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<blockquote data-quote="Leutnant" data-source="post: 837402" data-attributes="member: 45"><p><strong><span style="font-size: 15px">Nuestros "aliados" en Afganistán</span></strong></p><p></p><p><strong>Thomas L. Friedman</strong></p><p><strong>The New York Times </strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>WASHINGTON.- Uno de los titulares de The New York Times el 29 de agosto debería habernos hecho hervir la sangre: "Karzai utiliza el distanciamiento con Estados Unidos para ganar apoyo". El artículo consignaba el creciente desencanto del gobierno de Obama con el presidente afgano, cuyos partidarios supuestamente adulteraron las recientes elecciones mientras Karzai cerraba tratos con narcotraficantes y caudillos para su provecho político.</strong></p><p></p><p>El artículo agregaba que, en un derroche de astucia política, Karzai "sorprendió a la administración de Obama", al lograr convertir el enojo de los funcionarios norteamericanos en una ventaja, "mostrándose como el único dispuesto a desafiar a Estados Unidos".</p><p></p><p>Si así es como nos tratan nuestros "aliados" en Afganistán después de ocho años, ya no deberíamos preguntarnos si podemos permitirnos perder la guerra, sino, más bien, si podemos permitirnos ganarla.</p><p></p><p>Una cosa sería que la gente con la que estamos luchando y por la que estamos luchando representara todo lo que los talibanes no representan: decencia, respeto por los derechos y la educación de la mujer, por los valores democráticos y rechazo al narcotráfico. Pero no es así. Demasiados funcionarios del gobierno de Kabul son simplemente otra clase de "malos". Esto se ha convertido en una guerra entre negro claro -Karzai y Compañía- y negro oscuro, Talibanes S.A. Y negro claro no alcanza para que nos pidan que paguemos con sangre y reservas norteamericanas.</p><p></p><p>El hecho más importante y perturbador del Afganistán actual es el siguiente: después de ocho años en el lugar, todavía no contamos con un aliado confiable a quien pasarle la pelota. Y no es culpa nuestra. Dios sabe que en Irak todavía hay problemas, y el resultado allí es todavía incierto. Pero si Irak aún tiene la oportunidad de un futuro digno es gracias a que una masa crítica de kurdos, sunnitas y chiitas estuvieron dispuestos a hacerse cargo de sus propios extremistas y celebrar elecciones razonablemente justas.</p><p></p><p>El levantamiento en Irak comenzó cuando algunas comunidades iraquíes clave quisieron liberarse de sus propios elementos radicales y nuestras tropas las ayudaron.</p><p></p><p>La estrategia que nuestro nuevo comandante en Afganistán, el general Stanley McChrystal, intenta poner en marcha requiere tropas adicionales para crear algo que allí todavía no existe: un Estado con índices de corrupción razonables, dispuesto a servir a su pueblo y a aliarse con Estados Unidos para liberar al país de los lores de la droga, los caudillos, los talibanes y Al-Qaeda.</p><p></p><p>Pero no debemos hacernos ilusiones: estamos hablando de construir el edificio del Estado en el terreno más inhóspito y en uno de los países más pobres y tribales del mundo.</p><p></p><p>Como explicaba recientemente el ex asesor del ejército norteamericano en Afganistán, Anthony Cordesman, la estrategia requiere un "significativo número" de refuerzos norteamericanos, y tiempo para hacer lo que el gobierno de Kabul no ha logrado hacer, ya que sigue siendo "un gobierno extremadamente centralizado y corrupto, que suele ser la herramienta de poder de los narcotraficantes".</p><p></p><p>No estamos simplemente enviando más tropas a Afganistán. Estamos transformando nuestra misión, para pasar de ser niñeras a ser madres adoptivas. Estamos pasando de una misión limitada, que proporcionaba a Afganistán los cuidados básicos para impedir el regreso de Al-Qaeda, a hacer de Afganistán nuestro proyecto de construcción del Estado.</p><p></p><p>Hace poco volví a mirar la sorprendente foto publicada en 2006, que mostraba a Ghulam Haider, una niña afgana de 11 años, sentada junto al hombre de barba de 40 años con quien estaban a punto de casarla. El artículo decía que Haider tenía la esperanza de convertirse en maestra, pero que fue obligada a dejar sus clases cuando la comprometieron para casarse con un hombre que ni siquiera conocía.</p><p></p><p>Esa es la materia prima de nuestro proyecto de construcción de un Estado. Quizá valga la pena, de todas maneras, pero hay algo que sé con certeza: el tema debe ser debatido nuevamente. Se trata de un desafío mucho mayor que el que originalmente refrendamos.</p><p></p><p>Antes de adoptar un nuevo bebe -Afganistán-, debemos volver a discutir el proyecto a nivel nacional: cuánto nos costará, cuánto tiempo llevará, cuáles son los intereses norteamericanos que lo hacen urgente y, por sobre todo, quién estará a cargo de la supervisión de estas políticas.</p><p></p><p>Tengo la sensación de que la opinión pública norteamericana tiene cada vez más dudas acerca de esto, y adoptar una criatura con sentimientos ambiguos es la receta segura para el desastre.