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<blockquote data-quote="Shandor" data-source="post: 1049369" data-attributes="member: 50"><p>Recién después de 31 años del martirio del arzobispo salvadoreño Arnulfo Romero, <strong>se ha revelado que su asesino fue un suboficial de la disuelta Guardia Nacional</strong> , llamado Marino Samayor Acosta. El vespertino salvadoreño <strong>CoLatino</strong> hizo el anuncio y publicó una foto del sicario pagado para matar a “San Romero de América”, como llaman al Siervo de Dios, en proceso de beatificación, martirizado por su lucha en defensa de los pobres, los derechos humanos y contra la dictadura militar de extrema derecha en El Salvador, el 24 de marzo de 1980.</p><p>El espeso velo de impunidad de los instigadores que pagaron al sicario, sigue vigente hasta hoy. El diario <strong>CoLatino</strong> escribió: “Treinta y un años después, ante la falta de acciones judiciales para esclarecer el magnicidio en su totalidad, aunque había nombres de algunos de los autores intelectuales, la identificación del tirador seguía siendo un misterio”.</p><p>El subsargento Samayor Acosta se desempeñaba en aquella época como miembro del equipo de seguridad del presidente salvadoreño coronel Arturo Armando Molina.</p><p>Los nombres más o menos escondidos detrás del asesinato pertenecen a las más altas esferas de la época y pese a que tantos años pasaron, siguen sin ser castigados. El hijo del presidente, Mario Molina, fue el que puso a disposición de los conspiradores del crimen al encargado de disparar contra monseñor Romero.</p><p>El principal instigador acusado fue el mayor Roberto D’Abuisson, ya fallecido. El presidente Molina pertenecía al partido Arena del mayor D’Abuisson, promotor de los tenebrosos escuadrones de la muerte.</p><p><strong>La guerra civil salvadoreña costó 50 mil muertos</strong> , miles de desaparecidos y masacres colectivas. Los acuerdos de paz se firmaron hace veinte años.</p><p>En los procesos judiciales que se abrieron están las confesiones de Antonio Garay Reyes, el chofer del automóvil que llevó a Samayor Acosta hasta la pequeña capilla donde el arzobispo celebraba una misa.</p><p>Monseñor Romero estaba consagrando la hostia con los brazos levantados, cuando el suboficial le disparó con un fusil suizo calibre punto 219. El proyectil dio en el pecho del mártir y lo mató en el acto. El arzobispo cayó a los pies del altar, en medio de los gritos de un grupo de monjas y los fieles reunidos en la misa.</p><p>Antonio Garay Reyes contó que con Samayor Acosta (nacido el 8 de octubre de 1949), sentado a su lado en el coche, habían partido de la casa del empresario Roberto Daglio, en cuya residencia se planificó el asesinato del primado de la Iglesia salvadoreña.</p><p>Otros “operativos” en la barbarie fueron el capitán Eduardo Avila Avila, propietario del fusil suizo que disparó el sicario, y que fue asesinado en 1994. También reconoció sus responsabilidades el capitán Alvaro Rafael Savaria, en una confesión a la justicia que data de 2006.</p><p>Otros militares y personajes salvadoreños también participaron en la conspiración contra “el obispo comunista y subversivo”.</p><p>Monseñor Romero, que era de origen más bien conservador, simpatizante del Opus Dei, se rebeló a la dictadura salvadoreña y la represión sangrienta de los militares. Fue acusado de vecindad con la Teología de la Liberación. El Papa Juan Pablo II no lo ayudó. Al contrario: en la última audiencia que le dio en el Vaticano le reprochó una actitud demasiado rígida con el régimen salvadoreño y poco dura con los guerrilleros. Años después rezó ante su tumba.</p><p>Hay muchos testimonios de cuánto quedó descorazonado monseñor Romero, pero volvió a su patria y continuó con su acción evangélica. En realidad las reflexiones sobre la Teología de la Liberación que más admiraba eran del argentino Eduardo Pironio, un progresista moderado. En la biblioteca del arzobispo se encontraron los libros de Pironio, que fue “ministro” del Papa para los Laicos, en el Vaticano.</p><p>“Romero no era un obispo revolucionario sino un hombre de la Iglesia, del Evangelio y por tanto de los pobres”, dijo monseñor Vincenzo Paglia, obispo de Terni y guía espiritual de la importante Comunidad de San Egidio. Romero “fue víctima de la polarización política que no dejaba espacio a su caridad y pastoralidad”, reflexionó monseñor Paglia, que es el postulador de la causa de beatificación del mártir</p><p></p><p>PERFIL</p><p>Oscar Arnulfo Romero fue el arzobispo metropolitano de San Salvador entre 1977 y 1980. En esa función denunció en sus homilías dominicales numerosas violaciones de los derechos humanos y manifestó públicamente su solidaridad hacia las víctimas de la violencia política de su país. Fue nominado al Premio Nobel de la Paz en 1979. A los 62 años, el 24 de marzo de 1980, fue asesinado de un tiro en el pecho cuando oficiaba una misa en la capilla de un hospital. En 1994, una causa para su canonización fue abierta por su sucesor Arturo Rivera y Damas. <span style="color: #ff0000">El es uno de los diez mártires del siglo XX representados en las estatuas de la Abadía de