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<blockquote data-quote="HernanF" data-source="post: 984508" data-attributes="member: 7964"><p><strong>La mirada norteamericana del futuro en Egipto.</strong></p><p></p><p><strong><span style="font-size: 15px">Washington presiona a Mubarak para facilitar la transición.</span></strong></p><p></p><p><strong><em>El equipo de Obama apoya las aspiraciones democráticas sin soltar el régimen.</em></strong> </p><p></p><p>Frente al despertador del volcán egipcio, la diplomacia norteamericana tomó un breve descanso el domingo, apelando a "una transición democrática". Sin “soltarle la mano" a Hosni Mubarak, la Administración Obama dio claramente prioridad al cambio en Egipto: «Deseamos ver una transición bien ordenada. Le pedimos insistentemente al gobierno de Mubarak, que se mantiene en el poder (…), de hacer lo que sea necesario para facilitar este tipo de transición», declaró la secretaria de Estado, Hillary Clinton. Los cambios de personal político anunciados en el curso del fin de semana son «apenas el comienzo de lo que debe suceder», insistió la jefa de la diplomacia norteamericana, pidiendo «un proceso que tome medidas concretas para llegar a las reformas democráticas y económicas» a través de un «diálogo nacional». </p><p>Por el momento, Washington no vuelve a discutir su ayuda al aliado egipcio y asegura «no hacer campaña, cualquiera sea la salida política». Pero el discurso oficial va en lo sucesivo más allá de las llamadas a "la imposición" de las fuerzas del orden y estipula claramente que el futuro del presidente Mubarak reside «en las manos del pueblo egipcio». Pareciendo excluir una rápida vuelta a la normalidad, las autoridades norteamericanas disuadieron a sus connacionales de dirigirse a Egipto y previeron evacuar a los que se encuentran allí a partir de este lunes.</p><p></p><p><strong>Miedo al «vacío político»</strong> </p><p></p><p>En esta crisis, resulta poco decir que el equipo de Obama avanza sobre el filo de la navaja. ¿Cómo conciliar el apoyo instintivo de Norteamérica de las reivindicaciones democráticas de una población que quiere sacudirse del manto de un régimen autoritario, sin precipitarse por eso hacia un Egipto desconocido, hacia el caos o al islamismo? </p><p>El dilema dio lugar estos últimos días a shows de acrobacia diplomática en la cumbre del poder, Hillary Clinton que había comenzado por alabar la "estabilidad" del régimen egipcio, antes de llamar a elecciones libres y a la liberación de los medios de comunicación. </p><p>La prudencia de Washington se explica por una preocupación mayor: no repetir los errores de Carter. Detrás del llamado de Barack Obama a la "mesura" de ambas partes, se perfila la obsesión norteamericana de una repetición de lo sucedido en Irán en 1979, cuando la caída de la dinastía Pahlevi dio paso al nacimiento de una revolución islamista violentamente antioccidental. El secretario de Defensa, Robert Gates, antiguo miembro de la Administración Cárter, está bien ubicado para advertir a la Casa Blanca. Si el presidente no apelo a la salida de Mubarak, es porque tiene miedo «del vacío político», hizo notar el domingo el New York Times, después de la reunión del Consejo de Seguridad, mantenida el sábado sobre el jefe de Estado egipcio.</p><p>La pérdida de Egipto sería una pesadilla para Norteamérica privada de albergue en una región estratégica para sus necesidades de petróleo. Desde hace cuarenta años, Egipto fue el eje pivotante de la política exterior norteamericana en Medio Oriente, el vehículo de todas las tentativas de negociaciones israelíes-palestinas. El régimen de Hosni Mubarak es también un aliado ineludible frente al terrorismo islamista. Su caída podría activar un efecto dominó potencialmente devastador entre los árabes aliados de los Estados Unidos, desde Arabia Saudita o Yemen pasando por Jordania o Argelia. </p><p>La Administración norteamericana ha sido tomada a contramarcha en el «frente egipcio». El gran discurso de Obama en El Cairo había comprometido un diálogo con el Islam, queriendo un nuevo comienzo después de las lecciones de democracia de George Bush. Pero «aunque quería mostrar que la democracia no puede ser impuesta por la fuerza, la Administración Obama se abstuvo de hablar de derechos humanos, se lamentaba Daniel Calingaert, de Freedom House. Atormentada por la estabilidad, la Casa Blanca no estaba lista» para la reivindicación de libertad que proclama.