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<blockquote data-quote="MAC1966" data-source="post: 728791" data-attributes="member: 49"><p><strong><span style="font-size: 15px">Tomahawk para la Armada, definitivamente ... quizás</span></strong></p><p></p><p>César Pintado</p><p></p><p>lunes, 08 de noviembre de 2010 </p><p></p><p>La adquisición de misiles de crucero Tomahawk para la Armada Española es una aspiración largamente acariciada que tuvo su origen en abril de 2002. En aquellos días la relación con Washington era de clara sintonía y comenzaron los contactos entre los estados mayores de la US Navy y de la Armada para la transferencia de hasta 40 unidades.</p><p></p><p>En junio de 2005, en un clima muy distinto, fue el secretario de Defensa Ronald Rumsfeld quien aprobó la venta de los Tomahawk una vez la US Navy se pronunció a favor. La Armada ya había terminado entonces el estudio de viabilidad para la instalación en las fragatas F-100 y los submarinos S-80. En el camino se descartaron otras opciones como el Scalp, la versión naval del británico Storm Shadow.</p><p></p><p>Unos dos años después se anunció la compra de 24 misiles Tomahawk por un total de 72 millones de euros, decisión muy celebrada en la Armada. El salto cualitativo era enorme: por primera vez dispondría de un misil capaz de alcanzar objetivos a 1.600 Kms con un margen de error de 10 metros y sin necesidad de arriesgar pilotos ni aviones. La versión elegida fue la Tac-Tom (el RGM-109E Block IV SVL), un misil subsónico de ataque a tierra y menor alcance que sus antecesores, pero que presentaba interesantes mejoras como la posibilidad de reprogramación en vuelo o elegir entre 15 blancos alternativos.</p><p></p><p>Con los 72 millones no sólo se cubría el coste de los misiles <strong>(aunque cada uno de ellos supera el medio millón), </strong>sino que también se incluía la formación de las tripulaciones, diverso equipamiento técnico y la adaptación de las plataformas. Respecto a esto último, la adaptación de las F-100 no era complicada ya que incluyen lanzadores verticales; en los S-80 lo era un poco más, al tener que lanzarse con los tubos lanzatorpedos, pero tampoco suponía un obstáculo. <strong>El valor total del contrato, en caso de ejecutarse todas las opciones de compra, rondaría los 100 millones de euros.</strong></p><p></p><p></p><p>La justificación doctrinal para tamaña compra se apoya en el principio de disuasión, es decir, hacer ver a cualquier posible agresor que las consecuencias de un ataque contra España exceden cualquier posible beneficio. El principal vector de esa estrategia sería entonces la Armada y no es difícil imaginar quién sería el objeto de esa disuasión. Ahora bien, esa capacidad estratégica no sería utilizable sin el visto bueno de Washington, con lo que el efecto disuasorio quedaría seriamente mermado. </p><p></p><p><strong>En una primera fase, la capacidad de la Armada no sería más que la de realizar el disparo, mientras que el Pentágono seleccionaría o aprobaría los blancos</strong>. El uso del Tomahawk se limitaría pues a las ocasiones en que España operase en coalición con EEUU. <strong>Según los militares, se podría alcanzar a medio plazo cierta autonomía usando el misil sin apoyo externo, aunque se perdiese precisión</strong>. Todos los sistemas de armamento de última generación están sujetos a restricciones técnicas, pero en el caso del Tomahawk éstas hacen casi imposible su empleo, ya que necesita el apoyo de una red de satélites (el GPS) que está fuera de nuestro alcance. Se hace urgente la puesta en marcha de la red de satélites de navegación Galileo, auspiciada por la Unión Europea.</p><p></p><p>Si España quiere contar con una serie de blancos al margen de los establecidos y/o aprobados por Washington, tiene que estudiar y actualizar sus propias rutas de aproximación. Tal sería la misión del Centro de Planeamiento Nacional del Tomahawk que la Armada pretendía poner en marcha para realmente dotar a España de un misil de crucero autónomo que entrase en servicio para 2012.