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<blockquote data-quote="Barbanegra" data-source="post: 2031596" data-attributes="member: 10064"><p style="text-align: center"><img src="http://e02-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2016/06/03/14649713093366.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /> </p> <p style="text-align: center"><u><span style="font-size: 22px"><strong>Las 4.000 Ninjas de Irán</strong></span></u></p><p>Empuña el sable con las dos manos y lo agita en el aire hasta alcanzar el cuello de su adversaria. Si quisiera, Fariba podría seccionar la carótida de cualquiera en un tris. Está preparada para ello. Hace 11 años que se entrena para convertirse en una luchadora ninja profesional. Fariba es una de las 4.000 mujeres iraníes instruidas en el arte marcial del ninjutsu, una disciplina de combate guerrillero con la que aprenden a reducir, mutilar y liquidar al contrario con técnicas de lucha importadas del Japón del siglo V.</p><p></p><p>En la república de los ayatolás, estas mujeres que manejan dagas, espadas, cuchillos y abanicos de guerra, trepan muros y aprenden a matar en silencio, se han convertido en asunto nacional. En 2012 Irán expulsó del país a la agencia de noticias Reuters cuando divulgó un reportaje sobre ellas. "Irán entrena a 3.000 potenciales asesinas", decía el artículo. Ellas lo niegan. No son asesinas, dicen. Y tampoco son 3.000: en cuatro años, la fiebre ha alcanzado a un millar de mujeres más.</p><p></p><p>En el centro de la sala, descalza sobre el suelo de goma, Fariba hace ejercicios acrobáticos y manipula la artillería blanca con una agilidad que recuerda inevitablemente a los samuráis de las películas niponas. "¡No te equivoques! No tenemos nada que ver con los samuráis. Ellos están sujetos a reglas estrictas de lucha. Los ninjas somos libres, atacamos por sorpresa, sin ser vistos, con armas secretas, y nuestras técnicas son mucho más libres", corrige a Crónica Akbar Faraji, el maestro ninja persa que hace 30 años introdujo este arte marcial en Irán.</p><p></p><p>En la década de los 80, con 16 años, Akbar Faraji enseñaba técnicas de autodefensa a los soldados del Ejército de Irán durante la invasión de Irak cuando descubrió la disciplina japonesa, practicada por última vez por los partisanos nipones durante la II Guerra Mundial. Hoy dirige el único club Bujinkan -organización internacional de artes marciales, sobre todo lucha ninja y samurái- en Karaj, a 50 km de Teherán, pero cuenta con un escuadrón de 70 discípulas que instruyen sus enseñanzas por todo el territorio. En un país donde se espera que las mujeres sean discretas, mantengan un perfil bajo y ejerzan su rol femenino sin salirse del guión, estas luchadoras son capaces de derribar a cualquier hombre.</p><p></p><p>"Practicar este deporte hace que sea más complicado encontrar una pareja, porque de un hombre esperas que sea más fuerte que tú, pero en nuestro caso esto no ocurre casi nunca", cuenta Fariba. Su mirada, tono de voz y expresión corporal están en las antípodas de la delicadeza quebradiza de muchas iraníes. Ella también es maestra ninja y enseña a chicas y chicos amateurs. Cuando los niños cumplen 10 años, la dejan para entrenar con un maestro hombre. A esa edad los dos sexos ya no deben estar juntos.</p><p></p><p>El gimnasio donde entrenan es un lugar modesto. Está situado en los bajos de un edificio y protegido por una cortina, como todos los espacios en Irán que albergan a mujeres -baños públicos, tiendas de lencería, mezquitas..., hasta la zona de control de seguridad del aeropuerto cuenta con una cortina que oculta sus cuerpos-. Pese a que el ninjutsu es legal en Irán, su práctica es muy desconocida para la mayoría de la población y eso ayuda a que las autoridades islámicas no se inmiscuyan en exceso en el asunto.</p><p></p><p>Pero la ley debe cumplirse, y hombres y mujeres ninjasentrenan por separado. Jamás se tocan, raramente se ven. Por eso, y porque nunca entrenan sin velo o a cuerpo descubierto, sus ejercicios no colisionan con el islam. Aun así, las mujeres deportistas en Irán cuentan siempre con entrenadoras; por eso la posición del maestro Akbar, un hombre que entrena a mujeres, es excepcional.