</p><p>Dos puntos de vista confrontan en lo sucesivo en Washington. Unos preconizan salir de la ambigüedad apoyando a los manifestantes. Este grupo relativiza el peligro islamista, que sería casi un "espantapájaros" agitado por Mubarak para mantenerse. Pero otro grupo, particularmente cercano a Israel, insiste en apoyar claramente al régimen, con el fin de impedir a los Hermanos Musulmanes, única fuerza organizada del país, llegar al poder. «Washington tiene una aproximación demasiado ingenua, no hay que atar demasiado las manos del poder porque el caos no aprovechará necesariamente a las fuerzas laicas», hace notar el investigador Tawfiq Hamid, ex islamista radical arrepentido, originario de Egipto. El voto por un traspaso de poder democrático supervisado por un ejército siempre popular, parece cuadrar con los prudentes deseos de Washington.</p><p></p><p><em>Fuente</em>: Laure Mandeville para Le Figaro 30.01.2011</p><p>Traducción propia.</p><p></p><p></p><p><strong><span style="font-size: 12px">Washington presse Moubarak de faciliter la transition.</span></strong></p><p></p><p><strong><em>L'équipe Obama soutient les aspirations démocratiques sans lâcher le régime.</em></strong> </p><p></p><p>Face au réveil du volcan égyptien, la diplomatie américaine a franchi un palier, dimanche, en appelant de ses vœux «une transition démocratique». Sans aller jusqu'à «lâcher» Hosni Moubarak, l'Administration Obama a clairement donné la priorité au changement en Égypte : «Nous souhaitons voir une transition en bon ordre. Nous demandons instamment au gouvernement Moubarak, qui est toujours au pouvoir (…), de faire ce qui est nécessaire pour faciliter ce genre de transition», a déclaré la secrétaire d'État, Hillary Clinton. Les changements de personnel politique annoncés au cours du week-end sont «à peine le début de ce qui doit se passer», a insisté la chef de la diplomatie américaine, en demandant «un processus menant à des mesures concrètes pour aboutir aux réformes démocratiques et économiques» par le biais d'un «dialogue national». </p><p>Pour l'instant, Washington ne remet pas en cause son aide à l'allié égyptien et assure «ne pas faire campagne pour quelque issue politique que ce soit». Mais le discours officiel va désormais au-delà des appels à «la retenue» des forces de l'ordre et stipule clairement que l'avenir du président Moubarak réside «entre les mains du peuple égyptien». Semblant exclure un retour rapide à la normale, les autorités américaines ont dissuadé leurs ressortissants de se rendre en Égypte et prévu d'évacuer ceux qui s'y trouvent à partir de ce lundi. </p><p></p><p><strong>Peur du «vide politique»</strong> </p><p></p><p>Dans cette crise, c'est peu dire que l'équipe Obama avance sur le fil du rasoir. Comment concilier le soutien instinctif de l'Amérique aux revendications démocratiques d'une population qui veut secouer la chape d'un régime autoritaire, sans pour autant précipiter l'Égypte dans l'inconnu, le chaos ou l'islamisme? Le dilemme a donné lieu ces derniers jours à des numéros d'acrobatie diplomatique au sommet du pouvoir, Hillary Clinton ayant commencé par vanter la «stabilité» du régime égyptien, avant d'appeler à des élections libres et à la libération des moyens de communication. </p><p>La prudence de Washington s'explique par un souci majeur: ne pas répéter les erreurs de Carter. Derrière l'appel de Barack Obama à la «retenue» des deux parties, se profile la hantise américaine d'une répétition du scénario iranien de 1979, quand la chute de la dynastie Pahlavi avait accouché d'une révolution islamiste violemment anti-occidentale. Le secrétaire à la Défense, Robert Gates, un ancien membre de l'Administration Carter, est bien placé pour mettre en garde la Maison-Blanche. Si le président n'a pas appelé au départ de Moubarak, c'est qu'il a peur «du vide politique», not ait dimanche le New York Times, après la réunion du Conseil de sécurité tenue samedi autour du chef de l'État.