Carta de un sobreviviente a los submarinistas..
BAP Pacocha,
El Mundo,
Peru,
Roger L. Cotrina Alvarado
8/26/2014
Hace 26 años, una unidad submarina de nuestra Gloriosa Marina de Guerra del Perú se hizo a la mar en cumplimiento de su misión, sin presentirse que el destino le tendría reservado a su personal un reto histórico. A 18:40 horas, el BAP Pacocha (SS48), luego de ardua labor operativa retornaba a puerto y encontrándose en aproximación a al área de la Rada Exterior del Puerto del Callao, fue embestido por un pesquero japonés que salía de Puerto, accidente que provocó el rápido hundimiento de la nave. Parte de la tripulación evacuó la unidad, mientras que el Comandante, Capitán de Fragata Daniel Nieva Rodriguez entregó su vida heroicamente en cumplimiento de las más altas tradiciones navales, siendo secundado en aquél viaje a la eternidad por otros SIETE (07) integrantes de su dotación, quienes no dudaron en asumir un comportamiento cabal en procura de salvar la unidad y la vida del personal que permanecía abordo.
El Comandante Nieva, junto a al Teniente Segundo Luis Roca Sara, el Técnico 1ro. Orlando Valdez Pacheco, el Tco. 1ro. Rigoberto Gonzalez Pisfil, el Tco. 2do. Carlos Orozco León, el Oficial de Mar 1ro. Walter García Morales, el Oficial de Mar 1ro. Juan Oré Rojas, el Oficial de Mar 2do. Carlos Grande Rengifo y el Oficial de Mar 2do. Alberto Reyes Vilca, ofrendaron sus vidas en el más sublime acto que puede tener un ser humano que es el dar la vida por los demás y por lo que más amaron, que fue su profesión Naval y Submarinista y con ello dejarnos un legado de honor y gloria. A todos ellos, durante los Veintiséis (26) años transcurridos les hemos dado lo mejor de nuestra gratitud y homenaje. Sus hazañas y amor a la Marina trascienden en el tiempo y perdurarán en nuestro recuerdo. Dios los tiene en un lugar predilecto y nosotros los llevamos siempre en nuestros corazones.
Paralelo al sacrificio de los citados hombres de acero, la Armada Peruana enfrentó un gran reto: luego de arduos esfuerzo y en una nave no preparada para navegar en inmersión, debido a que por estar cercanos a puerto todos los sistemas se encontraban listos para navega en superficie; VEINTIDOS (22) miembros de la tripulación milagrosamente logramos hacer estancos ciertos compartimentos y quedamos atrapados en interiores a CUARENTA y DOS (42) metros de profundidad en las condiciones más adversas que haya podido pasar jamás una tripulación submarinista: inundaciones por diversos puntos de la unidad, presencia inmediata de abundantes gases venenosos como son el cloro y el anhídrido carbónico que se incrementaban cada minuto que transcurría; incendios que consumieron la capacidad de reserva de oxígeno, cortocircuitos, falta de agua, comida y de descanso, escaso abrigo ante las bajas temperaturas que se presentaron y una asfixia general a la estuvimos sometidos durante VEINTITRES (23) horas.
Dichas fatales adversidades, sumadas a la presión interior reinante que saturaba los organismos de nitrógeno y concentraba aún más el anhídrido carbónico, la atmósfera cada vez más enrarecida, una oscuridad reinante casi total y el hecho que había gran parte del personal que no eran medianamente nadadores, no preparados para el buceo a dichas profundidades; hacían presagiar que las esperanzas de salir con vida en una lucha contra el tiempo eran remotas y que una tragedia nacional sin precedentes podría ocurrir.
Cada segundo era crucial y no estaba dispuesto a abandonar a ninguno.
Pero es en aquellas circunstancias en que lo mejor de la preparación del Personal Superior y Subalterno de la Marina de Guerra del Perú salió a relucir. No bien se verificó que había personal del BAP PACOCHA que aún permanecía con vida en interiores, el Alto Mando de la Marina solicitó el apoyo del sistema de rescate a la Marina Norteamericana. Debido a un incendio que ocurrió en horas de la madrugada del 27 de agosto en el submarino yacente, las posibilidades que el apoyo llegara a tiempo se acortó dramáticamente y la asfixia general empezó a hacer estragos.
Dando muestras de alto profesionalismo, trabajo en grupo, valor para no desesperarse y sobre todo fe; luego de acondicionar y preparar lo necesario en la precaria situación que cada minuto se hacía más difícil en interiores, se tomó la decisión de realizar escapes a pulmón libre desde CUARENTA Y DOS (42) metros de profundidad. Dichas operaciones extremas tendrían elevados riesgos debido a la falta de luz para orientar la salida, por los peligros inherentes durante el asenso a superficie y por la enfermedad descompresiva a la cual estaríamos sometidos todos. La ejecución debía ser precisa para eliminar todo el aire de los pulmones evitando que estallen en el intento, se tendría que medir a la vez dicho aire para que no quedara corto y no ahogarnos en la salida y finalmente era indispensable recibir en superficie un estricto procedimiento médico en cámaras hiperbáricas para evitar los estragos de la descompresión súbita.