</p><p></p><p>"He diseñado herramientas que me permiten enseñarles el arte ninja sin tocarlas", explica. El maestro ordena a sus estudiantes colocarse en posición de ataque para demostrar a Crónica de lo que son capaces. Veinte mujeres vestidas de negro, con tan sólo ojos y manos al descubierto, con la boca y la nariz tapadas por un fino velo atado a la nuca, se colocan en fila y por parejas empiezan a desfilar por la sala, brincando hacia delante y hacia atrás, igual que hacía Tobey Maguire por las calles y los edificios de Nueva York en Spiderman.</p><p></p><p>Tras ser víctimas de una llave, sus cuerpos chocan contra el suelo con virulencia. Incluso las pequeñas ninjas, de no más de 10 años, hacen volar por los aires a sus contrincantes menudas hasta estamparlas como si nada contra la colchoneta. "No nos preparamos para herir ni hacer daño a nadie. Tampoco somos policías ni espías, pero sin duda nos sirve para la autodefensa y nos da unas habilidades que la gente normal no tiene", sostiene Fariba. "Un día", cuenta, "un hombre trató de acosarme en la calle y, por suerte, pude defenderme".</p><p></p><p>A su lado, Melika, con los ojos perfilados con kohl y unas cejas que parecen dibujadas a lápiz, cuenta que empezó con el ninjutsu hace seis años. "Lo descubrí en televisión y me aficioné. Me gusta porque los ninjas tenemos mucha libertad y nuestras técnicas son muy creativas". Se refiere a la variedad de ejercicios y armas que pueden utilizar para atacar al enemigo: dagas, espadas, cuchillos, machetes, anillos de metal en forma de estrella, dardos, abanicos de guerra, arcos y flechas, cuerdas, semillas de hierro con espinas, látigos....</p><p></p><p>A diferencia de Fariba, Melika jamás ha tenido que utilizar sus habilidades para defenderse en la vida real, pero su conocimiento la hace sentir "poderosa". Como ejemplo de este poder, se retira un momento y regresa con algo en las manos, que oculta detrás de la espalda. Se coloca en posición y de pronto lanza con furia una cuerda contra una compañera, que se le enrosca en el cuello, lo que le hace caer al suelo para no ser estrangulada.</p><p></p><p>Su destreza en la lucha es incuestionable. ¿No han tenido tentaciones estas combatientes de integrarse en algún cuerpo militar de élite?</p><p></p><p style="text-align: center"><img src="http://e03-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2016/06/03/14649713496821.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /> </p> <p style="text-align: center"><span style="font-size: 12px"><em>Las entreno sin tocarlas". El maestro persa Akbar Faraji enseña el arte ninja a sus alumnas. Debe hacerlo sin tocarlas. Sus 70 discípulas extienden a su vez la disciplina por todo Irán.</em></span></p> <p style="text-align: center"></p><p><u><strong>¿Un cuerpo militar?</strong></u></p><p>"El ejército es otra cosa", responde Melika. "Aquí somos libres. Vivimos el arte ninja como una filosofía de vida, nos ayuda a soportar la dureza del día a día, a ser pacientes, fuertes y disciplinadas. Es un arte espiritual. No buscamos luchar contra nadie fuera de las clases", dice. Las clases tienen a menudo lugar en la montaña, al aire libre, donde las ninjas pueden esconderse detrás de los árboles y entre la maleza para poner en práctica las técnicas de camuflaje. Pero en un país con cuatro servicios de inteligencia, un ejército regular y un cuerpo paramilitar revolucionario integrado por más de 120.000 soldados, sorprende que estas mujeres -y hombres, con 8.000 luchadores ninjas en todo el país- no formen parte de ningún eslabón militar.</p><p></p><p>"Un día vino un mando del Ejército para buscar un vídeo con el que enseñar a sus soldados a luchar, pero realmente no tenemos nada que ver con ellos", cuenta el maestro, que se desvincula totalmente de cualquier ideología: no está "ni a favor ni en contra de ninguna organización política ni religiosa. Quizá por eso no recibo ningún tipo de subvención", dice. Aunque ofertas no les faltan. Fariba revela que ella las ha recibido de la Policía y del Ejército, pero que las ha rechazado. Lo cierto es que su poder letal es innegable. "Aprenden a trepar por las paredes, a saltar muros y vallas sin ser vistas, a ocultarse entre las montañas y son capaces de rebanar el cuello del rival sin hacer el menor ruido", expone el maestro Akbar. Pero insiste: "Debo estar muy seguro de que mis alumnos no utilizarán las técnicas del ninjutsu para hacer daño a nadie o colarse en casa ajena. No les formo para matar, pero pueden mutilar a alguien en un segundo".