</p><p>La perte de l'Égypte serait un cauchemar pour une Amérique en manque de relais dans une région stratégique pour ses besoins en pétrole. Depuis quarante ans, l'Égypte a été le pivot de la politique étrangère américaine au Moyen-Orient, le vecteur de toutes les tentatives de négociations israélo-palestiniennes. Le régime d'Hosni Moubarak est aussi un allié incontournable face au terrorisme islamiste. Sa chute pourrait déclencher un effet domino potentiellement dévastateur parmi les alliés arabes des États-Unis, de l'Arabie saoudite au Yémen en passant par la Jordanie ou l'Algérie.</p><p>L'Administration américaine a été prise à contre-pied sur le «front égyptien». Le grand discours d'Obama au Caire avait engagé un dialogue avec l'islam, qui se voulait un nouveau départ après les leçons de démocratie de George Bush. Mais «parce qu'elle voulait montrer que la démocratie ne peut être imposée de force, l'Administration Obama s'est interdit de parler droits de l'homme, regrette Daniel Calingaert, de Freedom House. Obsédée par la stabilité, la Maison-Blanche n'était pas prête» pour la revendication de liberté qui déferle.</p><p>Deux points de vue s'affrontent désormais à Washington. Certains préconisent de sortir de l'ambiguïté en soutenant les manifestants. Ce groupe relativise le danger islamiste, qui serait surtout un «épouvantail» agité par Moubarak pour s'accrocher. Mais un autre groupe, proche notamment d'Israël, insiste pour soutenir plus clairement le régime, afin d'empêcher les Frères musulmans, seule force organisée du pays, de ramasser la mise. «Washington a une approche trop naïve, il ne faut pas trop lier les mains du pouvoir car le chaos ne profitera pas nécessairement aux forces laïques», note le chercheur Tawfiq Hamid, ex-islamiste radical repenti, originaire d'Égypte. Le vœu d'une passation de pouvoir démocratique supervisée par une armée toujours populaire, semble cadrer avec les souhaits prudents de Washington.</p><p></p><p><strong>Le Figaro par Laure Mandeville 30.01.2011</strong></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="HernanF, post: 984508, member: 7964"] [b]La mirada norteamericana del futuro en Egipto.[/b] [B][SIZE="4"]Washington presiona a Mubarak para facilitar la transición.[/SIZE][/B] [B][I]El equipo de Obama apoya las aspiraciones democráticas sin soltar el régimen.[/I][/B] Frente al despertador del volcán egipcio, la diplomacia norteamericana tomó un breve descanso el domingo, apelando a "una transición democrática". Sin “soltarle la mano" a Hosni Mubarak, la Administración Obama dio claramente prioridad al cambio en Egipto: «Deseamos ver una transición bien ordenada. Le pedimos insistentemente al gobierno de Mubarak, que se mantiene en el poder (…), de hacer lo que sea necesario para facilitar este tipo de transición», declaró la secretaria de Estado, Hillary Clinton. Los cambios de personal político anunciados en el curso del fin de semana son «apenas el comienzo de lo que debe suceder», insistió la jefa de la diplomacia norteamericana, pidiendo «un proceso que tome medidas concretas para llegar a las reformas democráticas y económicas» a través de un «diálogo nacional». Por el momento, Washington no vuelve a discutir su ayuda al aliado egipcio y asegura «no hacer campaña, cualquiera sea la salida política». Pero el discurso oficial va en lo sucesivo más allá de las llamadas a "la imposición" de las fuerzas del orden y estipula claramente que el futuro del presidente Mubarak reside «en las manos del pueblo egipcio». Pareciendo excluir una rápida vuelta a la normalidad, las autoridades norteamericanas disuadieron a sus connacionales de dirigirse a Egipto y previeron evacuar a los que se encuentran allí a partir de este lunes. [B]Miedo al «vacío político»[/B] En esta crisis, resulta poco decir que el equipo de Obama avanza sobre el filo de la navaja. ¿Cómo conciliar el apoyo instintivo de