Westminster, en Londres</span></p><p><span style="color: #ff0000">CLARIN</span></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Shandor, post: 1049369, member: 50"] Recién después de 31 años del martirio del arzobispo salvadoreño Arnulfo Romero, [B]se ha revelado que su asesino fue un suboficial de la disuelta Guardia Nacional[/B] , llamado Marino Samayor Acosta. El vespertino salvadoreño [B]CoLatino[/B] hizo el anuncio y publicó una foto del sicario pagado para matar a “San Romero de América”, como llaman al Siervo de Dios, en proceso de beatificación, martirizado por su lucha en defensa de los pobres, los derechos humanos y contra la dictadura militar de extrema derecha en El Salvador, el 24 de marzo de 1980. El espeso velo de impunidad de los instigadores que pagaron al sicario, sigue vigente hasta hoy. El diario [B]CoLatino[/B] escribió: “Treinta y un años después, ante la falta de acciones judiciales para esclarecer el magnicidio en su totalidad, aunque había nombres de algunos de los autores intelectuales, la identificación del tirador seguía siendo un misterio”. El subsargento Samayor Acosta se desempeñaba en aquella época como miembro del equipo de seguridad del presidente salvadoreño coronel Arturo Armando Molina. Los nombres más o menos escondidos detrás del asesinato pertenecen a las más altas esferas de la época y pese a que tantos años pasaron, siguen sin ser castigados. El hijo del presidente, Mario Molina, fue el que puso a disposición de los conspiradores del crimen al encargado de disparar contra monseñor Romero. El principal instigador acusado fue el mayor Roberto D’Abuisson, ya fallecido. El presidente Molina pertenecía al partido Arena del mayor D’Abuisson, promotor de los tenebrosos escuadrones de la muerte. [B]La guerra civil salvadoreña costó 50 mil muertos[/B] , miles de desaparecidos y masacres colectivas. Los acuerdos de paz se firmaron hace veinte años. En los procesos judiciales que se abrieron están las confesiones de Antonio Garay Reyes, el chofer del automóvil que llevó a Samayor Acosta hasta la pequeña capilla donde el arzobispo celebraba una misa. Monseñor Romero estaba consagrando la hostia con los brazos levantados, cuando el suboficial le disparó con un fusil suizo calibre punto 219. El proyectil dio en el pecho del mártir y lo mató en el acto. El arzobispo cayó a los pies del altar, en medio de los gritos de un grupo de monjas y los fieles reunidos en la misa. Antonio Garay Reyes contó que con Samayor Acosta (nacido el 8 de octubre de 1949), sentado a su lado en el coche, habían partido de la casa del empresario Roberto Daglio, en cuya residencia se planificó el asesinato del primado de la Iglesia salvadoreña. Otros “operativos” en la barbarie fueron el capitán Eduardo Avila Avila, propietario del fusil suizo que disparó el sicario, y que fue asesinado en 1994. También reconoció sus responsabilidades el capitán Alvaro Rafael Savaria, en una confesión a la justicia que data de 2006. Otros militares y personajes salvadoreños también participaron en la conspiración contra “el obispo comunista y subversivo”. Monseñor Romero, que era de origen más bien conservador, simpatizante del Opus Dei, se rebeló a la dictadura salvadoreña y la represión sangrienta de los militares. Fue acusado de vecindad con la Teología de la Liberación. El Papa Juan Pablo II no lo ayudó. Al contrario: en la última audiencia que le dio en el Vaticano le reprochó una actitud demasiado rígida con el régimen salvadoreño y poco dura con los guerrilleros. Años después rezó ante su tumba. Hay muchos testimonios de cuánto quedó descorazonado monseñor Romero, pero volvió a su patria y continuó con su acción evangélica. En realidad las reflexiones sobre la Teología de la Liberación que más admiraba eran del argentino Eduardo Pironio, un progresista moderado. En la biblioteca del arzobispo se encontraron los libros de Pironio, que fue “ministro” del Papa para los Laicos, en el Vaticano. “Romero no era un obispo revolucionario sino un hombre de la Iglesia, del Evangelio y por tanto de los pobres”, dijo monseñor Vincenzo Paglia, obispo de Terni y guía espiritual de la importante Comunidad de San Egidio. Romero “fue víctima de la polarización política que no dejaba espacio a su caridad y pastoralidad”, reflexionó monseñor Paglia, que es el postulador de la causa de beatificación del mártir PERFIL Oscar Arnulfo Romero fue el arzobispo metropolitano de San Salvador entre 1977 y 1980. En esa función denunció en sus homilías dominicales numerosas violaciones de los derechos humanos y manifestó públicamente su solidaridad hacia las víctimas de la violencia política de su país. Fue nominado al Premio Nobel de la Paz en 1979. A los 62 años, el 24 de marzo de 1980, fue asesinado de un tiro en el pecho cuando oficiaba una misa en la capilla de un hospital. En 1994, una causa para su canonización fue abierta por su sucesor Arturo Rivera y Damas. [COLOR=#ff0000]El es uno de los diez mártires del siglo XX representados en las estatuas de la Abadía de Westminster, en Londres[/COLOR] [COLOR=#ff0000]CLARIN[/COLOR] [/QUOTE]
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