</p><p></p><p>Aun así, a pesar de la evidente supremacía física que alcanzan estas guerrilleras, el motivo principal que señalan para decantarse por el arte ninja es su "belleza". La puesta en escena con la daga clavada pretendidamente en el cuerpo del enemigo se desarrolla con un efectismo y una elegancia que elevan la clase al nivel de experiencia estética. Y así lo sienten sus estudiantes. "Para ejercer bien este deporte se necesita mucha disciplina, agilidad, precisión en los movimientos y pulcritud en su ejecución", explica Fariba. Cualidades que bien valdrían para el ballet.</p><p></p><p>Entre las prácticas que contempla este arte también están las que permiten herir al blanco a distancia, "sin ni siquiera contacto físico". En ese momento, la maestra ninja coge un tubo hueco de unos 30 centímetros de largo y un centímetro de grosor y coloca un dardo dentro. A continuación, sopla con fuerza y el dardo sale disparado hasta reventar el globo rosa que una pequeña ninja sostiene con la pierna derecha totalmente levantada, pegada a la oreja. Fariba vuelve a cargar el arma y revienta unos cuantos globos más. "Así se puede atacar a alguien desde mucha distancia sin ser percibido", aclara.</p><p></p><p>Pese a sus aptitudes, la mayoría de ellas admite haber tenido que oír alguna vez que "éste no es deporte para mujeres". Como si se tratara de una purga frente a tanto derroche de sexismo, las mujeres ninjas reivindican su condición femenina empuñando el machete. Maryam, casada y mayor que las demás, hace 10 años que practica el ninjutsu y señala que en más de una ocasión ha tenido que soportar que le digan que "una mujer tiene que hacer cosas de mujeres, como coser o cocinar, en lugar de luchar". Ante semejante demostración de machismo, ella se defiende: "Me gusta ser ninja porque me hace sentir superior, segura, en forma físicamente y con el espíritu en paz. Lo hago por mí. Por nadie más. No voy por ahí diciendo que soy ninja, pero el hecho de serlo me resulta muy excitante", confiesa.</p><p></p><p>El entrenamiento termina. Cambian el traje negro por largos blusones estampados y coloridos hiyabs. Así vestidas, fuera de clase, nadie diría que detrás de esa púdica apariencia se esconden auténticas guerrilleras persas.</p><p></p><p><a href="http://www.elmundo.es/cronica/2016/06/07/5751b254e5fdea424d8b45fb.html">http://www.elmundo.es/cronica/2016/06/07/5751b254e5fdea424d8b45fb.html</a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Barbanegra, post: 2031596, member: 10064"] [CENTER][IMG]http://e02-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2016/06/03/14649713093366.jpg[/IMG] [U][SIZE=6][B]Las 4.000 Ninjas de Irán[/B][/SIZE][/U][/CENTER] Empuña el sable con las dos manos y lo agita en el aire hasta alcanzar el cuello de su adversaria. Si quisiera, Fariba podría seccionar la carótida de cualquiera en un tris. Está preparada para ello. Hace 11 años que se entrena para convertirse en una luchadora ninja profesional. Fariba es una de las 4.000 mujeres iraníes instruidas en el arte marcial del ninjutsu, una disciplina de combate guerrillero con la que aprenden a reducir, mutilar y liquidar al contrario con técnicas de lucha importadas del Japón del siglo V. En la república de los ayatolás, estas mujeres que manejan dagas, espadas, cuchillos y abanicos de guerra, trepan muros y aprenden a matar en silencio, se han convertido en asunto nacional. En 2012 Irán expulsó del país a la agencia de noticias Reuters cuando divulgó un reportaje sobre ellas. "Irán entrena a 3.000 potenciales asesinas", decía el artículo. Ellas lo niegan. No son asesinas, dicen. Y tampoco son 3.000: en cuatro años, la fiebre ha alcanzado a un millar de mujeres más. En el centro de la sala, descalza sobre el suelo de goma, Fariba hace ejercicios acrobáticos y manipula la artillería blanca con una agilidad que recuerda inevitablemente a los samuráis de las películas niponas. "¡No te equivoques! No tenemos nada que ver con los samuráis. Ellos están sujetos a reglas estrictas de lucha. Los ninjas somos libres, atacamos por sorpresa, sin ser vistos, con armas secretas, y nuestras técnicas son mucho más libres", corrige a Crónica Akbar Faraji, el maestro ninja persa que hace 30 años introdujo este arte marcial en Irán. En la década de los 80, con 16 años, Akbar Faraji enseñaba técnicas de autodefensa a los soldados