</p><p></p><p>Claro que todo esto quedó en una discusión académica en mayo de 2009, cuando Defensa comunicó al Pentágono que España renunciaba definitivamente a la compra pactada en 2005. Según informó el diario El País, se alegaron motivos como la existencia de otras prioridades, los recortes presupuestarios y la posible adopción de un misil de crucero europeo. Lo que choca de ese comunicado es "definitivamente". En realidad, Defensa se reservó el derecho de comprar la tecnología para dotar a las F-100 y a los S-80 de los tubos lanzadores para el Tomahawk, de forma que sea posible incorporarlos en un futuro más económicamente propicio.</p><p></p><p>No hay que olvidar que un mes antes el Ejército del Aire probó con éxito otro misil crucero desde un F-18, el Taurus KEPD 350, del que ya se han encargado 46 unidades. Con un alcance de 500 Kms, al que hay que añadir el radio de acción de los F-18 españoles (unos 780 Kms, dependiendo de la configuración), y una ojiva de 500 Kg, el Taurus ofrece una capacidad estratégica nada desdeñable. Es más, la Luftwaffe tiene previsto adquirir hasta 600 unidades, lo que constituye una importantísima reserva en manos de un socio tecnológico como Alemania, que no afrontaría los conflictos de intereses de Francia o Estados Unidos en determinados casos.</p><p></p><p>La conclusión más obvia es que en un contexto de drásticos recortes, el Tomahawk no parece una prioridad para Defensa. En su lugar, parece adoptarse una solución de circunstancias como la formada por el tándem F-18-Taurus. Basta mirar el cuadro de características para ver que el segundo no es un sustituto del primero, pero en opinión de quien esto escribe sí es una solución aceptable para una fase previa a la adopción definitiva del Tomahawk.</p><p></p><p>Hablemos claro: no hay un equivalente europeo al Tomahawk ni lo habrá en un futuro previsible. ¿Necesita España dotarse de un medio de disuasión autónomo de ese calibre? Rotundamente sí, incluso enfatizando la autonomía sobre el "calibre". No es de recibo hacer esa inversión y convertirnos en el tercer usuario del Tomahawk si su empleo está condicionado a la aprobación de terceras partes, incluso si están en juego intereses estratégicos vitales o la propia integridad territorial.</p><p></p><p>Esperemos pues tiempos mejores, cuando la coyuntura económica y el sistema Galileo nos permitan entrar en ese restringido club por la puerta grande. Nuestra cerviz ya está lo bastante baja.</p><p></p><p><a href="http://www.revistatenea.es/RevistaAtenea/REVISTA/articulos/GestionNoticias_3291_ESP.asp">Tomahawk para la Armada, definitivamente ... quizás</a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="MAC1966, post: 728791, member: 49"] [B][SIZE="4"]Tomahawk para la Armada, definitivamente ... quizás[/SIZE][/B] César Pintado lunes, 08 de noviembre de 2010 La adquisición de misiles de crucero Tomahawk para la Armada Española es una aspiración largamente acariciada que tuvo su origen en abril de 2002. En aquellos días la relación con Washington era de clara sintonía y comenzaron los contactos entre los estados mayores de la US Navy y de la Armada para la transferencia de hasta 40 unidades. En junio de 2005, en un clima muy distinto, fue el secretario de Defensa Ronald Rumsfeld quien aprobó la venta de los Tomahawk una vez la US Navy se pronunció a favor. La Armada ya había terminado entonces el estudio de viabilidad para la instalación en las fragatas F-100 y los submarinos S-80. En el camino se descartaron otras opciones como el Scalp, la versión naval del británico Storm Shadow. Unos dos años después se anunció la compra de 24 misiles Tomahawk por un total de 72 millones de euros, decisión muy celebrada en la Armada. El salto cualitativo era enorme: por primera vez dispondría de un misil capaz de alcanzar objetivos a 1.600 Kms con un margen de error de 10 metros y sin necesidad de arriesgar pilotos ni aviones. La versión elegida fue la Tac-Tom (el RGM-109E Block IV SVL), un misil subsónico de ataque a tierra y menor alcance que sus antecesores, pero que presentaba interesantes mejoras como la posibilidad de reprogramación en vuelo o elegir entre 15 blancos alternativos. Con los 72 millones no sólo se cubría el coste de los misiles [B](aunque cada uno de ellos supera el medio millón), [/B]sino que también se incluía la formación de las tripulaciones, diverso equipamiento técnico y la adaptación de las plataformas. Respecto a esto último, la adaptación de las F-100 no era complicada ya que incluyen lanzadores verticales; en los S-80 lo era un poco más, al tener que lanzarse con los tubos lanzatorpedos, pero tampoco suponía un obstáculo. [B]El valor total del contrato, en caso de ejecutarse todas las opciones de compra, rondaría los 100 millones de euros.