</p><p></p><p>Traducción de Jaime Arrambide </p><p></p><p><strong><u>Fuente:</u></strong> La Nación.</p><p></p><p>Saludos!!!</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Leutnant, post: 837402, member: 45"] [B][SIZE="4"]Nuestros "aliados" en Afganistán[/SIZE][/B] [B]Thomas L. Friedman The New York Times [/B] [B] WASHINGTON.- Uno de los titulares de The New York Times el 29 de agosto debería habernos hecho hervir la sangre: "Karzai utiliza el distanciamiento con Estados Unidos para ganar apoyo". El artículo consignaba el creciente desencanto del gobierno de Obama con el presidente afgano, cuyos partidarios supuestamente adulteraron las recientes elecciones mientras Karzai cerraba tratos con narcotraficantes y caudillos para su provecho político.[/B] El artículo agregaba que, en un derroche de astucia política, Karzai "sorprendió a la administración de Obama", al lograr convertir el enojo de los funcionarios norteamericanos en una ventaja, "mostrándose como el único dispuesto a desafiar a Estados Unidos". Si así es como nos tratan nuestros "aliados" en Afganistán después de ocho años, ya no deberíamos preguntarnos si podemos permitirnos perder la guerra, sino, más bien, si podemos permitirnos ganarla. Una cosa sería que la gente con la que estamos luchando y por la que estamos luchando representara todo lo que los talibanes no representan: decencia, respeto por los derechos y la educación de la mujer, por los valores democráticos y rechazo al narcotráfico. Pero no es así. Demasiados funcionarios del gobierno de Kabul son simplemente otra clase de "malos". Esto se ha convertido en una guerra entre negro claro -Karzai y Compañía- y negro oscuro, Talibanes S.A. Y negro claro no alcanza para que nos pidan que paguemos con sangre y reservas norteamericanas. El hecho más importante y perturbador del Afganistán actual es el siguiente: después de ocho años en el lugar, todavía no contamos con un aliado confiable a quien pasarle la pelota. Y no es culpa nuestra. Dios sabe que en Irak todavía hay problemas, y el resultado allí es todavía incierto. Pero si Irak aún tiene la oportunidad de un futuro digno es gracias a que una masa crítica de kurdos, sunnitas y chiitas estuvieron dispuestos a hacerse cargo de sus propios extremistas y celebrar elecciones razonablemente justas. El levantamiento en Irak comenzó cuando algunas comunidades iraquíes clave quisieron liberarse de sus propios elementos radicales y nuestras tropas las ayudaron. La estrategia que nuestro nuevo comandante en Afganistán, el general Stanley McChrystal, intenta poner en marcha requiere tropas adicionales para crear algo que allí todavía no existe: un Estado con índices de corrupción razonables, dispuesto a servir a su pueblo y a aliarse con Estados Unidos para liberar al país de los lores de la droga, los caudillos, los talibanes y Al-Qaeda. Pero no debemos hacernos ilusiones: estamos hablando de construir el edificio del Estado en el terreno más inhóspito y en uno de los países más pobres y tribales del mundo. Como explicaba recientemente el ex asesor del ejército norteamericano en Afganistán, Anthony Cordesman, la estrategia requiere un "significativo número" de refuerzos norteamericanos, y tiempo para hacer lo que el gobierno de Kabul no ha logrado hacer, ya que sigue siendo "un gobierno extremadamente centralizado y corrupto, que suele ser la herramienta de poder de los narcotraficantes". No estamos simplemente enviando más tropas a Afganistán. Estamos transformando nuestra misión, para pasar de ser niñeras a ser madres adoptivas. Estamos pasando de una misión limitada, que proporcionaba a Afganistán los cuidados básicos para impedir el regreso de Al-Qaeda, a hacer de Afganistán nuestro proyecto de construcción del Estado. Hace poco volví a mirar la sorprendente foto publicada en 2006, que mostraba a Ghulam Haider, una niña afgana de 11 años, sentada junto al hombre de barba de 40 años con quien estaban a punto de casarla. El artículo decía que Haider tenía la esperanza de convertirse en maestra, pero que fue obligada a dejar sus clases cuando la comprometieron para casarse con un hombre que ni siquiera conocía. Esa es la materia prima de nuestro proyecto de construcción de un Estado. Quizá valga la pena, de todas maneras, pero hay algo que sé con certeza: el tema debe ser debatido nuevamente. Se trata de un desafío mucho mayor que el que originalmente refrendamos. Antes de adoptar un nuevo bebe -Afganistán-, debemos volver a discutir el proyecto a nivel nacional: cuánto nos costará, cuánto tiempo llevará, cuáles son los intereses norteamericanos que lo hacen urgente y, por sobre todo, quién estará a cargo de la supervisión de estas políticas. Tengo la sensación de que la opinión pública norteamericana tiene cada vez más dudas acerca de esto, y adoptar una criatura con sentimientos ambiguos es la receta segura para el desastre. Traducción de Jaime Arrambide [B][U]Fuente:[/U][/B] La Nación. Saludos!!! [/QUOTE]
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