del Ejército de Irán durante la invasión de Irak cuando descubrió la disciplina japonesa, practicada por última vez por los partisanos nipones durante la II Guerra Mundial. Hoy dirige el único club Bujinkan -organización internacional de artes marciales, sobre todo lucha ninja y samurái- en Karaj, a 50 km de Teherán, pero cuenta con un escuadrón de 70 discípulas que instruyen sus enseñanzas por todo el territorio. En un país donde se espera que las mujeres sean discretas, mantengan un perfil bajo y ejerzan su rol femenino sin salirse del guión, estas luchadoras son capaces de derribar a cualquier hombre. "Practicar este deporte hace que sea más complicado encontrar una pareja, porque de un hombre esperas que sea más fuerte que tú, pero en nuestro caso esto no ocurre casi nunca", cuenta Fariba. Su mirada, tono de voz y expresión corporal están en las antípodas de la delicadeza quebradiza de muchas iraníes. Ella también es maestra ninja y enseña a chicas y chicos amateurs. Cuando los niños cumplen 10 años, la dejan para entrenar con un maestro hombre. A esa edad los dos sexos ya no deben estar juntos. El gimnasio donde entrenan es un lugar modesto. Está situado en los bajos de un edificio y protegido por una cortina, como todos los espacios en Irán que albergan a mujeres -baños públicos, tiendas de lencería, mezquitas..., hasta la zona de control de seguridad del aeropuerto cuenta con una cortina que oculta sus cuerpos-. Pese a que el ninjutsu es legal en Irán, su práctica es muy desconocida para la mayoría de la población y eso ayuda a que las autoridades islámicas no se inmiscuyan en exceso en el asunto. Pero la ley debe cumplirse, y hombres y mujeres ninjasentrenan por separado. Jamás se tocan, raramente se ven. Por eso, y porque nunca entrenan sin velo o a cuerpo descubierto, sus ejercicios no colisionan con el islam. Aun así, las mujeres deportistas en Irán cuentan siempre con entrenadoras; por eso la posición del maestro Akbar, un hombre que entrena a mujeres, es excepcional. "He diseñado herramientas que me permiten enseñarles el arte ninja sin tocarlas", explica. El maestro ordena a sus estudiantes colocarse en posición de ataque para demostrar a Crónica de lo que son capaces. Veinte mujeres vestidas de negro, con tan sólo ojos y manos al descubierto, con la boca y la nariz tapadas por un fino velo atado a la nuca, se colocan en fila y por parejas empiezan a desfilar por la sala, brincando hacia delante y hacia atrás, igual que hacía Tobey Maguire por las calles y los edificios de Nueva York en Spiderman. Tras ser víctimas de una llave, sus cuerpos chocan contra el suelo con virulencia. Incluso las pequeñas ninjas, de no más de 10 años, hacen volar por los aires a sus contrincantes menudas hasta estamparlas como si nada contra la colchoneta. "No nos preparamos para herir ni hacer daño a nadie. Tampoco somos policías ni espías, pero sin duda nos sirve para la autodefensa y nos da unas habilidades que la gente normal no tiene", sostiene Fariba. "Un día", cuenta, "un hombre trató de acosarme en la calle y, por suerte, pude defenderme". A su lado, Melika, con los ojos perfilados con kohl y unas cejas que parecen dibujadas a lápiz, cuenta que empezó con el ninjutsu hace seis años. "Lo descubrí en televisión y me aficioné. Me gusta porque los ninjas tenemos mucha libertad y nuestras técnicas son muy creativas". Se refiere a la variedad de ejercicios y armas que pueden utilizar para atacar al enemigo: dagas, espadas, cuchillos, machetes, anillos de metal en forma de estrella, dardos, abanicos de guerra, arcos y flechas, cuerdas, semillas de hierro con espinas, látigos.... A diferencia de Fariba, Melika jamás ha tenido que utilizar sus habilidades para defenderse en la vida real, pero su conocimiento la hace sentir "poderosa". Como ejemplo de este poder, se retira un momento y regresa con algo en las manos, que oculta detrás de la espalda. Se coloca en posición y de pronto lanza con furia una cuerda contra una compañera, que se le enrosca en el cuello, lo que le hace caer al suelo para no ser estrangulada. Su destreza en la lucha es incuestionable. ¿No han tenido tentaciones estas combatientes de integrarse en algún cuerpo militar de élite? [CENTER][IMG]http://e03-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2016/06/03/14649713496821.jpg[/IMG] [SIZE=3][I]Las entreno sin tocarlas". El maestro persa Akbar Faraji enseña el arte ninja a sus alumnas. Debe hacerlo sin tocarlas. Sus 70 discípulas extienden a su vez la disciplina por todo Irán.