[/B] La justificación doctrinal para tamaña compra se apoya en el principio de disuasión, es decir, hacer ver a cualquier posible agresor que las consecuencias de un ataque contra España exceden cualquier posible beneficio. El principal vector de esa estrategia sería entonces la Armada y no es difícil imaginar quién sería el objeto de esa disuasión. Ahora bien, esa capacidad estratégica no sería utilizable sin el visto bueno de Washington, con lo que el efecto disuasorio quedaría seriamente mermado. [B]En una primera fase, la capacidad de la Armada no sería más que la de realizar el disparo, mientras que el Pentágono seleccionaría o aprobaría los blancos[/B]. El uso del Tomahawk se limitaría pues a las ocasiones en que España operase en coalición con EEUU. [B]Según los militares, se podría alcanzar a medio plazo cierta autonomía usando el misil sin apoyo externo, aunque se perdiese precisión[/B]. Todos los sistemas de armamento de última generación están sujetos a restricciones técnicas, pero en el caso del Tomahawk éstas hacen casi imposible su empleo, ya que necesita el apoyo de una red de satélites (el GPS) que está fuera de nuestro alcance. Se hace urgente la puesta en marcha de la red de satélites de navegación Galileo, auspiciada por la Unión Europea. Si España quiere contar con una serie de blancos al margen de los establecidos y/o aprobados por Washington, tiene que estudiar y actualizar sus propias rutas de aproximación. Tal sería la misión del Centro de Planeamiento Nacional del Tomahawk que la Armada pretendía poner en marcha para realmente dotar a España de un misil de crucero autónomo que entrase en servicio para 2012. Claro que todo esto quedó en una discusión académica en mayo de 2009, cuando Defensa comunicó al Pentágono que España renunciaba definitivamente a la compra pactada en 2005. Según informó el diario El País, se alegaron motivos como la existencia de otras prioridades, los recortes presupuestarios y la posible adopción de un misil de crucero europeo. Lo que choca de ese comunicado es "definitivamente". En realidad, Defensa se reservó el derecho de comprar la tecnología para dotar a las F-100 y a los S-80 de los tubos lanzadores para el Tomahawk, de forma que sea posible incorporarlos en un futuro más económicamente propicio. No hay que olvidar que un mes antes el Ejército del Aire probó con éxito otro misil crucero desde un F-18, el Taurus KEPD 350, del que ya se han encargado 46 unidades. Con un alcance de 500 Kms, al que hay que añadir el radio de acción de los F-18 españoles (unos 780 Kms, dependiendo de la configuración), y una ojiva de 500 Kg, el Taurus ofrece una capacidad estratégica nada desdeñable. Es más, la Luftwaffe tiene previsto adquirir hasta 600 unidades, lo que constituye una importantísima reserva en manos de un socio tecnológico como Alemania, que no afrontaría los conflictos de intereses de Francia o Estados Unidos en determinados casos. La conclusión más obvia es que en un contexto de drásticos recortes, el Tomahawk no parece una prioridad para Defensa. En su lugar, parece adoptarse una solución de circunstancias como la formada por el tándem F-18-Taurus. Basta mirar el cuadro de características para ver que el segundo no es un sustituto del primero, pero en opinión de quien esto escribe sí es una solución aceptable para una fase previa a la adopción definitiva del Tomahawk. Hablemos claro: no hay un equivalente europeo al Tomahawk ni lo habrá en un futuro previsible. ¿Necesita España dotarse de un medio de disuasión autónomo de ese calibre? Rotundamente sí, incluso enfatizando la autonomía sobre el "calibre". No es de recibo hacer esa inversión y convertirnos en el tercer usuario del Tomahawk si su empleo está condicionado a la aprobación de terceras partes, incluso si están en juego intereses estratégicos vitales o la propia integridad territorial. Esperemos pues tiempos mejores, cuando la coyuntura económica y el sistema Galileo nos permitan entrar en ese restringido club por la puerta grande. Nuestra cerviz ya está lo bastante baja. [url=http://www.revistatenea.es/RevistaAtenea/REVISTA/articulos/GestionNoticias_3291_ESP.asp]Tomahawk para la Armada, definitivamente ... quizás[/url] [/QUOTE]
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