La policía húngara lo detuvo el año pasado a petición de Bratislava, pero no lo extraditó a Eslovaquia. La justicia húngara calificó de atenuante la avanzada edad del procesado y lo dejó bajo arresto domiciliario, en su casa en Hungría, en la que por poco llega a cumplir cien años redondos.</p><p></p><p>El “colega” de Chizhik-Cjatari, Mijaíl Gorshkov, es sospechoso de haber tomado parte activa en la eliminación física de tres mil judíos en Bielorrusia. Las autoridades de EEUU, donde residió hasta 2002, lo despojaron de la ciudadanía estadounidense por haber ocultado los datos de su pasado, pero las estonias le ofrecieron refugio. Hace dos años, la fiscalía de Estonia cerró su caso alegando la falta de pruebas y testigos de sus crímenes, aunque Rusia y Bielorrusia disponen de todas las evidencias necesarias. Lo más deplorable es que hay muchos casos como este.</p><p></p><p>Según diversas fuentes, cerca de un millón y medio de personas colaboraron, voluntaria o involuntariamente, a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial en territorio de la Unión Soviética. Naturalmente, es solo el juicio el que puede declarar a estas personas culpables o inocentes, observa el doctor en derecho, Lev Símkin. En los tiempos soviéticos, el gobierno solicitaba la extradición de criminales de guerra a países occidentales en casos exclusivos y realmente horripilantes de masacres masivas. Pero ni con las pruebas en mano conseguía que le fuesen entregados los autores de esas atrocidades.</p><p></p><p>En muchos casos, la excusa fue la falta de acuerdos de extradición entre la URSS y los países de Europa, pero también hubo otras razones, sostiene Lev Símkin:</p><p></p><p>—Se enviaron muchas solicitudes de extradición a Reino Unido, pero las negó todas, a pesar de las pruebas fidedignas que se había presentado de implicación de esas personas en crímenes de guerra. Era la época de la Guerra Fría y pensaban que si las entregaban a la justicia soviética no había garantías de que el proceso fuese justo e imparcial, desde el punto de vista británico.</p><p></p><p>De la misma manera procedían los demás gobiernos europeos, prosigue Lev Simkin. Pero a finales de los años ochenta, con el deshielo en las relaciones entre Occidente y la Unión Soviética, la opinión pública y los medios de comunicación occidentales exigieron un cambio de las prácticas judiciales en relación a los criminales de guerra que se escondían en Occidente. En 1988, Londres recibió de parte de Moscú casi un centenar de pruebas documentales de crímenes de guerra. En Scotland Yard se formó una división encargada de reprimir a los excolaboracionistas nazis. Los británicos insistían en no entregarlos a Moscú optando por castigarlos en su propio territorio. Tras una larga y agobiante investigación de un caso de ejecución de dos mil setecientos habitantes del gueto de Domachevo, Brest, Bielorrusia, en 1942, uno de los verdugos, Andréi Savoniuk, fue condenado por la justicia británica a dos cadena perpetuas. La sentencia entró en vigor en 1999. Seis años más tarde, Savoniuk falleció de muerte natural en una prisión de Noridge, Reino Unido.</p><p></p><p>Pero este fue un caso más bien exclusivo, observa Lev Simkin. La mayoría de las personas implicadas en crímenes de guerra en territorio de la Unión Soviética quedaron impunes en Occidente. En general, el sistema judicial occidental es bastante complicado, recuerda el doctor Simkin. No se pùede juzgar a una persona por solo haber trabajado para los nazis durante la guerra. Se precisan ponderables pruebas para demostrar la implicación del sospechoso en crímenes de guerra. Y es que casi no han quedado testigos vivos y las víctimas murieron muchos años atrás.</p><p></p><p>El abogado Guennadi Shilo estima que todos los crímenes de guerra deben ser minuciosamente investigados. Y en todo caso, las causas penales abiertas contra los nazis no tienen límite de tiempo, agrega.</p><p></p><p>El actual director del Centro Simon Wiesenthal, Efraim Zuroff, dijo en una ocasión que no recuerda ni una sola muestra de remordimientos de conciencia por parte de un criminal de guerra. Hoy día, su lista de los más terribles verdugos nazis contiene once nombres.</p><p><a href="http://spanish.ruvr.ru/2013_08_14/Los-nazis-se-van-impunes-directo-al-infierno-9419/">http://spanish.ruvr.ru/2013_08_14/Los-nazis-se-van-impunes-directo-al-infierno-9419/</a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Sebastian, post: 1406368, member: 8629"] [CENTER][SIZE=6][B][SIZE=7]Los nazis se van impunes directo al infierno [/SIZE][/B][/SIZE][/CENTER] [SIZE=6][B][/B][/SIZE] [IMG]http://m.ruvr.ru/2013/08/14/1147225593/70Budapesht_rian-nacist.jpg[/IMG] Collage: La Voz de Rusia [SIZE=3][B]A principios de esta semana, a los noventa y nueve años falleció tranquilamente en su casa en Budapest, Hungría, el criminal nazi Laszlo Chizhik-Chatari.