[/I][/SIZE] [/CENTER] [U][B]¿Un cuerpo militar?[/B][/U] "El ejército es otra cosa", responde Melika. "Aquí somos libres. Vivimos el arte ninja como una filosofía de vida, nos ayuda a soportar la dureza del día a día, a ser pacientes, fuertes y disciplinadas. Es un arte espiritual. No buscamos luchar contra nadie fuera de las clases", dice. Las clases tienen a menudo lugar en la montaña, al aire libre, donde las ninjas pueden esconderse detrás de los árboles y entre la maleza para poner en práctica las técnicas de camuflaje. Pero en un país con cuatro servicios de inteligencia, un ejército regular y un cuerpo paramilitar revolucionario integrado por más de 120.000 soldados, sorprende que estas mujeres -y hombres, con 8.000 luchadores ninjas en todo el país- no formen parte de ningún eslabón militar. "Un día vino un mando del Ejército para buscar un vídeo con el que enseñar a sus soldados a luchar, pero realmente no tenemos nada que ver con ellos", cuenta el maestro, que se desvincula totalmente de cualquier ideología: no está "ni a favor ni en contra de ninguna organización política ni religiosa. Quizá por eso no recibo ningún tipo de subvención", dice. Aunque ofertas no les faltan. Fariba revela que ella las ha recibido de la Policía y del Ejército, pero que las ha rechazado. Lo cierto es que su poder letal es innegable. "Aprenden a trepar por las paredes, a saltar muros y vallas sin ser vistas, a ocultarse entre las montañas y son capaces de rebanar el cuello del rival sin hacer el menor ruido", expone el maestro Akbar. Pero insiste: "Debo estar muy seguro de que mis alumnos no utilizarán las técnicas del ninjutsu para hacer daño a nadie o colarse en casa ajena. No les formo para matar, pero pueden mutilar a alguien en un segundo". Aun así, a pesar de la evidente supremacía física que alcanzan estas guerrilleras, el motivo principal que señalan para decantarse por el arte ninja es su "belleza". La puesta en escena con la daga clavada pretendidamente en el cuerpo del enemigo se desarrolla con un efectismo y una elegancia que elevan la clase al nivel de experiencia estética. Y así lo sienten sus estudiantes. "Para ejercer bien este deporte se necesita mucha disciplina, agilidad, precisión en los movimientos y pulcritud en su ejecución", explica Fariba. Cualidades que bien valdrían para el ballet. Entre las prácticas que contempla este arte también están las que permiten herir al blanco a distancia, "sin ni siquiera contacto físico". En ese momento, la maestra ninja coge un tubo hueco de unos 30 centímetros de largo y un centímetro de grosor y coloca un dardo dentro. A continuación, sopla con fuerza y el dardo sale disparado hasta reventar el globo rosa que una pequeña ninja sostiene con la pierna derecha totalmente levantada, pegada a la oreja. Fariba vuelve a cargar el arma y revienta unos cuantos globos más. "Así se puede atacar a alguien desde mucha distancia sin ser percibido", aclara. Pese a sus aptitudes, la mayoría de ellas admite haber tenido que oír alguna vez que "éste no es deporte para mujeres". Como si se tratara de una purga frente a tanto derroche de sexismo, las mujeres ninjas reivindican su condición femenina empuñando el machete. Maryam, casada y mayor que las demás, hace 10 años que practica el ninjutsu y señala que en más de una ocasión ha tenido que soportar que le digan que "una mujer tiene que hacer cosas de mujeres, como coser o cocinar, en lugar de luchar". Ante semejante demostración de machismo, ella se defiende: "Me gusta ser ninja porque me hace sentir superior, segura, en forma físicamente y con el espíritu en paz. Lo hago por mí. Por nadie más. No voy por ahí diciendo que soy ninja, pero el hecho de serlo me resulta muy excitante", confiesa. El entrenamiento termina. Cambian el traje negro por largos blusones estampados y coloridos hiyabs. Así vestidas, fuera de clase, nadie diría que detrás de esa púdica apariencia se esconden auténticas guerrilleras persas. [URL]http://www.elmundo.es/cronica/2016/06/07/5751b254e5fdea424d8b45fb.html[/URL] [/QUOTE]
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Guerra desarrollada entre Argentina y el Reino Unido en 1982
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