Norteamérica de las reivindicaciones democráticas de una población que quiere sacudirse del manto de un régimen autoritario, sin precipitarse por eso hacia un Egipto desconocido, hacia el caos o al islamismo? El dilema dio lugar estos últimos días a shows de acrobacia diplomática en la cumbre del poder, Hillary Clinton que había comenzado por alabar la "estabilidad" del régimen egipcio, antes de llamar a elecciones libres y a la liberación de los medios de comunicación. La prudencia de Washington se explica por una preocupación mayor: no repetir los errores de Carter. Detrás del llamado de Barack Obama a la "mesura" de ambas partes, se perfila la obsesión norteamericana de una repetición de lo sucedido en Irán en 1979, cuando la caída de la dinastía Pahlevi dio paso al nacimiento de una revolución islamista violentamente antioccidental. El secretario de Defensa, Robert Gates, antiguo miembro de la Administración Cárter, está bien ubicado para advertir a la Casa Blanca. Si el presidente no apelo a la salida de Mubarak, es porque tiene miedo «del vacío político», hizo notar el domingo el New York Times, después de la reunión del Consejo de Seguridad, mantenida el sábado sobre el jefe de Estado egipcio. La pérdida de Egipto sería una pesadilla para Norteamérica privada de albergue en una región estratégica para sus necesidades de petróleo. Desde hace cuarenta años, Egipto fue el eje pivotante de la política exterior norteamericana en Medio Oriente, el vehículo de todas las tentativas de negociaciones israelíes-palestinas. El régimen de Hosni Mubarak es también un aliado ineludible frente al terrorismo islamista. Su caída podría activar un efecto dominó potencialmente devastador entre los árabes aliados de los Estados Unidos, desde Arabia Saudita o Yemen pasando por Jordania o Argelia. La Administración norteamericana ha sido tomada a contramarcha en el «frente egipcio». El gran discurso de Obama en El Cairo había comprometido un diálogo con el Islam, queriendo un nuevo comienzo después de las lecciones de democracia de George Bush. Pero «aunque quería mostrar que la democracia no puede ser impuesta por la fuerza, la Administración Obama se abstuvo de hablar de derechos humanos, se lamentaba Daniel Calingaert, de Freedom House. Atormentada por la estabilidad, la Casa Blanca no estaba lista» para la reivindicación de libertad que proclama. Dos puntos de vista confrontan en lo sucesivo en Washington. Unos preconizan salir de la ambigüedad apoyando a los manifestantes. Este grupo relativiza el peligro islamista, que sería casi un "espantapájaros" agitado por Mubarak para mantenerse. Pero otro grupo, particularmente cercano a Israel, insiste en apoyar claramente al régimen, con el fin de impedir a los Hermanos Musulmanes, única fuerza organizada del país, llegar al poder. «Washington tiene una aproximación demasiado ingenua, no hay que atar demasiado las manos del poder porque el caos no aprovechará necesariamente a las fuerzas laicas», hace notar el investigador Tawfiq Hamid, ex islamista radical arrepentido, originario de Egipto. El voto por un traspaso de poder democrático supervisado por un ejército siempre popular, parece cuadrar con los prudentes deseos de Washington. [I]Fuente[/I]: Laure Mandeville para Le Figaro 30.01.2011 Traducción propia. [B][SIZE="3"]Washington presse Moubarak de faciliter la transition.[/SIZE][/B] [B][I]L'équipe Obama soutient les aspirations démocratiques sans lâcher le régime.[/I][/B] Face au réveil du volcan égyptien, la diplomatie américaine a franchi un palier, dimanche, en appelant de ses vœux «une transition démocratique». Sans aller jusqu'à «lâcher» Hosni Moubarak, l'Administration Obama a clairement donné la priorité au changement en Égypte : «Nous souhaitons voir une transition en bon ordre. Nous demandons instamment au gouvernement Moubarak, qui est toujours au pouvoir (…), de faire ce qui est nécessaire pour faciliter ce genre de transition», a déclaré la secrétaire d'État, Hillary Clinton. Les changements de personnel politique annoncés au cours du week-end sont «à peine le début de ce qui doit se passer», a