[/B][/SIZE] [SIZE=5][B][/B][/SIZE] Prácticamente, la misma fecha, el Centro Simon Wiesenthal, que busca a los exverdugos nazis por todo el mundo, incluyó en su lista negra a un tal Mijaíl Gorshkov, un viejo decrépito, pero perfectamente vivo, residente en Estonia. Ninguno de los dos fue sometido a un merecido castigo por sus crímenes de lesa humanidad, debido a las prácticas selectivas de la justicia occidental en relación a los criminales de guerra. Laszlo Chizhik-Chatari y Mijaíl Gorshkov forman parte de un grupo bastante numeroso de criminales nazis y sus colaboracionistas, vivos y muertos, que hasta hoy día no han pagado sus atrocidades. La mayoría de ellos gozaban de un acogedor refugio en Europa que, como es sabido, quedó en ruinas a raíz de la Segunda Guerra Mundial desatada por la Alemania nazi en 1939. Durante la guerra, entre los colaboracionistas nazis de diversas nacionalidades hubo no menos verdugos que en las mismas SS. El mencionado difunto Chizhik-Chatari fue juzgado en rebeldía por un tribunal de Checoslovaquia y condenado a pena de muerte por implicación en el extermino de casi dieciséis mil judíos. Sirvió de jefe del cuerpo de guardias en el gueto de Kosice, en Eslovaquia. La policía húngara lo detuvo el año pasado a petición de Bratislava, pero no lo extraditó a Eslovaquia. La justicia húngara calificó de atenuante la avanzada edad del procesado y lo dejó bajo arresto domiciliario, en su casa en Hungría, en la que por poco llega a cumplir cien años redondos. El “colega” de Chizhik-Cjatari, Mijaíl Gorshkov, es sospechoso de haber tomado parte activa en la eliminación física de tres mil judíos en Bielorrusia. Las autoridades de EEUU, donde residió hasta 2002, lo despojaron de la ciudadanía estadounidense por haber ocultado los datos de su pasado, pero las estonias le ofrecieron refugio. Hace dos años, la fiscalía de Estonia cerró su caso alegando la falta de pruebas y testigos de sus crímenes, aunque Rusia y Bielorrusia disponen de todas las evidencias necesarias. Lo más deplorable es que hay muchos casos como este. Según diversas fuentes, cerca de un millón y medio de personas colaboraron, voluntaria o involuntariamente, a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial en territorio de la Unión Soviética. Naturalmente, es solo el juicio el que puede declarar a estas personas culpables o inocentes, observa el doctor en derecho, Lev Símkin. En los tiempos soviéticos, el gobierno solicitaba la extradición de criminales de guerra a países occidentales en casos exclusivos y realmente horripilantes de masacres masivas. Pero ni con las pruebas en mano conseguía que le fuesen entregados los autores de esas atrocidades. En muchos casos, la excusa fue la falta de acuerdos de extradición entre la URSS y los países de Europa, pero también hubo otras razones, sostiene Lev Símkin: —Se enviaron muchas solicitudes de extradición a Reino Unido, pero las negó todas, a pesar de las pruebas fidedignas que se había presentado de implicación de esas personas en crímenes de guerra. Era la época de la Guerra Fría y pensaban que si las entregaban a la justicia soviética no había garantías de que el proceso fuese justo e imparcial, desde el punto de vista británico. De la misma manera procedían los demás gobiernos europeos, prosigue Lev Simkin. Pero a finales de los años ochenta, con el deshielo en las relaciones entre Occidente y la Unión Soviética, la opinión pública y los medios de comunicación occidentales exigieron un cambio de las prácticas judiciales en relación a los criminales de guerra que se escondían en Occidente. En 1988, Londres recibió de parte de Moscú casi un centenar de pruebas documentales de crímenes de guerra. En Scotland Yard se formó una división encargada de reprimir a los excolaboracionistas nazis. Los británicos insistían en no entregarlos a Moscú optando por castigarlos en su propio territorio. Tras una larga y agobiante investigación de un caso de ejecución de dos mil setecientos habitantes del gueto de Domachevo, Brest, Bielorrusia, en 1942, uno de los verdugos, Andréi Savoniuk, fue condenado por la justicia británica a dos cadena perpetuas. La sentencia entró en vigor en 1999. Seis años más tarde, Savoniuk falleció de muerte natural en una prisión de Noridge, Reino Unido. Pero este fue un caso más bien exclusivo, observa Lev Simkin. La mayoría de las personas implicadas en crímenes de guerra en territorio de la Unión Soviética quedaron impunes en Occidente. En general, el sistema judicial occidental es bastante complicado, recuerda el doctor Simkin. No se pùede juzgar a una persona por solo haber trabajado para los nazis durante la guerra. Se precisan ponderables pruebas para demostrar la implicación del sospechoso en crímenes de guerra. Y es que casi no han quedado testigos vivos y las víctimas murieron muchos años atrás. El abogado Guennadi Shilo estima que todos los crímenes de guerra deben ser minuciosamente investigados. Y en todo caso, las causas penales abiertas contra los nazis no tienen límite de tiempo, agrega. El actual director del Centro Simon Wiesenthal, Efraim Zuroff, dijo en una ocasión que no recuerda ni una sola muestra de remordimientos de conciencia por parte de un criminal de guerra. Hoy día, su lista de los más terribles verdugos nazis contiene once nombres. [url]http://spanish.ruvr.ru/2013_08_14/Los-nazis-se-van-impunes-directo-al-infierno-9419/[/url] [/QUOTE]
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