Felizmente todo fue preciso, la preparación de la torre de escape, la capacitación a oscuras del personal durante la noche y en la madrugada, los procedimientos de operación de la torre de escape, el uso de los sistemas de aire comprimido a alta presión, la apertura y cerrado sincronizado de las escotillas, el inflado adecuado de los chalecos steinke Hood con el volumen correcto de aire a fin de no subir tan rápida ni muy lentamente y el apoyo médico en superficie. Cada escape debía cumplirse correctamente y no tener fallas por ninguna circunstancia.
Quiero recalcar que si cada uno de los VEINTIDOS (22) hombres que estuvieron en interiores no se hubiese comportado a la altura de las circunstancias, rodeados de fe en Dios en que lo emprendido era lo correcto, logrando exitosos escapes a pulmón libre desde una profundidad de CUARENTA y DOS (42) metros, no hubiesen sobrevivido. Vivo agradecido de la Fuerza de Submarinos y de la Armada Peruana por el total apoyo recibido.
Esta hazaña de supervivencia, que es milagrosa a la vez por las adversidades en su conjunto que concurrieron, que fueron superadas en corto tiempo en espacios muy reducidos de la unidad averiada y que es heroica por las acciones del personal que entregó su vida en cumplimiento del deber, constituyen episodios que enaltecen nuestras tradiciones y nos demuestran que el valor y motivo de orgullo naval legado de nuestro Gran Almirante Grau, el Peruano del Milenio y de quienes lo secundaron están presentes y son actuales.
Mi sincero homenaje a los familiares de los deudos, quienes durante estos Veintiséis (26) nos han acompañado, llevando con discreto honor e hidalguía el sacrificio que ha significado la irreparable pérdida de sus parientes.
A mis colegas submarinistas recomiendo llevar adelante la formación del elemento humano en forma estricta y exigente, considerando que hoy los alumnos tienen el reto de vencer las exigencias de los temas de clase, las prácticas abordo y la presión de los catedráticos e instructores, pero más adelante deberán superar la presión de las circunstancias en las que jueguen la seguridad de sus unidades y del personal a su cargo. Los submarinistas somos una hermandad y constituimos la primea línea de defensa en la mar, por ello, el conocimiento teórico y práctico de las tecnologías de abordo deben ser cuidadosamente asumidas y sobre todo aprendidas a cabalidad, a fin de aplicarlas con seguridad.
Finalmente, debo manifestar que en aquel episodio que me tocó vivir abordo del BAP Pacocha (SS48), sólo fui un humilde marino que asumiendo el Comando de la Nave siniestrada procuró dar lo mejor que tenía a la Marina y a los demás durante las VEINTITRES (23) horas que permanecí al mando del personal atrapado en las profundidades.
Capitán de Fragata (r)
Roger L. Cotrina Alvarado
Marina de Guerra del Perú
Agradecemos al Sr. Capitan (r) Roger L Cotrina Alvarado el habernos enviado estas lineas para ser compartidas en la Comunidad Submarinistas Latinoamericanos (elSnorkel.com).
Nota del Editor:
La tarde de aquel día, en efecto, el submarino de la Marina Militar peruana Pacocha, mientras regresaba al puerto de Lima, llamado Callao, navegando en superficie, fue accidentalmente espolonado por un barco pesquero japonés, que abrió en la popa una gran brecha. Al hundirse quedó abierta la válvula principal de aireación, por la cual el agua empezó a inundar los locales. Parte de los marineros se salvó tirándose al agua; en cambio otra parte quedó atrapada en el submarino.
Vista la gravedad de la situación, el Teniente de Navio Roger Cotrina Alvarado, después de haber invocado a la Sierva de Dios, se dirigió en la oscuridad hacia la escotilla superior, por la cual irrumpía el agua, y cuando el submarino ya estaba a una profundidad de 12 a 20 metros, logró levantar la puerta de salida y cerrarla, a pesar de la presión del agua comprendida entre los 4000 y los 6000 kilos y la irregular posición de los cerrojos llamados «perros.» El feliz resultado de esta acción impidió que se inundaran los locales de abajo, en donde habían quedado 22 marineros, veinte de los cuales fueron puestos a salvo el día siguiente.
Extracto del Decreto del Santo Padre Juan Pablo II proclamando solemnemente las acciones del entonces Teniente de Navio Roger Cotrina Alvarado como un acontecimiento milagroso.
DIC 2002
Homenaje a los fallecidos y sobrevivientes del trágico suceso del B.A.P. “Pacocha” Agosto del 2013
Fotos: Gentileza para elSnorkel.com de Juan Ulloa Osorio sobreviviente del ex B.A.P. Pacocha.
www.elsnorkel.com/2014/08/carta-de-un-sobreviviente-los.html