insisté la chef de la diplomatie américaine, en demandant «un processus menant à des mesures concrètes pour aboutir aux réformes démocratiques et économiques» par le biais d'un «dialogue national». Pour l'instant, Washington ne remet pas en cause son aide à l'allié égyptien et assure «ne pas faire campagne pour quelque issue politique que ce soit». Mais le discours officiel va désormais au-delà des appels à «la retenue» des forces de l'ordre et stipule clairement que l'avenir du président Moubarak réside «entre les mains du peuple égyptien». Semblant exclure un retour rapide à la normale, les autorités américaines ont dissuadé leurs ressortissants de se rendre en Égypte et prévu d'évacuer ceux qui s'y trouvent à partir de ce lundi. [B]Peur du «vide politique»[/B] Dans cette crise, c'est peu dire que l'équipe Obama avance sur le fil du rasoir. Comment concilier le soutien instinctif de l'Amérique aux revendications démocratiques d'une population qui veut secouer la chape d'un régime autoritaire, sans pour autant précipiter l'Égypte dans l'inconnu, le chaos ou l'islamisme? Le dilemme a donné lieu ces derniers jours à des numéros d'acrobatie diplomatique au sommet du pouvoir, Hillary Clinton ayant commencé par vanter la «stabilité» du régime égyptien, avant d'appeler à des élections libres et à la libération des moyens de communication. La prudence de Washington s'explique par un souci majeur: ne pas répéter les erreurs de Carter. Derrière l'appel de Barack Obama à la «retenue» des deux parties, se profile la hantise américaine d'une répétition du scénario iranien de 1979, quand la chute de la dynastie Pahlavi avait accouché d'une révolution islamiste violemment anti-occidentale. Le secrétaire à la Défense, Robert Gates, un ancien membre de l'Administration Carter, est bien placé pour mettre en garde la Maison-Blanche. Si le président n'a pas appelé au départ de Moubarak, c'est qu'il a peur «du vide politique», not ait dimanche le New York Times, après la réunion du Conseil de sécurité tenue samedi autour du chef de l'État. La perte de l'Égypte serait un cauchemar pour une Amérique en manque de relais dans une région stratégique pour ses besoins en pétrole. Depuis quarante ans, l'Égypte a été le pivot de la politique étrangère américaine au Moyen-Orient, le vecteur de toutes les tentatives de négociations israélo-palestiniennes. Le régime d'Hosni Moubarak est aussi un allié incontournable face au terrorisme islamiste. Sa chute pourrait déclencher un effet domino potentiellement dévastateur parmi les alliés arabes des États-Unis, de l'Arabie saoudite au Yémen en passant par la Jordanie ou l'Algérie. L'Administration américaine a été prise à contre-pied sur le «front égyptien». Le grand discours d'Obama au Caire avait engagé un dialogue avec l'islam, qui se voulait un nouveau départ après les leçons de démocratie de George Bush. Mais «parce qu'elle voulait montrer que la démocratie ne peut être imposée de force, l'Administration Obama s'est interdit de parler droits de l'homme, regrette Daniel Calingaert, de Freedom House. Obsédée par la stabilité, la Maison-Blanche n'était pas prête» pour la revendication de liberté qui déferle. Deux points de vue s'affrontent désormais à Washington. Certains préconisent de sortir de l'ambiguïté en soutenant les manifestants. Ce groupe relativise le danger islamiste, qui serait surtout un «épouvantail» agité par Moubarak pour s'accrocher. Mais un autre groupe, proche notamment d'Israël, insiste pour soutenir plus clairement le régime, afin d'empêcher les Frères musulmans, seule force organisée du pays, de ramasser la mise. «Washington a une approche trop naïve, il ne faut pas trop lier les mains du pouvoir car le chaos ne profitera pas nécessairement aux forces laïques», note le chercheur Tawfiq Hamid, ex-islamiste radical repenti, originaire d'Égypte. Le vœu d'une passation de pouvoir démocratique supervisée par une armée toujours populaire, semble cadrer avec les souhaits prudents de Washington. [B]Le Figaro par Laure Mandeville 30.01.2011[/B] [/QUOTE]
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